LA TEMPESTAD CALMADA
#Jesús está durmiendo en la popa. Está cansado. Se refleja la placidez en su rostro.
#Sálvanos, Maestro. ¡Estamos perdidos!" grita Pedro
#Las desventuras os sirven para que os persuadáis de que sois nada
#Llamadme. Jesús no duerme porque tiene angustia al ver que no le amáis. Llamadme y vendré."
Una barca con vela, ni muy grande, ni muy pequeña surca un hermoso lago de color azul muy intenso. Es una barca de pesca, en que cómodamente pueden caber de cinco a seis personas.
Jesús está durmiendo en la popa Está cansado.
Se refleja la placidez en su rostro.
Jesús está durmiendo en la popa. Su vestido es blanco, como de costumbre. Tiene la cabeza reclinada sobre el brazo izquierdo y debajo del brazo derecho, y en la cabeza tiene su manto azul gris doblado con muchos pliegues. Está sentado, pero no estirado, en la barca. Tiene la cabeza apoyada en el trozo de tablado que está en la parte extrema de la popa. No sé como la llaman los marineros. Jesús duerme plácidamente. Está cansado. Se refleja la placidez en su rostro.
Pedro está al timón. Andrés tiene a su cuidado las velas. Juan y otros dos, que no sé cómo se llamen, ponen en orden los cables y las redes en la barca como si tuviesen intención de prepararse para la pesca, que será probablemente en la noche. El día está por terminarse, pues el sol ya está llegando al occidente. los discípulos tienen las túnicas remangadas, que sostienen con cordón que ciñe la cintura, para verse más libres en los movimientos y poder pasar de un lado a otro dela barca, brincando sobre remos, asientos y cestas sin que les estorben los vestidos. Todos han dejado el manto.
Estoy viendo que el cielo se pone de color cobrizo. El sol se esconde detrás de nubes, presagio de tempestad porque salieron de repente de detrás de una colina. El viento las empuja velozmente hacia el lago. El viento por ahora está en alto y el lago todavía está tranquilo, tan sólo se hace de color cobrizo en sus ondas, que empiezan a agitar el agua.
Pedro y Andrés contemplan el cielo y el lago
y toman las providencias para atracar en la ribera,
pero el viento se echa sobre el lago
y en pocos minutos todo se revuelve
y todo se llena de espuma.
Pedro y Andrés contemplan el cielo y el lago y toman las providencias para atracar en la ribera, pero el viento se echa sobre el lago y en pocos minutos todo se revuelve y todo se llena de espuma. Ondas que se golpean unas contra otras, que golpean la navecilla, la levantan, la bajan, la inclinan de un lado a otro, e impiden las maniobras del timón. El viento choca furioso contra la vela que bajan.
Jesús sigue durmiendo. Ni los pasos, ni los gritos de los discípulos, ni el silbido del viento, y ni siquiera los golpes de las ondas contra los costados y la proa lo despiertan. Sus cabellos ondean al viento y le llega alguna rociada de agua. Pero sigue durmiendo. Juan, de la proa corre a la popa y lo cubre con su manto que sacó de debajo de la tarima. Lo cubre con cariño delicado.
La tempestad cada vez ruge más. El lago es negro ya, como si sobre él se hubiese echado tinta. Las espumas de las ondas lo rasguñan. La barca empieza a tragar agua, y el viento cada vez más la empuja. Los discípulos dificultosamente pueden maniobrar y sacar el agua que arrojan las ondas. Pero de nada sirve. Están echando el agua que les llega hasta la mitad de las piernas. La barca cada vez se hace más pesada.
Pedro pierde la calma y la paciencia. Da el timón a su hermano y tambaleándose va a Jesús, lo sacude con fuerza. Jesús despierta y levanta la cabeza.
Sálvanos, Maestro. ¡Estamos perdidos!" grita Pedro
"Sálvanos, Maestro. ¡Estamos perdidos!" grita Pedro (debe gritar para hacerse oír).
Jesús mira fijamente a su discípulo, mira a los demás y luego mira el lago. "¿Tienes fe de que Yo pueda salvar?"
"Pronto, Maestro" grita Pedro, mientras una montaña verdadera de agua, que ha partido del centro del lago, veloz se dirige contra la pobrecilla barca. Parece una tromba, por lo alto y espantosa.
Los discípulos que la ven venir, se arrodillan y se agarran de donde pueden, seguros de que les ha llegado el fin.
Jesús se pone de pie, sobre la tarima de la proa
Extiende los brazos hacia la ola y dice al viento:
"Detente y cállate"
y al agua: "Aquiétate. Lo ordeno."
Jesús se pone de pie, sobre la tarima de la proa. Una blanca figura proyectada sobre el cárdeno de la tempestad. Extiende los brazos hacia la ola y dice al viento: "Detente y cállate" y al agua: "Aquiétate. Lo ordeno."
Aquel monstruo se desgrana en espuma que cae sin causar daño alguno. Su rugido se pierde en un murmullo, igual que el viento que se pierde en un silbido que parece un suspiro. Sobre el lago apaciguado vuelve a aparecer un cielo sereno y la esperanza y la fe en los corazones de los discípulos.
No puedo describir la majestad de Jesús. Es menester verla para comprenderla. Yo gozo de ella en mi interior porque la tengo ante mi vista y pienso qué sueño tan plácido tenía Jesús, y cuán poderoso fue su imperio contra los vientos y contra las ondas.
LAS DESVENTURAS OS SIRVEN PARA QUE
OS PERSUADÁIS DE QUE SOIS NADA
Luego añade Jesús:
"No te comento el evangelio con el sentido con que los demás suelen comentarlo. Te explicaré lo que hay de fondo en el trozo evangélico.
¿Por qué dormía? ¿No sabía acaso que estaba la tempestad por llegar? Sí. Lo sabía. Yo sólo lo sabía. Y entonces ¿por qué dormía?
Los apóstoles eran hombres, María, animados de buena voluntad, pero todavía muy "mortales". El hombre se cree siempre capaz de todo. Cuando realmente es capaz de alguna cosa, se llena de gravedad y de cariño por su "capacidad". Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran buenos pescadores y se creían insuperables en las maniobras marinas. Yo para ellos era un gran "Rabbí", pero un nada como marinero. Por esto me tenían por incapaz de ayudarlos y cuando subían a la barca para atravesar el mar de Galilea me pedían que me estuviese sentado porque no era capaz de hacer otra cosa. Su cariño también tomaba parte en ello, porque no querían que me fatigase. Pero su seguridad de que eran capaces, era mayor que su cariño.
No me impongo sino en casos excepcionales, María. Generalmente os dejo libres y espero. Aquel día, estaba cansado y me pidieron que descansase, esto es, que los dejase hacer lo suyo, pues eran muy prácticos, y me dormí. En mi sueño aparecía clara la señal de que el hombre es "hombre" y quiere hacer todo por sí, sin pensar que Dios quiere ayudarlo. Veía en aquellos "sordos espirituales" y en aquellos "ciegos espirituales", a todos los sordos y ciegos del espíritu, que por siglos y siglos habrían llegado a la ruina por querer hacer por sí, cuando me tienen a Mí cercano a ellos, a sus necesidades en espera de que me llamen en su ayuda.
Cuando Pedro gritó: "Sálvanos"
mi amargura cayó como una piedra que se deja rodar.
Yo no soy un "hombre", soy el Dios-Hombre.
Cuando Pedro gritó: "Sálvanos" mi amargura cayó como una piedra que se deja rodar. Yo no soy un "hombre", soy el Dios-Hombre. No obro como vosotros hacéis. Vosotros, cuando alguien ha rechazado vuestro consejo o ayuda y lo veis en medio de dificultades, aun cuando no sois demasiado malos para alegraros de ello, frecuentemente permanecéis fríos, indiferentes a su grito que os pide ayuda. Con vuestra actitud le decís: "Cuando te quise ayudar ¿quisiste? Ahora arréglatelas, tú". Pero Yo soy Jesús. Soy Salvador. Y salvo, María, Salvo siempre, no apenas se me invoca.
Tenéis necesidad, pobrecitos hijos, del dolor
para acordaros que tenéis un Padre.
Como el hijo pródigo que se acordó de tenerlo
cuando tuvo hambre.
Los pobres hombres podían objetar: "Entonces ¿por qué permites que se formen las tempestades individuales o colectivas?" Si con mi poder destruyese el mal, cualquiera que fuese, llegaríais a creeros autores del bien que en realidad sería don mío y no os acordaríais más de Mí. Tenéis necesidad, pobrecitos hijos, del dolor para acordaros que tenéis un Padre. Como el hijo pródigo que se acordó de tenerlo cuando tuvo hambre.
Llamadme. Jesús no duerme porque tiene angustia
al ver que no le amáis. Llamadme y vendré."
Las desventuras sirven para que os persuadáis de vuestra nada, de vuestra locura, de vuestros errores, de vuestra maldad, causante de tantos lutos y dolores, de vuestras culpas, causa del castigo que vosotros mismos os infligís, y de la existencia de mi poder, de mi bondad. Ved que esto es lo que os dice el evangelio de hoy. "Vuestro" evangelio de la hora presente, pobrecitos hijos.
Llamadme. Jesús no duerme porque tiene angustia al ver que no le amáis. Llamadme y vendré."
III. 271-274
A. M. D. G.