LOS ENDEMONIADOS DE GERASA

 


 

#los guardadores de los cerdos, al ver a los israelitas, tratan de juntar a los puercos y dejar libre el camino  

 #El panorama es hermosísimo. Elevado unas cuantas decenas de metros sobre el nivel del lago, permite dominar todo el espejo del lago con las ciudades que están en sus playas.   

#Zelote cuenta como en Gamala se ocultó fugitivo. Y como después le vino la lepra  

 #¿Por qué a estos animales les hemos clasificados como indignos?. Hay una razón sobrenatural y natural   

#DOS ENDEMONIADOS VIENEN A DONDE ESTÁN  

 #Jesús arroja a los demonios. El nombre de los demonios es Legión porque son muchos ¡Es muy horrible el infierno!   

#LES PERMITE ENTRAR EN UNA PIARA DE CERDOS   

#Los apóstoles atienden a los curados dándoles de vestir y de comer   

#La gente dice a Jesús: Vete de aquí. Me iré. A nadie me impongo  

 #REGRESAN A LA BAHÍA DE TARIQUEA

 


 

Después de atravesar el lago en dirección del noroeste al sudeste, Jesús dice a Pedro que atraque cerca de Ippo, cosa que hace sin discutir. Bajan con la barca hasta la desembocadura de un río pequeño que la primavera y el temporal apenas pasado han hinchado y viene haciendo mucho estrépito. Desemboca en el lago por una barranca áspera y llena de escollos, como se ve por todas partes en estos lugares. Los trabajadores aseguran las barcas -hay uno por cada una- y reciben la orden de esperar hasta la tarde para regresar a Cafarnaum.

"Y cerrad vuestras boquitas, si alguien os pregunta" aconseja Pedro. "A quién os pregunte que dónde está el Maestro, sin vacilar responded: "No sé". A quien quiera saber a dónde se fue, lo mismo. Tanto da, es verdad. No lo sabéis."

Se separan. Jesús empieza a subir por un sendero escarpado que va por un acantilado casi a pico. Los apóstoles lo siguen hasta la punta. De aquí desaparece en una meseta sembrada con encinos bajo los que comen muchos cerdos.

"¡Ves, animales!" exclama Bartolomé. "Nos impiden pasar..."

"No. No nos impiden. Hay lugar para todos" con calma responde Jesús.

 

los guardadores de los cerdos, al ver a los israelitas, 

tratan de juntar a los puercos y dejar libre el camino

 

Por otra parte, los guardadores de los cerdos, al ver a los israelitas, tratan de juntar a los puercos y dejar libre el camino. Los apóstoles pasan, haciendo mil desfiguros con la boca, entre la suciedad que los animales han dejado, los cuales bien gordos hocean.

Jesús pasó sin hacer nada. Dice a los guardadores de la piara: "Que Dios os recompense por vuestra cortesía."

Los guardadores, gente pobre, un poco menos sucia que los mismos puercos pero sí mucha más flaca, lo miran estupefactos, luego entre sí hablan en voz baja. Uno dice: "Puede ser que no sea israelita." Los demás le dicen: "¿No ves que tiene las franjas en su vestido?"

El grupo apostólico se reúne, ahora que pueden caminar todos juntos por un camino bastante amplio.

 

El panorama es hermosísimo. 

Elevado unas cuantas decenas de metros sobre el nivel

 del lago, permite dominar todo el espejo del lago 

con las ciudades que están en sus playas. 

 

El panorama es hermosísimo. Elevado unas cuantas decenas de metros sobre el nivel del lago, permite dominar todo el espejo del lago con las ciudades que están en sus playas. Tiberíades brilla con sus hermosas construcciones ante los ojos de los apóstoles. Allí abajo, a los pies del acantilado de basalto, la pequeña playa parece una almohadita de verdor, mientras en la parte opuesta, desde Tiberíades hasta la desembocadura del Jordán, hay una llanura bastante ancha, con mucha agua que recibe del río. Árboles, plantas, arbustos la cubren completamente. Muchísimos pájaros acuáticos de diversos colores que viven ahí. Parecen joyeles derramados. Parece todo como si fuera un jardín. Los pájaros levantan el vuelo de entre los matorrales y cañizales, vuelan sobre el lago, se echan de pico para coger un pescado, se levantan mucho más brillantes por el agua que ha avivado los colores de sus plumas y regresan a la llanura florida en la que el retozón viento les quita los colores. Acá por el contrario hay bosques con encinas muy altas bajo las cuales la hierba es suave y de color esmeralda, y terminada, el monte vuelve a subir partiendo de un gran valle, y forma una áspera cima rocosa en la que están incrustadas las casas, construidas a escalones. Me parece que el monte hace una sola cosa con las paredes y ofrece sus cavernas para habitación en una mezcla de viviendas trogloditas y de una ciudad ordinaria.

Característico de acá es que las azoteas de una casa están a la altura de la entrada de otra. De la parte donde el terreno es más escabroso, y tan lo es que no se puede construir nada, hay cavernas y hendiduras profundas, bajadas que se despeñan al valle. En tiempo de temporales, estas bajadas serán otros tantos pavorosos torrencillos. Peñascos de toda clase, que los aluviones han rodado hacia el valle, forman la falda sin orden del montecito tan escabroso y salvaje; jorobado y pedante como un señorito que quisiera ser respetado a toda costa.

 

ZELOTE CUENTA COMO EN GAMALA SE OCULTÓ FUGITIVO. Y 

COMO DESPUÉS LE VINO LA LEPRA

 

"Aquello ¿no es Gamala?" pregunta Zelote.

"Sí. ¿La conoces?" dice Jesús.

"En una noche que hace mucho tiempo pasó, allí fugitivo me oculté. Después vino la lepra y no salí más de los sepulcros."

"¿Hasta que te persiguieron?" pregunta Pedro.

"Regresé de Siria, a donde había ido por protección. Pero me descubrieron y sólo en la fuga por estas tierras pude lograr que no me capturasen. Después poco a poco fui bajando, siempre amenazado, hasta el desierto de Tecua, y de allí, ya leproso, al valle de los Muertos. La lepra me salvó de mis enemigos..."

"Estos son pagano, ¿no es verdad?" pregunta Iscariote.

"Casi todos. Hay poco hebreos por negocios, y luego una mezcla de creencias o de no creencias. Pero no fueron malos con el fugitivo."

"¡Lugares para bandidos! ¡Qué escarpaduras!" exclaman muchos.

"Sí. Pero creedme, hay más bandidos en la otra parte" dice Juan que todavía sigue impresionado por la captura del Bautista.

"En la otra parte hay también bandidos aun entre los que tienen el nombre de justos" termina su hermano.

Jesús toma la palabra: "Y sin embargo nos acercamos a ellos sin asco. Mientras que torcisteis la boca cuando pasasteis cerca de los animales."

"Son inmundo..."

"Mucho más lo es el pecador. Estas bestias son así, y no se les puede culpar su suerte. El hombre, por el contrario, es responsable de ensuciarse con el pecado."

 

¿POR QUÉ A ESTOS ANIMALES LES HEMOS CLASIFICADOS 

COMO INDIGNOS?

 

HAY UNA RAZÓN SOBRENATURAL Y NATURAL

 

"Pero entonces, ¿por qué los hemos clasificado como inmundos?" pregunta Felipe.

"Una vez ya lo insinué. En esto hay una razón sobrenatural y natural. La primera es para enseñar al pueblo elegido a que sepa vivir según la elección que se hizo de él y la dignidad de hombre, aun en acciones ordinarias como el comer. El hombre salvaje come de todo. Le basta con llenarse el estómago. El hombre pagano, aunque no es salvaje, igualmente come de todo, sin pensar que el sobrealimentarse fomenta los vicios e inclinaciones que envilecen al hombre. Todavía más, los paganos tratan de llegar a este frenesí de placeres que para ellos es casi una religión. Muchos de entre vosotros habéis oído hablar de sus fiestas obscenas en honor de sus dioses que degeneran en una lujuriosa orgía. El hijo del pueblo de Dios debe saber controlarse, y perfeccionarse con la obediencia y prudencia, teniendo presente su origen y su fin: Dios y el cielo. La razón natural es de no excitar la sangre con comidas que producen calores indignos en el hombre, al cual no se le niega el amor carnal, pero debe controlarlo siempre con la frescura del alma que tiende al cielo. Así pues, hacer del sentimiento que une al hombre con su esposa un "amor", no una sensualidad. En la mujer debe ver a su semejante no a la hembra. Los pobres animales no son culpables de ser cerdos, ni de los efectos que su carne puede producir en la sangre. Mucha menos culpa tiene los que están encargados de cuidarlos. Si son honestos, ¿qué diferencia habrá en la otra vida entre ellos y el escriba que está inclinado sobre los libros, y que por desgracia, no aprende de ellos a ser bueno? En verdad os digo que veremos cuidadores de cerdos entre los justos, y escribas entre los injustos. Pero ¿qué es este derrumbamiento?"

 

DOS ENDEMONIADOS VIENEN A DONDE ESTÁN

 

Se hacen a un lado del monte porque piedras y tierra ruedan y caen por la pendiente. Se miran estupefactos.

"Mira, mira allá, Dos hombres desnudos... que vienen a donde estamos, haciendo señales. Locos..."

"O endemoniados" dice Jesús a Iscariote que fue el primero en ver los posesos que se dirigen a ellos.

Deben haber salido de alguna caverna del monte. Aúllan, Y uno, el más veloz en correr, se precipita hacia Jesús. Parece un extraño pajarraco sin plumas. Es tan ligero y con los brazos parece como si remara. Se echa a los pies de Jesús: "Estás aquí, Dueño del mundo. ¿Qué tengo que ver contigo Jesús, Hijo de Dios Altísimo? ¿Ha llegado la hora de nuestro castigo? Por qué has venido antes de tiempo a atormentarnos?"

El otro endemoniado bien porque no puede hablar, bien porque algún demonio lo haya hecho tartamudo, no hace más que echarse de boca y llorar quedo. Después se sienta. Se queda inmóvil. Se pone a jugar con sus pies desnudos con las piedras. El demonio continúa hablando por la boca del primero que se retuerce en el suelo en medio de un paroxismo de terror. Me siento tentada a decir que parece como si quisiera reaccionar que no pueda sino adorar, como si fuese atraído y rechazado al mismo tiempo por el poder de Jesús. Dice en su aullar: "Te conjuro en nombre de Dios, que dejes de atormentarme. Déjame ir."

 

JESÚS ARROJA A LOS DEMONIOS. 

 

EL NOMBRE DE LOS DEMONIOS ES LEGIÓN PORQUE SON 

MUCHOS

¡ES MUY HORRIBLE EL INFIERNO!

 

"Sí, fuera de éste. Espíritu inmundo, sal de éstos, y di tu nombre."

"Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Hace años que tenemos a éstos, y por ellos rompemos las cadenas. No hay fuerza humana que los pueda contener. Ellos por nuestra causa son el terror, y nos servimos de ellos para que blasfemen en contra de Ti. Nos vengamos en ellos porque nos maldices. Rebajamos al hombre más abajo del animal para burlarnos de Ti. Y no existe lobo alguno, ni chacal, ni hiena, ni buitre, ni vampiro semejantes a estos que son cosa nuestra. Pero, no nos arrojes. ¡Es muy horrible el infierno!..."

"¡Salid! En nombre mío, ¡salid!" La voz de Jesús parece un trueno, sus ojos arrojan flechas de majestad.

"Permítenos a lo menos que entremos en esa piara de cerdos que encontraste."

 

LES PERMITE ENTRAR EN UNA PIARA DE CERDOS

 

"Entrad."

Con un aullido de fieras los demonios se separan de los dos desgraciados, y en medio de un subitáneo torbellino que hace ondearse las encinas como tallos, se arrojan sobre los cerdos que con chillidos verdaderamente diabólicos, se echan a correr como endemoniados por las encinas. Se golpean. Se hieren. Se muerden y finalmente se precipitan en el lago, al llegar a la punta del acantilado. No tienen más que el agua que está bajo sus patas por refugio. Mientras que los guardadores, espantados y sin saber qué hacer, gritan de miedo. Los animales, que son centenares siguen cayendo en el agua tranquila, como piedras. La abren por un instante en medio de espumas. Se sumergen. Salen a la superficie con sus panzas repletas o con el hocico salido fuera en el que los ojos despiden terror, y luego se pierden bajo las aguas.

Los guardadores gritan, corren a la ciudad. Los apóstoles, que han ido al lugar del desastre, regresan diciendo: "Ni siquiera uno se salvó. Les has hecho un favor no grato."

Jesús con toda calma responde: "Es mejor que perezcan dos mil cerdos que no un solo hombre. Dad a estos algo con que se cubran. No pueden estar así."

 

LOS APÓSTOLES ATIENDEN A LOS CURADOS DÁNDOLES DE 

VESTIR Y DE COMER

 

Zelote saca de una alforja uno de sus vestidos y lo da. Lo mismo hace Tomás. Los dos están como embobados, algo así como si despertaran de un mundo de pesadillas.

"Dadles de comer. Que otra vez vivan como hombres."

Y mientras los dos comen pan y aceitunas que les dan y beben de la castaña de Pedro, Jesús los mira detenidamente.

Al fin hablan: "¿Quién eres?" pregunta uno.

"Jesús de Nazaret."

"No te conocemos" dice el otro.

"Vuestra alma me reconoció. Levantaos e id a vuestros hogares."

"No recuerdo bien, pero creo que hemos sufrido mucho. ¿Quién es este?" dice el que hablaba en lugar del demonio, y señala a su compañero.

"No sé. Estaba contigo."

 "¿Quién eres? ¿ Por qué estás aquí?" pregunta a su compañero.

El que estaba como mudo, y que es menos vivaz, dice: "Soy Demetrio. ¿Es acá Sidón?"

"Sidón está más allá. Aquí estas al otro lado del lago de Galilea."

"Pero ¿por qué estoy aquí?"

Nadie sabe responder. Comienza a llegar gente detrás de la que vienen los pastores. Parece como asustada y curiosa. Cuando ve a los dos vestidos y quietos, aumenta su estupefacción.

"Ese es Marcos de Josías... Es el hijo del mercader pagano..."

"Y ese es Él que los curó e hizo que muriesen enloquecidos nuestros cerdos porque en ellos entraron los demonios" dicen los guardadores de los animales.

 

LA GENTE DICE A JESÚS: VETE DE AQUÍ.

 

ME IRÉ. A NADIE ME IMPONGO

 

"Señor, Tú eres poderoso. Lo reconocemos. Ya nos has hecho mal. Un mal valuado en muchos talentos. Vete, te lo rogamos. Y también que tu poder no haga sacudir este monte y echarlo en el lago. Vete de aquí..."

"Me iré. A nadie me impongo." Y Jesús toma otra vez el camino por el que había llegado sin discutir. Detrás de los discípulos lo siguen el endemoniado que hablaba, y a distancia, muchos de la ciudad, para convencerse si realmente se ha ido.

Vuelven otra vez por el áspero sendero y vuelven otra vez al riachuelo gritos, donde están las barcas. Los de la ciudad se quedan sobre el talud a contemplar. El que ha sido curado baja detrás de Jesús.

En las barcas los trabajadores están aterrorizados. Vieron el chubasco de cerdos en el algo y ahora contemplan sus cuerpos que flotan, cada vez más hinchados, con las panzas redondas al aire y las patas cortas y flacas como cuatro estacas clavadas en una vejiga grasosa.

"Pero ¿qué pasó?" preguntan.

"Os lo diremos. Ahora soltad las amarras y vámonos... ¿A dónde, Señor?" dice Pedro.

 

REGRESAN A LA BAHÍA DE TARIQUEA

 

"A la bahía de Tariquea."

El hombre que los ha seguido y que ve que suben a las barcas, dice. "Llévame contigo, Señor."

"No. Vete a tu casa. Los tuyos tienen derecho de que estés con ellos. Háblales de las grandes cosas que el Señor hizo en ti y de cómo ha tenido de ti compasión. Esta región tiene necesidad de creer. Enciende las llamas de la fe por gratitud al Señor. Vete. Adiós."

"Consuélame al menos con tu bendición, para que otra vez el demonio no se apodere de mí."

 "No tengas miedo. Si no quieres, él no podrá venir. Te bendigo. Vete en paz."

Se separan las barcas de la ribera en dirección de este a oeste. Sólo entonces. cuando las barcas surcan por en medio de los cerdos muertos, los habitantes de la ciudad, que no han querido al Señor, se retiran del talud y regresan.

III. 274-281

A. M. D. G.