DE TARIQUEA AL TABOR

EMPIEZA EL SEGUNDO VIAJE PASCUAL

 


 

#JUAN DESEA DESDE EL TABOR VER EL MAR GRANDE 

  #JESÚS PROMETE A JUAN IR A VER EL MAR   

#ISCARIOTE DICE A JESÚS QUE LE GUSTARÍA IR A ENDOR

 


 

Jesús despide las barcas diciendo: "No regresaré atrás" y seguido por los suyos, a través de una área que desde la ribera opuesta se veía frondosa, se dirige a un monte que se deja ver en dirección del sur al suroeste.

Los apóstoles, poco contentos, caminan en silencio hablándose sólo con los ojos, por el camino en medio de esta región hermosa, pero selvática, llena de espadañas que se prenden a los pies; de cañas que dejan caer sobre la cabeza gotas que habían conservado en las hendiduras de sus hojas; de huesos de frutas secas que golpean la cara; de sauces quebradizos que se sacuden por todas partes haciendo cosquillas; de lugares engañosos de hierbas que parecen haber nacido en suelo firme, y que por el contrario ocultan hoyos de agua en que se sume el pie, porque no son sino montones de amarantos que nacieron en pequeños charcos, y tan bien escondidas que a uno engañan muy bien.

Jesús por su parte, parece ser feliz con todo este verdor de tantos matices. Con las flores que chocan entre sí, que se agrupan por subir, que arrojan finísimos festones esparcidos entre las enredaderas de malvarrosa que forman una alfombra suave de azul por entre los millares de corolas de raspillas de pantanos, que abren su copa de corola blanca, rosada o azul por entre las hojas largas aplanadas por nenúfares. Jesús admira los penachos de las cañas laguneras, y sedosos y llenos de perlas, y feliz se inclina a observar el donaire de los amarantos que forman un velo esmeraldino en las aguas. Jesús se detiene extático ante los nidos que hacen lo pajaritos, los que con idas y venidas hechas de alegres trinares, de escabullimientos, de gozoso trabajo, con el piquito lleno de paja seca, de algodones de las cañas, de guedejas de lana arrancadas de las espinas, que éstas a su vez habían arrancado a los ganados cuando pasaban... Parece el hombre más feliz que pudiera existir. ¿Dónde está el mundo con sus maldades, mentiras, dolores, asechanzas? El mundo está de aquella parte del oasis verde y florido, allí donde todo es perfume, donde todo brilla, todo ríe, todo canta. Esta es la tierra que creó el Padre y que el hombre no ha profanado y allí puede uno olvidarse del hombre.

Quiere compartir su felicidad con los otros, pero no encuentra terreno propicio. Los corazones están cansados y agriados de tanta perversidad y se desquitan con las cosas y también con el Maestro con un mutismo negro como el viento que precede a una tempestad. Tan sólo su primo Santiago, Zelote y Juan se interesan por lo que interesa a Jesús, pero los demás no parecen sino... ausentes, para no decir, hostiles. Tal vez, para no murmurar, prefieren callar, pero por dentro deben llevar la procesión y muy buena.

Es el grito de admiración al ver un halcón que llega a su compañera trayéndole un pescadito plateado, lo que los hace abrir la boca.

Dice Jesús: "¿Puede haber algo, algo más agasajador?"

Pedro responde: "Más gentil tal vez no... pero te aseguro que es más cómoda la barca. Aquí también está húmedo, en cambio no hay comodidad..."

"Hubiera preferido el camino real... a este jardín, si quieres llamarlo así, y estoy de acuerdo completo con Simón" dice Iscariote.

"No quisisteis el camino real" responde Jesús.

"Eh, así es... pero no me habría yo puesto fácilmente en manos de los gerasenos. Me hubiera ido de aquella parte, pero habría continuado del otro lado del río, siguiendo por Gadara,  Pela y más abajo" gruñe Bartolomé.

Y su gran amigo concluye: "En fin de cuentas los caminos son de todos, y también podíamos pasar nosotros."

"Amigos, amigos: Estoy afligido, hastiado... No aumentéis mi dolor con vuestras mezquindades. Dejadme buscar un poco de consuelo en las cosas que no saben odiar..."

"Tienes razón, Maestro. Somos indignos de Ti. Perdona nuestra necedad. Tú eres capaz de ver lo hermoso porque eres santo y miras con los ojos del corazón. Nosotros, piltrafa humana, no sentimos más que ésta... No hagas caso. créenos, que aunque estuviésemos en un paraíso, sin Ti nos sentiríamos tristes. Pero contigo... el corazón encuentra siempre lo bello. Son tan sólo nuestros cuerpos que se rehúsan" dicen muchos de ellos.

"Dentro de poco saldremos de aquí y encontraremos terreno más cómodo, aunque menos fresco" promete Jesús.

"¿A dónde, pues, nos dirigimos?" pregunta Pedro.

"A dar la Pascua a quien sufre. Quería hacerlo hace tiempo. No he podido. Lo habría hecho al regreso de Galilea. Ahora que nos obligan a caminar por donde no queríamos, voy a bendecir a los pobres amigos de Jonás."

"¡Perderemos tiempo! La Pascua está cerca. Siempre hay retardos por diversas razones." Otro coro de lamentos se levanta al cielo. No sé cómo Jesús pueda soportar con tanta paciencia...

Dice, sin regañar a nadie: "Os ruego que no me estorbéis. Comprended mi necesidad de amar y ser amado. No tengo más que este consuelo en la tierra: el amor y el hacer la voluntad de Dios."

"¿Y de aquí vamos allá? ¿No hubiera sido mejor ir a Nazaret?"

"Si lo hubiese propuesto, os habríais revelado. En estas partes nadie me creerá... y lo hago por vosotros que... tenéis miedo."

"¿Miedo? Oh no, estamos prontos a pelear por Ti."

"Rogad al Señor que no os ponga en la prueba. Sé que sois peleadores, rencorosos, con una manía de ofender a quien me ofende, de molestar al prójimo. Todo esto lo sé. Pero que seáis valientes, no lo he visto. por lo que toca a Mí, me habría ido, hasta solo, y por el camino principal, y nada me hubiera pasado, porque todavía no es la hora. Pero tengo compasión de vosotros. Y obedezco a mi Madre, y además no quiero disgustar a Simón el Fariseo, y no lo haré. Pero, ellos, mis enemigos, me disgustarán."

"Y de aquí ¿por dónde se pasa? No conozco estas regiones" dice Tomás.

"Llegaremos al Tabor, lo costearemos en parte, y pasando cerca de Endor, iremos a Naim, y de aquí a la llanura de Esdrelón. ¡No tengáis miedo!... Doras, el hijo de Doras, y Yocana, están en Jerusalén."

 

JUAN DESEA DESDE EL TABOR VER EL MAR GRANDE

 

"Oh, será bello. Dicen que desde la cima, desde un cierto punto se descubre el Mar Grande, el de Roma. Tanto que me gusta. ¿Nos llevas a verlo?" dice Juan con su carita de muchacho, mirando a Jesús.

"¿Por qué te gusta tanto verlo?" pregunta Jesús acariciándolo.

"No sé... Porque es grande y no se le ve horizonte... Me hace pensar en Dios... Cuando estuvimos en el Líbano, por vez primera vi el mar, porque nunca había estado fuera del Jordán o de nuestro lago... y lloré de emoción. Qué azul. Tanta agua, y no rebosa jamás... Qué cosa tan maravillosa, y los astros que rielan el mar con sus luces... Oh, no te rías de mí. contemplaba el camino de oro del sol hasta quedar deslumbrado, el plateado de la luna hasta no tener más que su blancura fija en el ojo, y los miraba cómo se perdían en lontananza. Esos caminos me hablaban. Me decían: "Dios está en aquella lontananza infinita, y estos son los caminos de fuego y pureza que un alma debe seguir para llegar a Dios. Ven. Sumérgete en lo infinito, navegando por estos dos caminos, y encontrarás el infinito"."

"Eres poeta, Juan" dice Tadeo admirado.

"No sé si sea poesía esto. Lo que sé es que me enciende el corazón."

"También has visto el mar en Cesarea y en Tolemaide, y muy de cerca. Estuvimos en la playa. No veo por qué debamos caminar tanto para ver otra agua de mar. De hecho... hemos nacido en el agua..." advierte Santiago de Zebedeo

"Y todavía lo estamos y en qué forma" exclama Pedro, que distraído por un momento al escuchar a Juan, no vio un charco disimulado y se ha metido en él... Todos se echan a reír, y él es el primero.

Juan responde: "Es verdad. Pero de arriba es más hermoso. Se alcanza a ver más lejos. Se piensa más arriba y más extensamente... Se desea... se sueña..." Mira hacia delante y sonríe a su sueño... Parece una rosa encarnada y bañada con finísimo rocío, porque su piel lisa y clara de un joven rubio toma el color carmesí y un ligero sudor le corre.

"¿Qué cosa deseas? ¿En qué sueñas?" pregunta Jesús quedo a su predilecto, y parece un padre que pregunte a su hijo querido que habla de un dulce sueño. Jesús habla al alma de Juan con mucha dulzura para no herir su sueño de amor.

"Deseo ir por ese mar infinito... ver otras tierras que están más allá... Deseo ir para hablar de Ti... Sueño... sueño... en ir Roma, a Grecia, a los lugares desconocidos para llevar la Luz... donde los que viven en tinieblas entren en contacto contigo, y vivan en comunión contigo, Luz del mundo... Sueño en un mundo mejor... en hacerlo mejor conociéndote, o sea, a través del conocimiento del amor que los haga buenos, puros. heroicos. Un mundo que se ame por tu Nombre y levante tu nombre, tu fe, tu doctrina, sobre el odio, el pecado, la carne, el vicio de la inteligencia, el oro y sueño en que yo con estos mis hermanos vaya por esos mares de Dios, por caminos de luz a llevarte... como tu Madre te trajo un tiempo entre nosotros del cielo... Sueño... sueño en ser el muchacho, que sin conocer otra cosa más que el amor, está sereno, aun en los tormentos... y que canta para dar fuerzas a los adultos que demasiado piensan... y que va adelante... al encuentro de la muerte con una sonrisa... al encuentro de la gloria con humildad de quien no sabe cuánto hace, pero que sí sabe ir a Ti, Amor..."

Los apóstoles ni siquiera parecen respirar durante la confesión extática de Juan. No se han movido de donde estaban, miran al más joven que habla con los ojos ocultos tras los párpados, cual un velo echado sobre el amor ardiente de su corazón. Miran a Jesús que se transfigura de gozo al encontrarse así perfecto en su discípulo.

 

JESÚS PROMETE A JUAN IR A VER EL MAR

 

Cuando Juan calla, quedando un poco inclinado, Jesús lo besa sobre la frente y le dice: "Iremos a ver el mar, para hacerte soñar todavía en el porvenir de mi Reino en el mundo."

 

ISCARIOTE DICE A JESÚS QUE LE GUSTARÍA IR A ENDOR

 

"Señor... dijiste que iremos a Endor. Entonces conténtame a mí también... para olvidar el juicio amargo de aquel chiquillo..." dice Iscariote.

"Oh, ¿todavía estás pensando en eso?" pregunta Jesús.

"Sí. Me siento empequeñecido ante tus ojos y ante los de los compañeros. Pienso en lo que pensaréis de mí..."

"¡Cómo te exprimes el cerebro por nada! Ni siquiera Yo pienso en esa tontería, ni en lo que dijo de los otros. Tú eres el que te acuerdas de eso... Eres un muchacho acostumbrado a las caricias; y la palabra de un niño te ha parecido ser la condenación del juez. No debes de tener miedo a esta palabra, sino más bien a tus acciones y al juicio de Dios. pero para demostrarte que te quiero como antes, como siempre, te digo que te contentaré. ¿Qué quieres ver en Endor? Es un lugar pobre entre las rocas..."

"Llévame y te lo diré..."

"Está bien. Pero ten cuidado de no sufrir luego..."

"Si a este no le puede hacer daño ver el mar, a mi tampoco ver Endor."

"¿Ver?... No. Es el deseo del que quiere ver en el ver, lo que hace mal. Pero iremos..."

Toman el camino que va al Tabor. Su mole aparece cada vez más cercana. El terreno ya no es lodoso. Es duro. La vegetación va desapareciendo y en su lugar se ven árboles altos y montones de algalias y de zarzas que ríen con sus nuevas hojas y sus flores que se abren.

III. 281-286

A. M. D. G.