RESURRECCIÓN DEL HIJO
DE LA VIUDA DE NAÍM
#JESÚS VE QUE VIENE UN CORTEJO FÚNEBRE
#"¡Oh! se trata de un niño porque mira cuántas flores y cintas hay sobre la camilla"
#SALE EL FUNERAL FUERA DE LA MURALLA
#"Deteneos, y poned la camilla en tierra."
#JOVEN, YO TE MANDO: ¡LEVÁNTATE!
#"Es tuyo, mujer. Te lo devuelvo en nombre de Dios. Ayúdale a quitarse el sudario. Sed felices."
#¿POR QUÉ LLORAS, SEÑOR? PIENSO EN MI MADRE...
#"Te ruego que te quedes en mi casa."
Naim debió haber sido una población de importancia en tiempos de Jesús. No es muy extensa, pero bien construida, encerrada dentro de un cinturón de murallas, sobre una colina de poca altura y hermosa. Una extensión del pequeño Hermón, que domina toda una llanura fertilísima que va en dirección del noroeste.
Se llega, viniendo de Endor, atravesando un riachuelo que debe ser afluente del Jordán, pero que no se ve desde aquí, ni su valle, porque las colinas los ocultan formando un arco, como una interrogación, hacia el este.
Jesús se dirige por un camino principal que junta las regiones del lago al Hermón y a sus poblados. Detrás de Él caminan muchos habitantes de Endor enzarzados en animosas charlas.
JESÚS VE QUE VIENE UN CORTEJO FÚNEBRE
"¡Oh! se trata de un niño porque mira
cuántas flores y cintas hay sobre la camilla"
La distancia que separa el grupo apostólico de la muralla es muy corta: unos doscientos metros a lo más. Y ya que el camino principal va a dar directamente a una puerta de la ciudad -está abierta durante el día- se puede ver al punto cuanto hay más allá, de la muralla. De este modo, Jesús que estaba hablando con los apóstoles y con el nuevo convertido, ve que viene entre un gran clamor de llantos a la manera oriental, un cortejo fúnebre.
"Vamos a ver, Maestro" dicen varios. Muchos de los que vinieron de Endor ya se han ido a ver.
"Vamos, pues," dice Jesús condescendiente.
"¡Oh! se trata de un niño porque mira cuántas flores y cintas hay sobre la camilla" dice Judas de Keriot a Juan.
"O puede ser una doncella" responde.
"No ciertamente debe ser un joven por los colores que han puesto. Y luego, faltan los mirtos..." dice Bartolomé.
SALE EL FUNERAL FUERA DE LA MURALLA
Sale el funeral fuera de la muralla. Qué cosa vaya sobre la camilla, que llevan en alto sobre las espaldas los que la cargan, no es posible adivinar. Se comprende que es un cuerpo porque va envuelto en vendas y por la sábana que toma su forma. Además debe ser el cuerpo de alguien que ha llegado al desarrollo completo porque es tan largo como la camilla.
A su lado una mujer velada, a quien ayudan parientes o amigas, camina llorando. El único llanto verdadero en toda esa comedia de gritos. Y cuando la camilla parece moverse porque uno de los cargadores ha encontrado un hoyo, o tropezado contra una piedra, la madre entre gemidos dice: "Oh, no. Despacio. Sufrió tanto mi hijo" y levanta una mano temblorosa para acariciar el borde de la camilla y no pudiendo hacer otra cosa, besa la tela y las cintas que el viento suavemente mueve, y que descubren la forma inmóvil.
"Es la mamá" dice Pedro afligido y con lágrimas que se le asoman en los ojos. Pero no es el único en cuyos ojos el llanto brille. Zelote, Andrés, Juan y hasta el siempre alegre Tomás, tienen en los ojos las perlas prontas a caer. Todos, todos están conmovidos. Judas Iscariote murmura: "¡Si fuese yo! Oh pobre madre mía..."
JESÚS SE DIRIGE A LA CAMILLA
Jesús, cuyos ojos son de una dulzura infinita, se dirige a la camilla.
La madre, que llora mucho más fuerte porque el cortejo va a torcer para ir al sepulcro que está ya abierto, empuja con violencia a los cargadores, al ver que Jesús trata de tocar la camilla. En su delirio tal vez, algo habrá imaginado. Grita: "¡Es mío!" y con ojos de una demente mira a Jesús.
"Lo sé, madre. Es tuyo."
"Es mi hijo único. ¿Por qué la muerte? ¿A él que era bueno y amable? ¿A él que era la alegría de mí, que soy viuda? ¿Por qué?" El grupo de las plañideras aumenta su llanto, por el que les pagan, para hacer coro al de la madre que prosigue gritando: "¿Por qué él y no yo? No es justo que quien ha engendrado, vea perecer lo suyo. La semilla debe vivir, porque de otro modo, ¿de qué sirve que estas entrañas se desgarren para dar a luz a un hombre?" y se pega en el vientre sin temor, sin compasión.
DETENEOS Y PONED LA CAMILA EN TIERRA,
DICE JESÚS
"No hagas así. No llores, madre." Jesús le toma las manos y fuertemente se las estrecha con la izquierda, mientras con la derecha, toca la camilla y dice a los cargadores: "Deteneos, y poned la camilla en tierra."
Obedecen. Bajan la camilla que queda apoyada sobre cuatro patas.
Jesús toma la sábana que cubre al muerto, la echa hacia atrás, descubriendo el cadáver. La madre expresa todo su dolor al llamar a su hijo por el nombre de "Daniel".
JOVEN, YO TE MANDO: ¡LEVÁNTATE!
"Es tuyo, mujer. Te lo devuelvo
en nombre de Dios.
Ayúdale a quitarse el sudario. Sed felices."
Jesús, sin soltar las manos de la mujer, se endereza. Su mirada despide imponente fulgor, es la mirada de los grandes milagros. Baja la mano derecha y ordena, con toda la fuerza de su voz: "Joven, Yo te mando: ¡levántate!"
El muerto, así como está, envuelto en las vendas, se incorpora, se sienta en la camilla y dice: "¡Mamá!" La llama con una voz de niño, con una voz de pequeño que se siente aterrorizado.
"Es tuyo, mujer. Te lo devuelvo en nombre de Dios. Ayúdale a quitarse el sudario. Sed felices."
Jesús trata de retirarse. Pero no. La multitud lo aprisiona junto a la camilla, a donde la madre se ha arrojado, y que gesticula entra las vendas para quitarlas lo más pronto posible, mientras que se oye otra vez la voz implorante: "Mamá, mamá."
Ha quitado el sudario, ha desenvuelto las vendas, y madre e hijo se abrazan, y o hacen sin tener en cuenta las capas de bálsamo que la madre quita de la cara, de las manos, con las mismas vendas; y luego, no teniendo que echarle encima, se quita el manto y se lo envuelve, y lo vuelve a acariciar...
PIENSO EN MI MADRE...
"También tú, hijo mío. Bendice este Santo
que te ha devuelto a la vida y a tu madre"
y se inclina a besar el vestido de Jesús,
entre tanto que la multitud prorrumpe
en hosannas a Dios y a su Mesías,
Jesús la mira... mira esta pareja de amor, estrechándose sobre la orilla de la camilla, y de sus ojos brotan las lágrimas. Judas Iscariote ve este llanto y pregunta: "¿Por qué lloras, Señor?"
Jesús le vuelve el rostro y le dice: "Pienso en mi Madre..."
Esta breve conversación hace volver a la mujer los ojos hacia su Bienhechor. Toma por la mano al hijo, lo levanta, porque es como uno cuando siente cierto adormecimiento en los miembros, se arrodilla y dice: "También tú, hijo mío. Bendice este Santo que te ha devuelto a la vida y a tu madre" y se inclina a besar el vestido de Jesús, entre tanto que la multitud prorrumpe en hosannas a Dios y a su Mesías, porque los apóstoles y los vecinos de Endor lo han propalado y llamado por tal.
Toda la multitud grita: "Sea bendito el Dios de Israel. Bendito el Mesías: su Enviado. Bendito Jesús, hijo de David. Un gran Profeta ha nacido entre nosotros. Dios ha visitado realmente su pueblo. Aleluya, Aleluya."
Finalmente Jesús puede escabullirse y entra en la ciudad. La multitud lo sigue y lo sigue, llevada de su amor.
TE RUEGO QUE TE QUEDES EN MI CASA.
NO PUEDO.
SOY EL SINAGOGO.
Sale al paso un hombre que profundamente se inclina a saludarlo. "Te ruego que te quedes en mi casa."
"No puedo. La Pascua me impide que me detenga fuera de lo establecido."
Dentro de pocas horas llega el crepúsculo y hoy es viernes..."
"Por esta razón debo llegar antes del crepúsculo a mi etapa. Te doy las gracias como si me quedase. No me retengas."
"Soy el sinagogo."
"Y con esto quieres insinuar que tienes derecho. Hombre, bastaba con que me hubiese tardado una hora para que aquella mujer no hubiese recuperado a su hijo. Voy a donde otro infelices me esperan. No retardes por egoísmo su alegría. Otra vez regresaré y me hospedaré contigo, en Naim, por algunos días. Ahora déjame ir."
El hombre no insiste más. Se limita a decir: "Lo has dicho. Te espero."
"Sí. La paz sea contigo y con los habitantes de Naim. También a vosotros los de Endor, paz y bendición. Regresad a vuestras casas. Dios os ha hablado a través del milagro. Haced que en todos vuestros corazones por la fuerza del amor, haya tantas resurrecciones."
Un último grito de hosannas. Luego la multitud deja que se vaya Jesús que atraviesa diagonalmente la ciudad y sale al despoblado, hacia Esdrelón...
III. 297-301
A. M. D. G.