LLEGA A ESDRELÓN Y SE HOSPEDA EN
CASA DE MIQUEAS
#"Lo he escrito en mi corazón. Levántate. ¿Dónde están los compañeros?"
Cuando ya están a la vista los campos de Yocana el crepúsculo tiñe de un color anaranjado el cielo.
"Apresuremos el paso, amigos, antes de que se meta el sol.
Tú Pedro, con Andrés ve a avisar a nuestros amigos
que están con Doras."
"Apresuremos el paso, amigos, antes de que se meta el sol. Tú Pedro, con Andrés ve a avisar a nuestros amigos que están con Doras."
"Claro que voy, y también por ver si de veras el hijo no está en casa." Pedro pronuncia la palabra "hijo" de tal modo que vale por un discurso. Se va.
Jesús continúa ahora caminando lentamente, volviendo sus ojos por todas partes por si descubre algún campesino de Yocana; pero no se ven sino campos fértiles con espigas ya maduras.
Por fin por entre las ramas del viñedo se asoma una cara sudada y se oye: "¡Oh, Señor bendito!" es un campesino que corre fuera del viñedo para venir a postrarse ante Jesús.
"La paz sea contigo, Isaías."
"¡Oh! ¿Hasta de mi nombre te acuerdas?"
"Lo he escrito en mi corazón. Levántate.
¿Dónde están los compañeros?"
"Lo he escrito en mi corazón. Levántate. ¿Dónde están los compañeros?"
"Allá, entre los manzanales. Ahorita les voy a decir. Eres nuestro huésped, ¿verdad? No está el patrón y podemos hacerte fiesta, y luego... un poco de miedo, un poco de alegría, es mejor. Imagínate, nos ha concedido el cordero este año, e ir al Templo. Nos ha permitido tan sólo seis días, pero correremos por el camino... También nosotros en Jerusalén... Imagínatelo... Y es debido a Ti." El hombre rebosa de alegría, parece como si estuviese en el séptimo cielo; pues ha sido tratado como humano y como israelita.
"Yo no he hecho ninguna cosa que sepa..." dice Jesús sonriente.
"¡Eh! La hiciste. Doras, y luego los campos de Doras, y éstos al revés, tan hermosos este año. Yocana se enteró de tu venida, no es un tonto. Tiene miedo... miedo."
"¿De qué cosa?"
"Miedo de que le suceda como a Doras,
con morirse y con perder todo.
¿Has visto los campos de Doras?"
"Miedo de que le suceda como a Doras, con morirse y con perder todo. ¿Has visto los campos de Doras?"
"Vengo de Naim..."
"Entonces no los has visto. Están todos que dan lástima. (El hombre dice esto en voz baja y marcada, como quien confía algo horrible en secreto). ¡Todos destruidos! Nada de heno, nada de pienso, nada de fruta. Los viñedos secos, los árboles frutales secos... Muerto... todo muerto... como en Sodoma y Gomorra... Ven que te los mostraré."
"No es necesario. Voy con aquellos trabajadores..."
"Ya no están más ¿No lo sabías? Doras, el hijo de Doras, los ha regado o despedido. A los que regó por los otros lugares de la campiña, les ha prohibido que hablen de Ti, so pena de latigazos... ¡No hablar de Ti! ¡Será difícil! También Yocana nos lo ha dicho."
"¿Qué dijo?"
"Dijo: "Yo no soy tan necio como ese Doras, y no digo: 'No quiero que hables del Nazareno'. Sería inútil porque de todos modos lo harías y no quiero perderos ni acabaros como a animales brutos a latigazos. Yo de mi parte os digo: 'Sed buenos como el Nazareno os enseña y decidle que os trato bien' No quiero tampoco ser yo maldecido". Comprende bien qué son estos campos después que los bendijiste, y qué cosa son esos que maldijiste. ¡Oh! esos que me araron el campo..." y el hombre corre al encuentro de Pedro y Andrés.
Pedro lo saluda con pocas palabras y mientras camina grita: "Oh Maestro. Pero si no hay nadie. Todos son caras nuevas. Y todo está asolado. En realidad, sería mejor que no tuviese ni siquiera trabajadores. Está peor que el Mar Salado..."
"Lo sé. Me lo ha dicho Isaías."
"Pero ¡ven a ver! ¡Qué espectáculo!..."
"Entonces me quedaré con vosotros.
Dilo a tus compañeros. Pero no os molestéis.
Yo tengo comida. Nos basta un poco de heno
para acostarnos a dormir y vuestro cariño.
Vengo pronto."
Jesús quiere satisfacer el gusto de Pedro y dice primero a Isaías: "Entonces me quedaré con vosotros. Dilo a tus compañeros. Pero no os molestéis. Yo tengo comida. Nos basta un poco de heno para acostarnos a dormir y vuestro cariño. Vengo pronto."
El espectáculo de los campos de Doras es sencillamente desolador. Campos y pastizales secos y sin nada; los viñedos áridos, el follaje acabado, y la fruta de los árboles perforada con millares de animaluchos. Cerca de la casa, también el jardín lleno de árboles presenta igual aspecto desolador como de un bosque acabado. Los trabajadores andan aquí y allá arrancando hierbas, pisoteando orugas, caracoles, lombrices y todo lo que encuentran, sacuden las ramas y debajo de ellas ponen aguamaniles llenos de agua para que se ahoguen las mariposas y todos los parásitos que cubren las hojas y chupan la planta hasta hacerla morir. Buscan alguna señal de vida entre los surcos de los viñedos, pero estos se desbaratan apenas si se les toca, y veces hay en que se caen como si hubiesen sido cortados a raíz. El contraste con los campos de Yocana, con sus viñedos y árboles frutales es clarísimo. La desolación de los campos maldecidos parece más horrible si se le compara con la fertilidad de los otros.
"El Dios del Sinaí tiene la mano pesada" dice entre dientes Simón Zelote.
Jesús hace como si quisiese decir: "Aquí estoy", pero no dice nada. Pregunta tan sólo: "¿Cómo ha sucedido?"
Un trabajador entre dientes responde: "Topos, langostas, gusanos, pero vete. El vigilante es fiel a Doras... No nos causes mal..."
Jesús da un suspiro y se va.
cuando el vigilante se vaya a Yezrael para orar...
iremos a casa de Miqueas."
Otro labrador dice, mientras se inclina a recalzar un manzano, esperando salvarlo: "Iremos mañana a donde estás, cuando el vigilante se vaya a Yezrael para orar... iremos a casa de Miqueas."
Jesús hace un ademán como de bendición y se va.
Cuando regresa al crucero, están ya todos los trabajadores de Yocana, contentos, felices, y rodeando a su Mesías lo llevan a sus casuchas.
"¿Viste lo que hay allá?"
"Lo he visto. Mañana vendrán los labradores de Doras."
"Claro, mientras las hienas están en oración... Cada sábado hacemos así... y hablamos de Ti, de lo que nos enseñó Jonás, y de lo que nos ha dicho Isaac que viene frecuentemente a vernos, y de tu discurso de Tisri. Como sabemos, hablamos, porque no se puede hablar de Ti, y tanto más se habla cuanto más se sufre y más se prohíbe hacerlo. Aquellos pobrecitos cada sábado beben la vida... Pero en esta llanura cuántos hay que tienen necesidad de saber, al menos de saber de Ti, y que no pueden hasta aquí venir..."
"También en ellos pienso. Sed benditos por lo que hacéis."
Mientras el sol se oculta Jesús entra en una cocina llena de humo. Ha empezado el reposo del sábado.
III. 301-304
A. M. D. G.