DE ESDRELÓN A ENGANIM PASANDO POR 

MEGUIDO

 


 

#Jesús hace una predicción a su primo Santiago. Se lo dice a manera de adivinanza recordándole un episodio de Elías  

 #POR ESTO TÚ Y YO SOLOS IREMOS A HABLAR AL CARMELO   

#PEDRO CUIDA DEL PEQUEÑO YABÉ  

 #Dos muchachitos de condición acomodada, preguntan al niño: "¿Vas también para ser hijo de la Ley?"  

 #El niño lo mira, titubea, luego se inclina sobre el hombre que le está acomodando las sandalias, lo rodea con sus bracitos descarnados y dice: "¡Qué bueno eres!"  

 #Llega una patrulla romana y el centurión carga con el niño   

#Y al ir a dar órdenes a sus soldados de caminar despacio ve al hombre de Endor. Lo mira fijamente y dice: "¿Tú aquí?"

 


 

"Señor, ¿aquella cima es el Carmelo?" pregunta el primo Santiago.

"Sí, hermano. Esa es la cadena del Carmelo y la cima más alta y aquella es la que da el nombre a la cadena."

"Debe ser bello el mundo también desde allí. ¿Has estado alguna vez?"

"Una sola vez al principio de mi predicación. Iba yo solo. A sus pies curé a mi primer leproso. Pero iremos juntos para acordarnos de Elías..."

"Gracias, Jesús. Como siempre me has comprendido."

"Y como siempre te perfecciono, Santiago."

"¿Por qué?"

"El por qué está escrito en el cielo."

 

JESÚS HACE UNA PREDICCIÓN A SU PRIMO SANTIAGO

 

SE LO DICE A MANERA DE ADIVINANZA RECORDÁNDOLE UN 

EPISODIO DE ELÍAS

 

"¿No me lo dirías, hermano, Tú que lees lo que está escrito en el cielo?" Jesús y Santiago caminan uno al lado del otro, y sólo el pequeño Yabé, que va prendido de la mano de Jesús, puede oír la conversación íntima de los primos que se sonríen mirándose mutuamente.

Jesús pasa un brazo sobre la espalda de Santiago para atraerlo todavía más cerca y le pregunta: "¿Lo quieres saber? Te lo diré a manera de adivinanza, y cuando hayas encontrado la clave, serás sabio. Escucha: "Juntados los falsos profetas sobre el monte Carmelo, se acercó Elías y dijo al pueblo: '¿Hasta cuando querréis nadar en medio de dos aguas? Si el Señor es Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a éste'. El pueblo no respondió. Entonces Elías prosiguió diciendo al pueblo: 'Soy el único que he quedado de los profetas del Señor', y de la tierra era el único grito: 'Escúchame, Señor, escúchame para que este pueblo comprenda que eres el Señor Dios, y que nuevamente has convertido sus corazones'. Entonces cayó el fuego del Señor y devoró el holocausto". Adivina, hermano."

Santiago con la cabeza inclinada piensa, mientras Jesús sonríe. Caminan algunos metros, Santiago pregunta: "¿Tiene que ver con Elías o con mi futuro?"

"Con tu futuro, naturalmente"

Santiago piensa nuevamente y luego dice en voz baja: "¿Estaré destinado a invitar a Israel para que siga de corazón un camino? ¿Seré llamado para ser el único que quede en Israel? Si es así, querrás decir que los otros serán perseguidos y dispersos y que... y que rogaré a Ti por la conversión de este pueblo... como si fuese yo un sacerdote... como si fuese... una víctima... pero si así fuere, enciéndeme desde ahora, Jesús..."

 

POR ESTO TÚ Y YO SOLOS IREMOS A HABLAR AL CARMELO

 

"Lo estarás ya. Pero el fuego te arrebatará, así como arrebató a Elías. Por esto tú y yo solos iremos a hablar al Carmelo."

"¿Cuándo? ¿Después de la Pascua?"

"Después de una Pascua. Y entonces te diré muchas cosas..."

Un río que corre hacia el mar, lleno de las lluvias de primavera y de las nieves disueltas, los detiene.

Acude Pedro y dice: "El puente está allá más arriba. Allí donde pasa el camino que va de Tolemaide a Engamin."

Jesús vuelve atrás dócilmente. Pasa el río sobre un robusto puente de piedra. Se dejan ver al punto otras montañas pequeñas y colinas.

"¿Llegaremos esta tarde a Engamin?" pregunta Felipe.

"Ciertamente. Pero... ahora tenemos al niño. ¿Estás cansado Yabé?" pregunta amorosamente Jesús. "Sé sincero como un ángel."

"Un poco, Señor. Pero procuraré tener ánimos de seguir caminando."

"Este niño está debilucho" dice con su voz gutural el hombre de Endor.

 

PEDRO CUIDA DEL PEQUEÑO YABÉ

 

"Lo mismo digo yo" exclama Pedro. "Con la vida que tuvo durante varios meses. Ven que te llevo en mis brazos."

"Oh, no, señor. No te fatigues. Puedo todavía caminar."

"Ven, ven. No estás pesado. Pareces un pajarito mal comido." Y Pedro se lo echa sobre sus espaldas cuadradas, con sus piernitas que le cuelgan a los lados.

Caminan aprisa porque el sol está muy fuerte e invita a llegar lo más pronto a las colinas sombrías.

Se detienen en un lugar que oigo que llaman Meguido, para tomar su comida y descansar cerca de un fresco y murmurador riachuelo, del que brota mucha agua por entre piedras oscuras. Ninguno del pueblo se interesa por los viajeros anónimos entre muchos otros peregrinos más o menos ricos que van a pie, o sobre sus asnos, y mulas a Jerusalén para la Pascua. Ya se respira un aire de fiesta y se ven muchos niños alegres con la idea de la ceremonia con que serán mayores de edad.

 

Dos muchachitos de condición acomodada, 

preguntan al niño:

"¿Vas también para ser hijo de la Ley?"

 

Dos muchachitos de condición acomodada, que han venido a jugar cerca del manantial, donde están Yabé y Pedro, que se lo atrae con miles de cosas, preguntan al niño: "¿Vas también para ser hijo de la Ley?"

Yabé responde tímidamente: "Sí", pero se esconde casi detrás de Pedro.

"¿Este es tu padre? Eres pobre, ¿verdad?"

"Sí. Soy pobre."

Los dos muchachos, tal vez hijos de fariseos, lo escudriñan irónica y curiosamente. Le dicen: "Se ve."

Y así es de hecho... Sus vestidos son miserables. El niño creció, y no obstante que el borde de su vestido, de un color café que ha desaparecido, haya sigo bajado, le llega hasta la mitad de las morenas pantorrillas, dejando al descubierto sus pequeños pies que se meten en sandalias feas, sostenidas con correas que deben torturarle los pies.

Los muchachitos, llevados de un egoísmo propio de muchos niños, que no son buenos dicen: "¡Oh! ¡entonces no vas a tener vestido nuevo para tu fiesta! Nosotros, ¡mira!... ¿Verdad, Joaquín? Mi vestido es rojo, y también el manto. El de él es del color del cielo, y tendremos sandalias con hilos de plata y un cinturón precioso y un talet sostenido con una lámina de oro y... "

"... y un corazón de piedra, digo yo" grita Pedro que ha acabado de refrescarse los pies y de poner agua en las cantimploras. "Sois malos, muchachos. La ceremonia y los vestidos valen un comino si el corazón no es bueno. Prefiero a mi niño. ¡Largaos, orgullosos! Idos entre los ricos y tened respeto a quien es pobre y honesto. Ven, Yabé. El agua es buena para los pies cansados. Ven que te los lave. Después caminarás mejor. Cómo te habrán molestado estas correas. No debes caminar. Te llevaré en brazos hasta que estemos en Enganim. buscaré uno que te haga un par de sandalias nuevas." Pedro lava y seca los piecitos que hace tanto tiempo no habían sido acariciados.

 

El niño lo mira, titubea, luego se inclina 

sobre el hombre que le está acomodando las sandalias, 

lo rodea con sus bracitos descarnados y dice: 

"¡Qué bueno eres!"

 

El niño lo mira, titubea, luego se inclina sobre el hombre que le está acomodando las sandalias, lo rodea con sus bracitos descarnados y dice: "¡Qué bueno eres!" y lo besa en sus alborotados cabellos.

Pedro se conmueve. Se sienta en tierra, en la humedad, como puede y poniéndoselo sobre las piernas le dice: "Ahora dime "padre"."

El cuadro es enternecedor. Jesús se acerca con los demás. Los dos muchachitos que se habían quedado por curiosear dicen al niño: "Luego ¿no es tu padre?"

"Para mí es padre y madre" con firmeza responde Yabé.

"Sí, querido. Dijiste bien: padre y madre. Y a vosotros señoritos, os aseguro que no irá mal vestido a la ceremonia. Irá vestido como rey. Será de color rojo como el fuego y con una faja verde como la hierba, y el talet blanco como la nieve."

Aun cuando las prendas no vienen al caso, esto parece sorprender a los dos muchachitos que se van corriendo.

"¿Qué haces ahí sentado en la humedad?" pregunta Jesús con una sonrisa.

"¿En la humedad? ¡Oh, sí! Ahora caigo en la cuenta. Quiero volver a tener la inocencia del cordero en el corazón. ¡Ah, Maestro, Maestro! Está bien, vamos. Debes dejarme que me encargue de este pequeño. Luego lo entregaré. Pero hasta que no sea un verdadero israelita es mío."

"¡Pero claro que sí! Tú serás su tutor, como un viejo padre. ¿Está bien? Vámonos para llegar al atardecer a Enganim y para no hacer correr mucho al niño."

"Yo lo cargo. Pesa más mi red. No puede caminar con estas suelas rotas. Ven." Y Pedro cargándose su hijito, continúa feliz el camino entre arboledas, y por colinas desde las que se puede contemplar la fértil llanura de Esdrelón.

 

LLEGA UNA PATRULLA ROMANA Y EL CENTURIÓN CARGA CON 

EL NIÑO

 

Están ya cerca de Enganim -es una ciudad hermosa, con su acueducto, probablemente obra de los romanos- cuando el ruido de un pelotón de soldados los obliga a hacerse a un lado del camino. Los cascos de los caballos resuenan en el camino, que en las cercanías a la ciudad, muestra una especie de pavimentado que se deja ver tras el polvo amontonado y basura.

"¡Salve, Maestro! Milagro de verte por aquí" grita Publio Quintiliano que bajando del caballo que lo tiene de la brida, se acerca a Jesús con una sonrisa franca. Sus soldados aflojan el paso por respeto a su jefe.

"Voy a Jerusalén para la Pascua."

"Yo también. Durante las fiestas se refuerzan las guardias, pero también porque viene Poncio Pilatos a ellas y está Claudia. Somos su estafeta. Son caminos inseguros. Las águilas espantan a los chacales" dice el soldado sonriente y mira a Jesús. Después en voz baja: "Este año, doble guardia para proteger las espaldas del desvergonzado Antipas. Hay mucho descontento porque arrestó al Profeta. Descontento en Israel y descontento, de remache entre nosotros. Pero... hemos pensado ya en dar una... cadenciosa melodía de flautas al Sumo Sacerdote y compinches" y en voz más baja. "Tú estás seguro. Los de uñas largas, no las sacarán. ¡Ah, Ah! Nos tienen miedo. Basta con que se aclare la voz, para que crean que es un rugido. ¿Hablarás en Jerusalén? Ven cerca del Pretorio. Claudia habla de Ti como de un gran filósofo. Es bueno para Ti  porque... el procónsul es Claudia."  Mira a su alrededor y ve a Pedro colorado, sudado y cargado con el niño. "¿Y ese?"

"Un huérfano que tengo conmigo.""¡Pero ese hombre tuyo se cansa mucho! Muchacho ¿tienes miedo de venir conmigo en el caballo por unos cuantos metros? Te echaré encima la clámide y cabalgaré despacio. Te devolveré a este hombre cuando estemos a las puertas."

 

Y al ir a dar órdenes a sus soldados de caminar despacio 

ve al hombre de Endor.

 Lo mira fijamente y dice: 

"¿Tú aquí?"

 

El niño no opone resistencia. Es tan manso como un cordero. Publio lo pone consigo sobre la silla. Y al ir a dar órdenes a sus soldados de caminar despacio ve al hombre de Endor. Lo mira fijamente y dice: "¿Tú aquí?"

"Sí. Ya no venderé huevos a los romanos. Pero allí dejé las gallinas. Ahora estoy con el Maestro..."

"Bien para ti; tendrás más tranquilidad. Adiós. Salve, Maestro. Te espero en aquel montón de árboles." Y espolea el caballo.

"¿Lo conoces? ¿Te conoce?" preguntan varios a Juan de Endor.

"Sí. Le vendía pollos. Yo primero no le conocía, pero una vez fui llamado a Naim para fijar la contribución, y él estaba allí. Desde entonces, cuando iba a comprar libros u otras cosas a Cesarea, siempre me saludaba. Me llama Cíclope o Diógenes. No es malo. Y aunque odio a los romanos, no le he ofendido en nada, porque me podía ser útil."

"¿Has oído, Maestro? Mis palabras al centurión de Cafarnaum dieron buen resultado. Ahora voy más tranquilo" dice Pedro.

Llegan a la arboleda, a cuya sombra la patrulla ha bajado.

"Bien. Aquí está el niño. ¿Algunas órdenes, Maestro?"

"No, Publio. Que Dios se te muestre."

"Salve." Sube al caballo, lo espolea. Los suyos le siguen. Se oye el casco de los caballos, se ven brillas las corazas.

Entran a la ciudad y Pedro lleva al niño a comprarle sus sandalias.

"Este hombre se muere por tener un hijo" dice Zelote, y concluye: "Tiene razón."

"Os daré a millares. Ahora a buscar un refugio para que continuemos mañana al amanecer."

III. 311-316

A. M. D. G.