DE SIQUÉN A BEROT
#Aquí es Betel. Aquí el santo Jacob tuvo su sueño de ángeles. Jesús consuela al niño Yabé
#Tú dices que abrirás las puertas de los cielos. ¿No están cerradas por el gran Pecado?
#"¡Oh, cuánto te quiero!" El niño, que está todavía en los brazos de Jesús lo abraza y lo besa
#¿debemos estar de ociosos en el sábado?". No. Se ruega al Altísimo Señor.
#¿sabes si se habla de Mí en el Libro?. Dame un nombre que quiera decir que me amas
#No me dijiste quién habla de Mí en el Libro. Quién es el profeta que habló mejor de Jesús
Como un río que se enriquece con nuevos afluentes, así es el camino que de Siquén va a Jerusalén. Cada vez aumenta conforme los poblados van echando gente sobre los fieles que se dirigen a la Ciudad santa, lo cual no poco ayuda a Pedro para tener distraído al niño que extraña sus colinas nativas, bajo cuyos terrones quedaron sepultados sus padres.
En Silo, ciudad levantada en un monte, y que ahora se la deja a la izquierda, se interrumpió la marcha para descansar y comer en un verde valle con aguas musicales, puras y cristalinas. Los viajeros nuevamente emprenden el camino, pasan un montecillo calcáreo, casi árido, sobre el que el sol quema sin misericordia. La bajada se hace entre una serie de bellísimos viñedos que echan sus ramas sobre los riscos del monte calcáreo y que invitan al sueño.
Pedro suelta una carcajada y hace señal a Jesús que a su vez sonríe. El niño no cae en la cuenta de nada. Va escuchando a Juan de Endor que le habla de otras tierras que el visitó y en las que se dan uvas dulcísimas, pero que no sirven para hacer vino, sino para hacer caramelos más sabrosos que las empanadas de miel.
Ahora otra subida y más pendiente. Jesús y los apóstoles dejan el camino principal, lleno de polvo y de gente para tomar esta vereda cubierta de árboles. Llegados a la cima, allá en la lejanía resplandece un mar de luces, que es un poblado de casas blanqueadas de cal.
YABÉ, ¿VES AQUEL PUNTO DORADO?
ES LA CASA DEL SEÑOR
"Yabé" dice Jesús "ven aquí. ¿Ves aquel punto dorado? Es la Casa del Señor. Allí vas a jurar obedecer la Ley. ¿La sabes bien?"
"Mi mamá me hablaba de ella, y mi padre me enseñaba los mandamientos. Se leer y... creo que sé lo que ellos" me dijeron antes de morir..." El niño que con una sonrisa había venido a Jesús, llora ahora con la cabecita inclinada y la manita que tiembla en la de Jesús.
AQUÍ ES BETEL. AQUÍ EL SANTO JACOB
TUVO SU SUEÑO DE ÁNGELES
JESÚS CONSUELA AL NIÑO YABÉ
"No llores. ¿Sabes dónde estamos? Aquí es Betel. Aquí el santo Jacob tuvo su sueño de ángeles. ¿Lo sabes? ¿Te acuerdas de él?"
"Sí, Señor, vio una escalera que llevaba de la tierra al cielo, y por ella bajaban y subían los ángeles, y mi mamá me decía que en la hora de la muerte, si uno ha sido bueno, se veía la misma escalera, y se subía por ella a la casa de Dios. Me decía muchas cosas mamá... Pero ahora ya no me las dice... todas las tengo aquí, y es todo lo que tengo de ella..." Las lágrimas bajan por la carita muy triste.
"Pero ¡no llores así! Mira, Yabé. Yo tengo también una Madre y se llama María. Es santa y buena y sabe decir muchas cosas. Es más sabia que un maestro, y más buena y más bella que un ángel. Ahora vamos a donde está. Te querrá mucho. Te contará muchas cosas. Además está la mamá de Juan, que también es muy buena y se llama María. También está la madre de mi hermano Judas, que es muy dulce como un pan con miel, y que también se llama María. Te van a querer mucho, porque eres un buen niño y porque Yo te quiero mucho. Tú crecerás bajo su protección y cuando llegues a ser grande serás un santo de Dios, predicarás como un doctor a Jesús que ha dado una madre, que abrirá las puertas de los cielos a tu madre muerta, a tu padre, y también a ti, cuando llegue tu hora. No tendrás ni siquiera necesidad de subir por la escalera de los cielos a la hora de la muerte, porque ya la habrás subido durante tu vida, siendo un buen discípulo, y te encontrarás allí a la puerta del Paraíso y Yo estaré allí y te diré: "Ven amigo mío e hijo de María" y estaremos juntos". La sonrisa sin igual de Jesús, que va caminando un poco encorvado para acercarse más a la carita levantada del niño, que camina a su lado con su manita en la suya, y lo que le dijo, le secan las lágrimas y le hacen brotar una sonrisa.
TÚ DICES QUE ABRIRÁS LAS PUERTAS DE LOS
CIELOS.
¿NO ESTÁN CERRADAS POR EL GRAN PECADO?
El niño, que no es nada de tonto, si bien las privaciones y los dolores lo hacen parecer un poco retrasado, inteligentemente pregunta: "Tú dices que abrirás las puertas de los cielos. ¿No están cerradas por el gran Pecado? Mi mamá me decía que nadie podría entrar hasta que no hubiese llegado el perdón y que los justos lo esperaban en el Limbo".
"Así es. Pero luego iré al Padre después de haber predicado la palabra de Dios y... haber obtenido el perdón y le diré: "Padre mío, he cumplido toda tu voluntad. Ahora quiero mi premio por mi sacrificio. Que vengan los justos que esperan tu Reino". Y el Padre me dirá: "Hágase como Tú quieres". Y entonces bajaré a llamar a todos los justos, y el Limbo abrirá sus puertas al oír mi voz y saldrán gozosos los santos Patriarcas, los luminosos Profetas, las mujeres benditas de Israel y luego, ¿sabes cuántos niños? Como un vergel, así habrá niños de toda edad. Detrás de mí vendrán subiendo al Paraíso".
"¿Y estará mi mamá con ellos?"
"Claro"
"No me has dicho que estará contigo en la puerta del cielo cuando habré muerto..."
"Ella y tu padre no tendrán necesidad de estar en la puerta. Como ángeles brillantes volarán del cielo a la tierra, de Jesús a su pequeño Yabé, y cuando estés para morir harán como hacen aquellos dos pajaritos, allá, en aquel seto. ¿Lo ves?" Jesús toma en brazos al niño para que vea mejor. "¿Ves cómo están sobre los huevecitos? Esperan que piquen el cascarón los pajaritos, luego extenderán sus alas para protegerlos de cualquier mal, y cuando hayan crecido y puedan volar, los ayudarán con sus alas robustas, y los llevarán arriba, arriba, arriba... hacia el sol. Así harán tus papás contigo".
"¿De veras?"
"De veras".
"¿Les dirás que se acuerden de venir?"
"No habrá necesidad porque ellos te aman. Se lo diré a ellos".
"¡Oh, cuánto te quiero!" El niño, que está todavía en los brazos de Jesús lo abraza y lo besa con una expansión tan cariñosa que conmueve. Jesús por su parte lo besa y lo vuelve a poner en el suelo.
"¡Oh, está bien! Ahora prosigamos, hacia la Ciudad santa, donde llegamos mañana por la tarde. ¿Por qué tanta prisa? ¿Me lo puedes decir? ¿No sería lo mismo llegar pasado mañana?"
"No. No sería lo mismo, porque mañana es la Preparación de la Pascua y después del crepúsculo no se puede caminar más de 1.200 metros porque ha empezado el sábado su descanso".
¿DEBEMOS ESTAR DE OCIOSOS EN EL SÁBADO?
NO. SE RUEGA AL ALTÍSIMO SEÑOR
"Luego, ¿debemos estar de ociosos en el sábado?"
"No. Se ruega al Altísimo Señor".
"¿Cómo se llama?"
"Adonai. Pero los santos pueden decir su Nombre".
"También los niños buenos. Dilo si lo sabes".
"Gchyavé" (el niño así pronuncia. Una Gch muy dulce que casi es una Lli, y con una "a" muy larga).
"Y ¿por qué se ruega al Altísimo Señor en sábado?"
"Porque se lo ordenó a Moisés, cuando le dio las tablas de la Ley".
"Ah, ¿sí? Y ¿qué mandó?"
"Mandó santificar el sábado. "Trabajarás durante seis días, pero descansarás el séptimo y descansarás porque así hice Yo después de la creación". "
¿SE HABÍA CANSADO DE CREAR?
"¿Cómo? ¿Descansó el Señor? ¿Se había cansado de crear? ¿Y propiamente creó El? ¿Cómo sabes? Yo sé que Dios nunca se cansa".
"No se había cansado, porque Dios no camina, y no mueve los brazos. Pero lo hizo para enseñar a Adán y a nosotros, y para tener un día en que pensemos en El. El creó todo. Es verdad. Lo dice el Libro del Señor".
"¿Escribió El el Libro?"
"No. Pero es la Verdad. Y hay que creerlo para no ir con el demonio".
EL NIÑO SORPRENDIDO SE ECHA EN TIERRA Y
ADORA A JESÚS
"Me dijiste que Dios no camina, que no mueve los brazos. ¿Cómo creó entonces? ¿Cómo es? ¿Es una estatua?"
"No es un ídolo. Es Dios. Y Dios es...Dios es... déjame pensar y acordarme cómo me decía mi mamá, y mejor que ella, aquel hombre que iba en tu nombre a encontrar a los pobres de Esdrelón... Mi mamá decía, para hacerme entender a Dios: "Dios es como mi amor por ti. No tiene cuerpo, y con todo existe" y aquel pequeño hombre con una sonrisa dulce decía: "Dios es un Espíritu Eterno, Uno y Trino, y la Segunda Persona ha tomado carne por amor nuestro, por nosotros los pobres, y su nombre..."¡ Oh, Señor mío! Ahora que me acuerdo... eres Tú". El niño sorprendido, se echa en tierra y adora a Jesús.
Corren todos creyendo que se haya caído, pero Jesús les hace señal con su dedo en los labios, y luego dice: "Levántate, Yabé. Los niños no deben tener miedo de Mí".
¿SABES SI SE HABLA DE MÍ EN EL LIBRO?
DAME UN NOMBRE QUE QUIERA DECIR QUE ME AMAS
El niño levanta con veneración profunda su cabeza y mira a Jesús con otros ojos, como de miedo. Jesús le sonríe y le tiende la mano diciendo: "Eres un sabio, pequeño israelita. Continuaremos nuestra investigación. Ahora que me has reconocido, ¿sabes si se habla de Mí en el Libro?"
"¡Oh, claro, Señor! Desde el principio hasta ahora. El habla sólo de Ti. Tú eres el Salvador prometido. Ahora entiendo por qué abrirás las puertas del Limbo. ¡Oh, Señor, Señor! ¿Y me quieres mucho?"
"Sí, Yabé".
"No me digas más Yabé. Dame un nombre que quiera decir que me amas, que me has salvado..."
"Escogeré el nombre junto con mi Madre. ¿Está bien?"
"Pero que quiera significar esto. Y me llamaré así desde el día en que me convierta en hijo de la Ley".
"Desde aquel día así te llamarás".
Se ha pasado Betel. Se detienen en un valle pequeño, fresco y abundante en aguas para tomar su comida. Yabé ha quedado como medio atolondrado con la revelación y come en silencio. Con respeto profundo acepta cualquier pedazo de pan que le ofrece Jesús. Pero poco a poco vuelve a su antiguo modo de ser, sobre todo después de haber jugado con Juan, mientras los demás descansan en la verde hierba. Regresa a Jesús junto con Juan que es todo sonrisa y los tres forman un círculo.
NO ME DIJISTE QUIEN HABLA DE MÍ EN EL LIBRO
QUIÉN ES EL PROFETA QUE HABLÓ MEJOR DE JESÚS
"No me dijiste quién habla de Mí en el Libro".
"Los Profetas, Señor. Y más antes habla el Libro desde que fue arrojado Adán. Y luego se dijo a Jacob y a Abraham y a Moisés... ¡Oh! Me decía mi papá que fue a donde estaba Juan -no éste, el otro Juan, el del Jordán- que él era un gran profeta. Te llamaba el cordero... Ahora comprendo el cordero de Moisés... ¡Tú eres la Pascua!"
Juan lo provoca: "Pero ¿quién es el profeta que habló mejor de El?"
"Isaías y Daniel". Pero... a mí me gusta más Daniel, ahora que te amo como si fueses mi padre. ¿Puedo decirlo? ¿Decir que te amo como amé a mi padre? ¿De veras? Pues si es así, yo prefiero a Daniel".
"¿Por qué? Quien habla mucho del Mesías es Isaías".
"Sí, pero habla de los dolores del Mesías. Sin embargo, Daniel habla del ángel hermoso y de tu venida. Es verdad... también él dijo que el Mesías será inmolado. Yo pienso que el Cordero será inmolado de un solo golpe. No como dicen Isaías y David. Yo lloraba siempre cuando los leía la mamá, pero ella no me los mencionó más". Casi está a punto de llorar, aunque ahora acaricia una mano de Jesús.
"Por ahora basta. Oye. ¿Sabes los mandamientos?"
"Sí, Señor. Creo que los sé. Los repetía en el bosque para no olvidarlos, y para oír las palabras de mi mamá y de mi papá. Pero no lloro más (realmente hay un centelleo en sus pupilas), porque ahora te tengo".
Juan sonríe y abraza a Jesús sonriendo:"¡Mis mismas palabras! Todos los niños de corazón hablan igual".
"Sí, porque sus palabras proceden de una sola sabiduría. Es necesario irnos ahora para llegar a Berot muy pronto. La gente sigue aumentando y el tiempo se cierra. Los lugares donde pueda uno refugiarse eran tomados por asalto y no quiero que os enferméis".
Juan llama a los compañeros y se prosigue la caminata hasta Berot, a través de una llanura, ni muy cultivada, ni muy árida como estaba el montecillo que pasaron después de Silo.
III. 321-326
A. M. D. G.