EN EL TEMPLO A LA HORA
DE LA OFERTA
#Murió contenta por haberte ofrecido al Templo. Pobre mamá ¿qué ofreciste? Un futuro asesino
#Me siento extraño en la Casa del Padre... Por mucho tiempo lo abandoné
#Juan de Endor con un fuerte sollozo dice: "Gracias, Dios mío".
#SE ENCUENTRAN CON JOSÉ DE ARIMATEA
#La paz sea contigo José. Después de la oración voy a Betania
#Esta es la hora más solemne del día. En la mañana hay una igual, pero esta es más solemne
Pedro en realidad entra solemne con vestido de padre en el recinto del Templo, llevando de la mano a Yabé. Parece hasta más alto, tan derecho que camina.
Detrás y en grupo, el resto de los apóstoles. Jesús es el último. Viene conversando animadamente con Juan de Endor, que parece tener vergüenza de entrar en el Templo.
Pedro pregunta a su protegido: "¿Has alguna vez estado?" Y al oír la respuesta: "Cuando nací, padre. Pero no me acuerdo", ríe de gusto y pasa la respuesta a los demás que también ríen acompañándola con donaires y chistes: "Tal vez estabas dormido y por eso..." o también: "Todos fuimos como tú. No nos acordamos de cuando vinimos aquí después de nacidos".
MURIÓ CONTENTA POR HABERTE OFRECIDO AL TEMPLO
POBRE MAMÁ ¿QUE OFRECISTE? UN FUTURO ASESINO
Jesús pregunta lo mismo a su protegido y obtiene una respuesta más o menos semejante. Porque Juan de Endor dice: "Éramos prosélitos y vine en brazos de mi madre, exactamente en la Pascua, porque nací en los primeros días de Adar y mi madre que era judía, hizo el viaje a duras penas para ofrecer al Señor en el Templo a su hijo. Tal vez fue muy pronto... porque se enfermó y ya no se curó. Tenía menos de dos años cuando me quedé sin mamá. Fue mi primera desgracia en la vida. Era yo su primogénito y fui su único hijo por su enfermedad. Ella estaba orgullosa de morir por haber obedecido a la Ley. Mi padre me decía: "Murió contenta por haberte ofrecido al Templo"... ¡Pobre mamá! ¿Qué ofreciste? Un futuro asesino..."
"Juan, no digas así. Entonces eras Félix, ahora eres Juan. No olvides la gracia que Dios te ha hecho. Siempre tenla presente. Haz a un lado el envilecimiento de lo que fuiste...¿No volviste otra vez al Templo?"
ME SIENTO EXTRAÑO EN LA CASA DEL PADRE.
POR MUCHO TIEMPO LO ABANDONÉ
TÚ REGRESAS DE LA MANO AHORA CONMIGO,
QUE SOY EL HIJO DEL PADRE.
SI TE LLEVA ANTE EL ALTAR ES PORQUE TODO ESTÁ PERDONADO.
GRACIAS, DIOS MÍO
"¡Oh, sí! A los doce años y desde entonces hasta que pude... hasta que pude hacerlo... Luego, cuando pude haberlo hecho, no lo hice, porque ya te dije que tenía un solo culto: el odio... Y también por esto no me atrevo a seguir más adelante. Me siento extraño en la Casa del Padre... Por mucho tiempo lo abandoné".
"Tú regresas de la mano ahora conmigo, que soy el Hijo del Padre. Si te llevo ante el altar es porque todo está perdonado".
Juan de Endor con un fuerte sollozo dice: "Gracias, Dios mío".
"Sí, da gracias al Altísimo. ¿Ves que tu madre, verdadera israelita, tenía espíritu profético? Tú eres su primogénito consagrado al Señor, y que no será rescatado. Eres discípulo mío, de Dios y por esto futuro sacerdote de tu Señor en la nueva era y religión que llevará mi nombre. Te absuelvo de todo, Juan. Sigue adelante sereno ante el Santo. En verdad te digo que entre los que viven en este recinto, hay muchos más culpables que tú, y mucho más indignos de acercarse al altar"...
Entre tanto Pedro se industria en explicar al niño las cosas de mayor relieve del Templo, pero tiene que llamar en su ayuda a los más cultos, y sobre todo a Bartolomé y Zelote, porque con ellos sí se siente a sus anchas con su vestido de padre.
SE ENCUENTRAN CON JOSÉ DE ARIMATEA
Están cerca del gazofilacio para echar sus ofrendas cuando les habla José de Arimatea: "¿Os encontráis aquí? ¿Desde cuándo?" pregunta después de haberse saludado recíprocamente.
"Desde ayer por la tarde".
"¿El Maestro?"
"Está allí, con un nuevo discípulo. Ahora viene".
José mira al niño y pregunta a Pedro: "¿Un nieto tuyo?"
"No... sí... En otras palabras: nada por la sangre, mucho por la fe, todo por amor".
"No te entiendo..."
"Un huérfano, por esto nada por la sangre. Un discípulo... por esto mucho por la fe. Un hijo... por esto, todo por amor. El Maestro lo recogió... y yo lo cuido. En estos días será mayor de edad..."
"¿Tan pronto doce años? ¡Qué chiquito!"
"Eh, pero te lo dirá el Maestro... José tú eres bueno... uno de los pocos buenos, que haya aquí adentro... Dime: ¿me ayudarías en esto? Sabes... yo lo presento como si fuese mi hijo. Pero soy galileo y tengo una lepra horrible en la espalda..."
"¿Lepra?" exclama y pregunta asustado José, retirándose.
"¡No tengas miedo!... Tengo la lepra de ser de Jesús. La más odiosa para esos del Templo, salvo pocas excepciones".
"¡Nooo! ¡No digas eso!"
"Es verdad y hay que decirlo... Por esto temo que sean duros con el pequeño, por mi causa y por causa de Jesús. Además no sé si sepa y cómo sepa la Ley, la Halascia, la Haggada y los Midrashot (comentarios rabínicos sobre la Biblia). Jesús dice que sabe demasiado..."
"¡Bueno! Si lo dice Jesús, no debes temer".
"Con tal de darme esos un disgusto..."
"¡Quieres mucho a este pequeño!¿Lo tienes siempre contigo?"
"¡No puedo!... Siempre estoy en el camino... El niño es pequeño y delgaducho".
"Pero yo vendré siempre gustoso contigo..." dice Yabé que ha cobrado confianza al sentir las caricias de José.
Pedro despide alegría por todos los costados, pero: "El Maestro dice que no está bien, y no lo haremos. De todos modos nos veremos José... ¿me ayudas?"
"Claro que sí. Vendré contigo. Delante de mí no cometerán ninguna injusticia. ¿Cuándo? ¡Oh, Maestro! ¡Dame tu bendición!"
DESPUÉS DE LA ORACIÓN VOY A BETANIA
"La paz sea contigo, José. Tengo mucho gusto en verte y de que estés bien".
"Yo también, Maestro. Nuestros amigos te verán con gusto. ¿Estás en Getsemaní?"
"Después de la oración voy a Betania".
"¿A casa de Lázaro?"
"No, a la de Simón. Tengo allí a mi Madre, y a la madre de mis hermanos y a la de Juan y Santiago. ¿Vendrás a verme?"
"¿Me lo pides? Es una gran alegría y gran honor. Te lo agradezco. Iré con varios amigos..."
"Despacio, José, con los amigos..." aconseja Simón Zelote.
"¡Oh! ya los conocéis. La prudencia dice: "Que el aire no huela". Pero cuando los veáis, comprenderéis que son amigos".
"Entonces..."
"Maestro, Simón de Jonás me estaba hablando de la ceremonia que tiene que hacer el pequeño. Cuando llegaste, le estaba preguntando cuándo pensáis hacerla. Quiero también yo estar presente".
"El miércoles antes de la Pascua. Quiero que haga su Pascua como hijo de la Ley".
"Muy bien. Entendido. Iré a Betania para traeros. Pero el lunes iré con mis amigos".
"Aceptado".
"Maestro, te dejo. La paz sea contigo. Es la hora del incienso".
ESTA ES LA HORA MÁS SOLEMNE DEL DÍA.
EN LA MAÑANA HAY UNA IGUAL,
PERO ESTA ES MÁS SOLEMNE.
"Adiós, José. La paz sea contigo. Ven, Yabé. Esta es la hora más solemne del día. En la mañana hay una igual, pero esta es más solemne. En la mañana empieza el día. Es justo que el hombre alabe al Señor para que lo bendiga durante todo el día en todo lo que haga. Pero la tarde es todavía más solemne. La luz se va, termina el trabajo, viene la noche. La luz que se va, trae a la mente la caída en el mal, y en realidad las acciones pecaminosas con frecuencia se cometen en la noche. ¿Por qué? Porque el hombre, que no tiene ya el trabajo en las manos, más fácilmente lo rodea el Maligno que le arroja sus llamamientos y sus pensamientos molestos. Por esto está bien, que después de haber agradecido a Dios por habernos protegido durante el día, le pidamos que se alejen de nosotros los fantasmas de la noche y las tentaciones. La noche, el sueño... símbolos de la muerte. Bienaventurados los que habiendo vivido con la bendición del Señor, se duermen no en las tinieblas, sino en una brillante aurora. El sacerdote que ofrece el incienso lo hace por todos nosotros; ruega por todo el pueblo, en unión con Dios, y Dios le confía su bendición para el pueblo de sus hijos. ¿Ves cuán grande sea el ministerio del sacerdote?"
"Me gustaría... me parecería de estar más cercano a mi mamá..."
"Si eres siempre un buen discípulo y un buen hijo de Pedro, lo obtendrás. Ven ahora. Oye, las trompetas anuncian que ha llegado la hora. Vamos con veneración a alabar a Yeové".
III. 339-343
A. M. D. G.