EL PODER DE LA PALABRA DE MARÍA
#JESÚS VA A VER A LOS LEPROSOS
#DESCRIPCIÓN DEL LUGAR DONDE ESTÁN LOS LEPROSOS
#"Jesús, Salvador nuestro, ¡piedad de nosotros!"
#"Obtened lo que pedís, quiero".
#DESCRIPCIÓN DEL LUGAR DE BEN HINNOM
#JESÚS VA A DONDE Está su Madre en la casa de Analía
#"Porque veo en ese grupito una gran promesa".
#María intercede por Pedro para que Jesús le conceda por hijo a Marziam
#"SÍ, QUE SEA COMO TÚ QUIERES"
La espléndida mañana invita realmente a dar un paseo, a dejar el lecho, a salir de casa. Los que viven en la de Zelote, como otras tantas abejas cuando despunta el sol, se levantan pronto, salen a respirar el aire puro en el huerto de Lázaro que rodea la hospitalaria casa. Pronto se unen los que habían pernoctado en la casa de Lázaro, esto es Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Andrés y Santiago de Zebedeo. El sol festivo entra por las ventanas y puertas abiertas; las habitaciones sencillas y limpias se cubren de dorado que aviva los colores de los vestidos y hace más brillantes los cabellos y pupilas.
María de Alfeo y Salomé están ocupadas en servir a estos hombres de buen apetito. María está viendo cómo un siervo de Lázaro arregla la cabellera de Marziam igualándolo con gran habilidad, mejor de lo que usó su anterior peluquero. "Por ahora, así" dice el siervo. "Después, cuando hayas ofrecido a Dios tu cabellera de niño, te la compondré mejor. Viene el calor y te sentirás mejor sin cabellos en la nuca. Y se harán más fuertes. Están secos, duros y descuidados. ¿Lo ves, María? Hay que cuidar de ellos. Les pongo aceite para que se alisen. ¿Sientes, muchacho, el buen olor? Es el aceite que usa Marta. De almendra de palma y meollo de lo más fino con esencias raras. Hace mucho bien. Mi patrona dijo que guardase este frasquito para el niño. Oh, mira, ahora pareces el hijo del rey" y el siervo que tal vez es el peluquero de la casa de Lázaro, da a Marziam una palmada en la mejilla, saluda a María y se va satisfecho.
"Ven que te voy a vestir" dice María al niño que tiene ahora nada más que una tuniquita de mangas cortas. Me parece que sea el camisón, o lo que en aquellos tiempos servía para dormir. Por lo fino del lino comprendo que era parte del ajuar de Lázaro cuando era niño. María quita la toalla en que estaba envuelto Marziam y le pone el vestido de lino con crespones en el cuello y en las muñecas. Le pone una bata roja de lana con gran escote y mangas anchas. Aparece por el escote el lino blanquísimo y en las mangas el color rojo oscuro. La mano de María debe haber pensado en arreglar lo largo del vestido y de las mangas, y ahora todo está bien, sobre todo cuando María le ciñe la cintura con la faja que termina en flecos de lana blanca y roja. El niño ya no es el de hace pocos días. Está desconocido.
"Ahora ve a jugar sin ensuciarte, mientras yo me preparo" dice María acariciándolo. El niño se va brincando alegre a buscar a sus grandes amigos.
El primero que lo ve es Tomás: "Pero ¡qué hermoso te ves! ¡Como para las nupcias! Me haces desaparecer" dice el siempre alegre y regordete Tomás. Lo toma por la mano diciéndole: "Ven. Vamos a donde están las mujeres. Te buscaban para darte de comer".
Entran en la cocina y Tomás hace que se sobresalten las dos Marías inclinadas en los hornillos, con su vozarrón: "Aquí hay un jovencillo que desea veros" y riéndose presenta al niño que se había escondido detrás de él.
"Oh, ¡precioso! ¡Ven para que te de un beso! ¡Mira Salomé, que bien se ve!" exclama María de Alfeo.
"En realidad lo que le falta es ponerse fuerte. Ya pensaré eso. Ven que te voy a besar" dice Salomé.
"Jesús lo va a confiar a los pastores..." replica Tomás.
"¡Ni por piensos! En esto mi Jesús se equivoca. ¿Qué cosa queréis hacer y qué sabéis hacer, vosotros los hombres? Pelear -pues por incidente se dijo que sois más bien rijosos... cual cabritos, que se quieren, pero que se dan topes- comer, hablar, tener tantas necesidades y exigir que el Maestro os atienda de modo especial... de otro modo hay reproches... los niños tienen necesidad de mamás. ¿No es verdad?... ¿cómo te llamas?"
"Marzyam".
"Ah, sí. ¡Bendita mi María! ¡Podía haberte puesto un nombre más fácil!"
"¡Es casi como el suyo!" observa Salomé.
"Sí, pero el suyo es sencillo. No tiene esta pronunciación tan difícil".
Iscariote que ha entrado dice: "Puso su nombre con su significado, conforme a la antigua lengua que no ha muerto".
"Está bien, pero es difícil. Lo llamaré sencillamente Marziam. Es más fácil y el mundo no se caerá con ese cambio. ¿Verdad, Simón?"
Pedro, que en esos momentos pasaba por delante de la ventana hablando con Juan de Endor, se asoma y dice: "¿Qué quieres?"
"Decía al niño lo voy a llamar Marziam. Es más fácil".
"Tienes razón. Si María me lo permite lo llamaré también así. ¡Qué bien te ves! ¿También yo, eh? ¡Mirad!"
Está completamente cepillado. Se ha rasurado las mejillas. Se ha compuesto los cabellos y la barba. Se puso aceite. El vestido no tiene arrugas. Las sandalias parecen nuevas, por lo limpias que están. Quién sabe con qué les dio brillo. Las mujeres lo miran y él ríe contento.
El niño ha terminado de comer y sale para irse con su gran amigo a quien llama siempre: "Padre".
Se ve venir a Jesús de la casa de Lázaro con este. El niño corre a su encuentro. Jesús le dice: "La paz sea entre nosotros, Marzyam. Démonos el beso de paz".
El niño saluda a Lázaro que le da un caramelo.
Todos vienen alrededor de Jesús. También María, cuyo vestido es de lana de color turquesa, sobre el que tiene su manto más oscuro. Se dirige a su Hijo con una sonrisa en los labios.
"Entonces, nos podemos ir" dice Jesús. "Tú Simón, con mi Madre y el niño, si es que quieres gastar, a pesar de que Lázaro ha proveído".
"¡Claro que quiero! Y después... podré decir que tuve la suerte de caminar una vez al lado de tu Mamá. Es una gran honra".
"Entonces vete. Tú, Simón, me acompañarás donde están tus amigos leprosos..."
"¿De veras, Maestro? Si es así, permíteme que me adelante a Ti, para reunirlos... Me alcanzarás. Sabes muy bien en dónde están..."
"Está bien. Vete. Los demás haced lo que mejor os parezca. Estáis libres hasta el miércoles por la mañana. A las nueve de la mañana todos en la Puerta Dorada".
"Yo voy contigo, Maestro" dice Juan.
"Yo también" dice su hermano Santiago.
"Y también nosotros" agregan sus dos primos.
"También yo" dice Mateo y al mismo tiempo Andrés.
"¿Y yo? Me gustaría también ir... pero si voy de compras, no puedo..." dice Pedro que se halla preso entre dos deseos.
"Lo puedes hacer. Primero vamos a los leprosos, mientras mi Madre con el niño pasa a la casa de unos amigos que tiene en Ofel. Luego nos juntaremos. Tú te irás con Ella y Yo y los otros iremos a la casa de Juana. Nos veremos en Getsemaní para comer, y al atardecer regresaremos aquí".
"Si me permites voy a ver a algunos amigos..." dice Judas Iscariote.
"Ya lo dije. Haced lo que queráis".
"Entonces iré a la casa de algunos parientes. Tal vez ya vino mi padre. Te lo traeré" dice Tomás.
"Nosotros dos ¿qué dice Felipe? Podríamos ir a la casa de Samuel".
"¡Buena idea!" responde a esto Bartolomé.
¿Y TÚ, JUAN, PREFIERES QUEDARTE
CON TUS LIBROS O VENIR CONMIGO?
PREFIERO IR CONTIGO.
ME GUSTA MÁS LEERTE A TI, LIBRO VIVIENTE
¿Y tú, Juan? pregunta Jesús al de Endor. "¿Prefieres quedarte aquí para poner en orden tus libros o venir conmigo?"
"Realmente prefiero ir contigo. Los libros... me gustan menos. Me gusta más leerte a Ti, Libro viviente".
"Entonces vente. Adiós, Lázaro..."
"Si también yo voy. Me siento un poco mejor de las piernas y te dejaré donde están los leprosos, para ir a esperarte en Getsemaní".
"Vámonos. La paz sea con vosotras, mujeres".
Hasta las cercanías de Jerusalén todos van juntos. Luego se separan. Iscariote se va por su cuenta, entra en la ciudad, probablemente por la puerta que va en dirección a la Torre Antonia. Tomás, Felipe y Natanael caminan unos cuantos metros con Jesús y sus compañeros, entran en la ciudad por el suburbio de Ofel, junto con María y el Niño.
DESCRIPCIÓN DEL LUGAR DONDE ESTÁN LOS LEPROSOS
"¡Vamos a ver a esos pobrecitos!" dice Jesús. Da la espalda a la ciudad y se dirige a un lugar desolado, que está en las faldas de una colina rocosa que hay entre los dos caminos que llevan de Jericó a Jerusalén. Un lugar extraño hecho como a escalones. Llegando al primero un sendero se alza. Al dirigir la vista para abajo se ve un foso como de tres metros de altura. Después del primer escalón viene el segundo que también se encuentra a pico. El lugar es árido. Está muerto... se respira tan sólo la tristeza.
"Maestro" grita Simón Zelote "están aquí. Esperad ahí que os enseño el camino..." y Zelote, que estaba recostado a una roca para protegerse del sol, se acerca a Jesús y lo conduce por un camino con escaloncitos que va directamente a Getsemaní, pero que está separado por el camino que del Monte de los Olivos va a Betania.
YO VIVÍ ENTRE LOS SEPULCROS DE SILOÁN,
Y AQUÍ ESTÁN MIS AMIGOS.
LOS OTROS ESTÁN EN BEN HINNOM
"Hemos llegado. Yo viví entre los sepulcros de Siloán, y aquí están mis amigos. Algunos de ellos, porque los otros están en Ben Hinnom, pero no pueden venir... deberían atravesar el camino y los podrían ver".
"Iremos a donde están".
"¡Gracias! en su nombre y en el mío".
"¿Son muchos?"
"El invierno mató a los más. Hay todavía cinco de ellos, a los que les había hablado. Te están esperando. Míralos. Están en el borde de su mazmorra..."
Son como diez, digo que "son como" porque si cinco de ellos están parados y pueden distinguirse, los otros por lo gris de la piel y por la deformidad de la cara y porque apenas se asoman de los peñascos, se distinguen tan mal que podrían ser menos. Entre los que están parados, hay una mujer. Lo dicen sus cabellos canos, despeinados que lisos y sucios le caen sobre la espalda hasta la cintura, fuera de esto no se distingue el sexo debido a la enfermedad, que ha avanzado y la ha convertido en un esqueleto, destruyendo sus líneas femeninas. De los hombres, uno solo tiene en su cara rastros de bigote y barba. A los demás la enfermedad los ha dejado sin nada.
JESÚS, SALVADOR NUESTRO, PIEDAD DE NOSOTROS
¿QUÉ QUERÉIS QUE OS HAGA?
QUE NOS SALVES DEL PECADO Y DE LA ENFERMEDAD
Gritan: "Jesús, Salvador nuestro, ¡piedad de nosotros!" y extienden sus manos deformes y ulceradas. "Jesús, Hijo de David, ¡ten piedad!"
"¿Qué queréis que os haga?" pregunta Jesús levantando su rostro hacia aquellas miserias.
"Que nos salves del pecado y de la enfermedad".
"Del pecado, salva la voluntad y el arrepentimiento..."
"Pero si quieres, puedes borrar nuestros pecados. Por lo menos esos, si no quieres curar nuestros cuerpos".
ESCOGED ENTRE AMBAS COSAS, ¿CUÁL QUERÉIS?
EL PERDÓN DE DIOS
OBTENED LO QUE PEDÍS, QUIERO
"Yo os digo: "Escoged entre ambas cosas", ¿cuál queréis?"
"El perdón de Dios, Señor, para vivir menos entristecidos".
Jesús hace una señal de aprobación. En su rostro una sonrisa brilla. Levanta los brazos y grita: "Obtened lo que pedís, quiero".
Así fueron escuchados. Los cinco infelices quedan dudosos de si se trata del pecado o de la enfermedad, o de ambas cosas. Pero los apóstoles no dudan y no pueden menos que levantar el grito de hosanna, al ver que la lepra rápida desaparece como desaparece el copo de nieve caído al fuego. Entonces los cinco comprenden que fueron escuchados del todo. Su grito resuena cual clarín de victoria. Se abrazan entre sí, avientan besos a Jesús, porque no pueden ir a arrojarse a sus pies, luego se vuelven a sus compañeros diciéndoles: "¿Y no queréis todavía creer? ¿Pero qué clase de infelices sois?"
"¡Calma! ¡Sed buenos! Nuestros pobres hermanos tienen necesidad de pensar. No les digáis nada. La fe no se impone, se predica con paz, dulzura, paciencia, constancia. Lo que haréis después de vuestra purificación como Simón hizo con vosotros. Por otra parte el milagro habla ya de por sí. Vosotros, curados, id al sacerdote lo más pronto posible. Vosotros enfermos, esperad hasta la tarde. Os traeremos comida. La paz sea con vosotros".
Jesús desciende al camino seguido de las bendiciones de todos.
"Ahora vamos a Ben Hinnom" dice Jesús.
"Maestro... querría ir, pero comprendo que no puedo. Voy a Getsemaní" dice Lázaro.
"Vete, vete, Lázaro. La paz sea contigo".
Mientras Lázaro poco a poco se va Juan el apóstol dice: "Maestro, yo lo acompaño. Le cuesta caminar, y el sendero no es muy bueno. Te alcanzaré en Ben Hinnom".
"Está bien... Vámonos".
DESCRIPCIÓN DEL LUGAR DE BEN HINNOM
Pasan el Cedrón, flanquean el lado sur del monte Tofet y entran en un valle no muy grande sembrado de sepulcros y suciedades. Ni un árbol. Ni una defensa contra el sol, que en este lado sur flagela con todos sus rayos, encandece las piedras de estos escalones de infierno, de cuyo fondo sale humo apestoso que aumenta el calor. Y dentro de los sepulcros, como hornos crematorios, están los cuerpos de los pobres que se consumen... Siloán será duro en el invierno, húmedo por estar orientado hacia el norte; pero este lugar en verano debe de ser horrible...
Simón Zelote llama con un grito. Aparecen tres, luego dos, luego uno y otro. Todos se acercan como pueden hasta el límite prescrito. Aquí hay dos mujeres. Una tiene de la mano a un niño. Un monstruo. La lepra le atacó especialmente en la cara. Está ya casi ciego... hay un hombre de aspecto noble, no obstante su miserable condición. Habla por todos: "Sé bendito, Mesías del Señor, que has bajado a nuestra Gehenna para sacar de ella a los que esperan en Ti. ¡Sálvanos, Señor, que nos morimos! ¡Sálvanos, Salvador! ¡Rey de la estirpe de David, Rey de Israel, piedad para tus súbditos! Oh, Retoño de la estirpe de Jesé, de quien se dijo que en su tiempo no habría ya mal. Extiende tu mano para que recojas a estos restos de tu pueblo. Aparta de nosotros esta muerte. Seca nuestras lágrimas, porque así está escrito de Ti. Llámanos, Señor, a tus campos ubérrimos, a tus dulces aguas, porque estamos sedientos. Llévanos a las eternas colinas donde no hay culpa, ni dolor. Ten piedad, Señor..."
¿QUIÉN ERES?
PIDE POR TODOS ELLOS
JESÚS LLORA ANTE TANTA MISERIA
"PADRE. LO QUIERO. SALUD, VIDA,
VISTA VENGAN SOBRE ELLOS"
"¿Quién eres?"
"Juan, uno del Templo. Tal vez me contaminé con algún leproso. Hace poco, como Tú lo ves. ¡Pero estos!... Hay quien hace años está esperando la muerte. Esta niña, cuando todavía no comenzaba a caminar. No sabe qué cosa sea lo que Dios ha creado. Lo que conoce o recuerda de las maravillas de Dios, son estos sepulcros, este sol despiadado y las estrellas de la noche. Piedad para los culpables y para los inocentes, Señor, Salvador nuestro".
Todos están arrodillados con las manos extendida.
Jesús llora sobre tanta miseria. Abre sus brazos y en voz alta: "Padre. Lo quiero. Salud, vida, vista vengan sobre ellos". Se queda con los brazos abiertos orando intensamente, con toda su alma. Parece como si se levantase en el aire al orar. Cual una llama de amor, blanca y fuerte entre el fuerte oro del sol.
JUAN EL LEPROSO GRITA:
QUIERO SEGUIR TUS PASOS
SEA LA CIUDAD DE JERUSALÉN TU CAMPO
"¡Mamá! ¡Yo veo!" es el primer grito y al que responde el de su madre que estrecha contra su corazón a la niña curada. Luego se oyen los de los demás, y los de los apóstoles... Se ha realizado el milagro.
"Juan, tú que eres sacerdote, guiarás a tus compañeros en el rito. La paz sea con vosotros. También a vosotros os traeremos comida esta tarde". Bendice y hace como que se va.
Pero Juan el leproso grita: "Quiero seguir tus pasos. Dime qué debo hacer, ¿a dónde debo ir para predicarte?"
"En esta tierra desolada y desnuda que tiene necesidad de convertidos al Señor. Sea la ciudad de Jerusalén tu campo. Adiós".
"Ahora vamos a donde está mi Madre" les dice a los apóstoles.
"¿Dónde está?" preguntan varios.
JESÚS VA A DONDE ESTÁ SU MADRE,
EN LA CASA DE ANALÍA
"En una casa que Juan conoce. En casa de la niña curada el año pasado".
Entran en la ciudad. Caminan una buena parte del populoso suburbio de Ofel hasta llegar a una casita blanca. Entra con su dulce saludo en la casa, cuya puerta está entornada. De dentro se oye la voz dulce de María, y la argentina de Analía y la gruesa de su mamá. La niña se postra para adorarlo; su mamá se arrodilla. María se pone en pie.
Querrían entretener al Maestro con su Madre, pero promete regresar otro día. Bendice y se va. Pedro se va feliz con María. Ambos llevan al niño de la mano y parecen una familia feliz. Muchos vuelven la cara para mirarlos. Jesús los mira con una sonrisa al verlos ir.
"Simón está feliz" dice Zelote.
"¿Por qué sonríes, Maestro?" pregunta Santiago de Zebedeo.
VEO EN ESE GRUPITO UNA GRAN PROMESA
"Porque veo en ese grupito una gran promesa".
"¿Cuál, Hermano? ¿Qué ves?" pregunta Tadeo.
"Veo esto: que podré irme tranquilo, cuando llegue la hora. No debo temer por mi Iglesia. Será entonces pequeña y delgaducha como Marzyiam, pero estará mi Madre para tenerla de la mano y para prodigarle favores maternales. Estará Pedro para hacer las veces de padre. En su mano honrada y callosa puedo poner sin preocupación la mano naciente de mi Iglesia. La protegerá con su fuerza. Mi Madre con la de su amor y crecerá la Iglesia... como Marzyiam... ¡Es verdaderamente el niño-símbolo! Dios bendiga a mi Madre, a mi Pedro y a su niño y nuestro. Vamos ahora a la casa de Juana..."...
...De nuevo nos encontramos, al atardecer, en la casa de Betania. Muchos, cansados, se han retirado. Pedro va y viene caminando por el sendero. Levanta frecuentemente su cabeza hacia la terraza donde están sentados conversando Jesús y María. Juan de Endor está hablando con Zelote, sentados bajo un granado todo en flor.
María ha hablado ya por algún tiempo, porque oigo que Jesús dice: "Todo lo que me has dicho es justo y lo tendré presente. Por lo que se refiere a Analía, también digo que tu consejo es justo. Es buen señal que el hombre la haya recogido prontamente. La alta Jerusalén está llena de terquedad y envidia, podría decir, también de asquerosidad. Pero dentro de su humilde pueblo hay perlas de valor desconocido. Estoy contento de que Analía sea feliz. Es una creatura más del cielo que de la tierra; y tal vez el hombre, ahora que ha entrado en el concepto del espíritu, lo intuye y como que siente un respeto profundo. Lo demuestra su idea de irse a otra parte, para no turbar con hálito humano el cándido rostro de su jovencita".
"Sí, Hijo mío. El hombre percibe el perfume de los vírgenes... me acuerdo de José. No sabía qué palabras usar. No conocía mi secreto... y sin embargo me ayudó a decírselo con una intuición de santo. Había percibido el aroma de mi alma... Ve también a Juan...¡Qué paz!... Todos lo buscan. El mismo Judas de Keriot que... No, Hijo. Judas no ha cambiado, lo sé y Tú lo sabes. No hablamos porque no queremos principiar la guerra, pero aunque no lo hagamos, sabemos...y aunque no hablamos, los otros lo intuyen...¡Oh! ¡Jesús mío! Hoy los jóvenes me contaron en Getsemaní el episodio de Mágdala y el de la mañana del sábado... La inocencia habla... porque ve a través de los ojos de su ángel. Pero también los viejos lo entreven... no están equivocados. Es un hombre falso... Todo en él es falso... tengo miedo de él y tengo en mis labios las mismas palabras de Benjamín en Mágdala y de Marzyian en Getsemaní, porque siento la misma repugnancia por Judas, como la que le sienten los niños".
"¡No todos pueden ser Juan!"
"¡No lo exijo! Sería entonces un paraíso la tierra. Mira, me has hablado de otro Juan... un hombre que asesinó... me causa sólo piedad. Judas me causa miedo".
"¡Ámalo, Madre! ¡Ámalo, por amor mío!"
"Sí, Hijo. Pero de nada servirá mi amor. Será para mí sufrimiento y para él, culpa. Oh, ¡por qué entró! Molesta a todos, ofende a Pedro que es digno de todo respeto".
"Sí (-le responde Jesús-). Pedro es muy bueno. Por él haría cualquier cosa porque se lo merece".
"Y si le oyeses decir con esa su sonrisa abierta y franca: "'¡Ah Señor, eso no es verdad!" y tuviese razón!"
"Madre, ¿a qué viene eso?" Mas Jesús sonríe ya dándose por enterado.
MARÍA INTERCEDE POR PEDRO PARA QUE JESÚS
LE CONCEDA POR HIJO A MARZIAM
"A que Tú no le complaces dándole un hijo. El me ha dado cuenta de todas sus esperanzas, de sus deseos... y de tus negativas".
"¿Y no te ha dado cuenta también de la razón que las justifica?"
"Sí, lo ha hecho. Y ha añadido: "Es verdad... pero yo soy un hombre, un pobre hombre. Jesús se obstina en considerarme un gran hombre cuando yo estoy seguro de ser un hombre por demás mezquino y por eso... me podría dar un niño. Para tenerlos me casé... y me moriré sin conseguirlos". Y me ha dicho -indicando al niño que, feliz con el hermoso vestido que le había comprado Pedro, le había besado llamándole: Padre querido (-me ha dicho: ¿Ya ves? Cuando esta criaturita, a la que hace tan sólo diez días que la conozco, me llama así, yo me pongo más blando que la manteca y más dulce que la miel, y lloro porque... cada día que pasa me arranca las lágrimas este niño...). Calla María observando a Jesús, estudiándole en su rostro y aguardando su respuesta... Mas Jesús ha puesto el codo sobre la rodilla, la cabeza descansando en la mano y calla contemplando el amplio verdor del huerto.
María le coge la mano y se la acaricia diciendo: "Simón abriga este gran deseo... Mientras he estado con él no ha hecho sino hablarme de ello y con razones tan sensatas que... nada he podido decirle para hacerle callar. Sus razones eran las mismas que nos hacemos nosotras, mujeres y madres. El niño no es robusto. De haber sido como Tú... ¡oh!, entonces podría afrontar sin temor la vida de discípulo. Mas ¡es tan débil...! Sí, muy inteligente, muy bueno... pero nada más. Cuando una tortolita es delicada no se la puede lanzar de pronto al vuelo como se hace con las que están fuertes. Los pastores son buenos... pero siempre hombres. Los niños tienen necesidad de las mujeres. ¿Por qué no se lo dejas a Simón? Mientras le niegues una criatura nacida propiamente suya, comprendo el motivo. Un pequeñín nuestro es como un ancla. Y Simón, destinado a tan importante porvenir, no puede tener al pronto nada que le distraiga de él. Mas, con todo, has de convenir conmigo en que él ha de ser el "padre" de cuantos hijos Tú le confíes. Y ¿cómo podrá ser padre sin haberse practicado con un niño? Un padre debe ser dulce y Simón es bueno, pero no dulce. Es impulsivo e intransigente. Tan sólo una criaturita podrá enseñarle el arte sutil de la compasión hacia los débiles... Ten en cuenta este destino de Simón... ¡Ha de ser tu sucesor! ¡Oh, que haya de pronunciar palabras de tanta responsabilidad! Mas, por el gran dolor que me produce expresarlas, escúchame. Nunca te aconsejaría algo que no fuese bueno. Marziam... Tú quieres hacer de él un discípulo perfecto... mas todavía es un niño. Tú... desaparecerás antes de que él llegue a ser hombre. Y ¿a quién encomendarlo mejor que a Simón para completar su formación? En fin, ¡pobre Simón!, ya sabes Tú los disgustos que ha tenido por Ti motivados por su suegra. Con todo, aún no ha vuelto a recobrar ni una pizca de su pasado, de su libertad de hace un año al no haberle dejado en paz su suegra a la que ni Tú has podido hacerle cambiar. Y ¿aquella pobre criatura de su mujer? ¡Oh, qué deseo tiene de amar y de ser amada! Su madre...¿oh?... ¿Y el marido? Un querido prepotente... Nunca contó con un afecto sin que, a cambio, se le haya exigido demasiado... ¡Pobre mujer! Déjale el niño. Pero, escucha, Hijo. Por ahora nos lo llevamos nosotros. Iré yo también a Judea y me llevarás contigo al lado de una que fue compañera mía en el Templo y es casi pariente puesto que desciende de David. Está en Betsur. La veré muy a gusto si es que todavía vive. Después, al volver a Galilea, se lo confiaremos a Púrpura y cuando estemos en las cercanías de Betsaida, Pedro se hará cargo de él. Cuando nos vayamos lejos de aquí, el niño estará con él. ¡Ah, veo que ahora sonríes! Entonces es que le complaces a tu Mamá. ¡Gracias, Jesús mío!"
SIMÓN DE JONÁS, VEN AQUÍ
¡VEN AQUÍ, HOMBRE CORRUPTOR Y USURPADOR!
...TENDRÁS EL NIÑO...
NO LO COMUNIQUES A LOS OTROS
EL SECRETO QUE VENCE AL MAESTRO
CON EL ARMA DE LA PALABRA MATERNA
AGRADÉCESELO A ELLA QUE NO A MÍ
"Sí, sea como tú quieres". Jesús se levanta y llama fuerte: "Simón de Jonás, ven aquí".
Pedro da un brinco y sube disparado las escaleras: "¿Qué quieres, Maestro?"
"¡Ven aquí, hombre corruptor y usurpador!"
"¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho, Señor?"
"Has corrompido a mi Madre. Para esto quisiste estar a solas con Ella. ¿Qué habré de hacer contigo?" Pero Jesús sonríe y Pedro se siente seguro.
"¡Oh!", dice, "verdaderamente me has asustado! Mas ahora ríes... ¿Qué quieres de mí, Maestro? ¿La vida? Nada más tengo que ella pues todo me lo has tomado... Pero si así lo quieres, te la doy".
"No te quiero quitar sino dar. Pero no te aproveches de la victoria ni comuniques el secreto a los otros, hombre por demás astuto que le vences al Maestro con el arma de la palabra materna. Tendrás el niño, pero..."
Jesús no puede continuar hablando porque Pedro, que se había arrodillado, se pone en pie de un salto y le besa a Jesús con tal ímpetu que le corta la palabra.
"Agradéceselo a Ella, que no a Mí. Y recuerda que esto debe servirte de ayuda y no de obstáculo...".
"Señor, no tendrás que arrepentirte del regalo...¡Oh María! Seas Tú siempre bendita, santa y buena..."
Y Pedro, que ha vuelto a ponerse de rodillas, llora copiosamente besando la mano de María..."
III. 352-363.
A. M. D. G.