AGLAE CON EL MAESTRO
#Jesús entra solo en la casa de Zelote
#Sólo cuando María lo llama levanta la cabeza
#MARÍA PRESENTA A JESÚS A AGLAE
#MIRA, HIJO, A LA QUE TANTO TIEMPO TE BUSCABA
#¿cómo puede Dios amar mi fango?
#¿TE HE DICHO ALGUNA VEZ MENTIRA?
#"Sí, creo, creo. Pero Tú dime: "Yo te perdono".
#¡QUÉ DEBO HACER PARA TENER LA VIDA ETERNA?
#¿NO ES ESE QUE HABLABA? DE TI #AGLAE SE INCLINA A BESAR LOS PIES DEL SEÑOR
#SE OYE EL ALEJARSE DE SUS PASOS...
#ESTAS SON SUTILEZAS RABÍNICAS
#LA GRATITUD ES UNA GRAN VIRTUD
JESÚS ENTRA SOLO EN LA CASA DE ZELOTE
Jesús entra solo en la casa de Zelote. Está cayendo la tarde, plácida y serena, envuelta en los rayos del sol. Jesús se asoma a la puerta de la cocina, saluda y luego sube a meditar a la habitación superior, preparada ya para la cena. No parece estar muy contento. Lanza frecuentes suspiros y va y viene por el salón. De cuando en cuando echa una mirada por la campiña circundante, que puede verse por muchas partes, desde esta amplia habitación, en forma de cubo, sobre el extenso terreno. Sale a pasear a la terraza, dando vueltas a su rededor. Se detiene a mirar a Juan de Endor que comedidamente saca agua del pozo para la atareada Salomé. Mira, sacude la cabeza y suspira.
La fuerza de su mirada hace voltear a Juan, que le pregunta: "Maestro, ¿se te ofrece algo?"
"No. Te miraba solamente".
"Juan es bueno. Me ayuda" dice Salomé.
"Dios también le recompensará por esta ayuda".
LEVANTA LA CABEZA
Dichas estas palabras vuelve a entrar al salón y se sienta. Está tan absorto en sus pensamientos que no oye el alboroto de tantas voces y el arrastrarse de pies en el corredor que da a la entrada, ni dos pisadas rápidas que suben por la escalera de fuera y que se acercan. Sólo cuando María lo llama, levanta la cabeza.
"Hijo, ha llegado a Jerusalén Susana con la familia y me ha traído inmediatamente a Aglae. ¿Quieres escucharla mientras estamos solos?"
"Sí, Madre. Al punto. Y que nadie suba, hasta que no haya terminado. Espero que termine todo antes de que regresen los demás. Te ruego que veas que no haya curiosos indiscretos... nadie... sobre todo Judas de Simón".
"Vigilaré muy bien..."
MARÍA PRESENTA A JESÚS A AGLAE
María sale y poco después regresa con Aglae de la mano, que no viene ya envuelta en su manto gris y con el velo caído por delante. No trae sandalias altas y entrelazadas con correas y cintas que antes usaba. Ahora parece una hebrea con sus sandalias bajas y planas, sencillísimas como las de María, con su vestido de color azul oscuro sobre el que pende el manto, y con el velo blanco como lo usan las hebreas de pueblo, esto es, sencillamente sobre la cabeza con una extremidad que cae sobre sus espaldas de modo que la cara no queda totalmente cubierta. Es el vestido usual de muchísimas mujeres; y el estar en medio de un grupo de galileos, ha evitado a Aglae el ser reconocida.
Entra con la cabeza baja. A cada paso que da enrojece. Me imagino que si María no la empujase dulcemente hacia Jesús, se habría arrodillado en el umbral.
MIRA, HIJO, A LA QUE TANTO TIEMPO TE BUSCABA
"Mira, Hijo, a la que hace tanto tiempo te buscaba. Escúchala" dice María cuando se acerca a Jesús y luego se retira, bajando las cortinas sobre las puertas entornadas. Cierra la que está más cerca de la escalera.
Aglae se quita la alforja que trae sobre las espaldas. Se arrodilla a los pies de Jesús en medio de un gran llanto. Se dobla hasta el suelo y llora con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados sobre él.
"No llores así. Ya no es tiempo. Debiste haber llorado cuando no querías a Dios, no ahora que lo amas y te ama".
Pero Aglae continúa llorando...
"¿No crees que sea así?"
En medio de los sollozos sale la voz: "Lo amo, es verdad, como sé, como puedo... pero aún cuando sé y creo que Dios es Bondad, no puedo atreverme a esperar que tenga yo su amor. He pecado mucho... Tal vez, un día lo tendré... Todavía me falta mucho que llorar... por ahora estoy sola en mi amor. Estoy sola... no es la soledad sin esperanzas de los años pasados. Es un soledad llena del deseo de Dios, y por esto de esperanza... pero muy triste, muy triste..."
"Aglae, ¡qué mal conoces al Señor! Este deseo que tienes de Él, es prueba de que corresponde a tu amor, que es tu amigo, que te llama, que te invita, que te quiere. Dios es incapaz de permanecer inerte ante el deseo de la creatura, porque ese deseo lo ha encendido el Creador y Señor de todas las cosas, en el corazón. Lo ha encendido Él porque con amor privilegiado ama al alma que lo busca. El deseo de Dios siempre precede al de la creatura, porque Él es Perfectísimo y por esto su amor es más diligente e inflamado que el de la creatura".
¿CÓMO PUEDE DIOS AMAR MI FANGO?
"Pero ¿cómo puede Dios amar mi fango?"
"No trates de entenderlo con tu inteligencia. Es un abismo de misericordia, incomprensible para la mente humana. Pero lo que no puede comprender con la razón, lo comprende la inteligencia del amor, el amor del espíritu. Este comprende y entra segura en el misterio que es Dios y en el misterio de las relaciones del alma con Dios. Entra, Yo te lo digo. Entra porque Dios lo quiere".
"¡Oh, Salvador mío!¿De veras he sido perdonada? ¿Soy amada yo? ¿Lo debo de creer?"
"¿TE HE DICHO ALGUNA VEZ MENTIRA?
"Oh, no, Señor. Todo lo que me dijiste en Hebrón se ha cumplido. Me has salvado como tu nombre significa. Me has buscado a mí, alma perdida. Has devuelto la vida a mi alma, que estaba muerta. Me dijiste que si te buscaba, te encontraría. Y es verdad. Me dijiste que estás donde el hombre tiene necesidad de médico y medicina. Es verdad. Todo, todo lo que dijiste a la pobre Aglae, desde aquella mañana de junio, hasta lo de Aguas Claras..."
"Entonces debes creer lo que te acabo de decir".
"Sí, creo, creo. Pero Tú dime: "Yo te perdono".
"Yo te perdono en nombre de Dios y de Jesús".
¿QUÉ DEBO HACER PARA TENER LA VIDA ETERNA?
"Gracias... pero ahora... ahora ¿qué debo hacer? Dime Salvador mío, ¿qué cosa debo hacer para tener la Vida eterna? El hombre se corrompe solo con mirarme... No puedo vivir con el sobresalto continuo de ser descubierta y rodeada... en este viaje temblaba ante cada mirada de un hombre... no quiero más pecar ni hacer pecar. Dime ¿cuál es el camino que debo seguir? El que me indiques, lo seguiré. Sabes que soy fuerte en las fatigas... y si por mucha fatiga tuviese que morir, no tengo miedo. Llamaré a la muerte "amiga mía" porque me quitará de todos los peligros de la tierra y para siempre. Habla, Salvador mío".
"Vete a un lugar despoblado".
"¿A dónde, Señor?"
"A dónde quieras. A dónde te lleve tu espíritu".
"¿Será capaz mi espíritu, que apenas se ha formado, de tanto?"
"Sí, porque Dios te conduce".
"Y ¿quién me hablará de Dios?"
"Tu alma que ha resucitado ahora..."
"Jamás sobre la tierra. Dentro de poco te habré redimido del todo y entonces vendré a tu espíritu para prepararte a subir a Dios".
"¿Cómo acaecerá mi redención completa si no te veré más? ¿Cómo me la darás?"
"Al morir por todos los pecadores".
"Oh, ¡no! Tú... ¡Jamás!"
"Para daros la vida debo darme la muerte. Por esto he venido con carne humana. No llores... Muy pronto te juntarás conmigo después de haber consumado mi sacrificio y el tuyo".
"¿Mi sacrificio, Señor? ¿Moriré también yo por Tí?"
"Sí, pero de otro modo. Por ahora morirá tu carne y porque quiere tu voluntad. Hace como un año que está muriendo. Cuando haya muerto del todo te llamaré".
"¿Tendré la fuerza de destruir mi carne culpable?"
"En la soledad donde estarás y donde Satanás te asaltará con una violencia libidinosa cuanto más te acerques al cielo, encontrarás un apóstol mío, que fue pecador antes y que ahora es redimido".
"¿No es entonces ese que hablaba de Ti? El ha sido muy bueno, para haber sido pecador".
"No es ese, es otro. Cuando sea el tiempo propio irá a donde estás. Te enseñará lo que ahora todavía no puedes comprender. Vete en paz. La bendición de Dios venga sobre ti".
AGLAE SE INCLINA A BESAR LOS PIES DEL SEÑOR
Aglae, que ha estado de rodillas, se inclina a besar los pies del Señor. No se atreve a algo más. Toma su alforja, la vacía. Caen vestidos sencillos, un bolsito que suena y un frasco de fino alabastro color de rosa.
Aglae vuelve a meter los vestidos, toma el saquito y dice: "Esto es para tus pobres. Es el resto de mis joyeles. No me he reservado sino el dinero para el largo viaje... porque, si Tú no me lo hubieses dicho, me había ido a tierras lejanas. Esto es para Ti. Es menos suave que el perfume de tu santidad. pero es lo mejor que puede dar de sí la tierra. Me servía para hacer el mal... Helo aquí. Que Dios me conceda perfumar al menos como este, ante tu presencia, en el cielo" y destapa el frasquito y desparrama su contenido sobre el suelo. Un aroma fuerte de rosas se levanta de los tapetes que se impregnan con la esencia. Aglae quita el frasquito vacío: "Como recuerdo de esta hora" dice y luego se inclina nuevamente a besar los pies de Jesús. Se levanta, se retira sin dar las espaldas, sale y cierra la puerta...
SE OYE EL ALEJARSE DE SUS PASOS...
Se oye el alejarse de sus pasos en dirección a la escala, se oye su voz que se mezcla a la de María, luego se percibe el sonido de las sandalias que bajan por la escalera, y luego no se oye más.
Ninguna otra cosa de Aglae queda sino su bolsito a los pies de Jesús y el aroma fortísimo que ha invadido toda la habitación. Jesús se levanta... recoge el saquito, y se lo guarda en el pecho. Se dirige a una ventana que da al camino; sonríe al ver a la mujer que sola se aleja envuelta en su manto hebreo en dirección de Belén. Hace señal de bendecir. Va a la terraza y dice: "Mamá".
María ligera sube la escalera: "La has hecho feliz, Hijo mío. Se ha ido con fortaleza y paz".
"Sí, mamá. Cuando regrese Andrés, mándamelo cuanto antes".
Pasa el tiempo. Luego se oyen las voces de los apóstoles que regresan... Acude Andrés: "Maestro, ¿me necesitabas?"
"Sí, ven aquí. Nadie lo sabrá, pero es justo que se te diga a ti. Andrés, gracias en nombre de Dios y de un alma".
"¿Gracias? ¿de qué cosa?"
"¿No percibes este perfume? Es el recuerdo de la Velada. Ha venido. Se ha salvado".
Andrés se pone rojo como amapola. Cae de rodillas. No encuentra ni una palabra que decir... Al fin murmura: "Ahora estoy contento. ¡Sea bendito el Señor!"
"Sí. Levántate. No digas a los demás que vino".
"Me guardaré el secreto, Señor".
"Vete. Oye, ¿está todavía Judas de Simón?"
"Sí, nos quiso acompañar... diciendo... tantas mentiras. ¿Por qué obra así, Señor?"
"Porque es un muchacho con defectos. Dime la verdad: ¿habéis peleado?"
"No. Mi hermano está feliz con su niño para querer pelear, y los demás... lo sabes... son más prudentes. Pero en realidad, en nuestro corazón, todos estamos disgustados. Después de cenar se irá... con otros amigos... dice él. ¡Oh! y ¡desprecia a las meretrices!...
"Se bueno, Andrés. Esta noche también tú debes sentirte feliz..."
"Sí, Maestro. Tengo también la paternidad, aunque invisible. Me voy".
Pasa un poco de tiempo, y luego suben en grupo los apóstoles con el niño y Juan de Endor. Los siguen las mujeres con los alimentos y con luces. Al último viene Lázaro con Simón. Apenas entran en la habitación cuando exclaman: "Ah, ¡pero si salía de aquí!" y aspiran el aire cargado de perfume de rosas, que todavía se siente, no obstante que las puertas estén abiertas.
"Pero ¿quién ha perfumado tanto esta habitación? Marta, tal vez" dicen varios.
"Mi hermana no se ha movido de casa, después de la comida" dice Lázaro.
"Entonces ¿quién fue? ¿Algún sátrapa asirio?" dice con sorna Pedro.
"El amor de una redimida" dice con seriedad Jesús.
"Podía haberse ahorrado este inútil desahogo de redención, y dar lo que gastó a los pobres. Hay tantos, y saben que repartimos. No tengo ni un centavo más" dice irritado Iscariote. "Y tenemos que comprar el cordero, alquilar la habitación para el cenáculo y ..."
"Pero os he pagado todo yo..." dice Lázaro.
"No es justo. El rito pierde su belleza. La Ley dice: "Tomarás un cordero para ti y tu familia". No dice: "Aceptarás un cordero".
Bartolomé se voltea rápido, abre la boca, luego la cierra. Pedro está colorado por el esfuerzo que hace por callar. Pero Zelote, que está en su casa, cree tener derecho de hablar. Dice: "Estas son sutilezas rabínicas... Te ruego que no les hagas caso y que guardes, en cambio, respeto a mi amigo Lázaro".
"¡Bravo, Simón!" revienta Pedro. "¡Bravo! Me parece que nos olvidamos algunas veces que el único que tiene derecho de enseñar es el Maestro..." Pedro dice "nos olvidamos" con esfuerzo heroico para no decir: "que Judas se olvida".
"Es verdad... pero... estoy nervioso... es todo. Perdona, Maestro.
LA GRATITUD ES UNA GRAN VIRTUD
"Sí, y también oye lo que te voy a decir. La gratitud es una gran virtud. Estoy agradecido a Lázaro, como aquella redimida lo estuvo conmigo. Derramo sobre Lázaro el perfume de mi bendición y también sobre mis apóstoles que no saben hacerlo. Yo lo hago, Yo, la cabeza de vosotros. La mujer esparció a mis pies el perfume de su alegría por haber sido salvada. Reconoció al Rey, y vino a Él, antes de muchos otros sobre quienes el Rey ha derramado mucho más amor que sobre ella. Lo que ha hecho no se lo critiquéis. No podrá asistir a mi aclamación, ni a mi unción. Su cruz la lleva sobre sus espaldas ya. Pedro: Habías preguntado se había venido un sátrapa asirio. En verdad te digo que ni siquiera el incienso de los Magos, tan puro y tan valioso, fue más delicado que este. La esencia se ha difundido en el llanto y por eso es tan fuerte: La humildad sostiene el amor y lo hace perfecto. Vamos a comer, amigos..."
Y con el ofrecimiento de la comida, termina la visión.
III. 363-369
A. M. D. G.