JESÚS Y LOS GENTILES EN BETANIA
CÓMO SE CONSTRUYE UNA FE
#JESÚS Y LOS GENTILES EN BETANIA
#La fe se construye como se construyen los templos de los que estáis muy orgullosos.
#¿Crees de veras que ella se acuerda de Dios?
#EL ALMA EXPERIMENTA TRES FASES EN SU FORMACIÓN
#¿Cómo podemos crear espacio, dar libertad, elevar el alma?
#El alma es llevada siempre a lo más alto, sobre los tres escalones.
#LÁZARO HABLA CON JESÚS DE MARÍA MAGDALENA
JESÚS Y LOS GENTILES EN BETANIA
El descanso del sábado Jesús lo pasó cerca de un campo de lino en flor perteneciente a Lázaro. Más bien que cerca, diría yo, que se metió entre el lino que está alto, y sentado en el borde de un surco se sumerge en sus pensamientos. Cerca de El no hay nadie a no ser alguna mariposa o alguna lagartija que se sacude y que lo mira con sus ojitos de color amarillento, levantando su cabecita triangular y dejando ver su garganta blanquecina y palpitante. Fuera de esto, ninguna otra cosa más. Después de mediodía aun el mínimo soplo de viento se calla entre los tallos de lino. De lejos, tal vez del jardín de Lázaro, se oye la canción de una mujer, y con ella los gritos alegres del niño que juega con alguien. Después, una, dos, tres voces que dicen: "¡Maestro! ¡Jesús!"
Jesús se sacude y se levanta. Aunque el lino está ya crecido y es muy alto, sin embargo Jesús es más alto que él y aparece parte de su figura en el mar verde y azul del lino.
"Allí está, Juan" grita Zelote.
Y Juan a su vez dice; "¡Madre! El Maestro está aquí, en el lino".
Y mientras Jesús se acerca al sendero que lleva a la casa, llega María.
"¿Qué quieres, Mamá?"
"Hijo mío, han llegado algunos gentiles con mujeres. Dicen que Juana les dijo que estabas aquí. Dicen también que te han estado esperando durante estos días cerca de la Antonia..."
"¡Ah! Muy bien. Voy al momento. ¿En dónde están?"
"En casa de Lázaro, en su jardín. A él lo quieren los romanos y no siente el desprecio que nosotros sentimos. Les dijo que entrasen con sus carros, en el amplio jardín para no escandalizar a nadie".
"Está bien, Madre. Son soldados y damas romanas. Lo sé"
"Y ¿para qué te quieren?"
"Buscan la Luz, más que muchos de Israel".
"Pero ¿en qué forma y de qué modo creen en Ti? ¿Acaso como en Dios?
"A su manera de ellos, sí. Les es más fácil aceptar la idea de que un Dios se encarne en un hombre, más que nosotros".
"Entonces ¿han llegado a creer en tu fe?"
"Todavía no, Mamá. Primero les destruiré la suya. Por ahora soy a sus ojos un sabio, un filósofo, como dicen. Pero bien se trate de este anhelo de conocer doctrinas filosóficas, bien de su inclinación a creer posible la encarnación de un dios, me ayudan mucho para llevarlos a la verdadera fe. Créelo, son más sencillo en su modo de pensar, que muchos de Israel".
"¿Serán sinceros? Se dice que el Bautista..."
"No, si hubiera estado en sus manos, Juan estaría libre y seguro. A quien es rebelde se le deja estar. Aun más, te digo, que entre ellos el ser profeta -le llaman filósofo, porque la elevación de la sabiduría sobrenatural para ellos siempre es filosofía- es una garantía para que sea uno respetado. No te preocupes, Mamá. De este lado no me vendrá ningún mal..."
"Pero los fariseos... si lo saben, ¿qué dirán también de Lázaro?... A él ya lo han injuriado mucho..."
"Pero es intocable. ¡Saben que Roma lo protege!"
"Te dejo, Hijo mío. Viene Maximino para llevarte a donde están los gentiles" y María, que iba caminando al lado de Jesús se separa rápida, y se va en dirección de la casa de Zelote. Jesús entra por una puertecilla de hierro abierta que hay en la valla del jardín que está cerca del huerto; cerca del lugar, donde un día no lejano, será enterrado Lázaro.
Allí también esta Lázaro y nadie más: "Maestro, me permití hospedarlos..."
"Hiciste bien. ¿Dónde están?"
"Entre aquella sombra de bojes y laureles. Como ves están separados de la casa lo menos quinientos pasos".
"Está bien, está bien... Que la Luz llegue a todos vosotros".
"¡Salve, Maestro!" dice Quintiliano, vestido de civil.
Las damas se ponen en pie para saludar. Son Plautina, Valeria y Lidia. Hay una anciana, que no sé quién sea ni qué cosa, si del mismo rango o inferior. Están vestidas de una manera sencilla y nada las distingue.
"Hemos querido oírte. No viniste nunca. Estaba de... guardia cuando llegaste. Pero no te pude ver".
"Yo tampoco vi a un soldado amigo mío, en la Puerta de los Pescados. Se llama Alejandro..."
"¿Alejandro?... No sé exactamente si haya sido él. Lo que sé es que hace tiempo, tuvimos que retirar, para calmar a los judíos, a un soldado culpable... de ... haber hablado contigo. Ahora está en Antioquia. Pero tal vez regresará. ¡Oh! Cómo son fastidiosos... esos que quieren mandar todavía ahora que son súbditos. Es menester contemporizar para no llevar las cosas más lejos. Nos hacen difícil la vida, créelo... pero Tú eres bueno y sabio. ¿Nos diriges unas palabras? Tal vez pronto dejaré Palestina. Quiero alguna cosa que me traiga tu recuerdo".
"Os hablaré. Sí. Jamás desilusiono a alguien. ¿Qué queréis saber?"
Quintiliano mira con ojos interrogativos a las mujeres.
"Lo que quieras, Maestro" dice Valeria.
Plautina se pone de pie nuevamente y dice: "He pensado mucho... tengo tanto que saber... todo, para juzgar. Pero si es lícito preguntar, querría saber cómo se construye una fe, la tuya por ejemplo, sobre un terreno que dijiste ser yermo de la fe verdadera. Dijiste que nuestras creencias son vanas. Entonces nos quedamos sin nada. ¿Cómo se podrá llegar a tener fe?"
"Tomaré el ejemplo de una cosa que tenéis, por ejemplo, los templos. Vuestros edificios sagrados, verdaderamente bellos, que tienen un solo defecto y es que están dedicados a la Nada, os pueden enseñar cómo se puede llegar a tener una fe y dónde colocarla. Mirad. ¿Dónde se construyó? ¿Qué lugar se escoge para su construcción? ¿En qué forma son construidos? El lugar generalmente es espacioso, está libre y elevado. Si no es ni espacioso ni libre, se le hace, demoliendo cuanto estorba e impide. Si no está en alto, se le levanta sobre un estereóbato más alto que el usual de tres escalones, que se usa en los templos que se construyen sobre un lugar alto de por sí. Encerrados generalmente en una valla sagrada hecha de columnatas y pórticos, dentro de los que están los árboles sagrados para los dioses, fuentes y altares, estatuas y obeliscos, tienen por delante casi siempre el propileo, y más allá de éste está el altar donde se recitan las plegarias a la divinidad. Enfrente del altar está el lugar del sacrificio, porque al sacrificio precede la plegaria. Muchas veces, y sobre todo en los templos más suntuosos, un peristilo los ciñe con una guirnalda de mármoles preciosos. En el interior está el vestíbulo anterior, externo o interno al peristilo, la habitación de la divinidad, el vestíbulo posterior. Mármoles, estatuas, frontis, sotabancos, tímpanos, todo limpio, precioso, adornado, hacen que el templo sea un edificio muy digno aún a los ojos más burdos. ¿No es así?"
"Así es, Maestro. Los has visto y estudiado muy bien"" dice Plautina alabando.
"Pero ¡si nos consta que jamás has salido de Palestina!" exclama Quintiliano.
"Nunca he salido para ir a Roma o a Atenas, pero no ignoro la arquitectura griega o romana. En el genio del hombre que decoró el Partenón estaba Yo presente porque Yo estoy dondequiera haya vida y manifestación de ella. Allí donde piensa un sabio, esculpe un escultor, compone un poeta, canta una madre sobre la cuna, trabaja un hombre en los surcos, lucha un médico con las enfermedades, respira un ser viviente, vive un animal, vegeta un árbol, allí estoy Yo junto con Aquel de quien vengo. En el pavor del movimiento de los mares, en el vuelo de las águilas o en el silbido del mosquito estoy Yo con él, Altísimo Creador".
"Luego... Tú... ¿Tú sabes todo? ¿El pensamiento y las obras humanas?" pregunta una vez más Quintiliano.
"Así es".
Los romanos se miran estupefactos. Luego un rato de silencio después tímidamente Valeria dice: "Desenvuelve tu pensamiento, Maestro, para que sepamos qué cosa hacer".
COMO SE CONSTRUYEN LOS TEMPLOS
"Sí. La fe se construye como se construyen los templos de los que estáis muy orgullosos. Se busca espacio al templo, se busca que quede libre, que quede en alto".
"Pero ¿dónde está el templo en donde se ponga la fe, esa deidad verdadera?" pregunta Plautina.
"La fe no es una deidad, Plautina. Es una virtud. No hay deidades en la fe verdadera. Hay un único y verdadero Dios".
"Entonces... ¿está Él allá arriba, solo en su Olimpo? Y ¿qué hace si está solo?"
"Se basta a Sí mismo y se ocupa de todas las cosas creadas. Te dije antes que aún el silbido del mosquito lo tiene Dios presente. No se cansa, no lo dudes. No es un hombre pobre, dueño de un inmenso imperio en que se siente odiado, y en el que vive temblando. Es el Amor, y vive amando. Su vida es amor continuo. Se basta a Sí mismo porque su amor infinito, potentísimo, es la perfección. Son tantas las cosas creadas que viven por su continuo querer, que El no tiene tiempo de aburrirse. El aburrimiento es el fruto del ocio y del vicio. En el cielo del Dios verdadero no hay ocio ni vicio. Pero pronto va a tener, además de los ángeles que le sirven, un pueblo de justos que se alegrará con Él, y este pueblo aumentará cada vez más con los futuros creyentes en el Dios verdadero".
"¿Son los ángeles los genios?" pregunta Lidia.
"No, son seres espirituales como es Dios que los creó".
"Y ¿qué cosa son entonces los genios?"
"Como vosotros los imagináis, son mentira. No existen, como vosotros pensáis. Debido a la necesidad instintiva que experimenta el hombre por buscar la verdad, esta necesidad que es un acicate del alma que vive y que está presente aun en los paganos, pero que sufre en ellos; porque se le engaña en su deseo; porque tiene hambre, en su nostalgia, del Dios verdadero que ella sola recuerda en el cuerpo en que habita y al que gobierna una mente pagana. También vosotros habéis oído que el hombre no es sólo carne y que con su cuerpo perecedero está unido a un algo inmortal. De este modo lo tienen las ciudades y las naciones. Por esta razón creéis y sentís la necesidad de creer en los "genios" y os dais un genio individual. El de la familia, de la ciudad, de las naciones... Tenéis el "genio de Roma". Tenéis "el genio del emperador", y los adoráis como divinidades. Entrad en la fe verdadera. Conoceréis en contacto y amistad con vuestro ángel, a quien veneraréis, pero no adoraréis. Sólo Dios es adorado".
"Has dicho: "Acicate del alma que vive y está presente aun en los paganos, que sufre en ellos porque es engañada". Pero ¿de quién viene el alma?" pregunta Publio Quintiliano.
"De Dios. El es su Creador".
"¿No nacemos entonces de una mujer por sus relaciones matrimoniales con el hombre? También nuestros dioses han sido engendrados de este modo".
"Vuestros dioses no existen. Son fantasmas de vuestro pensamiento que tiene necesidad de creer. Porque esta necesidad es más imperiosa que la de respirar. Aun quien dice que no cree, cree. En alguna cosa cree. Solo el hecho de decir: "No creo en Dios" presupone otra fe, tal vez en sí mismo, o en su inteligencia soberbia. De creer siempre se cree. Es como el pensamiento. Si decís vosotros: "No quiero pensar" o también: "No creo en Dios", sólo con estas dos frases que decís, tratáis de mostrar que no queréis creer en Quien sabéis que existe, y en quien no queréis pensar. Para ser exactos en expresar este concepto, debéis decir acerca del hombre: "El hombre es engendrado como todos los animales, al unirse el hombre y la mujer. Pero el alma, o sea lo que diferencia al animal-hombre del animal bruto, viene de Dios. Él la crea cada vez que un hombre es engendrado, mejor, que es concebido en su seno y la injerta en esta carne que de otro modo sería sólo animal".
"¿Nosotros la tenemos? ¿Nosotros, los paganos? Si damos oídos a tus connacionales, parecería que no..." dice irónicamente Quintiliano.
"Cualquiera que ha nacido de mujer tiene alma".
"Pero Tú has afirmado que el pecado la mata. ¿Cómo entonces vive en nosotros, pecadores?" pregunta Plautina.
"Vosotros no pecáis contra la fe, pensando que estáis en la Verdad. Cuando la conozcáis y persistáis en el error, entonces, cometeréis pecado. De igual modo, muchas cosas que para los israelitas son pecado, para vosotros no lo son, porque ninguna ley divina las prohíbe. El pecado existe cuando uno conscientemente se rebela contra la orden de Dios y dice: "Sé que esto está mal, pero no me interesa, quiero hacerlo". Dios es justo. No puede castigar a quien hace el mal, creyendo hacer el bien. Castiga a quien, habiendo tenido modo de conocer el bien y el mal, escoge este último y persiste en él".
"Luego ¿en nosotros hay alma, y vive y está presente?"
"Sí".
¿CREES QUE EL ALMA SE ACUERDA DE DIOS?
"¿Y sufre? ¿Crees de veras que ella se acuerda de Dios? Nosotros no nos acordamos del seno que nos llevó. No podemos decir cómo estaba hecho. El alma, si he entendido bien, es engendrada espiritualmente por Dios. ¿Puede acaso recordarlo, si el cuerpo no se acuerda de su larga permanencia en el seno?"
"El alma no es un bruto, Plautina. El embrión, sí. Y tan es verdad esto, que el alma se dona, cuando el feto está formado. El alma es, a semejanza de Dios, eterna y espiritual. Eterna desde el momento en que viene creada, mientras Dios es el perfectísimo Eterno, y por esto no tiene principio en el tiempo como no tendrá fin. El alma, reluciente, inteligente, espiritual obra de Dios, se acuerda. Y sufre porque desea a Dios, al Dios verdadero de quien viene, y tiene hambre de Dios. Esta es la razón por qué aguijonea al cuerpo que tardo trata de acercarse a Dios".
"Entonces ¿tenemos también un alma como la tienen a los que llamáis "justos" de vuestro pueblo? ¿Exactamente igual?"
EL ALMA EXPERIMENTA TRES FASES
EN SU FORMACIÓN
"No, Plautina. Tiene sentido diferente, según lo que quieras dar a entender. Si te refieres a su origen y naturaleza, es igual completamente a la de nuestros santos. Si te refieres a la formación, entonces te diré que es diversa. Si después te quieres referir a la perfección alcanzada antes de la muerte, entonces la diferencia puede ser absoluta. Pero esto sucede no sólo en vosotros, paganos, también un hijo de este pueblo puede ser absolutamente diferente, en la vida futura, de un santo. El alma experimenta tres fases. La primera es la de su creación. La segunda la de una nueva creación. La tercera la de la perfección. La primera es común a todos los hombres. La segunda es propia de los justos que con su voluntad llevan al alma a un nuevo nacimiento más completo, al unir sus buenas acciones con la obra buena de Dios y de este modo transforman su alma que ya es perfecta espiritualmente en un alma más perfecta. Esta es como el puente entre la primera y la tercera. La última es propia de los bienaventurados, o santos si así quieren llamarlos, los cuales han superado con miles y miles de grados su alma original, que es propia del hombre y la han hecho apta para reposar en Dios".
dar libertad, elevar el alma?"
"Con destruir las cosas inútiles que tenéis en vuestro yo. Liberarlo de todas las ideas erróneas, y con los escombros de esta demolición construir un lugar elevado donde el templo sea soberano.
El alma es llevada siempre a lo más alto,
sobre los tres escalones.
¡Oh! A vosotros romanos os gustan los símbolos. Mirad los tres escalones a la luz del símbolo. Pueden deciros sus nombres: penitencia, paciencia y constancia. O también: humildad, pureza, justicia. O bien: sabiduría, generosidad, misericordia. O en fin el trinomio sin par: fe, esperanza y caridad. Una vez más contemplad el símbolo de la valla, que adornada y robusta ciñe el área del templo. Es necesario saber rodear al alma, reina del cuerpo, templo del Espíritu Eterno, con una barrera que la proteja pero sin quitarle la luz, ni oprimirla con vistas de inmundicias. Una valla limpia y desbastada del deseo de amor por las cosas inferiores, la carne y la sangre, y dirigida hacia lo que es superior: el espíritu. Desbastar con la voluntad. Hacer desaparecer esquinas, resquebraduras, manchas, venas mal formadas del mármol de nuestro yo para que sea perfecto en torno del alma. Y al mismo tiempo hacer un misericordioso refugio de la valla puesta al abrigo del templo, para los más infelices que no conocen lo que es la caridad. Los pórticos son el derramar amor, piedad, deseo de que otros vengan a Dios, a esos brazos amorosos que se abren para cubrir la cuna de un huérfano y más allá de la valla las plantas más hermosas y más perfectas, como homenaje al Creador. Primero sembrad en terreno baldío, y luego cultivad las plantas. Cualquier virtud que sea. Lo cual constituye la segunda valla fresca y florida alrededor del sagrario. Ente las plantas, entre las virtudes, fuentes que son amor, purificación antes de acercarse al propileo, cerca del que, y antes de subir al altar, se debe hacer el sacrifico de la carnalidad, quitarse las venas de la lujuria. Y luego seguir más adelante hasta el altar para colocar la ofrenda y después pasando el vestíbulo donde está Dios... Y ¿qué será el lugar en donde está Dios? Una abundancia de riquezas espirituales, porque ninguna cosa es bastante para hacer un marco a Dios.
"¿Habéis entendido? Me preguntasteis cómo se construye la fe. Os respondí: "Como se alzan los templos". Ved que así es. ¿Tenéis otra cosa qué preguntarme?
"No, Maestro. Creo que Flavia escribió lo que dijiste. Claudia las quiere saber. ¿Las escribiste?"
"Al pie de la letra" dice la mujer, que entrega las tablas enceradas.
"Las tendremos para poder leerlas" dice Plautina.
"Es cera. Se borra. Escribidlas en el corazón. Nunca se borrarán".
"Maestro, están llenos de templos vanos. Arrojamos tu palabra contra de ellos para sepultarlos. Pero es un trabajo largo" dice Plautina con un suspiro. Y luego: "Acuérdate de nosotros en tu cielo..."
"Id seguras que lo haré. Os dejo. Tened en cuenta que vuestra venida me ha hecho feliz. Adiós, Publio Quintiliano. Acuérdate de Jesús de Nazaret".
Las mujeres saludan y son las primeras en retirarse. Después, pensativo, se va Quintiliano. Jesús lo mira que sale acompañado de Maximino que los lleva otra vez a sus carros.
LÁZARO HABLA CON JESÚS DE MARÍA MAGDALENA
"¿Qué piensas, Maestro?" pregunta Lázaro.
"Que hay muchos infelices en el mundo".
"Y yo, soy uno de ellos".
"¿Por qué, amigo mío?"
"Porque todos vienen a Ti, y María no. ¿No es acaso la desgracia más grande?"
Jesús lo mira y sonríe.
"¿Sonríes? Pero ¿no te duele que María no se convierta? ¿No te importa que yo sufra? Marta no hace otra cosa que llorar desde el lunes por la noche. ¿Quién era esa mujer? ¿No sabes que por un día entero estuvimos esperando que fuera ella?"
"Sonrío, porque eres un niño impaciente... y sonrío porque pienso que desperdiciáis sin razón energía y lágrimas. Si hubiese sido ella, habría corrido a anunciároslo".
"Entonces... ¿no fue ella?"
"¡Oh!... ¡Lázaro!"
"Tienes razón. Paciencia. ¡Todavía paciencia!... Mira, Maestro, las joyas que me diste para que las vendiese. Se han convertido en dinero para los pobres. Eran muy hermosas... eran de mujer".
"Eran de "esa" mujer".
"Me lo imaginaba. Hubiesen sido de María... Pero ella... ella... Voy perdiendo las esperanzas, ¡Señor mío!"
Jesús lo abraza por unos instantes sin decirle nada. Luego: "Te ruego que guardes secreto completo en lo que se refiere a estas joyas. Ella debe desaparecer de la admiración y de los apetitos como una nube que el viento lleva a otras partes, sin que deje rastro alguno en el azul del cielo".
"Pierde cuidado, Maestro... y, en cambio, tráeme a María, a nuestra infeliz María..."
"La paz sea contigo, Lázaro. Lo que prometo lo cumplo".
III. 387-396.
A. M. D. G.