PARÁBOLA DEL REY QUE CELEBRA
LAS BODAS DE SU HIJO
Palabras consoladoras de Jesús para los que son pobres
#Parábola del rey que celebra las bodas de su hijo
#Comentario que hace Jesús de la parábola
#Jesús responde a Judas de sus reproches
#Y ahora me despido de vosotros que os quedáis, porque mañana al amanecer partiremos.
Jesús se dirige a un prado cuya hierba
que cortaron hace poco, y que sirve de alfombra
en medio de su fragancia un poco acre.
Lo siguen los apóstoles, las Marías, Marta y Lázaro
con los de su casa, Isaac con los discípulos, diría yo,
toda Betania.
...de hecho es incansable -mientras los últimos rayos rojizos del sol se pierden, y los grillos empiezan a saludar la noche- Jesús se dirige a un prado cuya hierba que cortaron hace poco, y que sirve de alfombra en medio de su fragancia un poco acre. Lo siguen los apóstoles, las Marías, Marta y Lázaro con los de su casa, Isaac con los discípulos, diría yo, toda Betania. Entre los siervos está el anciano con la mujer, los dos que en el Monte de las Bienaventuranzas encontraron una ayuda aun para sus días.
Jesús se detiene a bendecir al patriarca que le besa entre lágrimas la mano, y que acaricia al niño que camina al lado de Jesús. Le dice: "¡Dichoso tú que lo puedes seguir siempre! Sé bueno, sé atento, hijo. Tienes una gran suerte. Sobre tu cabeza está suspendida una corona... ¡Oh!...¡Qué dichoso eres!"
Palabras consoladoras de Jesús
para los que son pobres
Cuando todos se han acomodado, Jesús empieza a hablar: "Han partido nuestros pobres amigos que tenían necesidad de ser muy consolados en la esperanza, en la seguridad, de que basta saber poco para poder entrar al Reino, que basta un mínimo de verdad sobre el que trabaje la voluntad, os hablo ahora a vosotros, que sois menos infelices porque os encontráis en condiciones materiales mucho mejores, y con más auxilios del Verbo. Mi amor los sigue a ellos en alas del pensamiento, a vosotros con mi palabra os llega. A vosotros se os trata en la tierra como en el cielo con mayor fortaleza, a fin de que a quien se le dio más, más se le exija. Ellos, nuestros pobres amigos que están en camino de su galera, no pueden tener sino un mínimo de bien, y en compensación, un gran dolor. Por esto a ellos, sólo las promesas de la benignidad, pues otra cosa sería superflua. En verdad os digo que su vida es penitencia y santidad, y otra cosa no se les debe imponer. En verdad os digo, que cual vírgenes sagaces, no dejarán apagar su lámpara hasta la hora en que serán llamados.
¿Dejarla apagar? No. Su bien es la luz. No pueden dejarla apagar. En verdad os digo que así como yo estoy en el Padre, así los pobres están en Dios. Por esta razón, Yo, Verbo del Padre, quise nacer pobre, y permanecer pobre, porque me siento más cercano al Padre entre los pobres. El cual ama a los pequeños y estos lo aman con todas sus fuerzas. Los ricos tienen muchas cosas. Los pobres tienen solo a Dios. Los ricos tienen amigos. Los pobres están solos. Los ricos tienen muchas consolaciones, los pobres carecen de ellas. Los ricos tienen diversiones, los pobres no tienen más que trabajo. A los ricos se les facilita todo con dinero, los pobres tienen además la cruz de tener miedo a las enfermedades y carestía porque sería su fin la muerte. Pero tienen a Dios. Es su Amigo. Su Consolador. El que los distrae de su penosa vida actual con esperanzas celestiales. A quien se puede decir -y ellos saben decirlo, de hecho lo dicen porque son pobres y humildes.: "Padre, socórrenos con tu misericordia"-
Lo que digo en estas tierras de Lázaro,
amigo mío y amigo de Dios si bien es rico,
puede parecer extraño.
Pero Lázaro es la excepción entre los ricos
Lo que digo en estas tierras de Lázaro, amigo mío y amigo de Dios si bien es rico, puede parecer extraño. Pero Lázaro es la excepción entre los ricos. Lázaro ha llegado a la virtud que es dificilísimo encontrar en la tierra y todavía más difícil de poner en práctica para enseñar a otros. La virtud de la libertad de las riquezas. Lázaro es justo. No se ofende. No se puede ofender porque sabe que es un rico-pobre, y por esto no le llega mi oculto reproche. Lázaro es justo. Reconoce que en el mundo de los grandes es así como digo. Por esto, en verdad, en verdad, os digo que es más fácil que esté en Dios un pobre, que un rico; y en el cielo de mi Padre y vuestro, muchos asientos los ocuparán los que en la tierra fueron despreciados como los mínimos y como tales pisoteados cual se pisa el polvo.
Los pobres conservan en su corazón las perlas de la palabra de Dios. Son su único tesoro. Y son su sola riqueza y la cuidan bien. Quien tiene muchas, está hastiado, y es soberbio y sensual. Por esto no admira con ojos humildes y de agradecimiento el tesoro que Dios le ha concedido y lo confunde con otros tesoros, solo en apariencia hermosos; tesoros que son las riquezas de la tierra, y piensa: "Es una dignación mía si acepto las palabras de alguien, que es igual a mi como hombre" y embota su capacidad de gustar lo sobrenatural debido a los fuertes sabores de la sensualidad. ¡Sabores acres!... Sí, muy condimentados para confundir su hedor y sabor de podredumbre...
Escuchad y entenderéis mejor cómo las preocupaciones,
las riquezas y las crápulas
impiden entrar en el Reino de los cielos.
del rey que celebra las bodas de su hijo
Escuchad y entenderéis mejor cómo las preocupaciones, las riquezas y las crápulas impiden entrar en el Reino de los cielos.
Una vez un Rey celebró las nupcias de su hijo único. Podéis imaginar que alegría había en el palacio real. Era su único hijo y llegado a la edad propia se casaba con la mujer a quien amaba. El padre y rey quiso que todo fuese alegría en la alegría de su amado hijo que iba a contraer nupcias. Entre las muchas fiestas para las bodas, preparó también un gran banquete, y lo hizo a tiempo, cuidando de todos sus pormenores para que fuese espléndido y digno del matrimonio de un hijo de rey.
Mandó con tiempo a sus siervos a avisar a sus amigos y aliados, y también a los grandes de su reino, que las nupcias se celebrarían determinada noche y que estaban invitados, que viniesen para que su presencia fuese un digno marco del hijo del rey. Pero amigos, aliados y grandes del reino no aceptaron la invitación.
Entonces el Rey, pensando que tal vez los primeros siervos no habían dado el aviso con propiedad, mandó a otros, para que con palabras insistentes les dijesen: "¡Venid! Os rogamos. Todo está ya preparado. La sala está aderezada, los vinos preciosos se han llevado a todas partes, y en la cocina la carne de bueyes y otros animales cebados están ya para ser cocidas, las esclavas revuelven la harina para hacer pastelitos, y otras muelen las almendras para hacer golosinas delicadísimas a las que añaden aromas muy raros. Las bailarinas y los músicos mejores están ya todos listos para la fiesta. Venid, pues, y que no sea inútil tanta preparación".
Pero amigos, aliados, y grandes del reino no aceptaron y dijeron: "Tenemos otras cosas que hacer", o bien fingieron aceptar la invitación, pero poco después se fueron a sus negocios. Unos al campo, otros a sus quehaceres; algunos a otras cosas de menor importancia. Y en fin, hubo quien cansado de tanta insistencia, cogiese al siervo del rey y lo matase para hacerlo callar, pues que seguía diciendo: "No neguéis al Rey esto, porque os podría venir alguna desgracia".
Los siervos regresaron al rey y le contaron todo con pormenores. El rey se irritó con la injuria. Mandó fuerzas a castigar a los que habían matado a sus siervos y a castigar a los que habían despreciado su invitación, pero no a los que habían prometido ir. Pero en la noche de la fiesta no llegó nadie. El Rey airado llamó a sus siervos y dijo: "No puedo dejar de festejar a mi hijo en esta noche de sus bodas. El banquete está preparado. Los invitados no han sido dignos de él. Y con todo, el banquete de mi hijo debe celebrarse. Id, pues, a las plazas, a las calles, a las encrucijadas, detened al que pase y traed a todos aquí. Que la sala se llene de gente que festeje".
Los siervos partieron. Fueron a los caminos, se esparcieron por las plazas, llegaron a las encrucijadas y reunieron a cuantos encontraron, buenos o malos, ricos o pobres y los llevaron a la morada real. Les dieron los medios para aparecer dignos de entrar en la sala del banquete de las nupcias. los llevaron después a ella. La sala se llenó de gente, como el rey había dispuesto.
El rey entró en la sala para ver si podía empezar la fiesta y vio que no obstante la ayuda que habían prestado sus siervos, uno no tenía vestiduras de bodas. le preguntó: "¿Cómo has entrado aquí sin vestiduras de bodas?" El no supo qué responder, pero en realidad no tenía excusa. Entonces el rey llamó a unos siervos y les dijo: "Tomas a este, ligadlo por las manos y por los pies, y arrojadlo fuera de mi casa, en la oscuridad y en el frío lodo. Allí llorará y rechinará sus dientes como ha merecido por su ingratitud y por la ofensa que me acaba de hacer, y más que a mí, a mi hijo, pues entró con vestidos pobres y sucios a la sala del banquete, a donde no debe entrar sino quien es digno de ella y de mi hijo".
Comentario que hace Jesús de la parábola
Como veis las preocupaciones del mundo, la avaricia, la sensualidad, la crueldad, atraen la ira del rey, hacen que estas no entren de ningún modo a la casa del rey. Y ved también cómo entre los llamados, por amor a su hijo, hubo castigados. ¡A cuántos hasta el día de hoy ha enviado Dios en esta tierra a su Verbo!
A sus aliados, amigos, grandes del pueblo, Dios verdaderamente los invitó a través de sus siervos, y lo hará todavía mas con invitaciones urgentes, conforme la hora de mis Nupcias se aproxima. Pero no acogerán la invitación porque son falsos aliados, falsos amigos y no son grandes sino de nombre, pero en realidad son unos viles. (Jesús va elevando su voz. Sus ojos a la luz del fuego encendido que está entre El y los oyentes, para iluminar la noche en la que no hay luna, pues es menguante y sale más tarde, despiden rayos de luz como si fueran diamantes). Sí, son viles. Por esto no comprenden que es un deber y un honor aceptar la invitación del rey.
Soberbia, dureza, libídine hacen un baluarte en su corazón. Y -descarados que son- me odian, y por esto no quieren venir a mis bodas. No quieren venir. Prefieren a las bodas sus uniones con la política sucia, con el dinero puerco, con los sentidos malolientes. Prefieren el astuto cálculo, la conjuración traidora, el engaño, el crimen.
Todo esto lo condeno en nombre de Dios. Se odia la voz que haba y que invita a las fiestas. En este pueblo se busca a los que matan a los siervos de Dios: los profetas que han sido los siervos hasta el día de hoy; a mis discípulos que serán los siervos a partir de ahora. En este pueblo se escoge a los que se burlan de Dios diciendo: "Sí, iremos", mientras que en su corazón piensan: "¡Ni por asomos!" Todo esto sucede en Israel.
Y el Rey del Cielo, a fin de que su Hijo tenga un cortejo digno de sus bodas, enviará a recoger de las encrucijadas, de los caminos a los que no son amigos, ni grandes, ni aliados, sino sencillamente pueblo que pasa. Y la cosecha -por mi mano, por mi mano de Hijo y de siervo de Dios- ha empezado.
Los que sean, vendrán... Han ya venido. Los ayudo a hacerse limpios y hermosos para la fiesta de las bodas. Pero habrá, para su desgracia, quien aun en la magnificencia de Dios, que le proporciona perfumes y vestidura real para que se presente cual no es: un rico y digno, habrá quien a pesar de toda esta bondad, se aprovechará indignamente de ello para seducir, ganar... individuo de ánimo torcido, estrechado en los tentáculos del pulpo repugnante de todos los vicios... y sacará perfumes, vestidos para obtener una ganancia ilícita, pues los empleará no para las nupcias del Hijo sino para las suyas con Satanás.
Pues bien esto sucederá, porque muchos son los llamados, pero pocos los que, para poder perseverar en el llamamiento, llegan a ser elegidos. Pero también acontecerá que estas hienas, que prefieren lo podrido al alimento fresco, serán castigadas al arrojárseles afuera de la sala del Banquete, a las tinieblas y al fango de un lago eterno en que la risa chillona de Satanás se oye al conquistar un alma, y donde se escucha el eterno llamado de desesperación de los necios que prefirieron el Delito a la Bondad que los había llamado.
Arrodillaos para que os bendiga.
Pedro, di la oración que os enseñé,
y dila aquí a mi lado, de pie,
porque así se debe decir de quien es destinado por Dios
para esto
Levantaos y vámonos a descansar. Os bendigo a todos vosotros ciudadanos de Betania. Os bendigo y os doy mi paz. Te bendigo en particular a ti, Lázaro, amigo mío, y a ti, Marta. Bendigo a mis discípulos, a los que llegaron primero y a los que acaban de llegar, y a los que envío por el mundo para llamar a las bodas del Rey. Arrodillaos para que os bendiga. Pedro, di la oración que os enseñé, y dila aquí a mi lado, de pie, porque así se debe decir de quien es destinado por Dios para esto".
Todos se arrodillan sobre el heno. Quedan de pie Jesús alto y muy bello con su vestido de lino, y Pedro. Este con su vestido café oscuro, lleno de emoción, casi está temblando. Con su voz que no es hermosa, pero viril, despacio, por temor a equivocarse empieza: "Padre nuestro..."
Se percibe un llanto... de hombre... de mujer... Marziam, arrodillado exactamente delante de María que le tiene las manitas juntas, mira con una mirada angelical a Jesús y dice quedito: "¡Mira, Madre, qué hermoso es! Y ¡cómo también mi padre es hermoso! Parece como si estuviera en el cielo... ¿estará también aquí mi mamá asistiendo?"
Y María con voz baja que termina en un beso, responde: "Sí, querido. Ella está aquí y aprende la oración".
"Y ¿yo?... ¿La aprenderé?"
"Ella la dirá a tu alma mientras duermes, y yo te la repetiré en el día".
El niño dobla su cabeza sobre el pecho de María y así permanece mientras Jesús bendice con la siempre majestuosa bendición mosaica.
Todos se ponen de pie. Cada uno se va a su casa. Lázaro es el único que va detrás de Jesús. Entra con El a la casa de Simón para estarse allí. Entran también los demás. Iscariote se queda en un rincón semioscuro, apenado. No se atreve a acercarse a Jesús, como los demás...
Lázaro se congratula con Jesús. Dice: "¡Oh! me desagrada que te vayas. Pero estoy más contento que si te hubiese visto partir antier".
"¿Por qué, Lázaro?"
"Porque tenias un aire triste y cansado... No hablabas. Sonreías poco... Ayer y hoy has vuelto a ser mi santo y dulce Maestro, y esto me causa alegría".
"Lo estaba, aunque no decía nada..."
Esto queremos de ti.
Bebemos en estas fuentes nuestra fortaleza.
Estas fuentes parecían secas.
Teníamos una gran sed...
Tú ves que hasta los gentiles se han admirado,
y vinieron a buscarlas...
"Lo estabas. Pero Tú eres serenidad y palabra. Esto queremos de ti. Bebemos en estas fuentes nuestra fortaleza. Estas fuentes parecían secas. Teníamos una gran sed... Tú ves que hasta los gentiles se han admirado, y vinieron a buscarlas..."
Iscariote a quien se había acercado Juan de Zebedeo, se atreve a hablar: "También a mí me habían preguntado... Pues estaba muy cerca de la Antonia, esperando verte".
"Sabías donde estaba Yo" responde cortante Jesús.
"Lo sabía, pero esperaba que no hubieras desilusionado a quien te aguardaba. También los romanos se sintieron desilusionados. No sé por qué obraste así..."
"Y ¿eres tú quien me lo pregunta? ¿No estás al corriente de los rumores del Sanedrín, de los fariseos, de los demás, acerca de Mí?"
"¿Cuáles? ¿Habrías tenido miedo?"
Jesús responde a Judas de sus reproches
"No. Asco. El año pasado, cuando estaba solo -uno solo contra todo un mundo que ni siquiera sabía que fuese yo profeta- mostré no tener miedo. Y tú eres una de las adquisiciones de mi autoridad. Hice oír mi voz contra todo un mundo de gritos. Hice oír la voz de Dios en un pueblo que la había olvidado. Purifiqué la casa de Dios de las suciedades materiales que había, sin esperar limpiarla completamente de las suciedades morales que anidan en ella, porque no ignoro el futuro de los hombres, sino para cumplir con mi deber, por el celo de la casa del Señor eterno convertida en una plaza, en que se oían las voces de barateros, usureros y ladrones y para sacar del adormecimiento a los que durante siglos han olvidado su obligación sacerdotal dejado en el letargo espiritual. Fue el toque de llamada a mi pueblo para llevarlo a Dios... He regresado este año... y he visto que el Templo es siempre el mismo... Lo que es peor todavía. No es ya más cueva de ladrones, sino lugar de conjura, y después se convertirá en la sede del crimen, y luego en un lupanar, y finalmente será destruido con una fuerza más grande que la de Sansón, aplastando una casta indigna de ser llamada santa. Es inútil hablar en ese lugar, en el que, te lo recuerdo, me prohibieron hablar. ¡Pueblo perjuro! ¡Pueblo envenenado en sus jefes que se atreve a prohibir a que hable la palabra de Dios en su casa! Se me prohibió. Callé por amor a los mínimos. No ha llegado la hora de que me maten. Muchos tienen necesidad de Mí, y mis apóstoles no están todavía fuertes para recibir en sus brazos mi prole: el Mundo. No llores, Madre, perdona, tú que eres buena, que tu Hijo sintió la necesidad de decir a quien quiere o puede engañarse, la verdad que Yo conozco... callo... Pero ¡ay de aquellos por quienes Dios guarda silencio"... Madre, Marziam, ¡no lloréis!... Os lo ruego. Que nadie llore".
Pero en realidad todos lloran más o menos dolorosamente.
Judas, pálido como un muerto, en su vestido amarillo y rojo con rayas se atrae a hablar otra vez, con una voz plañidera y ridícula: "Créeme, Maestro, que estoy confuso y adolorido... No sé que cosa decir... Yo no sé nada... De veras que no vi a nadie del Templo. He roto el contacto con todos... pero si Tú lo dices, verdad será..."
"Judas... ¿ni siquiera vista a Sadoc?
Judas inclina la cabeza rezongando: "Es un amigo... como a tal lo traté. No como a uno del Templo..."
Jesús no le responde. Se dirige a Isaac y a Juan de Endor a quien vuelve a hacer recomendaciones pertinentes a su trabajo.
Entre tanto las mujeres confortan a María que llora y al niño que llora al ver llorar a María.
Y ahora me despido de vosotros que os quedáis,
porque mañana al amanecer partiremos.
Lázaro y los apóstoles están muy tristes. Jesús se dirige a ellos. Ha vuelto a tomar su dulce sonreír, y mientras abraza a su madre y acaricia al niño, dice: "Y ahora me despido de vosotros que os quedáis, porque mañana al amanecer partiremos. Adiós, Lázaro. Adiós, Maximino. José, te agradezco las atenciones que tuviste para con mi Madre y demás discípulos durante el tiempo en que me esperaban. Gracias por todo. Lázaro, da mi bendición a Marta. Regresaré pronto. Ve, Madre, a descansar. También tú, Maria, y tú, Salomé, si queréis".
"¡Claro que vamos!" dicen las dos Marías. "Entonces a descansar. La paz sea con todos. Dios esté con vosotros". Hace una señal de bendición y sale llevando por la mano al niño y abrazando a su Madre...
La permanencia en Betania ha terminado.
IV. 410-417
A. M. D. G.