EN CASA DE JUDAS DE KERIOT

 


 

#COMO ES LA ESPOSA DE PEDRO   

#JUDAS CUENTA LO QUE HIZO DURANTE EL DÍA Y COMO A avisar a su madre para que viniera. Judas dice a sus compañeros que le ayuden a evangelizar la zona de dos en dos y él mismo señala los compañeros de la pareja   

#MARÍA LLEGA CON SIMÓN DE ESTAR CON ELISA   

#¡Eres verdaderamente la salud de los enfermos!" Y eres mi más grande ayuda. Leen el rollo que María entregó de Elisa   

#SE QUEDAN SOLAS MARÍA CON MARÍA LA MADRE DE JUDAS Iscariote   

LA MADRE DE JUDAS PREGUNTA A MARÍA QUIÉN ES SU HIJO para Ella   

#¿NO SABES QUE HAY LUGARES A DONDE NO PUEDE IR?,...   

#¡POBRE MADRE!... ¿QUE QUÉ PIENSO?... PERO ROGAREMOS mucho por él    

#LAS PENAS DE LAS MADRES SALVA A LOS HIJOS, ¿no lo sabías? 

 


 

Jesús está para ir a comer en la hermosa casa de Judas con todos los suyos. Dice a la madre de Judas, que había venido de su casa de campo para darle hospedaje digno: "No, madre, tú también debes estar con nosotros. Somos como una familia. No se trata de un banquete frío y de etiqueta dado a huéspedes. Te he tomado un hijo y quiero que Tú me tomes como hijo tuyo, así como Yo te tomo como madre, porque eres digna de ello. ¿No es verdad amigos que así nos sentiremos todos más contentos y más a nuestras anchas?"

Los apóstoles y las dos Marías dicen que sí con mucho gusto. La madre de Judas con una gran perla en las pupilas debe sentarse entre su hijo y el Maestro que tiene enfrente a las dos Marías con Marziam al centro. La criada trae viandas. Jesús ofrece, bendice, y reparte, porque en este punto la madre de Judas es inflexible. Y comienza repartiendo por ella, cosa que la conmueve más y enorgullece a Judas y al mismo tiempo hace que se avergüence.

La conversación gira sobre diversos tópicos. Jesús trata que la madre de Judas tome parte en ellos y de que trabe relaciones amistosas con las dos discípulas. A esto ayuda mucho Marziam, el cual afirma que quiere mucho a la madre de Judas "porque se llama María como todas las mujeres que son buenas."

"Y a la que te espera allá en el lago, ¿no la vas a querer, muchacho malo?" pregunta Pedro con una poca seriedad.

"¡Oh! ¡Mucho! ¡Sí es buena!"

 

COMO ES LA ESPOSA DE PEDRO

 

"De este modo puedes estar seguro. Todos lo dicen, y también yo debo de decirlo. Si siempre ha sido dulce con su madre y conmigo, señal inequívoca de que es buena. Pero no se llama María, hijo. Tiene un nombre extraño, porque su padre le puso el de lo que le daba riquezas y la llamó Porfiria. La púrpura es hermosa y preciosa. Mi mujer no es bella, pero es preciosa por su bondad. Y yo la quise mucho porque era quieta, casta y silenciosa. Tres virtudes... ¡eh! ¡no son fáciles de encontrarse! Le eché los ojos desde que era niña. Bajaba yo a Cafarnaum con los pescados y la veía trabajar en silencio junto a las redes, o cerca de la fuente, o también en el huerto de su casa. no era la disipada mariposa que vuela aquí, vuela allá, ni siquiera la distraída gallina que da vuelta a sus ojitos donde quiera que oye el qui qui ri quí de un gallo. Jamás levantaba la cabeza, aunque oyese voces de hombre, y cuando yo, enamorado de su bondad y de sus espléndidas trenzas -su única belleza- y también... sí, también compadecido por su condición de esclava en su familia, le dirigí mis primeros saludos -tenía entonces dieciséis años- me respondió a duras penas, bajando todavía más su velo, y metiéndose más en casa. ¡Eh! ¡Se necesitó mucho para saber si no le parecía yo un ogro, o para enviarle el paraninfo!... Pero no me arrepiento. Podría dar la vuelta a la tierra, pero una igual, así, no la encontraría ¿No es verdad Maestro, que es buena?"

"Muy buena. Y estoy seguro que Marziam la amará aunque no se llame María. ¿No es cierto, Marziam?"

"Sí. Se llama "mamá" y las mamás son buenas y se les ama."

 

JUDAS CUENTA LO QUE HIZO DURANTE EL DÍA Y COMO A 

AVISAR A SU MADRE PARA QUE VINIERA.

 

JUDAS DICE A SUS COMPAÑEROS QUE LE AYUDEN A 

EVANGELIZAR LA ZONA DE DOS EN DOS Y ÉL MISMO SEÑALA 

LOS COMPAÑEROS DE LA PAREJA

 

Luego Judas cuenta lo que ha hecho durante el día. Caigo en la cuenta de que fue a avisar a su madre de que habían venido y que después empezó a hablar en la campiña de Keriot llevando por compañero a Andrés. Añade: "Me gustaría que mañana vinieseis todos. No quiero brillar yo solo. Iremos, si es posible, un judío y un galileo. Yo con Juan, por ejemplo, y Simón con Tomás. ¡Si viniese el otro Simón! Vosotros dos (señala a los hijos de Alfeo) podéis ir solos. He dicho aun a los que no querían saberlo que sois hermanos del Maestro. Y también vosotros dos (señala a Felipe y Bartolomé) podéis ir juntos. He dicho que Natanael es un rabí que ha venido en seguimiento del Maestro. Es cosa que hace impresión. ¡Ah!... vosotros tres os quedaréis. Tan pronto venga Zelote, se puede formar otra pareja. Y luego nos alternaremos, porque quiero que todos os conozcan..." Judas rebosa de brío. "Hablé sobre el Decálogo, Maestro, tratando de poner en relieve sobre todo los lugares en que sé que esta región falta más..."

"No tengas la mano pesada, Judas. Te lo ruego. Ten siempre presente que alcanza más la dulzura que la intransigencia y que también tú eres humano. Por esto examínate y reflexiona cuán fácil es que también caigas, y cómo te irritas cuando se te dice algo claro" dice Jesús, mientras la madre de Judas baja la cabeza encendida en vergüenza.

"No te preocupes, Maestro. Me esfuerzo en imitarte en todo. Pero, en el poblado que podemos ver desde esa puerta (están comiendo con las puertas abiertas y se otea un hermoso horizonte desde esta habitación en alto) hay un enfermo que quiere curarse. No se le puede transportar ¿Podrías ir conmigo?"

"Mañana, Judas. Mañana por la mañana, sin falta. Y si hay otros enfermos decídmelo o traédmelos."

"¿Quieres de veras hacer favores a mi patria, Maestro?"

"Sí. Para que no se diga que he sido injusto con quien no me ha hecho ningún mal. ¡Hago bien aún a los malos! ¿por qué no a los buenos de Keriot? Quiero dejar un recuerdo indeleble de Mí..."

"Pero ¡cómo! ¿No volveremos más aquí?..."

"Volveremos otra vez, pero..."

 

MARÍA LLEGA CON SIMÓN DE ESTAR CON ELISA

 

"¡Ved a mi madre con Simón!" grita el niño que ve a María y a Simón subir la escalera que lleva a la terraza en que está la habitación.

Todos se ponen de pie y van al encuentro de los dos que llegan. Alboroto de exclamaciones, de saludos, de sillas movidas. Nada hace que María deje de saludar primero a Jesús y luego a la madre de Judas que se ha inclinado profundamente. María la levanta y la abraza como si fuese una querida amiga a quien vuelve a ver después de una larga ausencia.

Tornan a la habitación y María de Judas ordena a la criada que traiga alimentos para los que acaban de llegar.

"He aquí, Hijo, el saludo de Elisa" dice María entregando a Jesús un pequeño rollo que abre y lee. 

 

¡ERES VERDADERAMENTE LA SALUD DE LOS ENFERMOS!

 

Y ERES MI MÁS GRANDE AYUDA

 

LEEN EL ROLLO QUE MARÍA ENTREGÓ DE ELISA

 

Después Jesús dice. "Lo sabía. Era cierto. Gracias, Mamá. Te lo agradecemos Elisa y Yo. ¡Eres verdaderamente la salud de los enfermos!"

"¿Yo?... Tú, Hijo, no yo."

"Tú; y eres mi más grande ayuda." Se dirige a los discípulos y discípulas con estas palabras: "Elisa ha escrito: "Regresa, paz mía. Quiero no sólo agradecer de todo corazón, sino servirte". De este modo arrebatamos de la angustia, de la melancolía a alguien, y nos hemos conseguido una discípula. Regresaremos. ¡Claro!"

"Quiere conocer también a las discípulas. Viene poco a poco, pero sin detenerse. ¡Pobre amiga! Todavía tiene momentos de extravío que causa miedo. ¿Verdad Simón? Un día quiso hacer la prueba de salir conmigo, vio a un amigo de su Daniel... y nos costó mucho trabajo en calmar su llanto. ¡Simón fue muy bueno! Me sugirió de llamar a Juana, puesto que tiene Elisa deseo de regresar al mundo, pero que el de Betsur está muy lleno de recuerdos para ella. Fue a buscarla. Había regresado, después de las fiestas de Beter, cerca de sus espléndidos rosales de Judea. Dice Simón que le pareció un sueño cuando atravesaba aquellas colinas de rosas, que le pareció un paraíso. Vino al punto. Ella puede entender y compadecer a una madre que llora por sus hijos. Elisa se ha encariñado mucho con ella y yo me vine. Juana la quiere persuadir a que salga de Betsur y que vaya a su castillo. Y lo logrará porque es dulce como una paloma, pero firme como un mármol en sus decisiones."

"Iremos a Betsur al regreso y luego nos separaremos. Vosotras, discípulas, os quedaréis con Elisa y Juana por un tiempo. Nosotros iremos por Judea y nos encontraremos en Jerusalén para Pentecostés"...

 

SE QUEDAN SOLAS MARÍA CON MARÍA LA MADRE DE JUDAS 

ISCARIOTE

 

María Santísima y María, madre de Judas, están juntas no en la casa de la ciudad sino en la del campo. Están solas. Los apóstoles con Jesús están afuera. Las discípulas con el niño están en el hermoso huerto de manzanas y se oyen sus voces junto con el ruido de la ropa al ser restregada en los lavaderos. Tal vez están lavando, mientras el niño juega.

La madre de Judas, sentada en la penumbra al lado de María, le dice: "Estos días de paz permanecerán como en un sueño. ¡Muy breves! ¡Muy breves! comprendo que no debe uno ser egoísta y que es justo que vayáis con aquella pobre mujer y con tantos seres infelices. Si pudiese yo... si pudiese detener el tiempo e ir con vosotros... Pero no puedo. No tengo parientes fuera de mi hijo y debo cuidar de las propiedades nuestras..."

"Comprendo... te duele separarte de tu hijo. Nosotras las madres quisiéramos tener siempre a los hijos. Los entregamos por un motivo muy grande y no los perdemos. Ni siquiera la muerte nos quita los hijos, si Dios los mira y nos mira, con ojos favorables. Pero los tenemos todavía en la tierra, aun cuando si la voluntad de Dios nos los arrebate de nuestro seno para darlos al mundo para bien de él. Podemos siempre juntarnos con ellos. Aún el eco de sus obras como que nos acaricia el corazón porque sus obras son el perfume de sus almas."

 

 LA MADRE DE JUDAS PREGUNTA A MARÍA QUIÉN ES SU HIJO 

PARA ELLA

 

"¿Qué cosa es, Señora, tu Hijo para ti?" pregunta despacio María de Judas, y María Santísima sin dudar responde: "Es mi alegría."

"¡Tu alegría!..." y luego una explosión de llanto se oye. La madre de Judas se dobla sobre sí misma como para esconder su llanto. Toca casi con la frente sus rodillas, tanto se ha doblado.

"¿Por qué lloras, pobre amiga mía? ¿Por qué? Dímelo. Soy feliz en mi maternidad, pero sé comprender también a las madres que no lo son..."

"Sí. Que no lo son. Y yo soy una de ellas. Tu Hijo es tu alegría... El mío es mi dolor, al menos lo ha sido. Desde que está con tu Hijo, me causa menos aflicción. ¡Oh! Entre todos los que ruegan por tu santo Hijo para que le vaya bien y triunfe, no hay ni siquiera alguien después de ti, bienaventurada, que ruegue tanto como esta infeliz que te está hablando... Dime la verdad ¿qué piensas de mi hijo? Somos dos madres, la una frente a la otra. Entre nosotras está Dios, y hablamos de nuestros hijos. A ti no te puede ser sino fácil hablar de tu Hijo. Yo... yo debo hacerme fuerza a mí misma para hablar de él. Pero también ¡cuánto bien o cuánto dolor me puede venir al hablar de esto! Y aunque me sea doloroso, siempre me servirá de alivio el haber hablado...

Aquella mujer de Betsur casi enloqueció por la muerte de sus hijos ¿no es verdad? Pero yo te juro que he pensado a veces, y pienso, al ver a mi Judas que es bello e inteligente, pero que no es bueno, ni virtuoso, ni de corazón recto, ni de sentimientos limpios, preferiría llorarlo muerto más bien que saber que... que saber que Dios no lo quiere. Tú, dime ¿qué piensas de mi hijo? Sé franca. Hace más de un año que me quema el corazón esta pregunta. Pero... ¿a quién preguntársela? ¿A los ciudadanos? Ellos ignoraban todavía que fuese el Mesías, y que Judas quisiese ir con Él. Yo lo sabía. Me lo había dicho cuando vino después de pascua, exaltado, violento, como siempre, cuando se apodera de él un capricho, y como siempre sin hacer caso de los consejos de su madre... ¿A sus amigos de Jerusalén? Me detenía una santa prudencia y una piadosa esperanza. No les quería decir a esos, a los que no puedo amar, porque son todo, menos santos: "Judas sigue al Mesías". Y esperaba que su capricho le pasase, como otros tantos, como todos, aunque costase lágrimas y tristeza como lo ha sido más de una jovencilla, que aquí y en otras partes ha enamorado y luego no se ha casado.

 

¿NO SABES QUE HAY LUGARES A DONDE NO PUEDE IR,...?

 

¿No sabes que hay lugares a donde no puede ir, porque podría encontrar un castigo justo? Aún el pertenecer al Templo fue un capricho. No se sabe lo que quiere, jamás. Su padre, Dios lo perdone, lo echó a perder. Jamás tuvo valor mi voz con estos dos hombres míos. Tan solo he debido llorar y reparar con humillaciones de toda clase... Cuando murió Juana -y aunque nadie lo dijese, sé que murió de dolor, cuando después de haber esperado toda su juventud, Judas dijo claro que no quería casarse, entre tanto que era cosa conocida en Jerusalén que había mandado a amigos suyos a pedir la mano de una mujer rica y con negocios hasta Chipre por su hija- yo tuve que llorar mucho, mucho por los reproches de la madre de la joven muerta, como si yo hubiese sido cómplice de mi hijo. ¡No! ¡No lo soy! Tampoco valgo nada ante sus ojos.

El año pasado, cuando estuvo aquí el Maestro, comprendí que Él había caído en la cuenta... y fui a hablarle. Pero es doloroso, doloroso lo es para una madre tener que decir: "No te confíes de mi hijo. Es un avaro, duro de corazón, vicioso, soberbio, inconstante". Y es esto. Yo... Yo, yo... pido un milagro, porque tu Hijo que hace tantos milagros, haga uno en mi hijo Judas... Pero... tú... tú... dime: ¿qué piensas de él?"

 

¡POBRE MADRE!... ¿QUE QUÉ PIENSO?... PERO ROGAREMOS 

MUCHO POR ÉL

 

María que ha estado siempre callada y con expresión de un dolor comprensivo ante estas quejas maternales, a las que no puede menos que dar razón, dice despacio: "¡Pobre madre!... ¿que qué pienso? Ciertamente tu hijo no es el alma limpia de Juan, ni la dulce de Andrés, ni la firme de Mateo que quiso cambiar y ha cambiado. Es... inconstante, sí, ¡es así! Pero rogaremos mucho por él. Tú y yo. No llores. Tal vez llevado de tu amor de madre, que quisieras poder enorgullecerte de tu hijo, lo ves más deforme de como es..."

"No, no. Estoy en lo cierto y tengo miedo."

 La habitación está llena de los gemidos de la madre de Judas, y en la penumbra se distingue el color blanco del rostro de María, que ha palidecido ante esta confesión materna que aviva todas las sospechas suyas. Pero se domina. Atrae a sí a la madre infeliz y la acaricia, mientras esta, rotos los diques del control, cuenta confusa, angustiosamente todas las durezas, exigencias y violencias de Judas y termina: " Me avergüenzo por él cuando veo que tu Hijo me da muestras de amor. No se las pido. Estoy segura que además de su bondad, las hace para decir con ellas a Judas. "Acuérdate que de este modo se trata a una madre". Ahora parece muy bueno... ¡Oh! ¡Si fuese verdad! Ayúdame, ayúdame con tus oraciones, tú que eres santa, para que mi hijo no sea indigno de la gracia inmensa que Dios le ha concedido. Si no me quiere amar, ni sabe ser reconocido conmigo, que lo di a luz y lo alimenté, no me importa. Pero que realmente sepa amar a Jesús, que sepa servirle con fidelidad y reconocimiento. Si esto no sucediese, entonces... entonces, que Dios le quite la vida. Prefiero tenerlo en el sepulcro... finalmente lo tendría, porque desde que tuvo uso de razón, ha sido muy poco mío. Muerto, antes que mal apóstol ¿Puedo pedir a Dios así? Tú, ¿qué dices?"

 

LAS PENAS DE LAS MADRES SALVA A LOS HIJOS, 

¿NO LO SABÍAS?

 

"Ruega al Señor que haga lo mejor. No llores más. He visto prostitutas y gentiles a los pies de mi Hijo, y con estos, a publicanos y pecadores. Todos se han convertido en corderos por su gracia. Espera, María, ten confianza. Las penas de las Madres salvan a los hijos, ¿no lo sabías?..."

Y con esta pregunta llena de piedad, termina todo.

IV. 469-475

A. M. D. G.