JESÚS Y LOS SUYOS SE DIRIGEN A
ASCALÓN
#LOS APÓSTOLES COMPRAN ALIMENTOS
#JESÚS ACUDE A DONDE ESTÁ EL VIEJO FILISTEO Y ENTABLA amistad con él
#ANANÍAS LES HABLA DE SU FAMILIA
#Y LAS DOS ESCLAVAS ¿TIENEN TAMBIÉN ALMA COMO vosotros los de Israel?
#ENTRAN EN LA CIUDAD DE ASCALÓN
#SE DIVIDEN EN CUATRO GRUPOS Y JESÚS SE VA SOLO
#JESÚS ENTABLA AMISTAD CON UN NIÑO LLAMADO Alejandro
#EL NIÑO CUENTA A JESÚS LAS TRAVESURA QUE HACE Y Jesús hace un pacto con él
#LA MADRE DE ALEJANDRO ENSEÑA AL JESÚS EL TALLER DE telares que tiene
#JESÚS VA A CASA DE DINA Y CURA A SU MADRE
#¿SABES QUE LOS ISRAELITAS ESPERAN EL MESÍAS?... ¿Sabéis que hará el Mesías?
El alba con sus frescas caricias despierta a los que duermen. Se levantan de sus camas de arena en las que durmieron a espaldas de una algaida salpicada con unas cuantas hierbas secas. Suben hasta arriba. Ante ellos aparece una profunda ladera de arena, pero por aquí y por allá se ven campos cultivados. En un riachuelo por el que no corre nada de agua, se ven las piedras blancas, cual huesos disecados, que se extienden hasta el mar que brilla allá, a lo lejos con sus vapores de la marea matinal, que aumentan con el viento que sopla.
Caminan por el borde de la duna hasta el seco riachuelo. Lo pasan. Continúan caminando diagonalmente por las algaidas que se desmoronan bajo sus pasos y en tal forma onduladas que parecen una continuación del océano con objetos y cosas que no son agua. Llegan a la húmeda playa. Caminan más aprisa. Juan queda como hipnotizado al mirar ese mar sin fin que se enciende con los primero rayos del sol y aparece como si bebiera toda esa belleza que se hace más azul en los ojos. Pedro, más práctico, se quita las sandalias, se levanta el vestido y chapotea en el agua, tratando de encontrar un langostino, o alguna concha que pueda chupar. A unos dos kilómetros se ve una hermosa ciudad marítima alargada sobre el arrecife en forma de hoz, sobre la que el viento y las borrascas han transportado la arena. Se puede ver el arrecife ahora que se retira la marea. Los apóstoles se ven obligados a regresar a la arena seca para no molestarse los pies desnudos con las piedras.
"¿Por qué parte entraremos, Señor? De esta parte se ve sólo una muralla bien fuerte. por la parte del mar no se puede entrar. La ciudad está en el punto más profundo del arco" dice Felipe.
"Venid. Sé por donde se puede entrar."
"¿Has estado ya aquí?"
"Una vez, de pequeño y no me acordaría bien. Pero sé por donde se pasa."
"¡Extraño! Tantas veces lo he notado... Jamás equivocas el camino. Algunas veces te lo hacemos equivocar. Pero ¡Tú! Parece como si siempre hubieras estado en el lugar en que te mueves" hace observar Santiago de Zebedeo.
Jesús sonríe, pero no responde. Derecho y sin titubear se dirige a un arrabal donde los hortelanos cultivan sus verduras para la ciudad. Los campillos están bien alineados y bien cuidados. Mujeres y hombres trabajan. Están echando agua en los surcos, agua que sacan de los pozos a fuerza de brazo, o también con el antiguo sistema de sacar agua con el borrico vendado, que da vueltas por el pozo. No dicen nada. Jesús les da su saludo: "La paz sea con vosotros." La gente se queda si no hostil, sí indiferente.
LOS APÓSTOLES COMPRAN ALIMENTOS
"Señor, aquí corremos peligro de morirnos de hambre. No entendieron tu saludo. Ahora hago yo la prueba" dice Tomás. Se acerca al primer campesino que ve y le dice. "¿Cuesta mucho tu verdura?"
"No más de lo que cuesta la de los otros. Cara o no cara, lo es según como la bolsa esté de llena."
"Bien dicho. Como ves no me estoy muriendo de hambre. Estoy gordo y colorado aun sin tus verduras. Señal será de que mi bolsa está muy bien. En pocas palabras, somos trece y podemos comprar. ¿Qué nos puedes vender?"
"Huevos, verduras, almendras tempraneras, manzanas añejas, aceitunas... Lo que quieras."
"Dame unos huevos, manzanas y panes para todos."
"No tengo pan. En la ciudad puedes encontrar."
"Ahora tengo hambre, no dentro de una hora. No creo que no tengas pan."
"No tengo. Mi mujer lo está haciendo. ¿Ves aquel viejo? Siempre tiene mucho, porque como está cerca del camino, los peregrinos le piden. Se llama Ananías, pídeselo. Ahora te traigo los huevos. Pero ten en cuenta que dos cuestan un denario."
"¡Ladrón! ¿Acaso tus gallinas ponen huevos de oro?"
"No. Pero no es nada lindo estar en medio del hedor de las gallinas, y por nada. Y luego ¿no sois judíos? ¡Pagad!"
"¡Quédate con ellos! Eres un sinvergüenza" y Tomás le voltea las espaldas.
"Oye, ¡hombre! Ven. Te los vendo en menos. Tres por un denario."
"Ni siquiera cuatro. Bébetelos y que se te atoren en la garganta."
"Ven, oyen. ¿Cuánto quieres dar?" El hortelano sigue a Tomás.
"Nada. Ya no los quiero. Quería echarme un tentempié antes de entrar en la ciudad. Pero es mejor así. No perderé ni voz ni apetito para cantar las leyendas del rey y de hacer una buena comida en la fonda."
"Te los doy por un dracma el par."
"¡Oh! Eres más molesto que un tábano. Dame los huevos, y frescos. Si no lo son, regreso y te pongo las narices más amarillas de lo que las tienes" y Tomás va y regresa al menos con una docena de huevos en su manto. "¿Habéis visto?... De ahora en adelante yo hago las compras en este país de ladrones. Sé como tratarlos. Llegan con nosotros cargados de dinero a comprar para sus mujeres brazaletes demasiado gruesos, y regatean y regatean durante todo el día. Me estoy vengando. Ahora vamos a aquel otro escorpión. Ven, Pedro. Tú, Juan, ten los huevos."
Se dirigen al hombre cuyo huerto está cerca del camino principal, que por el norte, al costear las casas del arrabal, conduce a la ciudad. Un hermoso camino empedrado, con seguridad es obra de romanos. La puerta de la ciudad, por el lado del oriente, está ya muy cerca y se ve que más allá continúa el camino derecho y muy artístico, que tiene doble pórtico, de columnas de mármol, bajo cuya sombra la gente camina dejando que por el centro caminen los burros, camellos, perros y caballos.
"¡Buenos días! ¿Nos vendes pan?" pregunta Tomás.
El vejete o no oye o no quiere oír. Verdaderamente el rechinar de la noria es tan grande que no deja oír.
Pedro pierde la paciencia y grita: "¡Detén a tu Sansón! Al menos podrá tomar aire para que no muera a mis ojos, y ¡escúchanos!"
El hombre para el burro y mira de soslayo a su interlocutor. Pedro lo desarma diciéndole: "¡Eh! ¿No es justo poner el nombre de Sansón a un burro? Si eres filisteo te debe gustar porque es en ofensa de Sansón. Si eres de Israel, te debe gustar porque recuerda una derrota filistea. Mira pues..."
"Soy filisteo y me enorgullezco..."
"Está bien. Me gloriaré de ti también si me das pan."
"Pero... ¿no eres judío?"
"Soy cristiano."
"Qué lugar es ese?"
"No es lugar. Es una persona. Y soy de aquella."
"¿Eres un esclavo?"
"Soy más libre que cualquier otro hombre, porque quién pertenece a esa persona, no depende más quede Dios."
"¿De veras? ¿Ni siquiera del César?"
"¡Puff! Qué cosa es César respecto de Este a quien sigo, y al que pertenezco, y en cuyo nombre ti pido un pan?"
"Pero ¿dónde está ese poderoso?"
"Ese hombre que está allí, que nos ve y está sonriendo. Es el Mesías. ¿Nunca has oído hablar de Él?"
"Sí. El Rey de Israel. ¿Vencerá a Roma?"
"¿A Roma? Pero si a todo el mundo y aun al infierno."
"¿Sois vosotros sus generales? ¿Así vestidos? Tal vez para escapar a las persecuciones de los pérfidos judíos."
"Sí y no. Pero dame panes y mientras comemos te explicaré."
"¿Panes? Pero bajo la sombra te daré a ti, a tu compañero y al Mesías, también agua y vino. ¡Llámalo!"
JESÚS ACUDE A DONDE ESTÁ EL VIEJO FILISTEO Y ENTABLA
AMISTAD CON ÉL
Pedro rápido corre a donde está Jesús: "Ven, ven. Ese viejo filisteo nos da lo que queremos. Me imagino que te asaltará con preguntas... Le dije que eres... le he dicho de todo. Está bien dispuesto."
Todos van al huerto en donde el hombre ya ha puesto bancas alrededor de una tosca mesa bajo un tupido emparrado.
"La paz sea contigo, Ananías. Que la tierra florezca para ti por tu caridad y te produzca frutos abundantes."
ANANÍAS LES HABLA DE SU FAMILIA
"Gracias. También a Ti sea la paz. Siéntate. Sentaos. ¡Anibé! ¡Nubi! Pan, vino, agua. Al punto" ordena el viejo a dos mujeres ciertamente africanas, porque una es absolutamente negra, con agios gruesos y cabellos crespos, la otra es menos oscura, aunque de tipo europeo. El viejo explica: "Las hijas de las esclavas de mi mujer. Murió ella, y con ella las que vinieron con ella. Quedaron sus hijas. Alto y bajo Nilo. Mi mujer era de allá. Prohibido, ¿eh? Pero no me importa a mí eso. No soy de Israel, y las mujeres de raza inferior son mansas."
"¿No eres de Israel?"
"Lo soy por la fuerza, porque a Israel lo tenemos sobre el cuello como un yugo... pero... eres tú Israelita y ¿te ofendes por lo que estoy diciendo?..."
"No, no me ofendo. Tan solo querría que escuchaseis la voz de Dios."
"No nos habla a nosotros."
"Tú lo dices. Yo te hablo y es su voz."
"Pero Tú eres el Rey de Israel."
Las mujeres que están llegando con pan, agua y vino y que oyen hablar de "rey" se paran cohibidas, mirando al rubio joven, sonriente, lleno de dignidad, a quien su dueño llama "rey", luego se retiran como arrastrándose por el respeto.
"Gracias, mujeres. Y también la paz sea con vosotras." Volviéndose otra vez al viejo: "Son jóvenes... puedes continuar tu trabajo."
"No. La tierra está mojada y puede esperar. Habla un poco. Anibé, desata el borrico y ponlo bajo la sombra. Tú, Nubi, derrama los últimos cubos, y luego... ¿Te detienes, Señor?"
"No te molestes más. Me basta con tomar un poco de alimento y luego iré a Ascalón."
"No es ninguna molestia. Ve a la ciudad si quieres, pero regresa por la tarde. Partiremos el pan y compartiremos la sal. ¡Daos prisa vosotras! Tú al pan. Tú llama a Geteo que mate un cabrito y lo prepare para la tarde. Podéis iros." Las dos mujeres se retiran sin decir nada.
"Pues bien ¿eres tú rey? ¿Y las armas? Herodes es cruel en cualquier género. Nos reconstruyó Ascalón. Pero, por gloria suya. ¡Y ahora!... Tú conoces mejor las vergüenzas de Israel, que yo. ¿Cómo vas a hacer?"
"No tengo sino el arma que viene de Dios."
"¿La espada de David?"
"La espada de mi palabra."
"¡Oh! ¡Pobre tonto! Se achatará, perderá el filo en el bronce de los corazones."
"¿Lo crees? No pienso en un reino del mundo. Yo pienso en un reino celestial para todos vosotros."
"¿Para todos nosotros? ¿Para mí también, filisteo? ¡Para mis esclavas también?"
"Para todos. Para ti y para ellas. Y para el más salvaje que se encuentre en el centro de la floresta africana."
¿QUIERES FORMAR UN REINO TAN GRANDE?
¿POR QUÉ LO LLAMAS CELESTIAL?
MI REINO ES EL DEL VERDADERO DIOS
CADA HOMBRE ES UN ALMA VESTIDA CON UN CUERPO,
Y EL ALMA NO PUEDE VIVIR SINO EN EL CIELO.
QUIERO CURAR EL ALMA, QUITARLE SUS ERRORES Y SUS RENCORES,
CONDUCIRLA A DIOS A TRAVÉS DE LA BONDAD Y EL AMOR
"¿Quieres formar un reino tan grande? ¿Por qué lo llamas celestial? Podrías llamarlo: reino de la tierra."
"No. No te equivoques en tu razonamiento. Mi reino es el del verdadero Dios. Y Dios está en los cielos. Por esto es reino celestial. Cada hombre es un alma vestida con un cuerpo, y el alma no puede vivir sino en el cielo. Yo quiero curar el alma, quitarle sus errores y sus rencores, conducirla a Dios a través de la bondad y el amor."
"Eso me está gustando mucho. Los otros -yo de mi parte no voy a Jerusalén- pero los otros de Israel, lo sé, desde hace siglos no se expresan de ese modo. Tú no nos odias. ¿Verdad?"
"No odio a nadie."
Y LAS DOS ESCLAVAS ¿TIENEN TAMBIÉN ALMA COMO
VOSOTROS LOS DE ISRAEL?
El viejo piensa un momento, luego pregunta: "Y las dos esclavas ¿tienen también alma como vosotros los de Israel?"
"¡Claro! No son animales. Son creaturas infelices. Hay que amarlas ¿Las amas?"
"No las trato mal. Exijo que me obedezcan, pero no uso el látigo, y les doy bien de comer. Animal que no está bien comido, no trabaja, dice el dicho. Igualmente el hombre que no está bien alimentado, no sirve para nada. Además nacieron en esta casa. Las he visto desde pequeñas. Ahora se quedan solas, porque ya estoy muy viejo ¿sabes? Casi ochenta años. Ellas y Geteo constituyen mi casa desde hace tiempo. Los quiero como a mobiliario. Me cerrarán los ojos..."
"¿Y luego?"
"Y luego... ¡Pero! No lo sé. Irán a servir a otra parte, y mi casa se destruirá. Me desagrada. La he enriquecido con mi trabajo. Esta tierra volverá a cubrirse de arena, será estéril... esta viña... La plantamos mi mujer y yo. Aquel rosal es de Egipto, Señor. Siento el perfume de mi esposa en él... me parece como si fuera mi hijo... el hijo único que está sepultado a sus pies,, y que no es más que polvo ya... dolores... es mejor morir joven y no ver esto y la muerte que se nos echa encima..."
TU HIJO NO ESTÁ MUERTO, NI TU MUJER.
SU ESPÍRITU SOBREVIVE.
HA MUERTO LA CARNE.
NO DEBE CAUSAR TERROR LA MUERTE.
LA MUERTE PARA QUIEN ESPERA EN DIOS Y VIVE JUSTAMENTE,
ES VIDA.
"Tú hijo no está muerto, ni tu mujer. Su espíritu sobrevive. Ha muerto la carne. No debe causar terror la muerte. La muerte para quien espera en Dios y vive justamente, es vida. Piensa en esto... Voy a la ciudad. Volveré esta tarde y te pediré aquel pórtico para que allí duerma con los míos.
"No, Señor. Tengo muchas habitaciones vacías. Te las ofrezco."
Judas pone sobre la mesa el dinero.
"No, no lo quiero. A vosotros no os gusta, porque es de esta tierra. Pero tal vez sea mejor que aquellos que nos dominan. Adiós, Señor."
"La paz sea contigo Ananías."
Las dos esclavas juntamente con Geteo, un nervudo y viejo campesino, acuden a verlo partir. "La paz también sea con vosotros. Portaos bien. Adiós." Y Jesús toca los cabellos crespos de de Nubi y los brillantes y lacios de Anibé. Saluda al anciano con una sonrisa y se va.
ENTRAN EN LA CIUDAD DE ASCALÓN
Poco después entran en Ascalón, por la calle que tiene doble portal y que va derecha al centro de la ciudad que es una imitación tosca de Roma, con piscinas y fuentes, con plazas tipo foro, con torres a lo largo de la muralla y por todas parte el nombre de Herodes, que él mismo puso para aplaudirse, porque los ascalonitas no lo harían. Hay un gran tráfico, y crece cuanto más pasa el tiempo, y más se acerca a la parte principal de la ciudad, que está al aire libre, que da al mar que parece encerrado como una turquesa en una tenaza de coral rosado debido a las casas situadas en un arco profundo, que hace aquí de costa, no de golfo. Un verdadero arco, una parte de círculo que el sol ilumina con un color rosado muy pálido.
SE DIVIDEN EN CUATRO GRUPOS Y JESÚS SE VA SOLO
"Dividámonos en cuatro grupos. Yo me voy. Mejor dicho, os dejo ir. Luego escogeré. Idos. Después de las tres nos encontraremos en la puerta por donde entramos. Sed prudentes y tened paciencia." Jesús los mira al irse. Él se queda con Judas Iscariote que ha afirmado que a esta gente no le dirá ni una palabra, porque son peores que los paganos.
Pero cuando oye que Jesús quiere ir de acá para allá sin hablar, entonces cambia de pensamiento y dice: "¿Te desagrada quedarte solo? Me voy con Mateo, Santiago y Andrés, son los menos capaces..."
"Vete, pues, Hasta pronto."
Y Jesús camina por la ciudad solo. La recorre de largo a largo. Anónimo entre la gente atareada que ni siquiera le mira. Sólo dos o tres niños levantan su cabeza curiosos y una mujer descaradamente vestida, que le viene al encuentro con aire decidido, con una sonrisa llena de sobreentendidos. Jesús la mira tan severamente que ella se pone colorada, baja los ojos y se va. En la esquina una vez más se voltea pero como uno de la ciudad, que observó lo sucedido, le lanza una pulla mordaz, y de burla porque la dejaron plantada, se envuelve en su manto y huye.
JESÚS ENTABLA AMISTAD CON UN NIÑO LLAMADO
ALEJANDRO
Los niños por el contrario se reúnen alrededor de Jesús, lo miran y sonríen también. Uno que es más audaz le pregunta: "¿Quién eres?"
"Jesús" responde acariciándolo.
"¿Qué haces?"
"Espero a unos amigos."
"¿De Ascalón?"
"No, de mi tierra y de Judea."
"¿Eres rico? Yo sí. Mi padre tiene una casa hermosa y dentro hace tapetes. Ven a ver. Está cerca de aquí."
Jesús se va con el niño. Entran bajo un largo pasillo, que hace como de calle cubierta. En el fondo, resplandece debido a la penumbra del portal, un pedazo de mar, encendido por el sol. Encuentran a una niña que llora de miedo.
EL NIÑO CUENTA A JESÚS LAS TRAVESURA QUE HACE Y
JESÚS HACE UN PACTO CON ÉL
"Es Dina. Es pobre ¿sabes? Mi madre le da comida. Su madre no puede ya sanar. Su padre ya murió, en el mar, en una tempestad cuando iba de Gaza al puerto del gran Río a llevar y traer mercancías. y como las mercancías eran de mi padre, el padre de Dina era un marinero nuestro, mi mamá las cuida ahora. Muchos se han quedado así sin padre... ¿Qué te parece? Debe ser cosa fea ser huérfano y pobre. Esta es mi casa. No les digas que andaba por la calle. Debería estar en la escuela. Me echaron fuera porque hacía reír a mis compañeros con esto.." y saca de debajo del vestido un muñeco tallado en madera, en una tablita delgada, muy cómico en realidad, con una barba y unas narices descomunales.
Por los labios de Jesús se asoma una sonrisa, pero se refrena y dice: "No será el maestro ¿verdad? ¿Ni ningún familiar?... ¡No está bien!"
"No. Es el sinagogo de los judíos. Es viejo y feo y siempre nos burlamos de él."
"Tampoco eso está bien. Ciertamente es mucho más viejo que tú... y..."
"¡Oh! Es un vejete, medio jorobado y casi ciego, pero ¡es tan feo!... No tengo la culpa de que sea feo."
"No. Pero tienes la culpa de burlarte de un viejo. También tú cuando llegues a ser viejo, serás feo, porque caminarás inclinado, tendrás pocos cabellos; medio ciego caminarás con bastones, tendrás una cara semejante. ¿Y entonces? ¿Te gustaría que se burlen de ti muchachos sin respeto? y luego ¿por qué debes perturbar al maestro y a tus compañeros? ¡No está bien! Si tu padre lo supiese te castigaría, tu madre se afligiría. No les diré nada. Tú dame al punto dos cosas: la promesa de no volver a hacer esto, y ese muñeco. ¿Quién lo hizo?"
"Yo, Señor..." dice avergonzado el niño, consciente como nunca de la gravedad de sus pillerías. Agrega: "Me gusta mucho tallar en madera. Algunas veces logro reproducir las flores de los tapetes o los animales que hay allí ¿sabes?... también los dragones, las esfinges y otros animales..."
"Eso puedes hacer. Hay tantas cosas bellas en la tierra. Así pues, promete y dame ese muñeco. Si no, no somos más amigos. Lo guardaré como recuerdo tuyo, y rogaré por ti. ¿Cómo te llamas?"
"Alejandro. ¿Y Tú que me das?"
Jesús no sabe qué hacer. Casi nunca tiene nada. Se acuerda luego de tener una habilla muy bonita en el cuello de su vestido. Busca en su alforja, la encuentra, la quita y la da al niño."Ahora, vámonos. Pero ten en cuenta que aunque Yo me vaya, de todos modos Yo sé todo y si sé que eres malo, regresaré y lo diré todo a tu mamá." El pacto se hace.
LA MADRE DE ALEJANDRO ENSEÑA AL JESÚS EL TALLER DE
TELARES QUE TIENE
Entran en una casa. Después del vestíbulo hay un amplio patio, rodeado por tres partes de habitaciones en donde están los telares.
La criada que abrió y que se ha sorprendido al ver al niño con un desconocido, avisa a su patrona, y esta, una mujer alta y de dulce aspecto, acude preguntándole: "¿Se sintió mal mi hijo?"
"No, mujer. Me ha traído para que vea tus telares. Soy forastero."
"¿Quieres hacer algunas compras?"
"No. No tengo dinero. Pero tengo amigos a quienes les gustan las cosas bellas y tienen dinero."
La mujer mira con curiosidad a este hombre que declara paladinamente ser pobre. Dice: "Te tenía por un señor. Tienes modales y aspecto de un gran señor."
"Al revés, soy sencillamente un rabbí galileo: Jesús, el Nazareno."
"Nosotros somos comerciantes y no tenemos prejuicios. Ven a ver."
Lo lleva a que vea sus telares, donde jovencillas están trabajando bajo la dirección de la dueña. Los tapetes verdaderamente son dignos de alabanza por sus dibujos y por sus colores. Largos, suaves, parecen cuadros en flor o caleidoscopios de piedras preciosas. En otros tapetes las flores están mezcladas con figuras alegóricas como hipógrafos, sirenas, dragones, o también grifos heráldicos semejantes a los nuestros.
ESTOY CONTENTO DE QUE SEAS BUENA
AUNQUE NO LO CREAS ESTÁS MUY CERCA DE LA VERDAD,
AL TENER CARIDAD EN TI.
¿CUÁL VERDAD?
QUIEN AMA AL PRÓJIMO Y EN SU FAMILIA Y EN SUS DEPENDIENTES
EJERCITA LA CARIDAD Y LA COMPARTE TAMBIÉN ENTRE
LOS MISERABLES, POSEE YA EN SÍ LA RELIGIÓN
Jesús admira: "Eres muy inteligente. Estoy contento de haber visto esto. Y estoy contento de que seas buena."
"¿Cómo lo sabes?"
"Se ve en la cara, y el niño me ha contado lo de Dina. Dios te lo pague. Aunque no lo creas estás muy cerca de la verdad, al tener caridad en ti."
"¿Cuál verdad?"
"Del Señor Altísimo. Quien ama al prójimo y en su familia y en sus dependientes ejercita la caridad y la comparte también entre los miserables, posee ya en sí la religión. Esa es Dina ¿no es así?"
"Sí. Tiene una madre que está muriendo. Después la tomaré yo, pero no para los telares. Es muy pequeña y muy delgaducha. Ven, Dina, con este señor."
La niña de cara triste como todos los niños que son infelices, se acerca tímidamente. Jesús la acaricia y le dice: "¿Me conduces a donde está tu mamá. Querías que se curase ¿verdad? Entonces llévame con ella. Adiós, mujer, adiós. Alejandro: se bueno."
JESÚS VA A CASA DE DINA Y CURA A SU MADRE
Sale con la niña de la mano. "¿Estás sola?" pregunta.
"Tengo tres hermanitos. El último no conoció a nuestro padre."
"No llores. ¿Eres capaz de creer que Dios puede curar a tu madre? Lo sabes, ¿no es verdad?, que es un solo Dios que ama a los hombres que creó y sobre todo a los niños buenos. ¿Y que lo puede todo?"
"Lo sé, Señor. Primero iba a la escuela mi hermano Tolmé y en la escuela se mezcla uno con los judíos. Por esto se saben tantas cosas. Sé que existe y que se llama Yeové y que nos han castigado porque los filisteos fueron malos con Él? Siempre nos lo echan en cara los hebreos. Pero yo no existía en ese entonces, ni mi mamá, ni mi papá... ¿Por qué entonces...?" Y el llanto impide que salgan las palabras.
¿SABES QUE LOS ISRAELITAS ESPERAN EL MESÍAS...?
¿SABÉIS QUE HARÁ EL MESÍAS?
REDIMIRÁ AL MUNDO, QUITARÁ LOS PECADOS,
ENSEÑARÁ A NO PECAR, AMARÁ A LOS POBRES, A LOS ENFERMOS,
A LOS AFLIGIDOS, IRÁ A DONDE ESTÉN ELLOS...
¡SI ESTUVIESE ANTES DE QUE MI MAMÁ SE MURIESE! ¡YO CREERÍA!
TU HIJA HA LLEGADO A CREER QUE EL MESÍAS PUEDE CURARTE. ¿Y TÚ?
TAMBIÉN CREERÍA. ¿DÓNDE ESTA EL MESÍAS?
SOY YO QUIEN TE ESTÁ HABLANDO.
QUIERO QUE SEAS CURADA.
"No llores. Dios te ama también y me ha traído aquí por ti y por tu mamá. ¿Sabes que los israelitas esperan el Mesías que debe venir para fundar el reino de los cielos? ¿El Reino de Jesús Redentor y Salvador del Mundo?"
"Lo sé, Señor. Y nos amenazan diciendo: "Entonces ¡ay de vosotros!"."
"¿Y sabéis que hará el Mesías?"
"Hará grande a Israel y nos tratará muy mal."
"No. Redimirá al mundo quitará los pecados, enseñará a no pecar, amará a los pobres, a los enfermos, a los afligidos, irá a donde estén ellos; enseñará a los ricos, a los sanos, a los felices que lo amen; recomendará que sea uno bueno para poseer la vida eterna y bienaventurada del cielo. Hará esto y no oprimirá a nadie."
"¿Y cómo sabrá uno que es Él?"
"Porque amará a todos y curará a los enfermos que crean en Él; redimirá a los pecadores y enseñará el amor."
"Oh, ¡si estuviese antes de que mi mamá se muriese! ¡Yo creería! ¡Yo le rogaría! iría a buscarlo hasta encontrarlo y le diría: "Soy una pobre niña sin padre. Mi mamá se está muriendo. Yo espero en Ti" y estoy segura que aunque yo sea filistea, me escucharía."
Una fe sencilla y fuerte vibra en la voz de la niña. Jesús sonríe. Mira a la pobrecita que camina a su lado. Ella no mira esta sonrisa brillante, porque va mirando en dirección de su casa que está ya cerca..
Llegan a una casucha muy pobre, en el fondo de un callejón cerrado. "Es aquí, Señor, entra..." Una habitación miserable, un jergón con un cuerpo desvanecido, tres pequeñitos desde los tres hasta los diez años sentados junto al jergón Miseria y hambre se reflejan por todas partes..
"La paz sea contigo, mujer. No te muevas, no te desacomodes. Encontré a tu hijita y supe que estabas enferma. He venido. ¿Querrías curarte?"
La mujer con un hilillo de voz responde: "¡Oh, Señor!... Pero ya no tengo remedio..." y le caen lágrimas.
"Tú hija ha llegado a creer que el Mesías puede curarte. ¿Y tú?"
"¡Oh! También yo creería... Pero, ¿dónde está el Mesías?"
"Soy Yo, quien te está hablando." Y Jesús que estaba inclinado sobre el jergón hablando en voz baja cerca de la cara enflaquecida de la mujer, se endereza y en voz alta dice: "Quiero que seas curada."
Los niños tienen como miedo de la imponencia de Jesús, y los tres con sus caritas de estupor rodean en forma de corona el lecho materno. Dina se aprieta las manos contra su pechito. Una luz de esperanza, de felicidad atraviesa su carita. Casi se le va la respiración, por lo emocionada que está. Tiene la boca abierta para decir una palabra que su corazón ya pronuncia, cuando ve que su madre, que tenía antes, color de cera, demacrada, como si una fuerza la atajase introduciéndose en ella, se incorpora, y luego con los ojos siempre fijos en los del Salvador, se pone en pie, da un grito de alegría: "Mamá." La palabra que llenaba su corazón ha brotado... y luego otra más sale: "¡Jesús!" Y abrazando a su madre, la obliga a arrodillarse diciendo: "Adora, adora. Es Él. El que el profesor de Tolmé tenía profetizado."
"Adorad al verdadero Dios. Sed buenos. Acordaos de mí. Adiós" y rápido sale mientras las dos felices están postradas en el suelo...
IV. 491-502
A. M. D. G.