JESÚS EN MAGDALGAD REDUCE A 

CENIZAS A UN ÍDOLO

 


 

#CUENTAN A JESÚS LO QUE LES SUCEDIÓ EN ASCALÓN   

#JESÚS LES DICE QUE ÉL VA A UN POBLADITO Y QUE LOS DEMÁS sigan hasta Azoto, donde se encontrarán   

#A JESÚS LE SORPRENDE UN EXTRAÑO CORTEJO; MUJERES QUE gritan, voces alternadas de quejas, y todos forman una especie de danza en rededor de una macho cabrío que avanza con los ojos vendados...   

#"Deteneos. Soy capaz de curar a la mujer y de salvar al niño. Decidlo al sacerdote" dice Jesús   

#¿QUIÉN ES JESÚS?. Misión de Jesús  

 #JESÚS CONVENCE A FARA QUE ES DIOS, CURANDO AL MACHO cabrío   

#JESÚS EXIGE A FARA UNA PROFESIÓN DE FE. He venido... creo...   

#"¡Sal a la luz para que conozcan la luz divina y por orden de la luz que es Dios!" Un mandato sin réplica. Un momento después se oye un grito de triunfo envuelto en un gemido de alegría.   

#LLEVAN A JESÚS EL NIÑO QUE ACABA DE NACER   

#El milagro no se paga sino con fidelidad para con Dios que lo concedió. Me quedo tan solo con este macho cabrío como recuerdo de la ciudad"   

#JESÚS SE ENCUENTRA NUEVAMENTE CON LOS DISCÍPULOS   

#JESÚS LLEVA CONSIGO AL MACHO CABRÍO

 


 

Ascalón y sus hortalizas son ya un recuerdo. En las horas frescas de una bellísima mañana, dando las espaldas al mar, Jesús con los suyos se dirige hacia las colinas verdeantes, poco bajas, pero hermosas que se elevan en la llanura exuberante. Los apóstoles descansados y contentos alegremente hablan de Ananías, de sus esclavas, de Ascalón, de la algazara que hubo en la ciudad a su regreso por haber llevado las monedas a Dina

 

CUENTAN A JESÚS LO QUE LES SUCEDIÓ EN ASCALÓN

 

"Estaba escrito que tenía que probar los estrechamientos de los filisteos. El odio y el amor tienen las mismas manifestaciones, si se quiere. Y yo, que no había tenido por que quejarme del odio de los filisteos por poco me hieren por su amor. Esos fanáticos del milagro, por poco nos meten en la cárcel para que les dijésemos en donde estaba el Maestro. Y qué griterío. ¿Verdad, Juan? La ciudad hervía como un caldero. Los que estaban descontentos no querían admitir razones y querían buscar a los judíos para darles de palos, los que habían recibido el beneficio, o amigos de ellos, querían persuadir a los primeros que un dios había pasado. ¡Una confusión! Tienen para discutir por varios meses. Lo malo está que discuten más con los bastones que con la lengua. Y bien... están entre sí. Que hagan lo que quieran" dice Tomás.

"Pero no son malos..." anota Juan.

"No. Solamente están cegados por muchas cosas" responde Zelote.

 

JESÚS LES DICE QUE ÉL VA A UN POBLADITO Y QUE LOS DEMÁS 

SIGAN HASTA AZOTO, DONDE SE ENCONTRARÁN

 

Jesús por un largo espacio de camino no dice ni una palabra. Luego: "Voy ahora a aquel pobladillo que está sobre el monte. Vosotros continuaréis hasta Azoto. Prestad atención. Sed corteses, dulces, pacientes. Aunque se burlen de vosotros, soportadlo en paz, como ayer hizo Mateo, y Dios os ayudará. Salid al crepúsculo. Id cerca del estanque que está en las cercanías de Azoto. Allí nos volveremos a encontrar."

"Pero, Señor, ¡yo no permito que vayas solo!" exclama Iscariote. "Esa gente es violenta... es una imprudencia."

"No tengas miedo por Mí. Vete, vete, Judas, y tú sé prudente. Hasta la vista. La paz sea con vosotros."

Los Doce se van poco contentos. Jesús los mira irse y toma el sendero fresco, sombrío de la colina, que está cubierta con bosques de olivos, nogales, higueras y viñedos bien cultivados y que están cargados de frutos. En la llanura hay campos de cereales, en las pendientes apacientan cabras rubias sobre la verde hierba.

 

A JESÚS LE SORPRENDE UN EXTRAÑO CORTEJO; MUJERES QUE 

GRITAN, VOCES ALTERNADAS DE QUEJAS, Y TODOS FORMAN 

UNA ESPECIE DE DANZA EN REDEDOR DE UN MACHO CABRÍO 

QUE AVANZA CON LOS OJOS VENDADOS...

 

Jesús llega a las primeras casas del poblado. Está para entrar cuando encuentra un extraño cortejo. Mujeres que gritan, hombres que dan voces alternadas de quejas y todos forman una especie de danza en rededor de un macho cabrío que avanza con los ojos vendados. Se le va pegando. Le cae sangre por las rodillas por tropezar y caer sobre las piedras del camino. Otro grupo, que también vocifera y da alaridos, se agita alrededor de un simulacro esculpido, muy feo a la verdad que tiene arriba algo así como sartenes en los que hay brasas encendidas las que alimentan echándoles resina y sal -al menos así parece- porque el olor es de resina, y la sal chisporrotea al contacto del calor. Un tercer grupo rodea un santón delante del cual continuamente se inclinan gritando: "¡Por tu fuerza!" (hombres). "¡Tú sólo puedes!" (mujeres). "¡Suplica al dios!" (hombres). "¡Quita el sortilegio!" (mujeres). "¡Da órdenes a la matriz!". "¡Salva a la mujer!" y todos al mismo tiempo con gritos estruendosos: "¡Muerte a la maga!" Y luego, con variantes, otra vez. "¡Por tu fuerza!", "¡Tú sólo puedes!", "¡Ordena al dios!", "¡Que haga ver!", "¡Da órdenes al macho cabrío!", "¡Que señale a la maga!" y en un alarido de condenados: "¡Que odia a la casa de Fara!".

Jesús detiene a uno del último grupo y le pregunta dulcemente: "¿Qué sucede? Soy forastero..."

Como la procesión se detuvo un momento para golpear al macho cabrío, echar resina en los braseros y tomar alimento, el hombre le explica: "La esposa de Fara, el gran(de) de Magdalgad, está muriendo de parto. Una que la odia le ha echado el maleficio. Las entrañas se le han anudado y el hijo no puede nacer. Buscamos a la maga para matarla, sólo así la esposa de Fara se salvará, y sino encontramos a la maga, sacrificaremos el macho cabrío para impetrar misericordia de la diosa Matriz" (se comprende que aquel escarabajo de títere es una diosa...).

 

DETENEOS. SOY CAPAZ DE CURAR A LA MUJER Y DE SALVAR AL 

NIÑO, DICE JESÚS

 

"Deteneos. Soy capaz de curar a la mujer y de salvar al niño. Decidlo al sacerdote" dice Jesús al hombre y a otros dos que se han acercado."¿Eres médico?"

"Algo más."

Los tres rompen entre la gente y van al sacerdote idólatra. Le hablan, corre la voz. La procesión, que tornaba a caminar, se detiene. El sacerdote, imponente en sus vestidos multicolores, hace una señal a Jesús y ordena: "Joven, ¡ven aquí!" Cuando lo tiene cerca: "¿Es verdad cuanto dijiste? Mira, que si lo que has dicho no sucede, pensaremos que el espíritu de la maga se ha apoderado de ti y te mataremos en su lugar."

"Es verdad. Llevadme al punto a donde está la mujer, y entre tanto dadme el macho cabrío. Tengo necesidad de él. Quitadle las vendas y traédmelo aquí.

Así lo hacen. El pobre animal, atolondrado, tambaleándose, sangrando, es llevado a Jesús que lo acaricia sobre la negra cerviz.

"Ahora es necesario que me obedezcáis todos. ¿Lo haréis?"

"¡Sí!" grita la turba.

"Vamos. No gritéis más, no queméis más resina. Lo ordeno."

Se dirigen al poblado y por una calle que es la mejor llegan a una casa que está en el centro del huerto. Gritos y llantos salen por las puertas abiertas, y sobre todo, lúgubre, atroz el lamento de una mujer que no puede dar a luz al hijo.

Corren a avisar a Fara que se acerca con color de cera. Viene despeinado. Mujeres que lloran lo acompañan e inútiles santones en los que se quema incienso y se queman hojas.

"¡Sálvame a mi mujer!", "¡Salva a mi hija!", "¡Sálvala, sálvala!" gritan simultáneamente el hombre y una vieja y la turba.

"La salvaré y con ella a tu niño, porque es niño, y hermosísimo con dos ojos color aceituna que está madurando y de cabellos negros como este."

"¿Cómo lo sabes? ¿Qué ves?... ¿También en las entrañas?"

 

¿QUIÉN ES JESÚS?

 

MISIÓN DE JESÚS

 

"Yo veo en todo y lo penetro. Reconozco todo y puedo. Soy Dios."

 Hubiese mandado un rayo, habría hecho menos efecto. Todos se arrojan al suelo como muertos.

"Levantaos, escuchad. Soy el Dios Poderoso y no soporto otros dioses delante de Mí. Haced una hoguera y arrojad esa estatua."

La multitud se revela. Comienza a dudar del "dios" misterioso que ordena que sea quemada la diosa. Los más encolerizados son los sacerdotes.

Pero Fara y su suegra, a quienes importa la vida de la mujer, se oponen a la multitud hostil, y como Fara es el grande del poblado, la turba no pasa a la obra. Fara pregunta: "¿Cómo puedo creer que Tú eres Dios? Dame una señal y ordenaré que se haga lo que quieres."

 

JESÚS CONVENCE A FARA QUE ES DIOS, 

CURANDO AL MACHO CABRÍO

 

"Mira... ¿Ves las heridas de esta macho cabrío? Están abiertas, ¿verdad? Sangran... ¿no es así? La bestia está casi para morir ¿no es verdad? ¡Pues bien! Yo quiero que no sea así... ¡Mira!"

El hombre se inclina y mira... y da un grito: "¡No tiene ninguna herida!" y se arroja al suelo diciendo: "¡Mi mujer... mi mujer!"

Pero el sacerdote de la procesión dice: "¡Ten miedo, Fara! No conocemos quién sea éste. Ten miedo a la venganza de los dioses."

El hombre se encuentra en medio de dos temores: los dioses, la mujer... Pregunta: "Quién eres?"

"Yo soy el que soy. En el cielo y en la tierra. Cualquier poder me está sujeto. Cualquier pensamiento me es conocido. Los habitantes del cielo me adoran, los habitantes del infierno me temen. Y los que creen en Mí verán que se cumple cualquier prodigio."

"¡Creo! Creo... ¡Tu nombre...!"

"Jesucristo, el Señor Encarnado. ¡Ese ídolo a las llamas! No soporto dioses ante mi presencia. Esos incensarios que se apaguen. No existe más que mi Fuego que puede y quiere. Obedeced o Yo reduciré a cenizas ese ídolo y me iré sin salvarla."

Jesús es majestuoso en su vestido de lino, de cuya espalda pende el manto azul que llega hasta los pies. Ha levantado su brazo en señal de orden. Su rostro fulgura. Tienen miedo de Él. Nadie habla... En el silencio, el grito cada vez más débil y más estrujador de la mujer que está sufriendo. Se tardan en obedecer. El rostro de Jesús se hace cada vez más terrible. No se le puede mirar. Es un fuego que quema materia y espíritus. Las sartenes de cobre son las primeras que no resisten su fuerza... y con todo los carbones parecen apagados... luego los cargadores del ídolo deben poner en el suelo las andas que llevan sobre la espalda, porque la madera se carboniza como si una misteriosa llama la consumiese, y apenas en el suelo, el ídolo arde completamente.

La gente aterrorizada huye...

 

JESÚS EXIGE A FARA UNA PROFESIÓN DE FE

 

HE VENIDO... CREO...

 

Jesús se vuelve a Fara: "¿Puedes creer realmente en mi poder?"

"Creo. Creo. Tú eres Dios. Eres el Dios Jesús."

"No. Yo soy el Verbo del Padre, de Yeové de Israel, que ha venido en carne, sangre, alma y divinidad a redimir al mundo y a darle la fe en el Dios verdadero, Uno y Trino que está en los cielos altísimos. Vengo a dar ayuda y misericordia a los hombres para que dejen el error y vengan a la verdad que es el único Dios de Moisés y de los profetas. ¿Puedes creer?"

"Creo, creo."

"He venido a traer el camino, la verdad y la vida a los hombres, para aplastar los ídolos y enseñar la sabiduría. Por Mí el mundo será redimido porque moriré por amor del mundo y para la salvación eterna de los hombres. ¿Puedes creer así?"

"Creo, creo."

"He venido a decir a los hombres que si creen en el Dios verdadero, tendrán la vida eterna en el Cielo, ante el Altísimo que es el Creador de todos los hombres, animales, plantas y estrellas. ¿Puedes creer todavía?"

"Creo, creo."

 

"SAL A LA LUZ PARA QUE CONOZCAN LA LUZ DIVINA Y POR 

ORDEN DE LA LUZ QUE ES DIOS"

 

UN MOMENTO DESPUÉS SE OYE UN GRITO DE TRIUNFO 

ENVUELTO EN UN GEMIDO DE ALEGRÍA.

 

Jesús no entra ni siquiera a la casa. Extiende sus brazos en dirección de la casa, con las manos extendidas, como en la resurrección de Lázaro y grita: "¡Sal a la luz para que conozcan la luz divina y por orden de la luz que es Dios!" Un mandato sin réplica. Un momento después se oye un grito de triunfo envuelto en un gemido de alegría. A continuación un imperceptible gemido del recién nacido, que poco a poco va aumentando en fuerza y en claridad.

"Tu hijo llora al saludar a la tierra. Ve donde él y dile, ahora y después también que la tierra no es la patria, sino el cielo. Edúcalo y también edúcate para el cielo. Esta es la verdad que te habla. Esas... (señala las sartenes de cobre enroscadas como hojas secas, inservibles, tiradas por el suelo, y la ceniza muestra el lugar de las andas del ídolo) son la mentira que ni ayuda ni salva. Adiós."

 

LLEVAN A JESÚS EL NIÑO QUE ACABA DE NACER

 

Y hace por irse, pero una mujer corre a Él, llevando un niño vivaz: "Es un varón, Fara. Hermoso, robusto con ojos morados como de aceituna que está madurando y los mechoncitos más finos que los de un macho cabrío destinado al sacrificio. La mamá dichosa está descansando. No sufre nada, como si nada hubiera pasado. Algo imprevisto, cuando estaba ya a punto de morir... y después de aquellas palabras..."

Jesús sonríe. El hombre le presenta el recién nacido y Él lo toca en la cabeza con la extremidad de sus dedos. La gente, menos los sacerdotes que se han ido encolerizados por la defección de Fara, se acerca curiosa para ver al recién nacido y para ver a Jesús.

 

EL MILAGRO NO SE PAGA SINO CON FIDELIDAD PARA CON 

DIOS QUE LO CONCEDIÓ.

 

Fara querría darle cosas y dinero por el milagro, pero Jesús dice dulce y resueltamente: "Nada. El milagro no se paga sino con fidelidad para con Dios que lo concedió. Me quedo tan solo con este macho cabrío como recuerdo de la ciudad" y se va con el animal que trota a su lado, como si fuese su dueño. Sin heridas, contento, balando de alegría de estar con uno que no lo golpea... Descienden por los riscos de la colina, tomando el camino principal que lleva a Azoto.

 

JESÚS SE ENCUENTRA NUEVAMENTE CON LOS DISCÍPULOS

 

Cuando llega la tarde, cerca del estanque sombreado, Jesús ve que vienen sus discípulos y de ambas partes hay admiración. Los discípulos se admiran de que Jesús venga con ese macho cabrío, y Él, de que los ve con caras tristes como de quien no ha logrado nada.

"Desgracia, Maestro. No nos golpearon, pero nos arrojaron de la ciudad. Hemos vagado por la campiña y pagando muy caro hemos conseguido algo de comida. Si fuimos buenos..." dicen desconsolados.

"No interesa. También de Hebrón nos arrojaron el año pasado, y hace poco nos hicieron honores. No debéis desconsolaros."

"¿Y Tú, Maestro? ¿Y ese animal?" le preguntan.

"Fui a Magdalgad. Reduje a cenizas un ídolo y los incensarios dedicados a él, e hice que naciera un niño; prediqué al Dios verdadero por medio de milagros y me trajeron por regalo este macho cabrío destinado al culto idolátrico. ¡Pobre animal, era todo una llaga!"

"Pero ¡ahora está bien! ¡Es un bello ejemplar!" 

"Un animal sagrado, destinado al ídolo... Sano... Sí. El primer milagro que hice para convencerlos de que soy poderoso y no su pedazo de leño."

"¿Y qué vas ha hacer con él?"

"Se lo lleva a Marziam. Ayer un espantajo, hoy un macho cabrío. Será feliz."

"¿Te lo vas a llevar hasta Beter?"

 

JESÚS LLEVA CONSIGO AL MACHO CABRÍO

 

"Claro. No veo nada malo en ello. Si soy el Pastor podré tener un carnero. Lo daremos a las mujeres y se lo llevarán a Galilea. Encontraremos una cabra. Simón, te convertirás en pastor de cabritos, mejor que si fueras de ovejas... pero el mundo tiene más de cabras que corderos... Es un símbolo, Pedro mío. Acuérdate de él... con tu sacrificio... ganarás muchas cabras y corderos. Venid, vamos a aquel pobladucho que está en medio de los huertos. Encontraremos alojo en sus casas o en sus gavillas que tienen ya atadas en los campos y mañana iremos a Yabnia."

Los apóstoles están extrañados, apesadumbrados, desilusionados. Extrañados del milagro, apesadumbrados de no haber estado, desilusionados de su incapacidad, mientras Jesús todo lo puede. Por el contrario ¡qué contento está! Logra persuadirlos de que "nada es inútil, ni siquiera la derrota, porque sirve para que seáis humildes; el hablar sirve para dar a conocer un nombre, el Mío... y a dejar un recuerdo en los corazones" y es tan convincente y radiante su alegría que también ellos terminan por serenarse.

IV. 510-516

A. M. D. G.