JESÚS Y MARTA EN CAFARNAUM

 


 

#"Jesús, ha regresado a buscarte esa mujer de la que te hablé en Betsaida. Le dije que te esperara y la llevé arriba, en la habitación que está allí."   

#Marta grita: "¡Oh, Maestro!". Y cae de rodillas con los brazos extendidos, como pidiendo ayuda,   

#"¡Ea! Tranquilízate y dime qué cosa hace. ¿Por qué es mala? Así pues, no quiere a su alrededor a hombres.   

#Marta explica a Jesús lo que hace María  

 #¿No es, Señor, por ventura doloroso? ¿Que está loca? ¿A esto la llevó el vicio?   

#Si le hablo de la misericordia divina, de Ti... me responde: "Para mí no puede haber misericordia. He pasado la medida". Y es entonces cuando una desesperación se apodera de ella, y grita, se golpea hasta que le mana sangre   

#Desde que sabe que estás en el lago, cada vez que sabe que vengo, me dice: "Alguna vez también iré yo" y riéndose con esa sonrisa que es un insulto para ella misma, termina con: "Así al menos el ojo de Dios caerá sobre el estiércol".  

 #"¿Te acuerdas, Marta, de lo que un día te dije "María está enferma?". No lo quisiste creer. Ahora lo estás viendo. Tú la crees loca. Ella misma dice que está enferma de fiebre pecaminosa. Yo digo: enferma por posesión diabólica. Siempre es una enfermedad.   

#Cuando un alma ha concebido ya el deseo de ir al bien, y tan sólo la detiene el enemigo diabólico,... Ha hallado la Estrella Polar, y no se aparta más.   

#Tendrá necesidad de caricias y de silencio. Asístela como si fueses su segundo ángel custodio, sin hacérselo notar. Si la vieres llorar, déjala que llore. Si te hiciere preguntas, déjala que las haga.   

#Vete en paz, Marta. Y mañana, con tacto, dile que hablaré cerca de la Fuente, aquí en Cafarnaum, al atardecer. Vete en paz.  

#Toma esta faja mía. No la tires. Y cada vez que la vieres dite a ti misma: "Más fuerte que esta faja de Jesús es el poder de Jesús, y con ello todo se vence: demonios y monstruos.

 


 

Jesús soleado y lleno de polvo, regresa con Pedro y Juan a la casa de Cafarnaum.

 

"Jesús, ha regresado a buscarte esa mujer 

de la que te hablé en Betsaida. 

Le dije que te esperara y la llevé arriba, 

en la habitación que está allí."

 

Apenas ha puesto pie en el huerto, que da a la cocina, cuando el dueño de la casa, familiarmente lo llama y le dice. "Jesús, ha regresado a buscarte esa mujer de la que te hablé en Betsaida. Le dije que te esperara y la llevé arriba, en la habitación que está allí."

"Gracias, Tomás. Voy al punto. Si vienen los demás, entretenlos." Jesús sube rápido por la escalera sin quitarse siquiera el manto.

En el lugar donde arranca la escalera está Marcela, la sierva de Marta. "¡Oh, Maestro nuestro" Mi dueña está allí dentro. Hace días que te está esperando" dice la mujer arrodillándose ante Jesús.

"Me lo imaginaba. Voy al punto. Dios te bendiga, Marcela."

Jesús levanta la cortina colocada para defender de la luz que es fuerte, pese a que el crepúsculo se acerca, y que ha encendido como fuego en el aire y las casas blancas de Cafarnaum a su contacto parecen unos braseros encendidos. En la habitación, toda velada y envuelta en un manto, sentada cerca de una ventana, está Marta. Tal vez está mirando un pedazo de lago n donde una colina llena de árboles ha metido sus pies. Tal vez no está mirando sino sus pensamientos. Lo que sí es cierto es que está muy absorta, en tal forma que no siente el ligero caminar de Jesús que se acerca. Da un sobresalto cuando la llama.

 

Marta grita: "¡Oh, Maestro!". 

Y cae de rodillas con los brazos extendidos, 

como pidiendo ayuda,

 

"¡Oh, Maestro!" grita. Y cae de rodillas con los brazos extendidos, como pidiendo ayuda, y luego se inclina hasta tocar el suelo con la frente, y se pone a llorar.

"¿Pero qué sucede? ¡Levántate! ¿Por qué estas lágrimas? ¿Te ha sucedido alguna desgracia que me tengas que contar? ¿Sí? ¿Cuál, pues? Estuve en Betania, ¿lo sabes? ¿Sí? Y allí supe que había buenas noticias. Y ahora tú con ese llanto... ¿Qué pasó?" y la obliga a levantarse, y a que se siente en la silla recargada contra la pared y Él también se sienta.

"Vamos, quítate el velo y el manto, como Yo lo estoy haciendo. Debes morirte de calor. Y luego quiero ver la cara de esta Marta intranquila, para que le despeje todas las nubes que la oscurecen."

Marta obedece sin dejar de llorar, y se ve su rostro colorado, con ojos hinchados por las lágrimas.

"¿Bueno? Te ayudaré. María te mandó llamar. Ha llorado mucho, ha querido saber mucho de Mí y has llegado a imagina que se trata de una buena señal, por lo que has querido que esté Yo aquí para realizar el milagro. Aquí estoy, pues. ¿Y ahora?..."

"Ahora ya no hay nada, Maestro. Me equivoqué. Fue la esperanza tan grande que me hizo pensar lo que no es... Te hice venir por nada... María está peor que antes... ¡No! ¡qué estoy diciendo! La calumnio, miento. No es peor, porque no quiere más cerca de sí a los hombres. Es diversa, pero siempre mala. Me parece que está loca... No la entiendo más. Antes por lo menos la entendía. ¡Pero ahora! ¿quién la entiende?" y Marta llora desesperadamente.

 

"¡Ea! Tranquilízate y dime qué cosa hace. 

¿Por qué es mala?

 Así pues, no quiere a su alrededor a hombres.

 

"¡Ea! Tranquilízate y dime qué cosa hace. ¿Por qué es mala? Así pues, no quiere a su alrededor a hombres. Me imagino que vivirá sola en su casa. ¿No es así? ¿Sí? Bien. Eso está muy bien. El haber deseado que estuvieses cerca de ella, como para protegerse contra las tentaciones -son tus palabras- y para evitarlas apartándose de relaciones culpables, o aún sencillamente de lo que podría llevarla a relaciones no sanas, es señal de buena voluntad."

"¿Dices que sí, Maestro? ¿De veras lo crees así?"

 

Marta explica a Jesús lo que hace María

 

"Pues claro. ¿En qué te parece mala? Cuéntame qué hace..." Marta, un poco animada con las palabras de Jesús, habla con mayor claridad. "Mira. Desde que llegué, María no ha salido de casa, ni del jardín, ni siquiera ha ido al lago en la barca. Su nodriza me dijo que ya de antes no salía. Parece que este cambio empezó en la Pascua. Pero antes de que yo viniese todavía iban personas a buscarla, y no siempre las rechazaba. Algunas veces daba órdenes de que a nadie se le permitiese entrar. Y parecía que eran órdenes absolutas. Luego llegaba hasta a azotar los siervos, presa de una ira injusta, si al ir al vestíbulo por haber oído voces de visitantes, llegaba cuando ya se habían ido. Desde que llegué no ha vuelto a hacerlo. La primera noche me dijo, y por esto he abrigado estas esperanzas: "Detenme, amárrame si quieres, pero no me dejes salir más, que no vuelva a ver a nadie que no seas tú o la nodriza. Yo estoy enferma y me quiero curar. Los que vienen a verme, o que quieren vaya a verlos, son como pantanos donde hierve la fiebre. Hacen que me  enferme más. Son tan hermosos aparentemente, cubiertos con flores y llenos de trinos, con frutos de aspecto agradable, que no logro resistir porque soy una infortunada, una desgraciada. Marta, tu hermana es débil. y hay quien se aprovecha de su debilidad para que cometa cosas infames, aunque una partecilla de mí no consiente en ellas. Lo único que me queda de mamá todavía, de mi pobre mamacita..." y se ponía a llorar, a llorar.

Yo me porté con ella dulcemente en las horas en que era más razonable, y con firmeza cuando parecía una fiera enjaulada. Jamás se rebeló contra mí, al contrario, pasados los momentos de mayor tentación, venía a llorar a mis pies, con la cabeza sobre mis rodillas y me decía: "¡Perdóname, perdóname!" y si le preguntaba: "¿Por qué hermana? No me has hecho nada", me respondía: "Porque hace unos momentos, o ayer por la noche, cuando me dijiste: 'No puedes salir fuera de aquí', en mi corazón te odiaba, maldecía y deseaba que te murieras".

 

¿No es, Señor, por ventura doloroso?

 ¿Que está loca? 

¿A esto la llevó el vicio? 

 

"¿No es, Señor, por ventura doloroso? ¿Que está loca? ¿A esto la llevó el vicio? Me imagino que algún amante suyo le haya dado una pócima para hacerla esclava de la lujuria y que le haya llegado hasta el cerebro..."

"No. Nada de pócimas. Nada de loca. Es algo muy diverso. Pero sigue."

"Conmigo es respetuosa y obediente. No ha maltratado más a los siervos. Pero después de la primera noche no ha preguntado más por Ti. Sí yo le hablo de Ti desvía la conversación. Eso sí se pasa horas y horas en el peñasco del mirador y se queda contemplando el lago, hasta el cansancio, y luego me pregunta al ver pasar una barca: "¿Te parece que sea la de los pescadores galileos?" Jamás pronuncia tu Nombre, ni el de los apóstoles. Pero yo sé que ve a ellos y a Ti en la barca de Pedro. También colijo que piensa en Ti porque algunas veces en la noche, mientras paseamos por el jardín o bien esperamos a que llegue la hora de dormir y entretanto yo me dedico a coser y ella mano sobre mano sin hacer nada, me dice: "¿De este modo es necesario vivir según la doctrina que sigues?"  Y a veces se echa a llorar, otras a reír con unas carcajadas sarcásticas, de loca o de demonio. Otras veces se suelta los cabellos, que siempre trae muy bien arreglados, y hace dos trenzas, se pone uno de mis vestidos y se acerca con las trenzas sueltas por la espalda, o por delante, toda tímida, púdica, jovencita en el vestido, las trenzas y la expresión de la cara, y pregunta: "¿A este punto debe llegar María?" y algunas veces se pone a llorar besándose sus espléndidas y gruesas trenzas, que le dan hasta las rodillas, esa belleza que era la gloria de mi madre, y a veces prorrumpe en horribles carcajadas o bien me dice: "Pero mira, mejor hago así y me mato", y se anuda el cuello con las trenzas, se apriete en tal forma que se pone morada, como si quisiera estrangularse. Otras veces, cuando aparece que siente más fuerte la tentación de su carne, se compadece a sí misma, o bien se maltrata. La he encontrado golpeándose con furia el pecho, las piernas. Se rasguña la cara, se da cabezazos contra la pared, Y si le pregunto: "¿Por qué lo haces?" se me vuelve y con una mirada feroz, de enajenada responde: "Para despedazarme, despedazar mis entrañas, mi cabeza. Las cosas nocivas, las cosas malditas deben destruirse. Yo me destruyo"

 

Si le hablo de la misericordia divina, de Ti... 

 

me responde: 

"Para mí no puede haber misericordia. He pasado la medida".

 Y es entonces cuando una desesperación se apodera de ella,

 y grita, se golpea hasta que le mana sangre

 

Si le hablo de la misericordia divina, de Ti -porque yo no hago caso y le hablo de Ti como si fuese ella la más fiel de tus discípulas, y te juro que a veces me arrepiento de hablar de Ti ante ella- me responde: "Para mí no puede haber misericordia. He pasado la medida". Y es entonces cuando una desesperación se apodera de ella, y grita, se golpea hasta que le mana sangre: "Pero ¿por qué? ¿Por qué este monstruo que me destroza? No me da paz. Me arrastra hacia el mal con arrullos  melodiosos y luego se me juntan las voces de papá y mamá, de vosotros que me maldecís, porque también tú y Lázaro me maldecís, como también Israel. ¿Por qué este monstruo que me hace enloquecer?..."

Cuando habla así le respondo: "¿Por qué piensas en Israel que es un pueblo, y no piensas en Dios? Dado que no pensaste antes, cuando todo lo pisoteabas, piensa ahora en vencer todo, y a no preocuparte más del mundo, sino de Dios, de papá, de mamá. Ellos no te maldicen si cambias de vida, antes te abren sus brazos..." Ella me escucha, pensativa ,estupefacta como si le dijese un cuento imposible. Luego se echa a llorar, pero no dice más. Algunas veces ordena a los siervos que le lleven vinos y manjares, y bebe como "para no pensar" como dice ella.

 

Desde que sabe que estás en el lago, 

cada vez que sabe que vengo, 

 

me dice: "Alguna vez también iré yo" 

y riéndose con esa sonrisa que es un insulto 

para ella misma, 

 

termina con: 

"Así al menos el ojo de Dios caerá sobre el estiércol". 

 

Desde que sabe que estás en el lago, cada vez que sabe que vengo, me dice: "Alguna vez también iré yo" y riéndose con esa sonrisa que es un insulto para ella misma, termina con: "Así al menos el ojo de Dios caerá sobre el estiércol". Pero yo no quiero que venga. Espero el momento en que ella, cansada por la ira, fatigada con el vino, con el llanto, con todo, se echa a dormir. Hoy también de este modo he salido, y regresaré a la noche, antes de que se despierte. Esta es mi vida... y no espero más...." el llanto refrenado mientras hablaba, hace presa de Marta con toda su fuerza.

 

"¿Te acuerdas, Marta, de lo que un día te dije? 

 

"María está enferma". 

 

No lo quisiste creer. 

Ahora lo estás viendo. Tú la crees loca. 

Ella misma dice que está enferma de fiebre pecaminosa. 

Yo digo: enferma por posesión diabólica. 

 

Siempre es una enfermedad.

 

"¿Te acuerdas, Marta, de lo que un día te dije? "María está enferma". No lo quisiste creer. Ahora lo estás viendo. Tú la crees loca. Ella misma dice que está enferma de fiebre pecaminosa. Yo digo: enferma por posesión diabólica. Siempre es una enfermedad. Sus incoherencias, sus arrebatos de ira, sus llantos, desconsuelos, ansias de venir a Mí son las fases de su mal que cuando va llegando al momento de su curación se manifiesta en estas crisis. Haces bien en ser bondadosa con ella, en ser paciente, en hablarle de Mí. no te arrepientas de pronunciar mi nombre en su presencia. ¡Pobre alma de mi María! También salió del Padre Creador, igual que las demás, que la tuya, que la de Lázaro, que la de los apóstoles y discípulos. También ella está incluida entre las almas por las que me he hecho carne para ser Redentor. Mejor dicho, más por ella que por ti, por Lázaro, por los apóstoles y discípulos he venido. ¡Pobre alma de mi María a quien amo tanto! ¡Pobre alma envenenada con siete venenos además del primordial y universal! ¡Pobre alma prisionera de María! ¡Déjala que venga a Mí! ¡Deja que respire mi aliento, que oiga mi voz, que encuentre mi mirada!... Si dice: "estiércol"... ¡Oh pobre alma que de los siete demonios, el menos fuerte que tiene es el de la soberbia! Solo por esto se salvará."

"¿Y si después de haber salido encuentra a alguien que la conduzca nuevamente al vicio? Ella misma siente este temor..."

 

Cuando un alma ha concebido ya el deseo de ir al bien,

 y tan sólo la detiene el enemigo diabólico,...

 Ha hallado la Estrella Polar, y no se aparta más.

 

"Y siempre lo tendrá ahora que ha llegado a experimentar nauseas del vicio. Pero no te preocupes. Cuando un alma ha concebido ya el deseo de ir al bien, y tan sólo la detiene el enemigo diabólico, que sabe que va a perder su presa y el enemigo personal que es el "yo", que piensa todavía muy humanamente y de igual modo se juzga, que cree que Dios juzga como él para impedir al espíritu que domine el yo humano, entonces esa alma ya se ha fortalecido contra los asaltos del vicio y de los viciosos. Ha hallado la Estrella Polar, y no se aparta más.

Igualmente no le digas más: "¿No pensaste en Dios y sí piensas en Israel?" Es un reproche escondido. No lo hagas. Es una escapada del fuego. Es toda una llaga. No la toques con otra cosa que no sean los bálsamos de la dulzura, del perdón, de la esperanza...

Déjala en libertad de que venga. Aun más ,debes decirle cuando salga de ella, pero no de ti, que quiere venir: "Ven conmigo". Mejor, si llegas a comprender que viene, tú no vengas. Regrésate. Espérala en casa. La Misericordia la hará suya. Porque le debo arrebatar esa malvada fuerza que ahora la oprime, y por unas horas parecerá como una que acaba de arrojar el veneno, una a quien el médico haya quitado los huesos. Después se sentirá mejor. Estará atolondrada.

 

Tendrá necesidad de caricias y de silencio. 

Asístela como si fueses su segundo ángel custodio, 

sin hacérselo notar. 

Si la vieres llorar, déjala que llore.

 Si te hiciere preguntas, déjala que las haga. ...

 

Tendrá necesidad de caricias y de silencio. Asístela como si fueses su segundo ángel custodio, sin hacérselo notar. Si la vieres llorar, déjala que llore. Si te hiciere preguntas, déjala que las haga. Si la vieres sonreír con una sonrisa cambiada, con una mirada diversa, con una cara diferente, no le hagas preguntas, no trates de dominarla. Sufre ahora más en el subir que cuando bajó. Y debe hacerlo por sí misma, como lo hizo por sí misma cuando bajó No tuvo valor de tolerar vuestras miradas cuando bajaba, porque en vuestros ojos estaba el reproche. Pero ahora no puede soportarlas por la vergüenza que por fin se le ha despertado. Entonces era fuerte porque tenía en sí a Satanás, su dueño, y la fuerza siniestra que la dominaba, y que podía desafiar al mundo, y con todo vosotros nunca la visteis cuando pecaba. Ahora ya Satanás no está en ella como su dueño, sino como su huésped, pero a quien la voluntad de María tiene ya cogido de la garganta. Todavía no me tiene a Mí, por esto es muy débil. No puede sostener ni siquiera la caricia de tus ojos de hermana al declararse por su Salvador. Toda su energía está dirigida a tener asidos de la garganta a los siete demonios. En todo lo demás está indefensa, desnuda, pero la volveré a vestir y la fortificaré.

 

Vete en paz, Marta. Y mañana, con tacto, dile que hablaré

 cerca de la Fuente, aquí en Cafarnaum, al atardecer. 

Vete en paz. 

 

Vete en paz, Marta. Y mañana, con tacto, dile que hablaré cerca de la Fuente, aquí en Cafarnaum, al atardecer. Vete en paz. Vete en paz. te bendigo."

Marta está todavía perpleja.

"No caigas en la incredulidad, Marta" le dice Jesús que la mira.

"No, Señor. Pero pienso... ¡Oh! dame alguna cosa que pueda dar a María para darle un poco de fuerza... Sufre mucho... y yo tengo miedo de que no logre vencer al demonio."

 

Toma esta faja mía. 

No la tires.

 

Y cada vez que la vieres dite a ti misma: 

"Más fuerte que esta faja de Jesús es el poder de Jesús, 

y con ello todo se vence: 

demonios y monstruos. 

 

"¡Eres una niña! María me tiene a Mí y a ti. ¿No lo logrará? pero ven. Dame esta mano que jamás ha pecado, que ha sabido ser dulce, misericordiosa, activa, piadosa, que siempre ha hecho ademanes de amor y de oración. Que jamás se ha pasado las horas en el ocio, que jamás se ha corrompido. Mira, la tengo entre las mías para hacerla todavía más santa. Levántala contra el demonio y él no la soportará. Toma esta faja mía. No la tires. Y cada vez que la vieres dite a ti misma: "Más fuerte que esta faja de Jesús es el poder de Jesús, y con ello todo se vence: demonios y monstruos. No debo tener miedo". ¿Estás contenta ahora? Mi paz sea contigo. Vete tranquila."

Marta le hace una profunda reverencia y se va.

Jesús sonríe cuando ve que sube otra vez a su carro, que mandó llamar Marcela a la puerta, y que se dirige a Mágdala.

IV. 565-571

A. M. D. G.