LA PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA
#VEN PARA LLEVARTE EN MIS BRAZOS
Jesús está hablando a la gente, de pie, en el borde lleno de árboles de un riachuelo. La gente está esparcida por el campo que ha sido segado ha poco, y presenta un aspecto triste.
Ya es tarde. La luna empieza a salir. Es un atardecer bello y claro de los primeros días de verano. Los rebaños regresan a sus rediles y se oye el repiqueteo de sus campanitas, que se mezcla con el cantar de los grillos y de las chicharras. Se oye el cri, cri, cri.
LA PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA
¿QUÉ HACE EL BUEN PASTOR?
BUSCA BUENOS PASTOS PARA SUS OVEJAS
VE UNA POR UNA DE SUS OVEJAS
LAS CURA SI ESTÁN ENFERMAS
LES PONE MEDICINAS SI ESTÁN HERIDAS
Jesús toma pie de los rebaños que están pasando solícito. ¿Qué hace el buen pastor? Busca buenos pastos para sus ovejas, donde no haya cañaheja, y hierbas venenosas, sino dulces tréboles, buenas hierbas y raíces amargas aunque salutíferas. Busca que donde haya comida haya también frescura, agua limpia, y que no surjan entre el pasto víboras. No trata de buscar los pastizales de hierba alta porque sabe que entre ellas fácilmente puede haber culebras y hierbas nocivas. Prefiere los pastizales de hierba no muy alta, fresca del rocío, y donde el sol ahuyenta todos los reptiles. Busca los lugares donde el aire es fresco, ligero y no pesado como el de la llanura. El buen pastor ve una por una de sus ovejas. Las cura si están enfermas, les pone medicina si están heridas. A la que enfermaría por comer mucho, le grita; a la que podría contraer algún mal por quedarse por mucho tiempo en la humedad o exponerse al sol, la obliga que vaya a otro lugar. Y si una no come, trata de buscarle hierbas aciduladas y aromáticas para despertarle el apetito, y se las da con su propia mano, hablándole como a un amigo.
Así hace el buen Padre que está en los cielos con sus hijos que andan errantes por la tierra. Su amor es la vara que los reúne, su voz es el guía, sus pastizales son la Ley, su redil el cielo.
VED AHÍ QUE UNA OVEJA LO ABANDONA
EL PASTOR LA VEÍA CON OJOS LLENOS DE AMOR...
PERO ÉSTA LO ABANDONÓ.
HABÍA PASADO POR EL CAMINO QUE BORDEABA EL PASTIZAL
UN TENTADOR.
NO TENÍA LA CASACA AUSTERA, SINO UN VESTIDO DE MILES
DE COLORES.
NO LLEVA A LA CINTURA EL CINTURÓN DE CUERO... NO TRAE
BASTÓN COMO EL BUEN PASTOR...
EL TENTADOR PASA CANTANDO Y DEJA CAER PUÑADOS DE
ALGO QUE PARECE SAL Y QUE BRILLA EN EL CAMINO...
Ved ahí que una oveja lo abandona. ¡Cuánto la amaba! Era joven, limpia, cándida, como una nubecilla en un cielo de abril. El pastor la veía con ojos llenos de amor, al pensar lo que podía hacer por ella. Pero esta lo abandonó. Había pasado por el camino que bordeaba el pastizal un tentador. No tiene la casaca austera, sino un vestido de miles de colores. No lleva a la cintura el cinturón de cuero con el hachuela y el puñal pendientes, sino uno de oro del que cuelgan cascabeles de plata que suenan maravillosamente cual trinos de ruiseñor y una redoma de perfumes que embriagan... No trae bastón como el buen pastor con el que reúne y defiende las ovejas, y si el bastón no fuera suficiente, él está pronto a defenderlas con el hachuela y cuchillo y aun con su vida. Pero este pastor que pasa, tiene entre las manos un incensario brillante de piedras preciosas de donde se levanta un humo que es hediondez y perfume al mismo tiempo, pero que aturde como emboba el puñado de joyeles, que son falsos. El tentador pasa cantando y deja caer puñados de algo que parece sal y que brilla en el camino...
HAY NOVENTA Y NUEVE OVEJAS. LA CENTÉSIMA, LA MÁS
JOVEN, A LA QUE MÁS QUERÍA, DA UN BRINCO Y DESAPARECE
TRAS DEL TENTADOR
EL PASTOR LA LLAMA
Hay noventa y nueve ovejas. La centésima, la más joven, a la que más quería, da un brinco y desaparece detrás del tentador. El pastor la llama, pero ella no entiende. Más veloz que el viento corre para alcanzar al que ha pasado, y para tener fuerzas en su carrera, prueba la sal que al entrar le quema con un delirio extraño, con el que siente necesidad de aguas verdes que hay en la selva. Y aquí, detrás del tentador, cae en su espesura. Sube, baja, sube, baja: una, dos , tres veces. y una, dos y tres veces siente junto a su cuello el contacto viscoso de reptiles, y al querer beber agua, y al querer alimentarse muerde hierbas que brillan con baba asquerosa.
ÉL VA A DONDE ESTÁ
LE VE DESDE LEJOS EBRIA ENTRE LAZOS DE REPTILES...
LA VUELVE A MIRAR,..., Y SE SIENTE TAN CULPABLE QUE NO SE
ATREVE A MIRARLO...
LA BUSCA,... LA SIGUE, LA ALCANZA.
VA LLORANDO SOBRE LAS HUELLAS DE LA PERDIDA:
VELLONES DE LANA:... MANCHAS DE SANGRE:... CRÍMENES
DIVERSOS; SUCIEDAD: PRUEBA DE SU LUJURIA;
EL SIGUE ADELANTE Y LA ALCANZA.
Entre tanto ¿qué hace el buen pastor? Deja en buen recaudo las noventa y nueve fieles y se pone en camino. No deja de caminar hasta que encuentra huellas de su oveja perdida. Y como ella no regresa a él, que sigue invitándole con sus gritos, él va a donde está. La ve desde lejos ebria entre lazos de reptiles, tan ebria que no siente nostalgia de quien la ama; y se burla de él. La vuelve a mirar, a ella que es culpable de haber penetrado, cual ladrona, en la casa de otro, y se siente tan culpable que no se atreve a mirarlo... Y sin embargo el pastor no se cansa... La busca, la busca, la sigue, la alcanza. Va llorando sobre las huellas de la perdida: vellones de lana: vellones de alma; manchas de sangre: crímenes diversos; suciedad: prueba de su lujuria; el sigue adelante y la alcanza.
TE HE ENCONTRADO, AMADA... NO BAJES LA FRENTE
ENVILECIDA.
TU PECADO ESTÁ SEPULTADO EN MI CORAZÓN. NADIE, FUERA
DE MI QUE TE AMO, LO CONOCERÁ.
TE DEFENDERÉ,... TE CUBRIRÉ CON MI PERSONA COMO
ESCUDO...
¿ESTÁS HERIDA? ¡OH, MUÉSTRAMELAS!
LAS CONOZCO PERO QUIERO QUE ME LAS MUESTRES CON LA
CONFIANZA QUE TENÍAS CUANDO ERAS PURA Y ME MIRABAS...
¿QUIÉN TE LAS INFLIGIÓ...? EL TENTADOR. LO SÉ. ES EL QUE NO
TIENE NI BASTÓN NI HACHUELA, PERO QUE CAUSA MUCHO
MAL CON SU MORDIDA ENVENENADA...
Te he encontrado, amada. ¡Te he alcanzado! Cuánto he caminado por ti, para llevarte al redil. No bajes la frente envilecida. Tu pecado está sepultado en mi corazón. Nadie, fuera de mí que te amo, lo conocerá. Te defenderé de las críticas de los demás. Te cubriré con mi persona como escudo, contra las piedras de los acusadores. ¡Ven! ¿Estás herida? ¡Oh muéstramelas! Las conozco pero quiero que me las muestres con la confianza que tenías cuando eras pura y me mirabas, tu pastor y Dios, con ojos inocentes. Aquí están las heridas. Tienen nombre propio. ¡Qué profundas! ¿Quién te las infligió tan hondamente en el fondo del corazón? El Tentador, lo sé. Es el que no tiene bastón ni hachuela, pero que causa mucho mal con su mordida envenenada, y con esta, los joyeles falsos de su incensario que te sedujeron con su brillante color... y que eran azufre de infierno expuesto a la luz para enardecer tu corazón. ¡Mira! ¡Cuántas heridas! Tu lana está deshecha, tiene sangre, tiene cardos.
¡OH POBRE PEQUEÑA ALMA ENGAÑADA!
¡Oh pobre pequeña alma engañada! Pero dime: si Yo te perdono, ¿me amarás? Pero dime: si te tiendo los brazos, ¿vendrás a ellos? Dime: ¿tienes sed del amor bueno? Entonces ven y renace. Regresa a los pastizales santos. Lloras. Tu llanto y el mío lavan las huellas de tu pecado y Yo para alimentarte, pues estás enflaquecida por el mal en que has ardido, me abro el pecho, me abro las venas, y te digo: "¡Aliméntate y vive!"
VEN PARA LLEVARTE EN MIS BRAZOS
Ven para llevarte en mis brazos. Iremos pronto a los pastizales santos y seguros. Olvidarás esta hora de desesperanza. Las noventa y nueve, las buenas se alegrarán con tu regreso, porque, Yo te lo aseguro, ovejita perdida a quien he buscado desde tierras muy lejanas, a quien he encontrado, he salvado, que los buenos harán más fiesta por alguien extraviado que regresa, que no por noventa y nueve justos que jamás se han alejado del redil"
Jesús jamás se ha vuelto a mirar el camino que tiene a sus espaldas, y por donde llegó, entre la penumbra del atardecer, María de Mágdala, que viste todavía muy elegantemente, pero al menos vestida, y que trae un velo oscuro que no deja traslucir sus rasgos y sus contornos. Cuando Jesús dice. "Te he encontrado, amada", María se lleva las manos bajo el velo y llora, quedito pero mucho. La gente no la ve porque está en el otro borde queda al camino. La ven sólo la luna que ya está alta y el espíritu de Jesús...
IV. 577-580
A. M. D. G.