"DESPUÉS DE HABER RECORDADO LA
LEY
HE HECHO CANTAR LA ESPERANZA DEL
PERDÓN"
#LAS CAUSAS DE LAS CONVERSIONES FALLIDAS
#¡EL PERDÓN! ROCÍO EN LA SED ARDIENTE DEL CULPABLE
#¿Por qué quise ir a aquella casa? ¿Por qué no obré en ella el milagro?
#CONDICIONES PARA TENER A DIOS CON NOSOTROS
#lo que absolutamente debe practicar el apóstol es el amor. Amor patente.
#LAS TRES ETAPAS PARA SALVAR UN ALMA SON
#Es menester que vuestra caridad expulse de sí todo temor
Dice Jesús:
"Desde enero, cuando te hice ver la cena en casa de Simón el leproso, tú, y quien te guía, tuvisteis deseos de conocer mejor a María de Mágdala, y las palabras que le dirigí. Siete meses después os doy a leer estas páginas para satisfacer vuestro deseo y para dar una norma a los que deben saber inclinarse sobre estas lepras del alma, y una voz que invita a tales infelices que se asfixian en su tumba de vicio al tratar de salir.
Dios es bueno. Con todos es bueno. No mide con la medida humana. No hace diferencia entre pecado y pecado mortal. El pecado, cualquiera que sea le causa dolor. El arrepentimiento le proporciona alegría y lo inclina a perdonar. La resistencia a la gracia lo hace inexorablemente severo, porque la justicia no puede perdonar al impenitente que muere en tal estado, no obstante todos los auxilios que se le dan para convertirse.
LAS CAUSAS DE LAS CONVERSIONES FALLIDAS
Las causas, si no la mitad de las conversiones fallidas, a lo menos, cuatro décimos de ellas, son la negligencia de los que están para convertir, un celo mal entendido y falso que es un velo puesto sobre un real egoísmo y orgullo por el que se está tranquilo en su propio descanso, sin descender al fango para arrancar de allí un corazón. "Yo soy puro, digno de respeto. No voy allí donde hay podredumbre, y donde se me puede faltar al respeto". Quien así habla, ¿no ha leído en el evangelio que el Hijo de Dios vino a convertir a publicanos y meretrices además de las personas honestas que había en al Ley antigua? ¿No piensa este tal que el orgullo es impureza de mente, que la falta de caridad es impureza de corazón? ¿Serás vilipendiado? Yo lo fu antes que tú, y soy el Hijo de Dios. ¿Deberás poner tu vestidura sobre la inmundicia? ¿Y no acaso Yo toqué con mis manos esta inmundicia para ponerla en pie y decirle: "Camina por este nuevo sendero"?
¿No os acordáis de lo que dije a vuestros predecesores? "En cualquier ciudad o poblado que entraseis, informaos de quien se lo merezca y quedaos en su casa". Esto es para que el mundo no murmure. El mundo que fácilmente ve el mal en todas las cosas. Yo dije: "al entrar en las casas -'casas' digo no 'casa'- saludadlas con: 'La paz sea en esta casa'. Si la casa fuere digna, la paz vendrá sobre ella, si no lo fuere, regresará a vosotros". Esto es para enseñaros que, si no hay prueba clara de impenitencia, debéis de comportaros con todos con igual corazón. Y terminé la enseñanza con: "Si alguien no os recibiere, y no escuchase vuestras palabras, salid de esa casa, de esa ciudad, y sacudid el polvo que se os hubiese pegado a la suela". La fornicación en los buenos que aman constantemente a la bondad, es a la manera de un cristal liso, no es más que polvo, que para quitarlo, no hay necesidad sino de sacudirlo o soplar sobre él.
Sed verdaderamente buenos. Formad una sola pieza con la bondad eterna en medio. Ninguna corrupción podrá ensuciaros más arriba fuera de las suelas que pisan el suelo. El alma está muy arriba. El alma de quien es bueno y de quien forma una cosa con Dios. El alma está en el cielo. Allí no llega ni el polvo, ni el fango, ni aun cuando se arroje con odio contra el alma del apóstol.
Puede azotaros la carne, esto es, heriros material y moralmente, persiguiéndoos, porque el mal odia al bien, o colmándoos de injurias. ¿Y qué? ¿No acaso me ofendieron? ¿No acaso fui herido? ¿Acaso se clavaron en mi espíritu aquellas palabras obscenas? No. ¿Lo turbaron? No. Como saliva en un espejo, como piedra lanzada contra la pulpa jugosa de un fruto, se resbalaron sin penetrar, o si penetraron fue en la superficie, sin causar daño al hueso que está en el centro, antes bien le hicieron favor para que germinase más fácilmente y brotase de una pulpa entreabierta, que no de una completamente cerrada. Solamente muriendo, el grano germina y el apóstol produce. Muriendo materialmente tal vez, muriendo diariamente, en el sentido metafórico porque el yo humano no está sino quebrado. Y esto no es muerte, es vida. El espíritu triunfa sobre la muerte de la humanidad.
Vino a mi por mero capricho de pasar el rato, en que no sabía qué hacer, en sus orejas que estaban aturdidas con halagos mentirosos de quien la empujaba hacia atrás con los encantos de los sentidos para tenerla de esclava, sonó la voz clara enérgica de la verdad, de la verdad que no tiene miedo de que se le escarnezca y de que no se le comprenda, pero que tan sólo había mirado a Dios. Como un coro de campanas en una fiesta, todos los llamamientos se unieron en la palabra. Las voces que hablan en los cielos, en el azul del aire, que se propagan por valles y colinas, llanuras y lagos, para recordar las glorias del Señor y sus fiestas.
¿No os acordáis de las fiestas que en los tiempos de paz alegraban tanto el día dedicado al Señor? La campana mayor, con su badajo sonoro, daba su primer toquido en nombre de la ley divina. Decía: "Hablo en nombre de Dios: Juez y Rey". Y en su seguimiento las otras campanas emitían sus arpegios: "que es bueno, y misericordioso y paciente", y después la campana de timbre argentino, con voz de ángel decía: "cuyo amor empuja a perdonar y a compadecer para enseñarnos que el perdón es más útil que el rencor, y la compasión más que la inexorabilidad. Venid a quien perdona. Tened fe en quien compadece". También Yo después de haber hecho recordar la Ley, pisoteada por la pecadora, hice cantar el cántico de esperanza del perdón. Como una cinta de seda de color verde o azul la sacudí entre tintas negras para que os pusiese sus palabras de consuelo.
ROCÍO EN LA SED ARDIENTE DEL CULPABLE
¡El perdón! Rocío en la sed ardiente del culpable. El rocío no es granizo que golpea, azota, rebota y desaparece, sin penetrar, y que mata la flor. El rocío que baja tan delicadamente que aun la flor más tierna no siente cuando se posa en sus pétalos deseada, y que bebe su frescura y cobra fuerzas. El rocío cae en las raíces, en el terrón ardiente del suelo y en tantas cosas... Es una humedad de lágrimas, llanto de estrellas, amoroso llanto de madres por sus hijos que tienen sed. Rocío que baja, que en sí mismo ya es consuelo, junto a la leche dulce y fecunda. ¡Oh misterios de los elementos que obran cuando el hombre descansa o peca!
El perdón es como este rocío. No sólo trae consigo limpieza, sino jugos vitales, que arrebató no a los elementos, sino a las hogueras divinas. Luego, después de la promesa del perdón, la Sabiduría habla y dice lo que es lícito o no, avisa y sacude no por dureza, sino por solicitud maternal de salvación.
¡Cuántas veces vuestro pedernal no se hace más impenetrable y filoso contra la caridad que se doblega sobre vosotros!... ¡Cuántas veces huís mientras os habla!... ¡Cuántas os burláis de ella! ¡Cuántas la llegáis a odiar...! Si la caridad os pagase como le pagáis a ella, ¡ay de vuestras almas! Sin embargo, lo estáis viendo. Ella es la caminante incansable que anda en busca vuestra. Viene a donde estáis aunque estéis sumergidos en asquerosas cuevas.
¿POR QUÉ QUISE IR A AQUELLA CASA?
¿POR QUÉ NO OBRÉ EN ELLA EL MILAGRO?
¿Por qué quise ir a aquella casa? ¿Por qué no obré en ella el milagro? Para enseñar a los apóstoles cómo obrar, desafiando prejuicios y críticas para llevar a cabo un deber tanto más alto cuanto más exento de esas cosillas del mundo.
¿Por qué dije a Judas aquellas palabras? Los apóstoles eran muy humanos. Todos los cristianos son muy humanos. Los santos que están en la tierra también lo son, pero en grado menor. Algo de humano sobrevive aun en los perfectos. Los apóstoles no lo eran todavía. Sus pensamientos estaban compenetrados de lo humano. Los llevaba a las alturas, pero el peso de su humanidad les volvía a traer abajo. Para hacerlos subir, debía poner en su camino de ascensión cosas apropiadas para impedir que bajasen, de modo que en ellas meditasen y descansasen, para que pudiesen avanzar más arriba. Cosas que pudiesen servirles de peldaño para persuadirlos de que Yo soy Dios. Por esto, el conocimiento exacto de las almas; por esto, la victoria sobre los elementos; por esto, los milagros; por esto, la transfiguración, la resurrección, la ubicuidad.
Me encontré en el camino de Emmaús cuando estaba en el cenáculo; y el hecho de que hubiese estado en ambos lugares, -al meditar en ello los apóstoles y discípulos- fue una de las razones que más les convenció, y los arrancó de sus lazos, empujándolos por el camino mío.
Más que por Judas, en quien la muerte ya empezaba a incubar, hablé por los once. Debía mostrarles claramente, no por orgullo, sino por necesidad de formación, que Yo Soy Dios. Soy Dios y Maestro. Estas palabras dan razón de Mí. Me revelo en una facultad extra-humana y enseño una perfección: a no tener razonamientos perversos, ni siquiera en nuestro interior. Porque Dios ve, y gusta ver un interior puro para poder bajar y quedarse.
¿Por qué no obré el milagro en esa casa? Para enseñar a todos que la presencia de Dios exige un ambiente puro. Por respeto a su excelsa majestad. Para hablar no con palabras que salen de labios, sino con palabras más profundas, al espíritu de la pecadora y decirle: "¿Lo ves, infeliz? Eres tan sucia, que todo a tu alrededor se hace sucio. Tan sucio que Dios no puede obrar. Tú más sucia que estos. Porque repites el pecado de Eva y ofreces el fruto a los Adanes, tentándolos y arrebatándolos de su deber. Tú, servidora de Satanás".
CONDICIONES PARA TENER A DIOS CON NOSOTROS
¿Por qué no quiero que su madre angustiada la llame "satanás"? Porque ninguna razón justifica la ofensa y el odio. Condición primera y necesaria para tener a Dios con nosotros es no tener rencor y saber perdonar. Condición segunda, saber reconocer que también nosotros, o quien es nuestro, es culpable. No ver tan sólo las culpas de los demás. Tercera: saber tener gratitud y ser fieles por justicia, después de haber recibido la gracia, para con el Eterno. ¿Infelices aquellos que después de recibida la gracia no se acuerdan de su Bienhechor y son peores que los perros, que lo hacen!
No dije ninguna palabra a Magdalena. La vi por un instante como una estatua, y luego la dejé. Volví con "los vivos" a quienes quería salvar. Ella, materia muerta igual o más que un mármol esculpido, la envolví en un aparente descuido. No dije ni una palabra, e hice como si no hubiese tenido presente ante todo su alma que quería redimir. Y la última palabra: "No insulto. No insultes. Ruego por los pecadores. No otra cosa" como guirnalda de flores, vino a juntarse con la que dije en el monte: "El perdón es más útil que el rencor y la compasión que la inexorabilidad", y la encerraron dentro de un aro fresco, perfumado de bondad, haciéndole experimentar cuán diverso es el servir a Dios a la esclavitud feroz de Satanás, cuán suave es el perfume celestial respecto a la hediondez de la culpa, y qué gran tranquilidad proporciona el ser amados santamente con respecto a ser poseídos satánicamente.
Ved cuán mesurado sea el Señor en querer. No exige conversiones instantáneas, ni exige lo absoluto de un corazón. Sabe esperar y sabe conformarse. Y mientras espera que el alma extraviada encuentre el sendero, la mente, la razón, se contenta con lo que puede darle la madre trastornada en el dolor.
No le pido otra cosa más que: "¿Puedes perdonar?" ¡Cuántas cosas pude haberle pedido para hacerla digna del milagro, si hubiese juzgado a lo humano! Yo mido conforme a Dios vuestras fuerzas. Aquella pobre madre presa del dolor, habría hecho mucho si llegaba a perdonar. Le pido sólo esto. Después le digo: "Sé santa y haz santa esta casa". Pero mientras el dolor la tiene presa, no le pido sino perdón para la culpable. No se debe exigir todo de quien poco antes estaba en el fondo de las tinieblas. Esa madre habría venido a la luz total, y con ella la esposa y los niños. En aquel momento, a sus ojos, ciegos de llanto, era necesario hacer llegar los primeros rayos de la luz: el perdón, el alba del Señor.
DE LOS PRESENTES UNO SOLO... NO VINO A LA LUZ
INFELIZ EL APÓSTOL QUE DICE: "SÉ QUE ALLÁ NO PODRÉ
HACER NINGUNA CONVERSIÓN Y POR ESO NO VOY"
De los presentes uno solo -no cuento a Judas, hablo de los ciudadanos que allí se encontraban, no de mis discípulos- uno solo no vino a la luz. Estos sinsabores están unidos a las victorias del apostolado. Hay siempre alguien por quien el apóstol en vano se fatiga. Pero estas derrotas no deben de quitar el aliento. El apóstol no debe esperar obtener todo. Contra él existen muchas fuerzas adversas que cual tentáculos de pulpo aferran la presa que él les había arrebatado. El mérito del apóstol es igual. Infeliz el apóstol que dice: "Sé que allá no podré hacer ninguna conversión y por eso no voy". Este es un apóstol que vale muy poco.
Es menester ir aun cuando de mil se salve uno. Su jornal apostólico será el mismo por uno que por mil, porque él hizo todo lo que podía, y Dios lo premia. También hay que pensar que donde el apóstol no puede convertir porque quien debe convertirse está asido fuertemente por Satanás y las fuerzas del apóstol son inferiores al esfuerzo necesario, puede intervenir Dios. Y ¿entonces? ¿Quién puede más que Dios?
LO QUE ABSOLUTAMENTE DEBE PRACTICAR EL APÓSTOL ES
EL AMOR
Además, lo que absolutamente debe practicar el apóstol es el amor. Amor patente. No sólo amar en secreto el corazón de los hermanos. Esto basta a los hermanos buenos. El apóstol es el obrero de Dios y no debe limitarse a orar: debe obrar. Que obre con amor, con gran amor. El rigor paraliza el trabajo del apóstol y el que las almas vayan a la luz. No dureza, sino amor.
El amor es el vestido de asbesto que preserva del ataque del calor de las malas pasiones. El amor es un cúmulo de esencias que preservan, que impiden que penetre la podredumbre humano-satánica en vosotros. Para conquistar un alma es necesario saber amar. Para conquistar un alma es menester llevarla a amar. Amar el bien repudiando sus pobres amores por el pecado.
Yo quería el alma de María. Y me comporté con ella, como contigo, pequeño Juan, a quien no hablo tan sólo desde mi cátedra de Maestro, sino que descendía a buscarla por los caminos del pecado. La seguí y perseguí con mi amor. ¡Dulce persecución! Entré, Yo-Pureza, donde estaba ella, la impureza.
No temí ni escándalo de mi parte, ni el de los demás. En Mí no podía caber escándalo, pues que soy la misericordia, y esta llora sobre las culpas, pero no se escandaliza. ¡Infeliz aquel pastor que se escandaliza, y detrás de este biombo se atrinchera para abandonar un alma! ¿No sabéis que las almas están más proclives a resucitar que los cuerpos y que la palabra de piedad y de amor que dice. "Hermana, levántate por tu bien" frecuentemente realiza el milagro? No temía del escándalo de los demás. Los ojos de los buenos me comprendían. Los de los malos, en donde la malicia fermenta, arrojando emanaciones de una corrupción interna, no tiene valor. Ellos encontraban culpa aun en Dios. Creían que sólo ellos eran perfectos. Por esto no les curaba.
LAS TRES ETAPAS PARA SALVAR UN ALMA SON
Las tres etapas para salvar un alma son:
Ser integérrimos para poder hablar sin temor de que lo hagan callar a uno. Hablar a toda una multitud de modo que nuestra palabra apostólica dirigida a las turbas que se agolpan alrededor de la mística barca, vaya como en círculos de onda, siempre más lejos, hasta la ribera pantanosa donde están enclavados los que se encuentran en el fango y que no se preocupan por conocer la verdad.
Este es el primer trabajo para romper la costra del terrón duro y prepararlo para la semilla. Es el trabajo más arduo para el que lo tiene que hacer, y para quien lo recibe, porque la palabra debe, cual arado, romper para abrir. Y en verdad os digo que el corazón del apóstol bueno se hiere y se sangra de dolor al tener que hacer una herida para abrir. Pero también este dolor es fecundo. Con la sangre y el llanto del apóstol se hace fértil el terreno inculto.
Segunda cualidad: Trabajar allí donde alguien, que no ha comprendido bien su misión, huiría. Despedazarse con el esfuerzo de arrancar la cizaña, la grama, las espinas para que el terreno esté limpio y arado, y hacer que cual sol, el poder de Dios y su bondad lo atraviese, y al mismo tiempo, como juez y médico, ser severo y también compasivo, y dar tiempo a las almas para que superen la crisis, mediten y decidan.
Tercer punto: Tan pronto como el alma que en el silencio se ha arrepentido, que llora y piensa en sus errores, se atreve a venir tímidamente, al apóstol, miedosa de que la arrojen, este debe tener un corazón más ancho que el mar, más dulce que el corazón de una madre, más enamorado que el corazón de un esposo, y debe abrirlo todo, para hacer que fluyan ondas de ternura.
Si tenéis a Dios en vosotros, Dios que es caridad, encontraréis fácilmente palabras de amor para las almas. Dios hablará en vosotros y por vosotros y como miel que escurre de un panal, como bálsamo que sale de una ánfora, el amor llegará a los labios ardientes e insípidos, irá a los espíritus heridos y servirá de alivio y medicina. Haced que os amen los pecadores, vosotros, doctores de las almas. Haced que sientan el sabor de la caridad celestial y que la ansíen tanto que no busquen otro alimento. Haced que sientan en vuestra dulzura un tal alivio que la pidan para todas sus demás heridas.
ES NECESARIO QUE VUESTRA CARIDAD
EXPULSE DE SÍ TODO TEMOR
Es menester que vuestra caridad expulse de sí todo temor, porque como dice la epístola que hoy leíste: "El amor supone castigo; quien teme no es perfecto en la caridad". Pero tampoco lo es, quien hace temer. No digáis: "¿Qué hiciste?" No digáis: "Lejos, lejos". No digáis: "Tú no puedes tener gusto por el amor bueno". Decid en mi nombre: "Ama y yo te perdono". Decid: "Ven. Los brazos de Jesús están abiertos". Decid: "Prueba este Pan de ángeles y esta palabra y olvida la pez de infierno y los desprecios de Satanás". Haceos acémilas para la debilidad de los demás. El apóstol debe llevar sus cargas y las de los demás, su cruz y las de los demás. Y mientras os acercáis a Mí, cargados con las ovejas perdidas, dadles confianza, decidles: "Desde ahora todo se ha olvidado"; decid: "No tengas miedo del Salvador. El vino del Cielo por ti, exactamente por ti. Yo no soy sino el puente para que te lleve a él que te está esperando, al otro lado del río de la absolución penitencial, para llevarte a los pastizales santos, cuyo comienzo está acá en la tierra, pero continúa, con una belleza eterna que alimenta y hace feliz, hasta los cielos".
Este es el comentario. Poco os toca a vosotros, ovejas fieles del Pastor. Si a ti, pequeña esposa, se aumenta la confianza, al Padre se el aumentará la luz para poder juzgar, y a otros se les aumentará el incentivo de acercarse al bien. Será el rocío que penetra y fecunda, del que hablé, y que hace que se levanten las flores caídas. Levantad la cabeza. El cielo está en lo alto. Queda en paz, María. El Señor es contigo."
IV. 580-588
A. M. D. G.