JUAN EN EL TABOR REPITE EL DISCURSO
DE JESÚS
#ZELOTE HABLA CON LA MAGDALENA
#ME GUSTARÍA SABER QUÉ COSA DIJO JESÚS EN EL TABOR...
#"He aquí la página infinita en la que las corrientes escriben la palabra: ‘Creo’.
#DIOS HABÍA CREADO YA LOS ÁNGELES...
#TRES COSAS SON LAS QUE MÁS HABLAN DE DIOS...
#Penetrad en el misterio de la luz que jamás se acaba
#Id por caminos infinitos, sin temor, sin desdén, al encuentro de aquellos que dan gritos y lloran.
Por frescas veredas que conducen a Nazaret todos van subiendo. Las faldas de las colinas galileas parece como si hubieran sido creadas esta mañana, tan fuerte fue la tempestad, que las lavó y el rocío las conserva brillantes y frescas, que son un relampaguear al contacto del sol. El aire es tan puro que deja ver cualquier cosa aun insignificante en los montes o en cosas lejanas, y da una impresión de levedad y vivacidad.
Cuando se llega a la cima de alguna colina, la vista feliz se extiende sobre un trozo de lago, que es bellísimo en esta mañana. Todos admiran el paisaje, imitando a Jesús. Pero María Magdalena aparta su mirada pronto de aquel punto y busca otros lugares. Sus ojos se detienen en la cresta de los montes que están al noroeste del sitio de donde se encuentra y parece como si no encontrase un lugar.
Susana, que está también con ellos, le dice: "¿Qué buscas?"
"Quisiera localizar el monte donde encontré al Maestro."
"Pregúntaselo."
"¡Oh! no es necesario que lo perturbes. Está hablando ahora con Judas de Keriot."
"¡Qué clase de hombre es ese Judas!" cuchichea Susana. No dice más, pero se entiende lo que hubiera agregado.
"Aquel monte no se encuentra en este camino. Algún día te llevaré allí Marta. Era un día como este y con tantas flores... y tanta gente... ¡Oh Marta! Y tuve la desfachatez de presentarme con vestidos pecaminosos y con tales amigos... No puedo haberme ofendido con las palabras de Judas. Me las merezco. Todo me he merecido. Mi expiación está en sufrir esto. Todos lo recuerdan, todos tienen derecho a decirme la verdad. Y yo debo guardar silencio. ¡Oh si se meditase antes de pecar! Quien me ofende ahora, es mi mejor amigo, porque me ayuda a expiar."
"Pero eso no quita que haya faltado. Madre, ¿de veras tu Hijo está contento de ese hombre?"
"Es necesario rogar mucho por él. Así me lo ha dicho."
Juan se separa de los apóstoles para ir a ayudar a las mujeres en un lugar escabroso, donde las sandalias resbalan, pues la vereda tiene muchas piedras lisas, como trozos de pizarra rojiza, y una hierba clara pero dura, que de posar sobre ella el pie, punza. Zelote lo imita y apoyándose sobre ellos, suben el lugar peligroso.
"Es un poco difícil este atajo, mas no tiene polvo ni hay gente. Es más corto," dice Zelote
"Lo conozco, Simón. Fui a aquel lugar, a la mitad de la falda, con mis sobrinos, cuando Jesús fue arrojado de Nazaret" dice María con un suspiro.
"Desde aquí es hermoso el mundo. Allí están el Tabor y el Hermón, al Norte los montes de Arbela, y al fondo el gran Hermón. Es una desgracia que no se vea el mar como se ve desde el Tabor" dice Juan.
"¿Has estado alguna vez?"
"Sí, con el Maestro."
"Juan con su amor por lo infinito nos proporcionó una gran alegría, porque Jesús, allá, nos habló de Dios con un entusiasmo jamás experimentado. Y luego, después de tan gran favor, obtuvimos una gran conversión. Lo conocerás también tú, María, y tu espíritu se robustecerá mucho más de lo que te imagines. Encontramos un hombre endurecido en el odio, embrutecido en sus remordimientos. Jesús hizo de él un hombre, que no dudo en decirlo, será un gran discípulo. Como tú, María. Créeme que es verdad lo que digo: nosotros los pecadores somos los más flexibles para el Bien que nos toma, porque sentimos la necesidad de perdonarnos también nosotros mismos" dice Zelote.
"Es verdad. Pero tú eres muy bueno al decir: "Nosotros pecadores". Tú has sido un desafortunado, pero no un pecador."
"Todos los somos, quién más, quién menos. Quien cree serlo menos es el más propenso a serlo, sino es que ya lo es. Todos los somos. Los más grandes pecadores que se convierten son los que saben ser de una sola pieza en el bien como lo fueron en el mal."
"Tus palabras me confortan. Siempre has sido un padre para con los hijos de Teófilo"
"Y como un padre me alegro en el alma de teneros y de que seáis los tres, amigos de Jesús."
"¿En donde encontrasteis a aquel discípulo, gran pecador?"
"En Endor, María. Simón quiere atribuir a mi mérito el que hayamos visto el mar y tantas cosas hermosas y buenas. Si Juan el anciano viene a Jesús no fue por mérito de Juan el tonto. Fue por mérito de Judas de Simón" dice sonriendo el hijo de Zebedeo.
"¿Lo convirtió?" pregunta dudosa Marta.
"No. Sino que él quiso ir a Endor y ..."
"Sí, así es, para ver la cueva de la maga... Es un hombre muy extraño Judas de Simón... Hay que tomarlo como es... ¡Bien!... Y Juan de Endor nos guió a la cueva, y luego se quedó con nosotros. Pero, hijo mío, siempre es tuyo el mérito porque sin tu deseo de lo infinito no habríamos hecho ese camino y si a Judas de Simón no le hubieran llegado las ganas de ir buscando algo extraño."
ME GUSTARÍA SABER QUÉ COSA DIJO JESÚS EN EL TABOR...
"Me gustaría saber qué cosa dijo Jesús en el Tabor... cómo me gustaría reconocer el monte donde lo vi" suspira María Magdalena.
"El monte es aquel en el que se ve como si se encendiese el sol en el pequeño estanque. Allí suelen beber los ganados las aguas que nacen de manantiales. Nosotros estábamos más arriba, donde la cima parece como cortada, a la manera de un gran bidente que tratase de meterse entre las nubes y llevarlas a otra parte. Por lo del discurso de Jesús, creo que Juan te lo podrá repetir."
"¡Oh, Simón! ¿Puede un muchacho repetir las palabras de Dios?"
"Un muchacho, no, pero tú, sí. Haz la prueba, por complacer a tus hermanas y a mí, que te quiero mucho."
Juan se pone muy colorado cuando empieza a repetir el discurso
Juan dice: "El dijo: "He aquí la página infinita en la que las corrientes escriben la palabra: ‘Creo’. Pensad en el caso del Universo antes de que el creador quisiera ordenar los elementos y construirlos en tan maravilloso modo y entregó a los hombres la tierra y cuanto hay en ella, y el firmamento a los planetas y a las estrellas. No existía nada, ni como caos informe, ni como cosa en orden.
Dios creó. Hizo, pues, antes todos los elementos, porque son necesarios, aunque parezca que sean nocivos. Pero pensad siempre: no hay la más pequeña gota de rocío que no tenga su razón buena de existir; no hay insecto por pequeño y nocivo que sea que no tenga su razón buena de ser. De igual modo no hay montaña que, aunque de sus entrañas arroje fuego y piedras incandescentes, (que) no tenga su razón buena de ser. No hay ciclón sin motivo. Y no hay, pasando de las cosas a las personas, ni evento, ni llanto, ni alegría; no hay nacimiento, ni muerte; no hay esterilidad, ni maternidad abundante; no hay largo matrimonio ni pronta viudez; no hay desventura, miseria y enfermedad, como no hay prosperidad de medios y de salud que no tenga su razón buena de ser, aun cuando si tales cosas no las vea la miopía y soberbia humanas, que ve y juzga, con sus cataratas y ofuscación propias, de las cosas imperfectas. Pero el ojo de Dios, el pensamiento ilimitado de Dios, ve y sabe. El secreto para vivir inmune de estériles dudas que quitan las fuerzas, agotan, envenenan la jornada terrenal, está en saber creer que Dios hace todo por razón inteligente y buena, que Dios todo lo que hace, lo hace por amor, y no con el necio anhelo de atormentar por atormentar.
DIOS HABÍA CREADO YA LOS ÁNGELES...
Dios había creado ya los ángeles. Algunos de ellos, por no haber querido creer que era bueno el nivel de gloria al que Dios los había destinado, se rebelaron y con el espíritu encendido en la falta de fe en su Señor, intentaron asaltar el trono inasequible de Dios. A su armoniosa razón de ángeles fieles opusieron su discorde, injusto y pesimista pensamiento; y el pesimismo que es falta de fe, los convirtió de espíritus de luz en espíritus entenebrecidos...
¡VIVAN PARA SIEMPRE LOS QUE EN EL CIELO...!
¡Vivan para siempre los que en el Cielo como en la tierra saben inclinar su pensamiento sobre un presupuesto optimismo lleno de luz! Jamás se equivocarán aun cuando los hechos no correspondan. No se equivocarán, al menos en lo que se refiere a su espíritu, el cual continuará creyendo, esperando, amando sobre todas las cosas a Dios y al prójimo,¡y por esta razón permanecerá en Dios por los siglos de los siglos!
YA SE HABÍA LIMPIADO EL PARAÍSO...
Ya se había limpiado el paraíso de estos orgullosos pesimistas que veían negro aun en las luminosísimas obras de Dios, de igual modo como en la tierra los pesimistas ven negro aun en las más escuetas y claras acciones del hombre, y por querer separarse en una torre de marfil, creyéndose los únicos perfecto, ellos mismos se condenan a una oscura galera, cuyo fin conduce a las tinieblas del reino infernal, el reino de la negación. Pues el pesimismo es una pura negación.
Dios, pues, creó todo. Y como para comprender el misterio glorioso de nuestro Ser Uno y Trino, es menester saber creer y ver que desde el principio existía el Verbo, y que estaba con Dios, unidos por el Amor perfectísimo que sólo pueden inspirar dos, que son un solo Dios; de igual modo, para ver lo creado por lo que es, es menester mirarlo con ojos de fe, porque en su ser, así como un hijo lleva huella indeleble de su padre, así también lo creado tiene en sí la imborrable marca de su Creador. Veremos, pues, que también en el principio existieron el cielo y la tierra y existió después la luz, que se puede comparar al amor. Porque la luz es alegría, como lo es el amor. La luz es la atmósfera del paraíso. Y el ser incorpóreo que es Dios, es luz y es Padre de toda luz intelectual, afectiva, material, espiritual, así en el cielo como en la tierra.
En el principio existieron el cielo y la tierra y para ellos fue dada la luz y por la luz todas las cosas fueron dadas. Y como en el cielo altísimo, los espíritus de luz fueron separados de los de las tinieblas, así, en lo creado, fueron separadas las tinieblas de la luz y existieron el día y la noche, y el primer día de lo creado existió con su mañana y tarde, con su mediodía y medianoche. Y cuando la sonrisa de Dios: la luz, regresó después de la noche, entonces la mano de Dios, su omnipotente querer, se extendió sobre la tierra informe y vacía, se extendió sobre el cielo en que vagaban las aguas, uno de los elementos, libres en el caos, y quiso que el firmamento dividiese el errar desordenado de las aguas entre el cielo y la tierra, para que sirviese de velo a los fulgores paradisíacos, cosa necesaria para las aguas superiores a fin de que en el hervir de los metales y de los átomos no descendiesen los diluvios, a deslavar y disgregar lo que Dios juntaba.
SE HABÍA PUESTO ORDEN EN EL CIELO...
Se había puesto orden en el cielo. Y el orden existió sobre la tierra en las aguas que sobre ella había porque Dios así lo había mandado. Y existió el mar. Helo ahí. Sobre él, como sobre el firmamento, está escrito: ‘Dios existe’ Cualquiera que sea la cultura intelectual de un hombre, o su fe, o su no fe, ante esta página, en que brilla una parte mínima de la infinidad que es Dios, en que se manifiesta su poder, -porque ningún poder humano, ni ningún arreglo natural de los elementos puede rehacer, aun en lo mínimo, un prodigio semejante- está obligada a creer. A creer no sólo en el poder, sino en la bondad del Señor que por ese mar da alimentos y vida al hombre, da sales saludables, da calor al sol, espacio a los vientos, semillas a las tierras separadas entre sí, voces a la tempestad para que la hormiga, que es el hombre, dirija sus ojos al Infinito, a su Padre, para que se eleve, contemple otras visiones, otras altas esferas.
TRES COSAS SON LAS QUE MÁS HABLAN DE DIOS...
Tres son las cosas que más hablan de Dios en lo creado. La luz, el firmamento, el mar. El orden de los astros y meteorológico, es reflejo del orden divino; la luz ,que sólo un Dios podía crear; el mar, que sólo el poder de Dios, después de haberlo creado, podía poner en límites seguros, dándole movimiento y voz sin que por esto, como elemento poderoso de desorden, se convirtiera en daño de la tierra, que lo sostiene en su superficie.
PENETRAD EN EL MISTERIO DE LA LUZ ...
Penetrad en el misterio de la luz que jamás se acaba. Levantad la mirada al firmamento donde ríen las estrellas y los planetas. Echad una sonda en el mar. Vedlo por lo que es: no separación, sino puente entre los pueblos que están en las otras riberas, invisibles, desconocidas aun, pero que es necesario creer que existen sólo porque existe este mar. Dios no hace ninguna cosa inútil. No habría hecho esta infinidad si no tuviese en su borde, allí, más allá del horizonte que nos impide ver, otras tierras, pobladas de otros hombres, que han salido todos de un único Dios, que están allí, por el querer de Dios, para poblar continentes y regiones. Y este mar trae en sus ondas, en las voces de sus olas y de sus mareas, llamadas lejanas. Es un camino, no una separación. Esa ansia que produce una suave angustia en Juan, es la llamada de hermanos lejanos. Entre más se convierte el espíritu en dominador de la carne, tanto más es capaz de oír las voces de los espíritus que están unidos, aunque separados, así como las ramas que han brotado de una sola raíz, están unidas, aunque, si la una no ve a la otra, porque entre sí un obstáculo se interpone. Mirad el mar con ojos de luz. Veréis tierras y tierras esparcidas sobre las playas en sus bordes, en el interior, tierras y más tierras, y de todas ellas viene el grito que dice: ¡’Venid’! Traednos la luz que poseéis. Traednos la vida que se os ha dado.
DECID A NUESTRO CORAZÓN LA PALABRA...
Decid a nuestro corazón la palabra que ignoramos, pero que sabemos que es la base, el fundamento del universo: el amor. Enseñadnos a leer la palabra que vemos trazada sobre las páginas infinitas del firmamento y del mar: Dios. Iluminadnos para que comprendamos que hay luz más pura todavía que la que enrojece los cielos y da perlas al mar. Dad a nuestras tinieblas la luz que Dios os dio después de haberla engendrado con su amor, y os la dio a vosotros, pero para todos, así como la dio a los astros, pero para que la diesen a la tierra. Vosotros los astros, nosotros el polvo. Formadnos, así como el Creador creó junto con el polvo la tierra, para que el hombre la poblase adorándolo ahora y siempre, hasta que llegue la hora en que no sea más la tierra, sino su reino. El reino de la luz, del amor, de la paz, así como el Dios viviente ha dicho que será, porque también nosotros somos hijos de ese Dios y pedimos conocer a nuestro Padre.
Id por caminos infinitos, sin temor, sin desdén, al encuentro de aquellos que dan gritos y lloran. Al encuentro de aquellos que os darán también dolor porque sienten a Dios, pero no saben adorarlo; que también os darán la gloria porque seréis grandes cuanto más amor poseáis y lo sepáis dar, trayendo a la verdad los pueblos que espera".
Jesús dijo así, mucho mejor de lo que yo he hecho. Pero al menos estas fueron sus ideas."
"Juan, has repetido exactamente lo que dijo el Maestro. Sólo omitiste lo que dijo de tu capacidad de entender a Dios por tu generosidad en darte. Eres bueno, Juan. El mejor entre nosotros. Hemos llegado al final de camino sin caer en la cuenta. Ved Nazaret sobre sus colinas. El Maestro nos mira y sonríe. alcancémoslo pronto para entrar juntos en la ciudad."
"Te doy las gracias, Juan" dice la Virgen. "Has hecho un gran regalo a la mamá."
"Yo también te las doy. También a la pobre María has abierto infinitos horizontes..."
"¿De qué veníais hablando tanto?" les pregunta Jesús cuando llegan.
"Juan repitió perfectamente tu discurso que dijiste en el Tabor. Y nos sentimos felices."
ESTOY CONTENTO QUE MAMÁ LO HUBIESE ESCUCHADO, ELLA
QUE TIENE UN NOMBRE EN QUE EL MAR NO ES EXTRAÑO, Y
POSEE UNA CARIDAD EXTENSA COMO ÉL
"Estoy contento que Mamá lo hubiese escuchado, Ella que tiene un nombre en que el mar no es extraño, y posee una caridad extensa como él."
"Hijo mío, ¡Tú la posees como hombre, y no es nada en comparación con tu caridad infinita de Verbo divino!"
"Ven, Mamá, a mi lado. Como cuando regresábamos de Caná o de Jerusalén, cuando era niño y me traías de la mano."
Y ambos se miran con amorosa mirada.
IV. 646-652
A. M. D. G.