EN BELÉN DE GALILEA
#LOS PASTORCITOS LE CUENTAN COMO FUERON INFORMADOS de Jesús y de María
#JESÚS ACEPTA LA INVITACIÓN DE LOS PASTORES
#Nosotras las madres permanecemos unidas al hijo, siempre. Y es desgarrarnos, cuando nos lo quitan.
#ESA GENTE QUE ACABA DE PASAR...,VA A ARREBATAR A UNA madre su hijo ¿Pero por qué?. Para matarlo
#Jesús se interpone al paso de los capturadores. "Deteneos un momento. ¡Os lo ordeno!"
#DADME UN POCO DE POLVO DEL CAMINO Y UNA POQUITA DE agua en una taza
#JESÚS VA A CONSOLAR A LA MADRE
#Habla Jesús. nada es inútil de cuanto Dios estableció en su ley
#La ley que dio, Israel la observa de nombre pero no en la realidad.
Es ya tarde cuando llegan a Belén de Galilea. La ciudad se encuentra recostada en medio de colinas ondulantes, envueltas en verdor, en bosques, en prados, en los que pastan rebaños, que poco a poco van bajando a sus rediles para la noche.
El aire rojo, huella del crepúsculo que se ha sumido, está lleno de una música pastoril de cencerros y de balidos temblorosos, a los que se unen los gritos alegres de los niños que juegan, y las voces de sus madres que los llaman.
"Judas de Simón, ve con Simón a buscar alojo para nosotros y para las mujeres. En el centro del poblado está el albergue, y allí nos reuniremos."
ESTA VEZ NO SERÁ COMO LA OTRA BELÉN. ENCONTRARÁS
REPOSO, MAMÁ.
"TE SALUDO, MARÍA LLENA DE GRACIA. ¿EL SEÑOR ESTÁ
CONTIGO?
"HIJO MÍO, ESTOS PASTORCITOS TE BUSCAN Y ME HAN
RECONOCIDO. NO SÉ CÓMO..."
Mientras Judas y Zelote lo obedecen, Jesús se vuelve a su Madre y le dice: "Esta vez no será como en la otra Belén. Encontrarás reposo, Mamá. En esta estación pocos se mueven, y no hay ningún edicto.
"En esta estación sería placentero dormir aun en los prados y en medio de estos pastores, en medio de los corderitos" y María envía una sonrisa a su Hijo, como a los pastorcitos curiosos que la miran de hito en hito. Es tan atractiva su sonrisa que uno da un codazo al otro y en voz baja le dice. "No puede ser menos que Ella" y se adelantan diciendo: "Te saludo, María llena de gracia. ¿El Señor está contigo?
María responde con una sonrisa mucho más dulce: "Ahí está" y señala a Jesús que está hablando con sus primos, dándoles el encargo de dar limosnas a los pobres que se acercan con lamentosas súplicas. Maria tocando el hombro de Jesús delicadamente le dice: "Hijo mío, estos pastorcitos te buscan y me han reconocido. No sé cómo..."
"Es que ha pasado por aquí Isaac dejando el perfume de la revelación. Muchacho, ven aquí."
El pastorcito, un zagal de doce a catorce años, moreno, robusto aunque delgado, de ojos negros vivísimos, de melena de color ébano que le cae sobre las espaldas, trae una piel de oveja -me parece como si fuera un retrato juvenil del Precursor- se acerca con una sonrisa dichosa, como fascinado por Jesús.
"La paz sea contigo, muchacho. ¿Cómo reconociste a María?"
"Porque sólo la Madre del Salvador podía tener tal sonrisa y tal rostro. Me dijeron: "Un rostro de ángel, con ojos de estrella y una sonrisa que es más dulce que el beso de la propia madre, dulce como su nombre santo que es María, que pudo inclinarse sobre el Dios recién nacido". Esto descubrí en Ella y la saludé porque te andaba buscando. Te buscábamos, Señor, y ...no me atrevía a hablarte sin más ni más."
LOS PASTORCITOS LE CUENTAN COMO FUERON INFORMADOS
DE JESÚS Y DE MARÍA...
"¿Quién te habló de nosotros?"
"Isaac, originario del otro Belén, que nos ha prometido llevarnos a Ti, cuando llegue el otoño."
"¿Estuvo aquí Isaac?"
"Está todavía por estas zonas, con muchos discípulos. Él nos habló a nosotros los pastores y creímos en su palabra. Señor, permite que también nosotros te adoremos como aquellos compañeros nuestros en la bienaventurada noche" y mientras se pone de rodillas en el polvo del camino, echa un grito a los otros pastores que han detenido su rebaño a las puertas de la ciudad (puertas por modo de decir, porque la ciudad no tiene murallas), allí donde también Jesús se detuvo para esperar a las mujeres y entrar todos en el poblado.
El pastorcillo grita: "Padre, hermanos, amigos, hemos encontrado al Señor. Venid a adorarlo."
Los pastores llegan, se apiñan con sus ganados alrededor de Jesús, y le piden que no se vaya, sino que acepte su pobre hogar, que no está lejos, por su propia casa y para sus amigos.
"Es un gran redil," explican "porque Dios nos protege y hay habitaciones y portales llenos de heno oloroso. Las habitaciones serán para la madre y para sus hermanas, pues que son mujeres. Pero también para Ti hay una. Los demás pueden dormir con nosotros bajo los pórticos, sobre el heno."
JESÚS ACEPTA LA INVITACIÓN DE LOS PASTORES
"Yo también estaré con vosotros. Vayamos primero a dar la noticia a Judas y a Simón."
"Yo voy, Maestro" dice Pedro y se va junto con Santiago de Zebedeo.
Se quedan parados al lado del camino esperando a que regresen los cuatro apóstoles.
Los pastores miran a Jesús como si fuese ya Dios en su gloria. Los más jóvenes se sienten realmente felices, y parece como si quisieran grabarse en la mente cada pormenor de Jesús y de María, la cual se ha inclinado a acariciar a corderitos que juntan su trompita, balando, contra sus rodillas.
"Había uno en la casa de Isabel, mi pariente, que cada vez que me veía, me lamía las trenzas. Le decía que era mi amigo, porque lo quería mucho y apenas si podía, corría a mí. Este se parece mucho a él, con estos ojos de dos colores. No lo matéis. Al otro también lo dejaron vivir, porque yo le quería mucho."
"Es corderita, Señora, y la queríamos vender porque tiene ojos de dos colores y creo que con uno no vea bien. pero la tendremos con nosotros, si tú lo quieres."
"¡Oh, sí! Yo no querría que fuese degollado un cordero más... son tan inocentes y con una voz de niño que llaman a su nana. Me da la impresión de que se matase a un niño al degollar a uno de estos."
"Pero, Señora, entonces, si no se degollase a todos los corderitos, no habría lugar en la tierra para nosotros" dice el pastor de mayor edad.
NOSOTRAS LAS MADRES PERMANECEMOS UNIDAS AL HIJO,
SIEMPRE. Y ES DESGARRARNOS, CUANDO NOS LO QUITAN.
"Lo sé, pero pienso en su dolor y en el de sus madres. Tanto que gimen cuando les quitan sus hijos. Se parecen a nosotras las madres. No puedo ver a alguien que sufra, pero siento la aflicción de una madre destrozada. Es diversa de las demás, porque a nosotras nos desgarran no sólo el corazón y el cerebro cuando se mata a un hijo nuestro, sino las mismas entrañas. Nosotras las madres permanecemos unidas al hijo, siempre. Y es desgarrarnos, cuando nos lo quitan." María no sonríe más. Tiene una gota de llanto en sus ojos azules y mira a Jesús que la escucha y mira. Le pone una mano en el brazo, como si tuviese miedo de que se lo fuesen a arrebatar de su lado.
ESA GENTE QUE ACABA DE PASAR...,VA A ARREBATAR A UNA
MADRE SU HIJO."
"¿PERO POR QUÉ?"
"PARA MATARLO"
Por el camino polvoriento se acerca un reducido número de personas armadas: seis hombres, y personas que con ellos vienen gritando. Los pastores se miran entre sí y hablan en voz baja. Luego miran a María y Jesús. El de mayor edad toma la palabra: "Sí es así es una buena suerte que no hubieses entrado esta tarde en Belén."
"¿Por qué?"
"Porque esa gente, que acaba de pasar y de entrar en la ciudad, va a arrebatar a una madre su hijo."
"¡Oh! ¿pero por qué?"
"Para matarlo."
"¡Oh, no! ¿Qué hizo?"
También Jesús pregunta y los apóstoles se agolpan para oír.
Encontraron asesinado por el camino al rico Yoel.
Regresaba de Sicaminón, con las bolsas llenas de dinero.
No se trató de ladrones
porque el dinero estaba con el occiso.
El siervo que lo acompañaba dice ...
vio sólo al joven que ahora será matado.
"Encontraron asesinado por el camino al rico Yoel. Regresaba de Sicaminón, con las bolsas llenas de dinero. No se trató de ladrones porque el dinero estaba con el occiso. El siervo que lo acompañaba dice que su patrón le había dicho que se adelantase corriendo para avisar de su llegada, y por el camino, dirigiéndose al lugar donde se cometió el homicidio, vio sólo al joven que ahora será matado. Después, dos de la población juran haberle visto cuando atacaba a Yoel. Ahora los familiares del occiso exigen su muerte. Y si es homicida..."
"¿No lo crees?"
"No me parece que sea posible. El joven no es un muchacho cualquiera. Es bueno. Siempre ha vivido con su madre, que no tiene otro hijo más. Ella es viuda, y una viuda santa. No le faltan los medios para vivir. No piensa en las mujeres. No es peleonero. Es un hombre cabal. ¿Por qué entonces lo mató?"
"Tal vez tendrá enemigos."
"¿Quién: Yoel el muerto o Abel el acusado?"
"El acusado."
"¡Ah! No sabría... No... No sabría."
"Sé franco, hombre."
"Señor, pienso en una cosa, pero Isaac nos dijo que no debemos pensar mal del prójimo"
"Pero se debe tener valor para salvar a un inocente."
"Si hablo, tenga razón o no, debo huir de acá porque Aser y Jacobo son poderosos."
"Habla sin temor. No te verás obligado a huir."
LA MADRE DE ABEL ES JOVEN,... ASER LE GUSTA LA VIUDA,...
JACOBO...ES UN CUCULO EN EL TÁLAMO DE YOEL...
DICE JESÚS: ENTENDIDO. VÁMONOS, AMIGOS. ...REGRESO
PRONTO
"Señor, la madre de Abel es joven, bella e industriosa. Aser no es industrioso, como tampoco Jacobo. Al primero le gusta la viuda y al segundo... el poblado sabe que el segundo es un cuculo en el tálamo de Yoel. Yo pienso que..."
"Entendido. Vámonos, amigos. Quedaos aquí, vosotras mujeres, con los pastores. Regreso pronto."
"No, Hijo. Yo voy contigo."
Jesús con premura está ya en el camino, en el centro de la población. Los pastores se quedan indecisos, pero luego dejan su ganado a los más jóvenes, que se quedan con todas las mujeres, menos la Virgen y María de Alfeo, que siguen a Jesús, y se apresuran por alcanzar el grupo apostólico.
En la tercera calle que corta el camino principal de Belén se encuentran con Iscariote, Simón, Pedro y Santiago, que hacen señales y dan gritos.
"Qué desgracia, Maestro, ¡qué desgracia! ¡y qué pena!" dice Pedro desfigurado.
"Un hijo a quien arrebatan de su madre a la fuerza. Ella lo defiende como una leona. Pero es mujer y ellos están armados" agrega Simón Zelote.
"Le sale sangre por todas partes" dice Iscariote.
"Le rompieron la puerta, porque se había atrancado detrás de ella" añade Santiago de Zebedeo.
"Voy allá."
"Oh, sí. Tú eres el único que puedes consolarla."
Dan vuelto a la derecha, después a la izquierda, hacia el centro del poblado. Se distingue ya un montón de gente que se agita alrededor de la casa de Abel. Se oyen los gritos desgarradores de la madre, gritos que no saben a humano, agresivos y dignos de compasión al mismo tiempo. Jesús apresura el paso. Llega a una plaza pequeña, que es una curva de la calle, que se alarga. Allí el tumulto está en su colmo.
La mujer defiende a su hijo contra los soldados. Con una mano está agarrada a un pedazo de la puerta destrozada, y con la otra a la cintura de su hijo. Si alguien trata de quitárselas, lo muerde con toda furia, sin preocuparse de los golpes que recibe, ni de los tirones que recibe en su cabellera, que son tan fuertes que le echan la cabeza atrás. Cuando no muerte, grita: "¡Dejadlo! ¡Asesinos! ¡Es inocente! ¡La noche en que fue muerto Yoel, durmió conmigo a mi lado! ¡Asesinos, asesinos! ¡Calumniadores! ¡Inmundos! ¡Perjuros!"
Y el jovenzuelo, a quien sus capturadores han cogido por la espalda y lo llevan arrastrando por los brazos, se vuelve con la cara desfigurada y grita: "¡Mamá, mamá! ¿Por qué he de morir si no he hecho nada?"
Es un hermoso jovencillo. Alto, delgado, de ojos oscuros y dulces. De cabello negro. Sus vestidos desgarrados muestran un cuerpo ágil y joven, casi como si fuera niño.
Jesús, con la ayuda de quienes lo acompañan, se abre paso por entre la multitud, como si fuera un mozo. Se acerca hasta el grupo que causa lástima, exactamente en el momento en que la mujer, cansada, es arrancada de la puerta y arrastrada, como un costal, unida al cuerpo de su hijo, por la calle pedregosa. Pero esto no sucede más que por unos cuantos metros. Un estirón mucho más fuerte, arranca la mano materna de la cintura del hijo, y la mujer cae por tierra, golpeando su cara contra el suelo, en un mar de sangre. Al punto se endereza, se pone de rodillas, tiene sus brazos mientras su hijo, a quien se llevan a toda prisa, a través de la multitud que a duras penas abre paso, se liberta el brazo izquierdo y lo agita, retorciéndose hacia atrás y gritando: "Mamá, adiós. ¡Recuerda tú, al menos, que soy inocente!"
La mujer lo mira con ojos de demente, y luego, desvanecida, cae por tierra.
JESÚS SE INTERPONE... "DETENEOS UN MOMENTO.
¡OS LO ORDENO!
Jesús se interpone al paso de los capturadores. "Deteneos un momento. ¡Os lo ordeno!" Y su rostro no admite réplica.
"Quién eres?" agresivamente pregunta un ciudadano que está en el grupo. "No te conocemos. Retírate y déjanos ir para que sea muerto antes de que llegue la noche."
"Soy un Rabbí. El más grande. En nombre de Yehové deteneos, o Él os destruirá con sus rayos." Parece como si Él fuese quien los enviase. "¿Quien es él que da testimonio contra este?"
"Yo, él y él" responde el que había hablado antes.
"Vuestro testimonio no es válido, porque no es verdadero."
"¿Y cómo lo puedes decir? Estamos prontos a jurarlo."
"Vuestro juramento es pecado."
"¿Que estamos pecando nosotros? ¿Nosotros?"
"Vosotros. Así como dentro fomentáis la lujuria, dais pasto al odio, apacentáis la avaricia de la riquezas, y cometéis homicidios, así también sois unos perjuros. Os habéis vendido a la inmundicia. Cualquier cosa criminal podéis realizar."
"Ten cuidado de la que estás diciendo. Yo soy Aser..."
"Y Yo soy Jesús."
"No eres de aquí, y no eres ni sacerdote, ni juez. No eres nada. Eres un forastero."
"Sí, soy el forastero porque la tierra no es mi reino, pero soy juez y sacerdote, no sólo de esta pequeña parte de Israel, sino de todo Israel y de todo el mundo."
"Vámonos, vámonos. Dejemos a este loco" dice otro testigo, y da un empujón a Jesús para quitarlo de allí.
"NO DARÁS NI UN PASO MÁS" GRITA JESÚS.
AQUÍ NO HAY EL POLVO DEL TEMPLO, NI EL AGUA DE
ÉL, Y NO ESTÁN LAS PALABRAS ESCRITAS CON TINTA...
Y YO VOY A JUZGAR
"No darás ni un paso más" grita Jesús mirándolo con una mirada que subyuga, que paraliza, así como devuelve la vida y alegría cuando ama. "Tú no darás ni un paso más. ¿No crees en lo que estoy diciendo? Pues bien, mira. Aquí no hay el polvo del templo, ni el agua de él, y no están las palabras escritas con tinta para hacer el agua amarguísima que es la señal de los celos y del adulterio. Pero quí estoy Yo. Y Yo voy a juzgar."
La voz de Jesús es un resonar de trompetas, por lo penetrante que es.
La gente se amontona por ver. Sólo la Virgen y María de Alfeo se quedan a ayudar a la mujer desvanecida.
DADME UN POCO DE POLVO DEL CAMINO Y UNA POQUITA DE
AGUA EN UNA TAZA.
He aquí el agua y he aquí el polvo. Voy a decir lo siguiente: "Tú, Padre Santo y Dios Altísimo, muestra tu juicio verdadero por este medio, a fin de que vida y honra permanezcan con el inocente y con la madre desolada y digno castigo para con el que no lo es. Pero por la gracia que tengo ante tus ojos, no fuego ni muerte, sino larga expiación tenga el que cometió el pecado"."
"Y Yo voy a juzgar aquí. Dadme un poco de polvo del camino, y una poquita de agua en una taza. Y mientras me lo traéis, vosotros acusadores y tú, el acusado, responded. ¿Eres tú inocente, hijo? Dilo con sinceridad al que es tu Salvador."
"Lo soy, Señor."
"Aser, ¿puedes jurar de no haber dicho más que la verdad?"
"Lo juro. No tendría razón de mentir. Lo juro por el altar. Descienda del cielo fuego que me queme, si no digo la verdad."
"Jacobo, ¿puedes jurar de ser sincero en tu acusación y sin ningún motivo interno que te empuje a mentir?"
"Lo juro por Yehové. El amor que tengo por el occiso me obliga a hablar. No tengo nada que ver con este."
"Y tú, siervo, ¿puedes jurar de haber dicho la verdad?"
"Mil veces, si fuera necesario. Mi patrón, mi pobre patrón" y llora cubriéndose la cabeza con el manto.
"Está bien. He aquí el agua y he aquí el polvo. Voy a decir lo siguiente: "Tú, Padre Santo y Dios Altísimo, muestra tu juicio verdadero por este medio, a fin de que vida y honra permanezcan con el inocente y con la madre desolada y digno castigo para con el que no lo es. Pero por la gracia que tengo ante tus ojos, no fuego ni muerte, sino larga expiación tenga el que cometió el pecado"."
Dice estas palabras teniendo las manos extendidas sobre la taza como hace el sacerdote en el altar durante la misa, en el ofertorio. Después mete la derecha en la taza y con la mano mojada de agua rocía a los cuatro, sujetos al juicio, y les hace beber un poco de agua. Primero al joven, y luego a los demás.
TRES DE LOS JUZGADOS SE CONVIERTEN EN LEPROSOS Y EL
NIÑO QUEDA SANO
EL SIERVO DECLARA TODA LA TRAMA
"ES UNA PIEDAD DIVINA EL QUE SE LES DA UN MODO DE
VOLVER EN SÍ, SI QUIEREN. ¡IDOS! ¡LARGAOS!"
Cruza los brazos sobre el pecho y mira. También la gente mira, y pocos momentos después un grito se les escapa de los labios y se echan por tierra de bruces. Entonces los cuatro que estaban en línea se miran entre sí y gritan a su vez. El primero, el joven, de estupefacción, los otros de horror, porque se ven cubiertos en la cara de una subitánea lepra, entre tanto que en la del joven no hay nada.
El siervo se arroja a los pies de Jesús que se separa como todos los demás, los soldados incluidos, y se separa tomando de la mano al joven Abel, para no contaminarse con los tres leprosos. Grita el siervo: "¡No! ¡No! ¡Perdón! ¡Estoy leproso! Son ellos los que me pagaron para que retardase a mi patrón hasta el atardecer, para pegarle en el camino solitario. Me hicieron que quitara las herraduras a la mula. Me enseñaron cómo mentir diciendo que yo me había adelantado, y no es así, porque me estuve allí para matarlo con ellos. Diré también por qué lo hicieron. Porque Yoel sabía que Jacobo amaba a su joven mujer y porque Aser deseaba a la madre de este y ella lo rechazaba. Se pusieron de acuerdo para librarse de Yoel y de Abel al mismo tiempo y quedarse con las mujeres. Esto es la verdad. Quítame la lepra, quítamela. Abel, tú eres bueno ¡Intercede por mí!"
"Tú vete a donde está tu madre. Que cuando salga de su desvanecimiento vea tu cara y vuelva a una vida tranquila. Y vosotros... Debería deciros: "Que os castiguen, como queríais hacer", sería una justicia humana, pero os entrego a una expiación sobrehumana. La lepra de la que os horrorizáis os salva de ser cogidos y muertos como merecéis. Pueblo de Belén, apartaos, abrios como el agua del mar para que se vayan estos a su galera, ¡horrible galera! más atroz que la muerte. Es una piedad divina el que se les da un modo de volver en sí, si quieren. ¡Idos! ¡Largaos!"
La multitud se pega a las paredes, dejando libre el centro de la calle, y los tres, cubiertos de lepra como si muchos años antes la tuviesen, se van el uno detrás del otro a la montaña en el silencio, en las penumbras que empiezan a caer. No se escucha ni el trinar de los pájaros, ni ruido de animales. Tan sólo se escucha su llanto.
"Purificad el camino con mucha agua después de haberos quemado con el fuego. Soldados, id y referid que se hizo justicia según la más perfecta ley mosaica."
Jesús da muestras de ir a donde su Madre y María Cleofás siguen socorriendo a la mujer que poco a poco torna en sí, mientras su hijo le acaricia las manos heladas y la besa. Pero la gente de Belén con un respeto como si estuviese aterrorizada, le ruega: "Háblanos, Señor. Realmente eres poderoso. Ciertamente Tú eres el hombre de quien habló uno que por aquí pasó anunciando al Mesías."
"Hablaré por la noche, cerca del redil de los pastores. Ahora voy a consolar a la madre."
JESÚS VA A CONSOLAR A LA MADRE
Va a donde está la mujer que sentada sobre las rodillas de María de Alfeo, torna cada vez más a la vida; mira con cara de afecto a María que le sonríe, pero no logra recapacitar del todo sino hasta que al bajar su mirada ve la cabeza negra de su hijo que está inclinado sobre sus manos temblorosas, y le pregunta: "¿También estoy yo muerta? ¿Es este el seno de Abraham?"
"No, mujer. Esta es la tierra, este es tu hijo, salvado de la muerte. Y este es Jesús, mi Hijo, el Salvador."
La mujer hace un movimiento, muy humano. Reúne todas sus fuerzas y se alarga para tomar la cabeza inclinada de su hijo. Lo ve vivo y sano, lo besa frenética, llorando, riendo, diciéndole aquellas palabras cariñosas que sólo le había dicho cuando fue un bebé.
"Sí, mamá, sí. Pero ahora mira, no a mí sino a Él que me ha salvado. Bendice al Señor."
La mujer, todavía muy débil para levantarse o para ponerse de rodillas, extiende sus manos temblorosas, por las que hay sangre, toma la mano de Jesús y la cubre de besos y lágrimas.
Jesús le coloca su mano izquierda sobre la cabeza, le dice: "Se dichosa. En paz. Se buena siempre, y también tú, Abel."
"NO, SEÑOR MÍO, MI VIDA Y LA DE MI HIJO SON
TUYAS,...PERMITE QUE SE VAYA CON LOS DISCÍPULOS...Y TE
RUEGO QUE ME PERMITAS QUE VAYA... PARA SERVIR A LOS
SIERVOS DE DIOS."
"No, Señor mío, Mi vida y la de mi hijo son tuyas, porque las salvaste. Permite que se vaya con los discípulos como lo deseaba ya desde que estuvieron aquí. Te lo doy con toda mi alegría y te ruego que me permitas que vaya tras él para servirlo, y para servir a los siervos de Dios."
"¿Y tu casa?"
"¡Oh, Señor! ¿Puede uno que ha resucitado de la muerte tener los mismos afectos que antes de morir? Mirta ha salido de la muerte y del sepulcro por Ti. Aquí podría llegar a odiar a los que me han atormentado en mi creatura, y Tú predicas el amor. Lo sé. Deja, pues, que la pobre Mirta ame al único que merece amor, como su misión y a sus siervos. Ahora me encuentro todavía débil y no podría seguirte, pero apenas pueda, permítemelo, Señor. Iré en tu seguimiento y conmigo, mi Abel..."
"Seguirás a tu hijo y a Mí con él. Se feliz. Quédate en paz, con mi paz que te doy. Adiós."
Y mientras la mujer, a quien sostienen su hijo y algunos compasivos, vuelve a entrar en su casa, Jesús, con los pastores, apóstoles, su Madre y María de Alfeo, sale de nuevo del poblado, se dirige al redil que está situado en la punta de un camino que termina en los campos...
...Se ha prendido una gran hoguera para iluminar la reunión. Sentados en rueda por el campo, esperan a que venga Jesús a hablar. Se habla de los sucesos del día. Está también presente Abel con el que muchos se congratulan, diciendo que todos creían en su inocencia.
"¡Pero estabais prontos a matarme! Hasta tú que me habías saludado en la puerta de mi casa en la hora en que fue asesinado Yoel", no puede dejar de responder el jovenzuelo. Pero añade: "Te perdono en nombre de Jesús."
En estos momentos Jesús sale del redil y se dirige a ellos. Alto, vestido de blanco, rodeado de sus apóstoles, seguido por los pastores y mujeres.
"La paz sea con todos vosotros.
Si el haber venido, sirvió para establecer el reino de Dios entre vosotros, sea bendito el Señor. Si el haber venido sirvió para hacer brillar una inocencia, sea bendito el Señor. Si el haber llegado a tiempo para impedir un crimen, sirve también para dar un medio de redimirse a tres culpables, sea bendito el Señor.
HABLA JESÚS. NADA ES INÚTIL DE CUANTO DIOS ESTABLECIÓ
EN SU LEY.
Entre las muchas cosas que nos ofrece el día de hoy como tema de meditación y en el que meditaremos mientras la noche baja a rodear con sus tinieblas la alegría de dos corazones y el remordimiento de otros tres -pues que en sus tinieblas esconde como con un velo púdico las lágrimas de alegría de aquellos y las que les quema a estos, lágrimas que Dios ve- está sin duda el tema de que nada es inútil de cuanto Dios estableció en su ley.
LA LEY QUE DIO, ISRAEL LA OBSERVA DE NOMBRE
PERO NO EN LA REALIDAD
La ley que dio, Israel la observa de nombre pero no en la realidad. La Ley está allá, analizada, desentrañada, despedazada, hasta hacerla morir con tormentos de sutilezas y sutilezas. Está allí, como un cadáver momificado que no tiene vida, ni respiración, ni circula por él la sangre, no obstante tenga la apariencia de alguien que parezca no moverse porque está sumergido en el sueño. De igual modo la ley no tiene vida, ni respira, ni tiene sangre en muchos, en muchos corazones. Se sienta uno sobre una momia, como se sienta uno sobre un escalón. Sobre una momia se pueden poner objetos, vestidos, hasta cosas sucias, si se quiere, y no se rebela porque no tiene vida. De este modo se comportan muchos con la ley, a la que toman por escalón, por un apoyo, por un escape de sus inmundicias, seguros de que no se rebela en su conciencia porque está muerta para ellos.
SE PODRÍA COMPARAR GRAN PARTE DE ISRAEL CON LOS
LUGARES PEDREGOSOS QUE SE VEN ESPARCIDOS POR EL
VALLE DEL NILO... FUERON BOSQUES Y BOSQUES DE PLANTAS
GRANDES...
Se podría comparar gran parte de Israel con los lugares pedregosos que se ven esparcidos por el valle del Nilo y por el desierto egipciano. Fueron bosques y bosques de plantas grandes, con linfa, que hacían ruido a las caricias del sol, hermosas con su follaje, con sus flores, sus frutos. Del lugar en que nacían se formaba un paraíso terrestre, querido a los hombres y animales que olvidaban la aridez desolada del desierto, la sed ardiente que la arena produce en el hombre al penetrar con su fuego por las narices; que olvidaban el sol despiadado que calcifica los cadáveres en poco tiempo, quitándoles la carne, reduciéndola a polvo y dejando tan solo retorcidos sobre la arena esqueletos y esqueletos limpios como si fueran obra de algún obrero, que olvidaban todo bajo esta sombra verde, que hace ruido en su follaje, rica de agua y de frutos que devuelven las fuerzas, alivian del cansancio, robustecen para nuevas caminatas.
DESPUÉS POR UNA CAUSA QUE SE IGNORA, COMO SI HUBIERAN
SIDO COSAS MALDECIDAS, NO SÓLO SE SECARON, ... SINO QUE
NI PARA LEÑA SIRVEN.
Después por una causa que se ignora, como si hubieran sido cosas maldecidas, no sólo se secaron, como sucede con las plantas que ya muertas sirven para hacer fuego en los hogares del hombre, o como las hierbas que se usan para iluminar la noche, y mantener lejanas las fieras, y apartar la humedad de los que vienen de lejanas tierras; pero que ni para leña sirven. Se han convertido en piedra. En piedras. Parece como si por ella hubiera subido la sílice del suelo como un sortilegio, desde sus raíces hasta el tronco, por sus ramas, por su follaje. Los vientos despedazaron después sus ramitas más débiles, que parecían de color alabastro, que es duro y frágil al mismo tiempo. Pero las ramas más robustas están allí sobre sus fuertes troncos para engañar a las caravanas cansadas, que debido al reflejo abrasador del sol, o a la luz espectral de la luna, ven que se dibujan sombras de troncos derechos en sus mesetas o en el fondo de los valles que tienen agua sólo en tiempos de avenidas, y que por ansia de un refugio, de un consuelo, de un pozo, de grutas secas, y por el cansancio de los ojos quemados por el sol en las arenas sin misericordia, se precipitan a esas florestas que son un fantasma. En realidad ¡fantasmas! Ilusorias apariencias de cuerpos vivos. Reales presencias de cosas muertas.
Yo las he visto. Se me han quedado impresas como una de las cosas más tristes de la tierra, aun cuando no era Yo más que un niño. Así me parecieron hasta que no toqué, medí, pesé las cosas completamente tristes de la tierra, porque están completamente muertas: las cosas inmateriales, esto es la virtud y las almas muertas. Las virtudes muertas en las almas y estas porque han sido muertas.
LA LEY EXISTE EN ISRAEL, PERO SE HA CONVERTIDO COMO
LAS PLANTAS PETRIFICADAS DEL DESIERTO:...
La ley existe en Israel, pero se ha convertido como las plantas petrificadas del desierto: en sílice, que son muerte, objeto de engaño; objeto destinado a corroerse sin ser útil, y que causan mal porque crean espejismos que alejan de los verdes oasis, y hacen que se muera de sed, de hambre, de desolación, al atraer al hombre a su muerte, la cual a su vez atrae a otros, como se lee en ciertas leyendas de los paganos.
Tuvisteis hoy un ejemplo de lo que significa una ley reducida a piedra en corazones que se habían petrificado. Es causa de toda clase de pecados y desventuras. Que esto os sirva para saber vivir y para saber hacer vivir la ley en vosotros, en su integridad que Yo ilustro con luces de misericordia.
Ya es muy noche. Las estrellas nos están mirando y también Dios. Levantad la mirada al cielo estrellado y elevad hacia Dios vuestro corazón, sin criticar a los infelices que Dios ha castigado, sin orgullo por haber estado limpios de pecado, y prometed a Dios y a vosotros mismos de no caer en la sequedad de las plantas maldecidas del desierto y de los valles de Egipto. La paz sea con vosotros."
Les bendice y luego se retira al amplio recinto del redil, rodeado de rústicos portales bajo los que han puesto los pastores heno que sirva de lecho a los siervos del Señor.
IV. 674-685
A. M. D. G.