JESÚS CON SANTIAGO TADEO
EN EL MONTE CARMELO -2º
LLAMA HIJO A QUIEN TE DE DOLOR
QUÉ SON LOS SACRAMENTOS. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN Y DE LA EUCARISTÍA
¿SERÉ YO EL QUE DIGA A MIS COMPAÑEROS "YO SERÉ AQUÍ LA CABEZA" DE LA IGLESIA DE ISRAEL?
¿Y NO HABRÁ YA MÁS ESAS DISCUSIONES... TAN DESAGRADABLES QUE HAY AHORA?
¿CÓMO DEBO COMPORTARME EN TIEMPO DE PERSECUCIÓN ?
¿Y SI ENTRE LOS FILES HUBIERE HOMBRES MALOS... QUÉ DEBERÉ HACER?
TIENES DOS CAMINOS: OLVIDAR O RECORDAR
JOSÉ SUPO GUARDAR EN EL SILENCIO SU DOLOR DE ESPOSO
SANTIAGO HACE EL MILAGRO DE CURAR A UN NIÑO DESGRACIADO
Jesús abandona la planicie del Carmelo y baja por los senderos llenos de rocío, a través de los bosques que se animan siempre cada vez más con trinos y voces, bajo los primeros rayos que cubren de dorado la pendiente oriental del monte. Cuando la leve neblina del calor se disuelve bajo el sol, se deja ver en su belleza de árboles frutales y viñedos pegados a las casas la llanura de Esdrelón. Parece una alfombra verde por todas partes, con raros oasis amarillentos, salpicados con algo de rojo, que son los campos del trigo cortado, donde ahora brillan las sandías, una alfombra encerrada en el triángulo de los montes Carmelo, Tabor, Hermón (el pequeño Hermón) y montes más lejanos, cuyos nombres ignoro, que ocultan el Jordán y que se unen al sureste con los montes de Samaría.
Jesús se detiene a contemplar pensativamente toda aquella parte de Palestina. Santiago lo mira y pregunta: "¿Miras la belleza de esta región?"
"Sí, también aquella. Pero más que en otra cosa, pienso en los viajes futuros y en la necesidad de mandaros, y de mandar sin vacilar los discípulos, no al limitado trabajo de ahora, sino a un verdadero trabajo misionero. Tenemos regiones y regiones que todavía no me conocen y no quiero dejar lugares sin Mí. Es mi preocupación actual: ir, hacer, mientras puedo, y hacer todo..."
"De cuando en cuando suceden cosas que parece te impiden."
"Más que impedirme, me imponen cambios en el itinerario, pues nunca son inútiles los viajes que hacemos. Pero hay tanto que hacer... También porque después de una ausencia de un lugar, encuentro que muchos corazones han vuelto al punto de antes, y hay que empezar de nuevo."
"Sí, es desanimador y desagradable esta apatía de los espíritus, esta volubilidad, y esta preferencia por el mal."
"Desanimador. Pero no digas desagradable. El trabajo de Dios jamás es desagradable. Las pobres almas nos deben mover a compasión, no a desagrado. Debemos tener siempre un corazón de padre, de buen padre. Un buen padre jamás tiene asco de las enfermedades de sus hijos. Nosotros no debemos tenerlo por nadie."
Jesús, ¿puedo hacerte algunas preguntas? Tampoco dormí anoche. Muchas cosas pensaba al verte dormir. En el sueño pareces muy joven, Hermano. Sonreías, con la cabeza apoyada en un brazo y con el otro la cubrías. Como duermen los niños. Te veía muy bien a los rayos de la luna. Yo pensaba, y muchas preguntas se me vinieron a la mente... "
"Dilas."
CÓMO PODREMOS FORMAR CON NUESTRAS INSUFICIENCIAS
ESTE ORGANISMO QUE LLAMASTE IGLESIA
Y EN EL QUE HABRÁ JERARQUÍAS.
"Decía: hay que preguntar a Jesús cómo podremos formar con nuestras insuficiencias este organismo que llamaste Iglesia y en el que, si entendí bien, habrá jerarquías. ¿Nos dirás Tú todo lo que debemos hacer, o somos nosotros quienes tomaremos la iniciativa?"
"Cuando llegue la hora, os señalaré la cabeza de él. No otra cosa. Mientras estoy con vosotros os señalo las diversas clases, y las diferencias entre apóstoles, discípulos y discípulas. Porque estas son inevitables. Pero así como quiero que los discípulos respeten y obedezcan a los apóstoles, así también quiero que estos amen y tengan paciencia con los discípulos."
"¿Y qué debemos hacer? ¿Siempre y sólo predicarte?"
"Esto es lo más importante. También en mi nombre absolveréis y bendeciréis, admitiréis de nuevo a la gracia, administraréis los sacramentos que Yo estableceré..."
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
¿Qué es esto?"
"Son medios sobrenaturales y espirituales que se aplican aun con medios materiales, y que se emplearán para persuadir a los hombres que el sacerdote realiza en verdad alguna cosa. Sabes muy bien que si el hombre no ve, no cree. Tiene necesidad de algo que le diga que hay alguna cosa. Por esta razón cuando hago un milagro impongo las manos, o pongo saliva, o doy un pedazo de pan mojado. Podría hacer el milagro solo con querer. ¿Pero crees que la gente diría: "Dios hizo el milagro?" Diría: "Se curó porque llegó la hora en que debía curarse". Y atribuirían el mérito al médico, a las medicinas, a la resistencia física del enfermo. Lo mismo se puede decir de los sacramentos: formas del culto para administrar la gracia, o devolverla, o para fortificar en ella a los fieles. Por ejemplo, Juan empleaba la inmersión en el agua para dar una figura de la limpieza de los pecados. En realidad más que el agua que lavaba el cuerpo, era útil la mortificación de confesarse uno sucio por los pecados cometidos. También Yo seré bautizado, tendré mi bautismo, que no será sencillamente una figura, sino una limpieza de la mancha de origen del alma y un volver al estado espiritual que poseían Adán y Eva antes de su culpa, estado que será mucho mayor debido a los méritos del Hombre-Dios."
"Pero el agua no baja al alma. Esta es espiritual. ¿Quién la puede asir en el recién nacido, o en el adulto, o en el anciano? Nadie."
"¿Ves que tú mismo admites que el agua es un medio material, que no tiene fuerza de una cosa espiritual? No será, pues, el agua, sino la palabra del sacerdote, miembro de mi Iglesia, consagrado a su servicio, o de algún otro creyente que en casos excepcionales lo haga en su lugar, la que obrará el milagro de la redención de la culpa original en el bautizado."
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
"Está bien, pero el hombre de por sí es pecador... ¿y quién quitará los otros pecados?"
Siempre el sacerdote, Santiago. Si un adulto se bautiza, junto con la culpa de origen, se anulan las otras culpas. Si el hombre está ya bautizado y torna a pecar, el sacerdote lo absolverá en nombre de Dios Uno y Trino y por méritos del Verbo encarnado, como hago con los pecadores."
"¡Pero Tú eres santo! Nosotros..."
"Vosotros debéis ser santos porque tocáis cosas santas y administráis lo que pertenece a Dios."
"¿Entonces bautizaremos muchas veces al mismo hombre, como hace Juan, que admite a la inmersión del agua cuantas veces uno se lo pide?"
"Juan con su bautismo no obtiene sino una purificación a causa de la humildad del que se inmerge. Ya te lo dije. Vosotros no volveréis a rebautizar al que ya está bautizado, fuera del caso que lo haya sido con una fórmula cismática y no apostólica; y en este caso puede administrarse un segundo bautismo si el antes bautizado lo pide claramente, si es adulto, o si dice que quiere formar parte de la verdadera Iglesia. Las otras veces, para devolver la amistad y la paz con Dios, usaréis la palabra del perdón unida a los méritos míos, y el alma, que se acercó a vosotros con verdadero arrepentimiento y humilde acusación, será absuelta."
"Y si uno no puede ir porque está enfermo hasta el punto de que no puede uno ser ni movido ¿morirá entonces en pecado? ¿Al sufrimiento de la agonía unirá el del miedo al juicio de Dios?"
EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
"No. El sacerdote irá al moribundo y lo absolverá. Aun más le dará una forma más amplia de absolución, que no será compendiada, sino que se dará a todos y cada uno de los órganos de los sentidos, por medio de los cuales el hombre generalmente suele pecar.
Tenemos en Israel el aceite santo, compuesto según como lo ordenó el Altísimo, con el que se consagran el altar, el pontífice, los sacerdotes y los reyes. El hombre es realmente un altar. Es rey por su elección a un trono del cielo; se le puede, pues, consagrar con el aceite de la unción. El aceite santo será tomado junto con otros actos del culto israelita e introducido en mi Iglesia, pero con usos diversos. Porque no todo lo que hay en Israel está mal, ni todo debe rechazarse. Yo te digo que muchos recuerdos de la antigua cepa estarán en mi Iglesia. Y uno será el aceite de la Unción, empleado en la Iglesia para consagrar el altar, los pontífices, la jerarquía eclesiástica; para consagrar reyes, fieles, cuando serán los príncipes herederos del reino, o también cuando tendrán necesidad de una grandísima ayuda para comparecer ante Dios con sus miembros y sentidos limpios de toda culpa. La gracia del Señor socorrerá el alma y también el cuerpo, si a Dios así place para el bien del enfermo.
Si el cuerpo muchas veces no reacciona contra la enfermedad, se debe también a los remordimientos que turban la paz y a intervención de Satanás que con la muerte espera ganar un alma para su reino, y también hacer que se desesperen los que sobreviven al agonizante. El enfermo pasa de la estrechura satánica y de la turbación interior a la paz mediante la certidumbre de que Dios lo perdona, lo cual también hace que se aleje Satanás. Y como el don de la gracia llevaba por compañero, en los primeros padres, el de inmunidad de enfermedad y de dolor, el enfermo restituido a la gracia, así como lo es el recién nacido que acaba de ser bautizado, puede obtener también la victoria sobre la enfermedad. A esto también ayuda la oración de los hermanos en la fe, quienes tienen obligación de tener piedad para con el enfermo, piedad no solo corporal, sino sobre todo espiritual, que quiere obtener la salvación física y espiritual del enfermo. La oración es ya una forma de milagro, Santiago. La oración de un justo, lo viste en Elías, puede hacer muchas cosas."
"Casi nada entiendo, pero lo que comprendo me llena de reverencia por el carácter sacerdotal de todos los que lo recibirán. Si bien comprendo, tendremos contigo muchos puntos en común: la predicación, absolución, el milagro. Tres sacramentos, pues."
"No, Santiago. Predicación y milagros no son sacramentos. Los sacramentos serán más. Siete como el santo candelabro del templo y los dones del Espíritu de Amor. En realidad los sacramentos son dones y son llamas, que se dan al hombre para que arda ante el Señor por los siglos de los siglos. También habrá el sacramento para que el hombre contraiga nupcias. Del que se hace alusión en el símbolo de las nupcias santas de Sara, hija de Raguel, que fue libertada del demonio. Este sacramente dará a los esposos todas las ayudas para que vivan santamente según las leyes y los deseos de Dios. También el esposo y la esposa son ministros de un rito: el procreativo. También el marido y la mujer son sacerdotes de una pequeña iglesia: la familia. Deben, pues, ser consagrados para procrear con la bendición de Dios y formar una descendencia en la que se bendiga el Nombre Santísimo de Dios."
"Y a nosotros los sacerdotes, ¿quién nos consagrará?"
"Yo, antes de dejaros. Después vosotros consagraréis a los que os seguirán y a cuantos agregaréis a la propagación de la fe cristiana."
"Tú nos enseñarás, ¿no es verdad?"
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN Y DE
LA EUCARISTÍA
JESÚS DICE A SANTIAGO TADEO QUE LE TOCARÁ DECIR TODAS
ESTAS COSAS A SUS COMPAÑEROS
Y A LOS FIELES MUCHAS Y REPETIDAS VECES.
"Yo y El que os enviaré. También esta venida será un sacramento. Voluntario de parte de Dios santísimo en su primera manifestación, después lo darán los que hayan recibido la plenitud del sacerdocio. Será fuerza e inteligencia, afirmación en la fe, piedad santa y temor santo, dador de consejo y de sabiduría sobrenatural, y posesión de una justicia que por su naturaleza y poder hará adulto al niño que la reciba. Por ahora no puedes comprender esto. El mismo te lo hará comprender. El, el divino Paráclito, el Amor eterno, cuando llegue el momento de que lo recibáis en vosotros. Y así no podéis por ahora comprender otro sacramento. Es casi incomprensible a los ángeles, por su sublimidad. Y con todo, vosotros, hombres sencillos, lo comprenderéis por virtud de la fe y del amor. En verdad os digo que quien lo ame y se nutra del espíritu, podrá aplastar al demonio sin recibir daño alguno, porque entonces, estaré Yo con él. Trata de recordar estas cosas, hermano. Te tocará a ti decirlas a tus compañeros y a los fieles muchas y repetidas veces. Lo sabréis entonces por divina dispensación, pero tú podrás decir: El me lo dijo un día, cuando bajábamos del Carmelo. Todo me dijo porque desde entonces estaba yo destinado a ser cabeza de la Iglesia de Israel". "
¿SERÉ YO EL QUE DIGA A MIS COMPAÑEROS
"YO SERÉ AQUÍ LA CABEZA" DE LA IGLESIA DE ISRAEL?
Tengo otra pregunta que hacerte. La pensé esta noche. ¿Seré yo quien diga a los compañeros: "Yo seré aquí la cabeza"? No me gusta. Lo haré si lo dispones, pero no me gusta."
"No tengas miedo. El Espíritu Paráclito descenderá sobre todos y os dará pensamientos santos. Todos tendréis los mismo pensamientos santos. Todos tendréis los mismo pensamientos por la gloria de Dios que vive en su Iglesia."
"¿Y no habrá ya más esas discusiones... tan desagradables, que hay ahora? ¿Judas de Simón no será más ya un elemento de desacuerdo?"
"No lo será, puedes estar tranquilo. Pero siempre habrá divergencias. Por esto te dije: vigila una y otra vez sin cansarte jamás, cumpliendo tu deber a toda conciencia."
"Una pregunta más, Señor mío. ¿Cómo debo comportarme en tiempos de persecución? Parece, por lo que me acabas de decir, que seré el que me quede de los doce. Los otros, pues, se irán para escapar de la persecución ¿y yo?"
"Tú te quedarás en tu lugar. Porque si es necesario que no seáis exterminados hasta que no esté bien consolidada la Iglesia, lo cual justificará la dispersión de muchos discípulos y de casi todos los apóstoles, ninguna cosa justificará tu deserción y que abandones la Iglesia de Jerusalén. Cuanto más se encuentre en peligro, tanto más deberás cuidarla, como si fuese tu hijo más amado y en peligro de muerte. Tu ejemplo robustecerá el espíritu de los fieles, del que necesitarán para sobrepujar la prueba. Cuanto más débiles los veas, tanto más los deberás sostener con compasión y sagacidad. Si eres fuerte, deberás tener piedad por los débiles. Sostenlos pensando: "Para llegar a esta fortaleza, todo lo he recibido de Dios. Humildemente debo decirlo y caritativamente tratar a los que recibieron menos dones de Dios" y dar, dar tu fuerza con la palabra, el socorro, la tranquilidad, el ejemplo."
"Y si entre los fieles hubiese hombres malos que fuesen causa de escándalo o de peligro para los demás, ¿qué deberé hacer?"
"Prudencia en aceptarlos, porque es mejor ser pocos y buenos que muchos y no buenos. Conoces el viejo apólogo de las manzanas buenas y de las manzanas malas. Haz que no se repita en tu iglesia. Si tú también encontrases tus traidores, busca de que por todos los modos reconozcan sus yerros, y reservando las medidas necesarias para los casos extremos. Pero si se tratase de culpas pequeñas, individuales, no vayas a ser de tal severidad que espantes. Perdona, perdona... Un perdón con lágrimas y palabras amorosas da mayor resultado que un anatema con el que se quiere redimir un corazón. Si la culpa es grave, y fruto de un asalto imprevisto de Satanás, tan grave que el culpado sienta necesidad de huir de tu presencia, ve en busca de él, porque él es la oveja extraviada y tú el pastor. No tengas miedo de envilecerte a ti mismo al descender a los caminos del fango, con hurgar en pantanos y precipicios. Entonces tu frente se coronará con la corona del mártir del amor, y será la primera de las tres coronas... Y si tú llegases a ser traicionado como el Bautista lo fue, y otros muchos, -pues cada santo tiene su traidor- perdona más a él que a cualquier otro. Perdona como Dios perdonó a los hombres y como perdonará. Sigue llamando "hijo" al que te cause dolores, porque el Padre os llama así por boca mía y en verdad no hay un bueno que no haya dado dolores al Padre de los Cielos..."
Mientras atraviesan por pastizales donde las ovejas comen, un largo silencio les envuelve.
Después Jesús pregunta: "¿No tienes otras preguntas que hacerme?"
"No, Jesús. Esta mañana pude entender mejor la tremenda misión que me espera..."
"Porque estás menos turbado que ayer. Cuando llegue tu hora, tendrás más paz y comprenderás todavía mejor."
"Recordaré todas estas cosas... todas... menos..."
"¿Cuál, Santiago?"
"Menos la que no me dejaba mirarte esta noche sin llorar. No sé si Tú me la dijiste, y que pueda creerlo así; o bien fue un susto del demonio. ¿Pero cómo puedes estar tranquilo... si deben acaecerte esas cosas?"
"¿Y estarías tranquilo si Yo te dijese: "Hay un pastor que se arrastra fatigosamente con un miembro estropeado, trata de cuidarlo en nombre de Dios"? "
"No, Señor mío. Estaría como fuera de mí, pensando ser tentado de quitarte tu puesto."
"¿Y si te lo ordenase?"
"Lo haría por obediencia y ninguna intranquilidad habría en mí, porque sabría que Tú lo quieres, y no tendría miedo de no saber hacerlo. Porque ciertamente Tú, al mandarme, me darías la fuerza para hacer lo que quieres."
"Lo has dicho y lo has dicho bien. Mira, pues, que al obedecer Yo al Padre, siempre deberé tener paz."
Santiago llora bajando la cabeza.
"¿Quieres de veras olvidarlo?"
"Lo que Tú quieras, Señor..."
"Tienes dos caminos: olvidar o recordar. El olvido te libertará del dolor y de que debes guardar silencio absoluto con tus compañeros, pero te dejará desprevenido. El recuerdo te preparará para tu misión, porque no hay más que recordar lo que padece en su vida terrena el Hijo del hombre para no lamentarse jamás y para ser fuerte en el espíritu al ver todo en el Mesías, en su luz más radiante. Escoge."
"Creer, recordar, amar. Querría esto. Y morir lo más pronto posible, Señor..."
Santiago llora sin hacer ruido. Si no fuera por las gotas de llanto que brillan en su barba rojiza, no se vería que llorase.
Jesús lo deja.. Al fin Santiago dice: "Y si en lo futuro Tú hicieses nuevas alusiones a... tu martirio, ¿debería decir que sé?"
JOSÉ SUPO GUARDAR EN EL SILENCIO
SU DOLOR DE ESPOSO
"No. Deberás callarte. José supo guardar en el silencio su dolor de esposo, de creerse traicionado, y guardó silencio en la concepción virginal y de mi naturaleza. Imítalo. También eso era un gran secreto. Y sin embargo lo guardó, porque de no haberlo hecho, o por orgullo o ligereza, hubiera puesto en peligro toda la Redención. Satanás es constante en vigilar y en obrar. Recuérdalo. Si tú hablases ahora, causarías daño a muchos y por muchas razones. Guardarás silencio."
"La guardaré... y será doble peso..."
Jesús no responde. Deja que Santiago, bajo su turbante de lino llore libremente.
DE CURAR A UN NIÑO DESGRACIADO
Encuentran a un hombre que lleva sobre sus espaldas a un niño desgraciado.
"¿Es tu hijo?" pregunta Jesús.
"Sí. Al nacer, mató a su madre. Ahora que murió mi madre, cuando voy al trabajo, me lo llevo así para cuidarlo. Soy leñador. Lo extiendo sobre la hierba, sobre mi manto, y mientras corto árboles, él se divierte con las flores, ¡pobrecito de mi hijo!"
"¡Es una desgracia!"
"Sí. Pero lo que Dios quiere, se acepta con paz."
"Adiós, hombre. La paz sea contigo."
"Adiós. La paz sea con vosotros."
El hombre sube por el monte, Jesús y Santiago siguen todavía bajando.
"¡Cuántas desventuras! Esperaba que lo hubieses curado" suspira Santiago.
Jesús aparenta no escuchar.
"Maestro, si aquel hombre hubiese sabido que Tú eres el Mesías, tal vez te hubiera pedido el milagro..."
Jesús no responde.
"Jesús, ¿me permites ir a su alcance y decírselo? Tengo piedad por ese niño. Tengo el corazón lleno ya de tanto dolor. Concédeme la alegría de ver curado a ese pequeñuelo."
"Ve. Te espero aquí."
Santiago se echa a correr. Alcanza al hombre. Le grita: "¡Oye, detente, escucha! El que estaba conmigo es el Mesías. Dame tu hijo, que yo se lo llevo. Ven también tú, si quieres, a ver si el Maestro te lo cura."
"Tú ve. Yo debo cortar toda esta leña. Estoy retrasado por causa del niño. Si no trabajo, no como. Soy pobre, y él me cuesta mucho. Creo en el Mesías, pero es mejor que tú le hables por mí."
Santiago se inclina para tomar al niño que está extendido sobre la hierba.
"Con cuidado," advierte el leñador "es todo un dolor."
En realidad, no apenas Santiago trata de alzarlo, que el niño llora lamentosamente.
"¡Oh, qué pena!" suspira Santiago.
"Una gran pena" dice el leñador que está cortando un duro tronco, y añade: "¿No podrías curarlo tú?"
"No soy el Mesías. Soy solo un discípulo suyo..."
"¿Y bien? Los médicos aprenden de otros. Los discípulos del Maestro. Anda, hazlo. No lo hagas sufrir. Haz las pruebas. Si el Maestro hubiese querido venir aquí, lo habría hecho. Te envió o porque no quiere curarlo, o porque quiere que tú lo cures."
Santiago está perplejo. Luego se decide. Se endereza. Ora como ha visto que Jesús lo hace, y luego: "En nombre de Jesucristo, Mesías de Israel e Hijo de Dios, cúrate" y se pone de rodillas al punto diciendo: "Oh, Señor mío, ¡perdón! ¡Lo hice sin tu permiso! Pero fue por compasión de esta pobre creatura de Israel. ¡Piedad, Dios mío! ¡Para él y para mí pecador!" y llora sobre el niño extendido. Las lágrimas caen sobre las piernecitas torcidas e inertes.
Jesús sale de la vereda. Nadie lo ve, porque el leñador está trabajando, Santiago llorando. El niño lo mira con curiosidad, y luego cariñoso le pregunta: "¿Por qué estás llorando?" y extiende una manecita para acariciarlo, y sin caer en la cuenta, se sienta por sí mismo, se pone de pie y abraza a Santiago para consolarlo. El grito que lanza Santiago hace que el leñador se voltee, y que vea a su hijo, derecho sobre sus piernas, que tienen vida, que no están ya torcidas, y al voltearse ve a Jesús.
"¡Míralo! ¡Míralo!" grita señalando en dirección a las espaldas de Santiago que se vuelve y ve a Jesús, que lo mira con un rostro de alegría radiante.
"¡Maestro, Maestro! No sé cómo sucedió... la compasión... este hombre... este pequeño... ¡Perdóname!"
"Levántate. Los discípulos no son superiores al maestro, pero pueden hacer lo que él hace cuando lo hacen por motivos santos. Levántate y ven conmigo. Sed benditos vosotros dos y acordaos que también los siervos de Dios hacen las obras del Hijo de Dios" y se va tirando detrás de sí a Santiago que repite: "¿Pero cómo sucedió? No entiendo todavía. ¿Con qué hice un milagro en tu Nombre?"
"Con tu compasión, Santiago. Con tu deseo de que ese inocente me amase y de que aquel hombre creyese y dejase de dudar. Juan cerca de Yabnia hizo un milagro por amor. Curó a un moribundo con ungirlo y con orar. Tú aquí curaste a uno con tu llanto y tu compasión además con la confianza en mi Nombre. ¿Ves qué paz hay en el discípulo cuando sirve al Señor, cuando en él hay recta intención? Ahora vamos a prisa, porque ese hombre nos viene siguiendo. No está bien que tus compañeros sepan esto por ahora. Pronto os enviaré en mi Nombre... ( un gran suspiro de Jesús ), pues que Judas de Simón arde en deseos de obrar (otro suspiro mucho más grande) Y haréis... pero no para todos será un bien. ¡Apresúrate, Santiago! Simón Pedro, tu hermano, y también los demás sufrirían al saber esto, como si fuese una parcialidad, aunque no lo es. Es para preparar de entre vosotros los doce a alguien que sepa guiar a los demás. Bajemos a este río cubierto de follaje y caminemos por la arena. Así desaparecerán nuestras huellas. ¿Te desagrada por el niño? ¡Oh! lo volveremos a encontrar..."
V. 755-765
A. M. D. G.