LA VIRGEN:
"MI PIEDAD ES MÁS FUERTE QUE TODO"
#JESÚS ENTRA EN LA CASA DE MATATÍAS ESPOSO DE SARA
#MARÍA VIENE CON LA NIÑA RECIÉN NACIDA
#JESÚS ENSEÑA A FELIPE COMO TIENE QUE COMPORTARSE CON la madre y la hija y le reprende su conducta
#JUDAS SE ACERCA A MARÍA Y LE HABLA
#LA CONDICIÓN DE LA ESCLAVITUD DE LA MUJER
#MISIÓN DE LA MUJER SACERDOTISA
En un sube y baja de colinas en que se desata el camino que lleva a Nazaret, y aprovechando las sombras de los olivos y de los árboles frutales que hay aquí y allá en esta fértil y cultivada región, Jesús regresa a Nazaret.
Al llegar al cruce donde corta el camino que va a Tolemaide, se detiene y dice: "Quedémonos en esta casa, donde ya algunas veces he estado. Tomaremos nuestra comida, y mientras el sol se va a su ocaso, estemos juntos antes de separarnos nuevamente. Nosotros vamos a Tiberíades, mi Madre y María a Nazaret, y Juan con Ermasteo a Sicaminón." Caminan por entre un olivar. Llegan a una casa larga y baja de campesinos, en la que no falta la higuera y los sarmientos espesos de vides que corren por una escalerilla, para extenderse sobre la terraza.
JESÚS ENTRA EN LA CASA DE MATATÍAS ESPOSO DE SARA
"La paz sea con vosotros. Ya vine de nuevo."
"Ven, Maestro. Tu presencia es siempre bienvenida. Dios te devuelva la paz, a Ti y a los que vienen contigo" responde un hombre de edad que atraviesa el patio con una brazada de ramas secas. Y luego en voz alta: "¡Sara! ¡Sara! Aquí está el Maestro con sus discípulos. ¡Pon más harina!"
De una habitación sale una mujer toda llena de harina que estaba pasando por el cedazo, porque todavía trae este en la mano con el moyuelo, y arrodillándose, le sonríe a Jesús.
"La paz sea contigo, mujer. Te he traído a mi Madre como te lo había prometido. Aquí está. Esta es su cuñada, la madre de Santiago y Judas. ¿Dónde están Dina y Felipe?"
La mujer, después de haber saludado a las dos Marías, responde: "Dina dio a luz ayer a su tercera niña. Estamos un poco tristes, porque no nos ha dado un nietecito, pero también contentos ¿no es cierto Matatías?"
"Sí. Es hermosa, y de nuestra sangre. Te la enseñaremos. Felipe fue a traer a Anna y Noemí de su casa. Pero pronto estará de regreso."
La mujer regresa a su quehacer y el hombre, dejadas las ramas en el horno, se ocupa de los huéspedes; les ofrece sillas y leche fresca a quien quiere, frutas, y aceitunas a quien prefiera.
La habitación de piso de tierra está fresca por tener sombra y ser amplia y porque está abierta de ambos lados, con dos puertas. Una de ellas recibe la sombra de la higuera, la otra de flores en forma de estrellas, algo así como girasoles por su forma, pero menos grandes y de corolas menores. Una luz esmeraldina penetra en la habitación dando descanso a los ojos cansados por el sol ardiente. Hay bancas y tablas. Probablemente es aquí donde las mujeres hilan y tejen y los hombres arreglan sus instrumentos agrícolas o bien depositan las provisiones de harina y frutas. Como dan señales de ello las viguetas con gancho y las tablas sobre ménsulas además de arquibancos a lo largo de las paredes. Has estopones de lino o cáñamo que parecen trenzas sueltas sobre la pared blanqueada de cal, y una tela roja, extendida sobre un telar que está descubierto, parece dar alegría a toda la habitación con su color de fuego y atractivo.
Regresa la dueña de la casa que terminó ya de hacer el pan y pregunta a los huéspedes si quieren ver a la recién nacida.
Jesús responde. "La bendeciré."
María se levanta y dice: "Voy a ver la mamá."
Salen las mujeres.
"Aquí está uno bien" dice Bartolomé que a ojos vistas está muy cansado.
"Sí. Hay sombra y no hay ruido. Terminaremos por dormirnos" añade Pedro que ya está cerrando los ojos de sueño.
"Dentro de tres días estaremos por alguna temporada en nuestras casas. Descansaréis y luego iréis a evangelizar en las cercanías inmediatas" dice Jesús.
"¿Y Tú?"
"Me quedaré en Cafarnaum, y algunas veces en Betsaida. Predicaré la Buena Nueva a todos los que lleguen a mí. Cuando llegue la luna de Tisri, volveremos a caminar. por la tarde, entre tanto, continuaré haciéndoos mejores..."
Jesús se calla, porque ve que el sueño hace inútiles sus palabras. Sonríe sacudiendo su cabeza al pasar sus ojos sobre este grupo al que la fatiga ha vencido y que se ha acomodado como mejor pudo. El silencio de la casa y de la campiña asoleada es absoluto. Parece como si fuera un lugar encantado. Jesús sale a la puerta, donde están las flores, y mira a través de sus ramitas las siempre amadas colinas galileas que cubren olivares de color grisáceo.
MARÍA VIENE CON LA NIÑA RECIÉN NACIDA
Un breve pisoteo y un grito de recién nacido se oyen sobre su cabeza. Jesús levanta su rostro, y envía una sonrisa a su madre que baja trayendo entre sus brazos un hatillo blanco del que salen tres bultitos rojos: una cabecita y dos puñitos cerrados.
"Mira, Jesús, ¡que hermosa niña! Se parece un poco a Ti, cuando tenías un día de nacido. Eras tan rubio que parecías no tener cabellos, si no hubieran estado desde entonces enroscados, como nubecitas, y poseías el color de una rosa. Mira, mira. Ahora abre sus ojitos en la sombra y busca el seno. Tiene tus ojos azules oscuros... ¡Oh, tesoro! ¡Yo no tengo leche, chiquita, rosita, tortolita mía" y la Virgen arrulla a la chiquita que calma su chillido cual si fuera de una tortolita y se duerme.
"Mamá, ¿también así me arrullabas?" pregunta Jesús que mira a su Madre arrullar a la pequeñina, pegando sus mejillas a la rubia cabecita.
"Si, Hijo. Pero te decía: "Corderito mío". Es hermosa, ¿verdad?"
"Muy hermosa y fuerte. Su madre debe sentirse feliz," confirma Jesús, que también se ha inclinado para mirar el sueño de la inocente.
"Y sin embargo no lo está... El marido está enojado porque no hay más que niñas. Es verdad que con los campos que tenemos son preferibles los varoncitos. Pero nuestra hija no tiene la culpa..." entre suspiros dice la dueña de la casa, que se acerca a ellos.
"Son jóvenes. Que sigan amándose y tendrás varoncitos" dice con claridad el Señor.
"He aquí a Felipe... Ahora se pondrá hosco..." murmura turbada la mujer. Y con voz alta: "Felipe, aquí está el Rabbí de Nazaret."
"Muy contento de verlo. La paz sea contigo, Maestro."
"Y contigo, Felipe. Ya vi a tu hermosa niña. Todavía la estoy mirando porque es un encanto. Dios te bendice con niños hermosos, sanos y buenos... Debes estarle muy agradecido... ¿No respondes? Pareces un poco malhumorado..."
"¡Esperaba que hubiese sido varoncito!"
JESÚS ENSEÑA A FELIPE COMO TIENE QUE COMPORTARSE CON
LA MADRE Y LA HIJA Y LE REPRENDE SU CONDUCTA.
"No vas a querer decir que la culpa la tiene esta inocente, por haber nacido mujer, y mucho menos que vas a ser duro con tu esposa ¿verdad?" pregunta serio Jesús.
"¡Quería yo un varón! ¡Para el Señor y para mí!" dice resentido Felipe.
"¿Y crees que lo tendrás con injusticia y rebeldía? ¿Leíste acaso en el pensamiento de Dios? Puedes decirle: "¿Haz así, porque así está bien?" Esta mujer, discípula mía, por ejemplo, no tuvo hijos. Y ha llegado a decirme: "Bendita sea mi esterilidad que me da alas para seguirte". Y esta madre de cuatro varones, anhela que todos los cuatro no sean ya suyos. ¿No es verdad, Susana? ¿No es verdad, María? ¿Las oyes? Y tú que hace pocos años estás casado con una mujer fecunda, que has recibido la bendición de tres boquitas rosadas que te piden tu amor, ¿estás irritado por ello? ¿Contra quien? ¿Por qué? ¿No quieres decirlo? Te lo diré Yo: Porque eres un egoísta. Deja al punto tu rencor. Abre los brazos a esta creatura que nació de ti y ámala ¡Ea! ¡Tómala!" Y Jesús toma el hatillo de lino y lo pone en los brazos del joven padre. Jesús continúa diciendo: "Ve a donde está tu mujer que llora, y dile que la amas. De otro modo jamás Dios te concederá un varón. Te lo digo Yo. Vete..."
El hombre sube a la habitación donde está su esposa.
"Gracias, Maestro" dice en voz baja la suegra. "Desde ayer se había mostrado muy cruel..."
El hombre después de algunos minutos vuelve a bajar y dice: "Ya lo hice, Señor. Mi mujer te da las gracias, y dice que te pida yo que digas el nombre que va a llevar, porque... porque yo le quería dar un nombre muy feo debido a mi enojo..."
"Llámala María. Bebió junto al amargo llanto las primeras gotas de leche, amargo por tu dureza. Puede llamarse María, y María la amará. ¿No es verdad, Mamá?"
"Sí, pobrecita pequeñina. Es muy bonita. Y seguro que será muy buena, como una estrellita del cielo.
Regresan al gran salón donde los cansados apóstoles duermen a pierna suelta, menos Iscariote que parece revolverse sobre espinas.
"¿Me necesitabas, Judas?" pregunta Jesús.
"No, Maestro, pero no logro dormir y querría salir un poco."
"¿Quién te lo prohíbe? Yo también salgo. Voy a aquel colladito. Es todo sombra... Descansaré y oraré. ¿quieres venir conmigo?"
"No, Maestro. Te daría molestia, porque no me encuentro en condiciones de orar. Tal vez... tal vez no me siento bien y esto me turba..."
"Quédate, entonces. No obligo a nadie. Hasta pronto. Hasta pronto, mujeres. Mamá, cuando se despierte Juan de Endor, mándalo a donde estoy, solo."
"Sí, Hijo. La paz sea contigo."
Sale Jesús. María y Susana se agachan a ver la tela que está sobre el telar. María se sienta con las manos puestas sobre sus piernas, un poco inclinadas. Tal vez ore también.
JUDAS SE ACERCA A MARÍA Y LE HABLA
María de Alfeo pronto se cansa de contemplar la labor. Se sienta en el ángulo más oscuro y pronto se duerme. Susana piensa que no estaría mal imitarla. Quedan despiertos María y Judas. La una recogida toda en sí, el otro que la mira con ojos muy abiertos, sin dejarla de ver. Se levanta y se acerca poco a poco, sin hacer ruido. No sé porqué, pero pese a que ciertamente es bello, me da la impresión de que sea una pantera o una serpiente que se acercase a su presa. Tal vez se deberá a la antipatía que siento por él, que me hace creer que aun su caminar sea engañoso y cruel... En voz baja dice: "¡María!"
"¿Qué se te ofrece, Judas?" pregunta dulcemente María y lo mira con esa dulcísima mirada.
"Querría hablarte..."
"Habla, te escucho."
"Aquí no... No querría que me oyesen... ¿No podrías venir un poco allá afuera? Hay sombra allí..."
"Vamos, pues. Pero mira... todos están durmiendo... podrías hablar también aquí" dice la Virgen. Mas se levanta y es la primera en salir, dando las espaldas a las altas flores.
"Qué se te ofrece, Judas?" vuelve a preguntar, mirando fijamente al apóstol que se turba un poco y parece como si no pudiese encontrar las palabras. "¿Te sientes mal? ¿O has hecho algo mal y no sabes cómo decirlo? ¿O bien te sientes tentado de hacerlo, y te duele confesarlo? Habla, hijo. Como te curé cuando estuviste enfermo en el cuerpo, te curaré el alma. Dime lo que te quita la paz, y si puedo te devolveré la calma. Si no pudiere, se lo diré en particular a Jesús. Auque hubieses cometido muchos pecados, Él te perdonará si le pido su perdón. En realidad, Jesús al punto te perdonaría... pero tal vez tengas vergüenza de Él, porque es tu Maestro. Yo soy una mamá... No te avergüences..."
"Sí. No tengo vergüenza porque eres madre y muy buena. Verdaderamente eres la paz entre nosotros. Yo... yo me siento muy turbado. Tengo un carácter pésimo, María. No sé qué tengo n la sangre y en el corazón... De cuando en cuando no puedo controlarlos... y entonces soy capaz de cometer las más viles acciones... las más perversas."
"Aun cuando tienes a Jesús cerca de ti, ¿no puedes resistir al tentador?"
"Aun así. Y sufro por eso, créemelo. Pero así sucede. Soy infeliz."
"Rogaré por ti, Judas."
"No basta."
"Haré que rueguen los niños. Muchos van a mi casa, a mi huerto, como pajaritos en busca de grano. Y el grano son las caricias y las palabras que les digo. Les hablo de Dios, ... y ellos, inocentes, prefieren esto a los juego y a los cuentos. La oración de los niños es agradable al Señor."
"Pero jamás como la tuya. Y sin embargo no es suficiente."
"Diré a Jesús que ruegue al Padre por ti."
"Aun no basta."
"Si esto no basta, no sé qué bastaría. La oración de Jesús vence aun a los demonios..."
"Sí. Pero Jesús no pediría siempre y yo volvería a ser yo... Jesús, siempre dice que se irá un día. Debo pensar a cuando esté sin Él. Jesús ahora nos quiere mandas a predicar la Buena Nueva. Tengo miedo de ir con este enemigo, que soy yo mismo, a esparcir la palabra de Dios. Querría haber estado yo formado para esta hora."
"Pero hijo mío, si ni siquiera Jesús lo logra, ¿quien quieres que pueda?"
"¡Tú, Madre! Permíteme que pase un tiempo contigo. Han estado paganos y prostitutas, puedo estar también yo. Si no quieres que pase la noche en tu casa, iré a dormir a la de Alfeo y en la de María Cleofás, pero el día lo pasaré contigo, con los niños. Otras veces he probado arreglándomelas yo solo, y fue peor. Si voy a Jerusalén tengo muchos amigos malos, y en las condiciones en que me encuentro, cuando siento lo que estoy sintiendo, me convierto en su juguete... Si voy a otra ciudad me es lo mismo. La tentación del camino se enciende junto con la que tengo ya. Si voy a un lugar solitario, el silencio me desgarra con los gritos de Satanás. Pero cerca de ti... ¡Oh! cerca de ti me siento diverso... ¡Permíteme que vaya contigo! ¡Dile a Jesús que me lo permita! ¿Quieres que me pierda? ¿Tienes miedo de mí? Me miras con ojos de gacela herida que no tuviese más fuerzas para huir de sus cazadores. No te haré ninguna ofensa. También yo tengo una madre... y te amo más que a ella. ¡Ten piedad, María, de un pecador! Mira: lloro a tus pies... Si tú me rechazas, puede ser mi muerte espiritual..." y Judas se echa a llorar en realidad a los pies de María que lo contempla con una mirada de piedad y de angustia mezclada de miedo. Está muy pálida.
Da un paso adelante, porque se había echado hacia atrás del macizo de flores, para huir de Judas que poco a poco se le acercaba. Pone una mano sobre los negros cabellos de Iscariote. "Cállate. Que no te oigan. Hablaré con Jesús, y si Él quisiere... vendrás a mi casa. No me preocupo de lo que piense el mundo. No hace daño a mi alma. Solo tendría horror a que fuese yo culpable ante Dios. La calumnia me deja indiferente. No seré jamás calumniada porque Nazaret sabe que su hija nunca ha sido causa de escándalo. Y además, suceda lo que sucediere, me interesa que te salves en tu espíritu. Voy a ver a Jesús. Tranquilízate." Se pone su velo, blanco como su vestido, y rápida camina por la vereda que conduce a una especie de colinita cubierta de olivos.
Busca a Jesús y lo encuentra absorto en meditación profunda. "Hijo, soy yo... ¡Escúchame!"
"¡Oh, Mamá! ¿Vienes a orar conmigo? ¡Qué alegría, qué consuelo me das!"
"¡Qué cosa, Hijo! ¿Estás cansado en el espíritu? ¿Triste? ¡Dilo a tu Mamá!"
"Cansado, lo dijiste, y afligido. No tanto por la fatiga y miserias que veo en los corazones, cuanto por la inmutabilidad de los que son mis amigos. Pero no quiero ser injusto con ellos. Uno solo se me cansa, y es Judas de Simón..."
"Hijo, de él venía a hablarte..."
"¿Hizo algo mal? ¿Te ha causado alguna pena?"
"No. Me ha causado el dolor que tendría al ver a alguien muy infectado... ¡Pobre hijo! ¡Está muy enfermo en su espíritu!"
"¿Tienes piedad? ¿No tienes miedo? Un tiempo tenías..."
"Hijo mío, mi piedad es todavía más grande que mi miedo. Querría ayudarte a Ti y a él salvarle su espíritu. Tú puedes todo, y no tienes necesidad de mí, pero tú has dicho que todos deben cooperar con el Mesías en redimir... ¡y este hijo tiene tanta necesidad de redención!"
"¿Qué hay que no haga por él?"
"No puedes hacer nada. Pero podrías permitirme que yo hiciera algo. Me rogó que te dijese le permitieses estar en nuestra casa, porque le parece que allá podrá librarse de ese monstruo... ¿Sacudes la cabeza? ¿No quieres? Se lo diré..."
"No, Mamá. No es que no quiera. Sacudo la cabeza porque sé que es inútil. Judas es como uno que se está ahogando y que no obstante que lo vea, rechaza por orgullo el lazo que le echan para sacarle a la orilla. De cuando en cuando, presa del terror de ahogarse, busca y pide ayuda, se nos une... y luego, nuevamente esclavo de su orgullo, deja la ayuda, la rechaza, quiere valerse por sí... y siempre se hace cada vez más pesado por el agua espesa que traga. Pero para que no se vaya a decir que he dejado todo medio, que también esto se haga, pobrecita Mamá... Sí, pobrecita Mamá, que te sujetas, por amor de un alma, al sufrimiento de tener cerca... a uno que te infunde miedo."
"No, Jesús. No lo digas. Soy una pobre mujer porque estoy sujeta a antipatías. Repróchamelo. Lo merezco. No debería tener repugnancia a nadie, por amor tuyo. No soy pobre por otro motivo. ¡Oh! Pudiese devolverte a Judas espiritualmente curado. Darte un alma y darte un tesoro. Y quien da tesoros no es pobre. Hijo... voy a decir a Judas que sí, que lo permites. Tú dijiste: "Llegará un tiempo en que dirás: cuan difícil es ser la Madre del Redentor". Una vez ya lo dijiste... cuando lo de Aglae... pero ¿qué puede ser una vez? ¡La fragilidad humana es tan grande! Y Tú eres Redentor de todos. ¡Hijo!... ¡Hijo! Como tuve a la pequeñita en mis brazos, y la llevé para que la bendijeses, permite que tenga en los brazos a Judas, para traértelo y para que le des tu bendición..."
"Mamá... Mamá... él no te merece..."
"Jesús mío. Cuando dudabas en dar Marziam a Pedro, te dije que eso le habría ayudado. No puedes negar que Pedro ha cobrado nuevos bríos desde aquel momento... Déjame hacer la prueba con Judas."
"¡Que se haga como tú lo quieres! y que seas bendita por tu intención de amarme y de amar a Judas. Ahora roemos juntos, Mamá. ¡Es tan dulce orar contigo!... "
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...Apenas ha empezado el largo atardecer, cuando veo que ya parten de la casa en que estuvieron hospedados.
LA CONDICIÓN DE LA ESCLAVITUD DE LA MUJER
Juan de Endor con Ermasteo se despiden de Jesús, después de haber llegado al camino. María con las mujeres prosigue con su Hijo por un sendero que va entre olivares sembrados en las colinas. Hablan, como es natural, de lo acaecido en el día. Pedro dice: "¡Que si es un pedazo de tonto ese Felipe! Algunos momentos renegaba de su mujer y de la niña, si tratabas de hacerlo entrar en razón."
"Esperamos que dure este arrepentimiento actual y no le lleguen ganas de despreciar a las mujeres. Viendo bien las cosas... por las mujeres el mundo va adelante" dice Tomás y muchos se ríen de su ocurrencia.
"Claro. Es verdad. Pero son más inmundas que nosotros y ..." dice Bartolomé.
"Nada más eso. ¿En cuanto a inmundicia?... Tampoco nosotros somos angelitos. Mira, me gustaría saber si después de la Redención la mujer será siempre así. Nos enseñan a honrar a la madre, a tener el máximo respeto por las hermanas, hijas, tías, nueras, cuñadas, y luego... ¡anatema aquí, anatema allá! En el templo, no. Acercarte muchas veces, no... ¿Pecó Eva? De acuerdo. Pero también Adán. Dios castigó a Eva muy severamente. ¿No basta?"
"¡Pero Tomás! La mujer fue considerada también por Moisés como impura."
"Y Moisés sin las mujeres se hubiera ahogado... Pero, ten paciencia, Bartolomé. Te recuerdo, aunque no sea yo docto, como tú, sino un orfebre, que Moisés se refiere a las impurezas de la carne de la mujer, para que la respetemos, no para que le echemos el anatema."
EL SEÑOR TENÍA ANTE SÍ UN PUEBLO MORAL Y
ESPIRITUALMENTE DEFORME, CONTAMINADO POR SU
CONTACTO CON IDÓLATRAS
QUERÍA QUE SU PUEBLO FUESE FUERTE TANTO EN LO FÍSICO
COMO EN EL ESPÍRITU
DIO COMO PRECEPTOS LAS NORMAS SALUDABLES PARA UNA
FORTALEZA FÍSICA Y SALUDABLES PARA LA HONESTIDAD DE
LAS COSTUMBRES.
EN LOS SIGLOS POR VENIR LA MUJER REDIMIDA NO SERÁ
OPRIMIDA COMO LO ES AHORA
JESÚS COMIENZA A PREPARAR LAS PRIMERAS SACERDOTISAS
DE LA ERA QUE ESTÁ POR VENIR.
La discusión se prende. Jesús, que va adelante, con las mujeres, con Juan e Iscariote, se detiene, se vuelve y dice: "Dios tenía ante Sí un pueblo moral y espiritualmente deforme, contaminado por su contacto con idólatras. Quería que su pueblo fuese fuerte tanto en lo físico como en el espíritu. Dio como preceptos las normas saludables para una fortaleza física y saludables para la honestidad de las costumbres. No podía de otro modo frenar la avidez de los hombres para que los pecados en que fue sepultada la tierra e incendiadas Sodoma y Gomorra no se repitiesen. Pero en los siglos por venir la mujer redimida no será oprimida como lo es ahora. Quedarán las prohibiciones de prudencia física pero se quitarán los obstáculos para venir al Señor. Ya los comienzo a quitar para preparar las primeras sacerdotisas de la era que está por venir."
"¡Oh! ¿habrá sacerdotisas?" pregunta Felipe casi a punto de desvanecerse.
MISIÓN DE LA MUJER SACERDOTISA
"No me entendáis mal. No serán sacerdotes como los hombres, no consagrarán y no administrarán los dones de Dios, los que por ahora ignoráis. Pero pertenecerán lo mismo a la clase sacerdotal, cooperando de muchos modos con los sacerdotes para el bien de las almas."
"¿Predicarán?" incrédulo pregunta Bartolomé.
"Como ya lo hace mi Madre."
"¿Harán peregrinaciones apostólicas?" pregunta Mateo.
"Sí. Llevarán muy lejos la fe, y debo decirlo, con mayor heroísmo que los hombres."
"¿Harán milagros?" pregunta riendo Iscariote.
"Alguna que otra hará milagros. Pero no os apoyéis en el milagro como en algo esencial. Ellas, las mujeres santas, harán también milagros en convertir a pecadores con sus oraciones."
"¡Uhm! ¡que las mujeres rueguen hasta el punto de hacer milagros!" refunfuña Natanael.
No seas cerrado como un escriba, Bartolomé. Según tú, ¿Qué cosa es la oración?"
"El volverse a Dios con fórmulas que sabemos."
"Así es y algo más. La oración es la conversación del corazón con Dios y debería ser el estado normal del hombre. La mujer, por su vida que es más retirada que la nuestra y por su facultad afectiva más fuerte que la nuestra, se deja llevar a esta conversación con Dios mejor que nosotros. En ella encuentra consuelo a sus dolores, alivio a sus fatigas, que no son tan sólo las del hogar y las del procrear, sino también las de soportarnos a nosotros los hombres, encuentra lo que enjuga sus lágrimas y la lleva a sonreír en su corazón. porque ella sabe hablar con Dios y lo hará mejor en la era que está por venir. Los hombres serán los gigantes de la doctrina, las mujeres serán siempre las que con su oración, sostendrán a los gigantes, y también al mundo porque se evitarán muchas desventuras por sus oraciones y penitencias. Por esto harán milagros, casi siempre invisibles, pero no por eso menos reales, que Dios conocerá."
"Tú también hiciste hoy un milagro invisible, cierto y real. ¿No es verdad, Maestro?" pregunta Tadeo.
"Sí, hermano."
"Era mejor que hubiera sido visible." observa Felipe.
"¿ Querías que cambiase la niña en niño? El milagro en realidad es una alteración de las cosas fijadas, un desorden beneficioso, para que Dios que lo concede, pueda mostrar quién lo ama, o bien persuadir a que Él existe. Mas teniendo en cuenta que Dios es orden, no viola en modo exagerado el orden. La niña nació mujer y mujer se queda."
"¡Esta mañana estaba yo tan afligida!" con un suspiro dice la Virgen.
"¿Por qué? La niña a quien no quiere su padre no es tuya" dice Susana. Y añade: "Cuando veo alguna desgracia en un niño, me digo: "¡Qué bueno que no tuve!" "
"¡No lo digas, Susana! ¡No es caridad! También yo podría decirlo porque mi Maternidad trascendió las leyes naturales. Pero no lo digo, porque pienso: "Si Dios no me hubiera querido virgen, probablemente esa semilla me hubiera caído, y sería yo madre de este infeliz" y por esto, tengo compasión de todos. Pues digo: "podía haber sido mi hijo" como madre habría querido que todos hubiesen sido sanos, buenos, amados y atractivos, pues no otra cosa desean las madres para sus hijos" responde con suavidad María. Jesús parece vestirla de luz, tanto es lo que la mira con sus radiantes ojos.
"Por este motivo, aun cuando fuese el asesino de mi Hijo, pues pienso que sería el más necesitado de perdón... y de amor. Porque todo el mundo lo odiaría sin duda alguna."
"Mujer, te cansarías muchísimo en defenderlo, antes de que tuviese tiempo de arrepentirse... Yo sería el primero en quitarlo de en medio..." dice Pedro
"Mira, aquí nos despedimos. Mamá, que Dios esté contigo; y contigo, María; y también contigo, Judas."
Se besan. Jesús añade: "Acuérdate que te he concedido un gran favor, Judas. Hazte de él un bien, y no un mal. Hasta pronto."
Jesús con los once que han quedado y con Susana van ligeros hacia el oriente, mientras María, su cuñada e Iscariote van derechos.
V. 777-788
A. M. D. G.