UN DÍA DE ISCARIOTE EN NAZARET

 


 

#JUDAS DA LOS BUENOS DÍAS A MARÍA  

 #MARÍA PREGUNTA A JUDAS POR SU ESPÍRITU  

 #UN NUEVO DÍA   

#JUDAS ES INVITADO A HABLAR EN LA SINAGOGO DIALOGO CON EL SINAGOGO Y PRIMOS DE JESÚS   

#JUDAS HABLA CON EL SINAGOGO Y UN GRUPO DE NAZARENOS   

#JUDAS SE DETIENE CON LOS PRIMOS DE JESÚS Y POR LO QUE LES DICE ESTOS SE ESCANDALIZAN    

#JUDAS ENTRA EN CASA Y ENCUENTRA A MARÍA EN LA TERRAZA LLORANDO

 


 

Ninguna otra casa en la que se pueda elevar el espíritu, que la de Nazaret. Hay en ella paz, silencio, orden. Parece como si las paredes despidiesen santidad de sus piedras, santidad que exhalan las plantas del huerto, como si lloviese del cielo sereno, que le sirve de cúpula. En realidad, esa santidad emana de quien vive en ella, de quien pronta y silenciosamente con ademanes juveniles, perfectos se mueve por todas partes, así como cuando hace años, y llena de juventud entró en ella como esposa. Siempre su sonrisa suave que tranquiliza, que acaricia.

El sol, a estas horas de la mañana, da en la parte derecha de la casa, que se apoya en la primera ondulación de la colina. Sólo las copas de los árboles reciben las caricias del sol. Entre ellos los olivos que sirven para detener el terraplén con sus raíces. Son olivos viejos, torcidos, robustos, con sus gruesas ramas levantadas al cielo, como si de él invocasen bendiciones y rogasen también ellos desde aquel lugar de paz. Son los viejos olivos de Joaquín, que en tiempos ya idos eran tan numerosos que se alargaban, se prolongaban hasta los campos que iban a los pastizales. Ahora son unas cuantas plantas. Las últimas que quedan de la propiedad dividida de Joaquín.

El almendro y los manzanos son también de los que reciben las caricias del sol. Son altos, fuertes. Extienden su sombra sobre el jardín. El granado se embriaga de los rayos solares. La última en turno es la higuera junto con las flores y las verduras cultivadas con sumo esmero en los cuadros rectangulares y junto a los cercados que están bajo el emparrado cargado de sarmientos. Las abejas, gotas de oro, voladoras zumban sobre todo lo que pueda darles dulces jugos y perfumados. Una menuda madreselva recibe el ataque de las abejas, lo mismo que un cercado de flores en forma de campánulas, con su penacho, -no sé el nombre de la flor- que están cerrándose. Deben de ser flores nocturnas, y despiden un olor muy fuerte. Las abejas se apresuran a chupar las flores antes de que se doblen los pétalos en el sueño de su corola.

María ligera va a los nidos de las palomas, de aquí a la pequeña fuente que canta cerca de la gruta, de esta a la casa; y pese a tanto que hacer, encuentra tiempo para admirar sus flores y palomas que platican en los senderos o vuelan sobre la casa y el huerto.

 

JUDAS DA LOS BUENOS DÍAS A MARÍA

 

Entra Judas cargado de plantas y estacas. "Buenos días, Madre, me dieron todo lo que quería. Corrí para que no les pasase nada. Espero que prenderán como la madreselva. El año que viene tu jardín será como un canasto lleno de flores, y así te podrás acordar del pobre Judas y de su estancia aquí" dice y va sacando con cuidado de una bolsa plantas con su raíz envuelta en tierra y en hojas húmedas. De otra saca las estacas.

"Muchas gracias, Judas. Es mucho. No puedes imaginarte qué feliz sea yo con esa madreselva que está junto a la gruta. Cuando yo era niña, allá en el fondo de aquellos campos, que entonces eran nuestros, había una más hermosa. Hiedra y madreselvas la cubrían con sus ramas y flores. La protegían cual cortinas y defendían sus pequeñas puntitas que crecían dentro de la gruta, que era todo verdor tapizada de adianto. Allí había un manantial... En el Templo siempre me acordé de esta gruta, y te lo puedo asegurar: cuando oraba ante el Velo del Santo, no sentía a Dios de manera diferente. Mejor dicho, debo decir que allá volvían a aparecer los dulces coloquios de mi espíritu con mi Señor... Mi José me encontró esta con un hilito de agua para que me sirviera de ella, pero más que esto, fue para darme el gusto de tener una grutita, semejante a la anterior... José era bueno, hasta en las cosas más pequeñas... Plantó una madreselva y una hiedra que vive todavía. La madreselva murió en los años de destierro... La volví a plantar, pero hace tres años murió. Ahora tú la has vuelto a plantar. Ves, ya prendió. Eres un buen jardinero."

"Sí. Cuando fui pequeño, me gustaron mucho las plantas y mi mamá me enseñó a cuidarlas... Ahora vuelvo a ser niño, a tu lado, Madre, y descubro mi antigua habilidad, para agradarte. ¡Eres muy buena conmigo!..." dice Judas, que cual experto trabaja en colocar las plantas en los lugares más propios. Junto a las flores nocturnas coloca un montón de raíces que me parece sean de muguetes, o tal vez de otras flores. "Aquí están bien" dice, aparentando con un azadón la tierra. "A ellas no les hace falta mucho sol. No me las quería dar el siervo de Eleazar, pero insistí tanto hasta que me las dio."

"Tampoco a José no le quisieron dar aquellas gardenias. Pero él hizo algunos trabajos sin pedir recompensa para poder obtenérmelas. Aquí han estado muy bien."

"Ya acabé, Madre. Ahora las voy a regar y les irá bien." Las riega y luego se lava las manos en la fuentecilla.

 

MARÍA PREGUNTA A JUDAS POR SU ESPÍRITU

 

María lo mira. Tan diverso de su Hijo, y también tan diverso del Judas de ciertas horas de borrasca. Lo escudriña, piensa, se le acerca, y poniéndole una mano en el brazo, dulcemente le pregunta: "¿Te sientes mejor, Judas? Quiero decir, en tu espíritu."

"¡Oh, Madre! Muy bien. Me siento tranquilo. Lo estás viendo. Encuentro gusto y salvación en las ocupaciones humildes y en estar contigo. No debería jamás salir de esta paz, de este recogimiento. Aquí... ¡qué lejos está el mundo de esta casa!..." Judas mira al huerto, las plantas, la casita... Termina: "Pero si estuviese aquí, jamás sería apóstol. Y quiero serlo..."

"Pero créeme, Judas, es mejor ser un alma justa que un apóstol pecador. Si caes en la cuenta que las alabanzas y honores de apóstol te dañan, renuncia, Judas. Es mejor para ti ser un simple fiel de mi Jesús, un santo, que un apóstol pecador."

Judas inclina la cabeza pensativo. María lo deja en sus pensamientos y entra en la casa para continuar sus quehaceres.

Por un poco de tiempo Judas sigue clavado en el mismo lugar, después pasea bajo el emparrado. Lleva los brazos cruzados. La cabeza inclinada. Piensa, piensa. Luego monologa, hace ademanes... Un monólogo incomprensible, pero los gestos indican que se trata de ideas contradictorias. Parece como si suplicase, o rechazase. Como si llorase alguna cosa, o maldijese. Pasa de una expresión de interrogación, a una de miedo, de angustia, hasta llegar a su cara a reflejar aquellos momentos peores. Se detiene de pronto. Así continúa por un poco de tiempo. Su cara es la de un demonio... Luego se lleva las manos a la cara, huye por el montecillo de los olivos, fuera de la vista de María, y llora con la cara oculta entre las manos, hasta que se calma. Está sentado con la espalda apoyada contra un olivo, como si estuviese atolondrado...

 

UN NUEVO DÍA

 

... Ya no es la mañana, es el fin de un crepúsculo. Nazaret abre las puertas de sus casas, que estuvieron cerradas durante todo el día, por el calor estival, calor de Oriente. Hombres, mujeres, niños salen a los huertos a las calles que todavía sudan calor, en busca de aire. Van a la fuente, a jugar, a platicar... en espera de la cena. Saludos, chanzas, carcajadas, gritos salen de bocas de hombres, mujeres y niños. También Judas sale y se dirige a la fuente con las jarras de cobre. Los nazarenos lo ven y lo señalan nombrándolo con: "el discípulo del Templo". Cosa que al llegar a los oídos de Judas, suena como una música. Pasa saludando con afabilidad, pero con un aire de reserva, que si no es la entonada soberbia, es algo muy cercano.

"Eres muy bueno con María, Judas" le dice un nazareno barbudo.

"Se lo merece y algo más. Es en realidad una gran mujer de Israel. Sois felices de que sea vuestra conciudadana."

La alabanza tributada a la mujer de Nazaret seduce a muchos nazarenos, que uno a otro va repitiendo lo que dijo Judas.

Él, llegado a la fuente, espera su turno y llega hasta la cortesía de llevar los cántaros a una viejecita, que no termina de bendecirlo; y a sacar agua a dos mujeres que no podían por tener consigo a sus niños en los brazos. Levantando un poco sus velos, dicen: "Dios te lo pague."

 

JUDAS ES INVITADO A HABLAR EN LA SINAGOGO

 

DIALOGO CON EL SINAGOGO Y PRIMOS DE JESÚS

 

"El amor del prójimo es el primer deber de un amigo de Jesús" responde Iscariote con una inclinación. Se llena sus jarras y se dirige a casa. Lo detienen, al dar la vuelta exactamente antes de llegar, el sinagogo de Nazaret y otros, que lo invitan a hablar el sábado siguiente.

"Hace más de dos semanas que estás entre nosotros y no has hecho otra cosa más que mostrarte cortés con nosotros" dice quejumbrosamente el sinagogo, a quien acompañan otros ancianos del poblado.

"Pero si no os gusta la manera de hablar de vuestro gran Hijo, ¿podrá agradaros la de su discípulo, y que por añadidura, es judío?" responde Judas.

"Tu actitud es injusta y nos causa pena. Somos francos en invitarte. Tú eres discípulo y judío. Es verdad. Pero eres del Templo, por esto, puedes hablar. Porque en el Templo hay doctrina. El hijo de José es tan solo un carpintero..."

"¡Es el Mesías!"

"Él lo dice... ¿Será verdad? ¿O bien será un delirio?"

"¡Su santidad, nazarenos! ¡Su santidad! Judas está escandalizado de la incredulidad de los nazarenos.

"Es grande. Es verdad. ¡Pero que sea el Mesías!... Y luego... ¿Por qué debe hablar tan duramente?"

"¿Duro? No. A mí no me parece duro, antes bien... ¡bueno!... es muy sincero e intransigente. No deja encubierta ninguna culpa; no duda en denunciar un abuso... y esto causa desagrado. Pone el dedo exactamente en el centro de la llaga, y esto causa dolor, pero es por santidad. ¡Oh! claro, que por esto obra así. Se lo he dicho más de una vez: "Jesús, te haces daño". ¡Pero no quiere entenderme!..."

"Lo quieres mucho y como eres docto podrías guiarlo."

"Oh, docto no... pero hombre práctico, sí. Del Templo ¿sabéis? Conozco las costumbres. Tengo amigos. El hijo de Anás es como si fuese mi hermano. Y si quisiereis algo del Sanedrín, decídmelo, decídmelo... Bueno, ahora dejadme que lleve el agua a María que me está esperando para la cena."

"Regresa después. En mi terraza hay aire fresco. Estaremos entre amigos y hablaremos..."

"Sí, hasta pronto" y Judas se va a casa donde pide excusas a María de haberse tardado porque lo entretuvieron el sinagogo y otros ancianos de la población. Concluye: "Querían que hablase yo el sábado... El Maestro no me lo ordenó. ¿Tú qué piensas Madre? Guíame."

"¿Hablar al sinagogo... o hablar en la sinagoga?"

"Ambas cosas. No quisiera hablar con nadie ni a nadie, porque sé que son contrarios a Jesús, y también porque hablar donde solo Él tiene derecho de ser Maestro, me parece un sacrilegio. Pero ¡tanto me insistieron! Quieren que vaya con ellos después de la cena... Casi lo prometí. Si crees que hablando con ellos, yo pueda quitarles el espíritu de resistencia contra el Maestro, que es tan dura, aunque no me siento para ello, iré a hablar; así como suelo hacerlo, a la buena, tratando de ser muy magnánimo con su terquedad. Pues he experimentado que ser duro con ellos es peor. ¡Eh no caeré más en el error que cometí en Esdrelón! ¡Al Maestro le desagradó muchísimo! No me dijo nada pero lo comprendí. No lo haré más. Querría abandonar Nazaret, después de haberlo persuadido de que el Maestro es el Mesías, y de que creyesen y lo amasen."

Judas está hablando sentado en la mesa, en el lugar de Jesús. Come lo que preparó María. Me desagrada que Judas esté sentado en ese lugar, frente, a Maria que lo escucha y le sirve como una mamá.

Responde: "De hecho estaría bien que Nazaret comprendiese la verdad y la aceptase. No te detengo. Ve, pues. Nadie mejor que tú puede decir si Jesús merece amor o no. Piensa cuánto te ama, y te lo demuestra disculpándote siempre y contentándote en todo lo que puede... Esta reflexión te dé palabras y acciones santas."

La cena ha terminado. Judas va a regar las flores del huerto, antes de que oscurezca, luego sale dejando a María en la terraza, entregada a doblar los vestidos que había puesto a secar.

Judas, después que saludó a Alfeo de Sara y a María Cleofás que están hablando en la puerta de esta última, se dirige derecha a la casa del sinagogo. Están presentes también los dos primos del Señor y otros seis ancianos.

Después de los pomposos saludos se sientan solemnemente en asientos cubiertos con cojines. Calman el calor con bebidas de agua de anís, o de menta que debe de estar fresca, porque la jarra de metal suda al sentir el frío del líquido y el aire todavía caliente, pese a la brisa que sopla del norte de Nazaret y que mueve las copas de los árboles.

"Estoy contento que hayas aceptado nuestra invitación de venir. Eres joven. Un poco de distracción hace bien" dice el sinagogo que está lleno de miramientos para con Judas.

"No me atreví a venir antes, por no importunaros. Sé que despreciáis a Jesús y a los que le siguen."

"¿Despreciar? No. No creemos... y digámoslo claro, hasta heridos por sus verdades demasiado duras. Nosotros pensábamos que tú nos desdeñarías y por eso no te invitábamos."

"¿Desdeñaros yo? Al revés. Os comprendo muy bien... ¡Bah! Estoy convencido que terminará por haber paces entre vosotros y Él. A Él le conviene siempre, lo mismo que a vosotros. A Él porque tiene necesidad de todos, y a vosotros porque no os conviene que os llamen enemigos del Mesías."

"¿Y crees tú que sea el Mesías?" pregunta José de Alfeo. "En Él no existe nada de la catadura real que ha sido profetizada. Tal vez se deberá a que lo recordamos como carpintero... ¿Pero en qué aspecto es el rey libertador?"

"También David no parecía ser sino un pastorcillo. Vosotros sabéis que no hubo rey más grande que él, ni siquiera Salomón en su gloria. Porque, viéndolo bien, Salomón no hizo otra cosa sino proseguir la obra de David, y jamás fue inspirado como él, ¡Pero David! ¡Considerad la figura de David! Es gigantesca. Con una realeza que toca el cielo. No juzguéis, pues, los orígenes del Mesías para dudar de su realeza. David rey y pastor, o mejor: pastor y luego rey. Jesús rey y carpintero. O mejor: carpintero y luego rey."

"Tú hablas como un rabí. Se descubre al que fue educado en el Templo" dice el sinagogo. "¿Podrías hacer saber al Sanedrín que yo, el sinagogo, tengo necesidad de ayudas del Templo para una causa privada?"

"¡Pero claro que sí! Seguro. Con Eleazar. ¡Figuraos! Y luego José el anciano, ¿sabes? el rico de Arimatea. Y luego el escriba Sadoc... y luego... ¡Oh, ni hablar!"

"Entonces mañana serás mi huésped. Hablaremos."

"¿Huésped? No. No abandono a esa santa y dolorida mujer que es María. Vine con el fin de hacerle compañía."

 

JUDAS HABLA CON EL SINAGOGO Y UN GRUPO DE 

NAZARENOS

 

"¿Qué le pasa a nuestra pariente? Sabemos que está sana, y en medio de su pobreza, feliz" dice Simón de Alfeo.

"Sí. Y nosotros no la abandonamos. Mi madre siempre la cuida. También yo y mi mujer. Aunque... aunque no puedo perdonarle su debilidad para con su Hijo. También fue lo que afligió a mi padre, que murió por causa de Jesús con dos hijos suyos alrededor de su lecho. Y luego. ¡Y luego!... pero dificultades de familia no se exponen a los cuatro vientos" dice con un suspiro José de Alfeo.

"Tienes razón. Se murmura en secreto, echándolo en un corazón amigo. Pero así sucede con muchos dolores. También yo tengo los míos de discípulo... ¡pero no hablemos de ellos!"

"No, hablemos de ellos. ¿De qué se trata? ¿De que se avergüencen de Jesús? No aprobamos su conducta. Pero no dejamos de ser parientes suyos. Y prontos estamos a hacer causa común con Él contra sus enemigos. Habla" insiste José.

"¿Vergüenza por Jesús? Lo decía por no dejar... Luego, los dolores del discípulo son tan grandes. No solo por el modo que el Maestro emplea con amigos y enemigos, causándose a sí mismo mal, sino también porque veo que no se le ama. Yo quisiera que todos le amaseis..."

"Pero cómo se puede hacer. Tú lo estás diciendo. Tiene un modo de obrar... Antes de dejar a su Mamá, no era así" se disculpa el sinagogo. "¿No es verdad?"

Todos aprueban con gravedad y todos están de acuerdo en hablar bien del Jesús silencioso, manso, solitario de otros tiempos.

Judas lanza un suspiro: "¡Pobre mujer!"

"Pero en resumidas cuentas ¿qué sabes? Habla" grita José.

"No más de lo que tú sepas. ¿Crees que le sea una cosa dulce el estar abandonada?"

"Si José se las hubiese podido arreglar como vuestro padre, no habría sucedido esto" afirma un nazareno también de bastante edad.

"No te lo imagines, hombre. Habría sido el mismo. Cuando se le meten a uno ciertas... ideas" dice Judas.

Un siervo trae lámparas y las pone sobre la mesa porque en esta noche no hay luna, aunque el cielo es un hervidero de estrellas. Junto con las lámparas traen otras bebidas que el sinagogo se apresura a ofrecer a Judas.

"Gracias. No puedo entretenerme más. Tengo mis obligaciones con María" dice poniéndose de pie. También los dos hijos de Alfeo se levantan: "Vamos contigo. Es el mismo camino..." y con muchos saludos a los presentes, se retiran, quedando el sinagogo y los seis ancianos.

Las calles están desiertas y durmiendo en el silencio. De lo alto de las casas descienden pláticas. Los niños duermen en los lechos. No se oyen más sus gritos de avecillas. Con las voces, que bajan de lo alto de las ricas casas, bajan también destellos de luces a aceite.

 

JUDAS SE DETIENE CON LOS PRIMOS DE JESÚS Y POR LO QUE 

LES DICE ESTOS SE ESCANDALIZAN

 

Los dos hijos de Alfeo y Judas caminan por algunos metros sin hablar. Después José se detiene, toma del brazo a Judas y le dice: "Oye. Veo que sabes algo, pero que no quisiste hablar de ello en presencia de extraños. Pero ahora debes de decírmelo. Soy el mayor de la casa y tengo el derecho y deber de saber todo."

"Y yo fui con la intención deducírosla y de proteger al Maestro, a María, a vuestros hermanos y vuestro nombre. Es algo muy penoso de decirse, como también de oírse. Muy penosa al llevarse a cabo. Porque parece como si fuera uno espía. Os ruego que me comprendáis. No se trata de eso. Es tan solo amor y prudencia. Sé muchas cosas, que vosotros no ignoráis. Las sé por mis amigos del Templo, y sé que son un peligro para Jesús y también para el buen nombre de la familia. He tratado de hacerlo comprender al Maestro, pero no lo he logrado. ¡Al revés! Cuanto más lo aconsejo, tanto peor hace Él. Se hace criticar y odiar cada vez más. La razón es que es muy santo para no poder entender qué cosa es el mundo. En resumidas cuentas, es cosa triste ver perecer una institución santa por la imprudencia del fundador."

"Pero en resumidas cuentas ¿De qué se trata? Dilo todo, y nosotros lo tomaremos a nuestro cargo. ¿No es verdad, Simón?"

"Ciertamente. Pero me parece imposible que Jesús cometa imprudencias y contrarias a su misión..."

"¡Pero si este buen joven, que ama a Jesús, lo dice! ¿Ves cómo eres? Siempre el mismo. Incierto, titubeante. Me abandonas siempre en el momento necesario. Yo lucho solo contra toda la parentela. No tienes ni siquiera compasión de nuestro nombre, y de nuestro pobre hermano que va a la ruina."

"¡No! ¡Ir a la ruina, no! ¡Que se acaba a poco, sí!"

"¡Habla, habla!" insiste José, mientras Simón perplejo se calla.

"Hablaría... pero podría estar seguro de que no me mencionaríais ante Jesús... Juradlo."

"Lo juramos sobre el santo Velo. Habla."

"Lo que voy a decir, no lo diréis ni siquiera a vuestra madre, y mucho menos a vuestros hermanos."

"Tranquilízate de nuestro silencio."

"¿Y no le diréis nada a María? Para no causarle dolor. Como yo hago. Guardo silencio. Es deber tomar las providencias aun para la paz de esta pobre madre..."

"No diremos nada a nadie. Te lo juramos."

"Entonces escuchad... Jesús no se limita a acercarse a los gentiles, publicanos y prostitutas, a ofender a los fariseos y a los otros de valer. Ahora está haciendo todo al revés. Imaginaos que fue a tierra de filisteos, y se hizo acompañar de un macho cabrío negrísimo. Ahora ha aceptado a un filisteo por discípulo. ¿Y aquel niño que recogió? ¿No sabéis los comentarios que se hicieron? Pocos días después se trató de una griega, y por remate esclava, que huyó de su patrón romano. Luego discursos que no concuerdan con la sabiduría del sentido común. En resumidas cuentas, parece un loco, y se hace daño. En tierras de filisteos se entrometió en una ceremonia de brujos, y se puso de tú a tú con ellos. Los venció pero... Ya los escribas y fariseos lo empiezan a odiar. Si llegan a sus oídos estas cosas, ¿qué sucederá? Tenéis el deber de intervenir, de impedir..."

"Esto es grave. Muy grave. ¿Pero cómo podíamos saberlo? Estamos aquí... y ahora, ¿cómo podremos estar al tanto?"

"Y sin embargo es vuestro deber intervenir e impedir. La Madre es madre, y es muy buena. No debéis abandonarlo en estas circunstancias, por Él y por el mundo. Además esto de seguir arrojando demonios... Corre la voz que se sirva de Belzebú. Pensad si esto pueda ayudarlo. ¡Y luego! ¿Qué clase de rey podrá llegar a serlo, si las multitudes se ríen ya desde ahora, o se escandalizan?"

"¿Pero de veras hace cuanto dice?" incrédulo pregunta Simón.

"Pregúntaselo a Él mismo. Os lo confirmará, porque hasta de esto se jacta."

"Nos deberías avisar..."

"¡Claro que lo haré! Cuando vea algo raro, os lo mandaré avisar. Pero os lo ruego: silencio ahora y siempre. Silencio con todos."

"Lo juramos. ¿Cuándo partes?"

"Después del sábado. No hay ya razón de estar aquí. He cumplido con mi deber."

"Te lo agradecemos. Ya decía yo que él estaba cambiando. Tú, hermano, no me quisiste creer... ¿Ves que tenía razón?" dice José de Alfeo.

"Yo... me resisto todavía a creerlo. Judas y Santiago no son unos tontos. ¿Por qué nada nos han dicho? ¿Por qué no hacen algo, si suceden estas cosas?" objeta Simón de Alfeo.

"Hombre, ¡no me vas a decir ahora que no crees en mis palabras!" resentido replica Judas.

"¡No!... pero... Basta. Perdona si te lo digo: creeré cuando lo vea."

"Está bien. Pronto lo verás y me dirás: "Tenías razón". Bueno. Aquí está vuestra casa. Os dejo. Dios sea con vosotros."

"Dios sea contigo, Judas. Y ... oye. Tú tampoco digas esto a otros. Se juega nuestra honra..."

"Ni siquiera a mí mismo me lo diré. Adiós."

 

JUDAS ENTRA EN CASA Y ENCUENTRA A MARÍA EN LA 

TERRAZA LLORANDO

 

Y se va rápido. Vuelve a entrar tranquilo en casa. Sube a la terraza donde María con las manos sobre sus piernas contempla el cielo preñado de estrellas, y a la lucecilla de la lámpara que Judas prendió para subir por la escalera se ven dos hileritas de llanto que bajan por las mejillas de María.

"¿Estás llorando, Madre?" pregunta con ansiedad Judas.

"Porque me parece que el mundo esté cargado de asechanzas más que de estrellas el cielo. Asechanzas contra mi Jesús..." Judas la mira atento y no sabe qué hacer. María termina suavemente: "Pero me da fuerzas el amor de los discípulos... Amad mucho a mi Jesús... amadlo... ¿Quieres quedarte aquí, Judas? Bajo a mi habitación. María de Cleofás, se ha ido a dormir después de preparar la levadura de mañana."

"Sí. Aquí me quedo. Aquí se está bien."

"La paz sea contigo, Judas."

"La paz sea contigo, María."

V. 791-801

A. M. D. G.