LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA
NOSOTROS QUE NO PERTENECEMOS A LA PLEBE SOMOS MÁS OBSTINADOS EN SEGUIRTE ¿POR QUÉ SERÁ?
PORQUE LOS TENTÁCULOS DE LAS POBRES RIQUEZAS OS TIENEN COGIDOS
JESÚS DICE A MANNAÉN QUE SE HAGA AMIGO DE LÁZARO
ANUNCIAN A JESÚS LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA
SIMEÓN ¿PUEDES CONTARME CÓMO MURIÓ?
JESÚS HABLA CON MANNAÉN: TE SERÍA MEJOR QUE ME SIGUIERAS SIN VACILAR
Jesús está curando a unos enfermos. Ningún otro está presente fuera de Mannaén. Están en la casa de Cafarnaum, en el huerto lleno de sombra en aquella hora matinal. Mannaén no trae ni el cinturón precioso en la cintura ni la lámina de oro en la frente. Con un cinturón sencillo de lana ciñe su cintura y el turbante es una tira de tela. Jesús no lleva nada en la cabeza. Le gusta siempre estar descubierto, sobre todo cuando está en casa.
JESÚS HABLA CON MANNAÉN (hermano de Herodes)
Después que terminó de curar a los enfermos y de consolarlos sube con Mannaén a la habitación del segundo piso y se sientan en el balcón que da al monte, porque la parte del lago está bañada del sol y hace todavía mucho calor, aun cuando ya hace varios días que pasó la canícula.
"Dentro de poco empezará la vendimia" dice Mannaén.
"De veras. Y luego vendrá la fiesta de los Tabernáculos... y el invierno estará ya a las puertas. ¿Cuándo piensas partir?"
NOSOTROS QUE NO PERTENECEMOS A LA PLEBE
SOMOS MÁS OBSTINADOS EN SEGUIRTE.
¿POR QUÉ SERÁ?
PORQUE LOS TENTÁCULOS DE LAS POBRES
RIQUEZAS OS TIENEN COGIDOS
LAS POSESIONES, EL SABER, EL PLACER,
LA MUJER, TODO ES VANIDAD
VANIDAD DE VANIDADES. TODO ES VANIDAD
QUIEN LLEGA A ESTA CONCLUSIÓN
Y LA ACEPTA VA LIBRE AL ENCUENTRO DEL "SOL"
"Bueno... De mi parte no me iría nunca... pero pienso en el Bautista. Herodes es un débil. Se le puede sugestionar para que haga el bien, y si no se hace bueno, por lo menos... que no sea sanguinario. Desgraciadamente son pocos los que le aconsejan bien. ¡Y esa mujer!... ¡Esa mujer!... Quisiera yo estar aquí hasta que no regresen tus apóstoles, no por jactarme de mí mismo... sino porque todavía puedo algo... aunque mi ascendencia ha disminuido desde que saben que sigo los senderos del bien. Pero no me importa. Quisiera tener el valor de poder abandonar todo para seguirte completamente, como aquellos discípulos que estás esperando. ¿Lo lograré alguna vez? Nosotros que no pertenecemos a la plebe somos más obstinados en seguirte. ¿Por qué será?"
"Porque los tentáculos de las pobres riquezas os tienen cogidos."
"Conozco a algunos que no son ciertamente ricos, pero sí doctos o están a punto de llegar a ser, y tampoco vienen."
"También ellos presos de los tentáculos de las pobres riquezas. No solamente se es rico de dinero. Existe también la riqueza del saber. Pocos llegan a decir con Salomón: "Vanidad de vanidades. Todo es vanidad". No en el sentido material de las palabras, sino en la profundidad que quiso dar a sus palabras. ¿Te acuerdas de ella? La ciencia humana es vanidad, porque aumentar tan sólo el saber humano "es preocupación y aflicción del espíritu, y quien trata por saber, aumenta sus preocupaciones". En verdad te digo que así es. Pero también digo que no sucedería así si la ciencia humana se apoyase y fuese controlada por la sabiduría sobrenatural y por el santo amor de Dios. El placer es vanidad porque no dura, sino que ligero se esfuma, después de haber ardido dejando ceniza y vacío. Los bienes acumulados con todos los medios son vanidad para el hombre que muere porque los deja a otros y con los bienes no puede rechazar la muerte. La mujer, mirada solamente como tal y como tal deseada, es vanidad. Por lo que se deduce que la única cosa que no sea vanidad es el santo temor de Dios y la obediencia a sus mandamientos, o sea, la sabiduría del hombre, que no sólo es carne, sino que posee una segunda naturaleza: la espiritual. Quien llega a esta conclusión y la acepta logra libertarse de cualquier tentáculo de pobres posesiones e ir libre al encuentro del Sol."
"Quiero tener presente estas palabras, quiero acordarme de todo cuanto me has dado en estos días. Ahora puedo ir entre la inmundicia de la corte, que parece brillante solo a los necios; que parece poderosa y libre, y no es sino miseria y cárcel, y oscuridad. Puedo irme con un tesoro que me permitirá vivir allí mejor en espera de algo mejor. ¿Pero lograré alguna vez llegar a esta meta mejor que es pertenecerte totalmente?"
"Lo lograrás."
"¿Cuándo? ¿El año próximo? ¿O más tarde? ¿O cuando la ancianidad me haga prudente?"
"Lo lograrás llegando a una madurez de espíritu y a una decisión perfecta en término de unas cuantas horas."
Mannaén lo mira pensativo, indagador... No pregunta más.
JESÚS DICE A MANNAÉN QUE SE HAGA AMIGO DE
LÁZARO DE BETANIA
Silencio. Luego Jesús lo interrumpe: "¿Has estado alguna vez con Lázaro de Betania?"
"No, Maestro. Puedo decir que no. Nos encontrábamos alguna vez, pero no puede llamarse amistad. Sabes... Yo con Herodes, y Herodes contra él... Por esto..."
"Ahora Lázaro te mirará más allá de estas cosas, te mirará en Dios. Procura tratarlo como condiscípulo."
"Lo haré si así lo quieres..."
ANUNCIAN A JESÚS LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA
Se oyen gritos alarmantes por el huerto. Se pregunta ansiosamente por: "¡El Maestro! ¡El Maestro! ¿Está aquí?"
La cantarina voz de la dueña de la casa responde: "En la habitación superior. ¿Quiénes sois? ¿Enfermos?"
"No discípulos de Juan y queremos ver a Jesús de Nazaret."
Jesús se asoma a la ventana diciendo: "La paz sea con vosotros... ¡Oh! ¿Sois vosotros? ¡Venid, venid!"
Son los tres pastores: Juan, Matías y Simeón. "¡Oh, Maestro!" dicen levantando la cabeza y mostrando un rostro dolorido. Ni siquiera la mirada de Jesús los serena
Jesús sale de la habitación, y va a su encuentro a la terraza. Mannaén lo sigue. Se encuentran exactamente donde la escalera desemboca en la terraza azotada por el sol.
Los tres se arrodillan besando el suelo. Juan habla en nombre de los demás: "Y ahora recógenos, Señor, porque somos tu herencia" las lágrimas bajan por su cara y por las de sus compañeros.
Jesús y Mannaén dan un solo grito: "¿ ¡Juan! ?"
"Ha sido muerto..."
La palabra cae como si hubiese sido un horrible fragor que apagase cualquier estrépito del mundo. Y sin embargo fue pronunciada despacio. Deja como piedra inmóvil al que la dice y al que la oye. Parece como si la tierra para entenderla y luego horrorizarse de ella, suspendiese todo su ruido, tan profundo es el momento de silencio, silencio en los animales, en el bosque, en el aire. Los palomos suspenden sus arrullos, un mirlo su trinar, las avecillas enmudecen, y como si a una chicharra le hubiesen cortado sus antenas, de pronto calla, hasta el viento que acariciaba los pámpanos y las hojas se detiene, produciendo un rozar de hojas y un chirrido de rodrigones.
Jesús se pone de un color pálido de marfil. Sus ojos se agrandan, vidrian por el llanto que se asoma. Abre los brazos. Habla. Su voz es profunda por el esfuerzo que hace porque sea tranquila: "Paz al mártir de la justicia y a mi Precursor." Cierra los brazos. Su espíritu ora, está en comunicación con el Espíritu de Dios y del Bautista.
Mannaén no se atreve ni a moverse. Al revés de Jesús, se ha puesto colorado y la ira brota de la cara. Se ha puesto rígido. Su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha que manosea el cordón que trae en la cintura, y con la izquierda involuntariamente busca el puñal... sacude la cabeza compadeciéndose de su poca memoria que no se acuerda de estar desarmado para poder ser "discípulo del Manso, para estar cerca del Manso."
Jesús vuelve a abrir su boca y los ojos. Su rostro, su mirada, su voz, han vuelto a cobrar la majestad divina que les son habituales. Tan sólo le queda una profunda tristeza dulcificada con paz. "Venid. Me lo contaréis. De hoy en adelante me pertenecéis."
Los conduce a la habitación. Cierra la puerta, corre las cortinas para impedir la mucha luz y para conseguir recogimiento por el dolor y por la belleza de muerte que tuvo el Bautista, para marcar los límites que dividen esta perfección de vida y el mundo corrompido. "Hablad" dice.
EXPLICAN A JESÚS
COMO FUE LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA
Mannaén sigue con el gesto como si se hubiese petrificado. Está cerca del grupo, pero no dice ni una palabra.
"Fue la noche de la fiesta... Lo sucedido no se podía preveer... Tan sólo dos horas antes Herodes había estado aconsejándose con Juan, dejándolo después con aire afectuoso... Y poco, poco antes de que sucediese... el homicidio, el martirio, el crimen, la glorificación, había mandado a un criado suyo que llevase frutas heladas y vinos muy exquisitos al prisionero. Juan nos distribuyó estas viandas... Jamás prescindió de su austeridad... Éramos los únicos presentes. Gracias a Mannaén trabajábamos en el palacio como criados en la cocina y caballeriza para que tratasen con cuidado las cabalgaduras de los huéspedes... El palacio estaba lleno de grandes, de jefes militares y de señores de Galilea. Herodíades se había encerrado en sus habitaciones después de una violenta escena que había tenido con Herodes por la mañana..."
Mannaén interrumpe: "¿Pero cuándo llegó esa hiena?"
"Dos días antes. Nadie la esperaba... Dijo al monarca que no podía vivir lejos de él, y menos en el día de su fiesta. Serpiente y bruja, lo había convertido en un pelmazo... Pero Herodes ya desde la mañana de aquel día aunque ebrio de vino y de lujuria, se había opuesto a conceder a la mujer lo que pedía a grandes gritos... Y nadie se imaginaba que fuese la vida de Juan...
Estuvo en sus habitaciones irritadísima. No aceptó los alimentos que Herodes le envió en vajilla preciosísima. Tan sólo se quedó con una preciosa fuente de fruta, y en cambio envió a Herodes una jarra de vino con drogas... Con drogas... ¡Ah! ya su naturaleza ebria y viciosa bastaba para arrojarlo al delito.
Por los criados que asistían a las mesas supimos que después de la danza de las bailarinas de corte, mejor dicho, a la mitad de ellas, irrumpió Salomé bailando en la sala del banquete. Y las bailarinas, ante la jovencilla real, se retiraron a las paredes. La danza fue bella, nos dijeron. Lúbrica y perfecta. Digna de los huéspedes... Herodes... ¡Oh tal vez un nuevo placer de incesto fermentaba en su corazón!... Herodes al fin de la danza, con satisfacción dijo a Salomé: "¡Bailaste bien! Mereces un premio. Juro que te lo daré. Juro que te daré cualquier cosa que me pidieres. Lo juro en la presencia de todos. Y la palabra de rey es fiel, aun sin juramentos. Pide, pues, lo que quieras".
Y Salomé, fingiendo no saber qué hacer, inocencia y modestia, cubriéndose con sus velos, con un gesto púdico, después de tanta desvergüenza, respondió: "Permíteme, oh grande, reflexionar un momento. Salgo un instante y luego regresaré porque tu gracia me ha turbado"... y se fue derecha a su madre.
Selma me contó que entró riendo y que dijo: "Madre, ¡venciste! Dame la palangana". Y Herodíades con un grito de triunfo ordenó a la esclava que diese a la jovencilla la palangana que había detenido antes diciendo: "Ve, y regresa con la cabeza odiada y te cubriré de perlas y oro". Selma horrorizada, obedeció...
Salomé volvió a la sala danzando y danzando se postró a los pies del rey. Le dijo: "Mira. En esta palangana que enviaste a mi madre, en señal de que la amas y de que me amas, quiero la cabeza de Juan. Y luego volveré a bailar, si tanto te gusto. Bailaré la danza de la victoria. Porque he vencido. Te vencí ¡oh rey! ¡Gané la vida y me siento feliz!" Un copero amigo nuestro nos repitió estas palabras.
Herodes se turbó en medio de dos quereres: ser fiel a su palabra, y ser justo. Pero no supo ser justo porque es un desvergonzado. Hizo señal al verdugo que estaba detrás del trono real, y tomando la palangana de las manos de Salomé que tenía levantada, bajó la escalera del lugar del banquete y se fue a las habitaciones inferiores. Juan y yo vimos cuando atravesaba el patio... y poco después oímos el grito de Simeón: "¡Asesinos!" Luego lo vimos que volvía con la cabeza en la palangana... Juan, tu Precursor había muerto..."
SIMEÓN ¿PUEDES CONTARME COMO MURIÓ?
"Simeón, ¿puedes contarme cómo murió?" pregunta unos momentos después Jesús.
"Sí. Estaba en oración. Me había dicho antes: "Dentro de poco habrán regresado los dos a quienes envié, y quien no cree, creerá. Acuérdate que si no estuviese vivo a su regreso, yo, como uno que está cercano a la muerte, nuevamente te digo, para que les repitas: 'Jesús de Nazaret es el verdadero Mesías' " Siempre pensaba en Ti... Entró el verdugo. Yo lancé un grito. Juan levantó la cabeza. Lo vio. Se puso de pie. Dijo: "No puedes sino cortarme la vida. Pero la verdad que permanece es que no es lícito hacer el mal". E iba a decirme algo cuando el verdugo levantó la pesada espada. Juan todavía estaba de pie. La cabeza cayó truncada del cuerpo con un chorro de sangre que enrojeció la piel de cabra. La enflaquecida cara quedó cual cera, pero quedaron vivos, abiertos, acusadores los ojos. Me rodó hasta los pies... También caí sobre el cuerpo presa del dolor... Luego... luego... luego que Herodías la manoseó y se burló de ella, la echaron a los perros. Pero no Nosotros la recogimos pronto y en un velo precioso la envolvimos junto con el tronco. Por la noche lo compusimos bien y lo sacamos fuera de Maqueronte. Lo embalsamamos en un bosque de acacias con ayuda de otros discípulos cuando apenas iba a despuntar el sol... pero otra vez nos lo quitaron para nuevas befas... porque ella no puede destruirlo, y no puede perdonarlo... Y sus esclavos, llevados del temor, fueron más crueles que los chacales al quitarnos la cabeza de Juan. Si hubieses estado, Mannaén..."
"Si hubiera estado... Esa cabeza es su maldición... Nada se quita a la gloria del Precursor aunque el cuerpo esté incompleto. ¿No es verdad, Maestro?"
"Es verdad. Aunque la hubiesen acabado los perros, no habría acabado su gloria."
"Y su palabra no cambió, Maestro. Sus ojos, aunque befados, y con una gran herida, todavía repiten: "No te es lícito". ¡Pero nosotros lo hemos perdido!" dice Matías.
"Ahora somos tuyos porque él así nos lo dijo, y nos dijo que Tú ya lo sabías."
"Así es. Hace meses que me pertenecéis. ¿Cómo vinisteis?"
"A pie. A etapas. Camino largo, penoso en medio de arenas y sol abrasadores, pero todavía más duro por el dolor. Hace como veinte días que estamos en camino..."
"Ahora descansaréis."
Mannaén pregunta: "Decidme: ¿No se sorprendió Herodes por mi ausencia?"
"Sí. Primero se inquietó y luego se enfureció. Pero pasado el arrebato dijo: "Un juez menos". Así nos lo contó nuestro amigo el copero."
Jesús dice: "¡Un juez menos! Dios le espera como juez y es suficiente. Id al lugar donde dormimos. Estáis cansados y sucios del polvo. Encontraréis vestidos y sandalias de vuestros compañeros. Tomadlos. Lo que es de uno es de los demás. Tú, Matías, que eres alto, puedes tomar uno de mis vestidos. Luego proveeremos. Al atardecer, pues es vigilia del sábado, vendrán mis apóstoles. La semana que entra vendrá Isaac con los discípulos y luego Benjamín y Daniel, y después de la fiesta de los Tabernáculos vendrán también Elías, José y Leví. Es tiempo que a los doce se unan los otros. Id ahora a descansar."
¿QUE VAS A HACER AHORA?
TE SERÍA MEJOR QUE ME SIGUIESES SIN
VACILACIÓN
Mannaén los acompaña y luego torna. Jesús se queda con él. Se sienta pensativo claramente triste, con la cabeza reclinada entre las manos, el codo apoyado sobre la rodilla como sostén. Mannaén está sentado cerca de la mesa y no se mueve. Su color es plomizo. Su cara refleja una tempestad.
Después de un tiempo Jesús levanta su cabeza, lo mira y le pregunta: "¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora?"
"Todavía no lo sé... La razón de estar en Maqueronte ha terminado. Quisiera permanecer todavía en la corte para saber... para protegerte si sé algo."
"Te sería mejor que me siguieses sin vacilación. Pero no he hago fuerza. Vendrá cuando esté deshecho, pedazo por pedazo, el viejo Mannaén."
"Quisiera también quitar la cabeza a esa mujer. No es digna de tenerla..."
Un pálido esbozo de sonrisa se asoma por el rostro de Jesús y franco dice: "Y además todavía no estás muerto a las riquezas humanas. Pero de todos modos te quiero. Sé que no pierdo aunque te aguardo. Sé aguardar..."
"Maestro, quisiera darte mi generosidad para consuelo tuyo... Porque sufres, lo veo."
"Así es, sufro. ¡Mucho! ¡Mucho!..."
"¿Sólo por Juan? No lo creo. Sabes que está en paz."
"Sé que está en paz y no lo siento lejano."
"¿Entonces?"
"¡Entonces... Mannaén! ¿A qué precede el alba?"
"Al día, Maestro. ¿Por qué me preguntas?"
"Porque la muerte de Juan precede al día en que seré el Redentor. Y mi parte humana se estremece fuertemente ante esta idea... Mannaén, voy al monte. Quédate a recibir a quien viniere, a ayudar a los que acabaron de venir. Quédate hasta que regrese Yo. Luego... harás lo que quieras. Hasta pronto."
Jesús sale de la habitación. Baja despacio la escalera, atraviesa el huerto y por la parte posterior se va por una veredita entre huertos enmarañados de olivos, manzanos, vides, higueras. Toma por la pendiente de una pequeña colina y allí se me pierde de vista.
V. 845-852
A. M. D. G.