LA PRIMERA MULTIPLICACIÓN
DE LOS PANES
(El lugar es la ribera derecha del Jordán, cerca de la pequeña península de Tariquea)
DI AL PUEBLO QUE SE VAYA A TARIQUEA. NO ES NECESARIO. DADLES DE COMER
NO QUEDAN SINO CINCO PANES Y DOS PECES. AHORA TRAEDME CESTOS. DIECISIETE
JESÚS DIVIDE LOS PANES EN DIECIOCHO PARTE Y LOS PECES EN IGUAL NÚMERO
LA DISTRIBUCIÓN ES LARGA Y ABUNDANTE
MAESTRO ¿PORQUE EL NIÑO EXPERIMENTÓ AL PUNTO PESO Y NOSOTROS NO?
NO ERES UN HOMBRE CON EL ESPÍRITU DEL MUNDO. TÚ ERES "EL MUNDO"
LA LIMOSNA PARA TU ORGULLO ES CULPA, NO MÉRITO
PENSABA QUE PODÍA SER UN SACRAMENTO
El lugar es el de antes, con la sola diferencia de que el sol no está en el oriente. Sus rayos se filtran por los bosques que flanquean el Jordán por estos lugares, donde el agua que sale del lago desemboca en el río. Está el sol ahora en el poniente, desciende en medio de arreboles, despidiéndose del cielo con sus últimos rayos, que al atravesar el denso follaje pierden su fuerza y aparece el tinte grisáceo del atardecer. Las aves, ebrias del sol en que bañaron su plumaje durante todo el día, hartas de la comida que en otros lugares encontraron, se entregan a un carnaval de trinos y cánticos entre las ramas de la floresta. La tarde cae con sus pompas finales que brinda al día. Los apóstoles se lo hacen notar a Jesús que continúa adoctrinando según los argumentos que le proponen.
DI AL PUEBLO QUE SE VAYA A TARIQUEA
NO ES NECESARIO. DADLES DE COMER
"Maestro, ya es tarde. El lugar es solitario, no hay caseríos o poblados, está lleno de sombras y es húmedo. Dentro de poco no será posible ni siquiera vernos, ni caminar. La luna sale tarde. Di al pueblo que se vaya a Tariquea o a los poblados del Jordán para que compre alimentos y busque alojo."
"No es necesario que se vayan. Dadles de comer. Pueden dormir, como durmieron por esperarme."
NO QUEDAN SINO CINCO PANES Y DOS PECES
AHORA TRAEDME CESTOS. DIECISIETE
LOS APÓSTOLES REGRESAN CON CANASTOS
Y CANASTILLOS
"No quedan sino cinco panes y dos pescados, Maestro. Lo sabes."
"Traédmelos."
"Andrés, ve a buscar al niño. Es el que guarda la bolsa. Hace poquito estaba con el hijo del escriba y con otros dos, jugando a rey y queriendo coronarse de flores."
Andrés va ligero. También Juan y Felipe buscan a Marziam entre la gente que siempre se aleja. Lo encuentran casi al mismo tiempo. Lleva la bolsa de bandolera, una rama de algalia ciñe su cabeza, y de cinturón otra rama de algalia, de la que pende cual si fuese una espada la rama con su nudo. La empuñadura la forma el nudo, la hoja de espada es la vara que lleva el nudo. Con Marziam hay otros siete, igualmente adornados y son la corte del hijo del escriba, un muchachito flaquísimo de mirada dura, como quien ha sufrido mucho, y que es el que está más coronado de flores.
"Ven, Marziam. ¡El Maestro te necesita!"
Marziam deja plantados a sus amigos y rápido va, sin quitarse ni siquiera sus adornos florales. Los otros lo siguen, y pronto Jesús se ve rodeado de un grupo de niños coronados de flores. Los acaricia, mientras Felipe saca de la bolsa un envoltorio con pan y dos pescados gruesos: unos dos kilos, más o menos. Cosa insuficiente para los diez y siete de la comitiva, mejor dicho para los dieciocho con Mannaén. Le presentan al Maestro estos alimentos.
"Está bien. Ahora traedme cestos. Diecisiete, cuantos sois vosotros. Marziam dará comida a los niños..." Jesús mira detenidamente al escriba que no se le separa del lado y le pregunta:
"¿Quieres también tú dar comida a los que tienen hambre?"
"Lo querría, pero ni yo mismo la tengo."
"Dales de la mía. Te lo permito."
"¿Pero... piensas dar de comer a cinco mil hombres, además de las mujeres y niños, con dos pescados y esos cinco panes?"
"Sin duda. No seas incrédulo. Quien cree, verá realizarse el milagro."
"¡Oh! Entonces quiero distribuir también yo la comida."
"Bien, haz que te den una canasta."
Regresan los apóstoles con canastos y canastillos, grandes y pequeños. El escriba regresa con un canastito. Se comprende que su fe o su incredulidad lo empujaron a cogerlo como si fuese el más grande.
"Está bien. Poned todo delante. Haced sentar a la gente en orden, en líneas regulares, lo más que se pueda."
JESÚS DESPEDAZA LOS CINCO PANES EN
PARTES Y DIVIDE EN IGUAL NÚMERO LOS DOS
PESCADOS
PONE EL PEDAZO DE PESCADO EN CADA CESTO Y
VUELVE A DESPEDAZAR EN TROCITOS LOS
PEDAZOS
DE PAN
TOMAD AHORA Y DAD CUANTO QUIERAN
Y mientras hacen esto, Jesús levanta el pan con los pescados encima, los ofrece, ora y los bendice. El escriba no le quita ni un instante los ojos de encima. Jesús a continuación despedaza los cinco panes en dieciocho partes y divide en igual número los dos pescados. Pone el pedazo de pescado, un pedacito, muy poca cosa, en cada cesto y vuelve a despedazar en trocitos los pedazos de pan. Cada fragmento se convierte en pedacitos: unos veinte alrededor. Cada trozo partido, en un cesto, con pescado.
"Tomad ahora y dad cuanto quieran. Id. Marziam vete a dar a tus compañeros."
"¡Oh qué pesado!" dice Marziam al levantar su cesto e irse con sus amiguitos. Camina como si llevase un gran peso.
Los apóstoles, los discípulos, Mannaén, el escriba miran dudosos su andar... Luego toman sus cestos y moviendo la cabeza se dicen mutuamente: "¡El niño se burla! ¡No pesa más que antes!" El escriba mira adentro, mete la mano para hallar el fondo, pues no hay mucha luz allí donde está Jesús, pero sí hay más allá en lo descubierto. No obstante sentir que no están más pesados que antes, se dirigen todos a la gente y empiezan a distribuir. Dan. Dan. Dan. Y de cuando en cuando se vuelven sorprendidos, siempre más lejos a Jesús que con los brazos abiertos, apoyado en un árbol, sonríe finalmente de su admiración.
LA DISTRIBUCIÓN ES LARGA Y ABUNDANTE
POCO A POCO REGRESAN LOS APÓSTOLES Y
DISCÍPULOS, ENMUDECIDOS DE ESTUPOR
EL ÚLTIMO ES EL ESCRIBA
La distribución es larga y abundante... Y el único que no muestra admiración ninguna es Marziam que feliz ríe al distribuir tanto pan y pescado a tantísimos niños pobres. Es también el primero en regresar a donde está Jesús y decirle: "Di mucho, mucho, mucho... porque sé lo que es el hambre..." levanta su carita ya no macilenta sino en el recuerdo. Palidece. Abre tamaños ojos... Jesús lo acaricia, y la sonrisa vuelve a iluminar su carita de niño que confiado se apoya contra Jesús, su Maestro y Protector.
Poco a poco regresan los apóstoles y discípulos, enmudecidos del estupor... El último es el escriba que no profiere ni una palabra, pero hace algo que es más elocuente que un discurso: se arrodilla, y besa la orla del vestido de Jesús.
"Tomad vuestra parte y dadme un poco. Comamos la comida de Dios."
Comen pan y pescado, cada uno según su apetito. Entre tanto la gente, que ya está harta, cambia impresiones. Los que están alrededor de Jesús se atreven a hablar al ver que Marziam después que terminó con su pescado se pone a charlar con otros compañeritos.
MAESTRO ¿POR QUÉ EL NIÑO EXPERIMENTÓ AL
PUNTO PESO Y NOSOTROS NO?
"Maestro" pregunta el escriba, "¿Por qué el niño experimentó al punto el peso y nosotros no? Yo hasta lo registré por dentro. Siempre eran esos pocos pedazos de pan y el pedazo único de pescado. Comencé a sentir el peso cuando me dirigía a la multitud. Pero si hubiese pesado lo que di, hubiera sido necesario un par de mulas para que lo cargasen, y hubiera sido necesario no ya un cesto sino un carro lleno, repleto de comida. Al principio me mostré parco... luego me puse a dar, a dar y para no ser injusto volví a pasar por los primeros para darles de nuevo, porque a ellos les había dado poco, y sin embargo bastó."
"También yo experimenté que pesaba mucho el cesto cuando empecé a caminar y al punto di mucho porque comprendí que se trataba de algo milagroso" dice Juan.
"Yo, por el contrario, me detuve y me senté para echar en el manto el peso y ver... Y vi panes y más panes. Entonces me fui" dice Mannaén.
"También yo los conté porque no quería hacer el ridículo. Eran cincuenta pedacitos de pan. Me dije: "Les daré a cincuenta personas y luego regresaré". Conté, pero al llegar a cincuenta el peso era igual. Miré dentro, había panes todavía. Seguí adelante y di a cien, pero jamás disminuían" dice Bartolomé.
NO, ERES UN HOMBRE CON ESPÍRITU DEL MUNDO
TÚ ERES "EL MUNDO"
"Yo, lo confieso, no creí y tomé en la mano los pedazos de pan y el de pescado, los miré y me dije: "¿Y para qué sirven? ¡Jesús ha querido hacernos una jugarreta!..." los miraba, los miraba, oculto detrás de un árbol, con la esperanza y desesperanza de ver que aumentasen, pero siempre eran los mismos. Iba a regresar cuando pasó Mateo diciendo: "¿No has visto que hermosos son?" "¿Qué?", pregunté. "Los panes y pescados..." "¿Estás loco? Yo veo siempre los mismos pedazos de pan". "Ve a distribuirlos con fe y verás". Eché en el cesto los pedazos de pan y me fui a regañadientes... y luego... ¡perdóname, Jesús, porque soy un pecador!" dice Tomás.
"No. Eres un hombre con espíritu del mundo. Razonas como el mundo."
"Entonces también yo, Señor. Hasta pensé en dar una moneda junto con el pan diciendo dentro de mí: comerán en otra parte", confiesa Iscariote. "Esperaba ayudarte para que hicieses un buen papel. ¿Qué cosa, pues soy yo? ¿Como Tomás o peor que él?"
"Más que Tomás, tú eres "mundo"."
"¡Pero pensé en hacer una limosna para ser "cielo"! Se trataba de dinero mío personal..."
"Limosna para ti mismo, para tu orgullo. Limosna para Dios, el cual no tiene necesidad de ella y la limosna para tu orgullo es culpa, no mérito."
Judas baja la cabeza y calla.
"Yo por el contrario, pensé que aquel bocado de pescado, que esos bocados de pan los debía desmenuzar para que bastasen. No dudé de que no fuesen suficientes, ni por el número ni por su fuerza de alimento. Una gota de agua que Tú des, puede ser más nutritiva que un banquete" dice Simón Zelote
"¿Y vosotros qué pensabais?" pregunta Pedro a los primos de Jesús.
"Nos acordamos de Caná... y no dudamos" dice gravemente Judas.
PENSABA QUE PODÍA SER UN SACRAMENTO
ES Y NO ES
EL ESCRIBA SE GUARDA UN MENDRUGO
ENTRE LOS DEDOS
"Y tú, Santiago, hermano mío, ¿pensabas sólo esto?"
"No. Pensaba que podía ser un sacramento, como Tú me dijiste... ¿Es así o me equivoco?"
Jesús sonríe: "Es y no es. Tu pensamiento va unido por una figura lejana a la realidad de fuerza de nutrición en una gota de agua que dijo Simón. Pero todavía no se trata de un sacramento."
El escriba se guarda un mendrugo entre los dedos.
"¿Para qué lo quieres?"
"Para... recuerdo."
"También yo tengo uno" dice Pedro. "Lo meteré en una bolsita que colgaré al cuello de Marziam."
"Yo llevaré uno a nuestra mamá" dice Juan.
LEVANTAOS. ID NUEVAMENTE A LOS CESTOS,
REGRESAN CON DOCE CESTOS LLENOS DE LOS
RESTOS
"¿Y nosotros? Nos comimos todos..." dicen apenados los demás.
"Levantaos. Id nuevamente a los cestos, recoged lo que haya sobrado, de entre la gente escoged a los pobres y traedlos aquí junto con los cestos, y luego os iréis todos vosotros, discípulos míos, a las barcas y tomad la dirección hacia la llanura de Genezaret. Despediré a la gente después de que haya provisto con más a los pobres, y luego os alcanzaré."
Los apóstoles obedecen... y regresan con doce cestos llenos de los restos y detrás de los apóstoles una treintena de mendigos o personas muy necesitadas.
"Está bien. Podéis iros."
Los apóstoles y los discípulos de Juan se despiden de Mannaén. Se van con un poco de repugnancia del lado de Jesús, pero obedecen. Mannaén espera dejar a Jesús cuando la multitud, en las primeras penumbras de la noche, se haya dirigido a algunos poblados o se haya buscado algún lugar para dormir entre la alta y seca hierba. Luego se despide. Antes que él, se fue el escriba; mejor dicho, fue de los primeros en irse, porque se fue detrás de los apóstoles con su hijito.
Una vez que se han ido todos, o bien se han entregado al sueño, Jesús se levanta, bendice a los que duermen, y a paso lento se dirige al lago, en dirección de la pequeña península de Tariquea, elevada unos cuantos metros sobre el nivel del lago, como si fuese una talla caprichosa de colina empujada hacia el lago. Una vez llegado a las afueras de la ciudad, sin entrar en ella, sino más bien bordeándola, sube al montecito, se detiene sobre un saliente, en oración envuelto en el azul y en el candor de la noche serena y alumbrada de luna.
V. 862-867
A. M. D. G.