JESÚS DEJA BETANIA PARA IR AL OTRO
LADO DEL JORDÁN
#JESÚS QUIERE HABLAR A SOLAS CON LÁZARO
#Lázaro, me veo obligado a alejar a Juan de Endor y a Síntica.
#"Es todo lo que puedo hacer... si estuviese sano iría yo mismo. Cúrame, Maestro, e iré."
#Maestro, haces bien en alejar de Ti al hombre de Keriot. Desconfío de él.
#Simón habla con María. María le enseña qué decir para no pecar o no ofender a los demás
JESÚS QUIERE HABLAR A SOLAS CON LÁZARO
"Lázaro, amigo mío, te ruego que vengas conmigo" dice Jesús asomándose al umbral de la sala donde Lázaro está semitendido sobre un lecho, leyendo un pergamino.
"Al punto, Maestro. ¿A dónde vamos?" pregunta levantándose inmediatamente.
"Por el campo. Quiero estar solo contigo."
Lázaro lo mira preocupado y le pregunta: "¿Tienes noticias tristes que darme en privado? O bien... no quiero imaginarlo..."
"No quiero más que pedirte un consejo, y ni siquiera el aire debe saber lo que hablemos. Manada traer el carro, porque no quiero que te canses. Cuando estemos en el campo te hablaré."
"Entonces yo guiaré. De este modo ni siquiera el siervo oirá lo que hayamos hablado."
"Es mejor así."
"Vengo al punto, Maestro." Sale.
También Jesús sale después de haberse quedado pensativo por unos momentos en la sala. Mientras pensaba, maquinalmente movió dos o tres objetos, alzó el pergamino caído en tierra, y en fin, al ponerlo en su lugar en un estante, llevado de ese instinto del orden que le es innato, se queda con el brazo levantado a observar los objetos de un arte extraño, por lo menos, diverso del que se estila en Palestina, que están alineados sobre la tabla del estante. Se trata de jarras y copas muy antiguas con relieves y dibujos que imitan los frisos de los templos de la antigua Grecia y urnas funerarias. Qué cosa esté viendo más allá del objeto no lo sé... Sale y va al patio interno donde están los apóstoles.
"¿A dónde vamos, Maestro?" preguntan al ver que Jesús se arregla el manto.
"A ningún lugar. Salgo con Lázaro. Esperadme aquí juntos. Pronto estaré de regreso."
Los doce se miran entre sí no muy contentos... Pedro dice: "¿Vas solo? Ten cuidado..."
"No te preocupes. Mientras me esperáis no estéis de ociosos. Instruid todavía a Ermasteo para que conozca mejor la ley y sed buenos compañeros sin riñas ni desaires."
Se dirige al jardín. Todos lo siguen. Pronto llega un carro veloz, cubierto, en el que está Lázaro.
"¿Vas con el carro?"
"Sí, para que Lázaro no se canse de sus piernas. Hasta pronto, Marziam. Pórtate bien. La paz sea con todos."
Sube al carro que patina sobre la grava de la calle. El carro toma el camino principal.
"¿Vas a Aguas Claras, Maestro?" le grita Tomás.
"No. Os vuelvo a repetir que seáis buenos."
El caballo parte con un buen trote. El camino, que desde Betania va a Jericó, pasa por los campos que pierden su follaje, lo que es más claro cuanto más se baja a la llanura.
Jesús sigue pensativo. Lázaro no dice ni una palabra, tan sólo se preocupa en guiar el caballo. Cuando han llegado a la llanura, que es fértil, y que está pronta para producir la semilla del futuro trigo, y que duerme entre los viñedos como una mujer que hace poco dio a luz su hijito y que reposa de la dulce fatiga, Jesús hace señales de que se detengan. Lázaro para obediente y lleva el caballo por una vereda que va a dar a casas lejanas... dice: "Aquí estaremos más tranquilos que en el camino principal. Con estos árboles nadie nos verá." Y en realidad es así, porque un montón de plantas no muy altas, pero de follaje tupido impide que sean vistos, Lázaro está de pie ante Jesús esperando sus palabras.
Lázaro, me veo obligado a alejar a Juan de Endor
y a Síntica.
"Lázaro, me veo obligado a alejar a Juan de Endor y a Síntica. Comprendes que la prudencia lo aconseja y también la caridad. Sería una prueba muy dolorosa para ambos que llegasen a percatarse de las persecuciones de que son objeto, y podría provocar en uno de los dos sorpresas muy amargas."
"En mi casa..."
"No. Ni siquiera en tu casa. Tal vez físicamente no se les tocaría, pero moralmente se les humillaría. El mundo es cruel. Hace pedazos a sus víctimas. No quiero que se pierdan estas dos fuerzas. Por esto, así como un día uní al viejo Ismael con Sara, ahora uniré a mi pobre Juan con Síntica. Quiero que muera en paz, y que no esté solo, y que lleve la ilusión de que se le envió a otras partes no porque sea el "ex-galeote", sino porque es el discípulo prosélito que puede ir a otras regiones a predicar el Maestro. Síntica lo ayudará... Síntica es una hermosa alma y será una gran fuerza en la Iglesia futura. ¿Me puedes decir dónde estaría bien enviarlos? No a Judea, ni a Galilea, ni siquiera a la Decápolis, a donde voy Yo y conmigo los apóstoles y discípulos. No en el mundo pagano. ¿A dónde, pues? ¿A dónde que sean útiles y estén seguros?"
"Maestro... yo... ¿que te aconseje a Ti?"
"No, no. Habla. Tú me quieres, no me traicionas. Amas a quien amo. Tú no tienes cabeza estrecha como los demás."
En Siria... tengo todavía una casita, de la que cuida un
mayordomo que me es más fiel que una oveja.
¿Te parece bueno el lugar?"
SÍ
"Yo... Sí. Te aconsejaría que los enviases a donde tengo amigos. A Chipre, o a Siria. Escoge. En Chipre tengo personas de confianza. En Siria... tengo todavía una casita, de la que cuida un mayordomo que me es más fiel que una oveja. ¡Nuestro viejo Felipe! Por mí es capaz de hacer cualquier cosa que le diga. Si me lo permites, esos a quienes Israel persigue y Tú amas, podrán desde ahora considerarse mis huéspedes... y estarán seguros allí... ¡Oh! ¡No es un palacio! Es una casa en que sólo habita Felipe con un nietecito que tiene a su cuidado los jardines de Antigonio, los jardines que tanto quiso mi madre. En recuerdo suyo los hemos conservado. Llevó allí plantas de sus jardines que tenía acá en Judea, plantas de esencias raras... Mi mamá... cuántas buenas cosas hacía con ellas a los pobres... Eran su propiedad secreta... Mi mamá... Maestro, muy pronto le voy a ir a decir: "Alégrate, mamita, el Salvador está en la tierra". Te esperaba..." Dos riachuelos de lágrimas corren por la doliente cara de Lázaro. Jesús lo mira y sonríe. Lázaro se controla: "Pero hablemos de Ti. ¿Te parece bueno el lugar?"
"Sí. Y una vez más te doy las gracias en mi nombre y en nombre de ellos. Me quitas de encima un gran peso..."
"¿Cuándo partirán? Te lo pregunto para preparar una carta a Felipe. Le diré que son dos amigos míos que tienen necesidad de tranquilidad. Y con eso bastará."
"Tienes razón. Con eso bastará. Pero te ruego que ni siquiera el aire sepa algo de esto. Tú lo estás viendo. Se me espía..."
"Lo sé. No lo comunicaré ni siquiera a mis hermanas. ¿Pero cómo harás para llevarlos hasta allá? Tienes contigo los apóstoles..."
"Ahora voy a volver a subir hasta Aera sin Judas de Simón, Tomás, Felipe y Bartolomé. Entre tanto instruiré lo mejor que pueda a Síntica y a Juan... para que lleven un gran aprovisionamiento de verdad. Luego bajaré al Merón y de allí a Cafarnaum... De allí... de allí mandaré nuevamente a los cuatro con diferentes misiones, y en ese intervalo haré que se vayan a Antioquia los dos. A esto me obligan..."
"A que te cuides de los tuyos. Tienes razón... Maestro, sufro al verte afligido..."
"Tu buena amistad me llena de consuelo... Lázaro, te lo agradezco... Pasado mañana parto y me llevo a tus hermanas. Tengo necesidad de muchas discípulas para que entre ellas se pierda Síntica. Viene también Juana de Cusa. De Merón irá a Tiberíades es porque allí pasará el invierno. Así lo ha dispuesto el marido porque la quiere tener cerca, pues Herodes regresa a Tiberíades por algún tiempo."
"Se hará como Tú deseas. Mis hermanas te pertenecen, como yo te pertenezco, como te pertenecen mis casa, mis siervos, mis bienes. Todo es tuyo, Maestro. Úsalo para el bien. Te prepararé la carta para Felipe. Es mejor que te la dé en tus manos."
"Gracias, Lázaro."
"Es todo lo que puedo hacer... Si estuviese sano
iría yo mismo.
Cúrame, Maestro, e iré."
"No, amigo, Yo necesito de ti tal como estás."
"¿Aunque no hagas nada. ¡Oh, Lázaro mío!" y Jesús lo abraza y le da el beso de la amistad.
Vuelven a subir al carro para regresar. Ahora es Lázaro el que está muy pensativo. Jesús no le pregunta la razón.
"Pienso que perderé a Síntica. Me atraían su saber y bondad..."
"La adquiere Jesús..."
"Es verdad. Es verdad. ¿Cuando volveré a verte, Maestro?"
"En primavera."
"¿Hasta primavera, no? El año pasado estuviste conmigo en la Encenia..."
"Este año daré contento a los apóstoles, pero el año siguiente estaré mucho contigo. Te lo prometo."
Maestro, haces bien en alejar de Ti al hombre de
Keriot. Desconfío de él.
Betania aparece bajo el sol de octubre. Casi están ya para entrar cuando Lázaro, deteniendo el caballo le dice: "Maestro, haces bien en alejar de Ti al hombre de Keriot. Desconfío de él. No te ama. no me gusta. Jamás me ha gustado. Es un sensual y un ambicioso. Y así puede llegar a cometer cualquier pecado. Maestro, él es el que te denunció..."
"¿Tienes pruebas?"
"No."
"Entonces no juzgues. No eres muy experto en juzgar. Acuérdate que juzgabas que tu María estaba del todo perdida... No vayas a decir que es mérito mío. Ella fue la primera en buscarme.
"Es verdad, pero, mira, ten cuidado de Judas."
Momentos después entran en el jardín donde los apóstoles, curiosos, los esperan.
La ausencia de los cuatro apóstoles y sobre todo de Judas, hace que el grupo de los restantes se sienta más íntimo y feliz. Parece una verdadera familia cuyas cabezas son Jesús y María, la que al volver las espaldas a Betania, en una mañana tranquila de octubre, se dirige a Jericó para pasar al otro lado del Jordán. Unidas en grupo con María están, fuera de Analía, las tres Marías, además Juana, Susana, Elisa, Marcela, Sara y Síntica. Con Jesús están Pedro, Andrés, Santiago y Judas de Alfeo, Mateo, Juan y Santiago de Zebedeo, Simón Zelote, Juan de Endor, Ermasteo y Timoneo. Marziam, que anda brincando como un cabrito, va de uno a otro grupo. Cargando alforjas alegres van por los senderos suavemente asoleados, por la campiña majestuosa en medio de su silencio.
Juan de Endor camina fatigosamente bajo el peso que lleva a las espaldas. Pedro cae en la cuenta y le dice: "Dámelo , ya que quisiste cargar con este lastre. ¿Lo extrañas mucho?"
"Me lo ordenó el Maestro."
"¿Sí? ¡Oh" ¿De qué se tratará?"
"No lo sé. Ayer por la tarde me dijo: "Toma tus libros y me seguirás con ellos". "
"¡Oh, qué bonito!... Bueno, si lo dijo Él, quiere decir que se trata de algo bueno. Tal vez lo hará por esa mujer. ¿Cuánto sabe eh? ¿También tú sabes como ella?"
"Casi como ella. Es muy docta."
"Pero no vas a seguirnos con ese peso ¿verdad?"
"No lo creo. No lo sé. Puedo también yo cargarlo..."
"No, amigo. Me interesa que no te vayas a enfermar. Estás un poco desvencijado ¿sabes?"
"Lo sé. Siento que me muero."
"No digas tonterías. Déjanos llegar siquiera hasta Cafarnaum. Nos sentimos tan bien ahora sin que esté ese... ¡Maldita lengua! ¡Falté otra vez a la promesa que le hice al Maestro"!... ¡Maestro! ¡Maestro!"
"¿Qué quieres, Simón?"
"Murmuré de Judas y te había prometido de no hacerlo otra vez. Perdóname."
"Bien. Procura no hacerlo más."
"Todavía me quedan cuatrocientas ochenta y nueve veces que me puedes perdonar..."
"¿Pero qué estás diciendo, hermano?" pregunta Andrés admirado.
Y Pedro, con una cara de pícaro, torciendo el cuello bajo el peso del saco de Juan de Endor: "¿Y no te acuerdas que dijo Él, que debíamos perdonar setenta veces siete? Por esto me quedan todavía cuatrocientas ochenta y nueve perdones. Iré haciendo bien las cuentas..."
Todos se echan a reír, hasta Jesús, pero dice: "Harías mejor que tuvieses cuenta de todas las veces que sabes ser bueno ¡muchacho grandullón!"
Pedro se acerca a Jesús y con el brazo derecho toma la cinta de Jesús diciendo: "¡Oh, Maestro querido! Qué feliz soy de estar contigo sin... ¡Déjate de eso! También estás contento Tú... Y Tú sabes lo que quiero decir. Estamos solos. Está tu Mamá. Está el niño. Va uno a Cafarnaum. La estación es hermosa... Cinco razones por las que uno puede ser feliz. pero más feliz es estar contigo. ¿Dónde nos quedamos esta noche?"
"En Jericó."
"El año pasado vimos a la velada. Pero quien sabe lo que pasó... Cuánto me gustaría saberlo... Y también encontramos a ese de los viñedos..." La risa de Pedro es tan ruidosa que todos comprenden, y se echan a reír del momento en que se encontraron con Judas de Keriot.
"En realidad, ¡eres incorregible, Simón!" dice con reproche Jesús.
"No dije nada, Maestro. Tan sólo me vino a la mente la cara que hizo cuando nos encontró allí... en sus viñedos..." Y Pedro ríe tan de buena gana que debe pararse, mientras los otros siguen caminando.
MARÍA LE ENSEÑA QUE DECIR
PARA NO PECAR O NO OFENDER A LOS DEMÁS
Las mujeres alcanzan a Pedro. María le pregunta dulcemente: "¿Qué te pasa, Simón?"
"¡Oh, no puedo decirlo, porque cometería otra falta de caridad! Pero... Madre, dime tú que eres sabia. Si hago una insinuación, o lo que es peor, si digo una calumnia, peco. Es cosa clara. Pero si me río de una cosa que todos conocen, de un hecho que todos saben, como se trataría por ejemplo de cuando se acuerda uno de haber sorprendido con las manos en la masa a un mentiroso, la sorpresa que sufrió, sus excusas, y uno vuelve a reírse de aquello, ¿será malo?"
"Es una imperfección contra la caridad. No es pecado como la murmuración o la calumnia, ni siquiera como la insinuación, pero siempre es una falta de caridad. Es como una hebra de hilo que se saca de un tejido. No se trata de un agujero, ni siquiera de que se eche a perder la tela, pero siempre es algo que hace daño a la solidez e integridad de la tela, porque se da pie a que haya rasgaduras y agujeros. ¿No te parece?"
Pedro se restriega la frente y un poco avergonzado dice: "Así es. No había reparado en ello."
"Piénsalo bien, y no lo volverás a hacer. Hay risas que son más ofensivas a la caridad que una bofetada. ¿Se equivocó alguien? ¿Lo sorprendimos en mentira o casa semejante? ¡Y qué! ¿Por qué debemos recordarlo y hacer que otros lo recuerden? Bajamos el velo sobre las culpas del hermano, pensando siempre: "Si yo fuese el culpable ¿me gustaría que otro se acordase de esta falta mía e hiciese que se acordasen los demás de ella?" Hay bochornos, Simón, que causan muchos dolores. No sacudas la cabeza. Sé lo que quieres decir... También los culpables los sufren, créemelo. Procura siempre partir del pensamiento: "¿Me gustaría a mí esto?" y comprobarás que así no pecarás jamás y que siempre tendrás paz en ti. Mira a Marziam cómo brinca y canta feliz. Y la razón es que no tiene en su corazón anda que le preocupe. No debe preocuparse del lugar a donde iremos, ni de los gastos y de lo que se tenga que decir. Sabe que otros piensan por él. Haz también tú lo mismo. Abandónate a Dios, lo mismo que tus juicios acerca de los demás, hasta que puedas ser como un niño que el buen Dios conduce, pues ¿para qué quieres cargarte con el fardo de decidir y juzgar? Llegará el momento que serás juez y árbitro y entonces dirás: "¡Oh, qué feliz era entonces! No había nada de peligro" y te arrepentirás de haber sido un necio porque quisiste ponerte sobre las espaldas un fardo antes de que tuvieras una gran responsabilidad. ¡Juzgar! ¡Es muy difícil! Oíste lo que dijo hace días Síntica: "Las búsquedas por medio de los sentidos son siempre imperfectas". Dijo muy bien. Muchas veces juzgamos tan sólo por las reacciones de los sentidos; imperfectamente, para decirlo en una palabra. Deja de juzgar..."
"Así lo haré, María. Te lo prometo. Pero todas las cosas profundas que sabe Síntica, yo no las sé."
"Y ¿de eso te afliges? ¿No sabes que quiero librarme de las que sé, para tomar en mis manos sólo lo que sabes?"
"¿De veras? ¿Por qué?"
"Porque con la ciencia puedes gobernarte en la tierra, pero con la sabiduría conquistas el cielo. Lo mío es ciencia, lo tuyo es sabiduría."
"Con tu sabiduría encontraste el medio para venir a Jesús ¡Luego es cosa buena!"
Quiero que mi vestido sea pobre, y sin apariencia
externa de la sabiduría que viste con un manto
imperecedero, no lo que se corrompe sino lo que es
inmortal. La luz de la ciencia tremola y vacila. La de
la sabiduría brilla siempre del mismo modo y no
cambia como no cambia lo divino de donde procede
"Mezclada con tantos errores de los que quisiera despojarme para revestirme sólo de la sabiduría. Fuera las vestiduras ricas y vanas. Quiero que mi vestido sea pobre, y sin apariencia externa de la sabiduría que viste con un manto imperecedero, no lo que se corrompe sino lo que es inmortal. La luz de la ciencia tremola y vacila. La de la sabiduría brilla siempre del mismo modo y no cambia como no cambia lo divino de donde procede."
Debes de seleccionar de este tu saber lo que es un
átomo de la Inteligencia eterna, y que conquistaron
inteligencias de un valor innegable
Jesús ha moderado su paso para escuchar. Se vuelve y dice a la griega: "No debes desear despojarte de todo lo que sabes. Debes de seleccionar de este tu saber lo que es un átomo de la Inteligencia eterna, y que conquistaron inteligencias de un valor innegable."
"¿Luego esas frentes sabias repitieron en sí el mito del fuego robado a los dioses?"
"Sí, mujer. Aquí no fue robado sino que lo supieron recoger cuando la divinidad las esparcía de sus hogueras, las acariciaba cual ejemplares esparcidas entre los hombres decaídos, esparcía lo que hace del hombre un ser dotado de razón."
"Maestro, deberías señalarme lo que debo conservar y lo que debo abandonar. Nunca seré una buena juez, y luego para llenar los espacios vacíos, pon las luces de tu sabiduría."
"Es lo que trato de hacer. Te diré hasta que punto tu modo de pensar es correcto y lo seguiré haciendo, para que te instruyas. Hará mucho bien a estos que en lo futuro tendrán contacto con los gentiles."
"No entenderemos nada, Señor" dice con voz plañidera Santiago de Zebedeo.
"Por ahora poco, pero llegará el día en que entenderéis, lo que os enseño y la necesidad de que os lo diga. Síntica, exponme tus dificultades mayores. Te las resolveré en los momentos de descanso."
"Sí, Señor mío. Es el deseo de mi alma que se funda con tu deseo. Yo la discípula de la verdad y Tú el Maestro. El sueño de toda mi vida: la posesión de la verdad."
V. 949-957
A. M. D. G.