EN BOZRA
PEDRO RIÑE CON EL MESONERO Y JESÚS LOS APACIGUA
JESÚS PREGUNTA AL MESONERO QUIÉNES ERAN LOS CUATRO QUE PREGUNTARON POR ÉL
JESÚS PIDE AL MESONERO HABLAR DESDE SU PATIO
JESÚS QUIERA HABLAR A SOLAS CON SÍNTICA, QUIERE QUE ESTÉ SU MADRE
Bozra, sea por la estación, sea porque se encuentra encerrada en sus callejuelas, al día siguiente por la mañana está llena de niebla. Opaca y sucia. Los apóstoles, que han regresado de sus compras en el mercado, hablan entre sí. El comercio de albergues de aquellos tiempos y de estos lugares es del todo prehistórico. Cada uno debe pensar en sus provisiones. Se comprende que los mesoneros no quieran ceder ni siquiera una migaja. Se limitan a cocinar lo que los huéspedes les llevan, y estaremos contentos si no roban algo de lo llevado. Algunas veces suelen comprar para sus huéspedes, o venderles directamente alimentos, y si es necesario, matan corderitos para que los asen.
PEDRO Y EL MESONERO DISCUTEN
A Pedro no le cae en gracia comprar del mesonero, y la lucha continúa entre ambos. El mesonero tiene aspecto de malandrín y no deja de echar en cara al apóstol el título de "galileo" el cual por su parte, señalando a un cerdo degollado a cuenta de los que llegarán a hospedarse, le dice: "Yo soy un galileo pero tú un cerdo, porque eres pagano. En tu apestoso albergue no me quedaría ni siquiera una hora, si fueras mi patrón. Bandido y ... (aquí dice una bella expresión que dejo en la pluma)."
Por lo que oigo comprendo que entre los de Bozra y los galileos hay grandísimas diferencias regionales y religiosas de que está lleno Israel, mejor dicho, Palestina.
El mesonero grita más fuerte: "Si no fuese porque estás con el Nazareno, y soy mejor que vuestros sucios fariseos que lo odian sin causa alguna, te lavaría las narices con la sangre del cerdo, y tendrías que correr para ir a purificarte. Pero yo lo respeto a El, conozco su poder. Te digo que con todas vuestras consejas, sois unos pecadores. Somos mejores nosotros que vosotros. No acechamos, ni traicionamos. Vosotros ¡puf! raza de traidores injustos y pícaros que no respetáis ni siquiera a los pocos santos que tenéis."
"¿A quién llamas traidores? ¿A nosotros? ¡Ah! Vive el cielo que ahora..."
Pedro parece una víbora y se va a echar sobre el mesonero, si no lo detienen su hermano y Santiago; Simón Zelote y Mateo se interponen. Pero más que esto es la voz de Jesús que hace que la ira de Pedro se apacigüe: "¡Simón, cállate! Y tú, también cállate."
"Señor, fue este mesonero quien insinuó y luego amenazó."
"Nazareno, fui el primero en ser ofendido."
"Ninguno de los dos tenéis razón. Y tú, Simón menos que él, porque conoces la doctrina del amor, del perdón, de la mansedumbre, paciencia, fraternidad. Si no quieres ser maltratado como galileo, procura hacerte respetar como santo. Y tú si te crees mejor que los otros, bendice a Dios, y trata de hacerte digno de serlo más. Pero sobre todo no ensucies tu alma con acusaciones mentirosas. Mis discípulos no traicionan ni ponen acechanzas."
"¿Estás seguro, Nazareno? Entonces ¿por qué vinieron cuatro a preguntarme si habías venido ayer, con quien venías y otras cosas que ni cuento?"
"¿Qué? ¿Qué cosa? ¿Quiénes son? ¿Dónde están?" Los apóstoles se amontonan olvidando que se acercan a uno que tiene sangre de cerdo en sus manos, lo que antes les hacía horrorizarse.
JESÚS ORDENA A LOS SUYOS QUE SE RETIREN
¿Quiénes son estos cuatro y qué dijeron?"
"Id a vuestros quehaceres. Quédate, Misace."
Los apóstoles se van a la habitación de la que había salido Jesús, y se quedan en el patio uno enfrente del otro: Jesús y el mesonero. Separado unos cuantos pasos el mercader que observa sorprendido la escena.
"Respóndeme con sinceridad, y perdona si la sangre encendió la lengua de un discípulo mío. ¿Quiénes son estos cuatro y qué dijeron?"
"Quienes sean no lo sé exactamente, pero seguro que son escribas y fariseos de la otra parte. Quién los haya traído aquí tampoco lo sé. Jamás los había visto. Ellos están muy al corriente de Ti. Saben de dónde vienes, con quien estás. Querían que lo confirmase. No. Seré un pícaro, pero conozco mi oficio. No conozco a nadie, no veo nada, no sé nada, para los demás, se comprende; porque para mí lo sé todo. ¿Y por qué debo decir a los demás lo que sé y sobre todo a esos hipócritas? ¿Soy yo un pícaro? Sí. Según las conveniencias, oculto hasta ladrones. Lo sabes bien... Pero no podría robar, ni intentar robarte libertad, honra y vida. Pero esos -no me llamo más Fara de Ptolomeo si no es verdad lo que digo- esos te espían para causarte mal. ¿Quién los manda? ¿Tal vez alguien de Perea, de la Decápolis, de Traconítide, Galáunitide o Auranítide? No. Nosotros si no te conocemos o si algo sabemos de Ti, te respetamos como a justo, aunque no creamos en Ti. ¿Quién, pues, los envió? Uno de tu cuadrilla y tal vez uno de tus amigos, porque saben demasiadas cosas..."
"Es fácil investigar entre los de mi comitiva..." dice Misace.
"No, mercader. No es de tu caravana, sino de otros que están con Jesús. No lo sé y no quiero saberlo. No veo y no quiero ver. pero te digo: si te reconoces culpable, procura reparar el mal; si sabes que eres traicionado, procura estar al tanto."
¿cómo me conoces? "Por un muchacho. Un libertino
que hacía que hablasen de sí Bozra y Arbela
"No soy culpable. Y no soy traicionado. Tan sólo es que Israel no me comprende. Pero ¿cómo me conoces?"
"Por un muchacho. Un libertino que hacía que hablasen de sí Bozra y Arbela. Acá, porque venía a cometer sus pecados; allá, porque deshonraba a su familia. Y luego se convirtió y se ha hecho más honesto que un justo. Ahora pasó con tus discípulos, llamándose él también discípulo, y te espera en Arbela para honrarte ante su padre y madre. A todos les cuenta que le cambiaste el corazón, porque su madre te lo suplicó. Si alguna vez esta región llega a ser santa, se deberá a la obra de Felipe de Jacobo. Y si en Bozra hay alguien que crea en Ti, se debe a él."
"¿Dónde están ahora los escribas que vinieron aquí?"
"No sé. Se fueron porque les dije que no tenía lugar para ellos. Sí lo tenía, pero no quise que se hospedasen las serpientes junto a la paloma. Se encuentran de seguro en la región. Cuídate."
"Te lo agradezco. ¿Cómo te llamas?"
"Fara. He cumplido con mi deber. Acuérdate de mí."
"Sí, y tú de Dios. Perdona a mi Simón. El mucho amor que me tiene, lo ciega a veces."
"No hay nada ya. También yo lo ofendí... Pero a nadie le gusta que lo insulten. Tú no insultas..."
Jesús suspira... Luego dice: "¿Quieres ayudar al Nazareno?"
"Si puedo..."
"Quisiera hablar desde este patio..."
"Quisiera hablar desde este patio..."
"Lo puedes hacer. ¿Cuándo?"
Entre las doce y las tres."
"Vete tranquilo a donde quieras. Bozra sabrá que hablas. Yo lo haré."
"Que Dios te lo pague" Jesús le envía una sonrisa que ya es una recompensa. Luego se dirige a la habitación donde estaba antes.
Alejandro Misace dice: "Maestro, sonríete así conmigo... También voy a decir a los ciudadanos que vengan a oír a la Bondad que habla. Conozco a muchos. Hasta pronto."
"También a ti Dios te lo pague" y Jesús le envía una sonrisa.
Entra en la habitación. Las mujeres están alrededor de la Virgen que tiene el rostro afligido. Al punto se levanta y va al encuentro de su hijo. No habla, pero toda su persona es una pregunta. Jesús le sonríe y a todos responde: "Tratad de estar libres para las doce. Hablaré desde aquí a muchos. Entre tanto id todos, menos Simón Pedro, Juan y Ermasteo. Anunciadme y distribuid limosnas."
Se van los apóstoles.
Tienes razón, Señor. Ya tu Madre me reprendió,
Pedro se acerca lentamente a Jesús, que está cerca de las mujeres y le pregunta: "¿Por qué no fui también yo?"
"Es mejor estar en casa cuando se es muy impulsivo. ¡Simón, Simón! ¿Cuándo aprenderás a ejercer tu caridad con el prójimo? Por ahora es una llama encendida, y lo es por Mí; es un filo de espada y todo por Mi. Sé dulce, Simón de Jonás."
"Tienes razón, Señor. Ya tu Madre me reprendió, como sabe hacerlo, sin causarme daño. Y me penetró hasta dentro. También Tú regáñame, pero... no me mires con esa cara tan triste."
Síntica, quiero hablarte a solas. Sube a la terraza.
Ven tú también, Mamá...
"Sé bueno, sé bueno... Síntica, quiero hablarte a solas. Sube a la terraza. Ven tú también, Mamá..."
En la rústica terraza que cubre un ala del caserón, bajo un sol tibio que alegra el aire, Jesús paseando despacio entra María y la griega dice: "Mañana nos vamos a separar por algún tiempo. Cerca de Arbela, vosotras las mujeres junto con Juan de Endor, iréis hacia el mar de Galilea, y de ahí seguiréis hasta Nazaret. Pero para no mandaros solas con un hombre que es casi del todo inútil, haré que os acompañen mis hermanos y Simón Pedro. Preveo que habrá disgustos por esta separación. Pero la obediencia es la virtud del justo. Al pasar por las tierras que Cusa vigila en nombre de Herodes, Juana podrá conseguir una escolta para el resto del camino. Así pues me devolveréis a los hijos de Alfeo y a Simón Pedro... Para decirte esto te dije que vinieras aquí. También quiero decirte, Síntica, que he decidido que pases una temporada en casa de mi Madre. Ella lo sabe ya. Contigo estarán Juan de Endor y Marziam. Procurad amaros, instruyéndoos siempre en la Sabiduría. Quiero que cuides mucho del pobre Juan. No digo esto a mi Madre, porque no necesita de consejos. Tú puedes entender y comprender a Juan, y él puede hacerte mucho bien porque es un maestro experto. Luego llegaré. ¡Oh, pronto! y nos veremos frecuentemente. Espero encontrarte siempre más sabia en la verdad. Te bendigo, Síntica, de modo particular. Este es mi adiós por esta vez. En Nazaret encontrarás amor y odio como en todas partes, pero en mi casa encontrarás paz. Siempre."
"Nazaret no me conoce, ni yo la conoceré. Viviré alimentándome de la verdad y el mundo será nada para mí, Señor."
"Está bien. Vete, Síntica. Y por ahora, ni una palabra. Madre, tú sabes... Te confío estas perlas que me son queridas. Mientras estamos en paz, haz, Mamá que tu Jesús cobre fuerzas con tus caricias..."
"¡Cuánto odio, Hijo mío!"
"¡Cuánto amor!"
"¡Cuánta amargura, amado Jesús!"
"¡Cuánta dulzura!"
"¡Cuánta incomprensión, Hijo mío!"
"¡Cuánta comprensión, Mamá!"
"¡Hijo amado, tesoro mío!"
"¡Mamá! ¡Alegría de Dios y mía también!"
La Madre y el Hijo se dan el beso de amor. Se sientan ambos. Jesús adelanta sus manos, que su Madre le toma. El mundo está muy lejos. Jesús abraza a su Madre. Esta reclina su cabeza sobre el hombro de su Hijo. Madre e Hijo son felices.
V. 991-1000
A. M. D. G.