EL DISCURSO Y LOS MILAGROS EN BOZRA
GENTES DE TODAS PARTES VIENEN A LOS PIES DE JESÚS
UNA MUJER PREGUNTA SI LE CURARÁ A SU HIJO QUE NO TRAJO CONSIGO- DIFERENTES PARECERES
DOS FARISEOS SE ENFADAN CON EL MESONERO
NO ES CULPA EL IGNORAR, PERO SI EL RENEGAR
JESÚS SIGNO DE CONTRADICCIÓN TIENEN OJOS Y NO VEN...
PALABRAS DE ALABANZA PARA LOS QUE HAN CREÍDO
MARÍA, LA MUJER LEPROSA DE JOAQUÍN
JESÚS SE DESPIDE DE ALEJANDRO MISACE, LE PIDE SU ALMA
MISACE SE ARRODILLA ANTE MARÍA
...También está el mundo tan cercano con sus ondas de odio, traición, dolor, necesidades, curiosidad. Y estas ondas, como las del mar que van a morir al puerto, también vienen a morir al patio del albergue de Bozra que su dueño, aunque su cara lo desmienta, llevado de su buen corazón lo ha mandado limpiar de excrementos y otras suciedades. Gente y más gente del lugar y no del lugar, pero sí de la región. Gente que por lo que dice, comprendo que viene de lejos, de las riberas del lago o de más allá. Nombres de ciudades, fragmentos de dolores se descifran de las conversaciones que se entrelazan, mientras se espera a Jesús. Gadara, Ippo, Gerguesa, Gamala, Afeq, Naim, Endor, Yezrael, Mágdala, Corozaim pasan de boca en boca y con ellos el por qué desde tan lejos se ha venido hasta aquí.
HAY MUCHA GENTE Y CADA UNO EXPLICA
DE DONDE VIENE Y A QUÉ
"Cuando supe que venía por la otra parte del Jordán, sentí perder las esperanzas. Cuando estaba por regresar a Yezrael vinieron unos discípulos y nos dijeron a los que estábamos esperando en Cafarnaum: "A estas horas con seguridad se encuentra más allá de Gerasa. No perdáis tiempo en ir a Bozra o Arbela" y me vine con estos..."
"Por mi parte, vi pasar desde Gadara a los fariseos. Preguntaban si Jesús de Nazaret estaba en la región. Tengo mi mujer enferma. Me uní a ellos. Luego, ayer en Arbela, supe que venía primero a Bozra y por eso vine aquí."
"Yo vengo desde Gamala por causa de este niño. Una vaca furiosa lo embistió. Así se quedó..." y muestra a su hijito todo tullido, que es incapaz hasta de mover libremente los brazos.
OPINIONES SOBRE SI JESÚS CURARÁ A UN NIÑO
QUE LA MADRE VINO SIN TRAERLE
"No pude traer al mío. Vengo desde Mageddo. ¿Qué os parece? ¿Me lo curará desde aquí?" solloza una mujer que tiene la cara roja del llanto.
"¡Es necesario que esté presente el enfermo!"
"No. Basta con tener fe."
"No. Si no impone las manos, uno no se cura. También así hacen sus discípulos."
"¡Hiciste un viaje inútil, mujer!"
La mujer se echa a llorar diciendo: "¡Miserable de mí! Y lo dejé casi moribundo, esperando... No lo curará y no lo consolaré en la hora de su muerte..."
Otra mujer la consuela: "No les creas, mujer. Vengo a darle las gracias porque me hizo un gran milagro sin dejar el monte donde estaba hablando."
"¿Qué tenía tu hijo?"
"No era mi hijo. Era mi marido que estaba loco..." y las dos continúan hablando en voz baja.
"Es verdad. También la madre de Arbela vio que su hijo sanaba, sin que el Maestro lo hubiese visto" dice uno de Arbela, y prosigue hablando con los que están junto a él.
"Haceos a un lado, por caridad, haceos a un lado" gritan unos que traen una camilla toda cubierta.
La multitud se separa y pasa la camilla con su carga de dolor, yendo a quedarse en el fondo, casi detrás de un pajar. ¿Quién está en la camilla? ¿Hombre o mujer? Quién lo sabe.
LOS FARISEOS SE METEN CON EL MESONERO
Entran dos fariseos orgullosos, más pomposos que nunca. Se echan sobre el pobre mesonero como dos locos gritándole: "¡Maldito mentiroso! ¿Por qué nos dijiste que no estaba? ¿Eres su cómplice? Burlarte así de nosotros, los santos de Israel, para favorecer... ¿Sabes quién es? ¿Sabes lo que significa para ti?"
"¿Quién es? Lo que vosotros no sois. No dije ni una mentira. Vino horas después de que vinisteis. No se escondió ni yo lo escondí. Y dado que el dueño de aquí soy yo, al instante os digo: "¡Salid de mi casa!" Aquí no se injuria al Nazareno. ¿Habéis entendido? Y si no entendéis con las palabras, os hablaré con los hechos, ¡chacales apestosos!"
El musculoso mesonero parece que está decidido a pasar a los hechos. Los dos fariseos lo ven y cambian de tono. Se achican como si fuesen dos perros amenazados con el látigo. "Nosotros lo buscamos para venerarlo ¿qué te imaginas tú? Nos puso de muy mal humor pensar que por culpa tuya no íbamos a verlo. Sabes quien es El. El Mesías, santo y bendito, ante quien no nos atrevemos a levantar la mirada. Nosotros somos polvo, El la gloria de Israel. Condúcenos a donde está. Nuestra alma arde en deseos de oír su palabra."
El mesonero les responde maravillosamente con el mismo tono: "¡Oh, mira! ¡Y cómo pude pensar que no fuera así, yo que conozco por la fama la justicia de los fariseos! Pero claro, ¡Habéis venido para adorarlo! ¡Ardéis en este deseo! Voy a decírselo. Voy... No, ¡por Satanás! ¡Tú no me sigues! Ni siquiera tú, u os golpearé, viejas momias llenas de veneno, hasta que una se meta en la otra. Estaos aquí. Tú aquí, donde te planto; y tú aquí. Me desagrada no poderos clavar en la tierra hasta el cuello para que me sirváis de estacas donde degüelle a los cerdos" y a las palabras se une la acción. Toma entre sus manos al fariseo más flacucho por las axilas, lo levanta en vilo y lo arroja por tierra tan fuertemente que, de no estar duro el suelo, el pobrecillo se hubiera metido hasta los tobillos. Afortunadamente el terreno es duro y el fariseo se queda parado como si hubiese sido un muñeco. El mesonero toma al otro, y aunque esté muy gordo, lo levanta y lo arroja con igual furia y como el otro se rehace y se aparta, en lugar de echarlo para que caiga parado, lo arroja sentado: un fardo de carne y ropa... Y luego se va no sin decir una palabrota que se pierde entre los gritos de ambos y las risotadas de muchos que han visto la escena.
Entra en un corredor, pasa por un corralillo, sube por una escalera, llega a un corredor con portal y de aquí pasa a una habitación amplia en las que están terminando de comer Jesús y los suyos, además del mercader.
EL MESONERO ANUNCIA A JESÚS QUE VINIERON
LOS FARISEOS Y MUCHOS ENFERMOS
"Llegaron dos de los cuatro fariseos. Cuídate. Por ahora ya tuve cuidado de ellos. Querían seguirme. No quise. Están en el patio, entre muchos, muchos enfermos, y otros más."
"Voy al punto. Gracias, Fara."
Se levantan todos, pero Jesús ordena que los discípulos se queden donde están, lo mismo que las mujeres, menos su Madre, María Cleofás, Susana y Salomé. Y al ver el dolor que se dibuja en las caras de los que no van, dice: "Id a la terraza, desde allí me podréis escuchar."
Sale con los apóstoles y las cuatro mujeres. Sigue el camino que había seguido el mesonero. Entra en el ancho patio. La multitud alarga el cuello para verlo, y quien es listo se sube sobre los pajares, o sobre los carros parados de una parte, o sobre la orilla de los estanques...
JESÚS HABLA CON LOS FARISEOS
Los dos fariseos hechos toda una cortesía, le van al encuentro. Jesús les saluda como de costumbre, como si fuesen los más fieles amigos, pero no se detiene a responder a sus serviles preguntas: "¿Sois tan pocos? ¿Y sin discípulos? ¿Te abandonaron acaso?"
Jesús mientras sigue caminando, responde secamente: "Nada de abandono. Venís de Arbela donde hallasteis a quien me precede. En Judea encontrasteis a Judas de Simón, a Tomás, a Natanael y a Felipe."
El fariseo grasoso no se atreve a seguirlo. Se para en seco, rojo como un ascua. El otro, más desvergonzado, insiste: "Es verdad, pero sabíamos de cierto que estabas con discípulos fieles y con mujeres, y quedamos sorprendidos al verte con tan pocos. Queríamos ver tus nuevas conquistas, para congratularnos contigo." Y se ríe con falsedad.
"¿Mis nuevas conquistas? ¡Aquí las tenéis!" Jesús hace un gesto en semicírculo, señalando la multitud que ha venido casi toda de esta parte del Jordán, esto es, de la región de Bozra. Y luego sin dar tiempo a que le replique, empieza a hablar.
JESÚS HABLA A LA GENTE.-
VOSOTROS ME RECHAZASTEIS Y ESTOS ME ACEPTAN
"Me han buscado los que antes no preguntaban por Mí. Me han encontrado los que antes no me buscaban. Yo dije: "Aquí estoy" a una nación que no invocaba mi Nombre. ¡Gloría al Señor que habla la verdad por boca de los profetas! Verdaderamente , al mirar esta multitud que se me agolpa alrededor, me alegro en El porque veo que se cumplen sus promesas que me dio cuando me envió al mundo, promesas que Yo mismo redacté con el Padre y con el Paráclito, en el pensamiento, en la boca, en el corazón de los profetas, promesas que conocí antes de ser mortal y que me confortaron para vestirme de carne como uno de vosotros. Y todavía me sigue confortando. Sí. Me confortaron contra el odio, el rencor, la duda y la mentira. Me han buscado los que antes no preguntaban por Mí. Me encontraron los que no me buscaban. ¿Porqué ha sucedido esto? A quienes extendí las manos diciéndoles: "Aquí estoy" me rechazaron. Me conocían, entre tanto que estos me ignoraban. ¿Y entonces?
LA CLAVE DEL MISTERIO
NO ES CULPA EL IGNORAR
SI LO ES EL RENEGAR
REVELA LO QUE DICE ISAÍAS QUE SERÁ EL REDENTOR
He aquí la clave del misterio. No es culpa el ignorar, pero sí lo es el renegar. Y muchos que me conocen, y a los que extendí las manos han renegado como si fuese Yo un bastardo o un ladrón, un Satanás corruptor, porque en su soberbia han apagado la fe y se han ido por caminos extraviados, torcidos, pecaminosos, dejando el camino que mi voz les indicaba. El pecado está en su corazón, en los platos, en los lechos, en las mentes de este pueblo que me rechaza, y al ver en todas partes reflejada su propia inmundicia, la quiere ver también en Mí, y su rencor la exacerba, y por esto me dice: "Aléjate, no eres limpio".
¿Y qué responderá entonces el que viene con vestidos teñidos en rojo, galán con sus vestidos, que camina cual un robusto héroe? ¿Realizará lo que dice Isaías y no guardará silencio, y arrojará en su seno cuanto se merecen? No. Primero debe exprimir en su lagar, él solo, sin que nadie le acompañe, las uvas para obtener el vino de la redención. El vino que embriaga a los justos para hacerlos bienaventurados, el vino que embriaga a los culpables del gran crimen para hacer trizas su sacrílego poder. Sí. Mi vino, el que madura hora, por hora al Sol del eterno Amor, será ruina y salvación de muchos, como una profecía aun no escrita los ha dicho, pero que está depositada en la roca sin hendiduras de lo que brotó la vid que da el vino de vida eterna.
¿Lo entendéis? No, no lo entenderéis, vosotros, doctores de Israel. Pero no interesa que lo comprendáis. Está bajando sobre vosotros la oscuridad de que habla Isaías: "Tienen ojos y no ven; tienen orejas y no oyen". Huís de la luz con vuestra envidia, y así puede afirmarse que la luz ha sido rechazada por las tinieblas y que el mundo no la quiso conocer.
Pero vosotros, ¡vosotros regocijaos! Vosotros que estando en las tinieblas habéis sabido creer en la luz que se os anunciaba. Vosotros que la habéis deseado, buscado y encontrado. Alégrate, oh pueblo de fieles que por montes, ríos, valles y lagos, has venido a la salvación, sin preocuparte del largo camino. Así también se hace con el otro camino espiritual, el que te conducirá de las tinieblas de la ignorancia, oh pueblo de Bozra, a la luz de la sabiduría.
Alégrate, oh pueblo de Auranítide. Alégrate con el regocijo queda el conocimiento. También de ti se dijo, y de los pueblos tus comarcanos, lo que el profeta canta de vuestros camellos y dromedarios que se agolpan por los caminos de Neftalí y Zabulón para conducir a la adoración del verdadero Dios, y para que seáis sus siervos en la santa y dulce ley que no impone ataduras para obtener que Dios se muestre Padre y la felicidad eterna, sino observar sus diez mandamientos: amar al verdadero Dios con todo el ser de uno, amar al prójimo como a sí mismo, respetar el sábado sin profanarlo, honrar a los padres, no matar, no robar, no cometer adulterio, no ser falso en los testimonios, no desear la mujer y los bienes de otros.
¡Oh! ¡Bienaventurados vosotros si al venir desde lejos lográis sobrepasar a los que eran de la casa del Señor y que han salido de ella aguijoneados con los diez mandamientos de Satanás, con no amar a Dios, ni amarse a sí mismos, con la corrupción del culto y con ser duros con los propios padres, con el deseo homicida, con robar la santidad de otros, con la fornicación con Satanás, con los falsos testimonios, con la envidia que tienen de la naturaleza del Verbo y de que fuera enviado a los hombres, con el pecado horrendo que poco a poco va tomando forma en sus corazones, en muchos corazones!
¡Alegraos, Oh vosotros que tenéis sed! ¡Alegraos, vosotros que tenéis hambre! ¡Alegraos, afligidos! ¿Erais los despreciados? ¿Erais los proscritos? ¿Erais los deshechos? ¿Erais los extraños? ¡Venid! ¡Alegraos! Ahora no lo seréis más. Os doy casa, bienes, paternidad, patria. Os doy el cielo. ¡Seguidme, que soy el Salvador! ¡Seguidme, que soy el Redentor! ¡Seguidme que soy la Vida! ¡Seguidme, que soy Aquel a quien el Padre no niega gracia alguna! ¡Regocijaos en mi amor! ¡Regocijaos! Y para que veáis que os amo, oh vosotros que me buscasteis con vuestros dolores, vosotros que creísteis en Mí antes de haberme conocido, para que este día sea un día de verdadero regocijo, así ruego: "Padre, Padre Santo. Descienda sobre todas las heridas, enfermedades, llagas del cuerpo, angustias, tormentos, remordimientos del corazón, sobre todos los que nacen a la fe, sobre los que dudan, sobre los que cobran nuevas fuerzas, descienda salud, gracia, paz. ¡Paz en mi nombre! ¡Gracias en tu nombre! ¡Salud por nuestro amor recíproco! ¡Bendice, oh Padre Santísimo! ¡Recoge y une en un solo rebaño estos tus hijos y mis hijos dispersos! ¡Haz que donde Yo esté, estén ellos; que sean una sola cosa contigo, Padre Santo, contigo, conmigo y con el divinísimo Espíritu!' "
La curación de todos los enfermos es simultánea.
Jesús, con los brazos abiertos en forma de cruz, y las palmas hacia lo alto, el rostro levantado, la voz vibrante cual una trompeta de plata, es de una majestad inefable... Se queda así, en silencio, por algunos instantes. Luego sus ojos de zafiro dejan de mirar al cielo para mirar el ancho patio lleno de gente que conmovida suspira o se siente llena de esperanzas. Las manos se unen. Una sonrisa transfigura su rostro. Dice: "¡Alegraos vosotros que creísteis y esperasteis! !Pueblo de los que sufren, levántate y ama al Señor Dios tuyo!"
"¡María, la mujer leprosa de Joaquín!"
¡No tengáis miedo! Está curada.
La curación de todos los enfermos es simultánea. Un sinnúmero de gritos, un atronador conjunto de vivas al Salvador. Del fondo del patio, todavía arrastrando la manta que la cubría, una mujer se abre paso cayendo a los pies del Señor. La multitud da un grito de terror: "¡María, la mujer leprosa de Joaquín!" Y se echa a huir en todas las direcciones.
"¡No tengáis miedo! Está curada. ¡Su contacto no os puede hacer ningún mal!" los tranquiliza Jesús. Y a la mujer: "Levántate. Tu gran esperanza ha sido premiada y ha logrado el perdón de la imprudencia que tuviste para con tus hermanos. Vuelve a tu casa después de las purificaciones necesarias."
La mujer, joven y un tanto hermosa, llora, mientras se incorpora. Jesús la muestra a la multitud que se acerca poco a poco y con gritos expresa su admiración por el milagro.
"El marido que la adoraba le había hecho en un rincón de sus posesiones un refugio, y cada tarde iba a verla, y entre lágrimas le daba su comida..."
"Se contagió debido a su piedad, pues cuidaba de un mendigo que no habíale dicho que fuese leproso."
"Pero ¿cómo vino María, la buena?"
"En aquella camilla. ¿Cómo no nos imaginamos que eran dos siervos de Joaquín?"
"¡No tuvieron miedo a ser lapidados!"
"¡Es su patrona! La quieren más que a sí mismos. Sabe hacerse querer."
Jesús hace un ademán y todos guardan silencio: "Veis que el amor y la bondad atraen el milagro y la alegría. Por esto tratad de ser buenos. Vete, mujer. Nadie te hará mal. La paz sea contigo y en tu casa."
La mujer, seguida de los siervos que pusieron ya fuego a la camilla en medio del patio, sale acompañada de muchos.
Jesús despide la multitud después de haber hablado con algún que otro. Se va a donde estaba antes y con El los suyos.
"¡Qué palabras, Maestro!"
"¡Cómo te transfiguraste!"
"¡Qué voz!"
"¿Viste cómo se escaparon los fariseos?"
"Se fueron arrastrando cual dos perros, apenas comenzaron a oír."
"Los de Bozra y los de estos contornos tienen un recuerdo de sol..."
"Madre, ¿y tú qué dices?"
"Te bendigo, Hijo, por mí y por ellos."
"¡Tú bendición me seguirá hasta que nos volvamos a encontrar!
"¿Por qué dice eso? ¿Se separan de nosotros las mujeres?"
Te diré, Alejandro Misace, que has sido un excelente
guía para el Peregrino. Siempre me acordaré de ti,
Alejandro..."
"Sobre todo acuérdate de mí cuando
estés en tu reino.."
Yo deseo una cosa de ti.
Quiero tu alma. Ven a Mí.
"Sí, Simón. Mañana, cuando el sol despunte Alejandro parte para Aera. Iremos con él hasta el camino de Arbela y luego lo dejaremos. Te diré, Alejandro Misace, que has sido un excelente guía para el Peregrino. Siempre me acordaré de ti, Alejandro..."
El hombre está conmovido. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho, a la manera del saludo oriental, un poco inclinado, ante Jesús. Pero al oír estas palabras dice: "Sobre todo acuérdate de mí cuando estés en tu reino.."
"¿Lo deseas, Misace?"
"Sí, Señor mío"
"También Yo deseo una cosa de ti."
"¿Cuál, Señor? Si puedo te la daré. Aunque se la más preciosa de las que poseo."
"Es la más preciosa. Quiero tu alma. Ven a Mí. Te dije cuando empezábamos a viajar juntos que esperaba hacerte un regalo al final. Es la fe. ¿Crees en Mí, Misace?"
"Creo, Señor."
"Entonces santifica tu alma para que la fe no sea en ti no sólo un don inerte, sino dañoso."
"Mi alma está ya caduca, pero me esforzaré por
hacerla nueva. Señor, soy un viejo pecador.
Absuélveme y bendíceme
"Mi alma está ya caduca, pero me esforzaré por hacerla nueva. Señor, soy un viejo pecador. Absuélveme y bendíceme para que empiece desde ahora una nueva vida. Llevaré conmigo tu bendición como mi mejor escolta en mi camino hacia tu reino.. ¿Nos volveremos a ver, Señor?"
"En la tierra, jamás. Pero oirás hablar de Mí y creerás con mayor fuerza, porque no dejaré de hacer que te hablen de Mí. Adiós, Misace. Mañana tendremos muy poco tiempo para despedirnos. Hagámoslo ahora, antes de que comamos juntos por última vez."
SE DESPIDEN DE ALEJANDRO MISACE
Lo abraza y le da el beso de paz. También los apóstoles y discípulos le imitan. Las mujeres saludan todas juntas. Misace casi se arrodilla delante de María y le dice: "Tu luz de cándida estrella matinal brille en mi pensamiento hasta la muerte."
"Hasta la Vida, Alejandro. Ama a mi Hijo y me amarás, y yo te amaré."
Simón Pedro pregunta: "¿Iremos de Arbela a Aera? Tengo miedo de que nos coja el mal tiempo. Mucha niebla... Tres días hace que hay al amanecer y al anochecer..."
"Porque hemos bajado. ¿No sentiste que hemos bajado mucho? Así es. Desde mañana se volverá a subir por los montes de la Decápolis y no habrá más niebla." explica Misace.
"¿Qué bajamos? ¿Cuándo? Si el camino era plano..."
"Sí, pero en continua bajada, tan suave, que apenas si se advierte. ¡Como es tan larga...!"
"¿Cuánto tiempo estaremos en Arbela?"
"Tú, Santiago y Judas, ni siquiera una hora" dice tajante Jesús.
"¿Yo... Santiago y Judas... ni siquiera una hora? ¿Y a dónde voy, si no me quedo con todos vosotros?"
JESÚS DISTRIBUYE A LOS SUYOS MIENTRAS ÉL
SE DIRIGE A AERA
"Lejos. Hasta las tierras que custodia Cusa. Con los otros acompañarás a mi Mamá y a las mujeres hasta allí. Se irán después solas con los siervos de Juana, y vosotros regresaréis, y os uniréis con nosotros en Aera."
"¡Oh, Señor! Estás enojado conmigo y me castigas... ¡Cómo me duele, Señor!"
"Simón, quien sabe que tiene culpa se siente castigado. El tenerla debe producir dolor, pero no el castigo en sí. Pero no creo que sea un castigo acompañar a mi Madre y a las discípulas para que regresen."
"¿Pero no estaba mejor que Tú vinieses? Ni te preocupes de Aera y estos lugares. Vente con nosotros."
"Prometí ir allí e iré."
"Entonces también yo voy."
"Tú obedece sin protestar, como lo hacen mis hermanos."
"¿Y si encuentras los fariseos?"
"Ciertamente no eres el más a propósito para convertirlos. Y exactamente porque los encontraré, quiero que tú, Santiago y Judas salgáis antes de Arbela con las mujeres y con Juan de Endor y Marziam.
"¡Ah! ¡Entendido! ¡Está bien!"
Jesús se dirige a las mujeres y las bendice una por una, dándoles consejos adecuados.
Magdalena al inclinarse a besar los pies de su Salvador le pregunta: "¿Te volveré a ver antes de que regrese a Betania?"
"Sin duda alguna, María. Estaré en el lago en Etanim (nombre de mes correspondiente a septiembre-octubre)
V.1000-1009
A. M. D. G.