DESPEDIDA DE LAS DISCÍPULAS
JESÚS SE SEPARA DE SUS DISCÍPULAS
MARZIAM DA A JESÚS UNA BOLSA, QUE LE DIO MISACE, LLENA DE PIEDRAS PRECIOSAS Y DINERO
¿QUÉ PIENSAS HACER DE ELLAS? LAS VENDERÉ PARA LOS POBRES
JUANA, MARTA, MARÍA ¿COMPRÁIS MI TESORO?
La veneración que experimenta Misace por Jesús se revela a la mañana siguiente y después de haber caminado unos cuantos kilómetros sobre los camellos, los que ha arreglado de tal modo que los inexpertos en caminar sobre los lomos de estos animales, los encuentren cómodos. Realmente es gracioso ver cómo salen de los bultos y de las cajas las cabezas morenas o rubias, los cabellos largos de los hombres hasta las orejas, o las trenzas que asoman por debajo de los velos de las mujeres. Algunas veces el viento levanta estos velos y brillan al sol los cabellos dorados de María Magdalena, o los suavemente rubios de la Virgen, las cabezas oscuras o negras cual azabache de Juan, Síntica, Marta, Marcela, Susana y Sara. Las cabezas canas de Elisa, Salomé y María Cleofás parecen como si las hubiesen regado con polvo de plata, así resplandecen bajo el sol ardiente.
Entre los que se sienten felices de este nuevo modo de viajar está, sin duda, Marziam. Todos caen en la cuenta que lo que el mercader había dicho acerca del terreno es verdad. Al volver la cabeza se ve allá abajo Bozra con sus torres y sus casas entre un dédalo de calles estrechas. Se ven colinas pequeñas al noroeste. En su base el camino que lleva directamente a Aera. Allí se detiene la caravana para que bajen los peregrinos y darse el adiós. Los camellos se arrodillan con su acostumbrado cabeceo que a algunas mujeres les hace arrancar un grito de susto. Ahora veo que las mujeres habían sido prudentemente aseguradas con lazos a las sillas. Descienden un tanto mareadas de tanto balanceo, pero al menos no están cansadas.
MISACE SE DESPIDE DE JESÚS
Desciende también Misace, en cuya silla había viajado Marziam y, mientras los camelleros se ocupan de arreglar nuevamente la carga, se acerca a Jesús para despedirse de El nuevamente.
"Te doy las gracias, Misace. Nos ahorraste cansancio y tiempo."
"Sí. Más de treinta kilómetros se hacen pronto. Los camellos tienen las piernas largas, aunque no tienen un dulce caminar. ¡Ojalá que las mujeres no se hayan molestado mucho!"
Aseguran ellas que se encuentran muy bien. Sin cansancio y sin molestias.
"De aquí estáis a unos diez kilómetros de Arbela. Que os acompañe el cielo y que os dé un camino rápido. Adiós, Señor mío. Permíteme que bese tus pies santos, que felizmente encontré. Acuérdate de mí." Misace besa los pies de Jesús y luego sube sobre su cabalgadura. Su señal la obedece el camello que se levanta... La caravana parte al galope por el camino plano, entre nubes de polvo.
"¡Un buen hombre! Estoy todo magullado, pero los pies no me duelen. Qué brincos y qué zarandeadas. Ni las tempestades del lago. ¿Os causa risa? No tenía yo cojines como las mujeres. Viva mi barca. Sigue siendo la cosa más limpia y más segura. Bueno, ahora a echarnos encima las alforjas y ¡a caminar!..."
Hay una competencia por quien se echa más alforjas. Vencen los que se quedarán con Jesús, esto es, Mateo, Zelote, Santiago, Juan, Ermasteo y Timoneo, quienes toman todo para ahorrar fatiga a los tres que van con las mujeres, mejor dicho, a los cuatro, pues también va Juan de Endor, cuya ayuda será muy relativa, pues está muy flaco.
Ligeritos caminan por algunos kilómetros. Llegados a la cima de una hermosa colina, que se interponía al occidente, aparece una llanura fértil, rodeada de otras colinas más altas que la primera, y en cuyo centro hay una muy alargada y separada. En la llanura se asienta una ciudad: Arbela.
SE DIVIDEN EN DOS GRUPOS
Marziam dice: "Entonces es también
el momento de que se dé esta bolsa.
Bajan unos cuantos minutos y se encuentran en la llanura. Caminan juntos por un espacio de tiempo, luego Jesús se detiene y dice: "Es la hora de que nos separemos. Comamos y luego nos dividiremos. Este empalma para Gadara. Tomad ese camino. Es el más corto, y antes de que anochezca estaréis en las tierras que Cusa tiene en custodia."
Ninguno muestra alegría... Pero están dispuestos a obedecer. Durante la comida Marziam dice: "Entonces es también el momento de que se dé esta bolsa. Me la dio el mercader, cuando venía con él en la silla. Me dijo: "Se la entregarás a Jesús antes de que te separes de El y le dirás que me ame como te ama a ti". Aquí está. Pesa. Parece como si estuviese llena de piedras."
"¡Deja verla, deja verla! El dinero pesa."
Todos tienen curiosidad. Jesús desata las cintas de cuero de la bolsa de piel de gacela, según creo, porque parece piel de gamuza, y echa su contenido sobre su falda. Corre dinero pero no es mucho. Salen muchas bolsitas de viso muy fino amarradas con un hilo. Se dejan ver colores a través del lino delgado, y el sol, como si prendiese fuego en esas bolsitas, al modo de brasas bajo ceniza.
"¿Qué es? ¿Qué es? Desátalas, Maestro."
son topacios de diversos tamaños, todavía sin labrar.
Otra bolsita: rubíes: gotas de sangre sin derramarse.
Otras: una verde sonrisa de esmeraldas.
Otra: astillas de cielo con zafiros.
Otra: resplandor negro de ónices...
Y así hasta completar doce bolsitas.
En la última, la más pesada y que es un
resplandor de oro de crisolitos,
un pequeñísimo pergamino que dice:
Para tu Racional de verdadero Pontífice y
Rey."
Todos están inclinados. Jesús con calma desata el nudo de una bolsita: son topacios de diversos tamaños, todavía sin labrar. Otra bolsita: rubíes: gotas de sangre sin derramarse. Otras: una verde sonrisa de esmeraldas. Otra: astillas de cielo con zafiros. Otra: resplandor negro de ónices...Y así hasta completar doce bolsitas. En la última, la más pesada y que es un resplandor de oro de crisolitos, un pequeñísimo pergamino que dice: Para tu Racional de verdadero Pontífice y Rey."
Sobre el vestido de Jesús hay un prado de brillantes pétalos deshojados... Los apóstoles meten las manos en esta luz que se desparpaja en brillantes colores. Están fuera de sí... Pedro dice_ "¡Si estuviese aquí Judas de Keriot...!"
"¡Cállate! Es mejor que no esté" dice cortante Tadeo.
Jesús pide que le den un fragmento de tela para hacer una sola bolsa para las piedras, y mientras todos multiplican los comentarios, El se queda pensando.
¿Qué piensas hacer de ellas?"
"Las venderé para los pobres."
Los apóstoles dicen: "¡Que si es rico ese hombre!" Pedro hace reír con su salida: "Caminamos a trote sobre un trono de piedras preciosas. Nunca me imaginé que estuviese en medio de un resplandor semejante. ¡Si hubiese estado un poco suave! ¿Qué piensas hacer de ellas?"
"Las venderé para los pobres." Levanta los ojos y con una sonrisa mira a las mujeres.
"¿Y dónde encuentras aquí, al joyero que te compre esto?"
Juana, Marta, María ¿compráis mi tesoro?
¿Cuánto quieres, Señor?
Para Mí nada. Para mis pobres, lo posible.
"¿En donde? Aquí. Juana, Marta, María ¿compráis mi tesoro?"
Las tres mujeres sin consultarse siquiera dicen: "Sí" con todas sus ganas. Marta interrumpe: "Aquí tenemos poco dinero."
"Procurad tenérmelo en Mágdala para la nueva luna."
"¿Cuánto quieres, Señor?"
"Para Mí nada. Para mis pobres, lo posible."
"Vas a tener mucho de aquí" dice Magdalena, y toma la bolsa que se la mete en el seno.
JESÚS SE DESPIDE... BENDICE A LAS MUJERES Y LAS DESPIDE
Jesús se queda tan sólo con el dinero. Se levanta. Besa a su Madre, a su tía, a sus primos, a Pedro, a Juan de Endor y Marziam. Bendice a las mujeres y las despide. Emprenden el camino. Algunas veces vuelven la cara, hasta que un recodo las oculta.
Jesús se dirige a Arbela con los restantes. No son más de ocho. Aprisa y en silencio se van a la ciudad que cada vez se acerca.
V. 1009-1012
A. M. D. G.