EN EL CAMINO A AERA
JUAN DICE: ERES EL MÁS QUERIDO Y EL MEJOR MAESTRO QUE HAYA TENIDO LA TIERRA
HABLAN DE LA VIEJECITA MARIANNA
LA VARIEDAD EN TODO ES UN BIEN
MIRA EL OFICIO DE LOS TREINTA Y DOS DIENTES
JESÚS PREGUNTA A ZELOTE POR QUÉ SE HA PUESTO COLORADO
SIMÓN PEDRO VIENE A RECOGERLOS CON ASNOS
JESÚS ENTRA EN AERA Y PIDE QUE LE LLEVEN A LOS ENFERMOS
JESÚS CURA A TODOS LOS ENFERMOS
Arbela está todavía muy lejos. En la comitiva vienen también Felipe de Arbela y el otro discípulo a quien llaman Marcos.
El camino está lodoso, como si hubiese llovido mucho. El cielo tiene cara de ceniza. Un río que merece este nombre cruza el camino que va a Aera. Viene hinchado con las lluvias que cayeron en la región. Su color no es azul, sino de un amarillo-rojizo, como si hubiera pasado por lugares ferrosos.
"De veras que el tiempo se ha puesto mal. Hiciste bien en haber enviado a las mujeres. Para ellas no es este el buen tiempo" dice Santiago. Y Simón Zelote siempre tranquilo aun en su completa entrega al Maestro, afirma: "El Maestro hace bien todo lo que hace. No es un tonto como nosotros. Ve y prevé todo lo mejor posible, y más por nosotros que por Sí."
ERES EL MÁS QUERIDO Y EL MEJOR MAESTRO
QUE LA TIERRA HAYA TENIDO
Juan, feliz de estar a su lado, lo mira de abajo arriba con su cara risueña y le dice: "Eres el más querido y el mejor Maestro que la tierra haya tenido, que tenga y que tendrá, además de santo."
"Esos fariseos... ¡Qué desengaño! Hasta el mal tiempo sirvió para convencerlos de que Juan de Endor no estaba. Pero ¿por qué se las traen contra él?" pregunta Ermasteo que quiere mucho a Juan de Endor.
Jesús responde: "No es contra él, ni sólo contra él que sienten rencor, sino que se aprovechan de él como de un instrumento para odiarme."
Felipe de Arbela dice: "Pero el agua les persuadió muy bien de que era inútil esperar y sospechar que Juan de Endor estuviese aquí.. ¡Viva el agua! Sirvió también para que te pudieses hospedar por cinco días en mi casa."
"¡Quién sabe qué preocupados estarán los de Aera! Sería mucho si no viéramos a mi hermano salirnos al encuentro" dice Andrés.
"¿A nuestro encuentro? Vendrá detrás de nosotros" observa Mateo.
"No. Iba a ir a Gadara. De allí al lago en alguna barca hasta Betsaida para ver a su mujer y decirle que el niño está en Nazaret, que pronto regresará. De Betsaida a Merón seguirá el camino de Damasco durante un trecho y luego el de Aera. Ciertamente está en Aera."
Se palpa el silencio. Luego Juan sonriéndose dice: "¡Esa viejecita, Señor!"
Creía que le ibas a dar el gusto de morir sobre tu pecho
La he querido mucho más, porque espero llamarla
cuando el Cristo esté para abrir las puertas del cielo
"Creía que le ibas a dar el gusto de morir sobre tu pecho, como a Saúl, aquel viejo de Keriot" dice Simón Zelote.
"La he querido mucho más, porque espero llamarla cuando el Cristo esté para abrir las puertas del cielo. No tendrá mucho que esperarme. Ahora está viviendo con sus recuerdos, y con la ayuda de tu padre, Felipe, su vida será menos triste. Vuelvo a bendecirte a ti y a tus padres."
La alegría de Juan se cubre con una nube de tristeza más negra que las que cubren el cielo. "¿No estás contento de que la viejecita vaya pronto al paraíso?"
"Sí... pero no lo sé, porque esto significa que te va... ¿Por qué has de morir, Señor?"
"Todo el que nació de mujer debe morir."
"¿Tan sólo ella te acompañará, Señor?"
"¡Oh, no! Qué alegre será caminar entre los que salvo como Dios y a los que amé como hombre..."
Pasan otros dos riachuelos que están muy cercanos. Los viajeros han subido las colinas que se empalman con el camino que sigue hacia el norte y en estos momentos comienza a llover en la llanura que se abre a sus ojos.
En la dirección del norte, o para ser más precisos, hacia el noroeste, se ve una cadena de altos y empinados montes, sobre los que cabalgan nubes y más nubes, como si intentasen formar cumbres ilusorias sobre las verdaderas de roca y hielo a cuyos lados hay bosques. Es una cordillera muy lejana.
"Aquí agua, allá arriba nieve. Aquella es la cordillera del Hermón. Se ha echado encima una cubierta más extensa de blancura. Si cuando lleguemos a Aera todavía hay sol, veréis cómo el pico se tiñe de color de rosa" dice Timoneo, a quien el amor de su región le incita a alabar sus bellezas.
"Pero con todo y eso sigue lloviendo. ¿Todavía está lejos Aera?" pregunta Mateo.
"Todavía. Llegaremos al atardecer."
"¡Dios nos libre de los achaques!" concluye Mateo que es poco amigo de caminar con mal tiempo.
Todos van envueltos en sus mantos. Debajo llevan las alforjas de viaje para defenderlas del agua, y defender también los vestidos que se pondrán cuando lleguen, porque los que llevan van bañados completamente y las fimbrias están ya enlodadas.
Jesús va adelante, sumido en sus pensamientos. Los otros mordisquean sus panes. Juan de broma dice: "No hay necesidad de buscar manantiales para calmar la sed. Basta con que uno eche la cabeza atrás, abra la boca, y los ángeles le meten a uno el agua que quiera."
Ermasteo que también es joven como Felipe de Arbela y Juan, dice: "Simón de Jonás que se quejaba de los camellos, pero por mi parte prefiero estar en una de esas torres movibles que este lodazal. ¿Qué dices tú?"
Y Juan: "Yo digo que me encuentro bien donde quiera que sea con la condición de que esté Jesús..."
Los tres jóvenes se ponen a hablar entre sí animadamente.
Los cuatro de más edad se apresuran y alcanzan a Jesús. Timoneo y Marcos se quedan atrás charlando...
"Maestro, en Aera estará Judas de Simón..." dice Andrés.
"Ciertamente, y con él Tomás, Natanael y Felipe."
HABLAN DE JUDAS ISCARIOTE
"Si crees que es justo que haya diversidad
en las especies de animales, vegetales y astros,
¿por qué pretendes que todos los hombres sean iguales?
"Maestro... cuánto me gustan estos días de paz" suspira Santiago.
"No digas eso, Santiago."
"Lo sé... pero no puedo menos de decirlo..." y da otro suspiro.
"También estará Simón Pedro con mis hermanos. ¿No estás contento?"
"¡Yo mucho! Maestro ¿Por qué Judas de Simón es tan diverso a nosotros?"
"¿Por qué el agua se alterna con el sol, el calor con el frío, la luz con las tinieblas?"
"Porque no siempre se puede tener una y la misma cosa. La vida terminaría en la tierra."
"Dijiste bien, Santiago."
"Pero esto no tiene nada que ver con Judas."
"Respóndeme. ¿Por qué las estrellas no son todas como el sol, grandes, calientes, hermosas, inmensas?"
"Porque... la tierra se quemaría con tanto calor."
"¿Por qué las plantas no son todas como los nogales? Por plantas quiero decir todo lo que es vegetal."
"Porque las bestias no podrían comer nada."
"¿Y entonces por qué no todas las plantas son hierba?"
"Porque... no tendríamos leña para la cocina, para los fogones, para los utensilios, carros, barcas, muebles."
"¿Por qué los pájaros no son todos como las águilas y los animales como los elefantes o camellos?"
"En buena nos encontraríamos si así fuese."
"¡Luego esta variedad te parece una buena cosa!"
"Sin duda alguna."
"Piensa por ti mismo. ¿Por qué crees que Dios lo hizo así?"
"Para ayudarnos todo lo posible."
"¡Luego para un bien! ¿O no estás cierto de ello?"
"Como lo estoy de que vivo."
"Si crees que es justo que haya diversidad en las especies de animales, vegetales y astros, ¿por qué pretendes que todos los hombres sean iguales? Cada uno tiene su misión y su forma. La infinita diversidad de las especies, ¿te parece que es señal de poder o de impotencia del Creador?"
"De poder. Una sirve para hacer resaltar la otra."
EL OFICIO DE CADA UNO DE LOS DIENTES
"Muy bien. También Judas sirve para lo mismo, como tú sirves para tus compañeros y ellos para ti. Tenemos treinta y dos dientes en la boca, y si los miras bien, poco se diferencian entre sí. No sólo en las tres clases, sino entre los individuos de una misma tribu. Cuando estás comiendo mira el oficio de cada uno de ellos. Verás que los que parecen menos útiles, que trabajan menos, son los que hacen el oficio de cortar el pan, y de pasarlo a los demás que desmenuzan para pasarlo a los otros que lo reducen a masa. ¿O no es así? A ti te parece que Judas no hace nada, o que hace mal. Te recuerdo que Me ha anunciado, y bien, por la Judea meridional, y que tú mismo dijiste que sabe ser diplomático con los fariseos."
"Es verdad."
Mateo observa: "También es muy inteligente en buscar dinero para los pobres. Pide, y sabe pedir, cosa que yo no sé... Tal vez porque ahora el dinero me causa vómito."
Simón Zelote baja la cara que es toda una ascua. Andrés que lo nota, le pregunta: "¿Te sientes mal?"
"No, no... La fatiga... no creo que sea nada."
JESÚS PREGUNTA A ZELOTE PORQUE SE PUSO COLORADO
Jesús le mira fijamente, y Zelote se pone más colorado. Jesús no dice nada.
Timoneo llega corriendo: "Maestro, mira ese poblado. Está antes de Arbela. Podemos pararnos allí y pedir unos asnos."
"Ya casi no llueve. Es mejor seguir adelante."
"Como quieras, Maestro, pero si me permites me adelanto."
"Ve, si quieres."
Timoneo se va corriendo con Marcos. Jesús sonriendo hace notar: "Quiere que tengamos un ingreso triunfal."
Todos se han reunido en un solo grupo. Jesús los deja que se acaloren disputando sobre la diversidad de regiones, y luego se retira, no sin llevar consigo a Zelote. Apenas están aparte le pregunta: "¿Por qué te pusiste colorado, Simón?"
Se pone como una ascua, pero no pronuncia palabra alguna. Jesús repite la misma pregunta y Simón a ponerse más rojo, pero no dice ni siquiera esta boca es mía. Finalmente vuelve a preguntarle.
"Señor, tú lo sabes ¿Por qué quieres que te lo diga?" dice en voz alta Zelote como si sufriese un tormento.
"¿Estás seguro de ello?"
"No me lo negó. Añadió con todo: "Lo hago por prever. Tengo buen sentido común. El Maestro no piensa en el mañana". Puede ser verdad esto, pero hay siempre... es siempre... Maestro di la palabra exacta."
"Es señal siempre de que Judas es tan solo un "hombre". No sabe elevarse para ser un espíritu. Pero más o menos todos sois iguales. Tenéis miedo de cosas que no tienen valor. Os atormentáis por cosas inútiles. No tenéis confianza en la Providencia que es poderosa y es presente en todas partes. Bueno, que esto se quede entre nosotros dos ¿O no?"
"Sí, Maestro."
Hay un silencio. Luego Jesús dice: "Pronto regresaremos al lago... Será algo bello el detenernos un poco después de tanto caminar. Nosotros dos iremos a Nazaret por un tiempo, cerca de las Encenias. Tú estás solo... Los otros con sus familias. Vendrás conmigo."
"Señor, Judas y Tomás, y también Mateo están solos."
Cada uno celebrará la fiesta con su familia.
Quiero a Lázaro, pero estar contigo es estar en el paraíso.
Gracias, Señor
PEDRO VIENE CON ASNOS
"No te preocupes. Cada uno celebrará la fiesta con su familia. Mateo tiene una hermana. Tú estás solo. A menos que quieras irte con Lázaro..."
"No, Señor" prorrumpe Simón. "No. Quiero a Lázaro, pero estar contigo es estar en el paraíso. Gracias, Señor" y le besa la mano.
Hace tiempo que han pasado el poblado, y ya tienen encima otro aguacero. Por el camino inundado aparecen Timoneo y Marcos que gritan: "Deteneos. Está Simón con los asnos. Lo encontré que venía. Hace tres días que viene a este lugar, y siempre con lluvia."
Se detiene bajo un montón de ruinas que los defiende un poco del chaparrón. Pedro montado en un asno y trayendo otros detrás aparece por el sendero. Viene todo cubierto, como si fuera un fraile.
"¡Dios te bendiga, Maestro! Si ya lo había dicho que me bañaría como si me hubiese echado en el lago. ¡Ea! ¡Pronto! Todos a montarse, que tres días hace que Aera tiene tanto fuego encendido como para secarte los vestidos al pasar. ¡Pronto pronto!... ¡Qué fachas! ¡Vaya si tenéis cabeza vosotros! ¿No podíais haberlo detenido aquí? ¡Ah! ¡Qué falta hago siempre! Ved, os lo estoy diciendo, ved que tiene los cabellos tiesos como si fuese un ahogado. Debe de estar muerto de frío. ¡Bajo esta agua! ¡Qué imprudencia! ¿Y vosotros? ¿Y vosotros? ¡Oh pedazos de!... Tu hermano, eres el primero, y luego todos vosotros. Sois unos cabezas de chorlito... Parecéis unos sacos en el canal. ¡Ea, pronto! Ah, otra vez no os lo confiaré. Me muero de angustia..."
"Y de hablar, Simón" dice calmadamente Jesús, mientras el asnillo trota junto al de Pedro, que se coloca a la cabeza de la caravana borriqueña. Jesús repite: "Y de hablar. Y de hablar inútilmente. No me has dicho si ya llegaron los demás... Si las mujeres ya partieron. Si tu mujer está bien. Nada me has dicho."
"Te lo contaré todo. ¿Pero por qué partiste bajo este aguacero?"
"¿Y tú por qué viniste?"
"Porque tenía prisa de verte, Maestro mío."
"También Yo porque tenía premura de reunirme contigo, Simón mío."
"¡Oh, mi querido Maestro! Cuánto te quiero. ¿Esposa, niño, casa? ¡Nada, nada! Todo carece de sabor si no estás Tú. ¿No crees que te amo así?"
"Lo creo. Sé quien eres, Simón."
"¿Quién?"
"Un niño grandote lleno de pequeños defectos, y que ocultas bajo ellos muchas hermosas cualidades. Pero una no está sepultada y es tu honestidad en todo. Bien ¿Quién está en Aera?"
"Judas, tu hermano, con Santiago, además Judas de Keriot con los otros. Parece que Judas ha hecho mucho bien pues todos le alaban...
"¿Te ha hecho algunas preguntas?"
"¡Muchas! A todas respondí diciendo que no sabía nada. De veras, fuera de haber acompañado a las mujeres hasta Gadara no sé otra cosa. ¿Sabes? No le dije nada de Juan de Endor. Cree que está contigo. Deberías decirlo a los demás."
"No. Tampoco lo saben. Es inútil decirlo. Pero estos borricos... por tres días... ¡Cuánto habrás gastado! ¿Y los pobres?"
Los borriquitos no me cuestan nada.
Los de Aera me habrían dado mil, tratándose de Ti,
y sin costo alguno.
"Los pobres... Judas tiene mucho dinero y piensa en ellos. Los borriquitos no me cuestan nada. Los de Aera me habrían dado mil, tratándose de Ti, y sin costo alguno. Tuve que imponerme para que no viniese a tu encuentro con un ejército de burros, Timoneo tiene razón. En esta población todos creen en Ti. Son mejores que nosotros..." y da un suspiro.
"¡Simón, Simón! Nos tributaron honores en la otra parte del Jordán. Un galeote, unas mujeres paganas, pecadores dieron ejemplo de perfección. Acuérdate siempre de ello, Simón de Jonás. Siempre."
Hay muchos enfermos, ¿sabes?
"Los enfermos, pronto" dice Jesús
"Ellos sufren más que Yo"
"Lo trataré, Señor. Mira, mira, allí los primeros de Aera. Mira cuánta gente. Ahí está la madre de Timoneo. Ahí tus hermanos entre la multitud. Ahí los discípulos que habías enviado delante, antes de que llegase Judas de Keriot. Mira al hombre más rico de Aera con sus siervos. Quería que te hospedases en su casa, pero la mamá de Timoneo hizo ver que ella tenía derecho, y Tú te hospedarás en su casa. ¡Mira, mira! Están furiosos porque el agua extinguió sus antorchas. Hay muchos enfermos, ¿sabes? Se quedaron en la ciudad, cerca de la entrada, para que te puedan ver al punto. Los acogió uno que tiene una tienda de leña. Hace tres días que están ahí. Pobre gente. Nos hacíamos cruces viendo que no llegases."
Los gritos de la multitud impiden que Pedro continúe hablando. Se calla, pero se queda al lado de Jesús como si fuera su escudero. La multitud se acerca compacta. Ahora se divide, y Jesús pasa en su borriquito, bendiciendo a todos, bendiciendo siempre.
"Los enfermos, pronto" dice Jesús que no se cuida de las protestas de los que quisieran que se resguardase bajo un techo, y que quieren darle algo de comer y algo de calor porque temen que le vaya a pasar algo. "Ellos sufren más que Yo" les responde.
Dan vuelta hacia la derecha. Ahí está el pobre tendejón de leña. La puerta está abierta y un grito de lamento sale de él: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!"
Es un coro de súplicas, constante como una letanía. Voces de niños, de mujeres, de hombres, de ancianos. Tristes como balidos de ovejas que sufren, pesarosos como de madres que están muriendo, reducidos a nada como a quien le queda una sola esperanza, temblorosas como quien sabe que no tiene otra cosa más que llorar...
"A todos los que creen en Mí, salud y bendición."
Jesús entra en el tendejón. Levanta su mano derecha y con su potente voz dice: "A todos los que creen en Mí, salud y bendición."
Vuelve a su asno y hace como si quisiese volver atrás, pero la multitud lo rodea, los curados están a su alrededor. A la luz de las antorchas, que protegen los portales, se ve la multitud que enloquece de alegría aclamando al Señor, que como que desaparece en medio de los niños que sus mamás le presentan entre los brazos, en las piernas, y hasta por el cuello del borriquito, sosteniéndolos para que no caigan. Por los brazos de Jesús hay niños como florecitas, y El, feliz sonríe. Los besa, porque no puede bendecirlos. El turno de los niños concluye, es el de los ancianos curados quienes lloran de alegría, y le besan el vestido, cosa que hacen también los hombres y las mujeres... Ya es de noche cuando entra en la casa de Timoneo donde puede descansar un poco al arrimo del fuego y secarse sus mojados vestidos.
V, 1020-1027
A. M. D. G.