MARÍA Y MATÍAS

 


 

#Jesús se detiene a acariciar a dos pequeñuelos: a un niño que tendrá unos cuatro años y a una niña de unos ocho o nueve.  

#"Gran honra, Maestro, verte" 

  #"¿Todavía está aquí? Lárgate. No hay nada para ti. Lárgate. ¿Entendiste?. Aquí no hay lugar para los vagabundos..."  

#"Piedad, señor. Un pan al menos para mi hermanito. Tenemos hambre..."  

#"Son unos vagabundos, Maestro, y ladrones. Hace poco encontré a esa niña que raspaba la prensa de las aceitunas. Quería entrar a robar. Quién sabe de dónde vienen. No son de este lugar." 

#"Y tú Jacob, ¿por qué no has dado pan a estos niños? ¿un pan, un poco de leche y un puñado de heno para que durmiesen y reparasen su cansancio?"  

#Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te desagradará, que te desagradará mucho... Y cuando lo veas, golpéate el pecho diciendo: "Me lo merecí"  

#"No todos los que me llaman "Señor" podrán tenerme a su lado, porque no con palabras sino con acciones se da prueba del amor y del respeto.  

#Estos inocentes recibieron el pan no de Mí, sino del Padre, porque Él es mi Padre y Padre también de los huérfanos, el que da nido y sustento a los pájaros de la selva. Estos podrán decir, como todos los miserables que saben ser "hijos inocentes y amorosos", que Dios puso en sus manecitas el pan y que con su mano paternal los llevó a un techo que les dio refugio.

 


 

Vuelvo a mirar el lago Merón en un día gris lluvioso... Lodo y nubes. Silencio y neblina. El horizonte desaparece entre la niebla. Las cadenas del Hermón están sepultadas bajo montones de nubes, Pero desde este lugar -que es una meseta cercana al pequeño lago todo gris y amarillento con el lodo de tantos riachuelos y por el cielo de noviembre lleno de nubecillas- se ve este pequeño espejo de agua que alimenta el alto Jordán que se ensancha después para ir a desembocar en el gran lago de Genesaret..

Baja una tarde siempre más triste y lluviosa, mientras Jesús va caminando por el sendero que corta el Jordán después del algo Merón para tomar una vía directa que lleve a casa...

Otra dulce visión de Jesús y de dos niños.

 

JESÚS SE ENCUENTRA CON UN NIÑO DE UNOS CUATRO AÑOS 

Y UNA NIÑA DE UNOS OCHO O NUEVE

 

Digo esto porque veo a Jesús, que pasa por una vereda entre dos campos sembrados recientemente, porque la tierra está todavía suelta y negruzca, como cuando acaba de sembrarse, y que se detiene a acariciar a dos pequeñuelos: a un niño que tendrá unos cuatro años y a una niña de unos ocho o nueve. Deben ser muy pobres porque sus vestiditos son de garras. Sus caritas están llenas de tristeza y sufrimiento.

Jesús no les pregunta nada. Los mira fijamente mientras los acaricia. Luego se apresura a ir a una casa que está al final de la vereda: es una casa de campiña pero bien arreglada, con una escalera externa que sube del suelo a la terraza en que hay una para, que ahora está sin racimos ni hojas, a no ser una que otra ya muy amarilla que está colgada y que ondea a la caricia del viento húmedo de un día negruzco de octubre. En el parapeto de la casa hay palomos que giran esperando el agua que promete el cielo gris y lleno de nubes...

 

JESÚS ENTRA EN LA CASA DE JACOB

 

"¿Todavía está aquí? Lárgate. 

No hay nada para ti. Lárgate. ¿Entendiste? 

Aquí no hay lugar para los vagabundos..." 

 

Jesús a quien siguen los suyos, empuja el rústico cancel y entra en el patio, diríamos en la era, donde hay un pozo y en un rincón un horno. Supongo que sea ese cuchitril que tiene las paredes más ahumadas, y de donde sale humo que el viento empuja contra la tierra. Al ruido de los pasos se asoma una mujer a la puerta del cuchitril y al ver a Jesús lo saluda con alegría y corre a dar la nueva al dueño de la casa.

Es un vejete todavía gordo que sale a la puerta y presuroso va a Jesús: "Gran honra, Maestro, verte" le dice por saludo.

Jesús lo saluda con: "La paz sea contigo" y añade: "La tarde está cayendo y la lluvia está cerca. Te pido un refugio y un pan para Mí y para mis discípulos."

"Entra, Maestro. Mi casa es tuya. La sierva está preparando el pan. Estoy muy contento de ofrecértelo con el queso hecho de la leche de mis ovejas y con los frutos de mis huertos. Entra, entra. que el viento está húmedo y frío." Y con mucha cortesía sostiene la puerta abierta inclinándose cuando pasa Jesús, Pero luego cambia de tono al dirigirse a alguien que está viendo y enojado dice: "¿Todavía está aquí? Lárgate. No hay nada para ti. Lárgate. ¿Entendiste? Aquí no hay lugar para los vagabundos..." y entre dientes refunfuña: "y tal vez hasta ladrones como tú."

Una vocecita en llanto responde: "Piedad, señor. Un pan al menos para mi hermanito. Tenemos hambre..."

Jesús que había entrado en la cocina que rebosa de alegría con un fuego que la alumbra, se asoma al umbral, Tiene ya su rostro cambiado. Enérgico pero con tristeza pregunta no al dueño de la casa, sino en general, como si preguntase a la era, a la higuera ue no tiene ya hojas, al pozo oscuro: "¿Quién tiene hambre?"

"Yo, Señor, yo y mi hermano. Un pan solo y nos vamos."

Jesús está ya afuera, en medio del aire cada vez más oscuro por el atardecer y por la lluvia que se aproxima. "Acércate" dice.

"Tengo miedo, Señor."

"Ven aquí, te lo mando ¡No tengas miedo de Mí!"

De la esquina de la casa se asoma la pobre niña. A los jirones de su vestido viene agarrándose su hermanito. Se adelantan temblando de miedo. Miran a Jesús con temor, con terror al dueño de la casa que abre tamaños ojos y dice: "Son unos vagabundos, Maestro, y ladrones. Hace poco encontré a esa niña que raspaba la prensa de las aceitunas. Quería entrar a robar. Quién sabe de dónde vienen. No son de este lugar."

Jesús parece como si no le hiciese caso. Mira detenidamente a la niña de carita demacrada y de cabellera desordenada, que son dos colitas al lado de las orejas, amarradas con una cinta de trapo viejo. El rostro de Jesús refleja dulzura al ver a la pobrecita niña. Se le nota que hay tristeza, pero que sonríe para darle valor: "¿Es verdad que querías robar? Di la verdad."

"No, Señor. Pedí un poco de pan porque tengo hambre. No me lo dieron. Vi allí un pedazo, estaba tirado en la tierra, junto a la prensa, y quise ir a cogerlo. Tengo hambre, Señor. Ayer me dieron un solo pan y fue para mi y Matías... ¿Por qué no nos echaron al sepulcro con mi mamá?" La niña llora sin consuelo y su hermanito la imita.

 

JESÚS HABLA CON LA NIÑA

 

"No llores." Jesús la consuela, la acaricia, la trae hacia Sí.

"Dime, de dónde eres."

"De la llanura de Esdrelón."

"¿Y viniste hasta aquí?"

"Sí, Señor."

"¿Hace mucho tiempo que murió tu madre? ¿No tienes padre?"

"Mi padre murió porque lo mató el sol cuando era la cosecha del trigo y mi mamá murió la luna pasada... ella y el niño que nació..." El llanto es mayor.

"¿No tienes ningún familiar?"

"¡Vinimos de muy lejos! No éramos pobres... Mi papá tuvo que meterse a servir. Ya murió y mi mamá con él."

"¿Quién era el dueño?"

"El fariseo Ismael."

"¡El fariseo Ismael!... (no puede traducirse ni describirse el modo cómo Jesús repite este nombre). ¿Te viniste porque quisiste o porque te arrojaron?"

"Me arrojaron, Señor. Dijo: "¡A la calle los perros hambrientos!" 

 

"Y tú Jacob, ¿por qué no has dado pan a estos niños? 

 

"Y tú Jacob, ¿por qué no has dado pan a estos niños? ¿un pan, un poco de leche y un puñado de heno para que durmiesen y reparasen su cansancio?"

"Pero... Maestro... apenas si alcanza para mí... y la leche es poca... y tenerlos en casa... Estos son como animales errantes... si se les hace buena cara, nunca se van..."

 

"¿Y te falta lugar y alimento para estos infelices? 

¿Puedes decirlo con la mano en el pecho, Jacob? 

 

"¿Y te falta lugar y alimento para estos infelices? ¿Puedes decirlo con la mano en el pecho, Jacob? La cosecha de tus trigales, la abundancia del vino, del aceite y de las frutas, todo lo que te ha hecho famoso este año, ¿por qué te vinieron? ¿Te puedes acordar? Hace dos años el granizo te destruyó tus posesiones y estabas preocupado por tu vida... Vine y te pedí un pedazo de pan... Me habías oído hablar cierto día y me creíste... llevado de tu dolor me abriste el corazón y tu casa y me diste pan y refugio. Yo al salir, ¿qué te dije esa mañana? "Jacob, has comprendido la verdad. Procura ser siempre misericordioso y tendrás misericordia. Por el pan que diste al Hijo del hombre, estos campos te darán abundantes mieses, tus olivos estarán llenos como llena está la playa de arena y tus árboles frutales doblarán sus ramas del peso. Lo viste y eres el más rico de la región este año. ¿Y niegas un pan a dos niños?..."

"Pero Tú eres el Rabbí..."

 

Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te 

desagradará, que te desagradará mucho...

 

"Por lo mismo, podía convertir estas piedras en pan. Estos no pueden hacerlo. Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te desagradará, que te desagradará mucho... Y cuando lo veas, golpéate el pecho diciendo: "Me lo merecí". " Jesús se vuelve a los niños: "No lloréis. Id a ese árbol y tomad frutas."

"Si no tiene ni hojas, Señor" replica la niña.

"Ve."

La niña va y regresa con manzanas frescas y bonitas en su faldita.

"Comed y venid conmigo" dirigiéndose a los apóstoles: "Vamos a llevar a estos dos pequeñuelos a Juana de Cusa. Ella se acuerda siempre de los beneficios recibido y tiene misericordia por amor de quien tuvo para con ella. Vámonos."

El vejete sin saber qué hacer y apenado, trata de obtener perdón: "Ya es de noche, Maestro. Puede llover de un momento a otro. Vuelve a entrar en mi casa. Mira que la sierva acaba de sacar el pan del horno... También te daré para estos."

"No es necesario. No me lo das por amor sino por miedo del castigo que te dije."

"¿No es este (y señala las manzanas que se cortaron del árbol y que ávidamente comen los niños), no es este, pues, el milagro?"

"No." Jesús está muy irritado.

"¡Oh, Señor, Señor, ten piedad de mí! ¡Lo he comprendido! Me quieres castigar en las mieses. Piedad, Señor."

 

"No todos los que me llaman "Señor" 

podrán tenerme a su lado,

 

"No todos los que me llaman "Señor" podrán tenerme a su lado, porque no con palabras sino con acciones se da prueba del amor y del respeto. Se te compadecerá como antes."

"Yo te amo, Señor."

"No es verdad. Me ama quien ama, porque así he enseñado. Tú no amas más que a ti mismo. Cuando me ames como he enseñado, el Señor regresará. Ahora me voy. Mi razón de estar aquí es por hacer el bien, por consolar a los afligidos, por secar las lágrimas de los huérfanos. Como una gallina extiende sus alas para proteger sus polluelos indefensos, así extiendo mi poder sobre los que sufren y son atormentados. Venid, niños. Pronto tendréis casa y pan. Adiós, Jacob."

No contento con irse, hace que tomen a la niña cansada en sus brazos. Es Andrés quien lo hace y la cubre con su manto. Jesús toma al niño y se van, por el sendero oscuro, con su carga que no llora más.

Dice Pedro: "¡Maestro! Qué suerte tuvieron estos que hubieses llegado a tiempo. ¡Pero para Jacob!... ¿Qué le vas a hacer, Maestro?"

"Justicia. No conocerá el hambre porque tiene repletas sus trojes por mucho tiempo, pero sí la tristeza al ver que sus espigas no tendrán grano y que sus olivares y manzanares no tendrán más que hojas. Estos inocentes recibieron el pan no de Mí, sino del Padre, porque Él es mi Padre y Padre también de los huérfanos, el que da nido y sustento a los pájaros de la selva. Estos podrán decir, como todos los miserables que saben ser "hijos inocentes y amorosos", que Dios puso en sus manecitas el pan y que con su mano paternal los llevó a un techo que les dio refugio."

La visión termina así. Y me quedo sumergida en gran sosiego.

V. 1031-1035

A. M. D. G.