JESÚS EN NAZARET.
ESTÁN TAMBIÉN JUAN DE ENDOR
Y SÍNTICA
#JUAN DE ENDOR SE ALEGRA DE LA VENIDA DE JESÚS, LOS MISMO MARZIAM Y SÍNTICA
JUAN DE ENDOR SE ALEGRA DE LA VENIDA DE JESÚS, LOS
MISMO MARZIAM Y SÍNTICA
"¡Maestro, Maestro, Maestro!" Estos tres gritos que Juan de Endor emite al salir de su habitación cuando iba a lavarse en el estanque al encontrarse con Jesús que regresa, despiertan a Marziam que sale corriendo del cuarto de María, vestido con su tuniquilla sin mangas y corta, sin sandalias, pero con los ojos abiertos y con la boca para decir: "¡Jesús está aquí!" El niño corre. Se arroja en los brazos de Jesús. El grito de Juan de Endor despierta también a Síntica que ha dormido en el antiguo lugar donde trabajó José. Momentos después se deja ver ya vestida, pero con las trenzas de color violeta en desorden, que caen sobre su espalda en forma de caireles.
Jesús con el niño en brazos saluda a Juan y a Síntica a quien invita a que entre, porque el viento que sopla es muy fuerte, y es el primero en entrar llevando consigo a Marziam a medio vestir, que castañetea los dientes pese a su edad, junto al fuego que hay allí, donde María se pone a calentar la leche, y los vestidos del niño para que no se vaya a resfriar.
Os había prometido que vendría. También Simón
Zelote vendrá hoy o mañana.
Le di un encargo pero pronto
estará aquí y estaremos juntos por muchos días
Los otros dos no dicen una palabra, pero, con su modo de ser, parece que personifican la alegría estática. Jesús está sentado con el niño en sus rodillas. La Virgen pronta, muy pronta, lo envuelve en la ropa caliente. Jesús alza su mirada y sonriente les dice: "Os había prometido que vendría. También Simón Zelote vendrá hoy o mañana. Le di un encargo pero pronto estará aquí y estaremos juntos por muchos días."
La Virgen ha acabado ya de vestir a Marziam. De sus mejillas desaparece el color morado que antes había. Jesús lo baja de sus rodillas, se pone de pie y se dirige a la habitación contigua. Todos lo siguen. La última en llegar es María con el niño de la mano, a quien dulcemente reprende del siguiente modo: "¡Qué quieres que te haga ahora! Desobedeciste. Te había dicho: "Quédate en la cama hasta que venga yo", y fuiste el primero en salir..."
"Los gritos de Juan me despertaron..." dice Marziam excusándose.
"Era cuando debías de haber obedecido. Estarse en la cama mientras se tiene sueño no significa obedecer ni tampoco tiene mérito alguno. Debías de haberlo hecho cuando había algún mérito, o ejercitar la voluntad. Yo te habría llevado a Jesús. Todo lo habrías logrado y sin exponerte a un resfriado."
"No me imaginaba que hiciera tanto frío."
"Pero yo sí lo sabía. No me gusta que seas desobediente."
"Mamá, me causa mayor dolor verte así.... Si no hubiera sido Jesús, no me hubiera levantado aunque me hubieses dejado sin comer. ¡Oh hermosa Mamita mía!... Bésame, mamita. Sabes que soy un pobrecito niño..."
María lo toma en sus brazos y lo besa. Las lágrimas dejan de correr por la carita del niño. Una sonrisa corre por ella y la promesa sale de sus labios: "No te desobedeceré nunca, nunca, nunca."
"Lo sé. Los corazones más duros comprenden más
fácilmente la sabiduría de Dios sobrenaturalmente
luminosa si mi Madre la explica.
Entre tanto Jesús está hablando con los dos discípulos. Se informa de sus adelantos en la sabiduría, y como dicen que todo cobra luz bajo la palabra de María, añade: "Lo sé. Los corazones más duros comprenden más fácilmente la sabiduría de Dios sobrenaturalmente luminosa si mi Madre la explica. Vosotros no tenéis un corazón duro, y por esto sacáis todo el provecho de su enseñanza."
"Ahora estás Tú aquí, Hijo. La maestra se hace discípula."
Tú serás la Madre y Maestra de los cristianos
"¡No! Tú sigues siendo la maestra. Te escucharé como ellos. Por estos días soy solo "el Hijo" No más. Tú serás la Madre y Maestra de los cristianos. Desde ahora lo eres: Yo, tu Primogénito y primer discípulo, estos, y con ellos Simón cuando llegue, y luego los demás... ¿Comprendes, Madre? El mundo está aquí: el mundo del mañana en el pequeño y puro israelita que ni siquiera cae en la cuenta de hacerse "cristiano"; el mundo, el viejo mundo de Israel representado en Zelote; la humanidad en Juan, los gentiles en Síntica. Y todos vienen a tí, santa Madre que alimentas con la sabiduría y con la vida al mundo y a los siglos. ¡Cuántos son los que los que desean que los alimentes! ¡Y cuántos habrá en los siglos venideros! Los Patriarcas y los Profetas suspiraron por ti, pues de tu seno fecundo nacería el que es alimento del hombre. Te buscarán los "míos" para obtener el perdón, para que los instruyas, los defiendas, los ames, como si fuesen otros tantos Marziam. ¡Y dichosos los que lo hicieren! Porque no se podrá perseverar en el Mesías si la gracia no tiene tu ayuda, de ti, la Madre llena de gracia."
María al oír las alabanzas de su Hijo parece una rosa que luce más en el vestido negro que lleva. Es una hermosa rosa en medio de un vestido humilde de tosca lana café oscuro...
JUDAS Y SANTIAGO DE ALFEO HABLAN DE SIMÓN ZELOTE
Llaman a la puerta y entran en grupo María de Alfeo, Santiago y Judas que traen agua en los cántaros y también leña. Mutuamente se alegran al verse, y más cuando saben que pronto llegará Zelote. El cariño de los hijos de Alfeo es claro, aunque no dijese nada Judas, que responde a algo que su madre había manifestado al notar tal alegría: "Mamá, exactamente en esta casa, y en un atardecer que fue muy triste para nosotros, él nos brindó el cariño de padre y nos lo sigue brindando. No podemos olvidarlo. Para nosotros es el "papá". Para él somos sus "hijos". ¿Qué hijos hay que no se alegren al volver a ver a su buen padre?"
María de Alfeo reflexiona y lanza un suspiro... Después, aun cuando no deja de sentir sus penas, con su sentido práctico dice: "¿Dónde lo vais a dejar dormir? Enviadlo a mi casa."
"No, María. Él estará aquí. Todo está ya dispuesto. Síntica dormirá con mi Madre, Yo con Marziam, Simón en el taller. Y hasta servirá para que todo esté preparado. Salgamos fuera."
Los hombres salen al huerto con Síntica, mientras las dos Marías van a la cocina a sus quehaceres.
V. 1069-1071
A. M. D. G.