JESÚS Y SALOMÉ, 

MUJER DE SU PRIMO SIMÓN

 


 

#"La paz sea contigo, Salomé" la saluda Jesús, una vez que ha estado cerca de ella. La mujer lo mira, sorprendida de su afabilidad, y responde sonrojada: "La paz sea..." El llanto que está pronto a despeñarse de su garganta le impide terminar 

#Jesús la toma por las manos y le dice: "No llores así. Habla y haré lo que quieras. Mi hijo Alfeo, el último, está muy mal... está por morir...  

#"¡Ah, María, María! Alfeo nació cuando ella estaba... Sí, perdonaré, Jesús.  

#"Tú me amas como niño y como discípulo. Alfeo me amaba sólo como niño, pero después me amará como discípulo  

#Cuando llegues a ser grande acuérdate que supiste ser discípulo mejor que los adultos, y por lo tanto abrirás tus brazos a todos los que vinieren a ti en busca mía diciéndote. "Quiero ser discípulo de Cristo". ¿Lo harás?"

 


Jesús, con Simón Zelote y Marziam, atraviesa Nazaret en dirección al campo de Caná a Nazaret, y atraviesa la ciudad, su ciudad incrédula y hostil, por las calles más céntricas y por la plaza del mercado, que se encuentra llena de gente en estas horas de la mañana. Muchos se vuelven a mirarlo. Alguno que otro le saluda. Las mujeres, sobre todo las de edad, le envían alguna sonrisa, y exceptuando a uno que otro niño, nadie se acerca a El. Un murmullo le sigue cuando ya pasó. Jesús ciertamente cae en la cuenta de todo, pero finge como si nada notase. O habla con Simón, o con el niño que camina entre ambos.

 

"La paz sea contigo, Salomé" la saluda Jesús

 

Ya están casi en las últimas casas. En la puerta de una de ellas hay una mujer de cuarenta años más o menos. Parece como si estuviese esperando a alguien. Cuando ve a Jesús hace ademán de avanzar, pero se detiene y baja la cabeza como si sintiese vergüenza.

"Es una pariente mía. Es la mujer de Simón de Alfeo" dice Jesús al apóstol.

La mujer parece que pisa ascuas, tales son los sentimientos que manifiesta. Cambia de color, levanta, baja los ojos. Toda su cara muestra unas ansias de hablar, que algún motivo refrena.

"La paz sea contigo, Salomé" la saluda Jesús, una vez que ha estado cerca de ella.

La mujer lo mira, sorprendida de su afabilidad, y responde sonrojada: "La paz..." El llanto que esta pronto a despeñarse de su garganta le impide terminar la frase. Se cubre el rostro con el brazo doblado y llora angustiosamente, apoyada contra el quicio de la puerta.

"¿Por qué lloras de ese modo, Salomé? ¿Puedo hacer algo para consolarte? Ven aquí, detrás de la esquina y dime qué te pasa..." La toma por el brazo, y la lleva hacia el callejón que hay entre su casa y el huerto de otra. Simón y Marziam, del todo sorprendidos, se quedan en la bocacalle.

"Qué te pasa, Salomé. Sabes muy bien que siempre te he querido. Siempre os he querido. A todos. Y os quiero. Créemelo y ten confianza..."

Sucede algo así como si las lágrimas se detuviesen para escuchar aquellas palabras, y comprender lo que quieren decir, para que después más fuertes se derramen, y en cada palabra se envuelvan. "Tú sí... Nosotros... Ya no... Ni siquiera Simón... El es más necio que yo... Se lo decía... "Llama a Jesús"..Pero toda una población está en contra tuya... mía... y de mi hijo..." Tocado el punto trágico, el llanto se desborda mucho más. La mujer se retuerce, llora, se golpea la cara como presa de un delirio.

 

Jesús la toma por las manos y le dice: 

"No llores así. Habla y haré lo que quieras. 

Mi hijo Alfeo, el último, está muy mal... 

está por morir...

 

Jesús la toma por las manos y le dice: "No llores así. Aquí estoy Yo para consolarte. Habla y haré lo que quieras..."

La mujer lo mira con los ojos fuera de sus órbitas, llenos de admiración y dolor. La esperanza le da fuerzas para hablar y hasta con orden: "Aun cuando Simón sea culpable ¿tendrás piedad de mí? ¿De veras?... ¡Oh, Jesús que a todos salvas! Mi hijo Alfeo, el último, está muy mal... está por morir... Tú querías a Alfeo. Le hacías juguetes... lo levantabas en alto para que cortase las uvas y los higos... y antes deque te fueses para ... para ir por el mundo, le enseñaste muchas cosas buenas... Ahora no lo podrás hacer más... Está casi muerto... No comerá uvas ni higos. No prenderá más cosas..." y fuertemente llora.

"Salomé, tranquilízate. Dime ¿qué le pasa?"

"Está enfermo del vientre. Ha gritado, se ha retorcido, por varios días ha delirado. Ahora ya no pronuncia ninguna palabra. Está como cuando alguien es golpeado en la cabeza. Llora pero no responde. Ni siquiera se acuerda de gemir. Está lívido. Ya está frío. Hace tantos días que ruego a Simón que te vaya a ver, pero... ¡oh! siempre le he amado pero ahora lo odio porque es un necio que por una idea estúpida, hace que muera mi hijo. Y si se muere, me iré. A mi casa. Con los otros hijos. No es capaz de ser un padre en el momento oportuno. Yo me preocupo y cuido de mis hijos. Me iré. Sí. Diga el mundo lo que quiera, me iré."

"No hables así. Quítate al punto ese pensamiento de venganza."

"De justicia. Me rebelo. ¿Lo ves? Te he  esperado porque nadie te decía: "Ven". Yo te lo digo, y he debido hacerlo como si se tratase de una acción mala. Y no te puedo decir: "Entra" porque dentro hay familiares de José y ..." .

 

JESÚS CURA A ALFEO

 

"No es necesario. ¿Me prometes que perdonarás a Simón y que serás siempre su fiel esposa? Si me Lo prometes Yo te digo: "Vete a tu casa y tu hijo ya curado te sonreirá". ¿Puedes creerlo?"

"Creo en Ti. Creo aunque sea contra todo el mundo."

"Y como tienes fe, ¿también puedes conseguir perdón?"

"... ¿Pero me lo curas de verdad?"

"No sólo esto, sino que también te prometo que las dudas que Simón tiene acerca de Mí se acabarán,  y el pequeño Alfeo, tus otros hijos y tú, junto con tu esposo y tu padre, volveréis a mi casa. María se acuerda mucho de ti..."

 

"¡Ah, María, María! Alfeo nació cuando ella estaba... 

Sí, perdonaré, Jesús.

 

"¡Ah, María, María! Alfeo nació cuando ella estaba... Sí, perdonaré, Jesús. No le diré ni una palabra... No, antes bien, le diré: "Mira cómo corresponde Jesús a tu modo de obrar: devolviéndote a tu hijo". ¡Esto, lo puedo decir!"

"Lo puedes... Vete, Salomé. Vete. Ya no llores. Adiós. La paz sea contigo, buena Salomé. Vete. Vete." La lleva a la puerta, mira cómo entra, sonríe al ver que debido a sus ansias corre derecha por el pasillo sin cerrar siquiera la puerta que Él cierra despacito.

Se vuelve a sus dos compañeros a quienes dice: "Y ahora vayamos a donde teníamos que ir."

"¿Crees que se convertirá Simón?" pregunta Zelote.

"No es un infiel, es tan sólo uno de los que se dejan dominar del más fuerte."

"¡Ah, entonces! ¡El milagro que es más fuerte!"

"Tú mismo te respondes... Estoy contento de haber salvado al niño. Lo vi pocas horas después de nacido, y siempre me ha querido..."

"¿Cómo yo te quiero? ¿Y se hará discípulo?" pregunta Marziam curioso y un poco incrédulo que alguien pueda amar a Jesús como él lo ama.

 

"Tú me amas como niño y como discípulo. Alfeo me 

amaba sólo como niño, pero después me amará 

como discípulo

 

"Tú me amas como niño y como discípulo. Alfeo me amaba sólo como niño, pero después me amará como discípulo. Ahora es muy niño. Tiene ocho años. Lo vas a ver."

"Entonces aparte de mi, que soy niño ¿no hay otro que sea discípulo?"

"Tú solo por ahora. Eres el primero de los niños discípulos. Cuando llegues a ser grande acuérdate que supiste ser discípulo mejor que los adultos, y por lo tanto abrirás tus brazos a todos los que vinieren a ti en busca mía diciéndote. "Quiero ser discípulo de Cristo". ¿Lo harás?"

"Lo haré" promete serio Marziam...

La campiña se ve despejada. El sol la baña, y ellos en medio del sol se me alejan...

V. 1086-1089

A. M. D. G.