"JUAN DE ENDOR, DEBES IR A 

ANTIOQUIA"

 


 

#JESÚS HABLA CON SU MADRE  

#"Sufres al alejarlos ¿no es verdad?" "Sufro. Por Mí y por ellos. Un sufrimiento que he traído clavado en el corazón durante todos estos días y que me hizo tristes aun las luces de las lámparas.  

#Jesús se endereza: "Voy... Debo decírselo. Con Síntica será más fácil... Pero para él... Mamá, vete con Marziam, despiértalo, y orad mientras hablo con él...  

#El ansia exagerada y miedosa del egoísta es diversa del cuidado prudente que tiene el justo. Si uno es avaro por el día de mañana que tal vez jamás gozaremos de él, es pecado; pero no lo es el ahorro para asegurarse el pan, asegurarlo a los familiares cuando lleguen días duros. Pecado es el cuidado egoísta del propio cuerpo, cuando se exige que todos los que están a nuestro alrededor, se preocupen por él, evitando todo trabajo o sacrificio por miedo de que el cuerpo sufre; pero no es pecado preservarlo de enfermedades inútiles en las que se puede incurrir por imprudencia, ... digamos, entre los familiares de tu mujer, o entre los guardias de las minas donde trabajaste ¿haría bien o mal?"

  #Tu Madre está fuera de todo esto. Desde el primer momento que la vi, la he respetado profundamente, porque es mujer diversa de todas las demás. Es ella el perfume de la mujer, el perfume de la mujer santa. ¿A quién no le gusta el perfume de las flores más finas? 

  #Por otra parte te confieso que a Síntica es a la que más quiero. La afinidad de cultura hace que la estime más, lo mismo que su afinidad de condición: ella esclava, yo galeoto. Esto me permite tener con ella confianza que no puedo tener con las demás. Para mí Síntica es un refugio, un descanso. No puedo decirte exactamente como la veo.  

#Si por un caso imposible, aquella desventurada de la que fue mi mujer y a quien yo maté, resucitase, siento que la perdonaría, porque ahora he comprendido que el alma femenina es fácil en querer, generosa en el darse... bien sea en el mal, como en el bien."  

#Juan se sobresalta. Algo le espera. Cambia de color su cara. Se pone tensa. Está pálida. Su único ojo se clava ahora, escudriñador, en el rostro de Jesús 

  #"También ahora Dios te confía una misión delicada y santa. Una misión que es señal de su amor. Tú solo que eres generoso, que no tienes prejuicios ni prevenciones, que eres sabio, y sobre todo, que te has ofrecido a toda clase de renuncias y penitencias para expiar lo que te falta, la deuda que tienes con Dios, tú eres el único que puede llevarla a cabo. Cualquier otro la rechazaría y tendría razón, porque le faltarían las cualidades necesarias. Ni siquiera uno de mis apóstoles posee todo lo que tienes para ir a preparar los caminos del Señor... Tu nombre de Juan lo está diciendo. Serás, pues, un precursor de mi doctrina... prepararás los caminos a tu Maestro... mejor dicho, harás las veces del Maestro que no puede ir tan lejos (Juan se estremece y trata de zafarse del brazo de Jesús para mirarle en la cara, pero no lo logra porque Jesús lo retiene suave pero firmemente, mientras de su boca se oye)... No puedo ir tan lejos.. hasta Siria... hasta Antioquia... 

  #"¡Señor!" grita Juan zafándose fuertemente de los brazos de Jesús. "¡Señor, hasta Antioquia ¿Dime que he entendido mal?. Pero Jesús no puede decir: "Entendiste mal." Abre los brazos. 

  #"Ya no me quieres más contigo ¿qué cosa hice que te pudo haber desagradado, Señor? Jesús sufre visiblemente y ora..."Madre, aquí un momento."  

#Es la última expiación que Dios te impone para abrirte las puertas del cielo. Escucha..." "Hasta la muerte... ¡Horrible será!..."La mía, lo digo. ¡La mía!..." "La tuya será placentera. La consolaré con mi presencia, que te infundirá la certeza de que Dios te ama, de que te ama Síntica, además de la alegría de haber preparado el triunfo del Evangelio en Antioquia. 

  #"Te lo he dicho en secreto para explicarte una de las razones por las que te mando lejos, es esta. "Por la Verdad que soy Yo, te prometo que estaré inclinado sobre tu almohada cuando llegue tu agonía."  

#Mas por ti, alegría de mi corazón en este segundo año que enseño, haré algo más. Iré a llevarte en paz, dándote el encargo de decir a los que esperan: "La hora del Señor ha llegado. Como ahora viene la primavera sobre la tierra, así también para nosotros despunta la del paraíso". Pero no solo entonces iré... Me sentirás siempre... Lo puedo hacer y lo haré. Tendrás al Maestro en ti como ni ahora lo tienes. Porque el amor puede comunicarse a quien ama, y tan sensiblemente que llegue no sólo al corazón, sino a los sentidos mismos. ¿Estás ahora más tranquilo, Juan?" 

  #"¿Rebelarme? Jamás. Te perdería completamente. Digo: "Padre" mío: hágase tu voluntad."  

#"Sí, te lo voy a llamar al punto... También llamaré a Síntica. También ella sufrirá... Debes ayudarla, tú, que eres hombre..."  

#Jesús entra con Síntica, la cual pregunta: "Juan ¿porqué lloras así?""¿Y qué? ¿No ha dicho que donde hay dos unidos en su nombre, estará Él en medio de ellos? ¡Ánimo, Juan!  

#"No tendréis necesidad de trabajar para vivir porque estaréis en una casa de Lázaro.  

#"¿Cómo iremos a Antioquia? "Por mar. ¿Tienes miedo?"  

#"Ten, Juan. Te la comerás por mí...""¡Pero no, muchacho! ¿Por qué?" "Porque Jesús dijo que una cucharada de miel ofrecida en sacrificio, puede traer paz y esperanza a un afligido.  

#Con esto termina el segundo año de predicación y vida pública: el año de la Misericordia...   

#"Venid a Mi para que oigáis una vez más y siempre al Verbo que os habla porque os ama, que os habla para bendeciros. Mi paz quede con vosotros". "

 


 

La mañana invernal se baña en el agua que cae del cielo. Jesús ya se levantó y está trabajando en su taller en pequeños objetos. En un rincón está presto un nuevo telar, que no es muy grande, pero bien provisto.

 

JESÚS HABLA CON SU MADRE

 

María entra con una taza de leche que espumea. "Bébetela, Jesús. Ya hace tiempo que te levantaste. Está húmedo y hace frío..."

"Sí, pero ya pude acabar todo... Estos ocho días de fiesta no dejaron trabajar en nada..." Jesús se ha sentado en el banco del carpintero, de lado. Bebe su leche, mientras María mira el telar y lo acaricia con su mano.

"¿Lo bendices, Mamá?" pregunta sonriente Jesús.

"No. Lo acaricio porque lo hiciste Tú. Al modelarlo lo has bendecido. Bien que pensaste en hacerlo. Servirá a Síntica, que es muy experta en tejer, y le servirá para atraer a casadas y mujeres jóvenes. ¿Qué otra cosa has hecho, pues veo virutas, parece que de olivo, cerca del torno?"

"Algo que servirá a Juan. Un cofrecito para sus estilos y una pequeña mesa para escribir. Y estos pequeños armarios para que ponga en ellos sus libros. No lo pudiera haber hecho si Simón de Jonás no hubiese pensado en la carreta. Así podemos cargar con todo esto, y ellos verán que aun en estas pequeñas cosas los he amado..."

 

"Sufres al alejarlos ¿no es verdad?" "Sufro. 

Por Mí y por ellos. Un sufrimiento que he traído 

clavado en el corazón durante todos estos días 

y que me hizo tristes aun las luces de las lámparas.

 

"Sufres al alejarlos ¿no es verdad?"

"Sufro. Por Mí y por ellos. Hasta ahora he esperado para hablar... y es mucho si Simón no ha llegado con Porfiria... Es hora de que hable... Un sufrimiento que he traído clavado en el corazón durante todos estos días y que me hizo tristes aun las luces de las lámparas. Un sufrimiento que debo dar ahora a otros... ¡Ah! Mamá, preferiría haber sufrido Yo solo..."

"¿Hijo mío!" María le acaricia una mano para consolarlo. Silencio... Jesús vuelve a tomar la palabra: "¿Se ha levantado ya Juan?"

"Sí. Lo oí que tosía. Tal vez está en la cocina bebiéndose su leche. ¡Pobre Juan!... " una lágrima corre por las mejillas de María.

 

Jesús se endereza: "Voy... Debo decírselo. 

Con Síntica será más fácil... Pero para él... 

Mamá, vete con Marziam, despiértalo, 

y orad mientras hablo con él...

 

Jesús se endereza: "Voy... Debo decírselo. Con Síntica será más fácil... Pero para él... Mamá, vete con Marziam, despiértalo, y orad mientras hablo con él... Es como si debiese estrujarle sus entrañas. Puedo matarlo o paralizarlo en su vida espiritual...¡Qué dolor, Padre mío!... Voy..." y sale realmente abatido.

Pocos pasos tiene que dar desde el taller. Va a la habitación de Juan, que es en la que murió Jonás, esto es, la de José. Encuentra a Síntica que entra con un manojo de leña y le saluda sin imaginarse algo. Responde absorto al saludo de la griega y luego se detiene a mirar un sembradío de lorios de los que apenas empiezan a verse las tímidas hojitas. Pero tampoco quiere decir que los mire... Luego se resuelve. Se vuelve y llama a la puerta de Juan que se asoma y cuyo rostro se llena de claridad al ver a Jesús.

"¿Puedo entrar?" pregunta Jesús.

"¡Maestro! ¡Lo puedes siempre! Estaba escribiendo lo que dijiste ayer sobre la prudencia y obediencia. Es hasta mejor que le eches una mirada, porque creo que no pude acordarme bien de todo lo referente a la prudencia."

Jesús está ya dentro de la habitación bien arreglada, en la que hay una mesita para comodidad del viejo maestro.

Jesús se inclina sobre los pergaminos y lee. "Muy bien, lo has repetido muy bien."

"Mira. Me parece que esta frase no la dije bien. Siempre dices que no es necesario preocuparse por el mañana y por el propio cuerpo. Ahora, al decir que la prudencia, aun para las cosas que se refieren al mañana, es una virtud, me parecía un error. Mío, naturalmente.

 

El ansia exagerada y miedosa del egoísta es diversa 

del cuidado prudente que tiene el justo.

 

"No. No te has equivocado. Es así como dije. El ansia exagerada y miedosa del egoísta es diversa del cuidado prudente que tiene el justo. Si uno es avaro por el día de mañana que tal vez jamás gozaremos de él, es pecado; pero no lo es el ahorro para asegurarse el pan, asegurarlo a los familiares cuando lleguen días duros. Pecado es el cuidado egoísta del propio cuerpo, cuando se exige que todos los que están a nuestro alrededor, se preocupen por él, evitando todo trabajo o sacrificio por miedo de que el cuerpo sufre; pero no es pecado preservarlo de enfermedades inútiles en las que se puede incurrir por imprudencia, pues tales enfermedades se convierten en un peso para los de casa y en una pérdida de ganancias que  se podrían obtener con nuestro trabajo. Dios es el dador de la vida. Es un don suyo. Por esto debemos emplearlo santamente, sin imprudencia, sin egoísmo. ¿Entiendes? Algunas veces la prudencia aconseja hacer algo que los necios pueden tomar por vileza o volubilidad, cuando en realidad no son sino santas medidas que se toman ante hechos nuevos. Por ejemplo: si te enviase ahora, entre gente que te pudiese hacer daño... digamos, entre los familiares de tu mujer, o entre los guardias de las minas donde trabajaste ¿haría bien o mal?"

"Yo... no sería capaz de juzgarte. Diría que era mejor que me enviases a otra parte, donde no haya peligro de que mi poca virtud fuese sometida a una dura prueba."

"Juzgarías sabia y prudentemente. Por esta razón no te enviaría jamás a Bitinia o Misia en donde estuviste; ni siquiera a Cintium, pese a que en tu corazón has deseado ir. Tu alma podría encontrarse con muchas dificultades y durezas humanas, y podría retroceder. La prudencia enseña, pues, que no te envíe a donde serías inútil. Podría enviarte a otra parte para que me fueses útil y a las almas del prójimo y a la tuya misma. ¿No es verdad?"

 

Juan, ignorante de lo que el destino le reserva, no 

capta en las alusiones de Jesús 

un posible envío fuera de Palestina.

 

Juan, ignorante de lo que el destino le reserva, no capta en las alusiones de Jesús un posible envío fuera de Palestina. Jesús lo mira a la cara. La estudia. La encuentra calmada, feliz en escucharlo. Responde: "Seguramente, Maestro, sería más útil en alguna otra parte. Yo mismo cuando hace algunos días dije: "Quisiera ir entre los gentiles para dar buen ejemplo donde di malo" me reprendí diciendo: "Entre los gentiles, sí, porque no tienes los prejuicios de los otros de Israel. Pero no en Cintium, ni siquiera en los desiertos montes donde viviste como galeoto y como lobo. Ni siquiera por sed de sacrificio podrías ir allá. Se sublevaría el corazón ante crueles recuerdos, y si fueses reconocido, aun cuando nada te hiciesen, te dirían: 'Calla asesino. No podemos escucharte' y sería inútil ir allá". Esto me dije. Es un justo modo de pensar."

"Tú también, como ves, posees la prudencia. También Yo. Por esto te aparté de las fatigas del apostolado que sobrellevan los otros y te traje aquí, para que estés descansado y en paz."

"En realidad ¡cuánta paz! Si viviese cientos de años todavía, sería para mí lo mismo. Es una paz sobrenatural. Si me fuese de aquí me la llevaría conmigo mismo; hasta la otra vida me la llevaré... Los recuerdos podrán todavía excitar el corazón y las ofensas hacerme sufrir, porque humano soy, pero no seré jamás capaz de odiar porque aquí el odio ha sido extirpado para siempre hasta en sus raíces más profundas. 

 

Tu Madre está fuera de todo esto. Desde el primer 

momento que la vi, la he respetado profundamente, 

porque es mujer diversa de todas las demás. 

Es ella el perfume de la mujer, el perfume de la mujer 

santa. ¿A quién no le gusta el perfume de las flores 

más finas?

 

No tengo ni siquiera ya antipatía por las mujeres, que consideraba como el animal más inmundo y despreciable de la tierra. Tu Madre está fuera de todo esto. Desde el primer momento que la vi, la he respetado profundamente, porque es mujer diversa de todas las demás. Es ella el perfume de la mujer, el perfume de la mujer santa. ¿A quién no le gusta el perfume de las flores más finas? También las otras mujeres, las discípulas buenas, amorosas, pacientes bajo sus duras penas, como María Cleofás y Elisa; generosas como María Magdalena que ha permanecido firme en su cambio de vida; suaves y puras como Marta y Juana; majestuosas, inteligentes, previsoras, rectas, como Síntica. Todas ellas han hecho que me reconciliase con la mujer. 

Por otra parte te confieso que a Síntica es a la que más quiero. La afinidad de cultura hace que la estime más, lo mismo que su afinidad de condición: ella esclava, yo galeoto. Esto me permite tener con ella confianza que no puedo tener con las demás. Para mí Síntica es un refugio, un descanso. No puedo decirte exactamente como la veo. Soy un viejo ya, y la respeto, la miro como a una hija, a una hija inteligente y estudiosa que me hubiera gustado tener... Yo, un enfermo a quien cura con tanto amor; yo un hombre triste y solitario que ha llorado y vuelto a llorar a mi madre por toda la vida, y que he buscado a la mujer-madre en todas las mujeres sin poderla hallar, ahora veo en ella que mi sueño se realiza, y sobre mi cabeza cansada y mi alma que va al encuentro de la muerte siento que baja el rocío de un afecto maternal... Mira que al sentir en Síntica un alma de hija y de madre, capto en ella la perfección de la mujer y por su causa perdono todo el mal que de la mujer me vino. Si por un caso imposible, aquella desventurada de la que fue mi mujer y a quien yo maté, resucitase, siento que la perdonaría, porque ahora he comprendido que el alma femenina es fácil en querer, generosa en el darse... bien sea en el mal, como en el bien."

"Me siento contento de que hayas encontrado todo esto en Síntica. Será una buena compañera tuya para el resto de la vida y juntos haréis mucho bien, porque Yo os uniré..."

Jesús escudriña de nuevo a Juan, pero ninguna señal aparece en él. ¿Qué misericordia divina vela por él hasta el momento decisivo en que oiga su sentencia? No lo sé. Lo que sí sé es que Juan sonríe diciendo: "Trataremos de servirte lo mejor que podamos."

"Estoy seguro que lo haréis sin que discutáis el trabajo y el lugar a donde os envíe, aun cuando fuese lo que no deseaseis..."

 

Juan se sobresalta. Algo le espera. Cambia de color 

su cara. Se pone tensa. Está pálida. Su único ojo 

se clava ahora, escudriñador, 

en el rostro de Jesús

 

Juan se sobresalta. Algo le espera. Cambia de color su cara. Se pone tensa. Está pálida. Su único ojo se clava ahora, escudriñador, en el rostro de Jesús que continúa diciendo: "¿Te acuerdas, Juan, que Yo, para calmar tus dudas sobre el perdón de Dios, te dije: "Para hacerte comprender la misericordia te emplearé para obras especiales de misericordia y por causa tuya propondré palabras de misericordia"?"

Sí recuerdo. Me hiciste y me permitiste que llevase a cabo obras de misericordia, y me atrevería a decir, que las más delicadas, como las de dar limosna o de enseñar a un niño, a un filisteo, a una griega. Esto me ha dicho que Dios ha visto en mi un arrepentimiento sincero, y tanto es así, que me confiaba almas inocentes o almas conversas, para que las formase para Él."

 

Jesús abraza a Juan, y lo tiene junto a sí, 

como suele hacer con el otro Juan, y pálido 

por el dolor que va a proporcionar, dice:

 

Jesús abraza a Juan, y lo tiene junto a sí, como suele hacer con el otro Juan, y pálido por el dolor que va a proporcionar, dice: "También ahora Dios te confía una misión delicada y santa. Una misión que es señal de su amor. Tú solo que eres generoso, que no tienes prejuicios ni prevenciones, que eres sabio, y sobre todo, que te has ofrecido a toda clase de renuncias y penitencias para expiar lo que te falta, la deuda que tienes con Dios, tú eres el único que puede llevarla a cabo. Cualquier otro la rechazaría y tendría razón, porque le faltarían las cualidades necesarias. Ni siquiera uno de mis apóstoles posee todo lo que tienes para ir a preparar los caminos del Señor... Tu nombre de Juan lo está diciendo. Serás, pues, un precursor de mi doctrina... prepararás los caminos a tu Maestro... mejor dicho, harás las veces del Maestro que no puede ir tan lejos (Juan se estremece y trata de zafarse del brazo de Jesús para mirarle en la cara, pero no lo logra porque Jesús lo retiene suave pero firmemente, mientras de su boca se oye)... No puedo ir tan lejos.. hasta Siria... hasta Antioquia..."

 

"¡Señor!" grita Juan zafándose fuertemente de los 

brazos de Jesús. "¡Señor, ¿hasta Antioquia? Dime 

que he entendido mal. Pero Jesús no puede decir: 

"Entendiste mal." Abre los brazos.

 

"¡Señor!" grita Juan zafándose fuertemente de los brazos de Jesús. "¡Señor, ¿hasta Antioquia? Dime que he entendido mal. ¡Dímelo por favor!..." Está de pie... todo él es una súplica reflejada en su ojo, en su cara que tiene color ceniza, en sus labios que tiemblan, en sus manos extendidas y temblorosas, en su cabeza que parece doblarse a tierra como doblegada por tal noticia.

Pero Jesús no puede decir: "Entendiste mal." Abre los brazos. Se levanta para acoger sobre su corazón al viejo pedagogo, y nuevamente sus labios abre para confirmar: "Hasta Antioquia. En casa de Lázaro. Con Síntica. Partiréis mañana o pasado mañana."

 

"Ya no me quieres más contigo 

¿qué cosa hice que te pudo haber 

desagradado, Señor? 

Jesús sufre visiblemente y ora...

"Madre, aquí un momento."

 

El desconsuelo de Juan es en realidad doloroso. Logra zafarse un poco de los brazos de Jesús y con su cara bañada en lágrimas que corren por sus flacas mejillas, grita. "Ya no me quieres más contigo ¿qué cosa hice que te pudo haber desagradado, Señor?" Se desprende. Se echa sobre la mesa en un estallido de sollozos que destrozan, que rompen las entrañas, que se ven interrumpidos por accesos de tos. Ni siquiera las caricias de Jesús lo hacen volver en sí. Se le oye decir: "Me arrojas, me echas fuera, no te veré más..."

Jesús sufre visiblemente y ora... Sale despacio y ve en la puerta de la cocina a María y a Marziam, que está espantado del llanto... Un poco retirada está Síntica que también está sorprendida. "Madre, aquí un momento."

María viene ligerita y pálida. Entran ambos. María se inclina sobre ese hombre que llora cual si fuese un pobre niño. Le dice: "¡Cálmate, cálmate, hijo mío! ¡No! Te harías mal."

Juan levanta su rostro desencajado y grita: "Me echa fuera... Moriré solo, lejos... Podía esperar alguno que otro mes y dejarme morir aquí. ¿Por qué este castigo? ¿Qué pecado cometí? ¿Te he causado molestia alguna vez? ¿Para qué se me ha dado esta tranquilidad? y luego, luego..." Se retuerce sobre la mesa llorando, jadeante.

 

Es la última expiación que Dios te impone 

para abrirte las puertas del cielo. Escucha..." 

 

Jesús le pone la mano sobre las flacas espaldas y le dice: "¿Y puedes creer que si hubiera podido, no te habría tenido aquí? ¡Oh, Juan! En los caminos del Señor se encuentran necesidades absolutas. Yo soy el primero en sufrir por esto. Yo que lleva conmigo mi dolor y el de todo el mundo. Mírame, Juan. Mira si en Mí puedes descubrir alguna señal de odio, alguna señal de que esté cansado de ti... Ven aquí, entre mis brazos. Siente como palpita de dolor mi corazón. escúchame, Juan, no me entiendas mal. Es la última expiación que Dios te impone para abrirte las puertas del cielo. Escucha..." Lo levanta y lo tiene entre sus brazos. "Escucha... Mamá, sal un momento... Ahora que estamos solos, escucha. Tú sabes quien soy. ¿Crees firmemente que sea Yo el Redentor?"

"¿Y cómo no voy a creerlo? Por esto quería estar contigo siempre, hasta la muerte..."

"Hasta la muerte... ¡Horrible será!..."

"La mía, lo digo. ¡La mía!..."

"La tuya será placentera. La consolaré con mi presencia, que te infundirá la certeza de que Dios te ama, de que te ama Síntica, además de la alegría de haber preparado el triunfo del Evangelio en Antioquia. ¡Pero mi muerte! Me verías reducido a un montón de carne llagada, escupida, abandonada a una multitud feroz, me verás morir suspendido en una cruz como un criminal... ¿Podrías soportarlo?"

Juan, a cada palabra de Jesús, grita: "No, no." Su "no" es duro, sin réplica. Añade: "Volvería a odiar al hombre... Mas ya estaré muerto, porque Tú eres joven y ..."

"Y no veré sino otras Encenias más."

Juan lo mira aterrado...

 

"Te lo he dicho en secreto para explicarte una de 

las razones por las que te mando lejos, es esta. 

"Por la Verdad que soy Yo, te prometo que estaré 

inclinado sobre tu almohada 

cuando llegue tu agonía."

 

"Te lo he dicho en secreto para explicarte una de las razones por las que te mando lejos, es esta. No serás el único a quien trataré así. A todos los que no quiero que lleguen a sentirse inferiores ante la realidad, los alejaré de antemano. ¿Te parece que esto no sea prueba de amor?"

"No, mi Dios mártir... Pero, entre tanto yo debo dejarte y... moriré lejos."

"Por la Verdad que soy Yo, te prometo que estaré inclinado sobre tu almohada cuando llegue tu agonía."

"¿Pero cómo va a ser, si estoy muy lejos, y Tú dices que no puedes ir tan allá? Lo dices para que me vaya menos triste..."

"Juana de Cusa, que estaba agonizando a los pies del Líbano, me vio y estaba Yo muy lejos. Ella no me conocía. Y con todo desde allá la volví a traer a la pobre vida de la tierra. ¡Ten en cuenta que cuando Yo muera se arrepentirá de haber vuelto a vivir!... Mas por ti, alegría de mi corazón en este segundo año que enseño, haré algo más. Iré a llevarte en paz, dándote el encargo de decir a los que esperan: "La hora del Señor ha llegado. Como ahora viene la primavera sobre la tierra, así también para nosotros despunta la del paraíso". Pero no solo entonces iré... Me sentirás siempre... Lo puedo hacer y lo haré. Tendrás al Maestro en ti como ni ahora lo tienes. Porque el amor puede comunicarse a quien ama, y tan sensiblemente que llegue no sólo al corazón, sino a los sentidos mismos. ¿Estás ahora más tranquilo, Juan?"

"Sí, Señor mío. Pero ¡qué dolor!"

"No te rebelas ¿verdad?"

 

"¿Rebelarme? Jamás. Te perdería completamente. 

Digo: "Padre" mío: hágase tu voluntad."

 

"¿Rebelarme? Jamás. Te perdería completamente. Digo: "Padre" mío: hágase tu voluntad."

"Sabía que me ibas a comprender..." lo besa en las mejillas flacas y bañadas de las lágrimas que no han dejado de manar.

"¿Me permites hablar con el niño?... Es también otra causa de dolor... Lo quería mucho..." vuelve a llorar.

 

"Sí, te lo voy a llamar al punto... También llamaré 

a Síntica. También ella sufrirá... 

Debes ayudarla, tú, que eres hombre..."

 

"Sí, te lo voy a llamar al punto... También llamaré a Síntica. También ella sufrirá... Debes ayudarla, tú, que eres hombre..."

"Sí, Señor."

Jesús sale mientras Juan llora y besa y acaricia las paredes y los muebles de la habitación donde ha estado hospedado.

Entran juntos María y Marziam.

"Madre, ¿lo has oído? ¿Lo sabías?"

"Lo sabía y me causaba mucha pena. También yo me he separado de Jesús... Soy madre..."

"Es verdad... Marziam, ven aquí. ¿Sabes que me voy y que no nos volveremos a ver?..." Quiere mostrarse fuerte. Toma al niño entre los brazos, se sienta sobre el borde del lecho y se pone a llorar sobre la cabeza morena de Marziam que también siente el llanto en su garganta.

 

Jesús entra con Síntica, la cual pregunta: "Juan 

¿porqué lloras así?""¿Y qué? ¿No ha dicho 

que donde hay dos unidos en su nombre, 

estará Él en medio de ellos? ¡Ánimo, Juan!

 

"Nos mandan lejos ¿no lo sabías? ¿Todavía no lo sabes? Nos mandan a Antioquia."

"¿Y qué? ¿No ha dicho que donde hay dos unidos en su nombre, estará Él en medio de ellos? ¡Ánimo, Juan! Probablemente hasta ahora siempre has elegido tu suerte, y por esto te asusta que alguien imponga su voluntad. Por mi parte me he acostumbrado a aceptar la voluntad de otros. ¡Y qué suerte!... Por esto ahora doblo voluntariamente mi cabeza ante este nuevo destino. Jamás me rebelé contra la esclavitud déspota, sino cuando quiso esclavizar mi alma. ¿Podría ahora rebelarme contra esta dulce esclavitud de amor que no daña, sino que eleva nuestra alma y nos da el título de siervos suyos? ¿Tienes miedo del mañana porque estás enfermo? Yo trabajaré por ti. ¿Tienes miedo a quedarle solo? Jamás te abandonaré. Puedes estar seguro de ello. No tengo otro objeto en mi vida que amar a Dios y al prójimo. Tú eres el prójimo que Dios me confía. ¡Piensa ahora si no te voy a querer!"

 

"No tendréis necesidad de trabajar para vivir 

porque estaréis en una casa de Lázaro.

 

"No tendréis necesidad de trabajar para vivir porque estaréis en una casa de Lázaro. Os aconsejo que busquéis un modo de enseñar para que os atraigáis a la gente. Tú, como maestro; tú como mujer con quehaceres de tu sexo. Esto servirá al apostolado y para que paséis gustosos el día."

"Así se hará, Señor" responde firmemente Síntica.

Juan continúa teniendo al niño en sus brazos. Llora en silencio. Marziam lo acaricia...

"¿Te acordarás de mí?"

"Siempre Juan, y rogaré por ti... Mira... espera un momento..." Sale a la carrera.

 

"¿Cómo iremos a Antioquia? 

"Por mar. ¿Tienes miedo?"

 

Pregunta Síntica: "¿Cómo iremos a Antioquia?"

"Por mar. ¿Tienes miedo?"

"No, Señor. Tú nos mandas, y esto nos protegerá."

"Iréis con los dos Simones, mis hermanos, los hijos de Zebedeo, Andrés y Mateo. Hasta Ptolemaide en carreta, donde irán los cofres, y un telar que te hice, Síntica, y algunos objetos que serán útiles a Juan..."

"Me había imaginado ya algo al ver los cofres y los vestidos. Preparé mi corazón para la separación. ¡Era muy hermoso vivir aquí!..." un sollozo contenido rompe tras la voz de Síntica. Se refrena para dar ánimos a Juan. Pregunta con voz firma: "¿Cuándo partiremos?"

"Apenas vengan los apóstoles. Tal vez mañana."

"Entonces, si me permites, voy a poner en orden los vestidos en los cofres. Dame tus libros, Juan."

Creo que Síntica está ansiosa de hallarse sola para llorar... Juan responde: "Tómalos... Pero dame ese pergamino amarrado con el cordón azul."

Vuelve a entrar Marziam con su jarro de miel.

"Ten, Juan. Te la comerás por mí..."

"¡Pero no, muchacho! ¿Por qué?"

"Porque Jesús dijo que una cucharada de miel ofrecida en sacrificio, puede traer paz y esperanza a un afligido. Tú lo estás. Te doy toda la miel para que te consueles."

"Es un gran sacrificio, muchacho."

"¡Que no lo es! En la oración que Jesús nos enseñó, decimos: "No nos lleves a la tentación, sino líbranos del mal". Este vaso es tentación para mí, puede ser un mal porque puedo quebrantar mi promesa. De este modo no lo veré... es más fácil... estoy cierto que Dios te ayudará por este nuevo sacrificio. pero no llores más, ni tampoco tú, Síntica."

De hecho la griega está llorando calmadamente, mientras recoge los libros de Juan. Marziam los acaricia, con muchas ganas de llorar también. Síntica sale con los pergaminos y maría sale con el jarro de miel. Juan se queda con Jesús, que se ha sentado a su lado, y con el niño en los brazos. Está calmado pero abatido.

"Termina lo que ibas a escribir" dice Jesús. "Creo que se lo quieres dar a Marziam..."

"Así es... Tengo una copia para mí... Mira, muchacho, son las palabras del maestro, las que dijo cuando no estabas presente y además otras. Quería seguir copiándolas para ti, porque tienes la vida por delante... y quién sabe cuánto podrás evangelizar... Pero no puedo hacerlo más. Soy yo ahora el que me quedo sin tus palabras..." Vuelve a llorar.

Marziam dulce y virilmente se echa al cuello de Juan y le dice: "Ahora seré yo quien escriba por ti y te las mandaré... ¿Verdad, Maestro? Se puede ¿o no?"

"Claro que se puede. Será una gran caridad hacerlo."

"Lo haré. Y cuando no esté, haré que lo haga Simón Zelote. Me quiere y te quiere mucho, y lo hará por amor. No llores más. Luego iré a verte... No te irás muy lejos..."

"Muy lejos. Muchas millas nos separarán... Pronto moriré."

El niño pierde sus esperanzas. Está desilusionado. Pero toma ánimos con su bella serenidad infantil, ante la que todo parece fácil. "Como te veas, así también puedo ir yo con mi padre. Y luego... nos escribiremos. Cuando se leen las páginas sagradas es como estar con Dios ¿o no es vedad? Así pues cuando se lee una carta es como estar con quien amamos y con quien nos la escribió. Mira, vamos allá. Ven conmigo..."

"Vamos allá, Juan. No tardan en venir mis hermanos con Zelote. Los mandé a llamar."

"¿Lo saben?"

"Todavía no. Espero decirlo cuando todos estén presentes."

"Está bien, Señor. Vamos..."

Es un anciano ya curvo quien sale de la habitación de José. Un anciano que parece saludar los pistilos, la hierba, el estanque, la gruta mientras se dirige a la sala donde María y Síntica silenciosamente ponen los objetos y los vestidos en los cofres...

Y así silenciosos y tristes los encuentran Simón, Judas y Santiago. Miran... pero no hacen ninguna pregunta, y no sé si logran intuir la verdad.

Dice Jesús:

"Había querido dar una indicación clara a los lectores de los lugares en que Juan estuvo preso con el nombre antiguo, voy a hacer una excepción. Voy a aclarar: "Bitinia y Misia" para quien gusta de nombres antiguos. Pero esto es el evangelio para los sencillos y pequeños. No para los doctores, quienes en su mayoría no aceptan nada y todo les parece inútil. los sencillo y pequeños comprenden mejor "Anatolia" que "Bitinia y misia". ¿No es verdad, Juanito, que lloras por Juan de Endor? ¡Y tantos Juanes de Endor que hay en el mundo! Son hermanos abandonados por los que quería que sufrieras el año pasado. Ahora descansa, Juanito, que jamás te verás separado del maestro, antes bien le estarás más cerca.

 

Con esto termina el segundo año de predicación 

y vida pública: el año de la Misericordia...

 

"Venid a Mi para que oigáis una vez más y siempre al 

Verbo que os habla porque os ama, que os habla 

para bendeciros. Mi paz quede con vosotros". "

 

Con esto termina el segundo año de predicación y vida pública: el año de la Misericordia... No puedo sino repetir el lamento que puse al cerrar el primer año. Pero no me toca a mi, que soy, solo portavoz. Contra los obstáculos de toda clase continúo la obra. En realidad, no son los "grandes" sino los "pequeños" los que caminan por los senderos del heroísmo, aplanándolos con sus sacrificio, aun cuando llevan sobre sí tantas dificultades. Los "pequeños" esto es, los sencillos, los mansos, los puros de corazón y de inteligencia. Los "pequeños". Yo os digo a vosotros pequeños, a ti, Romualdo (Esto es: P. Romualdo M. Migliorini, de la Orden de los Siervos de María, que por algunos años fue el director espiritual de la escritora, al que frecuentemente se dirige en esta Obra. El Padre murió piadosamente en l953), a ti, María y con vosotros a los que se os parecen: "Venid a Mi para que oigáis una vez más y siempre al Verbo que os habla porque os ama, que os habla para bendeciros. Mi paz quede con vosotros". "

V. 1104-1114

A. M. D. G.