DOLOR, ORACIÓN Y PENITENCIA
DE JESÚS
#Jesús busca un lugar apropiado donde junta hojas secas Es un mísero lecho
#¡El cielo está cerrado, está mudo!...
Nuevamente se encuentra Jesús a los pies de una mole pétrea sobre la que está construida Yiftael, pero no por el sendero principal o por el que pueden pasar carretas, y por él que antes había pasado, sino por una vereda de cabras silvestres, por lo escabroso, por lo pendiente. Podría decir que parece como si un rasguño gigantesco hubiera hecho la vereda, que tiene a un lado un horrible abismo, en cuyo fondo ruge un arroyo cargado de aguas. Que se equivoque uno en la pisada, y sin duda irá a parar sin esperanza alguna, después de haber rebotado sobre matorrales, sobre espinas, sobre otras hierbas selváticas, que han nacido entre las hendiduras de la pétrea mole hasta lo profundo. Dar un paso en falso quiere decir, aquí, que las hierbas espinosas rasgan el vestido, o le rasgan a uno los costados los troncos erizados y que dan al abismo. Equivocar una sola pisada, es lo mismo que le rasguen a uno los pies las piedras agudas que salen de las paredes del abismo. Equivocarse por un instante, es lo mismo que llegar despedazado al río, desangrado y sepultarse en medio de las aguas torrenciales que violentas avanzan, que temerosas rugen.
Y sin embargo Jesús sigue por esta vereda, por este rasguño hecho en la roca, que se hace más peligroso por la humedad que llega desde el fondo del torrente, que ha impregnado las paredes, que gotea de las hierbas y arbustos que hay sobre ella, que da la impresión de que estuviese un poco cóncava.
Jesús camina despacio, precavido. Mide cada paso que da sobre las agudas piedras, algunas de las cuales están muy falsas. A veces se ve obligado a pegarse contra la pared, pues la vereda se estrecha. Para pasar por ciertos puntos debe ayudarse de las ramas que sobresalen de las paredes. El sendero que llevaba hacia el occidente, tuerce ahora hacia el sur, por donde el monte, que baja perpendicular, toma la forma cóncava. El sendero es más ancho, pero más bajo, de modo que en algunos puntos Jesús debe inclinar su cabeza para que no pegue contra la roca.
Tal vez ha pensado en detenerse ahí, donde la vereda bruscamente termina, pero examinando el terreno descubre que bajo el promontorio hay una cueva, más bien una hendidura. Entra. Una hendidura a simple vista, pero que es una ancha caverna en el interior, como si el monte hubiera sido excavado hace mucho tiempo antes con picos, y para qué fin lo lo sé. En las paredes cóncavas se ven los rastros de la obra del hombre, que en el lado contrario de la hendidura abrió como una especie de estrecho corredor, por donde se cuela un rayo de luz, por el que se ven allá a lo lejos bosques, y de este modo se puede también ver cómo el corredor va de sud a este, cortando la saliente del monte.
Jesús entra por esta rendija semioscura y estrecha. Sigue por ella hasta que llega a la abertura, que está encima del camino por el que pasaron Él y los apóstoles cuando subieron a Yiftael con la carreta. Tiene en frente los montes que rodean el lago de Galilea, además del valle. Al noreste resplandece el gran Hermón con sus ropajes níveos. Hay una rústica escalerilla excavada al lado del monte, que de esta parte no es tan pendiente ni para subirla, ni para bajarla. La escalerilla lleva al camino real o carretero que está en el valle, y a la cima donde está construida la población de Yiftael.
Jesús busca un lugar apropiado donde junta
hojas secas Es un mísero lecho
Jesús está contento con su exploración. Vuelve a la ancha caverna, busca un lugar apropiado donde junta hojas secas que los vientos han arrastrado hasta allí. Es un mísero lecho. Unas cuantas hojas secas que defenderán su cuerpo del frío y de la roca... Se deja caer sobre las hojas. Se queda inerte, extendido, con las manos bajo la cabeza, con los ojos fijos en la roca, absorto. Diría yo, como atontado por algún rápido esfuerzo o por un dolor superior a sus fuerzas. Luego, lentas lágrimas, sin que se oiga un sollozo, empiezan a bajar por sus mejillas, las bañan y terminan en su cabellera, por sus orejas, para llegar hasta las secas hojas...
llama con todo su corazón a su lejana Madre:
"¡Madre! ¡Madre! ¡Madre mía!
¡Eterna dulzura mía! ¡Oh, Madre,
cómo quisiera tenerte junto a Mí!
De este modo llora por largo tiempo, sin hablar, sin moverse... Luego se sienta, y con la cabeza entre las rodillas que tiene entre sus manos, llama con todo su corazón a su lejana Madre: "¡Madre! ¡Madre! ¡Madre mía! ¡Eterna dulzura mía! ¡Oh, Madre, cómo quisiera tenerte junto a Mí! ¿Por qué no te tengo siempre Tú que eres el único consuelo de Dios?"
Con un leve y sordo murmullo la cóncava gruta responde a sus palabras, a sus sollozos. Parece como si llorara, como si sollozara también ella con sus picos, con sus salientes, con sus estalactitas que cuelgan en sus rincones, por donde más se filtra el agua.
Jesús continúa llorando, aunque un poco más calmado. Algo así como si con sólo haber invocado a su Madre, se hubiese consolado. Poco a poco empieza a monologar.
¿Por qué tuve que causarles este dolor?
"Partieron... Y ¿por qué? ¿Por qué tuve que causarles este dolor? ¿Porqué he tenido que causármelo a Mí mismo, cuando ya el mundo me tiene harto de él?... ¡Judas!..."
Quién sabe a donde va su pensamiento que levanta la cabeza inclinada de entre sus rodillas y mira con los ojos dilatados, con la mirada fija, como lo hace quien ve un espectáculo, o que está sumido en profunda meditación. No llora más, pero se ve que sufre. Después parece como si respondiera a alguien, y para hacerlo se pone de pie.
"Soy hombre, Padre. Soy el Hombre. La virtud de la
amistad que he conservado, se ve herida,
traicionada, se retuerce, se lamenta
dolorosamente..."
"Soy hombre, Padre. Soy el Hombre. La virtud de la amistad que he conservado, se ve herida, traicionada, se retuerce, se lamenta dolorosamente..."
Sé que debo sufrir todo. Lo sé. Como Dios lo sé, como Dios lo quiero para bien del mundo. También como hombre lo sé, porque mi espíritu divino lo comunica a mi humanidad. También como hombre lo quiero, en bien del mundo. Pero ¡qué dolor, Padre mío!
Esta hora me es más dolorosa que la que tuve contigo y con mi espíritu en el desierto.. Y la actual tentación de no amar, de no tolerar más a mi lado al hombre sucio, falaz que se llama Judas, que es causa del dolor que bebo, que tortura corazones a quienes había dado la paz, es muy fuerte.
Padre, lo estoy sintiendo. Cada vez te muestras más severo con tu Hijo. Cuanto más me acerco al fin de mi expiación por el linaje humano, tanto más se aleja de Mí tu dulzura, y aparece tu rostro severo ante mi espíritu que cada vez más busca un refugio en su profundidad, allí donde la humanidad, que recibió tu castigo, gime desde hace miles de años.
En los albores de mi existencia
dulce me era el sufrir
En los albores de mi existencia dulce me era el sufrir, dulce el camino, dulce, cuando el hijo del carpintero, se convirtió en el Maestro del mundo, arrancándome de mi Madre para devolverte, Padre, al hombre caído. En comparación de ahora dulce me era la lucha con el enemigo, cuando fui tentado en el desierto. Afronté la tentación con las fuerzas de un héroe... ¡Oh, Padre mío!... Ahora mis fuerzas se encuentran cansadas por la falta de amor, y por el conocimiento de muchos y de muchas cosas...
Sabía Yo que Satanás después de terminada la tentación se iría, como lo hizo, y que los ángeles vendrían a consolar a tu Hijo por ser hombre, por ser objeto de las tentaciones del demonio.
Pero ahora no cesará, después de que pase
la hora en que el Amigo sufre por los amigos
Pero ahora no cesará, después de que pase la hora en que el Amigo sufre por los amigos que han tenido que irse lejos, por el amigo pérfido que le daña, bien esté cerca, bien lejos. No cesará. Tus ángeles no vendrán a consolarme en esta hora, y después de ella. Sino que vendrá el mundo con todo el odio, con sus burlas, con su incomprensión. Vendrá y será cada vez más poderoso, más tortuoso, más sagaz el pérfido, el traidor, el vendido a Satanás. ¡¡Padre!!..."
Es un grito preñado de dolor, de miedo. Un grito que ruega. Jesús se agita, y me recuerda la hora del Getsemaní.
"¡Padre! Lo sé. Lo veo. Mientras aquí sufro y sufriré, y te ofrezco mi sufrir por su conversión y por los que me han sido arrancados de los brazos, que con el corazón traspasado del dolor se dirigen a su destino, él se vende para ser mas grande que Yo. ¡Más que el Hijo del hombre!
El linaje humano, la fértil Eva ha engendrado hijos.
Yo soy Abel, el Inocente. No falta un Caín en la
descendencia de la raza humana. Si soy el Primogénito,
porque soy como deberían haber sido los hijos del
hombre, sin mancha ante tus ojos,
él, engendrado en el pecado, es el primero
de aquellos que comieron del fruto envenenado.
¿No soy acaso el Hijo del hombre? Sí. Pero no soy el único. El linaje humano, la fértil Eva ha engendrado hijos. Yo soy Abel, el Inocente. No falta un Caín en la descendencia de la raza humana. Si soy el Primogénito, porque soy como deberían haber sido los hijos del hombre, sin mancha ante tus ojos, él, engendrado en el pecado, es el primero de aquellos que comieron del fruto envenenado. Y ahora, no contento con los incentivos repugnantes y blasfemos de la mentira, de la falta de amor, de sed de sangre, de ambición de dinero, de soberbia y lujuria, se entrega a Satanás para ser, él que podía convertirse en ángel, un demonio..."Y Lucifer quiso ser semejante a Dios, y por esto fue arrojado del paraíso. Convertido en demonio, vive en el infierno."
¡Padre! ¡Oh, Padre mío! Yo lo amo... todavía lo amo. Es un hombre... Es uno de aquellos por los cuales te dejé... Por mi humillación, sálvalo... déjame que lo redima ¡Señor Altísimo! Esta penitencia es más por él que por los demás: ¡Oh! comprendo la inutilidad de lo que pido. Sé todo lo que hay... pero, Padre mío, no veas en Mí por un momento a tu Verbo. Contempla solo mi humanidad de un hombre justo... permite que por un instante pueda ser solo "el Hombre" en tu gracia, el Hombre que no conoce lo futuro, que puede engañarse... el Hombre que ignorando el fato que no puede esquivarse, puede orar, con esperanza absoluta, para obtener de Ti milagro.
¡Un milagro! ¡Un milagro para Jesús de Nazaret, para Jesús, el hijo de María de Nazaret, nuestra eterna Amada! ¡Un milagro que borre lo escrito y lo anule" ¡La salvación de Judas! Ha vivido a mi lado, ha bebido mis palabras, ha partido conmigo el pan, se ha recostado sobre mi pecho... ¡Que no sea él mi traidor!...
No te pido que no sea yo traicionado... Esto tiene
que ser así, y lo será... para que por medio
de mi dolor de un traicionado se cancelen
todas las mentiras, como por el de verme vendido
toda avaricia,...
No te pido que no sea yo traicionado... Esto tiene que ser así, y lo será... para que por medio de mi dolor de un traicionado se cancelen todas las mentiras, como por el de verme vendido toda avaricia, como por la angustia de que me blasfemen, reparadas todas las blasfemias, y por el de no habérseme creído, se dé fe a los que sin ella vivieren y vivirán, como pro mis tormentos sean limpias todas las culpas del hombre... ¡Pero te ruego que no sea él, Judas, mi amigo, mi apóstol!
No quisiera que nadie me traicione... Nadie... ni siquiera el que viva allá entre los hielos, o en las zonas tórridas... Quisiera que fueses tú el sacrificador... como otras veces lo has sido prendiendo fuego a los holocaustos con tus llamas... Pero ya que me deben matar los hombres, y más que el verdadero verdugo lo será el amigo traidor, el corrompido que apestará a Satanás, y está apestado, porque quiere ser semejante a Mí n el poder... así piensa llevado de su orgullo y lujuria. Puesto que debo morir a mano de los hombres, concédeme, Padre, que no sea él, a quien he llamado amigo y a quien he amado como a tal, que sea el traidor.
Multiplica, Padre, mis tormentos, pero dame el alma de Judas... Pongo esta mi plegaria en el altar de mi Persona víctima.. ¡Padre, acógela!
¡El cielo está cerrado, está mudo!...
¿Es este el horror que me acompañará
hasta la muerte?
¡El cielo está cerrado, está mudo!... ¿Es este el horror que me acompañará hasta la muerte?
El cielo no responde. ¡El cielo está cerrado!... ¿Será acaso esto el silencio y la cárcel en que expirará mi último aliento?
El cielo sigue mudo. ¡Sigue cerrado!... ¿Será esto mi supremo tormento?
Padre, hágase tu voluntad y no la mía... Pero por mis
dolores ¡oh! ¡al menos esto! por mis dolores
concede paz, esperanzas a quien Judas sacrifica,
a Juan de Endor...
Padre, hágase tu voluntad y no la mía... Pero por mis dolores ¡oh! ¡al menos esto! por mis dolores concede paz, esperanzas a quien Judas sacrifica, a Juan de Endor... Realmente este es mejor que muchos. Ha recorrido un camino como pocos lo han hecho. Para él la redención ha llegado. Dale tu paz perfecta y completa, para que lo tenga en mi gloria cuando también todo haya cumplido Yo en honor tuyo y por haberte obedecido... ¡Padre mío!..."
Jesús poco a poco se ha ido arrodillando. Ahora llora con el rostro pegado al suelo, y ruega mientras la luz del corto día invernal muere muy pronto en medio de la oscura caverna, y mientras el rugir del río parece ser más fuerte, cuanto más las sombras cubren el valle...
VI. 29-34
A. M. D. G.