LA PARTIDA DE TIRO 

EN UNA NAVE CRETENSE

 


 

#Pedro pregunta por Nicomedes, dueño de la nave que los conducirá a Seleucia  

#Buscan un lugar para guardar la barca hasta el regreso  

#Con quien les orienta en Tiro le hablan del Gran profeta que hay en Israel   

#Los que acompañan a Pedro hablan de sus grandes virtudes  

#Pedro busca la nave del cretense  

#Los diez son admitidos en la nave

 


 

Tiro se despierta en medio de rugidos del maestral. El mar sonríe por todas partes bajo un cielo azul, por donde patinan cirros blancos muy en alto, así como la espuma de las ondas allá, muy abajo. El sol no deja de aplaudir al día que le toca iluminar, después de tantas horas que se vio oscurecido.

"He comprendido" dice Pedro poniéndose de pie en la barca donde pasó la noche. "Es hora de que nos vayamos. Y "ese" (señala al mar que inquieto entra en el puerto) nos ha dado el agua lustral... ¡Umh! Vamos a cumplir con la segunda parte del sacrificio... Dime, Santiago, ¿no te parece en verdad que llevamos a dos víctimas al sacrificio? A mí, sí."

"También a mí, Simón. De mi parte agradezco al Maestro la confianza que ha depositado en nosotros. Pero... no me gusta que se hubiera sufrido tanto. Jamás me imaginé haber visto cosa tan dolorosa."

"Tampoco yo... Pero... ¿sabes? Estoy seguro que el Maestro nunca lo hubiera hecho, si el Sanedrín no hubiera metido sus narices..."

"El ya lo dijo... ¿Quién lo habrá comunicado al Sanedrín? Esto es lo que quisiera yo saber."

"¿Que quién? ¡Dios eterno, no me dejes hablar ni pensar! Le he hecho esta promesa para que no me siga trepanando el cerebro esta idea. Ayúdame, Santiago, a no pensar. Hablemos de otra cosa."

"¿De qué? ¿Del tiempo?"

"Sí así quieres."

"Porque yo no entiendo nada de mar..."

"Pienso que vamos a tener un buen baile" dice Pedro mirando al mar.

"¡Nooo! Las ondas son pequeñas, y me hacen reír. Ayer estaba un poco enfurecido. ¡Qué hermoso será ver este mar desde lo alto de la nave! También le gustará a Juan... Y lo impulsará a que cante. ¿Cuál será la nave?"

Se pone de pie, contemplando los navíos. Son grandes, sobre todo cuando las ondas los levantan. Miran cuidadosamente los diversos navíos, y hacen sus pronósticos... Poco a poco el puerto empieza a vivir.

 

Pedro pregunta por Nicomedes, dueño de la nave 

que los conducirá a Seleucia

 

Pedro se dirige a un barquero, o algo semejante, que se ocupa en hacer algo: "Oye ¿sabes si se encuentra en el puerto, en el de allá, la nave de... espera que voy a leer su nombre (y saca un pergamino que trae en la cintura) sí, es: Nicomedes Filadelfo de Filipo, cretense de Paelocastro..."

"¡Oh, el famoso navegante! ¿Y quién no lo conoce? Por mi parte pienso que no haya uno tan conocido desde el golfo de las Perlas hasta las columnas de Hércules, y aun hasta los fríos mares, donde se dice que las noches duran por meses enteras. Si eres un marinero ¿cómo es posible que no lo conozcas?"

"Es así, no lo conozco, pero ando en su busca porque conocemos a nuestro amigo Lázaro de Teófilo, que un tiempo fue gobernador de Siria."

"¡Ah! Cuando navegaba yo -ahora estoy ya viejo- él estaba en Antioquia... ¡Qué tiempos aquellos!... ¿Amigo tuyo? ¿Y buscas a Nicomedes el cretense? Entonces puedes ir seguro. ¿Ves aquel navío, allá, el más alto, con sus banderolas que flotan al viento? Es el suyo. antes del mediodía va a zarpar. El no tiene miedo al mar."

"No hay por qué temerlo. No es un gran qué" observa Santiago, pero una onda le quita la palabra de la boca, bañando a los dos de cabeza a pies.

"Ayer estaba calmado, hoy demasiado intranquilo. Un tonto majo ¿no? Prefiero mi lago..." refunfuña Pedro secándose la cara.

"Os aconsejo que entréis en la dársena. A allá se están yendo todos."

"Pero nosotros tenemos que partir. Queremos ir en la nave de... de... espera: de Nicomedes, además de todo lo que queda" dice Pedro que no ha podido aprenderse el nombre raro del cretense.

 

Buscan un lugar para guardar la barca 

hasta el regreso

 

"Pienso que no vais a querer meter dentro vuestra barca." 

"¡Claro que no!"

"Entonces en las dársenas hay lugar donde puede estar y personas que pueden guardarla hasta vuestro regreso. Un dinero diario hasta que regreséis. Me imagino que queréis regresar..."

"Que si queremos. Una vez que hayamos visto en qué estado se encuentran los jardines de Lázaro, estaremos de vuelta."

"¡Ah! ¿Sois sus administradores?"

"Algo más..."

"Está bien. Venid conmigo. Os mostraré el lugar. Está apropiado para los que dejan, como vosotros, sus barcas."

"Espera... llegan los demás. Dentro de unos cuantos minutos estamos contigo." Pedro brinca sobre el banquillo, y sale al encuentro de sus compañeros que están viniendo.

"¿Dormiste bien, hermano?" pregunta ansioso Andrés.

"Como un niño en la cuna. Ni arrullo, ni canciones me faltaron."

"Y por lo visto no dejaste de lavarte" dice sonriente Tadeo.

"¡Bueno! El mar es... tan bueno que me lavó la cara para quitarme el sueño."

"Un poco abusivo ¿eh?" replica Mateo.

"¡Oh! ¿pero sabéis con quién vamos a ir? Con uno a quien conocen hasta los peces de los mares helados."

"¿Ya le hablaste?"

"No. Me contó de él alguien que dice que hay un lugar para las barcas, algo así como un depósito... ¡Pronto! Descarguemos los cofres y vamos, porque Nicodemo, no, Nicomedes el cretense partirá dentro de poco."

"Tendremos danza en el canal de Chipre" dice Juan de Endor. 

"¡Ah! ¿sí?" pregunta preocupado Mateo.

"Sí. Pero Dios nos ayudará."

Están nuevamente cerca de la barca.

"Mira, tú. Ahora sacamos estas cosas y nos vamos, ya que eres tan bueno."

 

Con quien les orienta en Tiro le hablan 

del Gran profeta que hay en Israel

 

"Hay que serlo..." dice el de Tiro.

"¡Ah! ¡Claro que sí! Tendríamos que amarnos, porque esta es la ley de Dios..."

"Se dice que en Israel ha nacido un nuevo Profeta que predica esto. ¿Es verdad?

"Sí. ¡Y los milagros que hace! Duro, duro, Andrés, más a la derecha. Duro cuando la onda levanta la barca... ¡Oh, qué bien hecho!... Te estaba diciendo: ¡y qué milagros hace! Los muertos a quienes resucita, los enfermos a quienes cura, los ciegos que ven, ladrones que se convierten y hasta... ¿Ves? Tal vez podría decir al mar: "Cálmate" y él se tranquilizaría... ¿Puedes, Juan? Espera que voy a ayudarte. Amarrad esto fuertemente... ¡Arriba! ¡Arriba!... ¡Un poco más!... Tú, Simón, toma la manija... ¡Ten cuidado con la mano, Judas! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Gracias, tú!... Tened cuidado con la mano, Judas! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Gracias, tú!... Tened cuidado de no caer en el agua, vosotros hijos de Alfeo... ¡Fuerza! ¡Lo estamos logrando! ¡Gracias se den a Dios! Nos hemos cansado menos que ayer... Así pues, te decía yo que el mar..."

"Pero ¿es verdad todo eso?..."

"¿Lo dudas? Yo mismo lo vi."

"¿Sí? ¡Oh!... ¿dónde?"

"En el lago de Genesaret... Ven conmigo a la barca, y mientras vamos al depósito, te lo contaré..." Pedro se dirige con el de Tiro y Santiago a la dársena.

"Y Pedro dice que no sabe hacer nada..." observa Zelote. "Que si tiene el arte de hacer las cosas a las buenas, y así logra más que todos."

 

Los que acompañan a Pedro hablan 

de sus grandes virtudes

 

"Lo que me gusta más en él es su franqueza" dice Juan de Endor.

"Y su constancia" añade Mateo.

"Y su humildad. Ved que no se enorgullece por ser la "cabeza". Trabaja más que todos, se preocupa más de nosotros que de sí mismo..." dice Santiago de Alfeo.

"A su modo es muy virtuoso. Un buen hermano" concluye Síntica.

"¿Realmente así lo dijo? ¿Así comportaos? " pregunta después de algunos minutos Zelote a los discípulos.

"Sí. Y hasta mejor. No es una mentira, sino una verdad espiritual. Es mi hermano mayor, de otro lecho, pero de un solo padre. El Padre es Dios, los lechos diversos: Israel y Grecia. Juan es mayor que yo, y se comprende, por la edad -y esto no se ve, pero así lo es- tendrá más tiempo que yo como discípulo. Pero ved que regresa Simón..."

"Todo está arreglado. Vamos..."

 

Pedro busca la nave del cretense

 

Se echan encima los cofres, y por el estrecho istmo, llegan al otro puerto. El de Tiro los sigue acompañando y les dice todo, pues conoce muy bien el terreno. Llegan al navío del cretense que está ya haciendo las maniobras para partir. Grita a los de a bordo para que echen abajo la escalerilla.

"No se puede. ¡Está ya cargado!" grita el jefe de la tripulación.

"Tiene unas cartas que entregar" dice el hombre señalando a Simón de Jonás.

"¿Cartas? ¿De quién?"

"De Lázaro hijo de Teófilo, que fue gobernador de Antioquia."

"¡Ah! Espera que voy a decirlo al patrón."

Pedro dice a Zelote y a Mateo: "Ahora os toca. Soy un pobre maleducado para tratar personajes como a ese."

"No. Tú eres el jefe y lo haces bien. Te ayudaremos, si llegare el caso, pero no habrá necesidad, como creemos."

"¿Dónde está el que trae las cartas? ¡Que suba!" dice un hombre moreno como egipcio, delgado, hermoso, de buena talla, serio, de unos cuarenta años, que se ha asomado por la baranda. Da órdenes de que se baje la escalera. Pedro, que se ha puesto nuevamente el vestido y el manto, sube con toda dignidad. Le siguen Zelote y Mateo.

"La paz sea contigo" saluda ceremoniosamente Pedro.

"Salve. ¿Dónde está la carta?" pregunta el cretense.

"Aquí la tienes."

El cretense rompe el sello, extiende el pergamino y lee.

"¡Bienvenidos sean los que envía la familia de Teófilo! Los cretenses no olvidan jamás que fue bueno y caballeroso. Pero daos prisa. ¿Traéis mucho equipaje?"

"Lo que está allí."

"¿Sois...?"

"Diez."

 

Los diez son admitidos en la nave

 

"Está bien. Daremos un lugar especial a la mujer. Vosotros os arreglaréis como podáis. ¡Daos prisa! Hay que zarpar antes de que el viento arrecie, que llegará después de siesta."

Con silbidos que rasgan el aire, señala el lugar para los cofres. Suben los apóstoles, luego Juan de Endor y Síntica. Suben la escalerilla, izan las velas, cierran todo. Empieza a moverse el navío y a salir del puerto. Se hinchan inmediatamente las velas por los vientos que soplan. Balanceándose la nave a un lado y a otro toma el camino hacia Antioquia...

Pese al fuerte viento que sopla, Juan y Síntica, contemplan como van alejándose de la costa, de la tierra palestinense, y se echan a llorar...

VI. 41- 45

A. M. D. G.