VAN A ANTIGONIA

 


 

#Los apóstoles quieren ir a Antigonia  

#Juan de Endor pregunta a Filipo: "¿Crees que en Antigonia puedo hacer algún bien a los demás, enseñando como pedagogo?" "Y mucho.  

#"¡Señor Altísimo, te doy gracias y te bendigo! Sufrirá todavía, pero no como antes... ¡Oh, qué alivio!" exclama Pedro.  

#Deliberan sobre cuando partirán 

  #Filipo habla de su familia. Llegan a Antigonia y contemplan sus maravillosos jardines  

#Tolmai presenta a los apóstoles y añade: ...ahora nos ha llegado realmente el tiempo de la gracia, porque el Rey de Israel ha pensado en sus siervos pequeñuelos, y ha mandado a sus ministros que nos trajesen sus palabras.  

#Tolmai hace las presentaciones  

#"En el reino del Señor -dice- no hay griegos, ni israelitas, romanos o fenicios, sino sólo los hijos de Dios. Cuando por medio de estos dos hayas conocido la palabra de Dios, tu corazón se abrirá a nuevas luces, y esta mujer no será más una "extranjera", sino una discípula de nuestro Señor Jesús, como somos tú, yo, todos."  

#Les enseñan las extensa posesiones que allí tienen  

#Síntica y Juan de Endor prefieren este lugar al de la Ciudad

 


 

Los apóstoles quieren ir a Antigonia

"Mi hijo Tolmai ha venido por compras. Hoy a eso de las doce regresa a Antigonia. El día es tibio. ¿Queréis ir, según deseabais?" pregunta Filipo el anciano, mientras sirve a sus huéspedes leche caliente.

"Iremos sin duda alguna. ¿Cuándo dijiste?"

"A eso de las doce. Podréis regresar mañana, si os parece, o bien, la tarde anterior al sábado. Es entonces cuando todos los siervos hebreos, o que han abrazado la fe, llegan para las funciones del sábado."

"Así haremos. Nadie impide que el lugar les sirva a estos."

"No me desagrada, aun cuando los pierda, pues es un lugar muy bueno. Podréis hacer mucho bien entre los siervos, algunos de los cuales son los que dejó el patrón. Otros son una muestra del buen corazón de la patrona que los rescató de un dueño cruel. Esta es la razón por la que no todos son israelita, pero tampoco paganos. Me refiero a las mujeres, en cuanto a los hombres os aseguro que todos están circuncidados. No tengáis repugnancia de ellos... Están todavía muy lejos de la justicia de Israel. Los santos del Templo se escandalizarían de esto, ellos que son perfectos..."

"¡Bueno! ¡Bueno!... Ahora podrán adelantar en sabiduría y bondad al aspirar el aroma de los enviados del Señor... ¿Habéis oído lo que tenéis que hacer?" dice Pedro, volviéndose a Juan de Endor y a Síntica.

"Lo haremos. No desilusionaremos al Maestro" promete Síntica, y sale para preparar lo que cree que tiene que hacer.

 

Juan de Endor pregunta a Filipo: "¿Crees que en 

Antigonia puedo hacer algún bien a los demás, 

enseñando como pedagogo?" "Y mucho.

 

Juan de Endor pregunta a Filipo: "¿Crees que en Antigonia puedo hacer algún bien a los demás, enseñando como pedagogo?"

"Y mucho. Hace tres lunas que murió el viejo Plauto y los niños gentiles no tienen escuela. Por lo que toca a los hebreos no tienen maestro porque todos los nuestros huye de ese lugar, por estar cerca de Dafne. Tenemos necesidad de uno que... de uno que sea como Teófilo... Sin ser severo por... por... "

"Esto es, sin fariseísmo..." concluye Pedro.

"Bueno... así es... No quiero criticar... que tampoco vale la pena maldecir. Es mejor ayudar... Como había la patrona que llevaba a la ley con su sonrisa mejor que cualquier rabí."

"¡Para esto me envió el Maestro! Soy quien tiene todos los requisitos... ¡Oh, cumpliré con su voluntad, hasta el último momento de mi vida! Ahora creo que el haberme escogido para esto es una prueba de predilección. Se lo voy a decir a Síntica. Veréis que nos quedaremos allá... voy a decírselo al punto" y sale con tal ímpetu como antes nunca lo había tenido.

 

"¡Señor Altísimo, te doy gracias y te bendigo! 

Sufrirá todavía, pero no como antes... 

¡Oh, qué alivio!" exclama Pedro.

 

"¡Señor Altísimo, te doy gracias y te bendigo! Sufrirá todavía, pero no como antes... ¡Oh, qué alivio!" exclama Pedro. Luego en pocas palabras explica a Filipo la razón de todo esto, de su alegría: "Debes saber que Juan ha sido objeto de... los "severos" de Israel. Así los has llamado..."

"¡Comprendo" un político perseguido como... como..." y mira a Zelote.

"Sí, como yo, y peor todavía, porque además de que no es de la misma raza, él es partidario del Mesías. Por esto quiero decirte que tanto él como ella se fían a tu palabra... ¿Comprendes?"

"Lo comprendo. Procuraré ser sensato."

"¿Cómo los vas a presentar ante los demás?"

"Cómo a dos pedagogos que Lázaro, hijo de Teófilo, recomendó para los niños y para las niñas. He visto que trae bordados y telas... Se hacen muchas labores en Antioquia y se venden bien, pero no son tan finas. Ayer vi un buen trabajo que me recordó la maestría de mi patrona... Muchos buscarán esa labores..."

"¡Una vez más sea alabado el Señor!" exclama Pedro.

"Sí. Esto nos calma el dolor que teníamos por partir..."

 

Deliberan sobre cuando partirán

 

"¡Cómo! ¿Vais a partir?"

"Lo tenemos que hacer. La tempestad nos estorbó. A los primeros días de Scebat tenemos que estar con el Maestro. Nos está esperando" interviene Tadeo.

Se separan. Filipo va a donde lo ha llamado una mujer. Ellos a arriba, al sol.

"Podemos partir al día siguiente del sábado, ¿qué os parece?" pregunta Santiago de Alfeo.

"De mi parte, ¡ni hablar! Todos los días me despierto pensando sólo en Jesús, que no tiene vestidos con qué cambiarse, y lo mismo me pasa cuando me voy a dormir. Es algo que me llega al alma. Hoy decidiremos."

"¡Oíd! ¿sabía esto el Maestro? Hace días que me pregunto que cómo sabía encontraríamos al cretense, que cómo ha proveído para que Juan y Síntica tengan trabajo, que cómo, cómo... En una palabra, cosas que no me puedo explicar" dice Andrés.

"Estoy convencido de que el cretense se detiene por algún tiempo en Seleucia. Tal vez Lázaro se lo dijo a Jesús, y por esto decidió que se partiese sin esperar a la Pascua..." explica Zelote.

"¡Eso es! Y ¿cómo hará Juan para la Pascua?" pregunta Santiago de Alfeo.

"Como todos los demás israelitas..." responde Mateo.

"No. Sería lo mismo que entrar en la boca del lobo."

" ¡No, hombre! ¿Quién va a encontrarlo en medio de tanta gente?"

"Iscar... ¡Oh, pero qué he dicho! No os fijéis en ello. Es una burla mía..." Pedro está colorado, afligido por haber hablado.

Judas de Alfeo le pone una mano sobre el hombro, con una sonrisa un poco seria, dice: "¡Déjate! Todos pensamos lo mismo, aunque no lo decimos a nadie. Bendigamos al Eterno que ha quitado este pensamiento de la cabeza de Juan."

Todos en silencio se quedan. Pero para ellos, verdaderos israelitas, es una preocupación que cómo podrá celebrar la Pascua en Jerusalén Juan de Endor... y vuelven a hablar sobre lo mismo.

"Pienso que Jesús tomará sus providencia. Tal vez Juan no lo sepa. No tenemos más que preguntárselo" dice Mateo.

"No lo hagáis. No pongáis preocupaciones y espinas, a donde apenas ha vuelto la paz" dice Juan el apóstol con voz suplicante.

"Lo mejor es preguntárselo al Maestro" propone Santiago de Alfeo.

"¿Cuándo lo veremos? ¿Qué os parece?" pregunta Andrés.

"¡Oh! si partimos al día siguiente al sábado, cuando la luna esté para desaparecer estaremos sin duda alguna en Tolemaida..." afirma Santiago de Alfeo.

"Si encontramos nave..." observa Judas Tadeo.

Su hermano: "Y si no hay tempestad."

"Por lo que se refiere a naves, las hay que parten siempre para Palestina. pagando, podemos bajar en Tolemaida, aun cuando la nave vaya a Yoppe. ¿Tienes todavía dinero, Simón?" pregunta Zelote a Pedro.

"Sí, aunque aquel cretense me juró que no me cobraría más de lo justo, teniendo en cuenta que debía favores a Lázaro. Sólo me falta pagar lo de la barca y el establo de Antonio. No toco el dinero de Juan y Síntica, aun cuando no tengamos para comer."

"Haces bien. Juan está enfermo. Cree que puede trabajar como profesor, pero de mi parte creo que no estará más que enfermo..." dice Zelote.

"También soy del mismo parecer. Más bien que hacer labores Síntica tendrá que hacer ungüentos" sugiere Santiago de Zebedeo.

"Pero ese ungüento ¡qué maravilloso! Me ha dicho Síntica que quiere hacerlo y usarlo para poder entrar en las familias de acá" dice Juan.

"¡Buena idea" Un enfermo que se cura es siempre un nuevo discípulo, y con él sus familiares" proclama Mateo.

"¡Ah, eso no!" exclama Pedro.

"¿Por qué no? ¿Quieres decir que los milagros no llevan al Señor?" le preguntan Andrés y otros.

"¡Sois unos tontuelos! ¡Parece que caéis de las nubes! ¿No veis lo que hacen a Jesús? ¿Se ha convertido acaso Elí de Cafarnaum? ¿Doras? ¿Oseas de Corozaín? ¿Melquías de Betsaida? Y perdonadme, vosotros de Nazaret, ¿acaso se convirtió vuestra ciudad con los milagros hechos, con el de vuestro sobrino curado?" pregunta Pedro.

Nadie se atreve a replicar. La verdad es amarga.

"No hemos encontrado todavía al soldado romano. Jesús le había dicho..." dice Juan después de algunos instantes.

"Lo diremos a los que se quedan. Y hasta les será de acicate en la vida" responde Zelote.

 

Filipo habla de su familia. Llegan a Antigonia y 

contemplan sus maravillosos jardines

 

Regresa Filipo: "Mi hijo está listo. Hizo todo pronto. Prepara los regalos para los sobrinos con la madre de ellos."

"Es buena tu nuera ¿verdad?"

"Buena. Es mi consuelo después de que perdí a mi José. Es como una hija. Era la esclava de Euqueria, la que había educado. Antes de vuestra partida venid a tomar algo. Lo están haciendo los demás..."

El nieto de Filipo, Tolmai, se abre paso. Tras de él vienen los demás en dirección a Antigonia... Pronto llegan a la ciudad que está resguardada con sus hermosos jardines, resguardad de las corrientes de aire con sus montes que la rodean, demasiado lejos para no sofocarla, pero bastante cerca para protegerla, y para derramar sobre ella los aromas de sus bosques de plantas resinosas, bañada con el sol, ciudad que sólo al verla produce alegría a los ojos, al corazón.

Los jardines de Lázaro están al sur de la ciudad. Se llega a ellos por una vereda, que por ahora no tiene muchas flores, a cuya vera están las casas de los jardineros. Son casas pequeñas, bien hechas. En sus umbrales se asoman caritas de niños, caras de mujeres que curiosas ven y saluda sonrientes. Se puede ver en todos la diversidad de rezas.

Tolmai, no apenas entró en el cancel donde empieza la propiedad, hace al pasar por cada casa con su fuete algo que debe ser una señal. Los moradores poco después salen, y toman por el sendero, detrás de las dos carretas que van al paso, que se detienen en un lugar de donde parten muchas veredas, cual rayos de una rueda, para campos y campos donde hay verdor, donde hay laureles, acacias o plantas semejantes, plantas resinosas cuyo aromo llega a todas partes. Es un aroma mezclado con aromas balsámicos, resinosos. Por todas partes se ven colmenas, estanques de regadío, donde beben el agua blanquísimas palomas. También se ven lugares donde en la tierra fresca y suelta las gallinas rascan el suelo, las que cuidan algunas niñas.

 

Tolmai presenta a los apóstoles y añade:

...ahora nos ha llegado realmente el tiempo 

de la gracia, porque el Rey de Israel ha pensado 

en sus siervos pequeñuelos, y ha mandado 

a sus ministros que nos trajesen sus palabras. 

 

Tolmai hace chasquidos con su cuarta hasta que todos los súbditos del pequeño reino se reúnen. Empieza a hablar: ·"Pues bien. Filipo, nuestro jefe, padre de mi padre, manda y recomienda a estos santos de Israel, que vinieron a acá por voluntad de nuestro dueño, ¡que Dios esté siempre con él y con su casa! Mucho nos quejábamos de que aquí nos faltaban las voces de santos rabíes, pero ved que la voluntad del Señor y de nuestro dueño, lejano pero siempre entre nosotros -¡quiera Dios pagarle el bien que hace a sus siervos!- nos han proporcionado por lo que suspiraba nuestro corazón. En Israel se ha levantado el Prometido a las naciones. Lo habían dicho en las fiestas que se celebran en el Templo y en la casa de Lázaro. Pero ahora nos ha llegado realmente el tiempo de la gracia, porque el Rey de Israel ha pensado en sus siervos pequeñuelos, y ha mandado a sus ministros que nos trajesen sus palabras. Estos son sus discípulos. Dos de ellos se van a quedar entre nosotros, aquí o en Antioquia. Enseñarán la sabiduría con la cual aprenderemos a ir al cielo, y la otra necesaria para la tierra. Juan, maestro, discípulo de Cristo enseñará a nuestros niños una y otra sabiduría. Síntica, discípula y maestra del aguja, enseñará la ciencia del amor de Dios y el arte del trabajo femenil a nuestras niñas. Aceptadlos como una bendición del Cielo. Amadlos como los ama Lázaro, hijo de Teófilo y Euqueria -¡gloria sea dada a sus almas! ¡paz a sus espíritus!- y como los aman las hijas de Teófilo, Marta y María, nuestras amadas dueñas y discípulas de Jesús de Nazaret, el rabí de Nazaret, el Prometido, el Rey."

El grupo de hombres de túnicas cortas, de manos sucias de tierra, el grupo de mujeres, el de niños de todas las edades, ha escuchado absorto, luego sale de él un murmullo, y finalmente se inclina profundamente.

 

Tolmai hace las presentaciones

 

Tolmai hace las presentaciones: "Simón de Jonás, el jefe de los enviados del Señor; Simón el Cananeo, amigo de nuestro patrón; Santiago y Judas, hermanos del Señor; Santiago y Juan, Andrés y Mateo" y luego dirigiéndose a los apóstoles y discípulos: "Ana mi mujer, de la tribu de Judá, como lo fue también mi madre, porque vinimos a acá con Euqueria de Judá. José, mi hijo consagrado al Señor, Teoqueria, la primogénita, que en su nombre lleva el recuerdo de nuestros buenos señores, es inteligente, y ama a Dios como una verdadera israelita. Nicolás y Dositeo. Nicolás es nazareno; Dositeo, el tercer hijo, está casado (una lágrima se le arranca al decir esto) con Hermione hace ya años. Ven aquí, mujer..."

Se acerca una joven morena con un niño en los brazos.

"Es esta. Es hija de un prosélito y de una griega. Mi hijo la conoció en Alejandroscene de Fenicia un día que fue por negocios... se enamoró de ella... Lázaro no se opuso, hasta dijo: "Mejor así, que no algo peor". Y no lo es Yo quería sangre de Israel..."

La pobre Hermione, como una acusada, baja la cabeza. Dositeo está que no se aguanta. Ana, madre y suegra, la mira con ojos compasivos...

 

"En el reino del Señor -dice- no hay griegos, 

ni israelitas, romanos o fenicios, 

sino sólo los hijos de Dios. 

 

Cuando por medio de estos dos hayas conocido 

la palabra de Dios, tu corazón se abrirá 

a nuevas luces, y esta mujer no será más una 

"extranjera", sino una discípula de nuestro 

Señor Jesús, como somos tú, yo, todos."

 

Juan, aunque es el más joven, cree que hay que cambiar, que animar a los presentes: "En el reino del Señor -dice- no hay griegos, ni israelitas, romanos o fenicios, sino sólo los hijos de Dios. Cuando por medio de estos dos hayas conocido la palabra de Dios, tu corazón se abrirá a nuevas luces, y esta mujer no será más una "extranjera", sino una discípula de nuestro Señor Jesús, como somos tú, yo, todos."

Hermione levanta la cabeza, sonríe a Juan, y en las caras de Dositeo y Ana se pinta la expresión de gratitud.

Tolmai responde seriamente: "Y que así sea. Porque fuera de su raza, no tengo nada que reprochar a mi nuera. Al niño que tiene en sus brazos se llama él Alfeo, que se llama así en recuerdo de su padre que fue prosélito. Esa pequeñuela, con ojos de cielo, y guedejas de ébano es Mírtica. Tiene el nombre de la madre de Hermione. Este, el primogénito se llama Lázaro, porque así lo quiso nuestro patrón, el de más allá es Hermas."

"El quinto debe llamarse Tolmai, la sexta Ana, para decir al Señor y al mundo que tu corazón se ha abierto a nuevas ideas" propone Juan.

Tolmai baja la cabeza y calla. Luego continúa: "Estos dos son dos hermanos de Israel: Miriam y Silviano, de la tribu de Neftalí. Estos son Elbónide de la tribu de Dan y Simeón de la de Judá. Aquí tenéis prosélitos romanos, que la caridad de Euqueria arrebató del yugo cruel y del gentilismo: Lucio, Marcelo, Solón, hijo de Elateo."

"Es un nombre griego" observa Síntica.

"De Tesalónica. Esclavo de un siervo de Roma" -se nota el desprecio que siente cuando dice: "siervo de Roma"-. "Euqueria lo aceptó junto con su padre que estaba para morir. Eran días terribles. El padre de Solón murió pagano, pero él se ha hecho prosélito... Priscila, preséntate con tus hijos..."

Una mujer alta, delgada, de aspecto aquilino avanza, empujando a una niña y a un niño.

"Esta es la mujer de Solón, que es liberta de una romana que hace tiempo murió. Aquí tenéis a Mario, Cornelia, María y Martila que son gemelas. Priscila es experta en perfumes. Amiclea, ven aquí con tus hijos. Esta es hija de prosélitos. También lo son los dos niños: Casio y Teodoro. No te escondas, Tecla. Es la mujer de Marcelo. Su único dolor es que sea estéril. También ella es hija de prosélitos. Estos son los que viven como colonos. Aquí están también los jardineros. Venid."

 

Les enseñan las extensa posesiones que allí tienen

 

Lleva a los apóstoles por las extensas posesiones. Vienen con ellos los jardineros que explican sus trabajos, sus cultivos. Las niñas regresan donde están las gallinas, que se han ido a otra parte a hacer de las suyas.

Tolmai explica: "Se les trae aquí para que se coman los gusanos antes de que se siembre."

Juan de Endor se sonríe al ver a las gallinas. Dice: "Parecen las mías de otros tiempos..." se inclina, y les echa pedazos de pan que ha sacado de su alforja, y lo sigue haciendo hasta que una gallina le arranca el pedazo.

"¡Menos mal!" dice Pedro a Mateo, dándole un codazo mientras le hace señas de que vea a Juan que se está divirtiendo con los pollos, y a Síntica que está hablando con Solón y Hermione.

 

Síntica y Juan de Endor prefieren este lugar 

al de la Ciudad

 

Regresan a la casa de Tolmai, que dice: "Este es el lugar. Si queréis enseñar, hay lugar. Quedaos aquí o..."

"¡Sí, Síntica! ¡Aquí! ¡Es más hermoso! Antioquia me mata con sus recuerdos..." suplica suavemente Juan a la discípula.

"Claro que sí... como quieras. Con tal de que te sientas bien. Para mí todo es igual. Nunca miro para atrás... Solo hacia adelante... ¡Está bien, Juan! Nos quedaremos aquí. Hay niños, flores, palomas y gallinas para nosotros, pobres seres. Y para nuestra alma existe la alegría de servir al Señor. ¿Qué os parece a vosotros?" pregunta, volviéndose a los apóstoles.

"Pensamos como tú."

"Entonces todo está decidido."

"Perfectamente. Partiremos contentos."

"¡Oh, no partáis! ¡No os veré más! ¿Por qué tanta prisa? ¿Porqué?... " Juan palidece.

"No nos vamos a ir ahora. Estaremos hasta... hasta que estés..." Pedro no termina la frase, y para no mostrar que las lágrimas lo empapan, abraza a Juan para consolarlo.

VI. 60-67

A. M. D. G.