ISMAEL BEN FABI
#Jesús y los apóstoles caminan hacia la casa de Ismael ben Fabi
#Jesús pregunta a una niña que le diga donde está la casa de Ismael
#"Tú, que eres bueno ¿vas a casa de Ismael?" "Sí, ¿por qué?" Es muy malo!".Desconfía, Señor.
#"También amo a los pecadores, mujer. He venido para salvar lo que estaba perdido."
#Jesús entra en la suntuosa casa de Ismael. Muchos siervos corren a su encuentro
#Regresa Ismael con otros cinco pomposos fariseos
#¡si se obrase siempre de este modo!... Seria uno víctima de los demás. Entonces según tú, ¿es mejor que los otros sean nuestras víctimas?
#¡Jesús, ten piedad de mí!" Un lamento se cuela por las ventanas atrancadas
#Castigaré a los siervos por haberle permitido pasar "Quédate aquí, Ismael. Quiero ver al que me busca. Dejar que entre."
#Un hombre se presenta ante Jesús para que le cure
#¿me es lícito curar en sábado?"
#Cananías, ¿sabes que en este momento tu bosque más bello está ardiendo?
#"Y ahora" pregunta Jesús clavando su mirada en los demás. "Contestad ahora vosotros. ¿Es lícito o no?"
#"Hablaré. Repito: sea como crees. Estás curado. Alaba al Eterno. ¡Vete en paz!"
#"Pero Maestro... ¡en mi casa!... ¡en día de sábado!..." "No lo apruebas Lo sé, y por esto he venido. Eres tú un amigo ¡No! Eres enemigo mío. No eres sincero ni para conmigo ni para con Dios."
#Tú tenías dos huérfanos en tu propiedad. Eran hijos de dos siervos fieles tuyos que murieron trabajando por ti, uno con la hoz en la mano, ella muerta por la demasiada fatiga que tenía que soportar por servirte, como se lo exigías.
#Los muertos lloran solo en sus sepulcros oyendo los sollozos de sus infelices hijos que otros no cuidan. Pero lo muertos con su espíritu llevan sus llantos, como los de sus hijos, ante Dios y dicen: "¡Señor, vénganos porque el mundo oprime cuando no se le puede servir más!"
#¿Y no acaso dice la Ley: "No haréis daño a la viuda y al huérfano. Porque si lo hiciereis y levantaren su voz a Mí, escucharé su grito, y mi furor se prenderá, y os exterminaré con la espada, y vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos?"
#Obrad siempre así: cuando os inviten a un banquete de bodas, escoged siempre el último lugar.
#Ismael, no me odies porque te curo. Yo no te odio. Vine a curarte. Estás más enfermo que aquel hombre.
#"Maestro... yo... yo quiero contentarte. Tomaré a esos niños."
#para cambiar un corazón. Con tal de que este quiera. Basta una palabra
JESÚS Y LOS APÓSTOLES CAMINAN HACIA
LA CASA DE ISMAEL BEN FABI
Veo a Jesús que camina rápidamente por un buen camino que el viento frío de una mañana invernal barre y endurece. Los campos de uno y otro lado del camino apenas si tienen una ligera puntita verde de la mies que es una promesa del futuro trigo, del futuro pan. Hay también surcos negruzcos donde no se ve nada de verde, que crece sólo en los lugares donde el sol les da. No se ve nada en los árboles, ni siquiera una yema. Sólo los olivos conservan su eterno color verdi-negro, tan triste no sólo bajo el sol implacable de agosto como también en estos días claros invernales. Sus hojas conservan ese verde de pasta de cerámica, que parece como si hubieran tomado su color de los cactus.
Jesús como suele hacerlo, camina dos o tres pasos delante de sus discípulos. Todos van bien envueltos en sus mantos de lana.
En cierto momento se detiene, se vuelve preguntando a sus discípulos: "¿Conocéis bien el camino?"
"Es este, pero dónde esté la casa no se sabe, porque se encuentra dentro... Tal vez allá en aquel lugar donde se ven muchos olivos."
"No. Debe estar, donde están aquellos árboles sin hojas."
"Debe haber un camino para carros."
En una palabra, no saben nada. No se ve a nadie por el camino. Caminan al azar.
Encuentran una casucha con dos o tres parcelas a su alrededor. Una niña está sacando agua de un pozo.
JESÚS PREGUNTA A UNA NIÑA QUE LE DIGA
DONDE ESTÁ LA CASA DE ISMAEL
LE INVITA A JESÚS A ENTRAR EN SU CASA
"La paz sea contigo, niña" dice Jesús deteniéndose en el borde de la cerca que tiene espacio para pasar.
"La paz sea contigo. ¿Qué se te ofrece?"
"Quiero que me digas dónde está la casa de Ismael el fariseo."
"Este no es el camino, Señor. Debes regresar al cruce y tomar el camino por donde se oculta el sol. Debes caminar mucho, mucho, porque debes dar la vuelta, allá en el cruce, y luego seguir, seguir. ¿Has comido? Hace frío y con el estómago vacío se siente más. Entra, si te parece. Somos pobres, pero tampoco Tú eres rico. No te disgustará. Ven." Y grita: "¡Mamá!"
En el umbral se ve a una mujer entre los treinta y cinco y cuarenta años. Tiene cara de mujer buena, pero triste. En sus brazos trae un niño como de tres años, medio desnudo.
"Entra. Hay fuego. Te daré pan y leche."
"No soy solo. Vienen conmigo estos amigos míos."
"Entren todos y la bendición de Dios con los peregrinos."
Entran en una cocina baja y oscura donde alegre chisporrotea el fuego. Se sientan donde pueden, sobre burdos bancos.
"Ahora os preparo algo... Es temprano... Todavía no he arreglado todo... Perdonad."
"¿Estás sola?" le pregunta Jesús.
"Tengo marido e hijos. Siete. Los dos mayores están en el mercado de Naim. Tienen que ir porque mi marido está enfermo. ¡Es una gran aflicción!... Las niñas me ayudan. Este es el más pequeño. Tengo otro un poco mayorcito."
El pequeño, que no tiene más que su tuniquita como vestido, corre descalzo a donde está Jesús y lo mira con curiosidad. Jesús le sonríe. La amistad está hecha. "¿Quién eres?", le pregunta el niño confiadamente.
"Soy Jesús."
La mujer se vuelve a mirarlo atentamente
La mujer se vuelve a mirarlo atentamente. Se ha quedado con el pan entre las manos, entre el fogón y la mesa. Quiere hablar, pero no lo hace. El niño continúa: "¿A dónde vas?"
"¿A hacer qué cosa?"
"A bendecir a los niños buenos y sus casas donde se observa la Ley."
La mujer hace otro gesto de sorpresa. Hace una señal a Judas Iscariote, que es a quien tiene más cerca. El se inclina hacia la mujer que le pregunta: "¿Quién es tu amigo?"
Judas, orgulloso (parece como si gracias a él el Mesías sea tal): "Es el Rabí de Galilea: Jesús de Nazaret. ¿No lo sabías, mujer?"
"Este camino no es el apropiado, y yo tengo tantas penas... ¿Podría decírselas?"
"Puedes" responde tranquilamente Judas. Tiene el aire de un gran personaje que concediera audiencia.
Jesús continúa hablando con el niño que le ha preguntado si también tiene niños.
"¡Jesús, ten piedad de mi marido!"
"¿Qué quieres que haga?"
"¿Quieres que te lo cure? ¿Por qué me lo pides?"
Porque Tú eres Tú
Mientras la niña a quien ya hemos visto, y otra mayorcita traen leche y los tazones, la mujer se acerca a Jesús. Por un momento se queda como dudosa, pero después prorrumpe en un grito: "¡Jesús, ten piedad de mi marido!"
Jesús se levanta. Aunque alto de estatura, la bondad que respira es tanta que la mujer cobra ánimos. "¿Qué quieres que haga?"
"Está muy enfermo. Hinchado como un odre. No puede inclinarse para trabajar. No encuentra descanso porque se ahoga... Tenemos niños todavía pequeños."
"¿Quieres que te lo cure? ¿Por qué me lo pides?"
"Porque Tú eres Tú. No te conocía, pero había oído hablar de Ti. La buena suerte te ha traído a mi casa después que por tres veces te fui a buscar a Naim y a Caná. Dos veces estuvo mi marido. Te fue a buscar aun cuando el andar en la carreta le haga mal. .. Ahora está afuera con su hermano... Nos habían dicho que el Rabí, salido de Tiberíades, se dirigía a Cesarea de Filipo. Fue allá a esperarte..."
"No he ido a Cesarea. Voy a casa del Ismael el fariseo y luego iré en dirección del Jordán."
"Tú, que eres bueno ¿vas a casa de Ismael?"
"Sí, ¿por qué?"
Es muy malo!. Desconfía, Señor.
"Tú, que eres bueno ¿vas a casa de Ismael?"
"Sí, ¿por qué?"
"Porque... porque... Señor, sé que mandas que no se juzgue, que se perdone, que nos amemos. Nunca te había visto, pero he tratado de informarme de Ti lo más que he podido. He pedido al Eterno de que pudiera oírte por lo menos una vez. No quiero hacer cosa alguna que te desagrade. ¿Pero cómo no juzgar a Ismael? ¿Cómo amarlo? No tengo yo nada con él, y por eso nada que perdonarle. nos sacudimos de nosotros las injurias que nos lanza al ver nuestra pobreza, y lo hacemos así como se quita uno el lodo, el polvo que nos echa cuando veloz pasa con sus asnos. Pero amarlo y no juzgarlo es muy difícil... ¡Es muy malo!".
"¿Tan malo? ¿Con quién?"
"Con todos. Oprime a sus siervos, presta dinero con usura, y con crueldad la exige. No ama sino a sí mismo. es el más cruel de los contornos. No merece que vayas a su casa, Señor."
"Lo sé. Tienes razón."
"¿Y vas allá?"
"Me ha invitado."
"Desconfía, Señor. No lo habrá hecho por amor. No te puede amar. Y Tú... no puedes amarlo."
"También amo a los pecadores, mujer.
He venido para salvar lo que estaba perdido."
"También amo a los pecadores, mujer. He venido para salvar lo que estaba perdido."
"Pero a este no lo salvarás. ¡Oh, perdón por haber juzgado! Tú sabes... ¡Todo lo que haces está bien! Perdona esta lengua mía ignorante, y no me castigues."
tu marido viene ya de regreso. Dile que sufra un
poquitín más y que cuanto antes vaya a la casa
de Ismael.
Vienes también tú.
Lo curaré."
"No te castigaré, pero no lo hagas más. Ama aun a los malvados, no porque lo sean, sino porque con el amor se alcanza la misericordia que los convierte. Eres buena y deseas serlo más. Amas a la Verdad y la Verdad que te habla te dice que te ama, porque eres piadosa según la Ley para con el huésped, para con el peregrino, y en esta forma has educado a tus hijos. Dios será tu recompensa. Debo ir a casa de Ismael que me invitó para presentarme con muchos amigos suyos que me quieren conocer. No puedo esperar a tu marido, que, tenlo en cuenta, viene ya de regreso. Dile que sufra un poquitín más y que cuanto antes vaya a la casa de Ismael. Vienes también tú. Lo curaré."
Lo sé. Tengo necesidad de que sea sábado,
porque debo decir algo a Ismael referente a esto.
"¡Oh, Señor!..." La mujer se ha echado de rodillas a los pies de Jesús, y lo mira con risa, con llanto. Luego dice: "¡Pero hoy es sábado!"
"Lo sé. Tengo necesidad de que sea sábado, porque debo decir algo a Ismael referente a esto. Todo lo que hago, lo hago con un fin preciso y sin equivocación. Tenedlo también en cuenta vosotros, amigos míos, que tenéis miedo y que quisierais que siguiese una conducta según las conveniencias humanas para que no sufra nada. El amor os guía. Lo sé. Mas debéis saber amar mejor. No pospongáis jamás los intereses divinos a los intereses del ser a quien amáis. Mujer, me voy. Te espero allá. La paz perenne sea en esta casa donde se ama a Dios, su Ley, es respetado el matrimonio, la prole santamente educada, amado el prójimo y buscada la verdad. ¡Adiós!"
Jesús pone su mano sobre la cabeza de la mujer y de las dos niñas. Luego se inclina a besar a los niños más pequeños y sale.
Un jovencillo como de quince años está esperando
con una carreta vieja, destartalada.
No, mujer. Deja que el caballo esté descansado
para cuando vayas a la casa de Ismael.
Un sol invernal ha entibiado un poco el aire. Un jovencillo como de quince años está esperando con una carreta vieja, destartalada.
"No tengo más que esto, Señor. Pero llegarás más pronto."
"No, mujer. Deja que el caballo esté descansado para cuando vayas a la casa de Ismael. Muéstrame solo el camino más corto."
El muchacho se pone a su lado, y por campos y prados llegan a una ondulación del terreno, más allá de la cual se ve una amplia concavidad como de una hectárea, bien cultivada. En su centro una bella casa larga, baja, rodeada por un jardín bien cultivado.
"La casa es aquella, Señor" dice el muchacho. "Si no te hago falta, regreso a casa a ayudar a mi mamá."
"Vete y sé siempre un buen hijo. Dios está contigo."
Jesús entra en la suntuosa casa de Ismael.
Muchos siervos corren a su encuentro
Jesús entra en la suntuosa casa de Ismael. Muchos siervos corren a su encuentro. Otros van a avisar al patrón, quien sale con profundas inclinaciones a recibirlo.
"¡Bienvenido a mi casa, Maestro!"
"La paz sea contigo, Ismael ben Fabi. Has querido verme y he venido. ¿Para que me quieres?"
"Para que me viera honrado con tu presencia y para presentarte con amigos míos. Quiero que también sean tuyos. Como quiero que Tú lo seas mío."
"Yo soy amigo de todos, Ismael."
"Lo sé. ¡Pero sabes! Conviene tener amistad en las alturas. Mi amistad y la de mis amigos están en lo alto. Perdona que te lo diga, no te preocupas de los que pueden apoyarte..."
"¿Eres de ellos? ¿Por qué?"
"Soy de ellos. ¿Que por qué? Porque te admiro y quiero que seas mi amigo."
¿Sabes, Ismael, el significado que doy a esta palabra?
Para muchos amigos quiere decir uno que tiene
gratitud,
para otros un cómplice,
para otros un siervo.
Para Mí quiere decir:
el que es fiel a la palabra del Padre.
Quien no lo es, no puede ser mi amigo, ni él el mío."
"¡Amigo! ¿Sabes, Ismael, el significado que doy a esta palabra? Para muchos amigos quiere decir uno que tiene gratitud, para otros un cómplice, para otros un siervo. Para Mí quiere decir: el que es fiel a la palabra del Padre. Quien no lo es, no puede ser mi amigo, ni él el mío."
"Precisamente porque quiero ser fiel, quiero tu amistad, Maestro. ¿No lo crees? Mira. Allí viene Eleazar. Pregúntale cómo te he defendido ante los Ancianos. Eléazar, te saludo. Ven, que el Rabí quiere preguntarte una cosa."
Muchos saludos y recíprocas miradas indagadoras.
"Repite, Eléazar, lo que dije del Maestro la última vez que estuvimos reunidos."
"¡Oh, fue un verdadero elogio! ¡Una defensa apasionada! Me vinieron entonces ganas de escucharte, pues Ismael habló así de Ti, Maestro, como del Profeta más grande que haya venido al pueblo de Israel. Recuerdo que dijo que nadie hablaba más profundamente que Tú, que nadie atraía tanto como Tú, y que si como sabes hablar, supieras manejar la espada, no habría un rey más grande que Tú en Israel."
"Mi Reino... No es humano, Eléazar."
"¿Y el Rey de Israel?"
Que vuestras inteligencias se abran para
comprender el sentido de las palabras arcanas
"Mi Reino... No es humano, Eléazar."
"¿Y el Rey de Israel?"
"Que vuestras inteligencias se abran para comprender el sentido de las palabras arcanas. Vendrá el reino del Rey de reyes, pero no según el pensamiento humano. Vendrá no por lo que parece, sino por lo que es eterno. Se llega a él no por el camino tapizado de triunfos, ni sobre la alfombra teñida en sangre enemiga, sino por el arduo camino del sacrificio, por la dulce escalera del perdón y del amor. Las victorias contra nosotros mismos nos darán este reino. Y quiera Dios que la mayoría de Israel pueda comprenderme. ¡Pero no será así! Pensáis en lo que no existe. En mi mano habrá un cetro, y el pueblo de Israel será quien me lo ponga. Un cetro real, eterno. Ningún rey podrá arrebatarlo a mi reino. Pero muchos de Israel no podrán verlo sin temblar de terror, porque para ellos tendrá un nombre terrible."
"¿No nos crees capaces de seguirte?"
"Si lo quisierais, podríais, pero no queréis. ¿Y por qué no? Sois ya muy viejos. La edad debería haberos hecho comprensivos, y justos aun para con vosotros. Los jóvenes... ellos podrán errar y luego arrepentirse. ¡Pero vosotros! La muerte está muy cerca de los ancianos. Eléazar, tú no estás envuelto tanto en las teorías de muchos amigos tuyos. Abre tu corazón a la Luz..."
Regresa Ismael con otros cinco pomposos fariseos
Regresa Ismael con otros cinco pomposos fariseos: "Entrad, pues en mi casa" dice. Atraviesan el atrio, rico de tapices y asientos. Entran en una habitación a donde traen ánforas y palanganas para las abluciones. Luego pasan a la sala del banquete, reciamente adornada.
"Jesús se sienta a mi lado. Entre mí y Eléazar" dice Ismael.
Jesús, que estaba con sus discípulos un poco avergonzados y menos atendidos, tiene que sentarse en el lugar de honor.
Empieza el banquete con viandas de carne, pescado frito. Pasan vinos, y me parece, jarabes, o por lo menos agua con miel.
"Maestro, ¿es verdad lo que se dice?
¿Que quieres modificar la Ley?"
No cambiaré ni una jota de ella
Todos tratan de hablar con Jesús. Un viejo con voz temblorosa pregunta. "Maestro, ¿es verdad lo que se dice? ¿Que quieres modificar la Ley?"
"No cambiaré ni una jota de ella. Antes bien (y Jesús recalca sus palabras) he venido a hacerla del todo íntegra como cuando la dio Moisés"
"¿Quieres dar a entender que ha sido modificada?"
"No. Tan sólo que le ha cabido la suerte de todas las cosas grandes depositadas en las manos de los hombres."
"¿Querrías decir...? Habla claro."
"Quiero decir que el hombre, por soberbia o por instigación de la triple concupiscencia, ha querido dar un retoque a la palabra e hizo algo que oprime a los fieles, mientras que para los que la retocaron no es más que un manojo de frases que... se deja a los demás."
"Maestro, nuestro rabinos..."
"¡Esto es una acusación!"
"¡No hagas que perdamos el deseo de ayudarte!"
"¡Eh, eh! ¡Tienen razón de decir que eres un rebelde!"
"¡Silencio! Jesús es mi huésped. Hable libremente."
"Nuestro rabinos iniciaron su larga fatiga con el objeto santo de hacer más fácil la aplicación de la Ley. El mismo Dios empezó esta escuela cuando a los diez mandamientos añadió minuciosas explicaciones. Y esto para que el hombre no tuviese excusa de no poderlo comprender. Es, pues, una obra santa la de los maestro que dan en pedacitos a los pequeñuelos de Dios el pan que El da al espíritu. Es santa si sigue con un fin recto. Pero esto no sucedió siempre, y ahora menos que nunca. ¿Y para qué queréis, vosotros que os sentís ofendidos que enumere las culpas de los poderosos?"
"¡Culpas! ¡Culpas! ¿No tenemos nosotros más que culpas?"
"¡Yo quisiera que sólo tuvierais méritos!"
Jesús, con la crítica no se consigue hacer
amigos a los poderosos.
Tú no reinarás.
No sabes el arte.
No pido reinar como vosotros pensáis,
y no mendigo amistades.
Quiero amor, pero honesto, santo.
Pero no los tenemos! ¡Lo estás pensando! Tus ojos lo están diciendo. Jesús, con la crítica no se consigue hacer amigos a los poderosos. Tú no reinarás. No sabes el arte."
"No pido reinar como vosotros pensáis, y no mendigo amistades. Quiero amor, pero honesto, santo. Un amor que salga de Mí para el ser amado, y que se demuestre practicando para con los pobres lo que predico, esto es, la misericordia."
"Por lo que toca a mí, desde que te oí, no he prestado ya dinero con usura" dice uno.
"Y Dios te lo recompensará."
"El Señor me es testigo si he vuelto a castigar al siervo que lo merecía, desde que me contaron una parábola tuya" dice otro.
"¿Y yo? ¡He dejado más de diez almudes de cebada en mis campos para los pobres!" añade otro.
Los fariseos se alaban sin avaricia.
Ismael no ha dicho nada. Jesús lo interpela: "¿Y tú, Ismael?"
"¡Oh, yo! Yo siempre he practicado la misericordia. No tengo más que seguir obrando como hasta ahora lo he hecho."
"¡Felicidades! Si es verdad, eres el hombre que no tiene remordimientos."
"Es verdad. ¡No los tengo!"
Eléazar con el codo pega a Jesús. Le dice:
"Maestro, escúchame.
Tengo un caso especial que proponerte.
Jesús lo mira con esos ojos de zafiro. Eléazar con el codo pega a Jesús. Le dice: "Maestro, escúchame. Tengo un caso especial que proponerte. No hace mucho compré una propiedad de un hombre desafortunado por causa de una mujer. El me la vendió sin decirme que en ella había una vieja sierva, nutriz suya, que tampoco la querría, pero echarla a la calle... ¿Qué harías, Maestro?"
"¿Qué harías tú, si a otro debieras dar el consejo?"
"Diría: "No la tires. Un pan no será el que te lleve a la ruina'."
"¿Por qué hablarías así?"
"Bueno... porque así obraría yo y porque así querría que se me hiciese."
"Estás muy cercano a la justicia, Eléazar. Haz como aconsejarías y el Dios de Jacob estará siempre contigo."
"¡Gracias, Maestro!"
Los otros murmuran entre sí.
"¿De qué murmuráis?" pregunta Jesús. "¿No he dicho la verdad? ¿No ha hablado este rectamente? Ismael, defiende a tus huéspedes, tú que siempre has practicado la misericordia."
¡si se obrase siempre de este modo!...
Seria uno víctima de los demás.
¿Entonces según tú, es mejor que los otros sean
nuestras víctimas?
"Maestro, aconseja bien, pero... ¡si se obrase siempre de este modo!... Seria uno víctima de los demás."
"¿Entonces según tú, es mejor que los otros sean nuestras víctimas?"
"No quiero decir esto. Pero hay casos..."
"La Ley ordena que se tenga misericordia."
"Sí, para con el hermano pobre, para con el extranjero, para con el peregrino, para con la viuda y el huérfano. Pero esta vieja, que ha venido a parar en la propiedad de Eléazar, no es ni hermana, ni peregrino, ni extranjera, ni huérfana o viuda. No le sirve nada a él. no es más ni menos que un viejo instrumento que su dueño olvidó cuando hizo la venta de su propiedad. Por esta razón Eléazar podría arrojarla sin escrúpulos de ninguna clase. En una palabra, la muerte de la vieja no sería culpa suya, sino del dueño anterior..."
·... el cual no puede mantenerla porque también él es pobre, y por lo tanto libre de toda obligación. De modo que si la anciana muere de hambre la culpa es de ella. ¿No es así?"
"Así es, Maestro. Es la suerte de los que... no sirven para nada. Enfermos, viejos, inútiles, están condenados a la miseria, a la mendicidad. La muerte es lo mejor para ellos... Esto sucede desde que el mundo es mundo y así seguirá sucediendo."
Un lamento se cuela por las ventanas atrancadas
"¡Jesús, ten piedad de mí!" Un lamento se cuela por las ventanas atrancadas, porque la sala está cerrada y las lámparas encendidas. Tal vez por el frío.
"¿Quién me llama?"
"Algún importuno. Mandaré que lo echen fuera. O algún mendigo. Haré que le den un pan."
"Jesús, estoy enfermo. ¡Sálvame!"
Castigaré a los siervos por haberle
permitido pasar
"Quédate aquí, Ismael.
Quiero ver al que me busca. Dejar que entre."
"Lo dije. Un importuno. Castigaré a los siervos por haberle permitido pasar." E Ismael se pone en pie.
Pero Jesús más joven, por lo menos veinte años y más alto, llevándole de ventaja más de veinte centímetros, lo hace sentar, poniéndole la mano sobre el hombro y ordenándole: "Quédate aquí, Ismael. Quiero ver al que me busca. Dejar que entre."
Entra un hombre con cabellos todavía negros. Tendrá unos cuarenta años. Pero está hinchado como una bota y amarillo como un limón, con los labios morados, semiabiertos. Lo acompaña su mujer que hospedó a Jesús.
El hombre avanza fatigosamente por la enfermedad y por el temor. Jesús que ha dejado su lugar, se ha acercado al infeliz, lo ha tomado de la mano y lo ha llevado al centro de la sala en el espacio vacío entre las mesas puestas en forma de U, bajo la lámpara.
UN HOMBRE SE PRESENTA ANTE JESÚS PARA QUE LE CURE
"¿Para qué me quieres?"
"Maestro... tanto que te he buscado... tanto tiempo hace... No quiero otra cosa más que la salud... por mis hijos, por mi mujer... ¡Tú puedes todo!... Mira a qué estoy reducido."
"¿Y crees que pueda Yo curarte?"
"Sí... Cualquier paso que doy me causa dolor... cualquier golpecito... y con todo te he buscado caminando tantos kilómetros... después en carreta, pero jamás te he alcanzado... ¡Sí creo que puedes! Me extraña que no esté curado desde que tu mano reposa en la mía, porque todo lo que es de Ti es santo ¡oh, Santo de Dios!"
El pobrecito sopla como un fuelle por el esfuerzo que ha hecho al hablar. La mujer mira a su marido y a Jesús y llora.
¿me es lícito curar en sábado?"
Jesús los mira, sonríe. Luego se vuelve y pregunta: "Tú, viejo escriba (se dirige al viejo que fue el primero en hablar) respóndeme: ¿me es lícito curar en sábado?"
"En sábado no es lícito hacer ninguna obra."
"¿Ni siquiera salvar a alguien de la desesperación? No es un trabajo manual."
"El sábado está consagrado al Señor."
"¿Qué mejor obra puede haber que hacer que un hijo de Dios diga al Padre: "Te amo y te alabo porque me has curado'?"
"Debe hacerlo aunque se vea infeliz."
Cananías, ¿sabes que en este momento
tu bosque más bello está ardiendo...?
"Cananías, ¿sabes que en este momento tu bosque más bello está ardiendo y que toda la pendiente del Hermón resplandece en medio de las purpurinas llamas?"
El viejo salta como si lo hubiese mordido un áspid: "Maestro, ¿dices la verdad o te burlas?"
"Digo la verdad Lo veo y lo sé."
"¡Oh, desgraciado de mí! ¡Mi mejor bosque! ¡Millares de siclos en ceniza! ¡Maldición! ¡Malditos los perros que le pusieron fuego! ¡Ardan en sus entrañas como mi bosque!" El viejo está desesperado.
"¡No es más que un bosque, Cananías! ¿Por qué no alabas al Señor por esta desventura? Este pierde no árboles, que renacen, sino la vida, el pan de sus hijos, y tendría que tributar la alabanza que tú no tributas. Así pues, escriba ¿no me es lícito curar a este en sábado?"
"¡Malditos seáis, Tú él y el sábado! Tengo otras cosas en qué pensar..." y dando un empujón a Jesús que le había puesto una mano en el brazo, sale furioso. Se oye que se desgañita con su voz de vejete, ordenando que le traigan su carro.
"¿Y ahora?" pregunta Jesús clavando su mirada
en los demás.
"Contestad ahora vosotros.
¿Es lícito o no?"
"Hablaré. Repito: sea como crees. Estás curado.
Alaba al Eterno. ¡Vete en paz!"
Ninguna respuesta. Eléazar baja la cabeza. Cierra sus labios. Vuelve a abrirlos sorprendido del silencio que ha nevado sobre la sala.
"Hablaré Yo pues" dice Jesús. Imponente es su voz, su presencia, como cada vez que va a hacer un milagro. "Hablaré. Repito: sea como crees. Estás curado. Alaba al Eterno. ¡Vete en paz!"
El hombre se queda como estatua. Tal vez pensaba que volvería a ser delgado como antes. Cree no haber sido curado. Mas quién sabe qué cosa siente... Da un grito de alegría, y se echa a los pies de Jesús y los besa.
"¡Vete! Sé siempre bueno. ¡Adiós!"
Sale el hombre seguido de su mujer que vuelve a despedirse del Maestro.
"Pero Maestro... ¡en mi casa!... ¡en día de sábado!..."
"¿No lo apruebas? Lo sé, y por esto he venido.
¿Eres tú un amigo? ¡No! Eres enemigo mío.
No eres sincero ni para conmigo ni para con Dios."
"Pero Maestro... ¡en mi casa!... ¡en día de sábado!..."
"¿No lo apruebas? Lo sé, y por esto he venido. ¿Eres tú un amigo? ¡No! Eres enemigo mío. No eres sincero ni para conmigo ni para con Dios."
"¿Ahora me vas a ofender?"
Tú tenías dos huérfanos en tu propiedad.
Eran hijos de dos siervos fieles tuyos
que murieron trabajando por ti,
uno con la hoz en la mano,
ella muerta por la demasiada fatiga que tenía
que soportar por servirte, como se lo exigías.
"No. Digo la verdad. Dijiste que Eléazar no está obligado a socorrer a la anciana porque no es de su propiedad. Tú tenías dos huérfanos en tu propiedad. Eran hijos de dos siervos fieles tuyos que murieron trabajando por ti, uno con la hoz en la mano, ella muerta por la demasiada fatiga que tenía que soportar por servirte, como se lo exigías. Le dijiste: "Contraté a dos personas para el campo y para tenerte exijo que hagas la parte tuya y la de tu marido muerto". Y ella trabajó y murió con un hijo en el vientre. Para ella no hubo piedad como se le tiene a la bestia que tiene su fruto en las entrañas. ¿Donde están esos dos niños?"
"No lo sé... desaparecieron un día."
"¡No mientas ahora! Basta con haber sido cruel. No hay que añadir mentira para hacer odioso tus sábados ante Dios, aun cuando te abstengas de una obra servil. ¿Dónde están esos niños?"
"No lo sé. No sé en verdad. ¡Créeme!"
Los muertos lloran solo en sus sepulcros oyendo
los sollozos de sus infelices hijos que otros
no cuidan.
Pero lo muertos con su espíritu llevan sus llantos,
como los de sus hijos, ante Dios y dicen: "¡Señor,
vénganos porque el mundo oprime cuando no se le
puede servir más!"
"Yo lo sé. Los encontré muertos de hambre, temblando de frío, cerca de una casa, como a dos perritos en busca de un pedazo de pan... Maldecidos y arrojados por quien tuvo menos entrañas que un perro verdadero. Porque este habría tenido compasión de esos dos huerfanitos. Y tú y aquel hombre no la tuvisteis. ¡No trabajaban para ti sus padres! ¿no es verdad? ¡Habían muerto! Los muertos lloran solo en sus sepulcros oyendo los sollozos de sus infelices hijos que otros no cuidan. Pero lo muertos con su espíritu llevan sus llantos, como los de sus hijos, ante Dios y dicen: "¡Señor, vénganos porque el mundo oprime cuando no se le puede servir más!" No te servían los dos pequeñuelos ¿verdad? Sí y no, si la niña podía servirte para recoger las espigas... y tú los arrojaste negándoles aun ese poco bien que pertenecían al padre y a la madre. Podían haber muerto de hambre y de frío como dos perros. Podían vivir, convirtiéndose el uno en ladrón y ella en prostituta. Porque el hombre arrastra el pecado. ¿Pero a ti qué te importaba?
¿Y no acaso dice la Ley: "No haréis daño a la viuda
y al huérfano. Porque si lo hiciereis y levantaren
su voz a Mí, escucharé su grito, y mi furor se prenderá,
y os exterminaré con la espada, y vuestras mujeres
quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos?"
Hace poco citaste la Ley para sostén de tus teorías. ¿Y no acaso dice la Ley: "No haréis daño a la viuda y al huérfano. Porque si lo hiciereis y levantaren su voz a Mí, escucharé su grito, y mi furor se prenderá, y os exterminaré con la espada, y vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos?" ¿No dice así la Ley? ¿Entonces por qué no defiendes mi doctrina en ti mismo? ¿Quieres que sea tu amigo? ¿Y entonces por qué hacerlo contrario de lo que digo?
Uno de vosotros, presa de la desesperación, arrancándose los cabellos, corre por causa de su bosque que está incendiándose. ¡Pero no se los arranca ante la ruina de su corazón! ¿Y tú qué esperas para hacerlo? ¿Por qué queréis creeros siempre perfectos, vosotros a quien la suerte puso en alto? Y aunque lo fueseis en algo ¿por qué no tratáis de serlo en todo? Me odiáis porque os descubro las llagas. Soy el médico de vuestros corazones. ¿Puede un médico curar si no descubre la llaga y no la limpia? Ignoráis que muchos, y esa mujer, que acaba de salir, es uno de las que merecen el primer lugar en el banquete de Dios, aunque su apariencia sea pobre. No es lo externo. Es el corazón el espíritu lo que vale. Dios os ve desde lo alto de su trono. Os juzga. ¡A cuántos mejores que vosotros está viendo! Por esto oíd.
Obrad siempre así: cuando os inviten a un banquete
de bodas, escoged siempre el último lugar.
Obrad siempre así: cuando os inviten a un banquete de bodas, escoged siempre el último lugar. Tendréis doble honra cuando el dueño os diga: "Amigo, acércate". Honra por los méritos, honra por la humildad. Mientras... ¡qué desafortunado se siente el soberbio cuando oye que se le dice. "Vete al fondo, que aquí hay uno más digno que tú"! Haced lo mismo en el banquete secreto de vuestro espíritu, ante Dios. Quien se humilla será exaltado, y quien se exalta será humillado.
Ismael, no me odies porque te curo. Yo no te odio. Vine a curarte. Estás más enfermo que aquel hombre. Me invitaste para honrarte a ti mismo y satisfacer a tus amigos. Invitas frecuentemente, pero por soberbia, por alegría. No lo hagas. No invites a ricos, a parientes, a amigos. Abre tu casa, abre tu corazón a los pobres, a los mendigos, a los lisiados, cojos, huérfanos, viudas. No te darán en cambio más que bendiciones de Dios. Y El te las cambiará en cambio más que bendiciones de Dios. Y El te las cambiarán en favores. Y al fin... ¡Oh, al final, qué suerte tan feliz espera a todos los misericordiosos a quienes Dios recompensará en la resurrección de los muertos!
¡Ay de los que buscan solo una esperanza de utilidad, y luego cierran su corazón al hermano que no puede servir más! ¡Ay de ellos! Tomaré en mis manos la venganza de los abandonados."
"Maestro... yo... yo quiero contentarte.
Tomaré a esos niños."
"Maestro... yo... yo quiero contentarte. Tomaré a esos niños."
"No"
"¿Por qué?"
"¡Ismael!..."
Este baja la cabeza. Quiere hacerse humilde. Pero es una víbora a quien se le ha exprimido el veneno y si no muerde es porque sabe que no lo tiene, pero espera tenerlo...
Eléazar trata de hacer la paz diciendo: "Bienaventurados los que se sentarán al banquete de Dios, en su espíritu y en el reino eterno. Pero créeme, Maestro, a veces es la vida que nos sirve de obstáculo. Los cargos... las ocupaciones..."
Jesús dice en este lugar la parábola del banquete y concluye: Los cargos... las ocupaciones, has dicho. Es verdad. Por esto al principio del banquete te dije que mi reino se conquista con victorias sobre uno mismo y no con victorias en el campo de batalla. El lugar para la gran cena está reservado para estos humildes de corazón que saben ser grandes con su amor fiel, que no miden el sacrificio y superan todo por venir a Mí. Hasta una hora basta para cambiar un corazón. Con tal de que este quiera. Basta una palabra. Tantas que os he dicho Yo. Y miro... En un corazón está naciendo una planta santa. En los otros espinas para Mí, y dentro de las espinas hay serpientes y escorpiones. No importa. Continúo derecho por mi camino. Quien me ama que me siga. Voy llamando. Los rectos vengan a Mí. Voy enseñando. Los que buscan la justicia se acerquen a la Fuente. A los otros... a los otros los juzgará el Padre eterno.
Ismael, te agradezco todo. no me odies. Medita. Recuerda que fui severo por amor, no por odio. Paz a esta casa y a sus moradores. Paz a todos si la merecéis.
VI. 138-150
A. M. D. G.