LA HIGUERA SIN FRUTOS. 

POR EL CAMINO DE SEFET

 


 

#Jesús y los demás esperan en este puente que se les junten los otros que fueron al lago de Merón   

#refieren que todos ellos "los apóstoles", hicieron milagros según su turno.  

  #"Vosotros los siete. Habéis dicho la verdad. ¿Y Judas y Ana? ¿Sus campos?"   

#"Y en los demás lugares"  

  #Continuad.   

#Hablan de Marzian y de Porfiria su madre adoptiva   

#¡Mi Marziam! También ya en Nazaret, ¡eh! qué heroísmo por... esa niña... que se llama Raquel Jesús dice. "Sí, Raquel. Recuerda bien que está curada. Y los campos producirán buena cosecha. Pasamos Yo y Santiago. Tanto puede el sacrificio de un niño bueno."   

#"Y Tú, Maestro mío ¿que hiciste? ¿Cómo está María? ¿Y la otra María?" pregunta Juan.   

#Están preparando los vestidos y todo lo necesario para la peregrinación de primavera   

#"¿Y las hermanas de Lázaro? vosotros que las visteis..."   

#"¿Son mejores los de Corozaín?" "No, Mateo. Estos son siempre peores" responde francamente Jesús.   

#Algo quedará. Algo como una semilla arrojada entre terrones duros y compactos.   

#"La parábola del buen cultivador".    

#Pero tu parábola no ha concluido. ¿Dio la higuera al año siguiente frutos?"   

#Id todos a pedir alojo, menos Judas de Keriot que se queda conmigo  

  #"Judas ¿a quién estoy hablando?"   

#Maestro, hemos encontrado alojo.

 


 

El camino que lleva a Sefet deja la llanura de Corozaín para trepar por un grupo montañoso bastante alto y con muchos árboles. Un arroyo baja de estos montes, que se dirige al lago de Tiberíades.

 

Jesús y los demás esperan en este puente que se les 

junten los otros que fueron al lago de Merón

 

refieren que todos ellos "los apóstoles", 

hicieron milagros según su turno.

 

Jesús y los demás esperan en este puente que se les junten los otros que fueron al lago de Merón. No esperan mucho, que digamos. Fieles a la cita llegan prontos, se unen alegres al Maestro y compañeros. Cuentan lo de su viaje y refieren que todos ellos "los apóstoles", hicieron milagros según su turno. Pero Judas de Keriot dice: "Menos yo, que no logré hacer nada." Y al confesarlo, se ve que se siente avergonzado.

"Te dijimos que la razón era, porque teníamos ante nosotros a un gran pecador" le responde Santiago de Zebedeo. Y da la razón: "¿Sabes, Maestro? Se trata de Jacobo, que está muy enfermo, y por esta razón llama, y además porque tiene miedo a la muerte y al juicio de Dios. Pero es más avaro que nunca, ahora que prevé una ruina en sus cosechas, que destruyó el hielo. Perdió toda la semilla. No puede sembrar por otra parte porque está enfermo y porque su sierva, enflaquecida con el trabajo y hambre -pues economiza la harina, ya que tiene miedo de que algún día se quede sin comer- no  puede arar el campo. Tal vez pecamos porque trabajamos todo el viernes y más allá del crepúsculo, hasta cuando apenas si se podía ver algo, y luego hasta con antorchas y teas. Aramos una gran extensión de terreno. Felipe, Juan y Andrés saben hacerlo. También yo. Fue un duro trabajo... Simón, Mateo y Bartolomé venían detrás de nosotros limpiando los surcos de las plantas muertas. Judas fue a pedir un poco de semilla, en tu nombre, a Judas y Ana, prometiéndoles que irías a visitarlos hoy. Le dieron muy buena semilla y seleccionada. Entonces dijimos: "Mañana sembraremos". Por esto nos tardamos un poco, porque empezamos cuando el sol se ocultaba. Que nos perdone el Eterno por el motivo por el que pecamos. Entre tanto Judas se quedó cerca del lecho de Jacobo para convertirlo. El sabe hablar mejor que nosotros. Por lo menos así lo admiten Bartolomé y Zelote. Pero Jacobo estuvo sordo a toda razón. Quería que se le curara porque la enfermedad le cuesta, se ponía furioso contra su sierva. Para calmarlo, pues que decía: "Me convertiré si me curo", Judas le impuso las manos, pero sin resultado alguno. Desalentado nos lo dijo. También nosotros lo intentamos, pero no obtuvimos ningún milagro. Judas sostiene ahora que la razón es que está en desgracia ante Ti, porque te ofendió, y está avergonzado. Nosotros creemos que es porque teníamos ante nosotros a un pecador obstinado, que pretende obtener todo lo que quiere, poniendo límites y dando órdenes aún a Dios. ¿Quién tiene razón?"

 

¿Quién tiene razón?" 

"Vosotros los siete. Habéis dicho la verdad. 

¿Y Judas y Ana? ¿Sus campos?"

 

"Vosotros los siete. Habéis dicho la verdad. ¿Y Judas y Ana? ¿Sus campos?"

"Un poco maltrechos. Pero ellos tienen medios y todo está reparado. ¡Qué buenos son! Ten. Te mandan esta oferta y estos alimentos. Esperan verte alguna vez. Lo que nos llena de tristeza es el estado de alma de Jacobo. Hubiera yo querido curarle más el alma que el cuerpo..." dice Andrés.

 

"¿Y en los demás lugares?"

 

"¿Y en los demás lugares?"

"En el camino de Deberet, cerca del poblado curamos a uno. Mejor dicho fue Mateo quien lo curó. Cargado de fiebre venía de la casa de un médico que lo había despachado. Nos quedamos en su casa, y durante todo el día no volvió la fiebre. El dijo que se sentía mejor y con fuerzas. En Tiberíades Andrés curó a un barquero que se había roto un hombro al caer sobre el puente. Le impuso las manos y se curó. ¡Figúrate al hombre! Nos quiso llevar, sin recibir dinero, a Mágdala, Cafarnaum. Betsaida, y allí se quedó, porque allí están los discípulos Timoneo de Aera, Felipe de Arbela, Ermasteo y Marcos de Josías, uno de los librados de demonio cerca de Gamala. También José, el barquero, quiere ser discípulo... Los niños están bien con Juana. No parecen los de aquellos días. Estaban en el jardín jugando con Juana y Cusa..."

 

Continuad.

 

"Los vimos. También nosotros pasamos por allá. Continuad."

"En Mágdala Bartolomé convirtió a un vicioso de corazón y enfermo del cuerpo. ¡Qué bien hablo! Dijo que el desorden del espíritu crea un desorden en el cuerpo, cualquier libertad que se tome en el campo de la deshonestidad conduce a la pérdida de tranquilidad, de la salud, y hasta del alma. Cuando lo vio arrepentido y persuadido le impuso las manos y sanó el hombre. Quisimos estarnos un poco en Mágdala, pero obedecimos. Continuamos al día siguiente por Cafarnaum. Allí nos encontramos con cinco personas que querían obtener una gracia de Ti. Estaban a punto de regresar desconsolados. Los curamos. No vimos a nadie porque volvimos a embarcarnos inmediatamente para Betsaida, para evitar preguntas de parte de Elí, Urías y compañeros. En Betsaida, ¡oh! Cuenta tú, Andrés, a tu hermano..." termina Santiago de Zebedeo que es el que ha estado hablando. "¡Oh, Maestro! ¡Oh, Simón! ¡Si vieras a Marziam! ¡No se le reconoce en modo alguno!"

"Bueno, no se habrá convertido en niña ¿verdad?" grita Pedro.

"No, Al revés. Un gallardo jovencillo, alto, delgado por el crecimiento. ¡Una cosa maravillosa! Nos costó trabajo reconocerlo. Está tan alto como tu mujer y como yo..."

"¡Qué bien! ¡Pero ni yo, ni tú, ni Porfiria somos unas palmas! Contentos si se nos comparara con uno pruno..." contesta Pedro, que por otra parte  está orgullos de saber que su hijo adoptivo ha crecido.

 

HABLAN DE MARZIAN Y DE PORFIRIA 

SU MADRE ADOPTIVA

 

"De veras, hermano. Cuando las Encenias apenas si era un chiquillo que si llegaba al hombro. Ahora es un joven, por la estatura, voz y seriedad. Se parece a esas plantas que por varios años están como inertes, y luego de improviso crecen de un modo maravilloso. Tu mujer ha tenido que alargar los vestidos y hacer otros nuevos. Los hace con grandes dobladillos, porque prevé que Marziam crecerá todavía más. Además crece en sabiduría. Maestro, Natanael, debido a su bella humildad, no te había dicho que casi por dos meses enseñó al más pequeño y más diligente de sus discípulos, que diariamente se levanta temprano para apacentar las ovejas, partir la leña, sacar agua, prender el fuego, barrer, hacer las compras por amor de su madre putativa, y luego por la tarde, hasta muy avanzada la noche, estudia y escribe como un pequeño doctor. ¡Imagínate! Ha juntado a todos  los niños de Betsaida, y por los sábados da sus enseñanzas evangélicas. De este modo los pequeños, que para que no turben las funciones de la sinagoga, se les excluye, tienen su jornada de oración como los grandes. Me han dicho las madres de los pequeños que les gusta oír hablar a Marziam y que los pequeño lo aman y obedecen, haciéndose mejores. ¡Qué buen discípulo será!"

 

¡Mi Marziam! También ya en Nazaret, ¡eh! 

qué heroísmo por... esa niña... que se llama Raquel 

 

Jesús dice. "Sí, Raquel. Recuerda bien que está 

curada. Y los campos producirán buena cosecha. 

Pasamos Yo y Santiago. Tanto puede el sacrificio 

de un niño bueno."

 

"¡Mira, mira! Estoy conmovido... ¡Mi Marziam! También ya en Nazaret, ¡eh! qué heroísmo por... esa niña... que se llama Raquel  ¿verdad?" Pedro se ha detenido a tiempo, y se ha puesto colorado.

Afortunadamente Jesús sale a su ayuda, y Judas no ha hecho caso, pues piensa en otras cosas, o finge hacerlo. Jesús dice. "Sí, Raquel. Recuerda bien que está curada. Y los campos producirán buena cosecha. Pasamos Yo y Santiago. Tanto puede el sacrificio de un niño bueno."

"En Betsaida Santiago curó a un pobre lisiado, y Mateo en el camino, yendo a la casa de Jacobo a un niño. Y hoy mismo, en la plaza de aquel poblado, cerca del puente Felipe y Juan curaron, el uno a un  enfermo de los ojos, y el otro a un niño endemoniado."

"Habéis dicho bien. Muy bien. Ahora iremos a aquel poblado que está en las faldas del monte y buscaremos albergue para pasar la noche."

 

"Y Tú, Maestro mío ¿que hiciste? 

¿Cómo está María? ¿Y la otra María?" 

pregunta Juan.

 

Están preparando los vestidos y todo 

lo necesario para la peregrinación de primavera

 

"Y Tú, Maestro mío ¿que hiciste? ¿Cómo está María? ¿Y la otra María?" pregunta Juan.

"Están bien y os mandan saludos a todos. Están preparando los vestidos y todo lo necesario para la peregrinación de primavera. No ven la hora de terminar para reunírsenos."

"También Susana y Juana y nuestra madre tienen igual deseo" informa Juan.

Bartolomé añade: "También mi mujer, mis hijas quieren ir este año, después de tantos a Jerusalén. Mi mujer dice que será un año muy bello... No sé por qué lo diga, pero ella afirma que lo presiente..."

"Entonces vendrá también la mía. No me lo dijo... Pero lo que hace Ana hace también siempre María" explica Felipe.

 

"¿Y las hermanas de Lázaro? vosotros 

que las visteis..."

"¿Y las hermanas de Lázaro? vosotros que las visteis..." pregunta Simón Zelote.

Obedecen pacientemente las órdenes del Maestro y hacen frente a la desgracia... Lázaro sufre mucho ¿verdad, Judas? Lázaro casi siempre esta acostado. Ansiosos esperan al Maestro" dice Tomás.

"Pronto será Pascua e iremos a casa de Lázaro."

"¿Y Tú que hiciste en Nazaret y Corozaín?"

"En Nazaret saludé a parientes y a amigos de los dos discípulos. En Corozaín hablé en la sinagoga y curé a una mujer. Nos hospedamos en casa de la viuda, cuya madre había muerto. Una gran pena, y al mismo tiempo un consuelo por los pocos recursos y por el tiempo que se necesitaba en atender a la enferma y así no podía dedicarse a su trabajo de hilara cuenta de otros. Pero no ha perdido los ánimos. Tiene lo necesario y está contenta con ello. Cada mañana José va a casa de un carpintero del Pozo de Jacobo para aprender el oficio."

 

"¿Son mejores los de Corozaín?" 

"No, Mateo. Estos son siempre peores" 

responde francamente Jesús.

 

"¿Son mejores los de Corozaín?" pregunta Mateo.

"No, Mateo. Estos son siempre peores" responde francamente Jesús. "Nos trataron mal, por supuesto los poderosos, como es natural. La gente sencilla, no."

"¡No vuelvas allá más!" dice Felipe.

"Lo sentirían mucho el discípulo Elías, la viuda y la mujer que curé y otras buenas personas."

"Está bien, pero son tan pocos que... no me ocuparía mas del lugar. Tú lo dijiste. Son algo en que no se puede trabajar" dice Tomás.

 

Algo quedará. Algo como una semilla arrojada 

entre terrones duros y compactos.

 

"Una cosa es la resina y otra los corazones. Algo quedará. Algo como una semilla arrojada entre terrones duros y compactos. Será necesario mucho tiempo para que despunte, pero brotará. Lo mismo sucederá a Corozaín. Nacerá un día lo que he sembrado. No hay que cansarse ante las primeras derrotas. Oíd esta parábola. Se le podría intitular: "La parábola del buen cultivador". 

 

PARÁBOLA DEL BUEN CULTIVADOR

 

Un hombre rico tenía una viña grande y hermosa en que había también higueras de diversas calidades. Un siervo suyo cuidaba de la viña. Era un experto podador. Con todo cariño cumplía con su oficio tanto por su patrón como por las plantas. Todos los años el hombre rico iba a su viñedo, cuando era la estación, a ver cómo maduraban los frutos y comer de ellos con sus propias manos. Un día se dirigió a una higuera que era de una calidad óptima. No había otra planta igual en su viña. También aquella vez, como en los dos años anteriores, llamó al cultivador y le dijo: "Hace tres años que vengo buscando frutos en esta higuera y no encuentro sino hojas. Es claro que la planta no fructificará. Córtala, pues. Es inútil que siga ocupando un lugar y tiempo, para no dar nada. ¡Córtala! ¡Échala al fuego! Arranca todas sus raíces y en su lugar pone otra nueva. Dentro de pocos años fructificará". El cultivador que era paciente y amaba la planta, respondió: "Tienes razón. Pero déjame un año más. No la cortaré, sino que con mayor cuidado zaparé a su alrededor, la abonaré, y la podaré. Puede ser que de frutos. Si después de esta vez no fructificare, cumpliré con tu deseo y la cortaré".

Corozaín es la higuera que no da frutos. Yo soy el buen Cultivador. Y el rico impaciente sois vosotros. Dejad hacer al buen Cultivador."

 

Pero tu parábola no ha concluido. 

¿Dio la higuera al año siguiente frutos?"

 

"Está bien. Pero tu parábola no ha concluido. ¿Dio la higuera al año siguiente frutos?" pregunta Zelote.

"No dio y se le cortó. Pero el cultivador no tuvo ninguna culpa en que se hubiera cortado una planta todavía joven y robusta porque había cumplido con todo su deber. Igualmente Yo quiero que no se me culpe de nada porque se ponga el hacha al tronco y se corte de mi viña a  aquellas plantas estériles y venenosas, nidos de sierpes, parásitos que destruyen o hacen daño a los condiscípulos, o bien que se entran, por medio de sus perversas raíces, en mi viña, que no aceptan ningún injerto, que entran solo para espiar, denigrar o esterilizar mi campo. Cortaré a estos tales cuando no haya más esperanzas de convertirlos. Pero antes de levantar el hacha, alzo las tijeras, el cuchillo del podador y corto ramas e injerto... ¡Oh, será un trabajo duro, tanto para Mí, como para aquellos en quienes tengo que hacerlo! Pero no hay remedio. Y así se podrá decir en el cielo: "El cumplió con su deber, pero ellos se hicieron cada vez, más estériles, y peores cuanto más El los podaba, injertaba, abría tierra a su alrededor, con sudor y lágrimas, con fatigas y sangre...". Bueno, estamos en frente del poblado. Id todos a pedir alojo, menos Judas de Keriot que se queda conmigo."

 

Id todos a pedir alojo, menos Judas de Keriot 

que se queda conmigo

 

Se quedan solos y en la sombra del atardecer caminan juntos, sumidos en el mayor silencio.

Finalmente, como si hablara consigo mismo, dice Jesús: "Y sin embargo si se ha caído en desgracia de Dios, por haber traspasado su ley, se puede volver a ser lo que se era antes, renunciando al pecado..."

Judas no hace ningún comentario.

Continúa Jesús: "Y si se comprende que no tiene uno el poder de Dios, porque Dios no está donde está Satanás, se puede remediar esto fácilmente, dando preferencia a lo que Dios concede y no a lo que nuestra soberbia pretende."

Judas no habla.

Jesús -y están ya cerca de las primeras casas del poblado- como si continuara hablando consigo mismo, dice: "Y pensar que he sufrido áspera penitencia para que él vuelva en sí y regrese a su Padre..."

Judas tiene un sobresalto, levanta la cabeza, lo mira... pero no dice nada.

 

"Judas ¿a quién estoy hablando?"

 

También Jesús lo mira... luego pregunta: "Judas ¿a quién estoy hablando?"

"A mí, Maestro. Por tu culpa no tengo más poder. Me lo has quitado para aumentar el de Juan, el de Simón, el de Santiago, el de todos. ¡No me amas, en una palabra! Terminaré por no amarte y por maldecir la hora en que te amé, arruinándome ante los ojos del mundo por causa de un rey imbécil que se deja vencer aún de la plebe. No esperaba esto de Ti."

"Ni tampoco Yo de ti. Pero no te he engañado. Nunca te he forzado. ¿Por qué te has quedado a mi lado?"

"Porque te amo. No puedo ya separarme de Ti. Me atraes y me causas repugnancia. Te necesito como necesito el aire para respirar y... me causas miedo. ¡Ah, soy un maldito! ¡Estoy condenado! ¿Por qué no me arrojas el demonio, Tú que puedes?" La cara de Judas es amarilla, descompuesta, enloquecida, pintada de miedo, de odio... Se parece muy remotamente a la cara que tendrá el viernes santo.

El rostro de Jesús se parece al que tendrá después de la flagelación, cuando sentado en el patio del Pretorio sobre la cubeta bocabajo, miraba con una compasión amorosa a los que se burlaban de El. Dice, y parece como si se escapara un sollozo de su voz: "Porque no hay arrepentimiento en ti, sino que vive en ti el rencor contra Dios, como si El fuera el culpable de tu pecado."

Judas entre dientes pronuncia una horrible blasfemia...

 

Maestro, hemos encontrado alojo. 

 

"Maestro, hemos encontrado alojo. Cinco en un lugar, tres en otro, dos en otro y uno y uno en otros dos. No hubo otro medio mejor" dicen los discípulos.

"Está bien. Yo voy con Judas de Keriot" dice Jesús.

"No. Prefiero estar solo. No me siento bien. no te dejaría descansar."

"Como quieras... Entonces iré con Bartolomé. Vosotros hacer lo que mejor os plazca. Entre tanto vayamos a donde hay más lugar para poder cenar juntos."

VI. 158-164

A. M. D. G.