UN SORDO MUDO CURADO CERCA DE 

LOS CONFINES FENICIOS

 


 

#Jesús y los suyos caminan heridos de las pedradas del día anterior   

#El aceite y el agua son buena medicina, pero las lágrimas de amor y de compasión son la cosa más poderosa que pueda haber.   

#Apenas vea a Esteban o a Hermas se lo contaré. Lo sabrá inmediatamente Gamaliel, y en Pascua lo dirá a quien se debe.   

#A Jesús debe dolerle mucho, porque cuando se sientan a comer, pide a Andrés que le parta el pan, o cuando tiene que desatarse la sandalia pide a Mateo que lo haga...   

#llegan a un poblado, se detienen a pedir agua y aceite para curarle la mano,   

#"Es ya casi noche. Quedaos en mi casa. Casa de pobres, pero honrados.   

#"Aceptamos tu invitación. Nos quedamos en la noche."   

#¿Podría ver al joven de quien me hablaste?""Sí, pero... ¡Oh, Señor! ¿Eres acaso el Nazareno?""Soy El."   

#Ve a traer al sordomudo..." dice Jesús sonriendo.   

#Jesús se pone cerca al sordomudo, le mete los índices en las orejas y la lengua en los labios semicerrados, luego levantando los ojos al cielo que está ya negro, sopla en su cara y grita en voz alta: "¡Abrios!" y lo suelta.   

#"¿Y cómo puede saber hablar si jamás oyó palabra alguna, desde que nació? Un milagro dentro del milagro.   

#Jesús los ve y grita: "Por vuestra fe, sed todos curados. Id a vuestras casas. Sed buenos y honrados. Creed en la palabra del Evangelio. Guardad el secreto de lo que habéis visto hasta que llegue la hora de hablar de él en las plazas, y por los caminos del mundo entero.

 


 

JESÚS Y LOS SUYOS CAMINAN HERIDOS DE LAS PEDRADAS 

DEL DÍA ANTERIOR

No sé dónde hayan pasado la noche, pero sí sé que es mañana de nuevo, que van caminando por lugares montañosos, que Jesús tiene la mano vendada, así como Santiago de Alfeo su frente. Andrés cojea mucho. Santiago de Zebedeo no trae su alforja que lleva su hermano Juan.

Por dos veces Jesús ha preguntado a Andrés: "¿Podrás caminar, Andrés?"

"Sí, Maestro. Camino mal por las vendas, pero el dolor es fuerte." Y luego pregunta: "¿Cómo va tu mano, Maestro?"

"Una mano no es una pierna. Basta con no tocarla que no hace mal."

"¡Umh! No creo que no duela mucho. Mira qué hinchada está, llegó hasta el hueso... El aceite hace bien. Tal vez hubiera sido bueno que hubiéramos tomado un poco de aquel ungüento que preparó tu Madre..."

"¡Ah, sí! Tienes razón" dice pronto Jesús, presintiendo lo que está a punto de salir de los labios de Pedro que se pone colorado y mira con ojos desolados el rostro de Jesús, el cual le sonríe, y pone su mano herida sobre sus hombros para atraerlo hacia Sí.

"Te va a doler así."

"No, Simón. ¡Tú me quieres mucho y tu amor es un buen aceite!"

"¡Oh, entonces, si eso fuera, ya te hubieras curado! Todos sufrimos al ver que te trataban de ese modo, y algunos hasta lloraron." Pedro mira a Juan y a Andrés...

 

El aceite y el agua son buena medicina, 

pero las lágrimas de amor y de compasión 

son la cosa más poderosa que pueda haber.

 

"El aceite y el agua son buena medicina, pero las lágrimas de amor y de compasión son la cosa más poderosa que pueda haber. Ved, estoy mucho más contento que ayer, porque sé hoy que sois muy obedientes y que me amáis. Todos" y Jesús los mira con esa mirada suave, bañada en luz, transparente en alegría.

"Pero ¡qué hienas! ¡Jamás había visto un odio semejante!" dice Judas de Alfeo. "Debían ser judíos."

"No, hermano. No tiene nada que ver el lugar. El odio es igual por todas partes. Recuerda que hace meses me echaron fuera de Nazaret y que intentaron apedrearme. ¿No te acuerdas?" pregunta Jesús y con estas palabras consuela a los que son de la región de Judea.

Tanto los consuela que Iscariote dice: "¡Pero esto sí que lo diré! No estábamos haciendo ningún mal. No nos defendimos y El desde que empezó a hablar, lo hizo pacíficamente. Y luego la emprendieron a pedradas contra nosotros como si fuéramos sierpes. Lo diré."

"Pero a quién, si todos son iguales."

 

Apenas vea a Esteban o a Hermas se lo contaré. Lo 

sabrá inmediatamente Gamaliel, y en Pascua 

lo dirá a quien se debe.

 

"Sé a quién. Apenas vea a Esteban o a Hermas se lo contaré. Lo sabrá inmediatamente Gamaliel, y en Pascua lo dirá a quien se debe. Diré: "No es justo obrar así. Vuestra rabia os empuja a hacer esto. Sois vosotros los culpables, no El'."

"¡Sería mejor que no te acerques mucho a esos tipos!... Me parece que también ellos tienen algo contra ti..." aconseja sabiamente Felipe.

"Es verdad. Es mejor que no los vuelva a ver. Es mejor. Pero sí lo diré a Esteban. Es bueno y no envenena..."

"No te preocupes, Judas. No vas a cambiar nada. He perdonado. No pensemos más en ello" dice con tono calmado y persuasivo Jesús.

Dos veces encuentran arroyos. Andrés como los dos Santiagos se echan agua en el lugar golpeado, Jesús no. Sigue tranquilo como si no sintiese dolor.

 

A Jesús debe dolerle mucho, porque cuando se 

sientan a comer, pide a Andrés que le parta el pan, 

o cuando tiene que desatarse la sandalia pide 

a Mateo que lo haga...

 

 

llegan a un poblado, se detienen a pedir agua

y aceite para curarle la mano,

 

Y sin embargo debe dolerle mucho, porque cuando se sientan a comer, pide a Andrés que le parta el pan, o cuando tiene que desatarse la sandalia pide a Mateo que lo haga... Cuando van por algún atajo pendiente, o pega contra un tronco porque se resbala, no puede reprimir un lamento, y la venda se tiñe de sangre, tanto que cuando al anochecer llegan a un poblado, se detienen a pedir agua y aceite para curarle la mano, que sin vendas aparece muy hinchada, cárdena en el dorso con la herida rojiza en el centro.

Mientras que esperan que llegue la mujer de la casa con lo que le han pedido, se inclinan todos a mirar la mano herida y hacen sus comentarios. Juan se retira un poco para esconder su llanto. Jesús lo llama: "Ven aquí. No es gran cosa. No llores."

"Lo sé. Si me hubiera tocado a mí, no lloraría, pero te tocó a Ti. No dices cuánto te duela esta mano que no ha hecho más que hacer beneficios" responde Juan que tiene la mano herida de Jesús, a la que acaricia con la punta de sus dedos, y que voltea dulcemente para besarle la palma y apoyar su mejilla, diciendo: "¡Esta caliente!... ¡Oh, cuánto debe de dolerte!" y lágrimas de compasión caen sobre ella.

La mujer trae agua y aceite. Juan con un trozo de lino quiere limpiar la sangre y delicadamente echa agua tibia, luego unge la herida, la venda con tiras limpias y sobre el nudo da un beso. Jesús le pone la otra mano sobre la cabeza.

La mujer pregunta:  "¿Es tu hermano?"

"No, es mi Maestro. Es nuestro Maestro."

"¿De dónde venís?" pregunta a los otros.

"Del Mar de Galilea."

"¡De lejos! ¿Para qué?"

"Para predicar la salvación."

 

"Es ya casi noche. Quedaos en mi casa. 

Casa de pobres, pero honrados.

 

"Es ya casi noche. Quedaos en mi casa. Casa de pobres, pero honrados. Puedo daros leche tan pronto como regresen mis hijos con las ovejas. Mi marido os acogerá con gusto."

"Gracias, mujer. Si el Maestro quiere, nos quedaremos aquí."

La mujer va a continuar sus ocupaciones, mientras los apóstoles preguntan a Jesús qué hacer.

"Está bien. Mañana iremos a Quedes y luego a Paneade. Bartolomé, he pensado hacer como decías. Me has dado un buen consejo. Espero encontrar así a los otros discípulos, y decirles que se me adelanten en Cafarnaum. Sé que en Quedes deben estar ya algunos, entre los cuales los tres pastores libaneses."

Vuelve la mujer y pregunta: "¿Y bien?"

 

"Aceptamos tu invitación. 

Nos quedamos en la noche."

 

"Aceptamos tu invitación. Nos quedamos en la noche."

"Y para la cena. Aceptadla. No me cuesta mucho. Y luego algunos de los discípulos de Jesús de Galilea, a quien llaman el Mesías, que hace muchos milagros y predica el reino de Dios, me han ensañado a usar de misericordia. El no ha venido hasta estas partes, tal vez porque nos encontramos en confines siro-fenicios. Sus discípulos sí han venido. Y ya es mucho. Para la Pascua todos los de la población queremos ir a la Judea para ver si lo logramos ver. Tenemos enfermos. Los discípulos pudieron curar a unos, pero a otros, no. Entre estos hay un joven, hijo del hermano de la mujer de mi cuñado."

"¿Qué tiene?" le pregunta Jesús sonriente.

"Es... No habla y no oye. Así nació. Tal vez un demonio se metió en el seno de su madre para hacerla desesperar y atormentar. Pero es bueno, como si no estuviese endemoniado. Los discípulos dijeron que es necesario Jesús de Nazaret, porque ha de faltar alguna cosa, y sólo él puede darla...  

¡Oh, mis hijos y mi esposo! Melquías, he dado hospitalidad a estos peregrinos en nombre del Señor y les contaba lo de Leví... Sara, ve pronto a ordeñar, y tú, Samuel, baja a tomar aceite y vino en la gruta, y trae manzanas del techo. Date prisa, Sara, que tenemos que preparar las camas en las habitaciones de arriba."

 

¿Podría ver al joven de quien me hablaste?"

"Sí, pero... ¡Oh, Señor! ¿Eres acaso el Nazareno?"

"Soy El."

 

"No te preocupes mucho, mujer. Dondequiera que nos quedemos estaremos bien. ¿Podría ver al joven de quien me hablaste?"

"Sí, pero... ¡Oh, Señor! ¿Eres acaso el Nazareno?"

"Soy El."

La mujer cae de rodillas diciendo en voz alta: "¡Melquías, Sara, Samuel, venid a adorar al Mesías! ¡Qué día! ¡Qué día! ¡Y en mi casa! ¡Y así le hablaba! Y le traje agua para lavar su herida... ¡Oh!...", está presa de la emoción. Luego corre donde la palangana y la ve vacía: "¿Por qué tirasteis el agua? ¡Era santa! ¡Oh, Melquías! ¡El Mesías en nuestra casa!"

 

Ve a traer al sordomudo..." dice Jesús sonriendo.

 

Jesús se pone cerca al sordomudo, 

le mete los índices en las orejas 

y la lengua en los labios semicerrados, 

luego levantando los ojos al cielo 

que está ya negro, 

sopla en su cara y grita en voz alta: 

"¡Abrios!" 

y lo suelta.

 

"Mujer, cálmate. No lo digas a nadie. Ve a traer al sordomudo..." dice Jesús sonriendo.

...Pronto Melquías regresa con el sordomudo, con sus padres y con medio poblado por lo menos. La madre del infeliz adora a Jesús y le hace la súplica.

"Se hará como quieres." Toma al sordomudo de la mano, lo saca un poco de entre la gente que se agolpa, y a la que los apóstoles, pensando en la mano herida, tratan de apartar. Jesús se pone cerca al sordomudo, le mete los índices en las orejas y la lengua en los labios semicerrados, luego levantando los ojos al cielo que está ya negro, sopla en su cara y grita en voz alta: "¡Abrios!" y lo suelta.

El joven lo mira por un momento, mientras la gente comenta entre sí. Es sorprendente el cambio de cara, antes apática, triste, y ahora llena de sorpresa, de alegría. Se lleva las manos a las orejas, las restriega... Comprende que oye en realidad y abre la boca para decir: "¡Madre, oigo! ¡Oh, Señor, te adoro!"

 

"¿Y cómo puede saber hablar si jamás oyó palabra 

alguna, desde que nació? 

Un milagro dentro del milagro.

 

La gente es presa del acostumbrado entusiasmo, tanto más cuanto se pregunta: "¿Y cómo puede saber hablar si jamás oyó palabra alguna, desde que nació? Un milagro dentro del milagro. Le ha soltado la lengua, abierto las orejas y al mismo tiempo le enseñó a hablar. ¡Viva Jesús de Nazaret! ¡Hosanna al Santo, al Mesías!"

Se estrechan a su alrededor. El levanta su mano herida para bendecir, mientras algunos, a quienes la mujer de la casa dijo, echan en las caras y en los brazos las gotas que quedaron en el lavamanos.

 

Jesús los ve y grita: 

"Por vuestra fe, sed todos curados. 

Id a vuestras casas. Sed buenos y honrados. 

Creed en la palabra del Evangelio. 

Guardad el secreto de lo que habéis visto hasta 

que llegue la hora de hablar de él en las plazas, 

y por los caminos del mundo entero.

 

Jesús los ve y grita: "Por vuestra fe, sed todos curados. Id a vuestras casas. Sed buenos y honrados. Creed en la palabra del Evangelio. Guardad el secreto de lo que habéis visto hasta que llegue la hora de hablar de él en las plazas, y por los caminos del mundo entero. Mi paz sea con vosotros."

Entra en la amplia cocina donde resplandece el fuego y temblorosas las lámparas reparten sus luces.

VI. 175-179

A. M. D. G.