JESÚS EN QUEDES
#Esta es una ciudad levítica y de refugio
#Absolutamente quiero hablar en esta antigua ciudad levítica y de refugio.
#"Se ha hecho el juicio, pero la oposición triunfal"
#"¿Qué queréis saber?" les pregunta con dureza Jesús.
#Piden pruebas a Jesús de que Él es el Mesías
#Jesús levanta su mano derecha herida y la muestra bien a su interlocutor.
#"No pierdas la tranquilidad, Matías. Voy a hablar ahora" dice Jesús calmando al sinagogo.
#"Quien es incrédulo no tiene en sí un alma justa" dice el profeta
#"¡Ay! del que acumula bienes que no son suyos, y se echa encima pesado lodo"
#"¡Ay! del que edifica una ciudad sobre sangre y construye castillos sobre la injusticia".
#¡Qué bien dice Habacuc! "De qué sirve la estatua"
#Poneos de pie. Digamos la plegaria del profeta, como hay que decirla en este tiempo de gracia:
#El sinagogo le ruega: "Quédate un poco más." "No puedo, padre."
La ciudad de Quedes está sobre un montecillo, un poco aislado de una larga cadena que le está al oriente, que corre de norte a sur, y de una cadena de colinas que está al occidente, y que también va de norte a sur. Dos líneas paralelas que se estrechan formando una especie de X. En el punto más estrecho y reclinado sobre la cadena oriental, está el monte que en sus faldas hospeda a Quedes, que se extiende desde la cima hasta las partes casi llanas, que domina el valle fresco y verde, muy estrecho al oriente, más amplio al poniente.
Es una hermosa ciudad con muros, con bellas casas y una imponente sinagoga. Grande es también la fuente de cuyas numerosas bocas sale agua fresca y abundante que cae en una cuenca para ir a alimentar tal vez otras fuentes, o bien, jardines. No lo sé.
Jesús entra en un día de mercado. No trae la mano vendada, pero sí se ve una costra negruzca. Igual trae Santiago de Alfeo en la sien. Andrés y Simón Zelote, no dan señal de lo que les pasó. Caminan ligeros, mirando a su alrededor y sobre todo a los lados y a las espaldas, porque caminan en fila, uno delante, el otro detrás de Jesús. Me imagino que por dos o tres días se detuvieron en el lugar anteriormente descrito, o en sus cercanías, para descansar o para alejar a los rabíes, temiendo que hubieran ido a las ciudades principales con la esperanza de ponerle asechanzas o de hacerles daño. Por lo menos lo deduzco de la conversación de los apóstoles.
Esta es una ciudad levítica y de refugio
"¡Esta es una ciudad de refugio!" dice Andrés.
"¡Que vayan a respetar el refugio y la santidad del lugar! ¡Qué inocente eres, hermano!" le replica Pedro.
Jesús camina entre los dos Judas. Delante de él van Santiago y Juan, como vanguardia, luego Santiago con Felipe y Mateo. Detrás de Jesús siguen Pedro, Andrés y Tomás. Los últimos son Simón Zelote y Bartolomé.
Todo va bien hasta que entran en una hermosa plaza, donde están la fuente, la sinagoga y muchas personas que negocian. Pero el mercado está allá abajo, al suroeste de la ciudad, donde desemboca el camino principal que viene del sur, y el otro, por el que vino Jesús, que viene del occidente, caminos que formando un ángulo recto, se unen en el único que entra por la puerta hasta convertirse en una ancha plaza donde hay asnos, mercancías, vendedores, compradores y la acostumbrada gritería...
Como perros rabiosos un grupo numeroso de
fariseos y saduceos, con su porción de rabíes
que vi en Giscala, entre los que no falta Uziel,
está apoyado contra el ancho y bello portal
de esculturas y frisos de la rica sinagoga.
Llegados a la plaza, que es la más hermosa -y pienso que sea el centro de la ciudad, no porque esté equidistante del perímetro de los muros, como porque se vive aquí su vida espiritual y comercial, como lo muestra su posición elevada respeto del resto del poblado, y apropiada para ser defendida como una ciudadela- empiezan las dificultades. Como perros rabiosos en espera de atacar a su presa, como lobos que han venteado al inocente cordero, un grupo numeroso de fariseos y saduceos, con su porción de rabíes que vi en Giscala, entre los que no falta Uziel, está apoyado contra el ancho y bello portal de esculturas y frisos de la rica sinagoga. Y al punto señalan a Jesús y a los apóstoles.
"¡Ay de nosotros, Señor! ¡Están aquí!" dice desalentado Juan, volviéndose hacia Jesús.
Absolutamente quiero hablar en esta antigua
ciudad levítica y de refugio.
"No tengas miedo. Sigue adelante. Si alguien no se siente con valor para hacer frente a esos desgraciados que regrese al albergue. Absolutamente quiero hablar en esta antigua ciudad levítica y de refugio."
Todos protestan: "Maestro ¿y podrías pensar que te fuéramos a dejar solo? Que nos maten, si quieren, pero participamos de tu suerte."
Jesús al frente, ante el grupo enemigo, va a ponerse contra la pared de un huerto, del que caen pétalos cándidos de un peral en flor. El oscuro muro y la nube blanquecina de pétalos hacen contraste. En el fondo Jesús y sus doce.
Dice Jesús: "Vosotros que os encontráis aquí,
venid a escuchar la Buena Nueva, porque más útil
que las transacciones y el dinero
es la conquista del Reino de los cielos."
Empieza a hablar. Su hermosa voz llena la plaza. Dice: "Vosotros que os encontráis aquí, venid a escuchar la Buena Nueva, porque más útil que las transacciones y el dinero es la conquista del Reino de los cielos." Todos vuelven su cara para ver al orador."
"¡Oh, si es el Rabí galileo!" dice uno. "Venid. Vamos a escucharlo. Tal vez haga algún milagro."
Otro dice: "Yo lo vi hacer uno en Betginna. ¡Qué bien habla! ¡No como esos gavilanes voraces y esas zorras astutas!"
Este es el lugar santo y único donde
se habla de Dios y con El en la expectativa
que la Promesa se cumpla.
Pronto Jesús se ve rodeado de gente. Continúa de este modo: "Desde el centro y corazón de esta ciudad levítica no quiero recordar la Ley. Sé que está presente en vuestros corazones como en pocas ciudades de Israel, lo que se desprende también por el orden que he observado en ella, la honradez de que han dado prueba los mercaderes a quienes compré alimentos para Mí y para mi pequeña grey, y esta sinagoga, adornada como conviene al lugar donde se adora a Dios. Pero en vosotros hay un lugar donde también se honra a Dios. Un lugar en que están las aspiraciones más santas y donde resuenan las palabras más dulces y preñadas de esperanza de nuestra fe, las plegarias más ardientes para que la esperanza se convierta en realidad. El alma. Este es el lugar santo y único donde se habla de Dios y con El en la expectativa que la Promesa se cumpla.
Esta se ha realizado. Israel tiene a su Mesías, que os trae la palabra y certeza que el tiempo de la gracia ha llegado, que la redención está cerca, que el Salvador está entre vosotros, que el reino sin derrotas empieza ya.
Comentario de las palabras de Habacuc:
'¿Hasta cuándo, Señor, tendré que gritar
sin que se me escuche?' "
¡Cuántas veces habréis oído las palabras de Habacuc!. Y los más reflexivos entre vosotros habrán dicho: "También yo puedo decir: '¿Hasta cuándo, Señor, tendré que gritar sin que se me escuche?' ". Hace siglos que Israel gime de este modo, pero el Salvador ha llegado ya. El robo, el ansia constante, el desorden e injusticia que causó Satanás, están a punto de desaparecer porque el Enviado de Dios está a punto de restablecer al hombre en su dignidad de hijo de Dios y de coheredero del reino de Dios. Miremos la profecía de Habacuc con nuevos ojos, y veremos que da testimonio de Mí, que habla ya el lenguaje de la Buena Nueva que he traído a los hijos de Israel.
"Se ha hecho el juicio, pero la oposición triunfal"
Yo soy aquí el que debo lamentarme: "Se ha hecho el juicio, pero la oposición triunfal". Y lo siento en el alma, no tanto por Mí, que soy superior al juicio humano, como por los que oponiéndose se condenan, y por los que estos hacen extraviar. ¿Os sorprende lo que os estoy diciendo? Entre vosotros hay mercaderes de otras partes de Israel. Pueden deciros que no miento. No miento llevando una vida contraria a lo que enseño, no cumpliendo con lo que se espera del Salvador, y no miento al afirmar que la oposición humana se yergue contra el juicio de Dios que me ha enviado, contra el juicio de las multitudes humildes y sinceras que me han oído y tomado por lo que soy."
Algunos de la multitud dicen: "¡Es verdad! ¡Es verdad! Nosotros los del pueblo lo queremos y sentimos que es santo, pero ¡esos (señalan a fariseos y compañeros) lo persiguen!"
Continúa Jesús: Por hacer esta oposición se contraría a la Ley, y lo será hasta que se le abola, con tal de cometer la última injusticia que no durará mucho. ¡Y bienaventurados los que en el breve y temeroso espacio de tiempo, en que parecerá que la oposición me venció, sigan creyendo en Jesús de Nazaret, en el Hijo de Dios, en el Hijo del hombre, predicho por los profetas! Podría ejecutar el juicio de Dios completamente, pero no podré porque el impío triunfará sobre sí mismo, contra lo mejor que tiene de sí y como pisotea mis derechos y los de los que creen en Mí, así pisoteará los derechos de su espíritu que tiene necesidad de Mí para ser salvado pero que se lo da a Satanás con tal de negármelo a Mí."
Un anciano imponente se ha acercado a Jesús, dice:
"Te ruego. Entra en la sinagoga y enseña allí.
Nadie más que Tú tiene el derecho.
Soy Matías, el sinagogo.
Ven y la palabra de Dios esté en mi casa
como está en tus labios."
"Gracias, justo de Israel.
La paz esté siempre contigo."
Los fariseos hacen ruido. Un anciano imponente, que hace poco se ha acercado a Jesús, en un momento en que El se calla, dice: "Te ruego. Entra en la sinagoga y enseña allí. Nadie más que Tú tiene el derecho. Soy Matías, el sinagogo. Ven y la palabra de Dios esté en mi casa como está en tus labios."
"Gracias, justo de Israel. La paz esté siempre contigo."
Jesús pasa por entre la multitud que se abre cual onda y se cierra. Lo sigue a la sinagoga, pasando otra vez ante los enfurecidos fariseos, que también entran con su garbo pretencioso. La gente los mira con malos ojos: "¿De dónde venís? Idos a vuestras sinagogas a esperar al Rabí. Aquí es nuestra casa y nos quedamos." Los rabinos, saduceos y fariseos deben quedarse en la entrada, sin chistar, temerosos de que sus habitantes los arrojen de la población.
"Habacuc dice: "Echad vuestros ojos sobre
las naciones y ved, quedaos maravillados,
estupefactos, porque en vuestros días
ha sucedido algo que nadie creerá
cuando se le cuente"
Jesús ha ocupado su lugar, cerca del sinagogo y de otros más, no sé si hijos o colaboradores. Continúa su discurso: "Habacuc dice -y amorosamente invita a observar- "Echad vuestros ojos sobre las naciones y ved, quedaos maravillados, estupefactos, porque en vuestros días ha sucedido algo que nadie creerá cuando se le cuente". También ahora tenemos enemigos materiales contra Israel. No paréis mientes en el pequeño particular de la profecía y veamos sólo el gran vaticinio que es todo espiritual. Porque las profecías, aunque parezca que se refieren a cosas materiales tienen siempre un sentido espiritual. La cosa pues que ha sucedido -y es tal que nadie podrá aceptarla si no está convencido de la infinita bondad del verdadero Dios- es que El haya enviado a su Verbo para salvar y redimir al mundo. Dios que se separa de Dios para salvar al hombre culpable. Para esto se me envió. Y ninguna fuerza del mundo podrá contener mi empuje de Vencedor sobre reyes y tiranos, sobre pecados, sobre ignorancias. Venceré porque soy el Triunfador.·"
Una carcajada de burla, un aullido sale del fondo
de la sinagoga.
el sinagogo se pone de pie e impone silencio,
amenazando con echar afuera a los perturbadores.
Una carcajada de burla, un aullido sale del fondo de la sinagoga. La gente protesta, el sinagogo que tiene hasta los ojos cerrados, porque concentrado estaba oyendo a Jesús, se pone de pie e impone silencio, amenazando con echar afuera a los perturbadores.
"Déjalos. Mejor, invítalos a que expongan sus objeciones." dice Jesús en alta voz.
"¡Oh, bien, bien! Déjanos acercarnos a Ti. Te queremos hacer algunas preguntas" aúllan irónicos los enemigos de Jesús.
Y la gente con miradas hostiles -no falta algún epíteto apropiado- los deja que pasen adelante.
"¿Qué queréis saber?" les pregunta
con dureza Jesús.
Piden pruebas a Jesús de que Él es el Mesías
"¿Qué queréis saber?" les pregunta con dureza Jesús.
"¿Afirmas ser el Mesías? ¿Estás seguro?"
Jesús, con los brazos cruzados sobre el pecho, mira a quien le ha hablado con tal imperio, que la ironía se le va, y enmudece.
Pero otro sigue el hilo de la pregunta y dice. "No puedes pretender que se te crea confiando en tu palabra. Cualquiera puede mentir aún de buena fe. Para creer tenemos necesidad de pruebas. Danos pues las pruebas de que eres lo que afirmas ser."
"Israel está lleno de ellas" dice Jesús cortante.
"¡Oh, esas!... Son cosas pequeñas que cualquier santo puede hacer. Han sido hechas y lo serán, mientras haya justos en Israel" dice un fariseo.
Otro añade: "¡No está dicho que las hagas por ser santo y porque Dios te ayude! Se dice, y en verdad es muy verosímil, que Satanás te ayuda. Queremos otras pruebas, que Satanás no pueda dar."
"¡Sí! La muerte vencida..." dice otro.
"Ya la tuvisteis."
"Eran apariencias de muerte. Muéstranos a un cadáver corrupto, que vuelva a la vida, que se rehaga, digamos. Esto para tener la certeza de que Dios está contigo. Dios es el único que puede devolver el aliento al fango que se va a convertir en polvo."
"Jamás se pidió esto a los profetas para creer en ellos."
Un saduceo grita: "Tú eres más que un profeta. Tú, por lo menos, así lo dices, pues te crees el Hijo de Dios... ¡Ah, ah! ¿Por qué entonces no obras como Dios? ¡Ea, pues! ¡Danos una señal! ¡Una señal!"
"Claro, una señal del cielo que te señale como Hijo de Dios, y entonces te adoraremos" aúlla furiosamente un fariseo.
"¡Muy bien, muy bien, Simón! No queremos caer en el pecado de Aarón. ¡No adoramos el ídolo, al becerro de oro, pero podremos adorar al Cordero de Dios! ¿No lo eres? Que el cielo nos indique que lo eres" dice el que se llama Uriel, que estuvo en Giscala y sarcástico se ríe.
Otro dice: "Déjame hablar a mí, Sadoc, el escriba de oro. ¡Óyeme, Jesús! Muchos Mesías, que no lo fueron, te han precedido. ¡Basta de engaños! Una señal de que eres lo que afirmas. Si Dios está contigo no te la puede negar. Y nosotros creeremos en Ti y te ayudaremos. De otro modo no olvides lo que te espera, según el mandamiento de Dios."
Jesús levanta su mano derecha herida
y la muestra bien a su interlocutor.
Jesús levanta su mano derecha herida y la muestra bien a su interlocutor. "¿Ves esta señal? Tú me la hiciste. Has puesto el dedo en otra señal, y cuando la verás clavada en la carne del Cordero, te llenarás de júbilo. Mírala. ¿La ves? La verás también en el cielo, cuando te presentarás a dar cuenta de tu vida. Porque Yo te juzgaré, y será con mi cuerpo glorificado, allá arriba, con las señales de mi ministerio y vuestro, con las de mi amor y con las de vuestro odio. La verás también tú, Uriel, y tú, Simón, y la verán Anás, Caifás y muchos en el último día, día de ira, día terrible, y por esto preferiréis estar en lo profundo porque mi señal en la mano herida os flechará más que el fuego del infierno."
"¡Oh, esas son palabras y blasfemias! ¿Tú en el cielo en cuerpo? ¡Blasfemo! ¿Tú, juez, en lugar de Dios? ¡Anatema caiga sobre Ti! ¡Tú, insultador del Pontífice! Merecerías que se te lapidara" aúllan en coro fariseos, saduceos y doctores.
Es majestuoso cual otro Moisés. Grita:
"Quedes es una ciudad de refugio y ciudad levítica.
Tened respecto..."
¡Esos son cuentos de viejas! ¡De nada sirven!"
De nuevo se pone de pie el sinagogo. Es majestuoso cual otro Moisés. Respetable por sus canas. Grita: "Quedes es una ciudad de refugio y ciudad levítica. Tened respecto..."
"¡Esos son cuentos de viejas! ¡De nada sirven!"
"¡Bocas blasfemas! Vosotros sois unos pecadores, no El .Yo lo defiendo. No ha hecho nada fuera del orden. Explica a los profetas y nos trae la promesa, y vosotros lo interrumpís, le ponéis lazos para que caiga, lo ofendéis. No lo permito. Está bajo la protección del viejo Matías de la estirpe de Leví por padre, y de Aarón por madre. Salid y dejad que enseñe a mi vejez, y a mis hijos que están en la edad madura." Y toma el antebrazo de Jesús, como para defenderlo.
"¡Que nos de una señal verdadera, y nos iremos convencidos!" gritan los enemigos.
"No pierdas la tranquilidad, Matías.
Voy a hablar ahora"
dice Jesús calmando al sinagogo.
"No pierdas la tranquilidad, Matías. Voy a hablar ahora" dice Jesús calmando al sinagogo. Vuelto a los fariseos, saduceos y doctores, dice: "Cuando llega el crepúsculo escudriñáis el cielo. Si se pone rojo el crepúsculo, siguiendo un antiguo proverbio, decís: "Mañana tendremos un buen día. El crepúsculo viste el cielo de rojo". De igual modo, cuando amanece, si el aire es pesado por la neblina o vapores, y el sol no se pone su vestido de oro, sino que parece como que echara sangre sobre el firmamento, decís: Tendremos un día tempestuoso". Sabéis pues leer lo que sucederá guiados por señales del cielo que cambian, señales más volubles que el viento. ¿Y no sois capaces de distinguir las señales de los tiempos? Esto no dice bien de vuestra inteligencia, de vuestra ciencia, deshonra completamente vuestro espíritu, vuestra supuesta sabiduría. Pertenecéis a una generación perversa y adúltera, nacida en Israel de la unión de quien ha fornicado con el mal. Sois sus herederos y aumentáis vuestra perversidad, vuestro adulterio, cometiendo también el pecado de vuestros antecesores. Pues bien, tenlo en cuenta, Matías, sabedlo vosotros de Quedes y quienquiera, bien sea amigo o enemigo.
Esta es la profecía que os voy a dar, en lugar
de la que quería explicar de Habacuc:
a esta generación perversa y adúltera
que pide una señal,
no se le dará sino la de Jonás...
Vámonos.
La paz sea con los buenos de voluntad."
Esta es la profecía que os voy a dar, en lugar de la que quería explicar de Habacuc: a esta generación perversa y adúltera que pide una señal, no se le dará sino la de Jonás... Vámonos. La paz sea con los buenos de voluntad." Sale por una puerta lateral que da a una calle silenciosa entre huertos y casas. Se aleja con los apóstoles.
"Maestro, tenemos ansia de tu palabra.
¡Tan bella que es, la profecía de Habacuc!
Porque hay quien te odia,
¿deberán quedarse sin conocerte
los que te aman y creen en la Verdad?"
Pero los de Quedes no se dan por vencidos. Algunos lo siguen. Y al ver que entra en un humilde albergue, en los suburbios orientales llevan la noticia al sinagogo y a otros. Jesús está todavía comiendo cuando el patio, bañado en sol, se ve cubierto de gente. El sinagogo entra con otros ancianos de Quedes. Se asoma a la habitación donde está Jesús y con tono implorante dice: "Maestro, tenemos ansia de tu palabra. ¡Tan bella que es, la profecía de Habacuc! Porque hay quien te odia, ¿deberán quedarse sin conocerte los que te aman y creen en la Verdad?"
"No, padre. No es justo castigar a los buenos por los malos. Escuchad, pues..." (Jesús deja de comer. Se asoma a la puerta y habla a la gente que se encuentra en el patio).
En las palabras de vuestro sinagogo hay un eco
de las de Habacuc. "Desde principio Tú eres y estás
con nosotros y no moriremos"
"En las palabras de vuestro sinagogo hay un eco de las de Habacuc. En nombre suyo y de todos vosotros confiesa, profesa que Yo soy la Verdad. Habacuc confiesa y profesa: "Desde principio Tú eres y estás con nosotros y no moriremos". Y así será. No perecerá quien crea en Mí. El profeta me muestra como al que Dios ha puesto para juzgar, como al que Dios ha hecho fuerte para que pueda castigar, como al que tiene sus ojos muy puros para ver el mal, y que tendrá que soportar la iniquidad. Pero si es verdad que el pecado me repugna, ved con todo que abro los brazos, porque soy el Salvador, a todos los que se arrepientan. Por esto vuelvo la mirada aun sobre el culpable e invito al impío a que se convierta...
Vosotros de Quedes, ciudad levítica, ciudad santificada por la caridad para con quien es culpable de algún delito -y cualquier hombre ha cometido cosas imputables ante Dios, ante su alma, para con el prójimo- venid, pues, a Mí, refugio de pecadores. Aquí, en mi amor, ni siquiera el anatema de Dios os podrá caer encima, porque mi mirada suplicante cambia el anatema de Dios en bendición, en perdón. ¡Escuchad, escuchad! Escribid su profecía en el rollo. Fue escrito: "Si tarda, espéralo, porque quien debe venir, vendrá sin tardanza". Esto es, el que debía venir, ha venido. Soy Yo.
"Quien es incrédulo no tiene en sí un alma justa"
dice el profeta
"¡Ay! del que acumula bienes que no son suyos,
y se echa encima pesado lodo"
"Quien es incrédulo no tiene en sí un alma justa" dice el profeta y en sus palabras se oye la condenación contra quienes me han tentado e insultado. No los condeno, sino el profeta que me previó, que creyó en Mí. Así como me dibuja como el Triunfador, así dibuja al soberbio, diciendo que ha perdido su gloria al haber abierto su alma a la avaricia, a la ambición, como el infierno que jamás se sacia, que siempre busca victimas. El profeta pronuncia esta amenaza: "¡Ay! del que acumula bienes que no son suyos, y se echa encima pesado lodo" Las malas acciones contra el Hijo del hombre son este lodo, y quererlo despojar de su santidad, para que no haga sombra a la propia, es codicia.
"¡Ay!" dice el profeta "de quien reúne en su casa
los frutos de su perversa avaricia para poner
en lo alto su nido, esperando elevarse de las
artimañas del mal"
"¡Ay!" dice el profeta "de quien reúne en su casa los frutos de su perversa avaricia para poner en lo alto su nido, esperando elevarse de las artimañas del mal" Lo que es lo mismo que decir, deshonrarse y perder la propia alma.
"¡Ay! del que edifica una ciudad sobre sangre
y construye castillos sobre la injusticia".
"¡Ay! del que edifica una ciudad sobre sangre y construye castillos sobre la injusticia". En verdad que muchos de Israel fundan sus fortalezas de ambición sobre lágrimas, sobre sangre, y esperan la última sangre para hacer un cemento más duro. ¿Pero qué puede una fortaleza contra los dardos de Dios? ¿Qué puede un puñado de hombres contra la justicia de todo el mundo que gritará horrores por el delito sin igual?
¿De qué sirve la estatua?"
¡Qué bien dice Habacuc! "¿De qué sirve la estatua?". Y la estatua idolátrica es la mentirosa santidad de Israel. Sólo el Señor está en su santo templo, sólo ante El debe inclinarse la tierra y temblar de adoración y espanto, mientras que la señal prometida se dará una y otra vez, y el templo verdadero en el que Dios reposa, subirá glorioso al cielo para decir: "¡Está cumplido!", de igual modo como lo habrá llorado en al tierra para limpiarla con su mensaje.
"Hágase" dijo el Altísimo. Y el mundo existió. "Hágase" dirá el Redentor y el mundo será redimido. Yo daré al mundo el modo para que se redima, y los redimidos serán los que tengan voluntad de serlo.
Poneos de pie. Digamos la plegaria del profeta,
como hay que decirla en este tiempo de gracia:
Poneos de pie. Digamos la plegaria del profeta, como hay que decirla en este tiempo de gracia:
"He oído, Señor, tu mensaje y me he llenado de júbilo". No es tiempo más de miedo, vosotros que creéis en el Mesías.
"Señor, tu obra está en medio del correr de los años, haz vivir, no obstante las asechanzas del enemigo. En ese correr del tiempo la manifestarás". Sí. Cuando se cumpla el tiempo, la obra será terminada.
"Y en el desdén resplandecerá la misericordia" porque el desdén será para los que hayan arrojado las redes, lazos y arrojado flechas contra el Cordero Salvador.
"Dios vendrá de la luz al mundo". Yo soy la Luz que ha venido a traeros a Dios. Mi esplendor llenará la tierra, derramándose en torrentes "allí donde los cuernos puntiagudos" habrán descargado el cuerpo de la Víctima, última victoria " de la muerte, y de Satanás, que huirán vencidos ante el Viviente y el Santo".
¡Gloria al Señor, gloria al que ha hecho todo esto! Gloria al dador del sol y de los astros. Al que hizo los montes. Al Creador de los mares, Gloria, infinita gloria al Bueno que amó a su Mesías para salvación de su pueblo, para redención del hombre.
Unios a cantar conmigo porque la misericordia
ha venido al mundo y está cercano el tiempo
de la paz. El que os tiende las manos os exhorta
a creer y a vivir en el Señor porque el tiempo
está cercano en que Israel será juzgado
según verdad.
Unios a cantar conmigo porque la misericordia ha venido al mundo y está cercano el tiempo de la paz. El que os tiende las manos os exhorta a creer y a vivir en el Señor porque el tiempo está cercano en que Israel será juzgado según verdad.
La paz sea con vosotros que estáis aquí presentes, con vuestras familias, con vuestros bienes."
Jesús hace una gran señal de bendición, y hace por retirarse.
El sinagogo le ruega: "Quédate un poco más."
"No puedo, padre."
El sinagogo le ruega: "Quédate un poco más."
"No puedo, padre."
"Mándanos por lo menos a tus discípulos."
"Los tendréis sin falta. ¡Adiós! ¡Vete en paz!
Se quedan solos...
"Yo quisiera saber quién fue el que nos los echó entre los pies. Parecen adivinos..." dice Pedro.
Iscariote, pálido, da un paso adelante, se arrodilla a los pies de Jesús: "Maestro, yo soy el culpable. Hablé en aquel poblado... con uno de ellos de quien fui huésped..."
"¿Cómo? ¡Qué penitencia, ni que nada ! ¡Tú eres!..."
"¿Silencio, Simón de Jonás! Tu hermano se ha acusado sinceramente. Respétalo por haberse humillado. No te aflijas, Judas. Te perdono. Tú sabes que te perdono. De hoy en adelante sé más prudente... Ahora vámonos. Caminaremos mientras haya luna. Debemos pasar el río antes del amanecer. Vámonos. Detrás de aquí empieza el bosque. No dejaremos huella y buenos o malos no nos encontrarán. Mañana estaremos en el camino de Panéades"
VI. 179-189
A. M. D. G.