EN CESAREA DE FILIPO
#¿Sabes donde podremos encontrarlos?" en casa de fieles israelitas, cerca de la ciudadela.
#"La paz sea contigo. ¿Han vuelto los discípulos del Rabí?"
#"¡Dejad en paz a la pobre viejecita! Se portó bien. Su corazón es generoso como la lengua"
La ciudad es recién construida como Tiberíades y Ascalón. Está sobre un plano inclinado dentro de una fortaleza defendida por torres, rodeada de murallas ciclópeas, de fosos profundos a los que baja parte del agua de dos riachuelos que, reunidos en el ángulo, después se separan, corriendo uno fuera de la ciudad, el otro dentro de ella. Calles hermosas, plazas, fuentes, construcciones a la usanza romana, dicen que también aquí se ha mostrado la degradación servil del Tetrarca, al olvidar el respeto debido a las costumbres patrias.
Tal vez porque sea un centro de importantes caminos y de caravanas, que llevan a Damasco, Tiro, Sefet y Tiberíades, como se ve por las mojoneras, la ciudad es todo movimiento. Peatones, hombres a caballo, largas caravanas de asnos, camellos, se cruzan por las anchas calles. Grupos de negociantes o de holgazanes hay en las plazas, bajo los pórticos, junto a las casas lujosas. Hay tal vez hasta Termas, donde se habla de negocios o se discuten los acontecimientos del día.
¿Sabes donde podremos encontrarlos?"
en casa de fieles israelitas, cerca de la ciudadela.
"¿Sabes donde podremos encontrarlos?" pregunta Jesús a Pedro.
"Sí. Me dijeron aquellos a quienes pregunté, que los discípulos del Rabí suelen reunirse para las comidas en casa de fieles israelitas, cerca de la ciudadela. Me la describieron. No puedo equivocarme: una casa israelita aun por la apariencia sin ventanas externas, con un gran portón con su celosía, que a su lado tiene una fuentecilla y las paredes altas del huerto que se prolongan por dos lados en estrechos caminos, y una terraza alta en el techo, lleno de palomos.
"Está bien. Vamos."
Atraviesan la ciudad hasta la ciudadela. Llegan a la casa. Llaman. Por la celosía aparece la cara arrugada de una mujer.
"La paz sea contigo. ¿Han vuelto los discípulos
del Rabí?"
Jesús se adelanta. Saluda: "La paz sea contigo. ¿Han vuelto los discípulos del Rabí?"
"No. Están cerca del "Gran Manantial" , con otros que vinieron de muchos lugares de la otra orilla a buscarlo. Todos los están esperando. ¿Eres también Tú de ellos?"
"No. Buscaba a los discípulos."
"Entonces, mira: ¿Ves aquel camino que está casi frente a la fuentecilla? Síguelo hasta que te topes con una muralla de roca de donde sale agua a manera de depósito, y que luego se convierte en un arroyuelo. Ahí cerca los encontrarás. ¿Vienes de lejos? ¿Quieres tomar un poco de fresco, entrar aquí a espéralos? Si quieres llamo a mis patrones. Son buenos israelitas. Creen en el Mesías. Se hicieron sus discípulos con haberlo visto una sola vez n Jerusalén, en el Templo. Ahora los discípulos del Mesías los han instruido y han hecho milagros aquí, porque..."
"Está bien, buena mujer. Volveré más tarde con los discípulos. La paz sea contigo. Regresa a tus quehaceres" dice Jesús cariñosamente, pero con autoridad para detener la avalancha de preguntas.
Emprenden otra vez el camino. Los apóstoles más jóvenes se echan a reír de la comedia de la mujer y hacen hasta sonreír a Jesús.
"Maestro" dice Juan "parecía ella el "Gran Manantial". ¿No te pareció? Brotaban de sus labios palabras sin cesar, y nos convirtió en otros tantos depósitos que se transforman en arroyuelos, por las palabras que absorbimos..."
"Espero que los discípulos no le hayan hecho algún milagro en la lengua... Habría que decirles: habéis hecho un milagro muy grande" dice Tadeo que, pese a su carácter, se echa a reír de buena gana.
"Lo gracioso va a estar cuando nos vuelva a ver, y reconozca al Maestro. ¿Quién la va a hacer callar?" pregunta Santiago de Zebedeo.
"No. Más bien se va a quedar muda de sorpresa" contesta Mateo, tomando parte en al conversación de los jóvenes.
"Alabaré al Altísimo si la admiración le paraliza la lengua. Puede ser que se deba a que no he comido nada y estoy en ayunas, y sus palabras le hicieron dar vuelta a mi cabeza" habla Pedro.
"Y, ¡cómo gritaba! ¿Estará sorda?" pregunta Tomás.
"No. Creía que éramos nosotros los sordos" responde Iscariote.
"¡Dejad en paz a la pobre viejecita! Se portó bien.
Su corazón es generoso como la lengua"
"¡Dejad en paz a la pobre viejecita! Se portó bien. Su corazón es generoso como la lengua" dice un poco serio Jesús.
"Entonces, Maestro mío, esa mujer es tanto más heroica cuanto generosa" dice riendo de gusto Juan.
Ya se ve la muralla rocosa y calcárea. Se oye el murmullo del agua que cae en la cuenca.
¡Benjamín! ¡Daniel! ¡Abel! ¡Felipe! ¡Ermasteo!
estamos aquí. Está también el Maestro"
Los discípulos han vuelto sus caras. Han visto.
Ver y brincar desde el escalón ha sido lo mismo.
"Ahí está el arroyuelo. Sigámoslo... Ahí está la fuente... y allá... ¡Benjamín! ¡Daniel! ¡Abel! ¡Felipe! ¡Ermasteo! estamos aquí. Está también el Maestro" grita Juan a un grupo nutrido reunido en torno a alguien que no se ve.
"Silencio, muchacho, o vas a ser como la mujer parlanchina" lo regaña Pedro.
Los discípulos han vuelto sus caras. Han visto. Ver y brincar desde el escalón ha sido lo mismo. Ahora que se han dispersado veo que a los discípulos, de hace tiempo, se han unido habitantes de Quedes y del país del sordomudo. Tal vez tomaron un camino más corto porque se adelantaron al Maestro. Grande es el regocijo. Lo mismo que numerosas las preguntas y respuestas. Jesús pacientemente escucha y responde hasta que con otros dos aparece la figura flaca y sonriente de Isaac, que viene cargado de provisiones.
los recién llegados quieren saber lo que para
Ti es la señal de Jonás que prometiste dar a la
generación perversa que te persigue" dice Isaac.
"Vamos a la casa hospitalaria, Señor mío. Allí nos dirás lo que no hemos podido decir, porque ni siquiera lo sabíamos. Estos, los recién llegados -hace pocas horas que están con nosotros- quieren saber lo que para Ti es la señal de Jonás que prometiste dar a la generación perversa que te persigue" dice Isaac.
"La explicaré mientras caminamos..."
¡Caminar ! ¡Es una palabra! Al igual que las abejas solícitas vuelan al percibir el perfume de las flores, de igual modo de todas partes acude gente que se une a Jesús.
"Son nuestros amigos" explica Isaac. "Gente que ha creído y que te esperaba..."
"Gente que ha obtenido favores sobre todo de ese" grita uno de la multitud, señalando a Isaac.
El modestamente y como para excusarse responde: "Yo soy el siervo. Este es el Patrón. Vosotros que esperabais ¡he aquí al Maestro Jesús!"
Entonces, el ángulo tranquilo de Cesarea, un poco distante, que se encuentra casi en la periferia, se convierte más que en un mercado. ¡Hosannas! ¡Aclamaciones! ¡Peticiones! Jesús avanza lentamente en medio de aquellas muestras amorosas. Sonríe. Bendice. Camina tan lentamente que algunos tienen tiempo de correr, de esparcir la noticia, de regresar con amigos o familiares, trayendo en alto a sus niños para que Jesús los acaricie y bendiga.
La criada, al oír voces, abre sin ninguna
preocupación. Ve a Jesús en medio de la gente y
comprende... Cae al suelo gimiendo:
"¡Piedad, Señor mío! ¡Tú sierva no te conoció
y no te veneró!"
Llegan a la casa de antes. Llaman. La criada, al oír voces, abre sin ninguna preocupación. Ve a Jesús en medio de la gente y comprende... Cae al suelo gimiendo: "¡Piedad, Señor mío! ¡Tú sierva no te conoció y no te veneró!"
"No hay nada de malo. No conocías al hombre, pero creías en El. Esto es lo que se necesita para que alguien sea amado de Dios. Levántate y llévame donde tus patrones."
La sierva obedece, temblorosa de respeto. Ve a los patrones, llenos de respeto, contra la pared en el fondo del corredor un tanto oscuro. Los señala: "Ahí los tienes."
"La paz sea con vosotros y en esta casa. Os bendiga el Señor por vuestra fe en el Mesías y por vuestra caridad para con sus discípulos" dice Jesús yendo al encuentro de los dos ancianos esposos, o de los dos hermanos.
Lo veneran y lo acompañan a la espaciosa terraza donde hay preparadas muchas mesas bajo un pesado manto. Desde ahí puede verse Cesarea, los montes a sus espaldas y a la derecha. Los palomos revolotean por la terraza, por el jardín lleno de flores.
"Benjamín y Ana no sólo nos acogen a nosotros,
sino a todos los que vienen a buscarte.
Lo hacen en tu Nombre."
"El cielo los bendiga cada vez."
Mientras un viejo siervo trae más asientos, Isaac habla: "Benjamín y Ana no sólo nos acogen a nosotros, sino a todos los que vienen a buscarte. Lo hacen en tu Nombre."
"El cielo los bendiga cada vez."
"Tenemos medios y no tenemos herederos. Al fin de nuestra vida hemos adoptado por hijos a los pobres del Señor" dice con sencillez la anciana esposa.
Jesús le pone la mano sobre su cana cabeza diciendo: "Y esto te hace ser madre más que si hubieras concebido muchísimas veces. Permitid ahora que explique a estos lo que deseaban saber para poder despedirme de todos, y sentarnos a la mesa."
La gente ha invadido la terraza, y al no caber busca el último rincón. Un grupo de niños rodea a Jesús. Lo miran estáticos con ss inocentes ojitos. Vuelve su espalda a la mesa, les envía una sonrisa. Parece como si leyera en sus caritas las palabras de la verdad que le han pedido explicara.
La señal de Jonás que prometí a los perversos,
y que también prometo a vosotros, no por
que lo seáis, sino más bien para que logréis
alcanzar la perfección en la fe,
cuando la veáis cumplido es la siguiente.
"Escuchar. La señal de Jonás que prometí a los perversos, y que también prometo a vosotros, no por que lo seáis, sino más bien para que logréis alcanzar la perfección en la fe, cuando la veáis cumplido es la siguiente. Así como Jonás estuvo tres días en el vientre del monstruo marino, y luego fue devuelto a tierra para que convirtiera y salvara a Nínive, igual cosa sucederá al Hijo del hombre. Para calmar los peligros de una tempestad satánica, los grandes de Israel creerán que será útil sacrificar al Inocente. No harán sino aumentar el peligro porque además de Satanás que en todo pone confusión, tendrán a Dios como vengador de su crimen. Podrían vencer la tempestad provocada por Satanás si creyeran en Mí, pero no lo hacen porque ven en Mí la razón de su turbación, de sus miedos, peligros, mentises a su santidad. Pero cuando llegue la hora, el monstruo insaciable que es el vientre de la tierra, que traga a todo hombre que muere, se volverá a abrir para restituir al mundo la Luz de la que había renegado.
Ved, pues, que así como Jonás fue una señal para los ninivitas del poder y misericordia del Señor, así el Hijo del hombre lo será para esta generación, con la diferencia de que si Nínive se convirtió, no así Jerusalén, porque está llena de la generación malvada de la que he hablado. Por esto la reina del Sur se levantará en el día del juicio contra esta generación y la condenará. Ella vino, en aquellos tiempos, desde los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, entre tanto que esta generación que me tiene en medio suyo, no quiere oírme y me persigue y me arroja como a un leproso y pecador, a Mí que soy más que Salomón. También los ninivitas se levantarán en el día del juicio contra la generación perversa que no se convierte a Dios Señor suyo, ellos que se convirtieron al oír la predicación de un hombre. Yo soy más que un hombre.
Por esto daré la señal de Jonás a quien pide una señal sin equívocos. Daré una y única señal a quien no dobla su frente proterva ante las pruebas que he dado al hacer que volvieran a la vida otros seres. Daré todas las señales. La de un cuerpo corrupto que regresará a la vida vivo e íntegro, y el de un Cuerpo que por Sí mismo resucitará, porque el Espíritu es dueño de todo poder. Esto no será una gracia. No aliviará la situación. Ni aquí, ni en los libros eterno. Lo escrito, escrito está. Las pruebas aumentarán, así como aumentan las piedras cuando se lapida a alguien, contra Mí para causarme daño, pero sin resultado alguno. Aumentarán contra ellos para arrastrarlos para siempre bajo la condenación que Dios reservó a los incrédulos perversos.
Esta es la señal de Jonás de la que os había hablado. ¿Tenéis otra cosa que preguntar?"
Referiremos lo que acabas de decir a nuestro
sinagogo que se acercó mucho al pensar
en la señal prometida.
Matías es un justo.
La verdad se revela a los justos como se revela
a los inocentes que mejor que cualquier otro
saben quién sea Yo.
"No, Maestro. Referiremos lo que acabas de decir a nuestro sinagogo que se acercó mucho al pensar en la señal prometida."
"Matías es un justo. La verdad se revela a los justos como se revela a los inocentes que mejor que cualquier otro saben quién sea Yo. Permitidme, antes de que os vayáis, que oiga alabar la misericordia de Dios de parte de los ángeles de la tierra. ¡Venid, pequeñuelos!"
Los niños, que se habían estado quietos hasta este momento, corren.
"Decidme, niños inocentes, ¿para vosotros cuál es mi señal?"
"Que eres bueno."
"Que curaste a mi mamá con tu Nombre."
"Que quieres a todos."
"Que eres bello como no otro."
"Que haces bueno aun al que era malo, como sucedió con mi padre."
Cada boquita infantil proclama alguna dulce característica de Jesús y dice que sus penas se convirtieron en alegría.
Pero el mas querido de todos es un pedazo de carne, de unos cuatro años de edad, que se sube sobre las rodillas de Jesús, se le cuelga al cuello diciendo: "Tu señal es que quieres mucho a todos los niños y que ellos te quieren también. Mucho, así..." y extiende sus bracitos gordos, y ríe, pero vuelve otra vez a colgarse del cuello, frotando su mejilla contra la de El que lo besa, preguntándole: "¿Por qué me queréis tanto, sino me habíais visto antes?"
"Porque te pareces al ángel del Señor."
"No lo has visto, pequeñuelo..." dice Jesús sonriendo.
"¡Pero lo vio mi alma! Me ha dicho mi mamá que
aquí lo tengo, que está aquí, que Dios la ve.
Y el alma ha visto a Dios y a los ángeles.
Mi alma te conoce porque eres el Señor."
El niño se queda cortado por un momento, pero luego sonriente, dejando lucir sus dientecitos, responde: "¡Pero lo vio mi alma! Me ha dicho mi mamá que aquí lo tengo, que está aquí, que Dios la ve. Y el alma ha visto a Dios y a los ángeles. Mi alma te conoce porque eres el Señor."
Jesús lo besa en la frente, mientras dice: "Que este beso te aumente la inteligencia" y lo pone en el suelo. El niño corre brincando donde su padre, llevando la mano puesta sobre el lugar en que Jesús lo besó. Grita: "¡Vamos donde mamá, donde mamá! Que bese aquí donde ha besado el Señor y le regrese la voz y no llore más.
Explican a Jesús que se trata de una mujer enferma en la garganta, que deseaba el milagro, que los discípulos no la habían podido curar por tratarse de un mal muy avanzado.
"El más pequeño de los discípulos la curará,
su hijito. Vete en paz, hombre.
Ten fe como tu hijo."
"El más pequeño de los discípulos la curará, su hijito. Vete en paz, hombre. Ten fe como tu hijo."
Besa a los otros niños que también tienen ganas de recibir igual beso, y se despide de los presentes. Se quedan los discípulos, los de Quedes y del otro lugar.
Mientras esperan la comida, Jesús dispone la partida para el día siguiente de todos los discípulos, los cuales lo precederán en Cafarnaum para que se junten con los otros que vendrán de otras partes. "Tomaréis con vosotros a Salomé, y a la mujer e hijas de Natanael, como a las de Felipe, a Juana y a Susana, según vayáis descendiendo hacia Nazaret. Allí tomaréis a mi Madre y a la de mis hermanos y las acompañaréis a Betania, a la casa donde está José, en tierras de Lázaro. Nosotros llegaremos de la Decápolis."
"¿Y Marziam?" pregunta Pedro.
"Ya he dicho: "adelantaos a Cafarnaum". No "id". Desde Cafarnaum podrán avisar a las mujeres de nuestra llegada, de modo que estén preparadas, para cuando vayamos a Jerusalén por la Decápolis, Marziam, un jovenzuelo, irá con los discípulos, haciendo escolta a las mujeres..."
Es que... quería llevar también a mi mujer
a Jerusalén ¡pobrecita!
Sí, Simón. Razón mayor para que Marziam
vaya con ella.
"Es que... quería llevar también a mi mujer a Jerusalén ¡pobrecita! Siempre ha querido y... y jamás lo logró porque no quería yo molestias... Pero quisiera darle gusto este año... ¡Tan buena que es!"
"Sí, Simón. Razón mayor para que Marziam vaya con ella. Haremos poco a poco el viaje y nos encontraremos allá todos..."
El dueño de la casa dice: "¿Vas a quedarte en mi casa tan poco tiempo?"
"Padre, tengo muchas que hacer. Quiero estar en Jerusalén, por lo menos ocho días antes de Pascua. Piensa que la primera parte de la luna de Adar ha terminado..."
¡tanto que había deseado verte!...
Me parece encontrarme en medio de la luz
del cielo al saber que estás en mi casa...
y que la luz se apagará cuando partas..."
"No, padre. Te la dejaré en el corazón,
y en el de tu mujer.
En el de todos los de esta casa hospitalaria."
"Es verdad. Pero ¡tanto que había deseado verte!... Me parece encontrarme en medio de la luz del cielo al saber que estás en mi casa... y que la luz se apagará cuando partas..."
"No, padre. Te la dejaré en el corazón, y en el de tu mujer. En el de todos los de esta casa hospitalaria."
Se sientan a la mesa. Jesús ofrece y bendice los alimentos, que el siervo distribuye a continuación en las diversas mesas.
VI. 194-201
A. M. D. G.