EL MÁS GRANDE EN EL REINO 

 

DE LOS CIELOS.

 

 

EL PEQUEÑO BENJAMÍN DE CAFARNAUM

 

 


 

#un manojo de niños han visto que su padre se ha curado, estando ya cerca de la muerte, y que no tenían ni un céntimo.   

#¿Es un antiguo amante de María de Mágdala?"   

#El apóstol en este caso fue una mujer,."María, la hermana de Lázaro" responde Jesús.   

#se cruzan con los discípulos que evangelizan Tiberíades. Están todos menos Marziam, los pastores y Mannaén, que fueron a Nazaret en dirección de Jerusalén con las mujeres.   

#"¡Simón, Simón habrá muchos que dudarán de Mí! ¡Aun entre los que creen que su fe es segura, que jamás caerá! No juzgues a tus hermanos, Simón. Júzgate primero a ti mismo."   

#Un pequeñín de unos siete y ocho años corre brincando tras de Jesús.   

#Parábola del buen pastor que compró las ovejas y corderos que otros tenía abandonados.   

#Dime, Jesús: ¿Te acordarás de Benjamín?"  

  #Jesús se detiene Se inclina y besa en la frente al niño.   

#¿Veis a este niño?. Está en la verdad más que vosotros Ha comprendido en medio de su sencillez infantil, que el llegar a ser grande radica en el amor y en la obediencia realizada por amor para entrar en mi reino.   

#Los discípulos, se han esparcido por la ribera del lago a comprar pescado para la cena, pan y todo lo necesario.   

#Después de la cena iremos a la playa con los discípulos."   

#"Escuchad. Dentro de poco nos separaremos y quiero adoctrinaros para que os forméis mejor.   

#Queréis saber quién será el primero, y finalmente el deseo siempre humano de oír que le responda: "Tú eres el primero en el reino de los cielos" algún compañero, o mejor, el Maestro que sabéis que conoce la verdad y el porvenir.   

#De nada sirve saber, o creer de saber el futuro. En verdad os digo que la oración confiada puede cambiar el castigo en bendición.   

#"¿Quién de entre nosotros es el mayor en el reino de los cielos?  

#Os digo: haceos semejantes a ellos si queréis entrar en mi reino   

#No se debe dar jamás escándalo a nadie, pero ¡ay de quien desflore su candor inocente! Dejadlos que sean ángeles, lo más que podáis.   

#¡Ay de los que arrebatan la santidad al niño con su modo escandaloso de obrar!   

#Nadie tiene el derecho de hacer violencia a su cuerpo y vida, porque ambas cosas vienen de Dios, y sólo El tiene el derecho de tomar una parte o todo.   

#Y vosotros como niños amaos los unos a los otros, sin disputas, sin orgullo   

#Como obra el demonio   

#¿por qué siempre molestáis a Juan? ¿Qué queréis de él?"  

  #Vimos a un hombre que no es tu discípulo, y este tal arrojaba a los demonios en tu nombre. A nosotros no nos pareció bien y se lo prohibimos   

#Son infinitos los caminos de Señor y no está escrito que sólo los que toman el camino directo, lleguen al cielo. En todos los lugares, en todos los tiempos, de miles de modos diversos, habrá hombres que vendrán a Mí, tal vez hasta por un camino que al principio fue malo. Mas Dios verá su recta intención, y los traerá al bueno.

 


 

un manojo de niños han visto que su padre se ha 

curado, estando ya cerca de la muerte, y que no 

tenían ni un céntimo.

 

¿Es un antiguo amante de María de Mágdala?"

 

Y mientras cielo y lago parecen un incendio por el crepúsculo, ellos regresan a Cafarnaum. Vienen contentos. Hablan entre sí. Jesús habla poco, pero sonríe. Dicen que sí el mensajero hubiera dado mejor las señales, hubieran ahorrado camino, pero añaden que valió la pena, porque un manojo de niños han visto que su padre se ha curado, estando ya cerca de la muerte, y que no tenían ni un céntimo.

"Os había dicho que el Padre proveería a todo" dice Jesús."¿Es un antiguo amante de María de Mágdala?" pregunta Felipe.

"¿Así parece... por lo que nos dijeron..." responde Tomás.

"¿Que te dijo, Señor?" pregunta Judas de Alfeo.

Jesús sonríe sin responder.

"Más de una vez lo vi con ella, cuando iba a Tiberíades con mis amigos. Esto es seguro" afirma Mateo.

"Hermano, dinos... ¿Te pidió ser curado, y también ser perdonado?" pregunta Santiago de Alfeo.

"¡Qué pregunta! ¿Cuándo concede el Señor una gracia sin arrepentimiento?" objeta Iscariote con cierto desprecio por Santiago de Alfeo.

"Mi hermano no dijo ninguna necedad. Jesús cura o libra y luego dice: "Vete y no peques' " le replica Tadeo.

"Porque ve en los corazones que existe el arrepentimiento" objeta Judas.

"En los endemoniados no existe ni arrepentimiento ni deseo de ser libertados. Ninguno ha dado prueba de ello. Pasa lista de todos los casos y verás que o huyen, o se arrojan cual enemigos, o intentan una u otra cosa, y si no lo logran era por sus familiares" contesta Tadeo.

"Y por el poder de Jesús" añade Zelote.

"Pero en esos casos Jesús tiene en cuenta el deseo de los familiares que representan el del endemoniado, quien, si no estuviese impedido por el demonio, querría ser libertado."

¡Oh, cuántas sutilezas! ¿Y entonces qué decir de los pecadores? Me parece que empleas igual fórmula, aun cuando no estén endemoniados" objeta Santiago de Zebedeo.

"A mí me dijo: "Sígueme" y no le había dicho ni siquiera una palabra, respecto a mi estado" hace observar Mateo.

"Lo había visto en tu corazón" dice Iscariote que siempre quiere tener razón a toda costa.

"¡Está bien! Pero ese hombre, que según voz de todos era un sensual y un gran pecador, pero no endemoniado, mejor dicho que no estaba poseído, porque un demonio, por los pecados que había cometido, podría tenerlo no sólo por maestro, sino por patrón, ahora que estaba muriendo ¿qué cosa pidió? Estamos hablando por las nubes, como creo... volvamos a la primera pregunta" dice Pedro.

Jesús le da gusto: "El quería estar conmigo para hablar libremente. No expuso inmediatamente su estado de salud... sino el de su espíritu. Dijo: "Estoy para morir. Todavía no creo con cuánta solicitud he querido que vinieras. Tengo necesidad de tu perdón para curarme. Me basta. Si no me curares, me resignaré. Lo tengo merecido, pero salva mi alma" y me dijo sus innumerables culpas. Una cadena nauseabunda..." El rostro de Jesús resplandece de alegría.

"¿Y sonríes, Maestro? ¡Me extraña!" observa Bartolomé.

 

El apóstol en este caso fue una mujer."  

"María, la hermana de Lázaro" responde Jesús.

 

"Sí, Bartolomé. Sonrío porque no existen más, porque con sus culpas supe el nombre de la redentora. El apóstol en este caso fue una mujer."

"¡Tu Madre!" dicen casi todos. Otros: "¡Juana de Cusa! Si iba frecuentemente a Tiberíades, tal vez la habrá conocido." Jesús mueve la cabeza.

Le preguntan: "¿Quién entonces?"

"María, la hermana de Lázaro" responde Jesús.

"¿Vino aquí? ¿Por qué no nos visitó?"

"No vino. Escribió a su antiguo compañero de culpas. Leí las cartas. En todas ellas la misma súplica: de que la escuchara, de que se redimiera como ella se ha redimido, de seguirla en el camino del bien, como la había seguido en el de la culpa, y con palabras y lágrimas le rogaba que quite de su conciencia un poco del peso que siente. Y lo había convertido, en tal forma que se había aislado en su casa de campiña para vencer las tentaciones de la ciudad. La enfermedad, que es más remordimiento de conciencia que algo físico, terminó por prepararlo a la gracia. ¿Estáis ahora contentos? ¿Comprendéis por qué sonrío?"

"Sí, Maestro" responden todos. Y al ver que Jesús alarga el paso, se ponen a hablar entre sí.

 

se cruzan con los discípulos que evangelizan 

Tiberíades. Están todos menos Marziam, 

los pastores y Mannaén, que fueron a Nazaret

 en dirección de Jerusalén con las mujeres. 

 

Están ya a la vista de Cafarnaum cuando al desembocar en el camino que hicieron con el que costea el lago viniendo de Mágdala, se cruzan con los discípulos que evangelizan Tiberíades. Están todos menos Marziam, los pastores y Mannaén, que fueron a Nazaret en dirección de Jerusalén con las mujeres. Los discípulos han aumentado con uno u otro que se les ha unido a su regreso de la misión.

Jesús los saluda con cariño, pero nuevamente vuelve a aislarse, dentro una meditación y oración profundas. los apóstoles por su parte se mezclan con los discípulos, sobre todo con los de más valía, por ejemplo, Esteban, Hermas, Juan el sacerdote, Juan el escriba, Timoneo, José de Emmaús, Ermasteo (que por lo que colijo vuela en alas de la perfección), Abel de Belén de Galilea, cuya madre viene atrás con otras mujeres. Discípulos y apóstoles se intercambian preguntas, respuestas sobre lo que ha sucedido, desde que se separaron. De este modo todos se enteran de la curación y conversión sucedida el día de hoy, del milagro de la estatera en el hocico del pez... lo cual debido a la causa que lo provocó, suscita un gran entusiasmo que se propaga de fila en fila, como fuego entre pajas...

 

Veo a Jesús que camina por un camino, seguido y rodeado de apóstoles y discípulos.

El lago de Galilea luce allá, a lo lejos, tranquilo, azul, bajo un hermoso sol primaveral, u otoñal, porque ciertamente el sol no es tan fuerte como el del estío. Me inclino porque sea tiempo primaveral, porque el ambiente fresco, sin esos tonos que se ven en el otoño.

Como es ya tarde, parece que Jesús vaya a alguna casa hospitalaria, y se dirija al poblado que se ve ya. Como suele hacerlo, va unos cuantos pasos delante de los discípulos. Dos o tres para poder aislarse en sus pensamientos, deseos de silencio, después de un día de evangelización. Camina absorto, llevando en la mano derecha una ramita verde, con la que pega ligeramente las hierbas de la vera del camino.

Detrás los discípulos hablan entusiastamente. Traen a colación los sucesos del día y no les pesa hablar de los defectos de los demás y de sus malas acciones. Casi todos tornan sobre la tontería que cometieron los del templo en exigir el tributo a Jesús.

Pedro, siempre exaltado, dice que para él es un sacrilegio, porque el Mesías no está obligado a pagar el tributo: "No es justo. Si luego no van a creer que El sea el Mesías, es un sacrilegio."

 

"¡Simón, Simón habrá muchos que dudarán de Mí!

 ¡Aun entre los que creen que su fe es segura, que 

jamás caerá! No juzgues a tus hermanos, Simón. 

Júzgate primero a ti mismo."

 

Jesús se vuelve por un momento y dice. "¡Simón, Simón habrá muchos que dudarán de Mí! ¡Aun entre los que creen que su fe es segura, que jamás caerá! No juzgues a tus hermanos, Simón. Júzgate primero a ti mismo."

Judas con una sonrisa irónica dice al humillado Pedro, que ha bajado la cabeza: "Este es para ti. Como eres el más viejo, quieres hacerla siempre de maestro. Nadie ha dicho que se juzgue a alguien por la edad. Entre nosotros hay quien es superior a ti en saber y en influencias sociales."

Se enciende una discusión acerca de los propios méritos. Alguien se gloria de ser de los primeros discípulos, quien dice que por seguir a Jesús dejó un puesto de importancia, y quien sostiene que nadie como él tiene derechos iguales porque nadie como é se ha convertido tanto, pasando de publicano a discípulo. La discusión se alarga, y si no temiera ofender a los apóstoles, diría que se ha convertido en una verdadera riña.

Jesús sigue en su meditación, y parece no oír nada. Llegan a las primeras casas del poblado de Cafarnaum. Jesús continúa y los demás no quitan el dedo de la discusión.

 

Un pequeñín de unos siete y ocho años corre 

brincando tras de Jesús.

 

Un pequeñín de unos siete y ocho años corre brincando tras de Jesús. Lo alcanza, pasando el grupo  y gritos apostólicos. Es un hermoso niño de cabellos castaño-oscuros, enrizados, cortos. Tiene dos ojitos negros, inteligentes clavados en su carita morena. Llama con confianza al Maestro como si lo conociese bien. "Jesús" pregunta "¿me permites que vaya contigo hasta tu casa?"

"¿Lo sabe tu mamá?" Jesús sonríe.

"Lo sabe."

"¿De veras?" Le mira con una mirada penetrante y risueña.

"¡Sí, Jesús! ¡De veras!"

"Entonces, ven."

El niño salta de alegría. Toma la mano izquierda de Jesús que se la da. ¡Con qué cariño el niño pone su manita morena en la mano larga del Señor! ¡Quisiera tener igual dicha!

"Dime alguna hermosa parábola" dice el niño que no deja de saltar de gusto, y lo mira con una carita llena de regocijo.

También Jesús lo mira con una sonrisa alegre que le abre los labios, sombreados por los bigotes y por la barba rubio-rosa, que al contacto del sol parece como si fuera de oro. Los ojos de zafiro oscuro ríen de alegría, mientras mira el niño.

"¿Para qué quieres la parábola? No es un juego."

"Es más hermosa que un juego. Cuando me voy a dormir pienso en ella y la sueño y al día siguiente la recuerdo, y me la repito para ser bueno. Me sirve para hacerme bueno."

"¿La recuerdas?"

"Sí. ¿Quieres que te diga todas las que me has dicho?"

"Eres bueno, Benjamín, más que los hombres que olvidan. Como premio te diré una parábola.

Benjamín deja de saltar. Camina serio, como si fuera un adulto. No pierde ni una palabra, ni la inflexión de tono de Jesús, a quien mira atentamente, sin preocuparse por dónde camina.

 

PARÁBOLA DEL BUEN PASTOR QUE COMPRÓ LAS OVEJAS 

Y CORDEROS QUE OTROS TENÍAN ABANDONADOS

 

"Un buen pastor, llegó a saber que en cierto lugar había muchas ovejas abandonadas por pastores poco buenos. Las ovejas corrían peligro por los caminos malos, por los pastizales nocivos y cada vez más se acercaban a precipicios. Vino, pues al lugar, y sacrificando todo con lo que tenía compró las ovejas y los corderos.

Quería llevarlos a su reino, porque el pastor era rey también como fueron tantos reyes en Israel. En su reino las ovejas y los corderos encontrarían buenos pastizales, agua fresca, pura, caminos seguros, defensa contra ladrones y lobos feroces. El pastor reunió sus ovejas y corderos y les dijo: "He venido a salvaros, a llevaros donde no sufriréis más, donde no conocería  asechanzas y dolor. Amadme, seguidme porque os amor mucho, y porque fuerais mías me he sacrificado. Si me amareis, mi sacrificio no me dolerá. Seguidme. Vamos.". El pastor delante, las ovejas detrás, tomaron el camino hacia el reino de la alegría.

A cada paso el pastor se volvía para ver si lo seguían, para exhortar a las cansadas, para dar fuerzas a las desanimadas, para socorrer a las enfermas, para acariciar a los corderos. ¡Cuánto las amaba! Les daba su pan, su sal, y era el primero en probar todo para saber si era buena y lo bendecía para hacerlo santo.

¿Pero vas a creerlo, Benjamín? Las ovejas después de algún tiempo se empezaron a cansarse. Primero una, luego dos, después diez, ciento, se quedaron atrás masticando la hierba hasta llenarse y no poder caminar. Se quedaron cansadas tiradas en el polvo, en el fango. Otras se asomaron a precipicios pese a que el pastor les decía: "¡No lo hagáis!" Algunas, como él se ponía ante ellas donde el peligro era mayor, llegaron a embestirlo y quisieron arrojarlo abajo. De este modo muchas terminaron sus vidas en los precipicios y murieron miserablemente. Otras se pelearon entre sí con toda su furia y se mataron.

Solo un cordero no se separó jamás. Corría balando y decía en sus balidos al buen pastor: "Te amo". Corría detrás de él, y cundo llegaron a las puertas del reino no iban más que dos: el pastor y el corderito fiel. Entonces el pastor no dijo: "entra", sino "ven" y lo tomó entre sus brazos, lo estrechó contra su pecho, lo presentó ante sus súbditos, diciéndoles: "Este me ha amado. Quiero que esté conmigo para siempre. Amadlo porque es el predilecto de mi corazón". 

La parábola ha terminado, Benjamín. ¿Me puedes decir quién era el buen pastor?"

"Tú, Jesús."

"¿Y quién el corderito?"

"Yo"

"Yo me iré y tú olvidarás."

"No, Jesús. No te olvidaré, porque te amo."

"El amor se te acabará cuando ya no me veas más."

 

Dime, Jesús: ¿Te acordarás de Benjamín?"

 

"Me repetiré en el corazón las palabras que me has dicho y será como si estuvieras presente. Te amaré y así te obedeceré. Dime, Jesús: ¿Te acordarás de Benjamín?"

"Siempre."

 "¿Cómo lo harás?""Me repetiré que me has prometido amarme, obedecerme y me acordaré de ti."

"¿Y me darás tu reino?"

"Sí eres bueno, sí."

"Seré bueno."

"¿Cómo lo lograrás? La vida es larga."

"Pero también tus palabras son muy buenas. Si me las repito y hago lo que me mandan, me conservaré bueno por toda la vida. Y lo haré porque te amo. Cuando se quiere bien, no cuesta ser bueno. A mí no me cuesta obedecer a mamá porque la quiero mucho. No me costará serte obediente, porque te amo mucho."

 

Jesús se detiene Se inclina y besa 

en LA frente AL niño.

 

Jesús se detiene, mira la carita brillante de cariño. La alegría de Jesús es tan viva que parece que un nuevo sol se encienda en su alma e irradie de las pupilas. Se inclina y besa en la frente al niño. Se para ante una casa modesta con un pozo delante. Después Jesús va a sentarse junto al pozo y allí se le juntan sus discípulos que todavía siguen midiendo sus respectivas prerrogativas.

 

¿Veis a este niño? 

Está en la verdad más que vosotros. 

Ha comprendido en medio de su sencillez infantil, 

que el llegar a ser grande radica en el amor 

y en la obediencia realizada por amor 

para entrar en mi reino.

 

Jesús los mira. Les dice: "Acercaos a mi alrededor y escuchad la última enseñanza del día, vosotros que os hacéis castillos celebrando vuestro méritos y pensando que conseguiréis un lugar por virtud de ellos. ¿Veis a este niño? Está en la verdad más que vosotros. Su inocencia le da la llave de abrir las puertas de mi reino. Ha comprendido en medio de su sencillez infantil, que el llegar a ser grande radica en el amor y en la obediencia realizada por amor para entrar en mi reino. Sed sencillos, humildes, amorosos no sólo para conmigo, sino entre vosotros mismo. Obedeced mis palabras, todas, aun estas, si queréis llegar a donde entrarán estos inocentes. Aprended de los pequeñuelos. El Padre les revela la verdad, como no lo hace con los sabios."

Jesús ha hablado teniendo contra sus rodillas, de pie, a Benjamín, sobre cuyos hombros ha puesto sus manos. El rostro de Jesús es majestuoso. Serio, pero no airado. Cual un maestro. El último rayo del sol le acaricia su rubia cabellera.

La visión termina, dejándome llena de dulzura en medio de mis dolores.

Así pues, los discípulos no entraron en la casa, y es natural, debido a su número y por respeto. Nunca lo hacen si no son invitados en masa o en particular por el Maestro. He notado siempre un grande respeto, recato, no obstante la afabilidad de Jesús y su trato continuo. Aun Isaac, a quien podría llamar el primero entre los discípulos, no se permite jamás la libertad de ir donde Jesús con una sonrisa por lo menos, no le diga que se acerque.

 

Los discípulos, se han esparcido por la ribera 

del lago a comprar pescado para la cena, 

pan y todo lo necesario.

 

Los discípulos, se han esparcido por la ribera del lago a comprar pescado para la cena, pan y todo lo necesario. Vuelve Santiago de Zebedeo y llama al Maestro, que está sentado en la terraza con Juan, que se ha puesto a sus pies... Jesús se levanta y se asoma al parapeto.

Santiago dice: "¡Cuánto pescado, Maestro! Mi padre dice que seas bendito por haber venido. Mira, esto es para nosotros" y enseña un cesto de pescados, que parecen de plata.

 

Después de la cena iremos a la playa 

con los discípulos."

 

"Dios le pague su generosidad. Preparadlos. Después de la cena iremos a la playa con los discípulos."

Así hacen. El lago ha ennegrecido con la oscuridad. Está esperando a que salga la luna, que se alza ahora tarde. Se le oye rebotar contra las piedras de la orilla. Sólo las bellísimas estrellas del Oriente juguetean en las aguas tranquilas. Se sientan alrededor de una barca que han puesto bocabajo, y sobre la que se ha sentado Jesús. Apenas si logran iluminar las caras los pequeños faroles de las barcas que han puesto en el centro. Una lámpara puesta a los pies de Jesús ilumina completamente su rostro. Así todos pueden verlo.

 

"Escuchad. Dentro de poco nos separaremos 

y quiero adoctrinaros para que os forméis mejor.

 

Empiezan a conversar, pero poco a poco Jesús le da un giro a la charla que se convierte en lección. Mejor dicho, Jesús lo dice claramente: "Escuchad. Dentro de poco nos separaremos y quiero adoctrinaros para que os forméis mejor.

 

Queréis saber quién será el primero, y finalmente 

el deseo siempre humano de oír que le responda: 

"Tú eres el primero en el reino de los cielos" 

algún compañero, o mejor, el Maestro que sabéis 

que conoce la verdad y el porvenir.

 

Hoy os oí discutir y no siempre con caridad. A los mayores de vosotros les he dado su lección. Pero también quiero darla a vosotros, aunque no hará mal a los otros que la repita. El pequeño Benjamín no está aquí apoyado contra mis rodillas. Está durmiendo en su camita y sueña sus sueños inocentes. Tal vez su cándida alma está aquí entre nosotros. Imaginaos que él, o cualquier otro niño, está aquí para que os sirva de ejemplo. Vosotros, en vuestros corazones, tenéis todos un clavo fijo, una curiosidad, un peligro, y es el de ser el primero en el reino de los cielos. Queréis saber quién será el primero, y finalmente el deseo siempre humano de oír que le responda: "Tú eres el primero en el reino de los cielos" algún compañero, o mejor, el Maestro que sabéis que conoce la verdad y el porvenir.

 

De nada sirve saber, o creer de saber el futuro. 

En verdad os digo que la oración confiada 

puede cambiar el castigo en bendición.

 

¿No es así? La pregunta tiembla en vuestros labios, y vive en el fondo del corazón. El Maestro, por bien vuestro, quiere satisfacer esta curiosidad, aun cuando a El no le agrade ceder a la curiosidad humana. Vuestro Maestro no es un charlatán a quien se le consultara por dos céntimos. No tiene el espíritu pitónico, que le procurara dinero por hacerla de adivino, que quisiera satisfacer la mente del hombre, que quiere saber el futuro "para regularse". El hombre no se puede regular por sí mismo. Dios lo dirige si el hombre tiene fe en El. De nada sirve saber, o creer de saber el futuro. El medio es uno solo: la plegaria al Padre y Señor para que por su misericordia nos ayude. En verdad os digo que la oración confiada puede cambiar el castigo en bendición. Pero quien recurre a los hombres para poder por sí mismo, o con medios humanos, desviar el futuro, no sabe orar, y no le sirve de mucho.

 

"¿Quién de entre nosotros es el mayor en 

el reino de los cielos? 

 

Vosotros os habéis hecho la pregunta: "¿Quién de entre nosotros es el mayor en el reino de los cielos? Voy a satisfacer por ahora esta curiosidad vuestra.

No quiero hablar sobre el término "entre nosotros", quiero que lo voy a decir sea para todos, los que viven, y vivirán después de vosotros. Así pues, el mayor en el reino de los cielos es el más pequeño entre los hombres, esto es, al que los hombres consideran como "el más pequeño". El sencillo, el humilde, el que tiene confianza, el que no sabe. Por esto, el niño, que sabe tener un alma infantil. No es la ciencia, ni el poder, ni las riquezas, ni la actividad, aun cuando fuere buena, lo que hará "al mayor" en el reino bienaventurado, sino el ser como los niños, amables, humildes, sencillos, confiados.

Observad cómo me aman. ¡Imitadlos! Cómo creen en Mí. ¡Imitadlos! Cómo se acuerdan de lo que digo. ¡Imitadlos! Cómo hacen lo que enseño, cómo no se ensoberbecen de lo que hacen. ¡Imitadlos, pues! En verdad os digo que si no cambiáis de modo de pensar, de obrar o de amar, y no lo hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Saben lo esencial de mi doctrina, cosa que también sabéis, pero con la diferencia que practican lo que enseño. Por cada acción buena que realizáis, pregonáis: "La he hecho yo". El niño dice. "Jesús, me acordé hoy de Ti, y por tu causa he obedecido, amado, no he peleado... y estoy contento por que Tú, lo sé, sabes cuándo soy bueno y te pones contento por ello." Ved a los niños cuando comenten alguna faltilla. Con qué humildad la confiesan: "Hoy he sido malo. Me desagrada porque te he causado dolor". No buscan excusas. Saben que lo sé. Creen. Les da pesar que me hayan adolorido.

 

Os digo: haceos semejantes a ellos si queréis 

entrar en mi reino

 

¡Cómo quiero a esos niños en los que no existe la soberbia, la doblez, la lujuria! Os digo: haceos semejantes a ellos si queréis entrar en mi reino. Amadlos como un dechado angelical al que podéis y debéis tender. Podríais excusaros diciendo: "No vemos a los ángeles". Pero Dios os da a los niños por modelo, y los tenéis entre vosotros. Si viereis a un niño abandonado material o moralmente y que está en peligro de perecer, acogedlo en mi nombre, porque Dios lo quiere mucho. Quien acoge a un niño en mi nombre me acoge a Mí mismo, porque estoy en su alma, que es inocente. Y quien me acoge a Mí, acoge al que me ha enviado, al Señor Altísimo.

 

No se debe dar jamás escándalo a nadie, 

pero ¡ay de quien desflore su candor inocente! 

Dejadlos que sean ángeles, lo más que podáis.

 

Y guardaos de escandalizar a uno de estos pequeñuelos cuyos ojos ven a Dios. No se debe dar jamás escándalo a nadie, pero ¡ay de quien desflore su candor inocente! Dejadlos que sean ángeles, lo más que podáis. Demasiado repugnante es el mundo y la carne para el alma que viene de los cielos. Y el niño por su inocencia es todo alma. Respetad su alma, y su cuerpo, como respetáis un lugar sagrado. Y el niño es sagrado porque tiene en sí a Dios. En cada cuerpo está el templo del Espíritu. Pero el templo del pequeñuelo es el más sagrado y profundo, más que el velo sagrado. No sacudáis las cortinas de la sublime ignorancia de la concupiscencia con el viento de vuestras pasiones. Yo quisiera que en cada familia hubiera un niño, en cada grupo, para que sirviese de freno a las pasiones humanas.

 

¡Ay de los que arrebatan la santidad al niño 

con su modo escandaloso de obrar!

 

El niño santifica, da fuerza, frescura, y sólo con los rayos de sus ojos que no conocen malicia. ¡Ay de los que arrebatan la santidad al niño con su modo escandaloso de obrar! ¡Ay de aquellos que con sus licencias hacen maliciosos a los niños! ¡Ay de los que con sus palabras e ironías hieren la fe que ellos tienen en Mí! ¡Sería mejor que a todos se les colgase una piedra de moler y se arrojasen al mar para que se ahogaran con su escándalo! ¡Ay del mundo por los escándalos queda a los inocentes! Si es inevitable que haya escándalos, ¡ay del hombre que es su causa!

 

Nadie tiene el derecho de hacer violencia 

a su cuerpo y vida, porque ambas cosas 

vienen de Dios, y sólo El tiene el derecho 

de tomar una parte o todo.

 

Nadie tiene el derecho de hacer violencia a su cuerpo y vida, porque ambas cosas vienen de Dios, y sólo El tiene el derecho de tomar una parte o todo. Pero os digo que si vuestra mano os escandaliza, es mejor que os la cortéis; que si vuestro pie os conduce a escandalizar, es mejor que os lo cortéis. Es mejor para vosotros que entréis mancos o cojos a la Vida que se os arroje al fuego eterno con ambas manos y ambos pies. Y si no basta haber cortado un pie o una mano, haced que se os corten la otra mano y el otro pie, para no escandalizar y para arrepentiros antes de que se os lance a donde el fuego no se apaga, y cual gusano roe para siempre. Si vuestro ojo fuera causa de escándalo, arrancáoslo. Es mejor estar tuertos que estar en el infierno con los dos. Con un solo ojo, o sin ellos, llegados que hubiereis al cielo, veréis la luz; mientras con los dos escandalosos tinieblas y horror en el infierno y no más.

Acordaos de todo esto. No despreciéis a los pequeñuelos, ni los escandalicéis u os burléis de ellos. Valen más que vosotros. Sus ángeles ven siempre a Dios que les dice la verdad que deben manifestar a los pequeños y a los que tuvieren un corazón semejante.

 

Y vosotros como niños amaos los unos 

a los otros, sin disputas, sin orgullo

 

Y vosotros como niños amaos los unos a los otros, sin disputas, sin orgullo. Mantened la paz entre vosotros. Sed pacíficos con todos. Sed hermanos en el nombre del Señor y no enemigos. No existen, y no deben existir enemigos para los discípulos de Jesús. El único enemigo es Satanás. De él sed acérrimos enemigos, bajando a la batalla contra él y contra el pecado que conduce a Satanás en el corazón. No os canséis de combatir el mal, cualquiera sea la forma que tomare.

 

COMO OBRA EL DEMONIO

 

Sed pacientes. El apóstol nunca debe dejar de trabajar, porque el demonio nunca descansa, y nunca dice: "¡Basta! ¡Estoy cansado y voy a reposar!" Es incansable. Pasa ligero como el pensamiento de este hombre a aquel y tienta, seduce, atormenta, no deja en paz. Ataca traidoramente y derriba a quien no está atento. A veces se atreve a conquistar al hombre porque es débil. Otras veces entra como amigo, porque el modo de vivir de su presa es tal que le sirve de aliado. Otras, arrojado por alguien, da vueltas y se echa sobre el mejor para vengarse del revés que le dio el Señor o algún siervo suyo. Debéis decir lo que él dice: "No reposo". El no se cansa por poblar el infierno. vosotros no debéis cansaros por poblar el paraíso. No le deis cuartel. Os anuncia que cuanto más lo combatiereis, más os hará sufrir. Pero no os importe esto. Puede recorrer la tierra, pero en el cielo no entra. Allá no os molestará. Allá estarán todos los que hayan combatido contra él..."

 

¿por qué siempre molestáis a Juan? 

¿Qué queréis de él?"

 

De pronto se detiene Jesús y pregunta: "En una palabra ¿por qué siempre molestáis a Juan? ¿Qué queréis de él?"

Juan se pone rojo y Bartolomé, Tomás e Iscariote bajan sus cabezas viéndose descubiertos.

"¿Y bien?" pregunta con imperio Jesús.

"Maestro, mis compañeros quieren que te diga una cosa."

"Dila."

 

vimos a un hombre que no es tu discípulo,  

y este tal arrojaba a los demonios en tu Nombre,

 A nosotros no nos pareció bien y se lo prohibimos

 

"Hoy, mientras estabas donde el enfermo, dimos vuelta por el poblado como nos lo ordenaste, y vimos a un hombre que no es tu discípulo, a uno que jamás lo hemos visto entre los que escuchan tu doctrina y este tal arrojaba a los demonios en tu Nombre, de un grupo de peregrinos que se dirigen a Jerusalén. Curó a uno que tenía un temblor que le impedía hacer cualquier trabajo. Devolvió la palabra a una niña a la que el demonio, en forma de perro, la había asaltado en el bosque y atado la lengua. El decía: "Largo, demonio maldito, en nombre del Señor Jesús, del Mesías, Rey de la estirpe de David, Rey de Israel. El es el Salvador y Vencedor. ¡Huye ante su Nombre!" y el demonio huía realmente. A nosotros no nos pareció bien y se lo prohibimos. El contestó: "¿Qué mal hago? Honro al Mesías, limpiándole el camino de demonios que no son dignos de verlo". Le replicamos: "No eres exorcista según Israel, y no eres discípulo según el Mesías. No te es lícito hacerlo". Respondió: "Siempre es lícito hacer el bien" y no quiso obedecer a nuestra prohibición, pues añadió: "Continuaré haciendo lo que hago". Esto querían que te dijese, sobre todo ahora que has dicho que en el cielo estarán todos los que han combatido contra Satanás."

 

Son infinitos los caminos de Señor 

y no está escrito que sólo los que toman 

el camino directo, lleguen al cielo. 

En todos los lugares, en todos los tiempos, 

de miles de modos diversos, habrá hombres 

que vendrán a Mí, tal vez hasta por un camino 

que al principio fue malo. 

 

Mas Dios verá su recta intención, 

y los traerá al bueno.

 

"¡Está bien! Ese hombre será del número de estos. Lo es. Tenía razón y vosotros no. Son infinitos los caminos de Señor y no está escrito que sólo los que toman el camino directo, lleguen al cielo. En todos los lugares, en todos los tiempos, de miles de modos diversos, habrá hombres que vendrán a Mí, tal vez hasta por un camino que al principio fue malo. Mas Dios verá su recta intención, y los traerá al bueno. De igual modo habrá algunos que por ebriedad de las pasiones se saldrán del buen camino y tomarán otro que los alejará, o extraviará. Por esta razón no debéis jamás juzgar a vuestros semejantes. Solo Dios ve. Procurad no salir vosotros del buen camino, a donde más que vuestra voluntad, ha sido la de Dios que en él os ha puesto. Cuando veis a uno que cree en mi nombre, y de El se vale, no lo llaméis extranjero, enemigo, sacrílego. Es siempre mi súbdito, mi amigo, mi fiel, porque cree en mi Nombre espontáneamente y mejor que muchos de entre vosotros. Por este motivo mi Nombre en sus labios obra prodigios iguales a los vuestros o mayores. Dios lo ama porque me ama, y terminará por llevarlo al cielo. Ninguno que obre prodigios en mi Nombre puede serme enemigo y hablar mal de Mí. Con su obrar da al Mesías honra y testimonio de su fe. En verdad os digo que creer en mi Nombre es ya suficiente para salvar su propia alma, porque mi nombre es salvación. Por esto os digo: si lo encontraréis otra vez, no se lo prohibáis. Más bien llamadlo "hermano" porque lo es, aun cuando si todavía está fuera de mi redil. Quien no está contra Mí, está conmigo, y quien no está contra vosotros, está con vosotros."

"¿Faltamos en algo, Señor?" pregunta entristecido Juan.

"No. Obrasteis ignorantemente, sin malicia, por esto no hay culpa alguna. Pero lo sería en lo sucesivo, porque ahora lo sabéis. Vámonos a nuestras casas. La paz sea con vosotros."

VI. 243-254

A. M. D. G.