UN NUEVO DISCÍPULO: 

 

NICOLÁS DE ANTIOQUIA

 

 


 

#Un pequeñuelo viene a sacarlo de su meditación.   

#"No. No siento ya ningún dolor. Me lo quitaste. ¡Gracias, chiquito!" 

 #"¿Qué te ha traído por aquí, Yairo?"   

#La hija de Yairo llama en voz baja: "¡Salvador mío!"   

  #¡Ven a darles la Vida!" "Hija, tú la merecías. Ellos... ¡No hay palabra alguna que pueda dar vida a quien ha escogido la muerte!"     

#¿No sabes que una sola palabra de quien es puro, y que ama en verdad me quita todos mis dolores?   

#Jesús se levanta para darle gusto. Ambos de la mano cruzan las calles y entran en la sinagoga por una puerta lateral.   

#¿Ninguno de vosotros tiene nada que decir?   

#"¡Tenéis prisa! ¡Es verdad! También Dios la tiene en juzgaros. ¡Idos!" "No los reprehendáis. Cada árbol da su fruto."   

#"¡Acuérdate de Mí, Dios mío! ¡Y para bien mío! ¡Acuérdate también de ellos! ¡Yo los perdono!"   

#Jesús le pregunta en voz alta: "¿Quién eres?" "Nicolás, prosélito de Antioquia, y voy a Jerusalén para la Pascua."  

#"He aquí a un nuevo discípulo. El Padre me consuela. Amadlo como a un hermano.  

#"Lo estás viendo ¿Esto es lo que te aguarda si eres de los míos?."Lo sé. Y por esto me quedo.   

#Quien espere en Mí como en un rey terrenal que se retire. Quien crea que se avergonzará de Mí ante el mundo acusador, que se vaya.  

  #"Maestro, Judas me ha hecho ver bien las cosas." Aceptas a este Nicolás, que es un prosélito, e ignoramos su pasado.   

#"Quien ve por todas parte la mentira o la traición es uno que es capaz de ello, porque mide según su propio patrón" dice serio Jesús.   

#Pero Juan de Endor es prudente y ha tomado nuevamente su antiguo nombre. Puedes estar tranquilo, Juan. un hombre que se hace discípulo porque ve que mi causa humana está perdida, no puede ser sino un hombre de corazón recto.

 


 

Jesús está sentado en la terraza de la casa de Tomás de Cafarnaum. La gente descansa, pues es sábado. No es mucha, porque los más celosos en sus prácticas religiosas han partido ya para Jerusalén, y también las familias que llevan niños, pues deben hacer jornadas frecuentes y breves. En este día nublado falta la alegría de los niños.

 

Un pequeñuelo viene a sacarlo de su meditación.

 

Jesús está muy pensativo. Sentado sobre una banca baja, que está en el rincón, cerca del parapeto, dando la espalda a la escalera, como si quisiera que el parapeto lo escondiera, tiene un codo apoyado sobre su rodilla y la frente sobre la mano con aire de cansado, de afligido. Un pequeñuelo viene a sacarlo de su meditación. Viene a despedirse de El antes de partir a Jerusalén. "¡Jesús, Jesús!" lo llama a cada grada, pues no lo ve porque el parapeto lo oculta a los ojos de quien está abajo. El está tan ensimismado que no oye la vocecilla, ni las pisadas del niño... de modo que cuando llega a la terraza, todavía está en esa posición de dolor.

El niño se queda cohibido. Se detiene donde empieza la terraza, se lleva un dedito entre los labios y piensa... luego se decide y avanza lentamente... está ya detrás de Jesús... se inclina para ver lo que está haciendo y dice: "¡No está bien! ¡No llores! ¿Por qué? ¿Por aquellos sinvergüenzas de ayer? Mi padre comentaba con Yairo que son indignos de Ti. No debes llorar. Yo te amo mucho. También te quieren mi hermanita y Santiago y Tobías y Juan y María y Miqueas y todos, todos los niños de Cafarnaum. ¡No llores más!..." y se le echa al cuello, cariñoso. Añade: "De otro modo me pongo a llorar también yo... y lloraré durante todo el viaje..."

"No, David. Mira, no lloro más. Me has consolado. ¿Estás solo? ¿Cuándo partís?"

"Después del crepúsculo en la barca hasta Tiberíades. Ven con nosotros. Mi padre te quiere ¿sabes?

"Lo sé, querido. Pero debo ir donde otros niños... Te agradezco que hayas venido a despedirte y te bendigo. Dame el beso de despedida, y regresa a casa. ¿Sabe que has venido aquí?"

"No. Me escapé porque no te vi con tus discípulos y pensé que estabas llorando."

"No lloro más. Lo ves. Vete con tu mamá. Tal vez tenga preocupación por ti. ¡Adiós! Ten cuidado con los asnos de las caravanas. Mira que hay por todas partes."

"¿Pero de veras no lloras más?"

 

"No. No siento ya ningún dolor. Me lo quitaste. 

¡Gracias, chiquito!"

 

"No. No siento ya ningún dolor. Me lo quitaste. ¡Gracias, chiquito!"

El niño baja a saltos la escalerilla mientras Jesús lo sigue con la mirada, luego mueve la cabeza y torna a sus anteriores pensamientos.

Pasa el tiempo. En medio de las nubecillas que lo han ocultado se ve que el sol desciende a su ocaso.

Se oyen pisadas por la escalera. Jesús levanta el rostro, ve a Yairo que llega. Lo saluda. Yairo lo saluda con respeto.

 

"¿Qué te ha traído por aquí, Yairo?"

 

"¿Qué te ha traído por aquí, Yairo?"

"¡Señor! Tal vez me he equivocado, pero Tú que ves los corazones de los hombres, puedes leer que en el mío no hay ninguna malicia. Hoy no te invité a que hablaras en la sinagoga. Pero es que he sufrido mucho por lo de ayer, y también vi que has sufrido que no me atreví. Pregunté a los tuyos. me dijeron: "Quiere estar solo"... Hace unos cuantos momentos vino a verme Felipe, el padre de David, y me dijo que su niño le había contado que llorabas. Añadió que le habías dado las gracias porque había venido. También yo estoy aquí. Maestro, los que quedan todavía en Cafarnaum están para reunirse en la sinagoga, y la sinagoga mía es tuya."

"¡Gracias, Yairo! Otros hablarán hoy en ella. iré como un privado..."

"Nadie te obliga. Tu sinagoga es el mundo. ¿No vienes de veras?"

"No Yairo. Estoy aquí en espíritu con mi Padre que me comprende y que no encuentra culpa en Mí." En sus ojos tristes se ve brillar una lágrima.

"¡Igualmente yo no encuentro que hayas faltado en algo! ¡Hasta pronto, Señor!"

"Hasta pronto, Yairo." Jesús se sienta nuevamente, y se sumerge en su meditación.

 

La hija de Yairo llama en voz baja:

 "¡Salvador mío!"

 

La hija de Yairo, veloz cual una paloma, envuelta en su blanca vestidura, sube la escalera. Mira... llama en voz baja: "¡Salvador mío!"

Jesús vuelve su cabeza, la ve, sonríe, le dice: "Acércate."

"Señor, yo quisiera llevarte donde los demás. ¿Por qué debe estar muda hoy la sinagoga?"

"Están tu padre y otros para llenarla con sus palabras."

"¡Pero son palabras!... la tuya es la Palabra. ¡Oh Señor mío! con tu palabra me restituiste a mi madre y a mi padre cuando estaba ya muerta. Mira a aquellos que van a la sinagoga. Muchos de ellos están más muertos que yo entonces. ¡Ven a darles la Vida!"

 

¡Ven a darles la Vida!" 

"Hija, tú la merecías. 

Ellos... ¡No hay palabra alguna que pueda 

dar vida a quien ha escogido la muerte!"

 

"Hija, tú la merecías. Ellos... ¡No hay palabra alguna que pueda dar vida a quien ha escogido la muerte!"

"Así es, Señor mío, pero no importa, ven. Hay quienes que viven más al oírte... Ven. Dame tu mano y vamos. Yo soy la prueba de tu poder, y estoy pronta a demostrarlo ante tus enemigos, aun cuando me quiten esta segunda vida, que por otra parte no es ya más mía. Tú me la has dado, Maestro bueno, por compasión a mi madre y a mi padre. Pero yo..." La jovencilla, de ojos hermosos en una cara pura e inteligente, siente que el llanto le oprime la garganta, y que las lágrimas le corren por sus mejillas.

"¿Ahora lloras tú?" le pregunta Jesús poniéndole la mano sobre su cabellera.

"Porque... me han dicho que dices que vas a morir..."

"Todos morimos..."

"Pero no como Tú dices. Yo... no quisiera haber vuelto a la vida, para no ver lo que no sé cuándo será, pero ¡será algo horrible!...

 

¿No sabes que una sola palabra de quien es puro, 

y que ama en verdad me quita todos mis dolores?"

 

"Entonces no hubieras podido darme el consuelo que me estás dando. ¿No sabes que una sola palabra de quien es puro, y que ama en verdad me quita todos mis dolores?"

"¿De veras? Entonces no debes sufrir nada, porque te amo más que a mi padre, más que a mi madre, y que a mi propia vida."

"Así es."

"Entonces ven. No estés solo. Habla para mí, para Yairo, para mi madre, para el pequeño David, para los que te aman. Somos muchos y aumentaremos. Pero no estés solo, ni triste", e instintivamente maternal como cualquier mujer de buen corazón, concluye diciendo: "Junto a mí nadie te hará mal. Yo te defenderé."

 

Jesús se levanta para darle gusto. 

Ambos de la mano cruzan las calles y entran 

en la sinagoga por una puerta lateral.

 

 

Jesús se levanta para darle gusto. Ambos de la mano cruzan las calles y entran en la sinagoga por una puerta lateral.

Yairo, que está leyendo en voz alta un rollo, suspende su lectura y dice, inclinándose profundamente: "Maestro, te ruego que hables a los rectos de corazón. Prepáranos para la pascua con tu santa palabra."

"¡Están leyendo algo de los Reyes ¿no es verdad?

"Sí, Maestro. Trataba de hacer reflexionar que quien se separa del Dios verdadero cae en la idolatría de becerros de oro."

 

¿Ninguno de vosotros tiene nada que decir?

 

"Has dicho bien. ¿Ninguno de vosotros tiene nada que decir?"

Se oye un murmullo entre la gente. Algunos quieren que hable, otros gritan: "Tenemos prisa. Recítense las oraciones y se acabe la reunión. Vamos a Jerusalén y allá escucharemos a los rabino." Los que gritan así son los desertores de ayer, a quienes el sábado detuvo en Cafarnaum.

 

"¡Tenéis prisa! ¡Es verdad! 

También Dios la tiene en juzgaros. 

¡Idos!" 

 

"No los reprehendáis. Cada árbol da su fruto."

 

Jesús los mira con profunda tristeza y dice: "¡Tenéis prisa! ¡Es verdad! También Dios la tiene en juzgaros. ¡Idos!" Luego dirigiéndose a los que reprendían a los que así habían hablado los dice: "No los reprehendáis. Cada árbol da su fruto."

"¡Señor! Haz lo mismo que hizo Nehemías. ¡Reprehéndelos, Tú, Sumo Sacerdote!" grita iracundo Yairo a quien se unen los apóstoles, los discípulos fieles y los de Cafarnaum.

 

"¡Acuérdate de Mí, Dios mío!

¡Y para bien mío! 

¡Acuérdate también de ellos! 

¡Yo los perdono!"

 

Jesús abre sus brazos en forma de cruz, y palidísimo, con un rostro en que está pintado un cruel dolor, grita: "¡Acuérdate de Mí, Dios mío! ¡Y para bien mío! ¡Acuérdate también de ellos! ¡Yo los perdono!"

Se vacía la sinagoga. Se quedan los fieles a Jesús... Hay un extranjero en un rincón. Es un hombre robusto en quien nadie ha parado mientes. Mira fijamente a Jesús, tanto que El vuelve sus ojos hacia el rincón, lo ve y pregunta a Yairo que quién sea.

"No lo sé. Sin duda alguno que está de paso."

 

Jesús le pregunta en voz alta: 

"¿Quién eres?" 

"Nicolás, prosélito de Antioquia, 

y voy a Jerusalén para la Pascua."

 

Jesús le pregunta en voz alta: "¿Quién eres?"

"Nicolás, prosélito de Antioquia, y voy a Jerusalén para la Pascua."

"¿A quién buscas?"

"A Ti, Señor. Deseo hablar contigo."

"Ven". Sale con él al huerto que está detrás de la sinagoga.

"Hablé en Antioquia con un discípulo tuyo de nombre Félix. He deseado muchísimo conocerte. Me dijo que sueles encontrarte en Cafarnaum, y que tienes a tu Madre en Nazaret. También me dijo que sueles ir a Getsemaní o a Betania. El Eterno ha querido que te encontrara aquí. Ayer estuve aquí... Estuve cerca de Ti cuando llorabas en medio de tus oraciones, cerca de la fuente... Te amo, Señor, porque eres santo y bueno. Creo en Ti. Tus acciones, tus palabras ya me habían conquistado, pero tu misericordia que mostraste hace poco, ha terminado porque me decidiera. ¡Señor, recíbeme en el lugar de quien te abandona! Vengo a Ti con todo lo que tengo: mi vida, mis bienes, todo, en una palabra." Se arrodilla al decir estas últimas palabras.

Jesús lo mira fijamente... luego dice: "Ven. De hoy en adelante serás de los míos. Vamos donde tus compañeros."

Vuelven a la sinagoga donde se oye que discípulos y apóstoles discuten con Yairo.

 

"He aquí a un nuevo discípulo. 

El Padre me consuela. 

Amadlo como a un hermano.

 

"He aquí a un nuevo discípulo. El Padre me consuela. Amadlo como a un hermano. Vamos a compartir con él el pan y la sal. Luego en la noche partiréis para Jerusalén y nosotros con las barcas iremos a Ippo...No digáis a nadie mi camino, para que me detengan."

El sábado ha terminado, y los que no quieren a Jesús están ya en la playa, para contratar la travesía a Tiberíades. Litigan con Zebedeo porque no quiere ceder su barca, que está ya pronta, y junto a la de Pedro, para partir en la noche con Jesús y los doce.

"¡Voy a darle una mano!" dice Pedro que está de malhumor. 

Jesús para evitar choques, lo detiene: "Vamos todos, no nada más tú." Van... Y tienen el triste sabor en la boca de ver que los enemigos se van sin dar siquiera un saludo, terminando la discusión al punto con tal de alejarse de Jesús... Se oye una que otra palabra ofensiva contra el Maestro y consejos subversivos a los discípulos fieles...

 

"¿Lo estás viendo? 

Esto es lo que te aguarda si eres de los míos.

"Lo sé. Y por esto me quedo.

 

Jesús se dirige a casa, después que sus contrarios han partido. Dice al nuevo discípulo: "¿Lo estás viendo? Esto es lo que te aguarda si eres de los míos."

"Lo sé. Y por esto me quedo. Un día te vi en medio de la turba que delirante te aclamaba por su rey. Levanté mis hombros y me dije: "¡He ahí a otro tonto! ¡Otra plaga para Israel!" y no te seguí porque parecías un rey. No volví a pensar en Ti. Ahora te sigo porque veo al Mesías prometido en tus palabras, en tu bondad."

 

Quien espere en Mí como en un rey terrenal 

que se retire. 

Quien crea que se avergonzará de Mí 

ante el mundo acusador, 

que se vaya.

"En verdad que estás más adelantado en el camino de la justicia que otros muchos. Pero una vez más repito. Quien espere en Mí como en un rey terrenal que se retire. Quien crea que se avergonzará de Mí ante el mundo acusador, que se vaya. Quien piense que se escandalizará al verme tratado como malhechor que me abandone. Os lo digo mientras podéis hacerlo sin veros comprometidos ante los ojos del mundo. Imitad a los que huyen en aquellas barcas, si no os sentís con fuerzas de compartir conmigo mi suerte en el oprobio, para poder compartirla después en mi gloria. Porque esto es lo que va a suceder. El Hijo del Hombre va a ser acusado y entregado en las manos de los hombres, los cuales lo matarán como a un malhechor y pensarán que lo habrán vencido. ¡Pero en vano cometerán ese crimen, porque resucitaré después de tres días y triunfaré! ¡Bienaventurados los que sepan estar conmigo hasta el fin!"

Han llegado a casa. Jesús confía a los discípulos el recién llegado y sube a donde estaba antes. Mejor dicho, entra en la habitación superior y se sienta pensativo.

 

"Maestro, Judas me ha hecho ver bien las cosas." 

Aceptas a este Nicolás, que es un prosélito, 

e ignoramos su pasado.

 

Poco después suben Iscariote y Pedro. "Maestro, Judas me ha hecho ver bien las cosas."

"¿Cuáles?"

"Aceptas a este Nicolás, que es un prosélito, e ignoramos su pasado. Hemos tenido ya muchos problemas... y tenemos... ¿Y ahora? ¿Qué sabemos de él? ¿Podemos confiarnos? Judas tiene razón al decir que podría tratarse de algún espía que los enemigos hayan enviado."

"¡Claro! ¡Puede ser un traidor! ¡No quiere decir de dónde viene y quién lo ha enviado! Yo le he preguntado y se limita a decir: "Soy Nicolás de Antioquia, prosélito". Tengo sospechas muy grandes."

"Vuelvo a repetir que viene a Mí, porque me ve traicionado."

"¡Puede ser una mentira! ¡Una traición!"

 

"Quien ve por todas parte la mentira o la traición 

es uno que es capaz de ello, porque mide según su 

propio patrón" dice serio Jesús.

 

"Quien ve por todas parte la mentira o la traición es uno que es capaz de ello, porque mide según su propio patrón" dice serio Jesús.

"¡Señor, me ofendes!" grita Judas enojado.

"¡Déjame entonces, y vete con quien me abandona!"

Judas sale golpeando la puerta de mal modo.

"¡Pero, Señor, Judas no siempre está equivocado!... Además no quisiera yo... que fuera a hablar Nicolás de Juan. No cabe duda que el hombre de Endor lo envío..."

 

Pero Juan de Endor es prudente y ha tomado 

nuevamente su antiguo nombre.

 Puedes estar tranquilo, Juan. 

un hombre que se hace discípulo porque ve 

que mi causa humana está perdida, 

no puede ser sino un hombre de corazón recto.

 

"Y así es. Pero Juan de Endor es prudente y ha tomado nuevamente su antiguo nombre. Puedes estar tranquilo, Juan. un hombre que se hace discípulo porque ve que mi causa humana está perdida, no puede ser sino un hombre de corazón recto. Todo lo contrario del que acaba de salir, y que vino a Mí porque esperaba ser el príncipe de un rey poderoso... y no se persuade que soy Rey pero de los corazones..."

"¿Sospechas de él, Señor?"

"No sospecho de nadie, pero en verdad te digo que a donde llegará Nicolás, discípulo y prosélito, Judas de Simón, apóstol, israelita y judío, no llegará."

"Señor, yo quisiera preguntar a Nicolás acerca... de Juan."

"No lo hagas. Juan no le dio encargo alguno porque es prudente. No seas un curioso."

"Está bien, Señor. Sólo quería pedirte tu permiso..."

"Vamos abajo para que esté pronta la cena. Partiremos a media noche... Simón, ¿me amas?"

"¡Oh, Maestro, qué preguntas!"

"Simón, mi corazón está más oscuro que el lago en una noche de tormenta, y azotado por olas como él..."

"¡Oh, Maestro mío!... ¿Qué puedo decirte si yo estoy más... oscuro y agitado que Tú? Te voy a decir una cosa: "Aquí estoy. Si mi corazón puede darte algún consuelo, tómalo". no tengo más que él, pero es sincero."

Jesús le pone por un momento la cabeza sobre su robusto pecho, luego bajan.

VI. 271-277

A. M. D. G.