MILAGRO EN EL JORDÁN CRECIDO

 


 

#Jesús camina en un día de temporal  

#Los discípulos se quejan del tiempo y del camino y también del Maestro   

#Judas y Pedro discuten entre sí  

  #Juan, que notó como que Jesús detenía el paso, sospecha que haya oído y apresura el paso. Le dice: "¡Maestro!" "¡Juan, me has alcanzado!" responde Jesús sonriendo.   

#"¿Quieres estar siempre conmigo?. ¿No piensas que soy un imprudente y que puedo poneros también a vosotros a mal?. ¿No te sientes ofendido porque no escucho tus consejos?.""Maestro, ¿entonces has oído?" Juan está consternado.   

#Conviene que os pongan dos injertos..." ¿Cuáles Maestro?" El uno de sangre y el otro de fuego. De mi sangre Y cuando haya derramado mi Sangre esta os fecundará. Os enviaré el Fuego, la fuerza que procede de mi ser por generación del Padre, y que une al Padre y al Hijo en un anillo indisoluble haciendo de Uno, Tres, el Pensamiento, la Sangre y el Amor!    

#"¡Oh, Maestro! ¿Quién es?"   

#"Pasemos a la otra parte del camino. Estamos ya cerca del vado. Buscaremos alguna choza." Atraviesan.   

#"¿Pero no es aquella una mujer?" pregunta Jesús Sí. Es una mujer... Es María... Jesús grita: "¡María!" "¡Raboni! ¿Eres Tú? ¡Sea alabado el Señor que te encontré!"   

#María anuncia a Jesús del peligro en que se encuentra   

#Jesús le pone la mano sobre la cabeza en señal de bendición. María toma las manos de Jesús y se las besa, luego se levanta y regresa.   

#Quieren pasar el río y llaman al barquero para que les pase   

#Este es el Rabí de Galilea "Está bien, pero no mientas jamás. Dios ama a los sinceros.   

#"¿Tienes miedo, Pedro?" "¡Eh!... ¡casi, casi!..."No tengas miedo. Ten fe. También tú. Quien lleva a Dios y a sus enviados no debe tener miedo.   

#Las barcas ya sueltas, se echan por un momento hacia el sur, al impulso de la corriente. En el rostro de Jesús se refleja la fuerza del milagro. ¡Qué cosa ordene al río no lo sé! Lo que si sé es que la corriente como que se detiene. Las barcas atraviesan el agua sin trabajo, hasta con cierta velocidad que saca de admiración al dueño de las barcas.   

#"¡Dios Altísimo! ¡Sí! ¡Lo creo! ¡Eres el verdadero Mesías! El Hijo del Dios Altísimo. ¡Oh, lo proclamaré por las ciudades y poblados de la ribera!

 


 

 

Jesús camina en un día de temporal

 

En medio de un temporal de perros, Jesús camina por un camino lleno de lodo. A cada paso que dan se manchan los vestidos de ese lodo amarillento, sobre el que se resbalan como si fuera jabón, que se pega a las sandalias, las aspira como si fuera una ventosa, y al mismo tiempo se escapa de ellas, haciendo que la caminata sea dura y pesada.

Debe haber llovido y mucho por lo que veo. El cielo parece confirmar mis sospechas. Está nebuloso, color plomizo. Los vientos del siroco empujan las nubes que parecen tan espesas que pudieran cortarse. El viento no cesa. Dobla las hierbas, las ramas. Pasa, vuelve una y otra vez. De vez en vez algunas nubecillas se entreabren y caen gotas de agua, calientes como si saliesen de alguna regadera y que salpican los vestidos y las piernas.

La fimbria de las túnicas, aun cuando se las arremangaron hasta la cintura, sosteniéndola con un cordón, están llenas de fango. Vestidos y mantos que se han arrumado más arriba no han escapado de las manchas de lodo. Los pies, las espinillas parecen como si tuvieran medias, que no son, empero, sino el lodo que se les ha adherido.

 

Los discípulos se quejan del tiempo y del camino 

y también del Maestro

 

Los discípulos se quejan un poco del tiempo y del camino, y hay que decirlo también de que el Maestro quiera andar por estos caminos y con este temporal.

Jesús hace como si no oyera. Dos o tres veces se vuelve ligeramente -caminando como en fila india para ir por el lado izquierdo del camino, que está un poco más elevado y menos lodoso- a mirarlos. Pero no habla.

En la última vez el de más edad de los discípulos dice: "¡Oh, pobre de mí! Con esta humedad que se me seca en la espalda, me siento mal. Ya estoy viejo. No tengo treinta años."

Mateo también refunfuña: "¿Y entonces yo? Estaba yo acostumbrado... Cuando llovía en Cafarnaum, tú lo sabes, Pedro, no salía de casa. Mandaba a algunos de mis criados a cobrar los impuestos y me traían a los que tenían que pagar. Había organizado un buen servicio para tales casos. ¡Bueno!... ¡Quién iba a andar fuera con mal tiempo! ¡Umh! Alguno que sentía la tristeza y no más. Los negocios y los viajes se hacen cuando el tiempo es bueno..."

"¡Callaos que os oye!" dice Juan.

"¡Qué va a oír! Piensa y cuando es así... es como si no existiéramos" replica Tomás.

 

Judas y Pedro discuten entre sí

 

"Y cuando se le clava alguna cosa no se la quita ninguna reflexión justa. Hace lo que quiere. No se fía sino de Sí mismo. Será su ruina. Si se aconsejase un poco conmigo... ¡Sé tantas cosas!" dice Judas con su aire de "sabiondo" y de "mejor que todos los demás".

"¿Qué sabes tú?" le pregunta Pedro colorado como un gallo. "¡Todo lo sabes! ¿Qué amigos tienes? ¿Eres acaso uno de los grandes de Israel? ¡Quién te lo va a creer! También tú eres un pobre hombre como yo y los demás. Un poco más bello... ¡Pero belleza de juventud es flor que dura un día! También yo era bonito."

Una fresca carcajada de Juan rompe el aire. También los otros se echan a reír, y se burlan un poco de Pedro por sus arrugas, por sus piernas curvas, como las de los marinos, por sus ojos que parecen de buey y enrojecidos por los vientos del lago.

"Reíos si os gusta, pero es así. Y además, no me interrumpáis. Dinos, Judas ¿qué amigos tienes? ¿Qué sabes? Para saber lo que dejas entender, debes tener amigos entre los enemigos de Jesús. Y quien es así es un traidor. ¡Eh, muchacho! ¡Ten cuidado si crees que eres bonito! Si es verdad que ya no lo soy, todavía soy fuerte para sacarte un diente y apagarte un ojo sin que me cueste gran cosa."

"¡Qué moditos de hablar! ¡Propios de un vulgar pescador!" responde Judas con desprecio principesco.

"Sí, señorito, y me glorío de ello. Pescador, pero sincero como mi lago, que si quiere envolverse en tempestades no grita: "Voy a estar calmo", sino que se retuerce y arriba pone como testigos a nubarrones que lo embravecen como a un toro, y cualquiera que lo vea, puede entenderlo. Tú... tú te pareces a este lodo que parece sólido y mira" (da una fuerte pisada y el lodo salpica la cara a Judas).

"¡Pero, Pedro! ¡Estos son unos modos indignos! ¡Qué buen provecho te hacen las palabras del Maestro sobre la caridad!"

"Y también sobre la humildad y sinceridad. ¡Adelante! ¡Escupe lo que sabes! ¿Qué sabes? ¿Es verdad que sabes o te das aire de tener amigos poderosos? ¡Pobre gusano que eres!"

"Lo que sé lo sé, y no te lo voy a decir para que no te rías como quisieras, ¡pedazo tonto de galileo! Repito que si el Maestro fuese menos testarudo le iría mejor. Y menos violento. La gente empieza a cansarse de verse ofendida."

"¿Violento? Si lo fuera, te echaría a volar sobre el río y al punto. Un vuelo sobre aquellos árboles. De este modo te quitarías el lodo que te ensucia tu linda cara. ¡Ojalá sirviera para que te lavaras el corazón, que si no me equivoco, ha de estar más costroso que mis piernas sucias!" De hecho Pedro que es velludo y bajo de estatura como Mateo, las trae cargadas de lodo.

"Bueno. ¡Dejad de pelear!" interviene Mateo.

 

Juan, que notó como que Jesús detenía el paso, 

sospecha que haya oído y apresura el paso. 

Le dice: "¡Maestro!"  

"¡Juan, me has alcanzado!" responde Jesús sonriendo.

 

Juan, que notó como que Jesús detenía el paso, sospecha que haya oído y apresura el paso, pasa a dos o tres compañeros, lo alcanza, se pone a su lado. Le dice: "¡Maestro!" con su dulce voz, alzando su cara, porque además de ser de menor estatura, va por el centro del camino que no es elevado como el lado izquierdo.

"¡Juan, me has alcanzado!" responde Jesús sonriendo.

El discípulo escudriña con ansia su rostro para cerciorarse si oyó o no. Responde: "¡Sí, Maestro mío! ¿Me quieres?"

"Siempre. Quisiera que todos  tuvieran tu corazón. Pero si sigues por allí, vas a acabar de empaparte."

"¡No importa, Maestro! ¡Nada me importa con tal estar cerca de Ti!"

 

"¿Quieres estar siempre conmigo? 

¿No piensas que soy un imprudente y que puedo 

poneros también a vosotros en mal? 

¿No te sientes ofendido porque no escucho 

tus consejos?" 

"Maestro, ¿entonces has oído?" 

Juan está consternado.

 

 

"¿Quieres estar siempre conmigo? ¿No piensas que soy un imprudente y que puedo poneros también a vosotros en mal? ¿No te sientes ofendido porque no escucho tus consejos?"

"Maestro, ¿entonces has oído?" Juan está consternado.

 

conviene que se os pongan dos injertos..." 

"¿Cuáles, Maestro?" 

El uno de sangre y el otro de fuego. 

De mi sangre Y cuando haya derramado mi Sangre 

esta os fecundará.

os enviaré el Fuego, la Fuerza que procede 

de mi ser por generación del Padre, 

y que une al Padre y al Hijo en un anillo 

indisoluble, haciendo de Uno, Tres: el Pensamiento, 

la Sangre, el Amor.

 

"Todo lo he oído. Desde las primeras palabras. Pero no te pongas triste. No sois perfectos. Lo sabía desde el momento en que os escogí. No pretendo que lo seáis lo más pronto posible. Antes de dejar de ser árboles selváticos, conviene que se os pongan dos injertos..."

"¿Cuáles, Maestro?"

"El uno de sangre y el otro de fuego. Después seréis héroes del cielo y convertiréis al mundo, empezando por vosotros."

"¿De sangre? ¿De fuego?"

"Sí, Juan. De mi sangre..."

"¡No, Jesús!" Juan lo interrumpe con un gemido.

"Bueno, amigo mío, no me interrumpas. Sé el primero en escuchar estas verdades. Lo mereces. De mi sangre. Lo sabes. Vine para esto. Soy el Redentor... piensa en los profetas. No omitieron ni siquiera una yota al describir mi misión. Seré el Hombre que describió Isaías. Y cuando haya derramado mi Sangre esta os fecundará. Pero no me contentaré con esto. Sois tan imperfectos, y débiles, tan tontos y miedosos que, glorioso al lado de mi Padre, os enviaré el Fuego, la Fuerza que procede de mi ser por generación del Padre, y que une al Padre y al Hijo en un anillo indisoluble, haciendo de Uno, Tres: el Pensamiento, la Sangre, el Amor. Cuando el Espíritu de Dios, esto es, el Espíritu del Espíritu de Dios, la Perfección de las Perfecciones divinas venga sobre vosotros, vosotros no seréis más lo que sois. Sino que seréis nuevos, poderosos, santos... Para uno mi sangre no servirá de nada, lo mismo que el Fuego. Porque mi sangre le servirá de condenación y por toda la eternidad probará otro fuego en que arderá arrojando sangre y tragando sangre, pues verá sangre dondequiera que pose sus ojos mortales, o su corazón desde el momento que haya traicionado la sangre de un Dios."

 

"¡Oh, Maestro! ¿Quién es?"

 

"¡Oh, Maestro! ¿Quién es?"

"Lo sabrás un día. Ahora ignóralo. Y por caridad no trates ni siquiera de indagar quién sea, porque podría acarrear sospechas. No debes sospechar de tus hermanos porque la sospecha es falta de caridad."

"Me basta con que me asegures que no seré yo ni Santiago, los que te traicionemos."

"¡Oh, tú, no! Ni tampoco Santiago. ¡Tú eres mi consuelo, buen Juan!" y Jesús le pasa un brazo sobre la espalda.

Por algunos momentos caminan sin decir nada. También los demás se han callado. Sólo se oye el chapotear del lodo que se prende y desprende de los pies.

Después se escucha un rumor diverso. Es un ruido borbollante, algo así como el ronquido de alguien acatarrado. Un chasquido monótono interrumpido de vez en vez por breves espacios. 

"¿Oyes?" pregunta Jesús. "El río está cerca."

"Pero no llegaremos al vado sino hasta la noche. Dentro de poco empezará a atardecer."

"Dormiremos en alguna choza, y mañana lo pasaremos. Hubiera querido llegar antes, porque cada vez crece el río. ¿Oyes? Los cañaverales de la ribera se rompen bajo el peso de las aguas."

"¡Te entretuvieron en aquellos poblados de la Decápolis! Lo decíamos a los enfermos:: "¡Otra vez será!", pero..."

"Pero quien está enfermo quiere curarse, Juan. Y quien tiene piedad cura al punto. No importa. Pasaremos lo mismo. Quiero estar al otro lado antes de regresar a Jerusalén para Pentecostés."

Nuevo silencio. La tarde cae con la rapidez de los días lluviosos. El caminar en medio de un crepúsculo oscuro se hace más difícil. También los árboles que hay a la vera del camino aumentan la oscuridad con sus ramas.

 

"Pasemos a la otra parte del camino. 

Estamos ya cerca del vado. 

Buscaremos alguna choza." 

Atraviesan.

 

"Pasemos a la otra parte del camino. Estamos ya cerca del vado. Buscaremos alguna choza."

Atraviesan. Los demás los siguen. Pasan un foso donde hay más lodo que agua, que se va arrojar al Jordán. Casi a tientas pasan entre árbol y árbol, dirigiéndose hacia el río cuyo retumbo es cada vez más fuerte.

Un rayo de luna penetra las nubes e ilumina el Jordán turbio, que está muy crecido y muy ancho en este lugar. No es el hermoso, el tranquilo y azulado Jordán, que arrastra calmadas y pocas aguas dejando sin mojar la arena de la ribera, donde empiezan los cañaverales que con su follaje hacen ruido. Ahora las aguas todo lo han invadido. Las cañas doblegadas, destrozadas están bajo el agua. No se ven más, a no ser que alguna saque fuera una que otra hoja que ondea, que parece la señal de ¡sos! de alguien que se despide de este mundo o que pide auxilio. El agua llega a los pies de los primeros árboles. No sé que clase de árboles sean. Son grandes, frondosos, compactos como un muro, oscuros como la negra noche. Alguno que otro llorón mete su ramaje deshecho en las amarillentas aguas.

"Por aquí no se puede pasar" dice Pedro.

"Por ahí no, pero más allá ¿lo ves?" le responde Andrés.

De hecho dos animales pasan cuidadosamente el río. El agua les llega a la panza.

"Si pasan ellos, también las barcas."

"Es mejor pasar inmediatamente, aunque sea noche. Las nubes se han despejado y hay luna. No dejemos escapar la oportunidad. Busquemos alguna barca.." Y Pedro lanza por tres veces un largo: "¡Oh... e!"

Nadie responde.

"Vamos más arriba, al vado. Melquías debe estar con sus hijos. Es la mejor estación para él. Nos pasará."

Caminan lo más ligero que pueden por la veredilla que costea el río.

 

"¿Pero no es aquella una mujer?" 

pregunta Jesús 

 

Sí. Es una mujer... Es María... 

 

Jesús grita: "¡María!" 

 

"¡Raboni! ¿Eres Tú? ¡Sea alabado el Señor 

que te encontré!"

 

"¿Pero no es aquella una mujer?" pregunta Jesús mirando a los dos que con sus caballos han pasado ya el río y se han detenido en el sendero.

"¿Una mujer?" Pedro y los demás no ven si se trata de hombre o de mujer lo que está allá, que se ha apeado y espera.

"Sí. Es una mujer... Es María... Mirad, ahora que la luna le da."

"Eres dichoso que ves. ¡Qué ojos tan buenos!"

"Es María. ¿Qué querrá?" Y Jesús grita: "¡María!"

"¡Raboni! ¿Eres Tú? ¡Sea alabado el Señor que te encontré!" Y María corre hacia Jesús. No comprendo cómo no se tropiece. Deja caer un pesado manto. Trae su velo y otro manto más libero que envuelve su vestido oscuro.

Cuando llega donde está Jesús, cae a sus pies sin preocuparse del lodo, jadeante pero feliz. Repite: "¡Gloria se de a Dios que me permitió que te encontrara!"

"¿Qué pasa, María, no estás en Betania?"

"Si con tu Madre y con las mujeres, como había dicho... Pero vine a encontrarte... Lázaro no ha podido porque sufre mucho... Entonces decidí venir con el criado..."

"¡Tú sola con un muchacho y con este temporal!"

"¡Oh, Raboni! No vas a pensar que vaya a tener miedo. no lo tuve cuando hacia el mal... Mucho menos ahora que hago el bien."

"¿Y entonces? ¿A qué has venido?"

 

MARÍA ANUNCIA A JESÚS DEL PELIGRO EN QUE SE 

ENCUENTRA

 

"Para avisarte que no pases... De aquella parte te esperan para hacerte del mal... Lo he sabido... Lo supe por un herodiano que en otro tiempo... que en otro tiempo me amó... No sé si me lo haya dicho por amor o por odio. No lo sé. Lo que sé es que el otro día me vio a través del cancel y me dijo: "María tonta ¿estás esperando a tu Maestro? Haces bien, porque es la última vez. Tan pronto pase y llegue a la Judea será preso. Míralo bien y luego escapa. No es prudente estar cerca de El, ahora..." Entonces, puedes imaginar con qué preocupación he preguntado... Sabes, conocí a muchos... y tratándome bien de loca... bien de endemoniada me han hablado... Supe que era verdad. Entonces tomé dos caballos y me vine, sin decir nada a tu Madre... para no causarle alguna aflicción... Regresa... al punto. Vete, Maestro. Si saben que estás aquí, de otra parte del Jordán vendrán aquí. También Herodes te busca... Estás cerca de Maqueronte. ¡Vete, vete por piedad! ¡Vete Maestro!"

"¡No llores, María!..."

"Tengo miedo, Maestro."

"¡No! ¿Miedo tú, que tuviste el valor de pasar el río crecido y de noche?"

"Pero eso es un río y aquellos son hombres, tus enemigos y que te odian. Tengo miedo de ese odio... porque te amo, Maestro."

"No tengas miedo. No me prenderán. No ha llegado mi tiempo. aunque pusiesen ejércitos de soldados a lo largo de todos los camino, no me prenderían. No es mi hora. Pero haré como quieres. Regresaré..."

Judas mastica algo entre dientes y Jesús responde: "Es verdad, Judas. Exactamente como dices, pero sólo la primera parte de la frase. Le doy la razón a ella. Sí se la doy, pero no porque es mujer, como insinúas, sino porque ha hecho un largo camino porque me ama. María, regresa a casa mientras puedes. Regresaré y pasaré... por donde pueda y me iré a Galilea. Ven con mi Madre y las otras a Caná en casa de Susana. Allá os diré lo que tengáis quehacer. ¡Vete en paz, bendita! Dios está contigo.

 

Jesús le pone la mano sobre la cabeza en señal 

de bendición. 

María toma las manos de Jesús y se las besa, 

luego se levanta y regresa.

 

Jesús le pone la mano sobre la cabeza en señal de bendición. María toma las manos de Jesús y se las besa, luego se levanta y regresa. Jesús la ve partir. La ve que recoge su manto y que se lo pone, que llega donde está el caballo, que sube en él, que pasa nuevamente el río y que se va.

"Ahora vámonos" ordena. "Quería que descansarais, pero no puedo. Debo preocuparme porque nada os pase, aun cuando Judas piense de otro modo. Y creedme que se caéis en manos de mis enemigos os irá pero ue el agua y el fango..."

Todos bajan la cabeza al comprender el reproche velado, y la respuesta a sus conversaciones anteriores.

Caminan y camina por toda la noche, entre esclarecimientos de nubes y cortos aguacero. Un amanecer amarillento los sorprende cerca de un villorrio extendido a la vera del río con sus casuchas de barro. El río es casi tan ancho como en el vado. Se ven barcas en tierra, hasta dentro de la población para preservarlas de la avenida.

Pedro lanza su grito: "¡Oh... e!"

 

Quieren pasar el río y llaman al barquero 

para que les pase

 

Sale de una casucha vieja un hombre vigoroso aunque anciano. "¿Qué quieres?"

"Barcas para pasar."

"¡Imposible! El río está muy crecido... La corriente..."

"¡Ey, amigo" ¿A quién se lo estás diciendo? ¡Soy pescador galileo!"

"El mar es otro cuento... Esto es un río... no quiero perder la barca. Y luego no tengo más que una y vosotros sois muchos."

"¡Mentiroso! ¿Vas a decirme a mí que tienes una sola barca?"

"¡Quede ciego, si miento! Yo..."

 

Este es el Rabí de Galilea 

"Está bien, pero no mientas jamás. 

Dios ama a los sinceros.

 

"Ten cuidado. No sea que vayas a quedar de veras ciego. Este es el Rabí de Galilea que da ojos a lo ciegos y que... puede darte el gusto de que se te sequen los ojos."

"¡Misericordia! ¡El Rabí! ¡Perdóname, Raboni!"

"Está bien, pero no mientas jamás. Dios ama a los sinceros. ¿Por qué has dicho que tienes una sola barca cuando todo el poblado puede desmentirte? Cosa vil para el hombre es la mentira y que se le desenmascare.¿Me prestas tus barcas?"

"Todas, Maestro."

"¿Cuántas son necesarias, Pedro?"

"En tiempos normales bastarían dos, pero con el río crecido es difícil maniobrar. Hacen falta tres."

"Tómalas, pescador. ¿Pero cómo haré para traerlas de nuevo?"

"Vienes en una. ¿No tienes hijos?"

"Tengo un hijo, dos yernos y nietos."

"Bastan dos por barca para regresar."

"Vamos."

El anciano llama a los otros y con la ayuda de Pedro, Andrés, Santiago y Juan empujan las barcas al agua. La corriente es fuerte y quiere arrastrarlas. Las cuerdas que las tienen amarradas a los troncos están tensas como un arco y rechinan. Pedro mira. Mira las barcas, mira el río, mira y mueve su cabeza. Se compone con una mano los cabellos desordenados, y luego echa unos ojos curiosos a Jesús.

 

"¿Tienes miedo, Pedro?" 

"¡Eh!... ¡casi, casi!..."

No tengas miedo. Ten fe. También tú. 

Quien lleva a Dios y a sus enviados 

no debe tener miedo.

 

"¿Tienes miedo, Pedro?"

"¡Eh!... ¡casi, casi!..."

"No tengas miedo. Ten fe. También tú. Quien lleva a Dios y a sus enviados no debe tener miedo. Entremos a la barca. Yo soy el primero."

El dueño de las barcas hace un gesto como de resignación. Tal vez piensa que ha llegado su última hora y la de sus familiares. Por lo menos pensará que perderá las barcas o que irá a parar quién sabe dónde.

Jesús ha entrado ya en la barca. Está de pie en la proa. Entran los otros en esta y en las otras dos. Se queda en tierra un ancianillo. Ha de ser probablemente el mozo que cuide de las cuerdas.

"¿Estamos?"

"Estamos."

"¿Prontos los remos?"

"Prontos."

"Suelta."

 

Las barcas ya sueltas, se echan por un momento 

hacia el sur, al impulso de la corriente. 

En el rostro de Jesús se refleja la fuerza del 

milagro. 

¡Qué cosa ordene al río no lo sé! 

Lo que si sé es que la corriente como que se detiene. 

 

Las barcas atraviesan el agua sin trabajo, 

hasta con cierta velocidad que saca 

de admiración al dueño de las barcas.

 

El viejecillo suelta poco a poco las cuerdas de la estaca que servía de nudo en el tronco. Las barcas ya sueltas, se echan por un momento hacia el sur, al impulso de la corriente. En el rostro de Jesús se refleja la fuerza del milagro.

¡Qué cosa ordene al río no lo sé! Lo que si sé es que la corriente como que se detiene. Se mueve como si el Jordán no estuviere crecido. Las barcas atraviesan el agua sin trabajo, hasta con cierta velocidad que saca de admiración al dueño de las barcas.

Han llegado a la otra parte. Bajan fácilmente. Ni la corriente arrastra las barcas, aun cuando los remos estén firmes.

"Maestro, veo que eres verdaderamente poderoso" dice el dueño de las barcas. "Bendice a tu siervo y acuérdate de mí, pecador."

"¿ Por qué poderoso?"

"Eh, ¿te parece poco? Has suspendido la avenida del Jordán."

"Josué había, ya hecho igual milagro y mayor, porque las aguas del río desaparecieron para que pudiera pasar el Arca..."

"Y tú has pasado a la verdadera Arca de Dios" dice Judas con toda calma.

 

"¡Dios Altísimo! ¡Sí! ¡Lo creo!

 ¡Eres el verdadero Mesías! 

El Hijo del Dios Altísimo. 

¡Oh, lo proclamaré por las ciudades 

y poblados de la ribera!

 

"¡Dios Altísimo! ¡Sí! ¡Lo creo! ¡Eres el verdadero Mesías! El Hijo del Dios Altísimo. ¡Oh, lo proclamaré por las ciudades y poblados de la ribera! Contaré lo que has hecho. Lo que te he visto hacer. ¡Regresa, Maestro! Mi pobre pueblecito tiene muchos enfermos. ¡Ven a curarlos!"

"Volveré. Entre tanto predica en mi Nombre la fe, la santidad para que seáis aceptos a los ojos de Dios. Hasta pronto. Vete en paz. No tengas miedo al regresar."

"No lo tendré. Si lo tuviese, te hubiera pedido que tuvieras piedad de mi vida. Pero creo en Ti y en tu bondad. me voy sin pedir nada. ¡Adiós!"

Sube en su barca. Es el primero en poner la proa hacia el río y se va confiado, veloz. Toca la orilla.

Jesús que se ha quedado de pie, al verlo tocar tierra hace ademán de bendecirlo. luego emprende de nuevo su camino.

El río vuelve a rugir y a bramar con sus aguas amarillentas... Y así todo termina.

VI. 320-328

A. M. D. G.