AL OTRO LADO DE LA RIBERA. 

ENCUENTRO CON SU MADRE

 


 

#Jesús y los suyos van al encuentro de las discípulas   

#El hombre se cansa. Quiere que las cosas se hagan pronto. No piensa que el Omnipotente, que podía haber creado en un instante del caos el universo, lo hizo con fases ordenadas y separadas en espacios de tiempo, llamados días Por mi parte debo sacar del caos espiritual de todo un mundo el reino de Dios y lo haré.   

#¡Oh, Simón! Ven con nosotros. Se hablaba de la futura Iglesia. Les explicaba que contra vuestras prisas, cansancios, desentusiasmos, etc., ella exige calma, constancia, esfuerzo, confianza.   

#"Sí, aun cuando físicamente no me tengan consigo. Deberán creer no sólo en lo que se debe, sino también en su misión secreta, creer que es santa, útil, que tiene su origen en Mí, mientras a su alrededor silbará Satanás para aterrorizarlos, y el mundo aullará para convertirlos en objeto de burla, y los no siempre perfectamente luminosos ministros de Dios para condenarlos.   

#En el cielo hay un libro cerrado. Sólo Dios puede leerlo. En él están escritas todas las verdades. Pero Dios algunas veces levanta los sellos y torna a decir las verdades ya dichas a los hombres obligando a alguien, a algún elegido, a que conozca el pasado, el presente, el futuro como el libro misterioso lo tiene escrito.   

#"¿Y los otros?" "¿Cuáles otros?" "Los otros, que como yo no leyeron en la tierra el libro, ni conocieron lo que dice."   

#"Yo pienso que miraré solo a Jesús y a los elegidos que leerán con El el libro..." opina Juan, "Entonces te mirarás a ti mismo. Porque si entre nosotros hay uno que será "voz de Dios" en la tierra, y que será llamado para que lea las líneas del libro sellado, ese eres tú, Juan, a quien Jesús ama tanto, y a quien Dios tiene como amigo."   

#Dice Juan: no sirvo para nada. ¿No es verdad?, Maestro, que valgo sólo porque me parezco a un niño"   

#"¡Misericordiosa providencia! ¡Pero si ese carro es el de las mujeres!" 

 #"¿Todavía aquí, Mannaén?" "Fiel a las órdenes. Y ahora más que nunca porque las mujeres tenían miedo...mas créeme que no había nada por qué preocuparse.   

#María besa a su Hijo "¡Qué aflicción la de aquella noche! ¡Cómo te odian todos, Hijo!"  

  Entonces, regresemos a Jerusalén! Podéis continuar tranquilos que no os pasará nada. Las mujeres obedecen. Con ellas suben Mateo y Bartolomé.   

#Elisa Se muere de ansias por verte. Dijo: "¿No comprendéis que mi tranquilidad está en verlo?" "Le daré una alegría con esta joven.   

#"El tener miedo a Dios no construye, sino al revés destruye.

 


 

Jesús y los suyos van al encuentro 

de las discípulas

Están en la otra parte del Jordán y caminan ligeros en dirección del sudoeste, dirigiéndose a una segunda cadena de colinas, más altas que las anteriores, al otro lado de las cuales está la llanura del Jordán. Por lo que platican comprendo que evitaron la llanura para no volver a meterse en el lodo que dejaron en la otra parte, y quieren seguir los caminos de dentro que son mejores, sobre todo en tiempo de lluvias.

"¿En dónde nos encontraremos?" pregunta Mateo que es un desorientado.

"Entre Silo y Betel con seguridad. Reconozco los montes" responde Tomás.

"Hace poco pasamos por acá y Judas se hospedó en casa de algunos fariseos."

"Podías haberlo hecho también tú, Pero no quisiste. Pues ni yo ni ellos te dijimos que no."

"No digo que me hubierais invitado. Afirmo solo que preferí quedarme con los discípulos que evangelizaban en estas regiones."

Y el incidente termina así. Hasta Andrés se alegra diciendo: "Si en Betel tenemos amigos fariseos no nos atacarán."

"Si regresamos. ¡No vamos a Jerusalén!" le replican.

"¡Y debemos ir a la pascua! ¡No sé cómo haremos!..."

"¡Claro! ¿Por qué habrá dicho que regresa a Caná? Podían regresar las mujeres y nosotros cumplir con la peregrinación..."

"¡Ya estaba que mi mujer no celebrara la pascua en Jerusalén!" exclama Pedro.

Juan pregunta a Jesús que va hablando con Zelote: "Maestro ¿cómo haremos para ir y volver a tiempo?"

"No lo sé. Pongo mis esperanzas en Dios. Si llegamos retrasados no será mi culpa."

"Has hecho bien en ser prudente" observa Zelote.

"¡Oh! Por lo que toca a Mí, hubiera seguido adelante, porque todavía no llega mi hora. Esto lo siento. Pero ¿cómo hubierais soportado, vosotros, el riesgo si desde hace tiempo os sentís... cansados?"

"Tienes razón, Maestro... Parece como si el demonio arrojase su aliento entre nosotros. Hemos cambiado tanto."

 

El hombre se cansa. 

Quiere que las cosas se hagan pronto. 

 

No piensa que el Omnipotente, que podía haber 

creado en un instante del caos el universo, 

lo hizo con fases ordenadas y separadas 

en espacios de tiempo, llamados días 

 

Por mi parte debo sacar del caos espiritual 

de todo un mundo el reino de Dios y lo haré.

 

"El hombre se cansa. Quiere que las cosas se hagan pronto. Sueña en cosas sin sentido. Cuando ve que sus sueños no corresponden a la realidad, se turba y si no tiene buena voluntad, se dobla. No piensa que el Omnipotente, que podía haber creado en un instante del caos el universo, lo hizo con fases ordenadas y separadas en espacios de tiempo, llamados días. Por mi parte debo sacar del caos espiritual de todo un mundo el reino de Dios y lo haré. Echaré sus base, mejor dicho, las estoy echando. Debo romper la roca durísima para tallar los fundamentos que no caerán. Vosotros levantaréis las paredes, sus muros. Vuestros sucesores continuarán la obra, levantándola cada vez más, haciéndola mayor. Así como Yo moriré en la obra, así también vosotros moriréis, y vendrán otros y otros más que morirán en su sangre, o no, pero que si entregarán todas sus fuerzas en este trabajo que exige espíritu de inmolación, de generosidad, de lágrimas, de sangre y de paciencia sin medida..."

Pedro mete su cabeza despeinada entre Jesús y Juan. "¿Se puede saber de qué cosa venís hablando?"

 

¡Oh, Simón! Ven con nosotros. 

Se hablaba de la futura Iglesia. 

 

Les explicaba que contra vuestras prisas, 

cansancios, desentusiasmos, etc., 

ella exige calma, constancia, 

esfuerzo, confianza.

 

"¡Oh, Simón! Ven con nosotros. Se hablaba de la futura Iglesia. Les explicaba que contra vuestras prisas, cansancios, desentusiasmos, etc., ella exige calma, constancia, esfuerzo, confianza. Les explicaba que exige sacrificio de todos sus miembros. De Mí que soy su Fundador, que soy su mística Cabeza, de vosotros, de todos los discípulos, de todos los que creerán en Mí y pertenecerán a la Iglesia universal. En verdad que en la gran escala de las jerarquías existirán casi siempre los más humildes, los que parecerán ser tan sólo "número", los que harán en verdad que mi Iglesia viva. En verdad que frecuentemente deberé refugiarme entre ellos para continuar manteniendo viva la fe y la fuerza de los colegios apostólicos que siempre se renovarán, y algunos de estos apóstoles serán el objeto del rencor de Satanás, de la envidia de los hombres soberbios e incrédulos. Su martirio moral no será menos doloroso que el físico, porque se encontrarán entre la voluntad activa de Dios y la voluntad perversa del hombre, instrumento de Satanás, que tratará por todos los medios y empleará cualquier fuerza para que aparezcan como unos mentirosos, unos necios, unos tontos, a fin de que mi obra en ellos muera, y no produzca los frutos que son otros tantos golpes victoriosos contra la Bestia."

"¿Y resistirán?"

 

"Sí, 

aun cuando físicamente no me tengan consigo. 

 

Deberán creer no sólo en lo que se debe, 

sino también en su misión secreta, 

creer que es santa, útil, 

que tiene su origen en Mí, 

 

mientras a su alrededor silbará Satanás para 

aterrorizarlos, y el mundo aullará para 

convertirlos en objeto de burla, 

y los no siempre perfectamente luminosos 

ministros de Dios para condenarlos.

 

"Sí, aun cuando físicamente no me tengan consigo. Deberán creer no sólo en lo que se debe, sino también en su misión secreta, creer que es santa, útil, que tiene su origen en Mí, mientras a su alrededor silbará Satanás para aterrorizarlos, y el mundo aullará para convertirlos en objeto de burla, y los no siempre perfectamente luminosos ministros de Dios para condenarlos. Este es el destino de mis voces futuras. Y sin embargo no tendré otro medio para sacudir, para volver a traer el evangelio y a Mí mismo a los hombres. Pero por todo lo que hubiere exigido de ellos, por todo lo que les hubiere impuesto y me hubieren dado, les daré la eterna felicidad, les daré una gloria especial

 

En el cielo hay un libro cerrado. 

Sólo Dios puede leerlo. 

En él están escritas todas las verdades. 

 

Pero Dios algunas veces levanta los sellos 

y torna a decir las verdades ya dichas 

a los hombres obligando a alguien, 

a algún elegido, a que conozca el pasado, 

el presente, el futuro como el libro misterioso 

lo tiene escrito.

 

En el cielo hay un libro cerrado. Sólo Dios puede leerlo. En él están escritas todas las verdades. Pero Dios algunas veces levanta los sellos y torna a decir las verdades ya dichas a los hombres obligando a alguien, a algún elegido, a que conozca el pasado, el presente, el futuro como el libro misterioso lo tiene escrito. Habréis visto alguna vez que un hijo, el mejor de la familia, o un alumno, el más adelantado de la clase, lo llamen su padre o su maestro para que lea un libro destinado a los adultos y para que lo explique. Se pone al lado de su padre o de su maestro, que le pone el brazo sobre la espalda, mientras que con la otra mano le señala con el índice las líneas que quiere que lea y que sepa. De igual modo se comporta Dios con los que consagra a esta suerte. Los atrae, los tiene junto a Sí con sus brazos, y los obliga a leer lo que El quiere, a conocer su significado, a decirlo, a que soporten la burla y la aflicción. Yo, el Hombre, soy el jefe de los que dicen las verdades del libro celestial, y sufro las befas, y sufriré hasta la muerte. Pero el Padre me está preparando ya mi gloria. Y cuando llegare a ella, prepararé la gloria de aquellos a quienes habré obligado a leer en el libro cerrado las líneas que quise, y ante los ojos del linaje humano resucitado y de los coros angelicales los señalaré por lo que fueron. Los llamaré para que estén cerca de Mí, mientras abriré los sellos del libro que serán inútil que se le siga teniendo cerrado y ellos sonreirán al ver y leer de nuevo escritas las palabras que conocieron cuando sufrían en la tierra."

 

"¿Y los otros?" 

"¿Cuáles otros?" 

"Los otros, que como yo no leyeron en la tierra 

el libro, ni conocieron lo que dice."

 

"¿Y los otros?" pregunta Juan, que no ha perdido ni una sílaba.

"¿Cuáles otros?"

"Los otros, que como yo no leyeron en la tierra el libro, ni conocieron lo que dice."

"En el cielo los bienaventurados conocerán todo. Se absorberán en la sabiduría infinita."

"¿Inmediatamente después de muertos?"

"Apenas hayan entrado en la vida."

"¿Entonces por qué los llamarás hasta el último día a que conozcan el libro?"

"Porque no sólo lo leerán los bienaventurados, sino todo el linaje humano. Y en la parte de los condenados habrá muchos de los que se burlaron de las voces de Dios, que los trataron como a locos y endemoniados, que los atormentaron por ser lo que eran. Tardará mucho esta recompensa, pero será necesaria y se concederá a estos que fueron mártires de parte de la maldad de un mundo terco."

"¡Qué bello será verlo!" exclama Juan.

"Sí. Y ver a todos los fariseos que rechinen sus dientes de rabia" dice Pedro y se frota las manos.

 

"Yo pienso que miraré solo a Jesús 

y a los elegidos que leerán con El el libro..." 

opina Juan,  

 

DICE JESÚS:"Entonces te mirarás a ti mismo.

 Porque si entre nosotros hay uno que será 

"voz de Dios" en la tierra, 

y que será llamado 

para que lea las líneas del libro sellado, 

ese eres tú, Juan, 

a quien Jesús ama tanto, 

y a quien Dios tiene como amigo."

 

"Yo pienso que miraré solo a Jesús y a los elegidos que leerán con El el libro..." opina Juan, soñador como siempre, con sus ojos perdidos en quien sabe qué visión luminosa, con esos ojos en los que se ve una lágrima furtiva de felicidad, y con una sonrisa pintada en sus labios de rosa.

Zelote lo mira. Lo mismo Jesús, pero no dice nada. Aquel sí: "Entonces te mirarás a ti mismo. Porque si entre nosotros hay uno que será "voz de Dios" en la tierra, y que será llamado para que lea las líneas del libro sellado, ese eres tú, Juan, a quien Jesús ama tanto, y a quien Dios tiene como amigo."

 

Dice Juan: no sirvo para nada. 

¿No es verdad, Maestro, que valgo sólo 

porque me parezco a un niño?"

 

"¡Oh, no lo digas! Soy el más ignorante de todos. Si Jesús no dijera que de los niños es el reino de los cielos pensaría que jamás lo conseguiría, porque no sirvo para nada. ¿No es verdad, Maestro, que valgo sólo porque me parezco a un niño?"

"Sí. Perteneces a los niños que siempre lo son. Y por esto sé bendito."

 

"¡Misericordiosa providencia! 

¡Pero si ese carro es el de las mujeres!"

 

Siguen caminando. Después Pedro que mira atrás, hacia el camino de las caravanas por el que van, exclama: "¡Misericordiosa providencia! ¡Pero si ese carro es el de las mujeres!"

Todos se voltean. En realidad se trata del carruaje de Juana que llega al trote de dos robustos caballos. Se detienen a esperarlo. El toldo de cuero que viene puesto no deja ver a quien viene dentro. Jesús hace señal de que se detenga, y el conductor lanza un grito de júbilo cuando lo ve, de pie, al lado del camino con el brazo en alto.

Mientras el conductor detiene los dos caballos que echan espuma, se asoma por la abertura del toldo la cara flaca de Isaac: "¡El Maestro!" grita. "¡Madre, alégrate! Está aquí."

Voces de mujeres, ruido de pisadas. Antes deque una sola de ellas haya bajado, se han apeado Mannaén, Marziam e Isaac que corren a venerar al Maestro.

 

"¿Todavía aquí, Mannaén?" 

"Fiel a las órdenes. Y ahora más que nunca 

porque las mujeres tenían miedo...

mas créeme que no había nada 

por qué preocuparse.

 

"¿Todavía aquí, Mannaén?"

"Fiel a las órdenes. Y ahora más que nunca porque las mujeres tenían miedo... pero... te hemos obedecido porque así debe ser, mas créeme que no había nada por qué preocuparse. Sé muy bien que Pilatos ha llamado al orden a los revoltosos, diciendo que cualquiera que trate de cometer algún desorden en estos días de la fiesta será castigado duramente. Creo que su mujer no es extraña a esta protección, y sobre todo sus amigas. En la corte se sabe todo y se sabe nada. Pero sí suficiente..." y Mannaén se hace a un lado para que pase la Virgen que ha bajado del carro y ha caminado algunos metros, toda preocupada y conmovida.

 

María besa a su Hijo 

"¡Qué aflicción la de aquella noche! 

¡Cómo te odian todos, Hijo!"

 

Se dan el beso. Las discípulas presentan sus respetos al Maestro. No han venido con ellas ni Magdalena ni Marta.

La Virgen dice en voz baja: "¡Qué aflicción la de aquella noche! ¡Cómo te odian todos, Hijo!" Lágrimas corren por sus mejillas, por donde han corrido otras tantas en estos días.

"Pero ya ves que el Padre provee. ¡No llores, pues! Desafío todo el odio del mundo con valor, pero una sola lágrima tuya me abate. ¡Ea, Madre santa!" y teniéndola abrazada de un lado, se vuelve a las discípulas para saludarlas. Dirige palabras especiales a Juana que quiso regresar para acompañar a la Virgen.

"¡Oh, Maestro! No es ni una fatiga estar con tu Madre. Magdalena se quedó en Betania para cuidar de su hermano que está enfermo. Vine yo. Dejé los niños a la mujer del custodio del palacio que es muy buena y maternal. Pero también está Cusa que se preocupa por ellos. Puedes imaginar si le va a faltar algo a Matías que es el predilecto de mi marido. También él me dijo que la partida era inútil. Las palabras del procónsul han desafilado antes las uñas de Herodías. Además él, el Tetrarca, tiembla de miedo y no piensa más que en velar porque Herodías no acabe por destruirlo a los ojos de Roma. La muerte de Juan destruyó muchas cosas que tenía en su favor, y Herodes prevé, y sabe muy bien, que el pueblo se levanta contra él por haber matado a Juan. La zorra comprende que el peor castigo sería perder la protección odiosa y falsa de Roma. El pueblo lo atacaría al punto. Por esto ¡no dudes! ¡No tomará ninguna iniciativa!"

 

¡Entonces, regresemos a Jerusalén! 

Podéis continuar tranquilos 

que no os pasará nada. 

 

Las mujeres obedecen. Con ellas suben 

Mateo y Bartolomé.

 

"¡Entonces, regresemos a Jerusalén! Podéis continuar tranquilos que no os pasará nada. Vamos. Las mujeres suben sobre el carro y también Mateo y el que se sienta cansado. Descansaremos en Betel. Vamos."

Las mujeres obedecen. Con ellas suben Mateo y Bartolomé. Los otros prefieren seguir al carro a pie junto con Mannaén, Isaac y Marziam. Mannaén les cuenta las investigaciones que hizo para saber lo que había de verdad en la jactancia del herodiano que había tendido un velo de dolor sobre la quieta mansión de Betania, sobre las casa de Lázaro que "sufre mucho".

"¿No fue a Betania una mujer?"

"No, Señor. Hace tres días que no estamos allí. ¿Quién es?"

"Una discípula. La daré a Elisa porque es joven, sola y sin medios."

 

Elisa Se muere de ansias por verte. 

Dijo: "¿No comprendéis que mi tranquilidad 

está en verlo?" 

 

"Le daré una alegría con esta joven.

 

"Elisa está en el palacio de Juana. Quería venir, pero está muy resfriada. Se muere de ansias por verte. Dijo: "¿No comprendéis que mi tranquilidad está en verlo?" "

"Le daré una alegría con esta joven. ¿Y tú, Marziam, no hablas?"

"Escucho, Maestro."

"El muchacho escucha y escribe. Hace que ya uno, ya otro le repitan tus palabras y las escribe, las escribe. ¿Se las habremos referido bien" pregunta Isaac.

"Las leeré y añadiré lo que faltare en el trabajo de mi discípulo" dice Jesús acariciando la mejilla morena de Marziam. Pregunta: "¿Y el viejo padre? ¿Lo has visto?"

"¡Oh, sí! No me reconoció al principio. Lloró de alegría. Pero lo volveremos a ver en el templo, porque Ismael los manda. Hasta les ha concedido más días este año. Te tiene miedo."

"¡Que si no lo va a tener! ¡Que me cuelguen! ¡Después del chistecito que le sucedió a Cananías en el mes de Scebat !" dice Pedro que echa una carcajada.

 

"El tener miedo a Dios no construye,

 sino al revés destruye.

 

"El tener miedo a Dios no construye, sino al revés destruye. No es una amistad. Es tan solo espera que se transforma frecuentemente en rencor. Pero cada uno da lo que puede..."

Prosiguen su camino y los pierdo de vista.

VI. 328-334

A. M. D. G.