EL JUEVES ANTERIOR A LA PASCUA. 

 

CUARTA PARTE: 

 

EN CASA DE JUANA

 


 

#Jesús en la casa de Juana de Cusa en Jerusalén   

#El banquete de amor ha invitado a la casa de la buena discípula a los pobres. Es una página del Evangelio puesta en la realidad. Hay mendigos, lisiados, ciegos, huérfanos, viejos, jóvenes viudas con sus pequeños al pecho o pendientes de sus vestidos.   

#Jesús se fija en una viuda con su nidada y le hace varias preguntas   

#"La paz sea contigo, Juana. Me has obedecido perfectamente."   

#¿Dónde estás las discípulas?. En la terraza de arriba donde se preparan las mesas. Los pobres tienen una sensibilidad demasiado aguda, un sentimiento que cualquier cosa les produce dolor...   

#quisiera decirte algo... Tal vez cometí un error... Fue al templo un esclavo de Plautina con una tablilla. Tanto ella como sus amigas me preguntaban si era posible verte. Respondí: "Sí. Después del mediodía, en mi casa". Y vendrán... ¿Hice mal? Hiciste bien. Hoy predicaré con las obras.   

#Jesús la deja, regresa al vestíbulo. Doquiera se nota una gran actividad.   

#¡Oh, Rabboni!" grita Magdalena . Dice Jesús: "Dios esté contigo. ¿A dónde vas con tanta prisa?" Tengo que vestir a diez pequeñuelos.   

#¿Pero desde cuándo te llamas Miriam?" dice mirando a la hija de Yairo."Desde el día de hoy. Tu Madre me dio este nombre.   

#Hoy es un gran día para cuatro vírgenes..."   

#Felipe habla con María que le explica la decisión que ha tomado su hija pequeña y otras más. Felipe siente un gran dolor por la revelación   

#"Se perdona a los hijos que pecan... Tú no lo haces al consagrarte al Maestro... y... tu pobre padre no puede más que decirte: "¡que seas bendita!"... ¡Ah, hija mía!... ¡Cuán suave y cuán duro es lo que Dios quiere!"  

#cómo serán las vírgenes futuras, qué cargos tendrán, qué gloria preveo para ellas. "Las vírgenes serán las que sostendrán a los apóstoles, las que lavarán el mundo sucio y lo vestirán con su pureza, ... 

#María de Simón es un mar de llanto en un rincón... Magdalena llora en otro, retorciendo el lino de su vestido, del que sin querer arranca los adornos. Anastásica llora tratando de ocultar sus lágrimas.   

  #Jesús entrega Anastásica a Elisa de Betsur  

#La Magdalena dice: Lloro porque jamás podré tener la blancura de las vírgenes, y mi alma llorará siempre, jamás satisfecha... porque he pecado... "Mi perdón y tus lágrimas te hacen más pura que a ellas. ¡Ven aquí! No llores más. ¡Deja que lloren los que tienen por qué avergonzarse! ¡Ea! Ve a traerme tus flores.  

#Jesús pregunta a María de Simón: "¿Por qué lloras?" "¡Señor, Señor, he dado a luz a un demonio! ¡Ninguna mujer en Israel     

#La madre de Judas Iscariote dice: ¡Ninguna Madre en Israel puede ser más infeliz que yo!" La Virgen en voz baja: "Yo... porque a mi dolor uno el de todas las madres infelices... porque mi dolor me lo causa no el odio de uno, sino el de todo un mundo."  

  #Judas enfadado las tiene con su madre   

#Jesús dice a Juana que pueden venir las romanas  

#Magdalena reconoce a las romanas, a pesar de sus vestidos hebreos y murmura: "¡Claudia!" Se queda con los ojos abiertos.   

#Jesús está en el centro de la terraza, junto a la mesa de los pequeños y ora, ofreciendo por todos al Señor los alimentos, bendice y ordena que se empiece a comer.     

#mi nombre significa el amor de Dios hecho carne, que descendió entre los hombres para que lo conozcan y para dar a conocer el amor que será el distintivo de la nueva era. Viva Jesús porque quiere decir ¡"Salvador"! Salvo a todos, a ricos y pobres, a niños y ancianos, a israelitas y paganos, a todos, con la condición de que queráis ser salvados. Jesús es para todos.   

#¿Qué cosa es necesaria para ser de Jesús, para conseguir la salvación? Pocas cosas, pero grandes. No grandes porque sean difíciles como las que hacen los reyes. Sino grandes porque exigen que el hombre se renueve para hacerlas, para llegar a ser de Jesús. exige el amor, la humildad, la fe, la resignación, la compasión.   

#Voces, pisadas, interrumpen a Jesús. Un grupo descontento de israelitas sube corriendo las escaleras. Los perturbadores irrumpen en la terraza   

#Aparece Salomé Jesús se ha hecho a un lado tan violentamente para evitar el contacto,...Ven conmigo, Señor. Te amo mucho y ¡te deseo tanto! También yo soy israelita."   

#"La corte te espera para tributarte honores." "Mi corte es esta. No conozco otra, ni otros honores" y con su mano señala a los pobres que están sentados a las mesas.  

  #¡Lárgate! ¡Ten cuidado, Señor!... Es poderosa... ¡Podría causarte daño!" susurra Cusa"¡No importa! Prefiero que me maten antes que hacer alianza con el vicio. Sudor de mujer lasciva y oro de prostitutas son veneno del infierno. Hacer alianza cobarde con los poderosos es pecado. Yo soy verdad, pureza y redención. No cambio. Ve a acompañarla..."  

  #"Juana da a cada uno una limosna para que tenga por algunos días... ¿Qué otra cosa puedo hacer, hijos del dolor? ¿Qué queréis que os de? Leo vuestro corazones. ¡A los enfermos que saben creer, la paz y la salud!"   

#Jesús dice: "Así es y así serán las futuras reuniones. No hay necesidad de palabras. Que los hechos hablen a los corazones y a las inteligencias con su claridad. La paz sea con todos vosotros."

 


 

Jesús en la casa de Juana de Cusa en Jerusalén

"La paz sea en esta casa y con quienes están en ella" dice Jesús al entrar en el amplio vestíbulo muy hermosamente adornado e iluminado pese a que es de día. Las lámparas no son necesarias, sino que para aquellos que vienen de fuera, donde brilla un sol que quema, que resplandece, y al entrar se topan con una cierta oscuridad, aumentada por el verdor del jardín.

Esta es la razón por la que Cusa mandó a poner numerosas lámparas que penden de las paredes y en medio de las cuales hay una grande, una especie de concha de alabastro de color rosa, que despide diversos colores al moverse, como si fueran estrellitas, como del color del arco iris, sobre las paredes de color azul oscuro, sobre las caras, sobre el suelo de mármol blanquecino. Parece como si pequeñas estrellas se hubieran posado en las paredes, que muchos arco iris volaran por los aires, porque la lámpara ondea al sentir el impulso del aire que corre por el vestíbulo.

"La paz sea en esta casa" repite Jesús adentrándose. Al detenerse bendice a los criados, inclinados profundamente, a los huéspedes que se sienten sorprendidos de encontrarse con el Rabí en un palacio...

 

El banquete de amor ha invitado a la casa 

de la buena discípula a los pobres. 

 

Es una página del Evangelio puesta en la realidad. 

Hay mendigos, lisiados, ciegos, huérfanos, viejos, 

jóvenes viudas con sus pequeños al pecho o 

pendientes de sus vestidos. 

 

¡Los huéspedes! Al punto resplandece el pensamiento de Jesús. El banquete de amor ha invitado a la casa de la buena discípula a los pobres. Es una página del Evangelio puesta en la realidad. Hay mendigos, lisiados, ciegos, huérfanos, viejos, jóvenes viudas con sus pequeños al pecho o pendientes de sus vestidos. Juana ha puesto mientes en cambiar los vestidos harapientos por unos más modestos y nuevos. Si las cabelleras reciben un retoque es para que se vean menos desagradables.

Jesús pasa bendiciendo. Cada uno de los huéspedes recibe su bendición. Si su diestra se levanta para bendecir, la izquierda la baja para acariciar las cabezas de ancianos o de niños. Y así atraviesa el vestíbulo bendiciendo a todos, aun a los que acaban de entrar, que todavía llegan con sus vestidos sucios, que se esconden por temor o porque los detienen en algún rincón los criados, para llevarlos a otro lugar donde se laven y cambien de vestidos.

 

Jesús se fija en una viuda con su nidada y le hace 

varias preguntas

 

Pasa una viuda joven con su nidada... ¡Qué miseria! El más pequeño casi viene desnudo cobijándose con el velo rasgado de su madre... Los más grandecillos vienen cubiertos con lo más necesario. El mayor de todos podría decirse que está vestido, pero no trae calzado.

Jesús lo mira. Le pregunta: "¿De dónde vienes?"

"De la llanura de Sarón, Señor. Leví es ya mayor... Tuve que acompañarlo al templo... pues que no tiene ya padre" y se echa a llorar en silencio.

"¿Cuándo murió?"

"Hace un año en el mes de Scebat. Hacia dos meses que estaba en cinta..." y se bebe sus lágrimas para no llamar la atención.

"Entonces el pequeño tendrá unos ocho meses."

"Así es, Señor."

"¿En qué trabajaba tu marido?"

La mujer responde en voz tan baja que Jesús no comprende. Se inclina para decirle: "Dilo otra vez."

"Trabajaba en una herrería... Era muy enfermizo... porque tenía unas heridas que le iban quitando la vida." Y... "Era un soldado romano."

"¿Pero tú eres israelita o no?"

"Así es. No me arrojes como inmunda, como hicieron mis hermanos cuando fui a pedirles perdón después de la muerte de mi marido Cornelio."

"¡No tengas miedo! ¿En qué trabajas ahora?"

"De criada cuando me ocupan, de espigadora, de lavandera. Bato el cáñamo... trabajo en todo para calmar el hambre de estos. Leví trabajará ahora de campesino... si lo aceptan... porque es bastardo por raza."

"Ten confianza en el Señor."

"Si no hubiera confiando en El, ya me hubiera suicidado."

"Bueno, nos veremos otra vez" y se despide de ella.

Cuando estaba hablando, he aquí que se acerca Juana y se pone de rodillas hasta que el Maestro la ve.

 

"La paz sea contigo, Juana. Me has obedecido 

perfectamente."

 

¿Dónde están las discípulas? 

En la terraza de arriba donde se preparan

 las mesas. 

Los pobres tienen una sensibilidad demasiado 

aguda, un sentimiento que cualquier cosa les 

produce dolor...

"La paz sea contigo, Juana. Me has obedecido perfectamente."

"Hacerlo es mi gozo. Pero no he sido la única en buscarte "la corte". Me ayudó Cusa en todo lo que pudo. Lo mismo que Marta y María. También Elisa con los suyos. Algunos enviaron sus criados para traer lo que faltaba y para ayudar a los mismos a reunir a los huéspedes, otros ayudando a las criadas, a los siervos encargados de bañar a nuestros huéspedes, a nuestros amigos como los llamas. Ahora con tu permiso les voy a dar algo con que mantengan el hambre hasta la hora de comer."

"Haz como quieras. ¿Dónde están las discípulas?"

"En la terraza de arriba donde se preparan las mesas. ¿Está bien?"

"Sí, Juana. Allí estarán tranquilos y nosotros con ellos."

"Lo mismo había pensado. Por otra parte en ninguna sala hubiera habido lugar para tantos... Y no quise que se preparen en diversos lugares para no causar celos o tristezas. Los pobres tienen una sensibilidad demasiado aguda, un sentimiento que cualquier cosa les produce dolor... Son, digamos, una llaga, que sólo el verla, produce dolor.·"

"Es verdad, Juana. Tienes un corazón compasivo. Dios te recompense. ¿Hay muchas discípulas?"

 

quisiera decirte algo... Tal vez cometí un error... 

Fue al templo un esclavo de Plautina con una 

tablilla. 

 

Tanto ella como sus amigas me preguntaban 

si era posible verte. 

Respondí: "Sí. Después del mediodía, en mi casa". 

Y vendrán... 

¿Hice mal? 

Hiciste bien. Hoy predicaré con las obras. 

 

"¡Oh, todas se encuentran en Jerusalén!... Pero... quisiera decirte algo... Tal vez cometí un error... Quiero decírtelo en secreto."

"Vamos, pues."

Van a una habitación donde no hay nadie. Por los juguetes que se ven por el suelo se comprende que sea la habitación donde juegan María y Matías.

"¿Qué es, Juana?"

"¡Señor mío, no habrá duda de que fui una imprudente!... ¡Pero fue algo espontáneo, algo que nació en un instante! A Cusa no le gustó. Bueno... Fue al templo un esclavo de Plautina con una tablilla. Tanto ella como sus amigas me preguntaban si era posible verte. Respondí: "Sí. Después del mediodía, en mi casa". Y vendrán... ¿Hice mal? ¡Oh, no por Ti!... sino por los otros que son siempre Israel... y que no aman como Tú. Si me equivoqué trataré de que no vengan.... Pero deseo tanto, tanto que el mundo te ame que... que no pensé más que en esto. Tú eres perfección y muy pocos tratarán de asemejarse a Ti."

"Hiciste bien. Hoy predicaré con las obras. La presencia de los gentiles entre los que creen en Mí será una de las cosas que se realizarán en días venideros. ¿Dónde están los niños?"

"Por todas partes" sonríe tranquila ya Juana. "La fiesta les mete más fuerzas y corren contentos por acá y por allá."

 

Jesús la deja, regresa al vestíbulo 

Doquiera se nota una gran actividad.

 

Jesús la deja, regresa al vestíbulo, hace una señal a los que estaban con El, y se dirige al jardín para subir a la terraza.

Doquiera se nota una gran actividad. Desde el piso inferior hasta el superior. Algunos vienen con alimentos y utensilios otros con vestidos, con sillas, o bien acompañan a huéspedes, responden a lo que se les preguntan, y todos lo hacen alegres, cariñosos.

Jonatás, cual corresponde a un mayordomo, dirige, vigila, aconseja.

La anciana Ester que está contentísima de ver a Juana tan animada, ríe en medio de un grupo de niños pobres a los que da pastelillos mientras les cuenta nuevas maravillas. Jesús se detiene un instante a escuchar la conclusión hermosa de una de ellas, en que se dice: "que a la buena de Alba de mayo, que jamás se rebelaba contra el Señor por las penas que habían sobrevenido a su familia, le concedió muchos auxilios por los que Alba de mayo salvó a sus hermanos. Los ángeles llenaban la pequeña artesa, terminaban el trabajo que había en el telar que había empezado Alba, diciendo: "Es nuestra hermana porque ama al Señor y a su prójimo. Ayudémosla"."

"¡Dios te bendiga Ester! Hasta me sentí tentado de oír tus parábolas. ¿Lo quieres?" pregunta Jesús sonriendo.

"¡Oh, Señor mío! Soy yo quien debo escucharte. Tratándose de los niños me basto yo."

"Tu buen corazón puede ayudar aun a los adultos. Sigue, sigue, Ester..." y le envía una sonrisa al irse.

En el vasto jardín se hallan esparcidos los huéspedes que comen sus bocadillos, que se miran contentos, admirados de su inesperada suerte. Cuando pasa Jesús se levantan los que pueden, o se inclinan los demás.

"Comed, comed. Hacedlo y bendecid al Señor" les dice, dirigiéndose a la rampa que lleva a la amplia terraza.

 

¡Oh, Rabboni!" grita Magdalena 

DICE JESÚS: "Dios esté contigo. 

¿A dónde vas con tanta prisa?" 

Tengo que vestir a diez pequeñuelos.

 

"¡Oh, Rabboni!" grita Magdalena que sale corriendo de una habitación con fajas y camisetas para los pequeños en sus brazos. Su melodiosa voz resuena por todas partes.

"Dios esté contigo. ¿A dónde vas con tanta prisa?"

"Tengo que vestir a diez pequeñuelos. Los bañé y ahora voy a vestirlos. Luego te los traeré, cual frescas flores. Perdona, Maestro. ¿Los estás oyendo? Parecen corderillos..." corre sonriendo, dejando traslucir al mismo tiempo que su bondad, la elegancia de su vestido sobre el que trae una faja fina de plata. Trae la cabellera anudada en su nuca y sobre la que puso una cinta blanca que rodea la frente.

"¡Cuán diversa de la del monte de las bienaventuranzas!" exclama Simón Zelote.

En la primera parte de la rampa se encuentran con la hija de Yairo y Analía que veloces vienen bajando.

"¡Maestro, Señor!" exclaman.

"Dios esté con vosotras. ¿A dónde vais?"

"A traer unas toallas. Nos dijo la servidora de Juana. ¿Vas a hablar, Maestro?"

"Sí."

"¡Entonces corre, Miriam! Démonos prisa" dice Analía.

 

¿Pero desde cuándo te llamas Miriam?"

 dice mirando a la hija de Yairo.

 

"Desde el día de hoy. 

Tu Madre me dio este nombre.

 

Hoy es un gran día para cuatro vírgenes..."

 

"Tenéis más que el tiempo suficiente. Espero a otros. ¿Pero desde cuándo te llamas Miriam?" dice mirando a la hija de Yairo.

"Desde el día de hoy. Tu Madre me dio este nombre. Porque... ¿verdad, Analía? Hoy es un gran día para cuatro vírgenes..."

"¡Oh, sí! ¿Se lo decimos a El o dejamos que María se lo diga?"

"Que María se lo diga. Continúa, Señor. Tu Madre te lo dirá" y ligeras siguen. Están en la flor de la juventud. Son hermosas. Son unos ángeles en su mirar...

Están en la tercera rampa cuando se encuentran con Elisa de Betsur, que despacio baja con la mujer de Felipe.

"¡Ah, Señor!" grita esta. "¡A algunos das, y a otros quitas! ¡De todos modos sé bendito!"

"¿De qué hablas?"

"¡Ahora lo vas a saber!... ¿Qué pena y al mismo tiempo qué alegría! Me quitas algo y me pones una corona."

Felipe que está cerca de Jesús pregunta: "¿A qué te refieres? ¿De qué hablas? Eres mi mujer y lo que te pasare, me pasa a mí..."

"Lo sabrás, Felipe. Sigue con el Maestro."

Jesús pregunta a Elisa si se siente mejor, y ella a quien el dolor de tiempos pasados le ha dado una cierta majestad, responde: "¡Sí, Señor mío! El sufrimiento sereno no es amargura. Tengo paz en el corazón."

"Y dentro de poco será mayor.."

"¿Qué dices, Señor?"

"Ve a donde ibas que lo sabrás."

"¡Jesús! ¡Jesús!" gritan los dos pequeños que se están asomando sobre la adornada barandilla, que divide terraza que da al jardín, y de la que penden rosales, jazmines en flor, pues ella no es más que un jardín colgante, sobre la que hay una manta de muchos colores. Todos los que están en la terraza se vuelven al grito de los pequeños, y dejando lo que hacían, se dirigen a Jesús a cuyas rodillas los niños se han asido.

Jesús saluda a las mujeres, que no son pocas. Se han mezclado con las discípulas propiamente dichas, o con las mujeres, hijas, hermanas de los apóstoles y discípulos, otras que no me son muy conocidas, como la mujer del primo de Simón, las madres de los borriqueros de Nazaret, la madre de Abel de Belén de Galilea, Ana de Judas (que vive cerca del lago Merón), María de Simón, madre de Judas de Keriot, Noemí de Efeso, Sara y Marcela de Betania (Sara es la mujer que Jesús curó en el monte de las bienaventuranzas y que envió a casa de Lázaro con el viejo Ismael. Ahora parece ser la criada de Magdalena), la madre de Yaia, la madre de Felipe de Arbela, Dorca, la joven madre de Cesarea de Filipo, y su suegra, la madre de Analía, María de Bozra, que fue curada de la lepra en Jerusalén con su marido y otras, y otras tantas cuyo nombre no recuerdo.

Jesús va hacia la amplia terraza rectangular que de una parte da al Sixto, y entra en la habitación que da a la escalera interior, como me parece, y que se asemeja a un cubo bajo en el ángulo septentrional de la terraza. Se ve toda Jerusalén y sus alrededores. Una vista admirable. Todas las discípulas, mejor dicho, todas las mujeres, dejan lo que estaban haciendo por unirse a El. Los criados continúan su trabajo.

 

FELIPE HABLA CON MARÍA QUE LE EXPLICA LA DECISIÓN 

QUE HA TOMADO SU HIJA PEQUEÑA Y OTRAS MÁS. 

FELIPE SIENTE UN GRAN DOLOR POR LA REVELACIÓN

 

María se acerca a su Hijo. A la luz dorada que se filtra del velamen que cubre gran parte de la terraza, que parece hacerse más delicada al contacto de las rosas y jazmines, parece mucho más joven, mucho más esbelta. Parece una hermana de las discípulas más jóvenes, un tantín mayor, pero hermosa, hermosa como la mejor de las rosas que  penden en el colgante jardín, en los grandes macetones, donde no sólo están ellas, sino también los jazmines, los lirios, y otras flores.

"¡Madre, mi mujer se expresó hace poco en ciertos términos!... ¿Qué ha pasado para que mi mujer diga que se ve mutilada y al mismo tiempo con una corona?" pregunta Felipe que se muere por saber la verdad.

Dulcemente María sonríe al mirarlo. Y Ella que es parcísima en confidencias, le toma de la mano y le responde: "¿Serías capaz de dar a mi Jesús la cosa que más amaras? Y lo deberías... porque te da el cielo y el camino para ir a él."

"Sin duda, Madre, si supiera... que lo que le diera lo haría feliz."

"Lo hará. Felipe, también tu segunda hija se consagra al Señor. Hace poco me lo dijo a mí y a tu mujer, ante muchas discípulas."

"! ¿Tú? ! ¡ ¿Tú? !" pregunta atontado Felipe y señala con el dedo a la jovencilla que se estrecha a la Virgen como buscando protección. El apóstol traga con dificultad este segundo golpe que lo priva de nietos. Se seca el sudor que de improviso le ha brotado ante tal noticia... pasa sus ojos sobre los presentes. Lucha... sufre.

La hija llora: "¡Padre... perdóname... dame tu bendición!" y le cae de rodillas.

 

"Se perdona a los hijos que pecan... 

Tú no lo haces al consagrarte al Maestro... 

y... tu pobre padre no puede más que decirte: 

"¡que seas bendita!"... 

¡Ah, hija mía!... 

¡Cuán suave y cuán duro es lo que Dios quiere!"

 

Inconscientemente Felipe le  acaricia los cabellos castaños, se limpia la garganta y dice. "Se perdona a los hijos que pecan... Tú no lo haces al consagrarte al Maestro... y... tu pobre padre no puede más que decirte: "¡que seas bendita!"... ¡Ah, hija mía!... ¡Cuán suave y cuán duro es lo que Dios quiere!" y se inclina, la levanta, la abraza, la besa en la frente, en su cabellera. Llora. Teniéndola todavía entre sus brazos se dirige a Jesús y le dice: "Mira. Yo le di el ser, pero Tú eres su Dios... Tu derecho vale más que el mío... Gracias... gracias, Señor, de la alegría que..." y se calla. Se echa a los pies de Jesús y se agacha para besárselos diciendo: "¡Nunca tendré nietecitos... nunca! ¡Era mi sueño!... ¡La sonrisa de mi vejez!... ¡Perdóname, Señor, que llore!... ¡Y en lágrimas desflore mi dolor!..."

"¡Levántate, amigo mío! ¡Alégrate de que cooperes a las primicias de los jardines angelicales. Ven. Vente conmigo y con mi Madre. Preguntémosle cómo sucedió todo, porque te lo aseguro que en esto no tengo culpa, ni mérito."

 

cómo serán las vírgenes futuras, 

qué cargos tendrán, 

qué gloria preveo para ellas. 

 

"Las vírgenes serán las que sostendrán 

a los apóstoles, 

las que lavarán el mundo sucio 

y lo vestirán con su pureza, 

perfumándolo con ella, 

serán ángeles que cantarán himnos para que 

no se oigan las blasfemias. 

 

Jesús será feliz. 

Concederá gracias y su misericordia 

por estas ovejitas esparcidas entre lobos..."

 

La Virgen dice: "También yo sé muy poco. Estábamos hablando nosotras las mujeres y como sucede con frecuencia me hacían preguntas acerca de mi rostro de doncella. Me preguntaban que cómo serán las vírgenes futuras, qué cargos tendrán, qué gloria preveo para ellas. Les respondía como sé. Preveía en el futuro para ellas una vida de oración, una vida que consolara a mi Jesús. Les decía: "Las vírgenes serán las que sostendrán a los apóstoles, las que lavarán el mundo sucio y lo vestirán con su pureza, perfumándolo con ella, serán ángeles que cantarán himnos para que no se oigan las blasfemias. Jesús será feliz. Concederá gracias y su misericordia por estas ovejitas esparcidas entre lobos..." y otras cosas más decía yo. Fue entonces cuando la hija de Yairo me dijo: "Dame un nombre, Madre, para mi futuro estado de virgen, porque no puedo permitir que un hombre goce del cuerpo a quien Jesús dio la vida. ¡A El pertenece este cuerpo mío para siempre mientras viva!" Y Analía dijo: "También yo me siento con ánimos de hacer lo mismo. Hoy me siento más alegre que nunca porque se ha acabado toda ligadura". Fue también entonces cuando tu hija, Felipe, exclamó: "También yo seré como vosotras. ¡Virgen para siempre!" Tu mujer, que aquí viene, trató de que considerara nuevamente las cosas, pero ella no cambió de parecer. A quien le preguntaba si era algo que desde hacía tiempo venía pensando, respondía: "¡No!", y a quien le preguntaba que cómo le había venido, contestaba: "No lo sé. Como una flecha de luz me travesó el corazón y comprendí con qué amor amo a Jesús"."

La mujer de Felipe pregunta a su marido: "¿Oíste?"

"Sí. Lo siento mucho... debería cantar porque es una honra para mí... Engendramos a dos ángeles, mujer. No llores. Hace poco lo dijiste: El te ha coronado.. La reina no llora cuando se le impone la corona..."

 

María de Simón es un mar de llanto 

en un rincón... 

 

Magdalena llora en otro.  

 

Anastásica llora tratando 

de ocultar sus lágrimas.

 

Pero las lágrimas corren por la cara de Felipe como por la de su mujer y por la de hombres que se han quedado a escuchar. María de Simón es un mar de llanto en un rincón... Magdalena llora en otro, retorciendo el lino de su vestido, del que sin querer arranca los adornos. Anastásica llora tratando de ocultar sus lágrimas.

"¿Por qué estáis llorando?" pregunta Jesús.

Nadie responde. Jesús llama a Anastásica y le pregunta. Contesta: "Porque por una alegría que duró una noche y que me causa vómito, no puedo ser una virgen consagrada a Ti"

 

Jesús entrega Anastásica a Elisa de Betsur

 

"Todos los estado son buenos, si en ellos se sirve al Señor. En mi iglesia futura habrá vírgenes y madres. Y todas, necesarias para el triunfo de Dios en el mundo y para el trabajo de sus hermanos sacerdotes. Elisa de Betsur acércate. Consuela a esta joven."

Y personalmente entrega Anastásica a Elisa. Las mira. Elisa acaricia a la joven que se estrecha a sus brazos. Momentos después le pregunta: "¿Elisa, conoces su pasado?"

"Sí, Señor. Y lo siento mucho. Es una paloma sin nido."

"Elisa ¿amas a esta hermana tuya?"

"¿Qué si la amo? Y mucho, no como a una hermana, sino como a una hija, que podría serlo. Y ahora que la tengo entre mis brazos me parezco que torno a ser la madre de tiempos idos. ¿A quién vas a confiar esta gacela?"

"A ti, Elisa."

"¿A mí?" Abre tamaños ojos, incrédula.

"A ti. ¿No la quieres?"

"¡Oh, Señor!..." Elisa de rodillas abraza a Jesús y no sabe qué decir, qué hacer para manifestar su alegría.

"Levántate y sé para ella una madre santa, como ella para ti una hija buena. Caminad las dos por los caminos del Señor. 

¿Por qué estas llorando, Magdalena, tú que hace poco estabas tan alegre? 

¿Dónde están las diez flores que me ibas a traer?"

 

La Magdalena dice:

 Lloro porque jamás podré tener la blancura 

de las vírgenes, 

y mi alma llorará siempre, 

jamás satisfecha... 

 

porque he pecado... 

 

DICE JESÚS: 

"Mi perdón y tus lágrimas te hacen más pura 

que a ellas. 

¡Ven aquí!

 No llores más. 

 

¡Deja que lloren los que tienen por qué 

avergonzarse! 

¡Ea!

 Ve a traerme tus flores.

 

"Están durmiendo, Maestro... Lloro porque jamás podré tener la blancura de las vírgenes, y mi alma llorará siempre, jamás satisfecha... porque he pecado..."

"Mi perdón y tus lágrimas te hacen más pura que a ellas. ¡Ven aquí! No llores más. ¡Deja que lloren los que tienen por qué avergonzarse! ¡Ea! Ve a traerme tus flores. Idos también vosotras, esposas y vírgenes. Id a decir a los huéspedes de Dios que suban. Hay que decirles que se vayan antes de que cierren las puertas, porque muchos de ellos viven en la campiña."

Todas se van. Jesús se queda en la terraza con María y Matías a quienes acaricia; Elisa y Anastásica que se tienen de la mano mirándose mutuamente con una sonrisa en que se dibuja la felicidad; María de Simón, sobre a quien compasiva se inclina la Virgen; y Juana que en la puerta de la habitación ve ya para dentro, ya para fuera. Los apóstoles y discípulos han bajado con las mujeres para ayudar a los criados a llevar a los lisiados, a los ciegos, a los cojos, a los tullidos, a los viejos a través de la larga rampa.

 

Jesús pregunta a María de Simón: 

"¿Por qué lloras?" 

 

"¡Señor, Señor, he dado a luz a un demonio! 

¡Ninguna mujer en Israel conoce 

un dolor semejante al mío!"

 

Jesús que estaba mirando a los dos niños, mira a la Virgen que está inclinada junto a la madre de Judas. Se yergue y va donde ellas. Pone su mano sobre la cabellera encrespada de María de Simón: "¿Por qué lloras?"

"¡Señor, Señor, he dado a luz a un demonio! ¡Ninguna mujer en Israel conoce un dolor semejante al mío!"

"María, otra madre, y por la misma razón, me dijo y me sigue diciendo las mismas palabras. ¡Pobres madres!"

"¿Señor mío, hay alguien que sea como mi Judas de perverso, de pérfido? No lo hay ¿verdad? El, que te tiene, se ha entregado a prácticas diabólicas. El, que respira tu aire, es un sensual y un ladrón, y tal vez llegue hasta convertirse en homicida. ¡El!... ¡El no piensa más que mentiras! Su vida no es más que fiebre. Permite que se muera. ¡Te lo pido! ¡Haz que se muera!"

"María, tu corazón te lo presenta peor de lo que es. El miedo te enloquece. ¡Cálmate y piensa! ¿Qué pruebas tienes de su conducta?"

 

La madre de Judas Iscariote dice: 

¡Ninguna Madre en Israel puede ser 

más infeliz que yo!" 

 

La Virgen en voz baja: 

"Yo... porque a mi dolor uno el de todas 

las madres infelices... 

porque mi dolor me lo causa no el odio de uno, 

sino el de todo un mundo."

 

"Contra Ti ninguna. Pero es una avalancha que baja. Lo sorprendí y no pudo ocultar las pruebas que... Mira... ¡No vayas a decir que es mera compasión! Me vigila. Sospecha. Es mi aflicción. ¡Ninguna Madre en Israel puede ser más infeliz que yo!"

La Virgen en voz baja: "Yo... porque a mi dolor uno el de todas las madres infelices... porque mi dolor me lo causa no el odio de uno, sino el de todo un mundo."

 

Judas enfadado las tiene con su madre

 

Jesús a quien llama Juana se va. Entre tanto Judas se acerca a su madre, a quien todavía consuela la Virgen y la apostrofa: "¿Ya desembuchaste tus delirios? ¡Me has acabado de calumniar! ¿Estás contenta?"

"Judas, ¿hablas así a tu madre?" pregunta severa la Virgen. Es la primera vez que la veo así.

"¡Sí, porque estoy cansado de sus persecuciones!"

"¡Hijo mío, no lo son! Es amor. Dices que estoy enferma, ¡pero no es cierto! Tú eres el que lo estás. Dices que te calumnio y que doy oídos a tus enemigos, pero tú mismo te haces mal. Sigues y tienes amistad con hombres nefastos que te arrastran al mal. Porque eres débil, hijo mío, y ellos lo saben muy bien... Escucha a tu madre. Escucha a Ananías que es viejo y prudente. ¡Judas! ¡Judas! Ten piedad de ti! ¡Ten piedad de mí! Judas, ¿a dónde vas?..."

Judas atraviesa rápidamente la terraza, se vuelve y grita: "Donde soy útil y donde me respeten." A toda prisa baja, mientras que su infeliz madre, asomándose por la valla, le grita: "¡No vayas! ¡No vayas! No quieren más que tu ruina! ¡Hijo mío!"

Judas está ya abajo. Los árboles lo esconden a los ojos de su madre. Por un momento se le ve antes de que entre en el vestíbulo.

"¡Ya se fue!... ¡La soberbia lo devora!" dice entre lágrimas su madre.

"Roguemos por él. Roguemos las dos juntas..." dice la Virgen acariciando la mano de la entristecida madre del futuro deicida.

 

Jesús dice a Juana que pueden venir las romanas

 

Entre tanto empiezan a subir los invitados... y Jesús sigue hablando con Juana.

"Está bien. Que vengan también. Mucho mejor si se han vestido a la hebrea para no llamar la atención. Las espero aquí. Ve a llamarlas" y apoyándose sobre el dintel mira a los invitados a quienes los apóstoles, los discípulos y discípulas cariñosamente acompañan a las mesas según un orden establecido. En el centro está la mesa para los niños, y por todas partes, paralelas, las de los demás.

Entre tanto que ciegos, cojos, lisiados, viejos, viudas, mendigos preparan sus historias de dolores pintadas en sus caras, traen en cunas adornadas a los pequeñuelos, que después de haber mamado, serenamente duermen. Magdalena que está ya serena dice: "¡Han llegado, Señor, las flores! ¡Bendícelas!"

Simultáneamente Juana sale de la escalera interior diciendo: "Maestro, aquí tienes a las discípulas paganas." Son siete mujeres, vestidas de oscuro y con velos semejantes a los de las hebreas. El manto les llega hasta los pies.

Dos son altas, majestuosas; las otras de media estatura. Cuando después de haber presentado sus respetos al Maestro se levantan el manto, fácilmente uno puede reconocer a Plautina, Lidia, Valeria, a la liberta Flavia, la que escribió las palabras de Jesús en el jardín de Lázaro, y con ellas tres más que no conozco. La que en sus ojos destella el saber mandar, dice a Jesús: "Y conmigo se postra Roma a tus pies". Hacen lo mismo una hermosa matrona cincuentona, y una jovencilla delgada, bella como una flor del campo.

 

Magdalena reconoce a las romanas, a pesar 

de sus vestidos hebreos y murmura: 

"¡Claudia!" 

Se queda con los ojos abiertos.

 

Magdalena reconoce a las romanas, a pesar de sus vestidos hebreos y murmura: "¡Claudia!" Se queda con los ojos abiertos.

"¡Por mi parte estoy cansada de oír de labios de otros sus palabras! ¡A la Verdad y a la Sabiduría hay que escucharlas en su propia fuente!"..

"¿Crees que nos reconocerán?" pregunta Valeria a Magdalena.

"Si no decís vuestros nombres, no lo creo. Por otra parte os pondré en lugar seguro."

"¡No María! Han venido a servir las mesas de los mendigos. Nadie podrá sospechar que las patricias sean criadas de los pobres, de los mínimos del mundo hebreo" responde Jesús.

"¡Has dicho bien, Maestro! Porque la soberbia es algo innato en nosotros."

"Y la humildad es la señal más clara de mi doctrina. Quien quiera seguirme debe amar la verdad, la pureza, la humildad, tener caridad para con todos y heroísmo para desafiar el parecer de los hombres y las presiones de los tiranos. Vamos."

"Un momento, Rabí. Esta joven es una esclava, hija de esclavos. La rescaté porque es hija de israelitas, y Plautina la tiene. Te la ofrezco, pensando que hago bien. Se llama Egla. Es tuya."

 

Jesús está en el centro de la terraza, 

junto a la mesa de los pequeños y

ora, 

ofreciendo por todos al Señor los alimentos, 

bendice 

y ordena que se empiece a comer.

 

"Magdalena, tómala. Luego pensaremos... ¡Gracias!"

Jesús sube a la terraza a bendecir a los niños. Mucha curiosidad despiertan las mujeres, pero vestidas y peinadas a la hebrea, con vestidos sencillos, ninguna sospecha. Jesús está en el centro de la terraza, junto a la mesa de los pequeños y ora, ofreciendo por todos al Señor los alimentos, bendice y ordena que se empiece a comer.

Apóstoles, discípulos, discípulas, damas, todos son los criados de los pobres y Jesús da el ejemplo, remangándose las largas mangas de su vestidura y sirviendo a los niños. Le ayudan Miriam de Yairo y Juan.

Aunque todos comen con verdadero apetito, no separan sus ojos de Jesús. La tarde va bajando. Quitan la manta. Los criados traen más lámparas.

Jesús camina entre las mesas. No deja a nadie sin prodigarle un consuelo. Varias veces roza a Claudia y a Plautina que humildemente parten el pan o traen vino a los ciegos, paralíticos, mancos. Envía su sonrisa a las jóvenes vírgenes que tienen a su cuidado las mujeres.; a las discípulas madres que muestran su compasión para con los infelices; a Magdalena que atiende la mesa de los ancianos, la más difícil, digamos, por las toses, los temblores, el masticar sin dientes, por bocas que destilan baba; ayuda a Mateo que pega en la espalda a un niño que parece sofocarse, agradece a Cusa, que llegado al principio de la comida, divide la carne y sirve como si siempre hubiera sido un criado.

La comida termina. Las caras, los ojos dicen que están contentos los estómagos.

Jesús se inclina sobre un anciano tembloroso. Le pregunta: "¿En qué piensas , padre? ¿A qué sonríes?"

"¡Pienso que en verdad no es un sueño! Hasta hace poco pensaba que estaba durmiendo, pero ahora sí me convenzo que es realidad. ¿Quién es el que te hace tan bueno y también a tus discípulos? ¡Viva Jesús!" grita al último.

Y todos los comensales gritan: "¡Viva Jesús!"

Jesús se dirige al centro, abre sus brazos, hace señal de que guarden silencio y empieza a hablar, sentándose y teniendo sobre sus rodillas a un pequeñín.

 

mi nombre significa 

el amor de Dios hecho carne, 

que descendió entre los hombres 

para que lo conozcan y 

para dar a conocer el amor 

que será el distintivo de la nueva era. 

 

Viva Jesús porque quiere decir 

¡"Salvador"! 

Salvo a todos, 

a ricos y pobres, a niños y ancianos, 

a israelitas y paganos, a todos, 

con la condición de que queráis ser salvados. 

Jesús es para todos.

 

"¡Viva, sí, viva, Jesús!, no porque lo soy, sino porque mi nombre significa el amor de Dios hecho carne, que descendió entre los hombres para que lo conozcan y para dar a conocer el amor que será el distintivo de la nueva era. Viva Jesús porque quiere decir ¡"Salvador"! Y en realidad que os salvo. Salvo a todos, a ricos y pobres, a niños y ancianos, a israelitas y paganos, a todos, con la condición de que queráis ser salvados. Jesús es para todos. No para este o aquel. Jesús es de todos. De todos los hombres y para todos los hombres. Para todos soy el amor misericordioso, la salvación segura. 

 

¿Qué cosa es necesaria para ser de Jesús, 

para conseguir la salvación? 

 

Pocas cosas, pero grandes. 

 

No grandes porque sean difíciles 

como las que hacen los reyes. 

 

Sino grandes porque exigen que el hombre 

se renueve para hacerlas, 

para llegar a ser de Jesús. 

 

exige el amor, la humildad, la fe, 

la resignación, la compasión.

 

¿Qué cosa es necesaria para ser de Jesús, para conseguir la salvación? Pocas cosas, pero grandes. No grandes porque sean difíciles como las que hacen los reyes. Sino grandes porque exigen que el hombre se renueve para hacerlas, para llegar a ser de Jesús. Por esto se exige el amor, la humildad, la fe, la resignación, la compasión. Ved, vosotros que sois discípulos ¿qué habéis hecho hoy de grande? Responderéis: "Nada. Servimos solo la comida". ¡No! Habéis servido amor. Habéis sido humildes. Habéis tratado como a hermanos, a desconocidos de diversas razas, sin preguntar quienes eran, sanos o buenos. Lo habéis hecho en nombre del Salvador. Tal vez esperabais que os dijese grandes cosas para instruiros. He hecho que realizarais grandes cosas. Empezamos el día con la oración, socorrimos a leprosos y mendigos, adoramos al Altísimo en su casa, dimos principio al ágape fraterno y cuidamos de los peregrinos y de los pobres, hemos servido porque servir por amor es asemejarse a Mí, que soy el Siervo de los siervos de Dios, Siervo hasta el aniquilamiento, que muerte por salvar..."

 

Voces, pisadas, interrumpen a Jesús. 

Un grupo descontento de israelitas 

sube corriendo las escaleras. 

Los perturbadores irrumpen en la terraza

 

vienen a buscar a jesús

 

Voces, pisadas, interrumpen a Jesús. Un grupo descontento de israelitas sube corriendo las escaleras. Las romanas, que pudieran ser reconocidas, como Plautina, Claudia, Valeria y Lidia se retiran a un lugar oscuro, bajándose el velo.

Los perturbadores irrumpen en la terraza y parece como si buscaran a alguien. Cusa, ofendido, les sale al paso y les pregunta: "¿Qué queréis?"

"Nada que te importe. Buscamos a Jesús de Nazaret, no a ti."

"Aquí estoy. ¿No me estáis viendo?" les pregunta, poniendo en tierra al pequeñín y poniéndose de pie con majestad.

"¿Qué estás haciendo aquí?"

"Lo estáis viendo. Hago lo que enseño, y enseño lo que he hecho: amar a los más pobres. ¿Qué se os dijo?"

"Se oyeron gritos sediciosos. Y como donde estás se fomenta la sedición, vinimos a ver."

"Donde estoy hay paz. El grito fue de: "¡Viva Jesús!". "

"Exactamente. Tanto en el templo como en el palacio de Herodes se pensó que se fraguaba alguna conspiración contra..."

"¿Quién la fraguaba? ¿Contra quién? ¿Quién es rey en Israel? Ni el templo, ni Herodes. Roma domina, y sería necio el que tratara ser rey donde domina."

"Tú andas diciendo que eres rey."

"Lo soy. Pero no de este reino, que no vale nada para mí. Es cosa sin valor aun el imperio. Soy rey del reino santo de los cielos, del reino del Amor y del Espíritu. Idos en paz. O quedaos si queréis y aprenderéis a ver como se acerca a mi reino. He ahí a mis súbditos: los pobres, los infelices, los oprimidos, y luego, los buenos, los humildes, los caritativos. Quedaos y unios a ellos."

"Tú siempre andas en banquetes de casas ricas, entre mujeres hermosas y ..."

 

Aparece Salomé 

Jesús se ha hecho a un lado tan violentamente 

para evitar el contacto,...

 

Ven conmigo, Señor. Te amo mucho y 

¡te deseo tanto! 

También yo soy israelita."

 

"¡Basta! En mi casa no se insinúa ninguna ofensa contra el Rabí. ¡Largaos de aquí!" grita Cusa.

Pero por la escalera interna que da a la terraza una figurilla delgada, una jovencilla sube. Cual mariposa corre donde Jesús, arroja el velo y el manto, le cae a los pies tratando de besárselos.

"¡Salomé!" gritan Cusa y otros.

Jesús se ha hecho a un lado tan violentamente para evitar el contacto, que se cae la silla y aprovecha para ponerla entre Sí y Salomé. Sus ojos brillan. Son fosforescentes. Terribles. Infunden miedo.

Salomé, ligera y desvergonzada, toda melindres responde: "¡Sí, soy yo! Los gritos llegaron hasta el palacio. Herodes manda una embajada a decirte que quiere verte. Yo me le adelanté. Ven conmigo, Señor. Te amo mucho y ¡te deseo tanto! También yo soy israelita."

"Vete a tu casa."

 

"La corte te espera para tributarte honores."

 

 "Mi corte es esta. 

No conozco otra, ni otros honores"

 y con su mano señala a los pobres que están 

sentados a las mesas.

 

"La corte te espera para tributarte honores."

"Mi corte es esta. No conozco otra, ni otros honores" y con su mano señala a los pobres que están sentados a las mesas.

"Te doy unos regalos para ellos. Aquí tienes mis collares."

"No los quiero."

"¿Por qué los rehúsas?"

"Porque son inmundos, y los das por un motivo igual. ¡Lárgate!"

Salomé un poco turbada se levanta. Mira de reojo a Jesús, que le señala con el brazo extendido la salida. Furtivamente mira a todos, y ve en las caras la burla, el asco, Los fariseos están petrificados. Son testigos de la escena. Las romanas se atreven a salir un poco más para ver mejor.

Salomé prueba una vez más: "Te acercas aun a leprosos..." dice sumisa y suplicante.

 

¡Lárgate! 

 

¡Ten cuidado, Señor!... Es poderosa... 

¡Podría causarte daño!" susurra Cusa"

 

¡No importa! Prefiero que me maten 

antes que hacer alianza con el vicio.

 

 Sudor de mujer lasciva y oro de prostitutas 

son veneno del infierno. 

 

Hacer alianza cobarde con los poderosos 

es pecado. 

 

Yo soy verdad, pureza y redención. 

No cambio.

 

 Ve a acompañarla..."

 

"Son enfermos. Tú eres una impúdica. ¡Lárgate!"

El último "lárgate" es tan terrible que Salomé recoge su velo y manto, se inclina, se arrastra has la escalera.

"¡Ten cuidado, Señor!... Es poderosa... ¡Podría causarte daño!" susurra Cusa en voz baja.

Pero Jesús con voz más fuerte, para que todos la oigan, sobre todo Salomé, contesta: "¡No importa! Prefiero que me maten antes que hacer alianza con el vicio. Sudor de mujer lasciva y oro de prostitutas son veneno del infierno. Hacer alianza cobarde con los poderosos es pecado. Yo soy verdad, pureza y redención. No cambio. Ve a acompañarla..."

 "Castigaré a los criados que la dejaron pasar."

"No castigarás a nadie. Ella sola lo sea. Y lo ha sido, Que sepa y también vosotros tenedlo en cuenta que sé lo que piensa, y me da asco. Regrese la sierpe a su cubil. El Ángel a sus jardines."

 

"Juana da a cada uno una limosna 

para que tenga por algunos días... 

 

¿Qué otra cosa puedo hacer, hijos del dolor? 

 

¿Qué queréis que os de? 

 

Leo vuestro corazones. 

¡A los enfermos que saben creer, 

la paz y la salud!"

 

Se sienta. Está sudoroso. Después de algunos instantes dice: "Juana da a cada uno una limosna para que tenga por algunos días... ¿Qué otra cosa puedo hacer, hijos del dolor? ¿Qué queréis que os de? Leo vuestro corazones. ¡A los enfermos que saben creer, la paz y la salud!"

Unos momentos de espera y luego un grito... Muchos se levantan curados. Los judíos que habían venido con malas intenciones, se van atolondrados, olvidados en medio del entusiasmo general de aclamaciones por el milagro y pureza de Jesús.

El, sonriente, besa a los niños. Luego despide a los pobres, pero dice a las viudas que esperen, de las que habla a Juana. Esta toma nota y las invita a que vengan el día siguiente. También ellas se van. Los últimos son los ancianos...

 

Jesús dice: 

"Así es y así serán las futuras reuniones. 

No hay necesidad de palabras. 

Que los hechos hablen a los corazones 

y a las inteligencias con su claridad. 

 

La paz sea con todos vosotros."

 

Se quedan los apóstoles, los discípulos de ambos sexos y las romanas. Jesús dice: "Así es y así serán las futuras reuniones. No hay necesidad de palabras. Que los hechos hablen a los corazones y a las inteligencias con su claridad. La paz sea con todos vosotros."

Al principio de la escalera se encuentra con Judas: "Maestro, no vayas a Getsemaní. Te andan buscando allá tus enemigos. Madre ¿qué dices ahora? ¡Tú que me acusas! Si no hubiera ido, no hubiera sabido de las asechanzas que ponen al Maestro. ¡Vamos a otra casa!"

A la nuestra. En casa de Lázaro no entra quien no sea amigo de Dios" propone Magdalena.

"Sí. Los que estuvieron ayer en Getsemaní, vengan con las hermanas al palacio de Lázaro. Mañana tomaremos providencias."

VII. 390-404

A. M. D. G.