DURANTE EL DÍA DE LA PARASCEVE

 

TERCERA PARTE: POR LAS CALLES 

 

DE JERUSALÉN

 

 


 

#Las calles están repletas de gente de todas las razas   

#"¡Santiago! ¿Con estos sentimientos vienes a mi lado y te preparas a comer el cordero? En verdad te digo que eres más incoherente que él.   

#¿pero pensáis que obrando de este modo amarán? ¡Desprecios, malas palabras, insultos nunca han conducido a nadie a donde se le quiere llevar, o a que cambie de opinión! La dulzura, la paciencia, la caridad constantes pese a cualquier repulsa lo obtienen.   

#Maestro ¿no ves cuantos fingen no conocerte?. ¿Cambiará acaso una yota de lo que está escrito de Mí? No. Sólo cambia para ellos lo que podía haber sido escrito. Porque en los libros eternos podía haberse encontrado lo siguiente: "Los buenos discípulos", mientras que se escribirá: "Esos que no fueron buenos, esos para quienes la llegada del Mesías fue nula". Palabras terribles ¿comprendéis?   

#Judas reprocha a Pedro de no haber demostrado mucho valor   

#Jesús distribuye la gente en grupos   

#Se encuentran con Samuel, el prometido de Analía" Habla con Jesús diciéndole que le odia y le dice la causa   

#No jures nunca del futuro de un hombre. Es lo más incierto que pueda haber. Ninguna cosa puede servir de garantía al juramento.   

#Iscariote obliga a Samuel a pedir perdón   

#Una mujer se acerca a Jesús y le pide la curación de su marido leproso. El Señor le cura   

#Dios te absolverá de tus culpas según correspondas a esta gracia. ¡Adiós!   

#"¿Por qué dijiste aquellas palabras a Santiago? No sueles decirlas..." "Porque será uno de mis enemigos. Y esta culpa hará que sea mayor la otra."

 


 

Salen del templo a las calles que revientan de gente, de gente que corre para los últimos preparativos, de gente que afanosamente busca una sala, un vestíbulo, algo donde pueda comer el cordero.

 

LAS CALLES ESTÁN REPLETAS DE GENTE 

DE TODAS LAS RAZAS

 

Es fácil encontrarse con alguien, como también no reconocerse en el continuo movimiento que se observa. Hay gente israelita de todas las edades, de todas las regiones donde viven, donde se ha mezclado la sangre de Israel o por mimetismo se parece a las otras razas. De este modo se ven hebreos que parecen egipcios, se ven otros de labios gruesos, nariz aplastada, de ángulo facial que parecen haberse mezclado con los nubios. Hay otros que por su cara tallada, delgada, por su cuerpo ágil muestran ser de colonias griegas o mezclados con griegos. Pasan hombre robustos, altos, de cara más bien cuadrada, y que sin duda deben  convivir con latinos. No faltan tipos que llamaríamos en nuestro días persianos. Algo parecen tener de mongólico en sus ojos, en medio de una cara blanquísima o de hindúes por el aceituno. Es un calidoscopio de caras y vestidos. Los ojos se cansan en tal forma que parece como no distinguieran ya. Pero lo que uno no nota, otro sí. Se comprende de este modo que lo que escapa al Maestro, que se absorbe en Sí mismo cuando lo dejan en paz, lo notan los que le acompañan, y que no dejan de hacer sus comentarios.

Uno de estos, y un poco hiriente, es el que hacen acerca de un ex-discípulo que al pasar finge no verlos. Jesús lo ha oído y pregunta: "¿A quien dijisteis esas palabras?"

"¡A aquel sinvergüenza!" y lo señala Santiago de Zebedeo. "Ha fingido no habernos visto. Y no es el único en hacerlo. Pero cuando quiso que lo curaras, ¡entonces sí que se dejaba ver! ¡Que le venga otra vez la pústula maligna!"

 

"¡Santiago! ¿Con estos sentimientos vienes 

a mi lado y te preparas a comer el cordero? 

 

En verdad te digo que eres más incoherente que él.

 

"¡Santiago! ¿Con estos sentimientos vienes a mi lado y te preparas a comer el cordero? En verdad te digo que eres más incoherente que él. Es se separó abiertamente cuando comprendió que no podía hacer lo que Yo digo. Tú estás conmigo y no lo haces. ¿No eres acaso un pecador mayor que él?"

Santiago se pone coloradísimo, y se pone detrás de sus compañeros.

"¡Es que le duele a uno que te traten así, Maestro!" dice Juan para ayudar a su hermano. "Nuestro amor se rebela al ver que no te aman."

 

¿pero pensáis que obrando 

de este modo amarán? 

 

¡Desprecios, malas palabras, insultos nunca 

han conducido a nadie a donde se le quiere llevar,

 o a que cambie de opinión! 

 

La dulzura, la paciencia, la caridad constantes 

pese a cualquier repulsa lo obtienen.

 

"Bueno, ¿pero pensáis que obrando de este modo amarán? ¡Desprecios, malas palabras, insultos nunca han conducido a nadie a donde se le quiere llevar, o a que cambie de opinión! La dulzura, la paciencia, la caridad constantes pese a cualquier repulsa lo obtienen. Comprendo y compadezco vuestro corazón que sufre al ver que no me aman. Pero quisiera veros más sobrenaturales en vuestras acciones, en los medios con que queréis que me amen. Santiago, ven aquí. Te dije esas palabras no para molestarte. Comprendámonos y amémonos al menos nosotros los amigos... Tantos son los que no comprenden, los que afligen al Hijo del hombre."

Santiago ya sereno, vuelve al lado de Jesús.

Durante un poco de tiempo caminan sin decir palabra alguna. Luego Tomás rompe el silencio con una exclamación: "¡Pero si es en verdad una vergüenza!"

"¿Cuál?" pregunta Jesús.

 

Maestro ¿no ves cuántos fingen no conocerte?"

¿Cambiará acaso una yota de lo que está escrito 

de Mí? 

 

Porque en los libros eternos 

podía haberse encontrado lo siguiente: 

"Los buenos discípulos", 

 

mientras que se escribirá:

"Esos que no fueron buenos, 

esos para quienes la llegada del Mesías 

fue nula". 

 

Palabras terribles ¿comprendéis?

 

"¡La cobardía de tantos! Maestro ¿no ves cuántos fingen no conocerte?"

"¡Y que tiene que ver eso! ¿Cambiará acaso una yota de lo que está escrito de Mí? No. Sólo cambia para ellos lo que podía haber sido escrito. Porque en los libros eternos podía haberse encontrado lo siguiente: "Los buenos discípulos", mientras que se escribirá: "Esos que no fueron buenos, esos para quienes la llegada del Mesías fue nula". Palabras terribles ¿comprendéis? Peor de aquellas después que Adán y Eva pecaron. Porque puedo anular ese pecado, pero no podré anular el de renegar del Verbo-Salvador... Doblemos por esta parte. Yo me quedaré con mis hermanos, con Simón Pedro y Santiago en el barrio de Ofel. También se quede Judas de Simón, pero Simón Zelote con Juan y Tomás vayan al Getsemaní a traer las alforjas..."

"Y así Jonás se tragará sin tropiezo su cordero" dice Pedro que todavía está irritado contra él. Los demás se echan a reír...

 

Judas reprocha a Pedro de no haber demostrado 

mucho valor

 

"¡Bueno, bueno! No te extrañes de que tenga miedo. Mañana podrías sentirlo también tú."

"¿Yo, Maestro? Es más fácil que el mar de Galilea se cambie en vino que tenga miedo" dice con aplomo Pedro.

"Y sin embargo... ¡anoche! ¡Oh, Simón, no mostraste mucho valor en las escaleras del palacio de Cusa" le reprocha Judas de Keriot, sin mucha ironía... lo bastante para pincharle un poco.

"Es que... tenía miedo por el Señor, y ¡por eso parecía que estuviera yo miedoso! No por otro motivo."

"¡Bien, bien! augurémonos que nunca vaya a suceder. El miedo hace a las personas ridículas, tenlo en cuenta" le amonesta Judas de Keriot, dándole un manazo en la espalda con algo de picardía... En otra ocasión todo hubiera llevado a un altercado, pero  Pedro desde anoche, admira a Judas y le soporta todo.

 

Jesús distribuye la gente en grupos

 

Jesús dice: "Felipe, Natanael, Andrés y Mateo id al palacio de Lázaro a decirle que dentro de poco estaremos allí."

Se separan, y se adelantan. Los discípulos a excepción de Esteban e Isaac se van con los apóstoles que van al palacio. En el barrio de Ofel otra separación. Los que tienen que ir a Getsemaní se van ligeros con Isaac. Esteban se queda con Jesús, los hijos de Alfeo, Pedro, Santiago e Iscariote, y para no detenerse en el cruce, caminan despacio en la misma dirección que tomaron los que van a Getsemaní. Siguen el exacto sendero que el jueves santo recorrerá Jesús en medio de sus verdugos. Ahora que es el mediodía está vacío. Una plazuela, una fuente a la que da sombra una higuera, cuyas hojas tiernas hacen señal al agua quieta.

 

Se encuentran con Samuel, 

el prometido de Analía" 

 

Habla con Jesús diciéndole 

que le odia y le dice la cAUsa

 

"Ved ahí a Samuel, el prometido de Analía" dice Santiago de Alfeo que lo ha de conocer bastante bien. El joven va entrando en casa con el cordero... Trae también otros alimentos.

"Provee a la cena pascual aun para su pariente" observa Judas de Alfeo. "¡Cómo! ¿Vive aquí ahora? ¿No se había ido?" pregunta Pedro.

"Sí. Ahora vive aquí. Se cuenta que se va a casar con la hija de Cleofás el zapatero. Tiene mucho dinero..."

"¡Ah! ¿Y entonces por qué anda diciendo que Analía lo abandonó?" pregunta Iscariote. "Esto es una mentira!"

"El hombre se sirve fácilmente de ella. No sabe que al obrar así, se pone en el sendero del mal. Basta el primer paso, un paso, para no poderse librar más... Es un laberinto... una trampa. Una trampa en bajada..." responde Jesús a Judas.

"¡Lástima! ¡El año pasado parecía tan bueno!" comenta Santiago de Zebedeo.

"Sí. Yo hasta pensé que imitaría a su prometida en entregarse todo a Ti, que harían una pareja de esposos angelicales y siervos tuyos. ¡Lo habría jurado yo!... interrumpe Pedro.

 

No jures nunca del futuro de un hombre. 

Es lo más incierto que pueda haber. 

 

Ninguna cosa puede servir de garantía 

al juramento.

 

"¡Simón mío! No jures nunca del futuro de un hombre. Es lo más incierto que pueda haber. Ninguna cosa puede servir de garantía al juramento. Hay delincuentes que se hacen santos, y hay justos, o aparentemente justos, que se convierten en delincuentes" le responde Jesús.

Entre tanto Samuel que entró en la casa, sale para ir a traer agua... Ve a Jesús. Lo mira con desprecio y le lanza ciertamente un insulto que se lo dice en hebreo, pero no lo comprendo.

 

Iscariote obliga a Samuel a pedir perdón

 

Iscariote se arroja sobre él, lo toma de un brazo, lo sacude como se sacude a un árbol del que se quiere hacer caer la fruta: "¿Así hablas al Maestro, pecador? ¡Vamos, de rodillas! Y pronto. Pídele perdón, ¡lengua puerca de cerdo! ¡Vamos, o te hago pedazos!" El hermoso Judas es terrible cuando la ira lo acomete. Ha cambiado de cara. En vano Jesús trata de calmarlo. Hasta que no ve que se arrodilla en el lodo no aligera la presión.

"Perdón" dice entre dientes, sintiendo las tenazas de los dedos de Judas que lo atormentan. Dice mal la palabra, porque está forzado.

Jesús responde: "No te guardo ningún rencor. Tú sí, pese a lo que acabas de decir. La palabra es inútil, si el corazón no la acompaña. Dentro de tu corazón me sigues insultando Y pecas doblemente. Porque me acusas y porque me odias por un motivo que en el fondo de tu conciencia te dice que no es verdad. Porque tú, tú sólo, eres el que faltaste a tu palabra, no Analía, ni Yo. Pero te perdono todo. Vete y procura ser recto para que Dios te ame. ¡Déjalo, Judas!"

"Me voy, ¡pero te odio! Me has quitado a Analía y por eso te odio..."

"Pero te consuelas con Rebeca, la hija del zapatero. Te consuelas con ella cuando Analía era todavía tu prometida y enferma pensaba sólo en ti..."

"Era ya viudo... pensaba en serlo ya... me buscaba una mujer... Ahora he regresado a Rebeca porque... porque... Analía no me ama" dice Samuel a modo de excusa al ver descubiertas sus tonterías.

Judas Iscariote añade: "... y porque Rebeca es muy rica. Fea como una sandalia tirada... y vieja como una suela perdida en una vereda... pero rica, ¡oh, rica!..." y sarcásticamente se echa a reír, mientras el otro huye..

"¿Cómo lo sabes?" le pregunta Pedro.

"¡Oh!... ¡Es fácil saber dónde hay vírgenes, y donde dinero!"

"Bien, ¿tomamos ese camino, Maestro? Esta plaza es como un horno de pan. Allá hay sombra y aire" dice con tono suplicante Pedro que está sudando.

Caminan despacio, esperando a que regresen los demás. La callejuela está desierta.

 

Una mujer se acerca a Jesús y le pide 

la curación de su marido leproso. 

El Señor le cura

 

Sale una mujer de una puerta y viene a postrarse a los pies de Jesús entre lágrimas.

"¿Qué te pasa?"

"¡Maestro! ... ¿Te has ya purificado?"

"Sí. ¿Por qué me lo preguntas?"

"Porque quería decirte... Pero no puedes acercarte a él. Es todo una llaga... El médico dice que está infectado. después de la pascua llamaré al sacerdote... e... irá el Hinnón. No me vayas a tomar por culpable. no lo sabía... Trabajó en Jopo por muchos meses y ha regresado diciendo que se había herido. Le puse bálsamos y lo he lavado con armos... ero de nada sirve. Pregunté a un yerbero. Me dio polvos para la sangre... He separado a los hijos... he separado la cama... porque había empezado a comprender. Se ha puesto peor. Llamé al médico. Me dijo: "Mujer, sabes tu deber y yo el mío. Es una llaga causada por la lujuria. Apártalo de ti. Yo lo quitaré del pueblo. El sacerdote lo arrancará de Israel. Debía haberlo pensado cuando ofendía a Dios y a sí mismo. Que expíe ahora". Lo rogué que no hablara sino hasta después de los Ácimos. Pero si tuvieses compasión de él, y de mí que lo amo todavía, y de nuestros cinco hijos inocentes..."

"¿Qué quieres que haga por ti? ¿No piensas que quien pecó es justo que expíe?"

"¡Sí, Señor! ¡Pero Tú eres la Misericordia en persona!" Toda la fe de que es capaz una mujer resuena en su voz, en su mirada, en el modo cómo se ha arrodillado, y extendido sus brazos hacia El.

"¿Y qué siente él?"

"Abatimiento... ¿Qué otra cosa quieres que sienta, Señor?"

"¡Bastaría un movimiento sobrenatural de arrepentimiento, de rectitud para obtener compasión!..."

"¿Rectitud?"

"Sí, Que dijera: "He pecado. Merezco esto y aquello por su causa. Y a los que he ofendido les pido compasión"."

"Yo lo compadezco. Compadécelo Tú. No puedo decirle que entres. Ves que ni siquiera te toco... Si quieres voy donde está, y que te hable desde la terraza."

"Bien."

La mujer mete la cabeza por la puerta y con fuerte voz grita: "¡Santiago, Santiago, sal de la cama! Asómate. No tengas miedo."

Después de algunos momentos se asoma a la valla de la terraza. Tiene una cara amarillenta, hinchada, la garganta vendada, lo mismo que una mano... una piltrafa que se deshace... Mira con ojos llenos de líquido, que suelen tener los que contraen ciertas enfermedades. Pregunta: "¿Para qué me quieres?"

"¡Santiago, aquí está el Salvador!... No añade más, parece como si quisiera hipnotizar al enfermo, infundirle su pensar.

El hombre, bien que lo presienta, bien que tenga un movimiento espontáneo, extiende sus brazos y dice: "¡Oh, líbrame! ¡Creo en Ti! ¡Es horrible el tener que morir de este modo!"

"Es horrible faltar al propio deber. ¿En esto no pensabas? ¿Ni en los hijos?"

"¡Piedad, Señor!... Por ellos... Por mí. ¡Perdón! ¡Perdón!" Se echa a llorando sobre la valla con las manos vendadas. Se le ve el brazo descubierto con pústulas, hinchado, asqueroso... Se tiene la impresión de ver un montón de carne próxima a la descomposición. Algo repugnante.

La mujer, que se ha echado de rodillas, sigue llorando. jesús parece como si esperara una palabra.

Finalmente entre sollozos se escucha: "Lloro contito en mi corazón Prométeme al menos que ellos no padecerán de hambre.. y luego, resignado me iré a expiar. ¡Mas Tú salva mi alma, Salvador bendito! ¡Por lo menos! ¡Esto por lo menos!"

 

Dios te absolverá de tus culpas según 

correspondas a esta gracia.

 ¡Adiós!

 

"Sí. Te curo por los inocentes, para que puedas ser un buen hombre. ¿Comprendes? Recuerda que el Salvador te curó. Dios te absolverá de tus culpas según correspondas a esta gracia. ¡Adiós! ¡Mujer, la paz sea contigo!" Y se va casi de prisa a encontrar a los que regresan de Getsemaní. Ni siquiera los gritos del hombre que siente, que se ve curado lo detienen, como tampoco los de la mujer...

"Tomemos por estas callejuelas, para no pasar de nuevo por allá" dice Jesús después que se han reunido todos.

Siguen por sendero tan miserable, tan estrecho que apenas pueden caminar dos juntos, y si encuentran un borrico, tienen que recargarse lo más que pueden contra la pared. Hay sombra que proyectan los techos que casi se tocan. hay silencio y mal olor. Caminan en fila como otros tantos fraile. Llegan a una plazuela donde hay muchos niños.

 

"¿Por qué dijiste aquellas palabras a Santiago?

 No sueles decirlas..." 

 

"Porque será uno de mis enemigos. 

Y esta culpa hará que sea mayor la otra."

 

"¿Por qué dijiste aquellas palabras a Santiago? No sueles decirlas..." curioso pregunta Pedro.

"Porque será uno de mis enemigos. Y esta culpa hará que sea mayor la otra."

"¿Y lo curaste?" pregunta todos estupefactos.

"Sí. Por los pequeños inocentes."

"¡Umh! volverá a enfermarse..."

"No. En el cuerpo, después del susto que tuvo y lo que sufrió, se cuidará."

"Pero  pecará contra Ti. Yo lo haría morir."

"Eres un pecador, Simón de Jonás..."

"Y Tú demasiado bueno, Jesús de Nazaret" le replica el apóstol. Entran por una calle principal y no los veo mas.

VII. 424-430

A. M. D. G.