DURANTE EL DÍA DE LA PARASCEVE.
CUARTA PARTE:
CENA PASCUAL CON LÁZARO
#Lázaro, muy enfermo dialoga con Jesús
#Jesús consuela a Lázaro que se queda dormido a su lado
#No hay cosa mejor de hacer que la que aconseja el Maestro.
#Un pariente de Samuel viene en busca de Jesús
#"Espérame un momento. Voy contigo" "Judas de Keriot, ven conmigo."
#"¡¿Un muerto?! ¡Maestro nos contaminamos!" No está muerto. ... Ahora lo voy a sanar."
#Jesús llora... Cura al herido
#Jesús le pide que perdone y el herido le perdona
#Jesús abre sus brazos, lo atrae hacia su pecho diciéndole: "Perdona por el amor que me tienes."
Lázaro, muy enfermo, dialoga con Jesús
Cuando Jesús entra en el palacio ve a un gran número de criados venidos de Betania, que hacen todos los preparativos. Lázaro, reclinado sobre un lecho, sin fuerzas, y sufriendo mucho, saluda con una pálida sonrisa a su Maestro que prontamente va a él y cariñosamente le pregunta: "Has sufrido mucho con los golpeteos del carruaje ¿no es verdad, amigo mío?"
"Mucho, Maestro" le responde con los ojos bañados en lágrimas.
"Por mi culpa. ¡Perdóname!"
Lázaro toma una de las manos de Jesús, y se la lleva a la cara, se la pasa por las mejillas descanadas, la besa y murmura:
"¡Oh, no por tu culpa, Señor! Estoy muy contento que comas conmigo la pascua... ¡Mi última pascua!"
"Si Dios quiere. Pero si no hay otra cosa comerás otras muchas más. Y tu corazón estará siempre conmigo."
"¡Me siento morir! Me consuelas... pero todo se ha acabado. Me desagrada..." Llora.
"Lo ves, Señor. No hace más que llorar" dice Marte, llena de compasión. "Dile que no llore. ¡Se acaba más pronto!"
¿no es verdad, amigo mío?
Tu alma recta es agradable a la voluntad de Dios."
"Su ser humano conserva todavía sus derechos. Es algo penoso el sufrir, Marta. El tiene necesidad de este desahogo. Pero su corazón está resignado ¿no es verdad, amigo mío? Tu alma recta es agradable a la voluntad de Dios."
"Así es... pero lloro porque Tú, así como te ves de perseguido, no podrás asistirme cuando me muera... Tengo miedo, no quiero morir... Si estuvieras, no lo sentiría. Me refugiaría en tus brazos... me dormiría as... ¿Cómo lo haré? ¿Cómo podré morir sin experimentar algo que se opusiere a esta gran voluntad?"
El Señor te ayudará tan paternalmente
que no tendrás miedo.
El miedo es para los pecadores...
"Y si puedes venir a mi agonía ¿vendrás?
¡Prométemelo!"
Te lo prometo.
"¡Vamos, hombre, no pienses en estas cosas! ¿Ves? Haces llorar a tus hermanas... El Señor te ayudará tan paternalmente que no tendrás miedo. El miedo es para los pecadores..."
"Y si puedes venir a mi agonía ¿vendrás? ¡Prométemelo!"
"Te lo prometo. Esto y algo más."
"Mientras preparan todo, cuéntame lo que hiciste esta mañana..."
Jesús consuela a Lázaro que se queda dormido
a su lado
Jesús se sienta al borde de la cama. Toma una de las manos flaquísimas de Lázaro, y cuenta pormenorizadamente, lo acaecido, hasta que Lázaro se duerme, y ni siquiera así Jesús lo deja. No se mueve para no perturbar este sueño reparador, y hace señas de que se haga el menor ruido posible, tanto que Marta, que ha traído un refresco a Jesús, se retira de puntillas, baja la pesada cortina y cierra la puerta. De este modo el ruido que hay en el resto de la casa se amortigua. Lázaro está durmiendo. Jesús ora y medita. Pasan las horas hasta que Magdalena viene trayendo una lamparita. Cierra las ventanas.
"¿Todavía está durmiendo?"
"Todavía, y muy bien. Le hará mucho provecho."
"Hacía meses que no dormía así... Creo que el temor a la muerte le preocupaba demasiado. Cerca de Ti no tiene más miedo... No siente nada. ¡Dichoso él!"
"¿Por qué, Magdalena?"
"Porque podrá tenerte cerca cuando muera. Pero yo..."
"¿Por qué tú no?"
Magdalena: Haz que me muera antes, Maestro."
"No.
Deberás servirme un poco más."
Todos los predilectos serán afortunados
¿Los puros, no es verdad?
"Los que sepan amar con todas sus fuerzas.
Por ejemplo ¡tú, Magdalena!"
"¡Oh, Maestro mío!" y de rodillas cae
"Porque Tú quieres morir... y pronto. Y ¡quien sabe cuándo yo moriré! Haz que me muera antes, Maestro."
"No. Deberás servirme un poco más."
"¡Entonces tengo razón en decir que Lázaro es un afortunado!"
"Todos los predilectos serán afortunados como lo es, y más que él..."
"¿Quiénes son? ¿Los puros, no es verdad?"
"Los que sepan amar con todas sus fuerzas. Por ejemplo ¡tú, Magdalena!"
"¡Oh, Maestro mío!" y de rodillas cae, sobre el multicolor petate que cubre el pavimento de la habitación, y se queda así adorándolo.
Marta que la busca, mete la cabeza. "¡Ven, oye! Tenemos que preparar la sala roja para la cena del Señor."
"No, Marta. Esa será para los más humildes, para los campesinos de Yocana ¿o qué te parece?"
"¿Por qué, Maestro?"
Porque los pobres son otros tantos Jesús
y Yo vivo en ellos.
Honrad siempre al pobre a quien nadie ama,
si queréis ser perfectas.
que la que aconseja el Maestro
"Porque los pobres son otros tantos Jesús y Yo vivo en ellos. Honrad siempre al pobre a quien nadie ama, si queréis ser perfectas. Preparadme la cena en el atrio. Y con las puertas abiertas todos podrán verme, lo mismo que Yo a ellos."
Marta, no muy contenta, replica: "¿Tú, en el vestíbulo? ¿No es digno de Ti!..."
"Vete. Haz lo que te ordeno. No hay cosa mejor de hacer que la que aconseja el Maestro."
Salen Marta y Magdalena sin hacer ruido. Jesús se queda a velar el sueño de su amigo que duerme.
SE DISTRIBUYEN EN SALAS DIFERENTES
Pero la reina de la fiesta es María, la Virgen por
excelencia.
Lo que más llama la atención es
ver a Jesús en el atrio cubierto de mármol.
La cena se desarrolla según el rito...
Jesús muere de gusto
La cena ha empezado. Tal vez, según el mundo, la distribución no sea la más adecuada, pero con ojos mejores se ve que se ha tratado de honrar y de mostrar el amor a los que el mundo tan fácilmente hace a un lado.
En la espléndida y regia sala roja, que sostienen columnas de pórfido rojo, entre las que está la mesa larga, se han sentado los campesinos de Yocana con Marziam, Isaac y otros discípulos, hasta completar el número requerido. En la sala donde se tuvo la cena ayer anoche, hay discípulos de los más humildes. En la sala blanca, ¡un sueño de candor!, están las discípulas vírgenes y con ellas, que son cuatro, las hermanas de Lázaro, Anastásica, otras doncellas. Pero la reina de la fiesta es María, la Virgen por excelencia. En la siguiente sala, que tal vez es una biblioteca, porque se le ve tapizada de cofres oscuros que tal contienen rollos o los contenían, están las viudas, las esposas. Están al frente Elisa de Betsur y María de Alfeo.
Lo que más llama la atención es ver a Jesús en el atrio cubierto de mármol. No cabe duda que el gusto de las dos hermanas convirtió el vestíbulo cuadrado en un verdadero salón luminoso, lleno de flores, espléndido más que cualquier otra sala. Jesús con los doce está sentado junto a Lázaro y con él Maximino.
La cena se desarrolla según el rito... Jesús muere de gusto porque está en el centro de todos sus discípulos fieles.
Una vez que han bebido el último cáliz, cantado el último salmo, todos los que estaban en las otras salas vienen al vestíbulo. No hay lugar por causa de las mesas que estorban mucho.
"Vamos a la sala roja, Maestro. Empujamos las mesas contra las paredes y todos cabremos" sugiere Lázaro Hasta los más humildes, hablan con franqueza, manifiestan sus esperanzas,
"Vamos a la sala roja, Maestro. Empujamos las mesas contra las paredes y todos cabremos" sugiere Lázaro, haciendo señas a los criados.
Jesús está sentado en el centro, en medio de dos preciosas columnas, bajo una hermosa lámpara, sobre un pedestal formado de dos lechos que se emplean para al cena. Parece un rey sentado sobre su trono en medio de su corte. Su vestido de lino, que se había puesto antes de la cena, resplandece como si estuviera tejido de hilos preciosos, y parece todavía más blanco en contraste con el rojo negruzco de las paredes y con el brillante de las columnas. Su rostro tiene esa figura verdaderamente divina y regia. Hasta los más humildes, a quienes ha querido tener más de cerca, al sentir que se les ama como a hermanos, hablan con franqueza, manifiestan sus esperanzas, sus preocupaciones con sencillez, con fe.
El abuelo de Marziam se siente feliz.
Marziam acaricia su cabeza.
Jesús le pregunta si se siente feliz.
"Mucho Señor...No tengo más que un deseo "
¿Cuál?"
Que quisiera morirme en medio
de esta tranquilidad.
Entre todos los que se sienten más felices está el abuelo de Marziam. No se separa de él ni por un momento. Se extasía al verlo, al oírlo... De vez en vez, al estar sentado junto a él que está de pie, reclina su encanecida cabeza sobre su pecho. Marziam se la acaricia.
Jesús ve esto y pregunta al anciano: "Padre ¿te sientes feliz?"
"¡Mucho, Señor! No me parece que sea verdad. No tengo más que un deseo..."
"¿Cuál?"
"Que quisiera morirme en medio de esta tranquilidad. Lo más pronto posible, porque he alcanzado lo que deseaba. Nadie en la tierra habría podido conseguirlo. Irme... no sufrir más... Irme... ¡Qué bien lo dijiste en el templo! "Quien ofrece sacrificios con cosas quitadas a los pobres es como quien degüella un hijo ante los ojos de su padre". Tan sólo el temor que Yocana tiene por ti, lo detiene de no ser como Doras. Se le está borrando el recuerdo de lo que le pasó al otro. Sus campos florecen, y él los fecunda con nuestro sudor. ¿No es acaso esto lo que pertenece al pobre, su mismo ser que se exprime en fatigas superiores a sus fuerzas? No nos pega. Nos da lo necesario para que podamos trabajar. ¿Pero acaso no disfruta de este modo de nuestras fatigas? ¡Decidlo, compañeros míos de infortunio!..."
Los campesinos antiguos y los recientes responden que sí.
"¡Umh! Creo que... Si, que tus palabras hacen que sea más vampiro que nunca... ¡y con estos! ¿Por qué las dijiste, Maestro?" pregunta Pedro.
"Porque las merecía. ¿No es verdad, vosotros que trabajáis en los campos?"
"¡Sí! En los primeros meses... Todo anduvo bien. Pero ahora... es peor que antes" afirma Miqueas.
"Si al pozo no le brota o viene más agua, por sí mismo se seca" dice Juan el sacerdote.
"Y el lobo se cansa pronto de hacerla de cordero" añade Hermas.
Las mujeres compadecidas, hablan entre sí en voz baja.
Jesús con los ojos llenos de piedad,
mira a los pobres campesinos.
Se aflige porque no puede ayudarlos.
Jesús con los ojos llenos de piedad, mira a los pobres campesinos. Se aflige porque no puede ayudarlos.
Lázaro dice: "Le ofrecí sumas crecidísimas con tal de comprar esos campos y darles sosiego. Pero no lo logré. Doras me odia, cual su padre."
"Y bien... así moriremos. Es nuestra suerte. ¡Pero luego llegará el descanso en el seno de Abraham!" exclama Saúl, otro campesino de Yocana.
"¡En el seno de Dios, hijo, en el seno de Dios! Se habrá realizado la redención. Los cielos estarán abiertos y en ellos entraréis..."
Un pariente de Samuel viene en busca de Jesús
Se oyen golpes fuertes en el portón. La alarma brota entre los presentes.
"¿Quién es?·"
"¿Quién anda en la noche de pascua?"
"¿Soldados?"
"¿Fariseos?"
"¿Soldados de Herodes?"
Mientras aumenta la excitación aparece Leví, el custodio de palacio: "Perdona, Rabí" dice, "hay allí un hombre que quiere verte. Está en la puerta. Parece que está muy afligido. Es viejo. Me da la impresión de que sea uno de provincia. Te quiere ver y pronto."
"¡Vamos, que esta noche no es noche para hacer milagros! Que regrese mañana..." grita Pedro.
"¡No! Cualquier noche es noche para hacer milagros, para mostrar misericordia" le replica Jesús que se ha puesto de pie y que baja de su lugar.
"¿Vas solo? voy también yo" dice Pedro.
"No. Tú quédate donde estás."
Sale acompañado de Leví.
Cerca del portón, en el atrio semioscuro, porque las lámparas que había se las llevaron, se ve a un hombre de edad, presa de agitación. Jesús se le acerca.
El pariente de Samuel le cuenta la historia a Jesús.
Samuel con un hacha dejó casi muerto
al familiar de Analía
Espera, Maestro. Tal vez he tocado a un muerto y no quiero contaminarte. Soy el pariente de Samuel, el prometido de Analía. Estábamos cenando. Samuel bebía y bebía... como no debe hacerse. Hace tiempo que me parece un poco fuera de sí. ¡El remordimiento, Señor! Medio ebrio decía: "De este modo no me acuerdo de haberle dicho que lo odio. ¡Porque, sabedlo vosotros, yo he maldecido al Rabí!" Me parecía un Caín, porque repetía: "Mi iniquidad es demasiado grande. ¡No merezco perdón! ¡Tengo que beber! Beber para no recordar. Porque está dicho que quien maldice a su Dios, será reo de su pecado y de su muerte". De este modo deliraba cuando entró en la casa un pariente de la madre de Analía para preguntarle la razón de por qué la repudió. Semiebrio, Samuel contestó con malas palabras. El otro lo amenazó con llevarlo ante el magistrado por el daño que causa a al honra de la familia. Samuel le dio unas bofetadas. Fue él quien empezó. Vinieron a las manos... Yo ya estoy viejo, lo mismo que mi hermana, mi criado y mi criada. ¿Qué podíamos hacer nosotros cuatro y qué las dos hermanas pequeñas de Samuel? ¡Podíamos gritar! ¡Trata de separarlos! No más... Samuel tomó el hacha con que habíamos partido la leña para el cordero, y le pegó con ella en la cabeza... No se la abrió, porque le pegó con la parte posterior, no con el filo. El otro vaciló y cayó al suelo... No gritamos más... para no atraer a la gente... Nos encerramos fuertemente en casa... Aterrorizados... Esperamos que el otro volviese en sí, echándole agua en la cabeza. Pero no emite más que borbollones. No cabe duda de que se muere. Por momentos así parece. Yo me vine corriendo a llamarte. Mañana... tal vez antes, sus familiares lo buscarán , y vendrán a nuestra casa, porque saben que fe a ella. ¡Lo encontrarán muerto!... Y Samuel, según la ley, debe morir... Señor, estamos ya deshonrados. ¡Pero que esto no sobrevenga! ¡Ten piedad de mi hermana, Señor! El te maldijo... Pero su madre te ama... ¿Qué debemos hacer?"
"Espérame un momento. Voy contigo"
"Judas de Keriot, ven conmigo."
"Espérame un momento. Voy contigo" y Jesús regresa a la sala, y desde la puerta dice: "Judas de Keriot, ven conmigo."
"¿A donde, Señor?" pregunta Judas obedeciendo al punto.
"Lo sabrás. Todos vosotros quedaos en paz. Pronto regresaremos."
Salen de la sala, del vestíbulo, de la casa. Las calles solitarias y oscuras. Pronto llegan.
"¿La casa de Samuel? ¿Por qué?..."
"Silencio, Judas. Te traje conmigo porque tengo confianza en tu buen juicio."
El anciano se ha hecho reconocer. Entran. Suben a la habitación de la cena, a donde llevaron al herido.
¡Maestro nos contaminamos!"
No está muerto. ...
Ahora lo voy a sanar."
"¡¿Un muerto?! ¡Maestro nos contaminamos!"
"No está muerto. Ves que está respirando y oyes que agoniza. Ahora lo voy a sanar."
"¡Si le han pegado en la cabeza! Aquí se ha cometido un crimen! ¿Quién fue?... ¡Y en el día de pascua!" Judas está espantadísimo.
"¡El fue!" dice Jesús señalando a Samuel que se ha arrinconado en un ángulo, lleno de espanto, temblando de terror, con la extremidad de su manto sobre la cabeza para no ver y para que no lo vean. Fuera de su madre, todos lo miran con terror, pues sobre él pesa la sentencia férrea de muerte de la ley de Israel. "¿Ves a que conduzca un primer pecado? A esto, Judas. Comenzó por ser perjuro con Analía, luego con Dios. Luego calumnió, mintió, blasfemó, se embriagó, y ahora es un homicida. De este modo se convierte el hombre en posesión de Satanás. Tenlo presente, Judas. No lo olvides..." Los gestos de Jesús son terribles al señalar con la mano a Samuel.
Luego mira a su madre que trata de levantarse a duras penas, sacudida por un temblor, como si estuviera próxima a la muerte, y con una tristeza desgarradora dice: "De este modo, Judas, mueren las madres, si otra arma que la del crimen del hijo. ¡Pobres madres!... Me causan compasión. Tengo piedad por ellas. Yo, el hijo que no verá a alguien que se compadezca de su Madre..."
Cura al herido
Jesús llora... Judas lo mira estupefacto, sin saber qué decir.
Jesús se inclina sobre el herido, le pone su mano sobre la cabeza. Ora. El herido abre los ojos. Parece como si estuviera ebrio. Mira sorprendido... Vuelve completamente en sí. Se sienta apoyando los puños contra el suelo. Mira a Jesús. Pregunta: "¿Quién eres?"
"Jesús de Nazaret."
"¡El Santo! ¿Porque estás junto a mí? ¿Dónde estoy? ¿Dónde están mi hermana y su hija? ¿qué pasó?" Trata de recordar.
"Oye, tú me llamas santo. ¿Crees que lo sea?"
"Sí, Señor. Eres el Mesías del Señor."
"¿Mi palabra es sagrada para ti?"
"Sí."
y el herido le perdona
"Entonces..." Jesús se pone de pie. Su gesto es imperioso: "Entonces Yo, como Maestro y Mesías, te ordeno que perdones. Viniste aquí y se te ofendió."
"¡Ah, Samuel! ¡Sí!... ¡El hacha! Lo denun..." dice incorporándose
"¡No! Perdona en nombre de Dios. Por esto te he curado. Quieres mucho a la madre de Analía porque sufre mucho. La de Samuel sufriría mucho más. Perdona."
El hombre vacila un poco. Mira con rencor al que lo hirió. Mira a su madre angustiada. Mira a Jesús... No sabe qué decidir.
Jesús abre sus brazos, lo atrae hacia su pecho
diciéndole:
"Perdona por el amor que me tienes."
Jesús abre sus brazos, lo atrae hacia su pecho diciéndole: "Perdona por el amor que me tienes."
El hombre se echa a llorar...¡Estar entre los brazos del Mesías, sentir su aliento sobre los cabellos, y un beso donde antes había sido herido!... Llora, llora...
Jesús pregunta: "Es verdad ¿o no? ¿Perdonas por el amor que me tienes? ¡Oh, bienaventurados los misericordiosos! Llora, llora sobre mi pecho. ¡Salva con tus lágrimas cualquier rencor! Que se haga nuevo, puro, tu corazón. Así. Bueno, compasivo como debe serlo un hijo de Dios..."
Lo que pasó, pasó.
Nadie sabrá cosa alguna de mi boca.
Quédate con tu hijo
y que ojalá pueda hacerte feliz.
Hasta pronto.
Me voy a mi casa
El hombre levanta su cara y entre lágrimas dice: "¡Sí! ¡El amarte es algo dulce! ¡Tiene razón Analía! Ahora la comprendo... ¡Mujer, no llores más! Lo que pasó, pasó. Nadie sabrá cosa alguna de mi boca. Quédate con tu hijo y que ojalá pueda hacerte feliz. Hasta pronto. Me voy a mi casa" y trata de irse.
Jesús se despide
Jesús le dice: "Me voy contigo. ¡Adiós, madre! ¡Adiós, Abraham! ¡Adiós, muchachas!" Ni una palabra a Samuel que a su vez no encuentra palabra alguna.
Su madre le quita el manto de la cabeza, y presa de emoción por lo pasado, le grita: "¡Da las gracias a tu Salvador, corazón de piedra! ¡Dale las gracias, hombre desvergonzado!..."
"Déjalo, mujer. Sus palabras no tendrían ningún sabor. El vino lo ha entorpecido, y su corazón está cerrado. Ruega por él... ¡Adiós!"
Desciende. Se junta en la calle con Judas y el otro hombre, despide al viejo Abraham que quiere besarle las manos, y bajo los primeros rayos de la luna regresa a casa.
"¿Vives lejos?" pregunta.
"A los pies del monte Moria."
"Entonces tenemos que separarnos."
"¡Señor, me has conservado la vida
y así puedo vivir con mis hijos y con mi esposa!
¿Qué cosa debo hacer por Ti?"
"Ser bueno. Perdona y no digas nada.
Nunca, ni por cualquier razón.
¿Me lo prometes?"
"¡Señor, me has conservado la vida y así puedo vivir con mis hijos y con mi esposa! ¿Qué cosa debo hacer por Ti?"
"Ser bueno. Perdona y no digas nada. Nunca, ni por cualquier razón. ¿Me lo prometes?"
"¡Lo juro por el sagrado templo! Aunque me duele que no podré decir que me has salvado la vida."
"Sé un hombre justo y te salvaré el alma. Esto sí que lo podrás decir. ¡Adiós! ¡La paz sea contigo!"
El hombre se arrodilla, saluda. Se separan.
"¡Qué cosas! ¡Qué cosas!" exclama Judas, ahora que están solos.
"¡Sí! ¡Horribles! ¡Judas, tampoco tú dirás palabra alguna!"
¿Pero por qué quisiste que viniera contigo?
Quise que meditaras sobre lo que puede conducir
la mentira,
la ambición del dinero,
la embriaguez,
las prácticas inertes de una religión que no se vive,
que no se siente espiritualmente.
y todavía con el sabor del Cordero en su lengua,
y no de un cordero físico,
sino del Cordero divino,
irán a cometer crímenes.
¿Por qué?
¿Cómo es posible?
¿No te lo preguntas?
Yo mismo te lo estoy diciendo:
porque se habrán preparado para aquella hora
con muchas acciones cometidas
por distracciones al principio;
por terquedad luego.
Tenlo siempre presente, Judas."
"No, Señor. ¿Pero por qué quisiste que viniera contigo?"
"¿No estás contento de la confianza que tengo en ti?"
"¡Oh, sí, cómo no lo he de estar! Pero..."
"Quise que meditaras sobre lo que puede conducir la mentira, la ambición del dinero, la embriaguez, las prácticas inertes de una religión que no se vive, que no se siente espiritualmente. ¿Para Samuel qué significaba el simbólico banquete? ¡Nada! Una ocasión para embriagarse. Un sacrilegio, y en medio de él se convirtió en homicida. En el porvenir muchos serán como él, y todavía con el sabor del Cordero en su lengua, y no de un cordero físico, sino del Cordero divino, irán a cometer crímenes. ¿Por qué? ¿Cómo es posible? ¿No te lo preguntas? Yo mismo te lo estoy diciendo: porque se habrán preparado para aquella hora con muchas acciones cometidas por distracciones al principio; por terquedad luego. Tenlo siempre presente, Judas."
"Así lo haré, Maestro. ¿Qué vamos a decir a los demás?"
"Que había un hombre muy grave. Es la verdad.
Atraviesan rápidos por una calle y los pierdo de vista.
VII. 430-438
A. M. D. G.