JESÚS HABLA EN BETANIA
#La gente acude a Betania para oír a Jesús
#Jesús se despide de su Madre y de los que regresan a Galilea
#La gente de todas clases: sacerdotes, sinedristas, discípulos, romanas, se reúnen para oír a Jesús
#Son unos milagros de los que se puede dudar.
#Si te traemos a un enfermo, mejor dicho, a dos ¿los curarías?" "Sí son dignos, sí."
#"¿Estás contento de que nos hayan ofendido?" Jesús no dice nada.
La gente acude a Betania para oír a Jesús
Jesús está en Betania, en la Betania fértil en este hermoso mes de Nisán, sereno, puro, limpio. La gente que lo buscó en Jerusalén y que no quiere partir sin oírlo, para poder llevar en el corazón sus palabras, lo alcanza aquí. Es tanta que ordena la junten para poderla enseñar. Los doce y los setenta y dos, que han vuelto a ser este número, o más, con los nuevos discípulos que se les han agregado en estos últimos días, se esparcen por todas partes para cumplir la orden.
y de los que regresan a Galilea
Entre tanto Jesús, en el jardín de Lázaro, se despide de las mujeres, y en particular de su Madre... Todas regresan a Galilea acompañadas de Simón de Alfeo, Yairo, Alfeo de Sara, Marziam, el esposo de Susana y de Zebedeo. Hay saludos y lágrimas. Muchas no quisieran regresar, pero obedecen por el amor que le tienen, porque es un amor sobrenatural.
La que menos habla es María, su Madre. Pero con su mirada dice más que todas las demás. Jesús interpreta la mirada, le da seguridad, la consuela, la llena de caricias, si es que alguna madre pueda llenarse, y sobre todo esa Madre, que es todo amor, todo ansiedad por su Hijo perseguido. Las mujeres se van, pero se voltean para dar un postrer saludo al Maestro, a los hijos, a las discípulas judías afortunadas que se quedan todavía con el Maestro.
"Les ha dolido la separación.." observa Simón Zelote.
"Pero está bien que se hayan ido, Simón."
"¿Prevés días tristes?"
"Por lo menos agitados. Las mujeres no pueden soportar las fatigas como nosotros. Además ya que el número de judías y de galileas es casi igual, conviene que se separen. Por turno estarán conmigo, y por turno se alegrarán de poder servirme. Lo que será un consuelo."
Entre tanto la gente sigue aumentando. El huerto que hay entre la casa de Lázaro y la de Zelote está lleno de gente. Hay de todas las castas y condiciones. No faltan ni fariseos de Judea, ni sinedristas, ni mujeres veladas.
De la casa salen en grupo, junto a una litera en que viene Lázaro, los sinedristas que fueron a visitarlo en Jerusalén, y otros más. Lázaro al pasar envía una sonrisa de felicidad a Jesús, que El le devuelve, mientras se va con el pequeño cortejo donde la gente lo está esperando.
sacerdotes, sinedristas, discípulos, romanas, etc.
se reúnen para oír a Jesús
Los apóstoles se le unen y Judas Iscariote, que no cabe de alegría, echa acá y allá miradas, y comunica a Jesús en voz baja qué personas haya.
"¡Oh, mira, hay también sacerdotes!... ¡Mira, mira! También Simón el sinedrista. Y Elquías. ¡Mira qué mentiroso! Hace pocos meses echaba pestes contra Lázaro y ahora lo trata como si fuera un dios. Allí está Doro el Anciano y Trisone. ¿Ves que está saludando a José? Y el escriba Samuel con Saúl... y el hijo de Gamaliel. Allí hay un grupo de herodianos... Y aquel grupo de mujeres veladas sin duda que son las romanas. Están apartadas, pero mira cómo te siguen con los ojos para poderse mover y oírte. Las reconozco pese a sus mantos ¿Ves? Dos son altas, una más que otra, las demás de mediana estatura, pero proporcionada. ¿Quieres que las vaya a saludar?"
"No. No han venido para que se les conozca. Quieren pasar como anónimas porque desean oír la palabra del Rabí. Por tales debemos tomarlas."
"Como quieras, Maestro. Lo hacía.. para recordarle a Claudia la promesa..."
"No hay necesidad. y aunque la hubiera, no debemos convertirnos en limosneros. ¿O no lo crees? Una fe heroica se forma en medio de las dificultades."
"Era por Ti, Maestro."
Tú crees sólo en lo que te dices a ti mismo,
pero ninguna cosa
podrá cambiar el pensamiento de Dios,
que es el que Yo sea Redentor
y Rey de un reino espiritual."
"Y por tu idea perpetua de un triunfo humano. Judas, no te formes ilusiones, ni respecto a mi modo futuro de obrar, ni respecto a las promesas que oíste. Tú crees sólo en lo que te dices a ti mismo, pero ninguna cosa podrá cambiar el pensamiento de Dios, que es el que Yo sea Redentor y Rey de un reino espiritual."
Judas no replica.
Jesús está en su lugar, en medio de sus apóstoles. Casi a sus pies está Lázaro en su litera. Un poco distante las discípulas judías, esto es, las dos hermanas, Elisa, Anastásica, Juana con los niños, Analía, Sara, Marcela y Nique.
Las romanas o las que Judas señaló por tales, están más atrás, casi en el fondo, mezcladas entre los campesinos. Sinedristas, fariseos, escribas, sacerdotes están inevitablemente en primera fila. Jesús les pide que dejen pasar tres camillas, donde vienen unos enfermos, a quienes hace unas preguntas, pero no los cura inmediatamente.
Jesús toma como argumento de su discurso
el gran número de pajarillos que anidan
entre los árboles del jardín de Lázaro
y entre los del huerto donde están reunidos
Para tomar un argumento de su discurso, llama la atención de los presentes en el gran número de pajarillos que anidan entre los árboles del jardín de Lázaro y entre los del huerto donde están reunidos.
"Mirad. Hay pajarillos nacidos acá y pajarillos de otras partes, de toda clase y tamaño. Y cuando llegará el crepúsculo, saldrán las aves nocturnas, que también son numerosas, aun cuando no podemos verlas. ¿Por qué hay tantos pajarillos aquí? Porque tienen de qué vivir. Aquí hay sol, quietud, bastante alimento, nidos seguros, agua fresca. Se juntan viniendo de oriente y poniente, de norte y sur si son aves migratorias, o bien se quedan aquí si no lo son. ¿Y qué? ¿No acaso vemos que los pajarillos superan en sabiduría al hombre? Cuántos de estos pajarillos, son hijos de los que ya han muerto, pero que el año pasado, u otros años hicieron aquí sus nidos. Ellos lo dijeron a sus polluelos, antes de morir. Les señalaron el lugar, y los polluelos, una vez crecidos, vinieron obedientes.
El Padre que está en los cielos,
el Padre de todos los mortales
¿no acaso ha comunicado a sus santos
sus verdades,
dado las indicaciones posibles
para el bienestar de sus hijos?
El Padre que está en los cielos, el Padre de todos los mortales ¿no acaso ha comunicado a sus santos sus verdades, dado las indicaciones posibles para el bienestar de sus hijos? Todas las dio. Las que conciernen al cuerpo, como las que se refieren al espíritu. ¿Y nosotros qué vemos? Vemos que mientras lo que se enseñó como pertinente al cuerpo -desde las túnicas de pieles que hizo para los primeros padres, que se veían desnudos, porque el pecado les había rasgado su inocencia, hasta lo que el hombre, usando su inteligencia, se ha hecho -se recuerda, se transmite, se enseña; lo referente al espíritu o no se le conserva, o no se le enseña, o bien no se le pone en práctica."
Muchos de los del templo cuchichean. Jesús les impone silencio con un gesto.
como el hombre no puede imaginar,
ha mandado a su Siervo
para recordar sus enseñanzas,
para reunir a los pajarillos...
de todas parte del mundo,
como dijeron los profetas,
veremos afluir espíritus y más espíritus
a la doctrina venida de Dios,
Al Salvador fundador del reino de Dios.
"El Padre, tan bueno como el hombre no puede imaginar, ha mandado a su Siervo para recordar sus enseñanzas, para reunir a los pajarillos donde encuentren la salud, a hacerles que conozcan lo que es útil y santo, a fundar el reino donde todo pajarillo angelical, todo espíritu encontrará gracia y paz, sabiduría y salud. En verdad, en verdad os digo que como pajarillos nacidos en este lugar en primavera dirán a los de otros lugares: "Venid con nosotros, que tenemos un lugar bueno donde también gozaréis de la paz y de la abundancia del Señor" y así verá el nuevo año nuevos pajarillos que vendrán volando. De igual modo, de todas parte del mundo, como dijeron los profetas, veremos afluir espíritus y más espíritus a la doctrina venida de Dios, Al Salvador fundador del reino de Dios.
se han mezclado en este lugar
los nocturnos,
aves de rapiña, perturbadores,
capaces de infundir terror y de matar
a los pajarillos buenos.
Mas a los pajarillos diurnos se han mezclado en este lugar los nocturnos, aves de rapiña, perturbadores, capaces de infundir terror y de matar a los pajarillos buenos. Hay aves que hace años, desde hace generaciones son así, y nadie puede sacarlas de sus nidos, porque hacen sus obras en las tinieblas y en lugar a donde no puede llegar el hombre. Estas aves de ojo cruel, de vuelo silencioso, de voraz apetito, trabajan en las tinieblas, e inmundos siembran inmundicia y dolor. ¿Con quién podríamos compararlas? con los que en Israel no quieren aceptar la Luz venida a iluminar las tinieblas, la Palabra que ha venido a enseñar, la Justicia que ha venido a santificar. Para ellos es inútil que haya venido. Aun más es causa de pecado, porque me persiguen y persiguen a los que me siguen. ¿Entonces, qué podré decir? Lo que ya otras veces: "Muchos vendrán del oriente y occidente y se sentarán con Abraham, y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos de este reino serán arrojados a las tinieblas exteriores". "
"¿Los hijos de Dios a las tinieblas?
¡Blasfemas!"
grita uno de los sinedristas enemigos.
"¡No los hijos de Dios!" replica Jesús
Los hijos de este reino.
Del reino donde la carne, la sangre, la avaricia,
el fraude, la lujuria,
el crimen son los que mandan.
Pero esto no es mi reino.
Mi reino es de la Luz.
"¿Los hijos de Dios a las tinieblas? ¡Blasfemas!" grita uno de los sinedristas enemigos. Es el primer chisguete de veneno de estas serpientes que por un tiempo habían callado, pero que no pueden seguir conteniendo el veneno que les corroe.
"¡No los hijos de Dios!" replica Jesús
"¡Lo acabas de decir! 'Los hijos de este reino serán arrojados a las tinieblas exteriores'."
"Y lo repito. Los hijos de este reino. Del reino donde la carne, la sangre, la avaricia, el fraude, la lujuria, el crimen son los que mandan. Pero esto no es mi reino. Mi reino es de la Luz. El vuestro es de las tinieblas. Al de la Luz vendrán de oriente y occidente, de norte y sur los corazones rectos, aun aquellos que todavía siendo paganos, idólatras, a quienes Israel desprecia. y vivirán en una santa comunión con Dios, al haber aceptado su luz, en espera de ascender a la verdadera Jerusalén, donde no hay lágrimas, ni dolor, y sobre todo donde no existe la mentira, la que ahora gobierna al mundo de las tinieblas y da de comer a sus hijos de modo que en ellos no pueda caber ni una migaja de luz divina. Oh, que vengan los nuevos hijos al lugar que pertenece a los hijos renegados! ¡Que vengan! ¡Y de cualquier parte que vinieran Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos."
"¡Has hablado para insultarnos!" gritan los judíos enemigos.
"Para decir la verdad."
"Tu poder está en la lengua con la lengua con la que, nueva serpiente, seduces a las multitudes y las descarrías."
"Mi potencia está en el poder que me viene
de ser Una sola cosa con mi Padre."
Jesús hace varios milagros:
a un hombre con la columna vertebral quebrada;
a una mujer que tenía paralizadas las piernas;
a un muchacho que nació tonto,
sordo, ciego, mudo.
"Mi potencia está en el poder que me viene de ser Una sola cosa con mi Padre."
"¡Blasfemo!" aúllan los sacerdotes.
"¡Salvador! Tú que estás aquí, a mis pies, ¿cuál es tu mal?"
"Desde niño tengo la columna vertebral quebrada. Hace treinta años que estoy así."
"¡Levántate y camina! Y tú, mujer, ¿de que estás enferma?"
"Tengo paralizadas las piernas desde que di a luz a ese muchacho que está con mi marido" y lo señala. Tendrá unos dieciséis años."
"También tú levántate y alaba al Señor. ¿Y ese muchacho, por qué no camina por sí solo?"
"Porque nació tonto, sordo, ciego, mudo. Un animal que respira" responden los que están junto a él.
"En el nombre de Dios, alíviate de tus males. ¡Lo quiero!" Al final de este tercer milagro se vuelve a sus enemigos y los interpela: "¿Y ahora qué decís?"
Son unos milagros de los que se puede dudar.
mejor dicho,
a dos
¿los curarías?"
"Sí son dignos, sí."
"Son unos milagros de los que se puede dudar. ¿Por qué no curas a tu amigo y protector, si todo lo puedes?"
"¡Porque Dios no lo quiere!"
"¡Ah, ah, ahora metes a Dios! ¡Una excusa fácil! Si te traemos a un enfermo, mejor dicho, a dos ¿los curarías?"
"Sí son dignos, sí."
"¡Espera un momento!" y se van ligeros, haciéndose señas.
"¡Maestro, ten cuidado! ¡Te quieren poner una trampa!" aconsejan varios.
Jesús hace un gesto como diciendo: "¡Dejadlos que hagan lo que quieran!" y se inclina a acariciar a algunos niños que poco a poco se han acercado a El, dejando a sus padres. Algunas madres los imitan, le presentan los que apenas si pueden caminar o los que maman.
No impidáis a los niños que se acerquen a Mí,
ni a sus padres que me los traigan.
Es de estos el reino.
Serán inocentes del sumo Delito
y crecerán en mi fe.
Dejad pues que los consagre para que la acepten.
Son sus ángeles los que me los traen."
"¡Bendice a nuestros hijos, porque también amen la Luz!"
Jesús impone sus manos y los bendice. Esto es causa de confusión entra la gente. Todos los que tienen niños quieren que se les bendiga.
Los apóstoles, parte porque están nerviosos de la acostumbrada conducta de los escribas y fariseos, parte porque compadecen a Lázaro, que está a punto de verse molestado gritan, empujan a este o a aquel, sobre todo a los niños que por sí solos se han acercado. Pero Jesús dulce y amorosamente ordena: "¡No, no, no hagáis así! No impidáis a los niños que se acerquen a Mí, ni a sus padres que me los traigan. Es de estos el reino. Serán inocentes del sumo Delito y crecerán en mi fe. Dejad pues que los consagre para que la acepten. Son sus ángeles los que me los traen."
Jesús se encuentra ahora en medio de un grupo infantil que extático lo contempla con sus caritas levantadas, con sus ojos inocentes, con sus boquitas sonrientes...
Las mujeres veladas han aprovechado la confusión para acercarse a las espaldas de Jesús, como si la curiosidad las empujase.
Regresan los fariseos, escribas, etc.,
con dos que parecen estar muy enfermos.
"¡Mentirosos! ¡Este no está enfermo! Os lo digo.
¡Descubridlo! O realmente será cadáver
El otro enfermo dice:
"¿Y yo, Señor? A mí me pusieron aquí a la fuerza
desde esta mañana...
Regresan los fariseos, escribas, etc., con dos que parecen estar muy enfermos. Sobre todo uno que gime en su camilla, bajo su manto. El otro aparentemente menos grave, pero es solo un esqueleto que difícilmente respira.
Jesús pone sus ojos sobre ellos, luego sobre los judíos. Sus ojos atraviesan a sus enemigos. Detrás de la valla de inocentes que no le llegan ni siquiera a la cintura, parece un gigante. Abre sus brazos y grita: "¡Mentirosos! ¡Este no está enfermo! Os lo digo. ¡Descubridlo! O realmente será cadáver dentro de unos instantes por el engaño que queréis hacer a Dios."
El fingido enfermo echa un salto, gritando: "¡No, no, no me castigues! ¡Vosotros, malditos, recoged vuestros dineros!" y los arroja a los pies de los fariseos, huyendo lo mejor que le ayudan sus piernas...
La gente ríe, chifla, aplaude...
El otro enfermo dice: "¿Y yo, Señor? A mí me pusieron aquí a la fuerza desde esta mañana... No sabía yo que estuviera en manos de tus enemigos..."
"¡Tú, hijo mío, sé sano y sé bendito!" le impone sus manos sobre las cabezas de los niños.
El hombre se descubre el cuerpo y busca en él algo que no sé... Luego se pone de pie. Se deja ver desnudo desde las piernas abajo. Grita, grita con todas sus fuerzas: "¡Mi pie, mi pie! ¿Quién eres que devuelves lo perdido?" y cae a los pies de Jesús, luego se levanta, echa un brinco sobre el lecho donde estaba y grita. "La enfermedad roía mis huesos. El médico me había quitado los dedos, quemado mi carne, hecho tallos hasta la rodilla. ¡Mirad, mirad las cicatrices! Moría ya... ¡Y ahora!... ¡ahora estoy curado! ¡Mi pie, mi pie está bien!... ¡No siento nada de dolor! ¡Me siento sano!... ¡Madre! ¡Madre mía! Voy a darte la alegre noticia."
Jesús mira a sus enemigos, y les grita:
"¿Y ahora? ¿Qué os debería hacer?
Vosotros, que lo habéis visto todo
¿qué pensáis?"
La multitud grita: "¡Que se les lapide por haber
ofendido a Dios!
Trata de irse, pero la gratitud lo detiene. Regresa donde está Jesús, besa, besa sus pies, hasta que Jesús acariciándole los cabellos, le ordena: "Puedes irte donde tu madre y sé bueno." Luego mira a sus enemigos, y les grita: "¿Y ahora? ¿Qué os debería hacer? Vosotros, que lo habéis visto todo ¿qué pensáis?"
La multitud grita: "¡Que se les lapide por haber ofendido a Dios! ¡A la muerte! ¡Basta de andar poniendo trampas al Santo! ¡Sois unos malditos!" y se inclinan a tomar terrones, piedras, o se alzan para cortar ramas.
Jesús dice: "Esto es lo que piensan. Esta su respuesta. La mía es diversa. Os ordeno que os vayáis. No quiero ensuciarme con castigaros. El Altísimo pensará en ellos. Es mi defensa contra los impíos."
Nosotros te ordenamos que te largues de aquí.
Te prohibimos enseñar.
Te echamos fuera.
la mujer velada levantándose el velo, grita:
"¿Quién es el que olvida no ser esclavo de Roma?"
y rápidamente se lo baja.
Es Claudia.
Los culpables, en lugar de quedarse callados, pese al temor que tienen de la gente, no paran mientes para insultarlo. "¡Nosotros somos judíos y poderosos! Nosotros te ordenamos que te largues de aquí. Te prohibimos enseñar. Te echamos fuera. ¡Lárgate! Estamos cansados de Ti. Tenemos el poder en las manos y lo empleamos. Y seguiremos haciendo lo mismo, te seguiremos persiguiendo ¡maldito! ¡usurpador!..."
Y continuarían a gritar insultos, si la mujer velada, la más alta, de pronto no se interpusiera entre Jesús y sus enemigos, y levantándose el velo, grita: "¿Quién es el que olvida no ser esclavo de Roma?" y rápidamente se lo baja. Es Claudia. Vuelve a su lugar.
Los fariseos se calman de golpe. Sólo uno, en nombre de todos, con un servilismo que mata, dice: "¡Domina, perdón! Pero El perturba el viejo espíritu de Israel. Tú que eres poderosa, deberías impedirlo, deberías decirle al justo y noble Procónsul que lo impida, ¡a él a quien deseamos salud y muchos años de vida!".
"Eso no nos importa. ¡Basta con que no perturbe el orden de Roma, y no lo hace!" responde orgullosamente la patricia. Luego dice algo a sus compañeras y se aleja, yendo a un grupo de árboles que hay en el fondo del sendero, detrás del cual desaparece, para volver a dejarse ver en su carro cubierto, que lleva las cortinas cerradas.
"¿Estás contento de que nos hayan ofendido?"
Jesús no dice nada.
"¿Estás contento de que nos hayan ofendido?" se preguntan volviendo al ataque.
La gente grita. José, Nicodemo, los demás que se han mostrado amigos y con ellos el hijo de Gamaliel, creen que deben intervenir. La disputa se desarrolla entre enemigos y amigos de Jesús.
Jesús no dice nada. Está cruzado de brazos. Escucha, mientras creo que despida una fuerza tal que impide a las multitudes abalanzarse contra los enemigos.
"Debemos defendernos y defender" aúlla un judío malo.
"Basta de ver a las multitudes fascinadas y tras de El" grita otro.
"¡Somos nosotros los poderosos! ¡Sólo nosotros! ¡Sólo a nosotros se debe escuchar y seguir!" grita en medio de aullidos un escriba.
"¡Largo de aquí! ¡Jerusalén es nuestra!" dice un sacerdote rojo de ira como un guajolote.
"¡Sois unos perjuros!"
"¡Unos ciegos!"
porque os lo merecéis!"
dice Jesús:
"La tiranía, la imposición no pueden cambiar
el cariño, la manifestación de gratitud
por el bien recibido.
¿No comprendéis con toda vuestra sabiduría,
que perseguir una doctrina no sirve sino para
aumentar su poder, sobre todo si corresponde
a la realidad de lo que enseña?
Cada gota de sangre
de los mártires que hiciereis,...
cada lágrima
de los santos que aplastaréis,
será semilla de futuros seguidores míos.
"¡Las multitudes os abandonan porque os lo merecéis!"
"Sed santos si queréis que se os ame. El poder no se conserva abusando de él. ¡El poder se apoya en la estima que el pueblo tenga de su gobernante!" gritan los del partido contrario y mucha gente.
"¡Silencio!" dice Jesús. "La tiranía, la imposición no pueden cambiar el cariño, la manifestación de gratitud por el bien recibido. Recojo lo que he dado: amor. Vosotros, al perseguirme no hacéis otra cosa que aumentar este amor que me compensa del que no me tenéis. ¿No comprendéis con toda vuestra sabiduría, que perseguir una doctrina no sirve sino para aumentar su poder, sobre todo si corresponde a a realidad de lo que enseña? ¡Oh Israel, escucha un vaticinio mío! ¡Cuánto más persigáis al Rabí de Galilea y a sus seguidores, tratando de aplastar con la fuerza su doctrina, que es divina, tanto más ayudaréis a que prospere y a que se extienda por el mundo. Cada gota de sangre de los mártires que hiciereis, esperando triunfar y reinar con vuestras leyes y preceptos corrompidos, hipócritas, que no corresponden a la ley de Dios, cada lágrima de los santos que aplastaréis, será semilla de futuros seguidores míos. Seréis vencidos cuando creeréis haber triunfado. Idos. También Yo me voy. Los que me aman, que me busquen más allá de los confines de la Judea, en la Transjordania, o me esperen allí, porque como relámpago que corta el oriente y el occidente, así será veloz el caminar del Hijo del hombre hasta que suba a su altar y trono, nuevo Pontífice y nuevo Rey, y se quedará allí, ante los ojos del mundo, de todo lo creado, de los cielos, en una de tantas manifestaciones suyas que sólo los buenos son capaces de comprender."
Los enemigos fariseos y compinches se han ido. Se quedan los otros. El hijo de Gamaliel lucha entre acercarse a Jesús o no. Decide por irse...
¿verdad que no nos odias porque seamos
de la misma clase?"
"Jamás castigo a un solo individuo
porque la clase a la que pertenece sea digna de él.
No tengáis miedo" responde Jesús.
"Maestro ¿verdad que no nos odias porque seamos de la misma clase?" pregunta Eléazar.
"Jamás castigo a un solo individuo porque la clase a la que pertenece sea digna de él. No tengáis miedo" responde Jesús.
"Ahora nos odiarán..." dice en voz baja Joaquín.
"¡Es honra para nosotros el serlo!" exclama Juan el sinedrista.
"Dios robustezca a los débiles y bendiga a los fuertes. ¡Os bendigo a todos en el nombre del Señor!" y abriendo sus brazos les da la bendición mosaica.
Se despide de Lázaro, de sus hermanas, de Maximino, de las discípulas y empieza su camino...
Los verdes lugares que hay al lado del camino que lleva a Jericó le dan la bienvenida...
VII.452-460
A. M. D. G.